Mbappé es un fraude, hay que vender a Vinicius, es imposible ganar nada con Harry Kane, Haaland es Julio Salinas en rubio, lo único que hace bien Ancelotti es arquear la ceja, Simeone está acabado, Guardiola no es nadie desde el divorcio...
Todos son malísimos. Como cada primavera.
La terca insistencia del fútbol en que sólo pueda ganar un equipo nos condena a la misma retahíla de sandeces grandilocuentes cuando asoma mayo. Y va a peor. Porque esas cuñadeces, que hasta hace años residían en su hábitat natural de las barras de los bares y las cenas de amigos, saltaron a las redes sociales y alguien descubrió que cuanto menos análisis y más gruñidos, mayor impacto. Ahí se jodió todo.
De Twitter pasaron a los canales y podcasts de jóvenes ultras en busca de un atajo para hacerse un hueco (efímero, los que duran son los que piensan). Y de ahí a los grandes medios de comunicación, donde periodistas permanentemente atemorizados con perder su relevancia decidieron que la manera de sobrevivir era hacer lo mismo que un hincha comiendo doritos en su habitación mientras le ven, con suerte, mil chavales. Un plan sin fisuras.
Leer los titulares web de los diarios deportivos es un festival del clickbait chusco. Recuerda a aquel célebre tuit de un argentino cabreado con su selección: «¡¡¡Denme mayúsculas más grandes!!!». Y adjetivos más apocalípticos, por supuesto. Y las tertulias siguen similar camino. Periodistas que sabes que son sensatos bramando sentencias sensacionalistas para intentar que se les oiga, llamar la atención y asegurar el sobresueldo. Y nadie lo para porque es lo que vende (o eso nos dicen mientras cae la audiencia).
Y así la primavera se convierte en la verbena de la exageración.
Mbappé es uno de los tres mejores futbolistas del mundo y lleva 32 goles jugando fuera de posición en su primer año en una liga top. Vinicius tiene 24 años y hace nada se originó un conflicto internacional porque fue segundo en el Balón de Oro. Kane y Haaland se hinchan a marcar por mal que estén los que les rodean. Ancelotti, Simeone y Guardiola han sido, junto a Klopp, los mejores entrenadores del mundo y, aunque las etapas acaban y la crítica es lícita, no han olvidado lo que sabían.
Esta es la realidad. Lo sé yo, lo sabe usted y lo saben los que fingen indignación moviendo mucho los bracitos mirando a cámara, pero, claro, defender lo evidente no genera ruido y el ruido es hoy lo único que importa. Así nos va.
"Siento fuego en el estómago cuando pienso en las finales perdidas, me gustaría volver atrás para intentar dar un paso más". Estas palabras podrían reflejar la actitud de cualquier deportista que ha sufrido dolorosas derrotas que "se quedan para siempre en tu vida", pero en la boca de Harry Kane suenan especialmente desgraciadas. Uno de los mejores delanteros de la historia de Inglaterra no ha podido ganar ningún título en 14 años como profesional y ha perdido seis finales en ese periodo: la maldición de Kane.
Si nos referimos sólo a los títulos que se dirimen en finales, Kane ha perdido con el Tottenham dos Carabao Cup ante Chelsea en 2015 y Manchester City en 2021 y la final de Champions frente al Liverpool en 2019. Con Inglaterra ha sido derrotado en las Eurocopas de 2021 y 2024, la primera en penaltis ante Italia y la segunda en la prórroga contra España. Y la última, la Supercopa de Alemania en 2023 ante el Leipzig tras su mudanza a Múnich.
El fichaje de Kane por el Bayern en el verano de 2023 pareció un movimiento estratégico del delantero inglés para romper con esa preocupante sequía. El Tottenham, club en el que había jugado casi toda su carrera, no había ganado un título desde 2008, mientras que el conjunto bávaro había vencido en las últimas 11 Bundesligas y nada hacía presagiar que no consiguiera la duodécima seguida.
71 goles con su selección
"Las expectativas son ganar algo cada año, es lo que sentí el pasado", declaró el delantero en una entrevista a ESPN. Pero emergió el Bayer Leverkusen, con aquella histórica racha de imbatibilidad, y borró a los muniqueses del torneo. Así, el inglés recordó: "Como no ganamos hubo mucho ruido alrededor del club y con razón, así que cuando estás en estos sitios los estándares son altos tanto para ti como para el equipo".
Lo cierto es que los estándares de Kane han estado siempre muy por encima de la media. El delantero británico es el máximo goleador de la historia de su país con 71 tantos en 105 partidos. Para poner en perspectiva esa cifra hay que situar al segundo, que es Wayne Rooney con 53 en 120 duelos, o al mítico Bobby Charlton, tercero, con 49 en 106. Sus goles, además, han llegado en grandes torneos como en el Mundial de Rusia de 2018 o la última Eurocopa en los que fue el pichichi de ambos torneos con seis y cinco tantos respectivamente, aunque en la cita alemana empató con el español Dani Olmo.
En los dos clubs en los que ha militado, el Tottenham y el Bayern, sus cifras anotadoras han sido siempre sobresalientes. En el conjunto británico es el máximo goleador histórico con 280 tantos y ha sido el pichichi de la Premier tres temporadas. En la escuadra bávara, en su primer año, casi alcanzó un gol por partido, y en este lleva 32 en 36 encuentros.
Gran asistente
Pero Kane no es un killer al uso. El británico añade a su juego una capacidad inmejorable para interpretar el fútbol, de ahí que año tras año esté también entre los mejores asistentes del club en el que milita. De hecho, en la temporada 2020-21 fue el máximo asistente de la Premier League con 14 pases definitivos. En el Tottenham completó 59 en 435 partidos y en el Bayern lleva 21 en 81.
Todo ello hace presagiar que este año la suerte de Kane pueda cambiar. Pese al batacazo en Copa ante el Leverkusen, marcado por la temprana expulsión de Manuel Neuer, parece que la Bundesliga, con seis puntos de ventaja sobre los chicos de Xabi Alonso a falta de 18 por disputarse, romperá esa larga sequía.
La otra oportunidad llega hoy, ante el Inter en los cuartos de la Liga de Campeones, el torneo preferido de Kane. "Ganarla ha sido mi sueño desde pequeño, tenemos la oportunidad este año y además en casa frente a nuestros fans del Allianz, lo que la haría aún más especial", apuntó. El torneo, que los germanos han conquistado en seis ocasiones, lo comenzaron de manera irregular, pero ahora son uno de los favoritos. Pero con sus antecedentes, el sueño podría convertirse en pesadilla.
El Inter resolvió con un penalti de Hakan Calhanoglu su durísimo compromiso ante un Arsenal que mereció mejor suerte en el Giuseppe Meazza. El equipo de Simone Inzaghi, con una defensa totalmente renovada, llevó a buen puerto su agónico ejercicio de supervivencia. Después de cuatro jornadas, Yann Sommer aún no ha encajado un gol. [Narración y estadísticas (1-0)]
Una mano de Mikel Merino en el añadido del primer tiempo penalizó a los gunners, que llevaron la iniciativa (62% de posesión) y generaron innumerables ocasiones en sus 13 saques de esquina. En la segunda parte, Denzel Dumfries sacó un balón sobre la línea de gol y Yann Bisseck taponó un remate de Kai Havertz que parecía el 1-1. Al vigente campeón de la Serie A le bastó con su único disparo a portería. Desde los 11 metros, Calhanoglu, de regreso tras una lesión en el muslo, batió por primera vez en el torneo a David Raya.
El buen arranque del Inter se limitió a 10 minutos. Desde ese momento empezó a sentirse más conforme cuando lograba sorprender con espacios. Su producción ofensiva de la primera media hora hora se redujo a un madrugador remate de Dumfries que reventó contra el travesaño. Enfrente, el Arsenal también jugaba al despiste, intentando aprovechar algún balón parado.
La mano de Merino
No hubo un remate visitante ante Sommer hasta que Bukayo Saka se animó con una diagonal desde el perfil derecho. Un par de minutos después, Gabriel Martinelli dispuso de tiempo para telegrafiar un centro hacia la cabeza de Merino, obstaculizado de malas maneras por el guardameta suizo. Nada quebaba ya de aquel Inter presionante de los primeros minutos, así que los londinense aprovecharon la inercia para acercarse con siete saques de esquina, nada menos.
Cuando el coliseo milanés suplicaba por el descanso, un libre directo de Calhanoglu hacia Mehdi Taremi fue pobremente defendido por Merino. Mal perfilado para el despeje, el navarro tocó el balón con el antebrazo. Una golosina para el turco, casi infalible desde los 11 metros. Más dudas para los gunners, que llegaban con el paso torcido tras sumar un solo punto en las tres últimas jornadas de la Premier.
La ventaja, cómo no, agudizaría las prevenciones del Inter, intentando esconder su debilidad defensiva en las cercanías de su área. Si a ello añadimos las dificultades de Sommer en los balones altos, lo normal es que el 1-1 se hubiese concretado antes de la hora de juego. Havertz trazó una sutil parábola con la zurda que obligó a Sommer a una reacción felina. El cerco se estrechaba y los más de 70.000 hinchas nerazzurri andaban con el alma en vilo. De nada sirvieron los intentos de Inzaghi para refrescar su línea de medios con Nicolo Barella y Henrikh Mkhitaryan. Para el último cuarto de hora necesitaba cloroformo, pero finalmente le bastó con su tradicional cinismo. Así terminó desesperando a los londinenses.
El cabezazo de Musiala para el triunfo del Bayern.AP
En Múnich, ese mismo triunfo por la mínima se resolvió por cauces totalmente distinos. Un cabezazo de Jamal Musiala hizo justicia al aplastante dominio del Bayern (1-0) frente a un Benfica que sólo quiso ver correr las manecillas del reloj. Manuel Neuer ni siquiera tuvo que atajar un solo disparo, así que la situación de Vincent Kompany ya no parece tan desesperada en la Champions.
La velada ya arrancó torcida en Múnich, con un intervención de urgencia de los servicios médicos en la Südkurve y otro contratiempo aún más extraño. Davide Massa, conminado por la UEFA, debió retrasar un cuarto de hora el pitido inicial para permitir que los aficionados pudiesen llegar al estadio. Según informó el club bávaro, los retrasos se debieron a una avería en las señales del metro que accede a las cercanías del Allianz Arena.
Los riesgos de Neuer
Quien sí se había acomodado en su asiento era Franck Ribery, que eligió mala noche para la visita. Porque el Bayern volvió a mostrar algunas de sus recientes carencias. Caía una ligera niebla sobre Múnich y el equipo de Kompany no concretaba su manejo (76% de posesión). El empuje durante los 45 primeros minutos, con 10 disparos y siete córners sólo inquietó a Anatoliy Trubin con un intento de Harry Kane y otro de Serge Gnabry, solventado con brillantez por el meta ucraniano.
El Benfica, con cuatro cambios respecto a aquel once que decepcionó ante el Feyenoord, mantenía sus naves amarradas a puerto. Su único acercamiento llegó tras una temeridad de Neuer a casi 50 metros de su portería, que quedó en nada por falta previa de Zeki Amdouni sobre Alphonso Davies.
Hasta el más apasionado de los lisboetas podría entender que los 90 minutos se harían demasiado largos en Múnich. También para futbolistas de la talla de Renato Sanches, de regreso a su ex feudo, o Ángel Di María, que saltó al césped en sustitución de Kerem Aktürkoglu. A la vieja usanza, el Bayern encajonó a su adversario hasta hacer justicia. El Benfica suma ya 13 partidos europeos sin victoria frente el gran ogro bávaro.
Si hay un equipo que ha angustiado al Barcelona en los últimos cuatro años, ese es el Bayern de Múnich, al que se medirá esta noche en Montjuïc (21.00 horas) en la tercera jornada de la liguilla de la Champions. Desde que el conjunto bávaro, de la mano en aquel entonces del actual técnico azulgrana, Hansi Flick, le endosara un demoledor 2-8 en los cuartos de final de la Champions de la temporada 2019-20, cada partido entre los azulgrana y la formación alemana ha caído del mismo lado. Y, además, casi siempre por goleada.
Por eso, el Bayern se antoja como la piedra de toque ideal para medir realmente el momento de forma de los culés. «El pasado no cuenta, lo que vale es el aquí y el ahora. Ya no podemos influir en lo que ocurrió, pero sí podemos influir en lo que va a pasar. Y lo que queremos es ganar al Bayern», recalcó ayer en la sala de prensa el siempre prudente Flick.
Las dos últimas visitas de los alemanes a Barcelona se saldaron con sendos 0-3. En el primero, en la temporada 2021-22, Ronald Koeman apuraba sus últimas fechas en el banquillo azulgrana. En el segundo, en la 2022-23, era ya Xavi Hernández quien dirigía los destinos barcelonistas. Ambos, eso sí, tuvieron como escenario el antiguo Camp Nou. El técnico de Terrassa, además, fue el responsable de preparar al equipo en sus dos últimos desplazamientos al estadio Allianz Arena. En el primero de ellos, cerró la fase de grupos con un 3-0 en contra. En el último, mientras, encajó un 2-0 en la segunda jornada de la liguilla.
«Siento la amabilidad con que me tratan»
En la Champions, ambos equipos se han enfrentado en 13 ocasiones, con 10 triunfos del Bayern, un empate y dos victorias del Barça. 33 goles a favor de los alemanes y 13 de los catalanes.
Según señaló Flick, los aficionados no le tienen en cuenta que él fuera el artífice de la mayor humillación del Barça en Europa. «Todos los días siento la amabilidad con que me tratan los seguidores, no tiene nada que ver con el pasado o con promesas de futuro. Lo que tenemos que hacer es trabajar cada día. El equipo está muy unido y La Masia influye en cómo trabajan los futbolistas, juntos, con entrega y respeto. Se preocupan los unos de los otros. La vuelta de Gavi, con el ambiente y el aplauso de los compañeros, me puso la piel de gallina. No sé si ganaremos todos los partidos, pero trabajaremos duro para lograrlo», recalcó el germano en la previa del encuentro de hoy.
Con los fríos números de lo que llevamos hasta ahora de temporada, la verdad es que el choque entre el Barça y el Bayern promete emociones fuertes. Ambos lideran sus respectivas ligas. En el caso de los azulgrana, con nueve victorias y una derrota en 10 jornadas disputadas, en las que han marcado 33 tantos y han encajado 10. Los bávaros, por su parte, suman cinco victorias y dos empates en siete jornadas, con 24 tantos a favor y siete en contra.
«una broma de mal gusto»
En el caso de los barcelonistas, gran parte de sus brillantes estadísticas anotadoras se debe al excelente momento de forma por el que atraviesa Robert Lewandowski, capaz de sumar 12 goles en el torneo de la regularidad. Por parte germana, su estilete es Harry Kane, quien acumula ocho goles en la presente edición de la Bundesliga. Tres de ellos, eso sí, los anotó el pasado fin de semana frente al Stuttgart.
Por parte azulgrana, además, destaca también Raphinha, incansable al que, según ha señalado, no le sentaron bien las especulaciones de que Nico Williams le tomara el relevo en el equipo el verano pasado. «Lo que hicieron en Instagram con las camisetas de Nico y la mía fue una broma de mal gusto. La gente puede hacer lo que quiera, pero me pareció una falta de respeto. Aunque no ha influido en mi arranque, sí debo decir que estoy muy motivado. Si antes daba el 100%, ahora doy el 200», recalcó el brasileño.
Uno de los primeros debates que surgieron en Berlín, una vez superado el éxtasis inicial, fue el del Balón de Oro. No por un excesivo interés en el premio, sino por las dudas sobre qué futbolista había sido el mejor del torneo y del año ahora que todas las competiciones tienen dueño. Y la realidad es que el Imperio ha sido España, pero el fútbol continental parece no tener Rey, lastradas sus estrellas por un calendario eterno y por la cobardía de muchos de los seleccionadores.
Esa es una de las grandes conclusiones del torneo. Recuerden los partidos que han visto. ¿Qué equipos, más allá de España, han sido verticales y valientes y han buscado su propio gol antes que evitar el del rival? A Países Bajos hay que reconocerle sus virtudes, Turquía fue la revelación y Austria, atractiva en fase de grupos, perdió ante los otomanos.
Las grandes potencias, sin embargo, han sido una decepción. No tanto por los resultados sino por el estilo. En la historia quedará un apretado 2-1 contra España, pero la reacción ante la derrota de Inglaterra es de «decepción». Así lo resumió Jude Bellingham, lejos de su nivel en el Madrid. De Phil Foden y Harry Kane siguen esperando noticias, limitados, como el madridista, por lo extenuante del calendario.
52 partidos de Bellingham
«La gente tiene que entender que el fútbol de selecciones no es como el de clubes. Llegamos aquí después de una temporada muy larga y exigente, no podemos salir a ganar 5-0 los partidos, hemos tenido que jugar a otra cosa», admitió Bellingham en la zona mixta del Olympiastadion. Lesionado en varios momentos del curso, el inglés ha disputado 52 partidos, 12 menos que Lamine Yamal, el español con más encuentros.
Francia es la otra gran decepción del torneo. Llegaba después de ser finalista en Qatar y con Kylian Mbappé recién fichado por el Madrid, aunque su mes en Alemania ha tenido más política que fútbol. Didier Deschamps, que como Gareth Southgate llegará hasta el Mundial 2026, ha vuelto a construir un equipo rocoso en defensa, pero sin ideas en ataque. El cansancio de la temporada ha hecho mella y sus técnicos no han encontrado las soluciones de Luis de la Fuente.
Southgate tardó en apostar por jóvenes como Watkins, Mainoo y Palmer, y Deschamps apenas ha contado con Barcola, que demostró por momentos tener una velocidad más que sus compañeros. Contaban con ingredientes, pero los dejaron en la nevera. De la Fuente, por su parte, no dudó en apostar por los niños y, cuando los necesitó, por secundarios como Merino, Zubimendi y Oyarzabal.
Miedo a perder
Alemania y Portugal detuvieron su paso en cuartos ante España y Francia. Un pequeño traspié para dos proyectos que deben decir «adiós» a sus jerarcas. Toni Kroos ya ha dado un paso al lado, ¿lo hará Cristiano Ronaldo (o lo hará Roberto Martínez)? Jamal Musiala, Florian Wirtz, Vitinha y Rafael Leao ofrecen suficientes argumentos como para que sus países lleguen a la Copa del Mundo en las primeras filas de la parrilla.
El torneo se ha caracterizado por el miedo a perder, la guerra táctica y, especialmente, el poco protagonismo de las grandes estrellas. España ha acumulado más ataques (411) y más regates (146) que nadie, por encima de Francia (341 y 129) e Inglaterra (344 y 120). Queda claro el mejor equipo, pero ¿y la gran estrella?
Mbappé, incrédulo, durante la semifinal ante España.EFE
Kroos y Musiala fueron de más a menos, Bellingham dejó una chilena histórica y varios encuentros irregulares, Kane se lleva el Pichichi compartido con b, pero no ha aparecido en los momentos importantes, Mbappé, ausente en el inicio por su fractura de nariz, volvió a casa con una asistencia entre octavos, cuartos y semifinales, Cristiano y Antoine Griezmann no han marcado...
Mientras, la Copa América se la llevó la Argentina de Leo Messi y Brasil quedó varada en cuartos, rebajando las opciones de Vinicius, clave en la Liga y la Champions del Madrid. Las estrellas tienen claro por qué no han aparecido: la culpa es del calendario. «Necesito descansar y recuperarme, ha sido una temporada muy larga», manifestó Mbappé tras la derrota ante España en semifinales. Hoy se presenta en el Bernabéu. Así es el fútbol. Esto no para.
Berlín no es Madrid, ni Viena, ni Johannesburgo ni Kiev. Ni falta que hace. Berlín es Berlín, y desde este domingo el nombre permanece ya para siempre en la historia de un país, España, como la ciudad donde la selección culminó una epopeya maravillosa, la de su cuarta Eurocopa, tejida desde la diversidad más bonita, desde la fe, ciega, en un imposible, desde la humildad, sincera, de quien se reconoce en el compañero, más allá de su color y el de su camiseta, desde la convicción, firme, de que el camino era el correcto, desde la seguridad, en fin, de que esto era real. Vaya que sí. España, la reina, recupera el trono de Europa 12 años después, nadie tiene más Eurocopas, cuatro, nadie la quiso más en Alemania, expulsando en su camino a cuatro campeonas del mundo, ganando los siete partidos, llevándose todos los trofeos individuales (el mejor joven y el mejor jugador) deleitando la vista unas veces y mordiendo los labios otras, como ayer, cuando desmanteló a Inglaterra en un cuarto de hora sublime, pero se levantó con la mandíbula firme del gol del empate. [Narración y estadísticas (2-1)]
España ha sido el equipo más completo, el mejor. Luis de la Fuente ha construido una familia que, además, observa el futuro con una sonrisa, pues los niños, los fabricantes del primer gol, son insultantemente jóvenes, y el corazón del grupo ronda los 27 años. Ríe hoy España y mira a los que nunca le dieron ni el pan ni la sal, pero los mira con el corazón limpio, sin reproches. España es campeona de Europa con todas las letras, nadie se ha acercado siquiera a ella desde el pasado 15 de junio, cuando debutó en este mismo estadio, en esta misma ciudad, Berlín, que no es Madrid, ni Viena, ni Johannesburgo ni Kiev. Berlín es Berlín, qué carajo.
El Olímpico vio a una selección madura, respetuosa, tranquila, con los niños sentados en el sofá sin pedir de comer en casa ajena, pero mirándose con la picardía de quien no va a aguantar mucho y termina levantándose sin permiso para coger una chuchería. Eso hicieron Lamine Yamal y Nico Williams nada más comenzar la segunda parte, desmontar el partido con una trastada, y de ahí nació el partido que enseñó, escrito está, todas las versiones de este equipo: la brillante, hasta el empate, y la madura, desde él, para levantar el trofeo con una sonrisa mestiza, millenial, una sonrisa que reconoce al diferente como igual, una lección de fútbol, y de vida, para todo un país.
Enredados en la tensión
En fin, que el saque de inicio correspondió a Inglaterra. El balón fue directamente a Pickford sin pasar por nadie, y el portero del Everton mandó una pelota larguísima que salió por línea de fondo. Ese saque lo hizo España en corto, de Unai Simón a Le Normand, y la jugada salió limpia para morir, como todas las de la primera parte, en la maraña que los ingleses montaron en el balcón de su área. Fueron las dos primeras jugadas del partido, algo así como una presentación de intenciones.
Dos no se pelean si uno no quiere, y como hubo uno que no quiso, pues no hubo pelea en la primera parte. Inglaterra salió a que no pasara nada. Pero nada era nada. Ella estaba dispuesta a no atacar, y se metió tan atrás que impidió a España hacerlo. Enredados los dos equipos en la tensión propia de una final, en lugar de un partido de fútbol aquello devino en una partida del Risk, por no recurrir al tópico del ajedrez. Cada movimiento de España era contrarrestado por Inglaterra. Southgate empleó a Foden para perseguir a Rodrigo, y a Mainoo para atosigar a Fabián. Rice vigilaba con el cogote los movimientos de Dani Olmo.
Como quiera que los extremos no podían recibir en ventaja, la cosa se atascó de mala manera. No hubo que contabilizar ni una sola parada de los porteros. España tuvo más el balón, sí, pero fue para nada, mientras que Inglaterra se fue acomodando en esa monotonía en la que metió la noche. Ninguno de los entrenadores había inventado, quizá no había que hacerlo (Southgate metió a Saw en lugar de Trippier, pero vaya), y ninguno de los jugadores quiso pasar a la historia como el tipo que se equivocó en una final. Jugaron todos con miedo, agarrotados, y de ese modo salió un tostón muy serio hasta el descanso.
Nico Williams festeja el 1-0 ante Pickford.AFP
Inglaterra no quería jugar, y España no quería arriesgar, confiada en que el paso de los minutos validase el día más de descanso que había tenido por jugar su semifinal el martes. El partido, así las cosas, necesitaba que ocurriese algo. Lo que fuera, algo que agitase las cosas en cualquier dirección. Y lo que ocurrió fue que Rodrigo se marchó llorando al vestuario, lesionado, y el faro de España se quedó sin luz. En su lugar apareció Zubimendi, en otra demostración más de que, si falla el titular, aquí juega el suplente. Sin más. Pero claro, en el caso del mejor mediocentro del mundo, la baja podía ser más grave.
No dio tiempo a reflexionar mucho sobre ello pues a los dos minutos llamaron a la puerta los niños con el ímpetu de quien quiere jugar a la pelota en el parque. La cogió Lamine en su banda, tiró la diagonal hacia dentro amagando con la cintura, atrajo la basculación de los ingleses y descargó, justo a tiempo, para la llegada de Nico, que cruzó abajo, imposible para Pickford y sus florituras. Pudo sentenciar Olmo un minuto después, con Inglaterra grogui, pero el caso es que lo que necesitaba el partido, ya había ocurrido, y encima había sido bueno para España.
Ya por delante, la selección, claro, empezó a jugar más suelta y mereció sentencia. Quitó Southgate a Kane, inmóvil, pero el cambio que le dio la vuelta al partido fue la entrada de Palmer. En una mala salida a la presión de Cucurella, Inglaterra armó su mejor ataque y un disparo incontestable del futbolista del Chelsea igualó el partido a falta de 20 minutos, ya con Oyarzabal por Morata en el campo. Pero esta España es mucha España. Agarró de nuevo la pelota, tranquilizó al personal y fue acumulando ocasiones hasta que Cucurella, un catalán que vive en Londres, encontró a Oyarzabal, un vasco sin complejos, para poner el punto y final a una preciosa historia de amor por el fútbol y por la vida. La vida de todos para todos. La vida en España.
Dani Olmo y Harry Kane son, de los jugadores que pueden convertirse en el máximo goleador de la Eurocopa, los que más tantos han anotado hasta ahora. También son los que más buscan el gol, porque nadie ha tirado a puerta más que ellos en sus selecciones. Están en la parte de arriba de la lista junto con el neerlandés Cody Gakpo, el alemán Jamal Musiala, Georges Mikautadze, delantero de la selección de Georgia y el eslovaco Ivan Schranz, todos ellos con tres goles. Sin embargo, estos últimos no podrán optar a superar dicha cifra porque sus selecciones ya quedaron eliminadas.
De todos los futbolistas que podrían liderar la clasificación de los jugadores con más goles en la Euro 2024, los que lo tienen más fácil son Kane y Olmo, nadie les supera en goles, seguidos muy de cerca por Fabián Ruiz y Jude Bellingham, dos goles cada uno.
El delantero del Bayern es el máximo goleador de su selección, así como el jugador que acumula más disparos a puerta. Ha anotado el 17,7% de sus tiros, aunque cabe destacar que uno de esos tantos fue de penalti contra Países Bajos. De los 17 tiros que ha hecho en toda la competición seis han sido a puerta y dos terminaron en gol. De media efectúa un disparo cada 32 minutos y marca un tanto cada 181.
Un gol cada 114 minutos
Dani Olmo también es el jugador que más lo intenta. Acierta con uno de cada cinco tiros, efectuó 15, seis de ellos a puerta, de los que tres acabaron dentro. También ha colaborado en otros dos goles con sendas asistencias, contra Albania en el último partido de la fase de grupos y la que otorgó la victoria contra Alemania en cuartos. El jugador del Leipzig ha marcado, de media, un gol cada 114 minutos y ejecuta un disparo cada 22.
A ellos se podrían unir Fabián y Bellingham que están detrás de ellos en la clasificación. El número 10 de los Three Lions no ha destacado por ser quien más dispara, tan solo cinco veces en sus 581 minutos, un tiro cada 116,2 minutos, pero ha acertado con dos de ellos. Marca un 60% de los disparos. Fabián, por el contrario, es uno de los que más ha disparado en su selección, después de Olmo y lo mismo que Yamal, 15 disparos. Un 13,3% acaba en la red, un tanto cada 226 minutos, y efectúa un disparo cada media hora aproximadamente.
El desgaste de Bellingham
Lo más probable es que Dani Olmo sea quien consiga el gol. De los mencionados es el que dispara y anota un tanto cada menos tiempo, no es el que tiene el mejor porcentaje de gol con respecto a los disparos que efectúa. Este es Bellingham, aunque conviene recordar que el jugador del Real Madrid es quien más minutos ha jugado, más que cualquier internacional de La Roja, y tan solo ha tirado cinco veces.
Por el contrario, Olmo es quien menos tiempo acumula sobre el verde, 341 minutos, y nadie ha marcado más goles que él. Después de él, Kane también cuenta con amplias posibilidades de marcar, juega muchos más minutos, 544, pero por eso mismo, anota y dispara menos, en relación con el tiempo que juega.
Estos son los futbolistas que menos tantos necesitan antes de coronarse como máximo goleador de la Eurocopa 2024. Para resolver la incógnita final habrá que esperar a última hora de hoy en Berlín.
Entre 2012 y 2023, el Bayern de Múnich ganó 11 Bundesligas, cinco Copas de Alemania y dos Ligas de Campeones. 18 títulos y al menos uno en cada una de esas 11 temporadas, con dos cursos logrando el triplete. Una época brillante e inigualable en la historia del club hasta que llegó la maldición de Harry Kane. El extraordinario delantero inglés busca hoy ante España, a sus 30 años, el primer título de su extensa y goleadora carrera. Algo que le ha sido imposible conseguir en los 642 partidos, 14 campañas de clubes, tres Eurocopas y dos Mundiales que ha disputado.
Si quieren que la selección española gane esta noche, toquen toda la madera que tengan a su alrededor porque el gafe es el protagonista de este artículo. «Sería bueno para Harry acabar de una vez con los que dicen que es un gafe y hacen bromas», advirtió el ex internacional inglés Stan Collymore cuando Kane fichó por el Bayern el pasado verano.
Para saber más
El delantero venía de una década de éxitos individuales y decepciones colectivas en el Tottenham y con Inglaterra. Subcampeón de la Eurocopa 2020, subcampeón de la Champions 18-19, subcampeón de la Premier 16-17, subcampeón de la Copa de la Liga en 2015 y 2021... Y a la vez, Pichichi de la Premier 2016, 2017 y 2021 y Bota de Oro del Mundial 2018. El cambio a Múnich obedecía a la búsqueda definitiva de un título. Y nada más lejos de la realidad.
En su primer partido oficial con el Bayern, en la Supercopa de Alemania disputada en el Allianz Arena, el Leipzig ganó 0-3 con un hat-trick de Dani Olmo. Al delantero le quedaban la Bundesliga, la Copa y la Champions para resarcirse. Ha sido máximo goleador del torneo alemán, máximo goleador de la Liga de Campeones y ha logrado su primera Bota de Oro, pero el Bayern perdió el título ante el Leverkusen, cayó de forma sorprendente en la segunda ronda de la Copa y fue eliminado por el Real Madrid, con aquel doblete milagroso de Joselu, en las semifinales continentales.
«quiero usar toda esa motivación»
Lo máximo que ha ganado un equipo de Kane es una Audi Cup, un torneo de pretemporada. Así de duro y así de pesado para uno de los mejores goleadores del siglo. En junio aterrizó en Alemania con la condición de capitán de los Three Lions y con la obligación personal y colectiva de levantar un título para su país 58 años después. Y los analistas le han machacado durante el torneo. «No se mueve en el campo», le criticó Gary Lineker.
Kane lleva tres goles en la Eurocopa, uno de ellos de penalti, pero sólo ha jugado dos partidos completos, todos en la primera fase. De hecho, aunque marcó de penalti en la semifinal contra Países Bajos, el héroe terminó siendo su sustituto, Ollie Watkins.
«Sé lo que significará para mí y para el país si ganamos, cambiaría mucho toda la situación. Así que quiero usar toda esa motivación esta noche», admitió Kane en la previa de la final, donde reconoció que intenta «no pensar demasiado en eso», al ser preguntado sobre todas las derrotas que ha sufrido en su carrera. «Perder una final es difícil de olvidar, así que cambiaría todos mis trofeos individuales por esta Eurocopa, sin duda. No es ningún secreto», finalizó.
En 1966 el capitán inglés Bobby Moore recibió en Wembley de manos de Isabel II la Copa del Mundo. Fue la primera y única vez que Inglaterra, cuna del fútbol, vencía en un torneo internacional. De aquello han pasado 58 años, una semifinal de otro Mundial (Rusia, 2018) y una final de la Eurocopa que les arrebató Italia en la tanda de penaltis en 2021. Sin embargo, aquel golpe sólo parece hacer fortalecido a dos generaciones hacen de Inglaterra una de las selecciones favoritas en Alemania sostenida bajo dos pilares: el Rey Harry Kane y el príncipe heredero Jude Bellingham, brillante fruto del proyecto 'ADN Inglaterra' que nació en 2014.
La madurez y el fulgurante crecimiento de sus dos estrellas huidas fuera de la Premier para expandirse en el continente hacen imposible que no esté entre los mejores. El delantero del Bayern, engordando sus números con 44 goles pero sin suerte en los títulos; el jugador del Real Madrid para sumar su primera Champions y enciende la mecha de una nueva era en el Bernabéu.
Por él pasa el futuro de una selección que arranca la competición ante la anárquica Serbia. Bellingham es un fenómeno equiparable a David Beckham, capaz de sostener sobre sus hombros el peso de todo un imperio por razones distintas a la del líder de la Class of 92 del United. El liderazgo de Jude empezó a fabricarse en los despachos de la Federación Inglesa en el 2014. Dan Ashworth, director de desarrollo, y Southgate, entonces en la Sub-21, pusieron en marcha el proyecto 'ADN Inglaterra' para educar en la élite a las futuras estrellas de los Three Lions. Crearon la selección sub-15 y comenzaron a escoger a los mejores de todo el país. Entre ellos, con 13 años, estaba Bellingham. Su talento en el campo era indiscutible, pero fuera, como parte de aquel programa, potenciaron la capacidad de liderazgo de un jugador que asombraba por su madurez. Aquel trabajo ha dado fruto y hoy Inglaterra ya tiene a su próximo líder.
«El talento no nos va a dar el título»
Kane y Bellingham acaparan el foco del liderazgo, del presente y del futuro inmediato, pero están acompañados por una corte del talento y descaro veinteañero y experiencia curtida en una Premier convertida en la mejor competición del planeta. El reto de Gareth Southgate tras ocho años en el banquillo es, precisamente, armar el puzle por donde todas las piezas encajen y tendrá que hacerlo desde el estreno ante Serbia, que amenaza con Mitrovic, Vlahovic o Tadic y que tratará de ser protagonista después de que la herencia de la antigua Yugoslavia la haya liderado Croacia.
Inglaterra tiene como deberes crear automatismos, tanto defensivos como ofensivos. «El talento no nos va a dar el título», lleva advirtiendo el técnico inglés. Y es que si la clasificación fue notable, el equipo lleva se atascó en noviembre y acumuló tres partidos sin ganar en Wembley, algo que no ocurría desde 2018. Perdió ante Brasil, empató con Bélgica y sólo ha podido golear a Bosnia antes de caer ante Islandia en el último partido preparatorio. «Probablemente no hubo suficiente hambre en los duelos», advertía Harry Kane, que en la Bundesliga ha aprendido a estar obligado a ganar todas las semanas. «Eso ha sido bueno para él. Cuantos más jugadores lo vivan, mejores seremos», admitía el seleccionador a Bild.
200 goles en una temporada
La palabra de Kane tiene peso en un vestuario en el que ejerce el liderazgo basado en 63 goles y 91 partidos con la camiseta de los Three Lions, una cifra sólo superada por Wayne Rooney (120) que el atacante del Bayern, a sus 30 años, tiene a su alcance. Esta Euro será la tercera que dispute y se escudará en otros veteranos como Stone, Walker o Trippier. No tendrá a su lado a Maguire, descartado por una lesión, pero el resto tendrá que sostener a un equipo que donde brilla es en campo contrario.
Casi 200 goles suman esta temporada los jóvenes seleccionados por Southgate y que encabeza el heredero Bellingham. Su explosión en el Real Madrid, traducida en 23 goles, le convierte en pieza clave, aunque tenga que vivir más alejado del área en esta Eurocopa. Por allí se moverán Foden (27), Saka (20) o Watkins (27), todos con más de 20 dianas esta temporada. No había hueco para Jack Grealish después de un final de campaña mediocre.
El reto es dotar al equipo de identidad, incluso aunque ello precise aparcar por momentos el 4-3-3 de Southgate para imbuirse del carácter Premier estirando al equipo más por los costados. «He estado aquí durante casi ocho años y nos hemos acercado, así que sé que no puedes seguir diciéndole a la afición, 'por favor, espera un poco más', porque en algún momento la gente perderá fe en tu mensaje. Si queremos ser un gran equipo y yo quiero ser un entrenador de primer nivel, entonces hay que estar a la altura en los grandes momentos».
Es la convicción de Southgate, que sabe que, salvo que sean campeones, dirá adiós al banquillo nacional. El camino arranca ante los balcánicos, un rudo enemigo con el que siempre han saltado chispas. Después llegará Dinamarca y Eslovenia. Y la hinchada inglesa seguirá cantando el clásico It's coming home: «Treinta años de sufrimiento/Nunca me han impedido soñar». De sueños se alimenta el fútbol.
Si los títulos de Selecciones dependieran de la calidad de las respectivas Ligas nacionales, esta Eurocopa la ganaría Inglaterra en una final contra Italia, de no cruzarse antes. Una de las varas de medir la importancia de esas Ligas nacionales reside en el número de jugadores internacionales que militan en equipos de los países en cuestión. Futbolistas de primer y primerísimo nivel que no necesitan salir de sus fronteras. Sus clubes, son lo sufi
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