¿Qué ha hecho Ancelotti para ser uno de los mejores entrenadores de la Historia?

¿Qué ha hecho Ancelotti para ser uno de los mejores entrenadores de la Historia?

Mi generación hace listas. De todo y para todo. No sé si es culpa del manual aspiracional que fue Alta fidelidad, donde de Top 5 en Top 5 Nick Hornby nos explicó la música, el amor y la vida, o porque, sencillamente, nos hacemos viejos y es una buena forma de recordar las cosas. El caso es que siempre he tenido claro que los mejores entrenadores que he visto en mis casi 40 años de consciencia futbolera se dividen en dos grupos bien definidos. Y e

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La Liga de Bellingham y del banquillo

La Liga de Bellingham y del banquillo

La Liga del Madrid empezó como la Liga de Bellingham, en formato Cristiano, y los que tenían que saltar del banquillo. Lo hizo ya en San Mamés, en la primera jornada, donde marcó el inglés y se lesionó Militao. Una estrella que asomaba y un banquillo que no fallaba, la ecuación perfecta para un equipo, siempre que sea manejada con temple, como es el caso de Ancelotti. Los resultados avalan al italiano, el tipo que mejor convive con la crítica con

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Un gol terapéutico de Güler en Anoeta acerca el alirón del Real Madrid en la Liga

Un gol terapéutico de Güler en Anoeta acerca el alirón del Real Madrid en la Liga

Un rostro taciturno anticipa cada acción de Arda Güler, que por momentos trae el recuerdo de aquel Özil indescifrable y hasta desesperante, pero exquisito. Hay algo futbolístico y algo cultural en la semejanza. Esos tipos no siempre sobreviven bien en el Madrid, un club inyectado, como si las dudas que inspiran fueran sospechosas. Veremos qué sucede con el joven turco, de 19 años, que llegó al Madrid cojo y no ha acabado de encontrar su lugar. De esa forma saltó a Anoeta, con aspecto de despistado o con un aspecto que no sabemos interpretar. El gol que definió la victoria, encontrado gracias a la buena decisión de Carvajal, una más, es la mejor terapia.

Güler tuvo su oportunidad como titular por primera vez en la Liga, porque los titulares se quedaron en el banquillo. Los titulares de Múnich, se entiende, que es donde el Madrid se juega lo mejor de la temporada. El título que la justifica ya está ganado. La Liga es ya para el Madrid dejar pasar el tiempo. También para el Barça, que empieza su futuro como si regresara al pasado. Anoeta era, pues, una estación de paso, aunque éstas se encuentran repletas de oportunidades para los menos habituales. Jugó Carvajal porque está sancionado en la Champions. Lo hizo Militao para saber si podrá hacerlo y repitió Modric en el once porque no empezará en el Allianz. Parece un pecado, pero es el pecado del tiempo.

Buen rendimiento de Militao

Militao acompañó a Nacho, con Kepa en la portería, frente a una Real punzante, con la presión alta y Barrenetxea y Javi Galán profundos, más el hiperactivo Kubo por la derecha. Para Fran García, que acabó por ver una tarjeta amarilla, fue un tormento. Ancelotti no contó con ninguno de los atacantes que utilizará el martes y alineó a Brahim y Joselu, además del jugador turco.

No era de esperar, pues, un Madrid a fuego. Pese a la motivación que representaba para los menos habituales, todos se sienten jugadores del Madrid, y el Madrid está ya en otra cosa, una vez pasado el clásico con éxito y levantado el dique de puntos sobre el Barcelona.

El equipo de Imanol lo quiso más y puso más, aunque también contaba con bajas. Se juega Europa el conjunto realista. Ello provocó que Kepa tuviera que emplearse a fondo, en especial con buenas manos bajas a disparos de Kubo o Turrientes, otro de los productos de Zubieta que es interesante seguir. La hierba mojada endemoniaba cada pelota y aumentaba la dificultad para los porteros. Turrientes es poderoso físicamente, vertical desde el centro del campo y carga la pierna a la primera. Antes del descanso lanzó alto un disparo muy potente; después, colocó bajo para una estirada del portero madridista, al que Lunin observaba desde el banquillo. Nunca ha sentido el ucraniano tanta jerarquía estando sentado.

Le faltaba a la Real la finura del último pase que dejara a algún jugador en posición de gol claro. la única vez que lo hizo, había falta previa sobre Tchouaméni que el VAR se encargo de indicar con acierto a Munuera Montero. En ese lugar se echa de menos a David Silva, uno de los mejores que hemos visto en esa especialidad. Anoeta lo homenajeó como merece antes del partido.

La llegada de Carvajal

El Madrid, en cambio, necesita mucho menos. Apenas había llegado con claridad cuando una progresión de Carvajal le llevó al lugar clave para el centro. El lateral del Madrid lo hizo al primer toque y ello restó tiempo a los defensas para posicionarse. El balón en perpendicular no fue detenido por ninguno, como si se produjera un fallo defensivo en cadena. Güler llegaba para rematar un centro limpio a la red de Remiro. La sonrisa apareció en su rostro hasta entonces crispado, en especial después de haber sido amonestado nada más empezar. Fue la razón por la que Ancelotti decidió sustituirlo por Vinicius pasada la hora, ya que el turco no rehuye el choque, pese a su aparente fragilidad.

La necesidad llevó a la Real a aumentar el ritmo sobre el área de Kepa, donde ya había entrado Rüdiger. y Militao no se dejaba nada, una señal de su recuperación. Volvió entonces a aparecer el compromiso defensivo del Madrid, reforzado por los cambios en una línea de cinco hombres, fórmula que le ha llevado a las semifinales de la Champions y acerca su alirón en la Liga.

Los brazos en cruz de Bellingham cierran la Liga ante el Barcelona en el Bernabéu

Los brazos en cruz de Bellingham cierran la Liga ante el Barcelona en el Bernabéu

Esto se ha acabado después de un clásico de circunstancias en el que el Madrid no necesitó del mejor Madrid, sólo de su espíritu, frente a un Barça que no es capaz de sujetar sus goles, ni en Montjuïc ni en el Bernabéu, ni en la Champions ni en la Liga. Continúa en su Sinaí, en una travesía del desierto que pronto abandonará Xavi. El abrazo a Ancelotti es el abrazo del adiós. Los brazos de Bellingham, en cambio, acabaron en cruz. Al inglés corresponde la estampa de esta Liga, que queda sentenciada de la misma forma que empezó, aunque este último acto le deba casi todo a un antidivo, Lucas Vázquez, como a los del Etihad. En ese equilibrio entre el brillo y el trabajo está el éxito de este Madrid, un campeón virtual en casa camino de otro Grial. [Narración y Estadísticas, 3-2]

Lamine Yamal arrancó de la misma forma y en el mismo lugar en el que se fue del campo ante el PSG con la cara de quien pregunta qué he hecho yo. Marcar la diferencia. En el Bernabéu, que ya le había aplaudido vestido de rojo, continuó para quitarle la razón al entrenador por su errática decisión en la Champions. Si alguien así se va del campo, vayámonos todos. Su juventud, como la de Cubarsí, es la única prueba de vida que deja este Barça, obligado a reinventarse frente a un Madrid robusto, por juego, por caja y por estadio.

Camavinga sufrió a Lamine Yamal porque el azulgrana tiene la velocidad que hace sufrir a cualquiera. Con una tarjeta cargó al francés, al que Ancelotti había decidido volver a colocar en el lateral, en un cálculo de puntos y de esfuerzos en el que lo único que había que hacer era no perder. La Liga estaba mentalmente ganada y había que poner lo mejor en la Champions. Ahora, con 11 puntos de ventaja sobre 18 posibles, lo está virtualmente.

DEPRIMIDO Y DESESPERADO

El Barça no se encuentra en ninguna de esas situaciones. Está entre deprimido y desesperado. La victoria en el Bernabéu era la única forma de mantener viva una quimera y de no convertir lo que resta de temporada en un tormento. Le queda la queja, con o sin razones, en el penalti o sobre la línea de gol, ayer en el Bernabéu, pero eso no le ofrece coartada para sus errores. está donde merece.

Los equipos hechos para los títulos no saben jugar por nada. Los jugadores, tampoco, y menos los implicados en la Eurocopa y Copa América que vienen. Un mal asunto para Xavi. Ya dijo que se va, ya sabe que se va, con Rafa Márquez preparado en el piso de abajo, pero la forma de acabar puede ser todavía peor si los futbolistas no se entregan con la profesionalidad debida. Veremos.

Esa desesperación convertida en necesidad llevó al Barcelona a imprimir una presión altísima nada más salir. Obtuvo frutos frente a un Madrid contemplativo, en el que Lucas Vázquez volvía a la derecha después del estajanovista esfuerzo de Carvajal en Manchester. Camavinga en la izquierda y Tchouaméni como central auxiliar un día más. Modric y Kroos volvían a encontrarse en la titularidad como tiempo atrás. El croata, en su mejor versión.

Error de Lunin

Encontró frutos el Barça, aunque el fruto que buscaba llegaría a balón parado. Es paradójica la eficacia que el Madrid mostró bajo el bombardeo de córners en el Etihad y, en cambio, el primer balón volado en paralelo a la portería acabó en la red después de un error de bulto del último héroe de la Champions. Lunin hizo una salida en falso y Christensen remató antes de que venciera la parábola. Pudo llegar otro en el área local en un balón que se paseó ante la mirada de los defensas de Ancelotti. Después del extremo ejercicio de concentración realizado ante el City, es posible que se produjera una descomprensión también en lo mental. Posible y humano.

La falta de tensión defensiva, de hecho, llevó al Madrid a tener que sobreponerse por dos veces a los goles del Barcelona. Si en la primera parte fue un balón parado, en la segunda fue un centro de Lamine Yamal el que encontró a todas las piezas fuera de sitio. Ferran Torres jugó al engaño ante Lunin y su rechace lo cazó Fermín, uno de los cambios de Xavi que entró a fuego en el partido. Acierte o no, Fermín siempre percute.

Acierte o no, Lucas Vázquez siempre cumple. Esta vez, no obstante, hizo mucho más que cumplir, al ser clave en las dos acciones que permitieron al Madrid materializar los dos empates y sujetar la Liga con holgura. Primero, al ser objeto de un penalti con dosis de pillería por parte de Cubarsí; después, al llegar al área como le gusta para rematar a la red de Ter Stegen. Como socio para transformar la pena máxima o para recibir la asistencia tuvo a Vinicius, 'titularísimo' también en los días de cálculo. A Lucas le quedaba una, la asistencia en el 91 a un Bellingham que fue como un Cristo resucitado siempre en el día más señalado. Su estampa es la del título.

"Cheikh es la víctima, como Vinicius, no al revés... Nunca sabremos lo que sienten bajo su piel"

“Cheikh es la víctima, como Vinicius, no al revés… Nunca sabremos lo que sienten bajo su piel”

«Estamos ya en el segundo tiempo, vamos a sacar de centro tras el segundo gol del Sestao, cuando veo que Cheikh se acerca a retirar una botella. Se oyen gritos, muchos, aunque es difícil percibir lo qué dicen. De pronto, se gira hacia la grada, señala, se acerca y salta donde se encuentran los aficionados. En ese momento, se me pasa por la cabeza el insulto racista, claro, pero lo primero que pienso es en sacar de ahí a mi compañero. Cuando llego, tiene cogido a un aficionado por la bufanda de su cuello, y agarro a Cheikh prácticamente en volandas».

El relato de Jorge Casado, capitán del Rayo Majadahonda, revive los nuevos instantes de la vergüenza en la que se ha instalado el fútbol español, tras lo sucedido el sábado en el estadio Las Llanas de Sestao. Un fútbol que socava la reputación del país por los episodios de racismo y corrupción de los casos Negreira y Rubiales, justo cuando ha de decidirse el reparto del Mundial 2030 con Portugal y Marruecos. Al mismo tiempo que al senegalés Cheikh Sarr le llamaban «puto mono» y «puto negro de mierda» en Sestao, según su testimonio y la denuncia presentada ante la Ertzaintza, Marcos Acuña y Quique Sánchez Flores escuchaban en Getafe cómo les gritaban «¡vienes del mono!» y «¡gitano!», respectivamente, como si el racismo fuera una metástasis que se extiende por los campos, imposible de erradicar.

"Lo sujeta de la bufanda"

«Otros aficionados se acercaron para agredir a nuestro portero, pero Cheikh no pasó de sujetar por la bufanda al que había identificado. Es injusto que ahora sea él quien haya tenido que pagar por todo esto, ya que el árbitro lo sancionó con tarjeta roja. Puede que en ese momento se equivocara en su reacción, pero Cheikh es la víctima en todo esto, no al revés, como lo es Vinicius o lo fueron Acuña y Quique», prosigue Casado, en conversación con este periódico. Cheikh ha sido, asimismo, denunciado por el aficionado al que sujetó en la grada, y el colegiado García Riesgo reflejó en el acta que se acercó a él con «intención de agredirme».

El partido correspondía a la competición de Primera RFEF, no enmarcada en el fútbol profesional, por lo que el capitán rayista lamenta que «en estas categorías no existan los medios para probar estos episodios, como micrófonos. Mientras sea de ese modo, muchos de los que insultan saldrán indemnes. Yo creo a Cheikh».

Denuncia en la Ertzaintza

Casado acompañó al portero y a un vicepresidente del club a una comisaría de la Ertzaintza, donde pusieron una denuncia. Se ha identificado a un grupo de aficionados que estarían en la grada en estado ebrio.

«Fallaron, además, los protocolos, porque el árbitro debía haber suspendido el encuentro. En cambio, cuando llegó y yo le insistí, me dijo: 'No me lo pongas más difícil'. Lo único que hizo fue expulsar a nuestro portero, lo que todavía provocó más ira en él, y tuvimos que volver a sujetarlo», continúa Casado. La suspensión únicamente llegó, en el minuto 84, cuando los futbolistas visitantes decidieron que no continuarían jugando y el resultado favorecía al Sestao River (2-1). El colegiado argumenta que no lo hizo, porque ni él ni sus asistentes pudieron escuchar que fueran gritos racistas. Las cámaras pueden arrojar luz. Hubo momentos de mucha tensión e incertidumbre, en los que hasta Casado llegó a colocarse la camiseta de portero.

«Cuando entramos en el vestuario, vi a Cheikh abatido. Apenas podía hablar, mientras se cubría la cabeza con las manos. Sentía rabia y a la vez vergüenza por su reacción, y eso es injusto», añade Casado. «Lleva tiempo en España y, como todos, hemos recibido insultos en los campos de todo tipo, pero decía que nada comparable a lo de esta vez. Todos decimos que es terrible lo que pasa, pero nosotros nunca sabremos el dolor que sienten bajo su piel», , concluye el capitán que sacó a Cheikh de la grada, pero no de la vergüenza donde el fútbol español continúa.

Final de cómic para un partido de poder e igualdad en Mestalla entre Valencia y Real Madrid

Final de cómic para un partido de poder e igualdad en Mestalla entre Valencia y Real Madrid

El rival no era Mestalla, era el Valencia, pero el Madrid partió con la intención de contemporizar con la atmósfera, con un ojo en Vinicius como se tiene en el hijo que siempre se sube donde no debe. Cuando por fin miró al frente ya había encajado dos goles que eran como dos clavos a su indolencia. Si un clavo saca otro clavo, nadie como el propio Vinicius para hacerlo por dos veces, porque su martillo, en Mestalla, era el martillo del gol y de la ira. El gol pasa, la ira queda, después de que un partido poderoso tuviera un final de cómic, al pitar Gil Manzano el final justo cuando Brahim se disponía a centrar para que Bellingham rematara a la red. No fue claro. Más madera. Lástima que el fútbol que se había apoderado de Mestalla no pueda jamás respirar tranquilo.

El brasileño salvó a un Madrid que confundió inicialmente el objetivo y lo confundió todo con errores infantiles mientras avanzaba a la velocidad de un carro frente a jóvenes aurigas hambrientos de balón y de gloria. Este Valencia 'guerracivilista' tiene en ellos su prueba de vida, a pesar de Peter Lim y a pesar de la remontada del Madrid, capaz de sobreponerse a todo, también a sí mismo. Como Vinicius. A todo, menos a un final que lo devolvió a un lugar indeseado y que enseñó a Belligham su primera roja en España. Mal asunto.

Tonto, no mono

A Vini le llamaron tonto, no mono. Al menos de esa forma se escuchaba en la grada. Una cosa es la desconsideración y otra el racismo. Aunque nada está bien, por lo menos no incendia al jugador y al estadio como hace un año. El brasileño se sentía observado desde el principio y se sintió pitado, muy pitado, cada vez que tocaba la pelota. El Madrid quiso calmar el ambiente esperado con un inicio de largas posesiones, pero sin profundidad ni velocidad en las transiciones. Para el equipo de Baraja, alineado en un 4-4-2, era sencillo sentirse protegido, sin superioridades en las bandas por parte del Madrid ni conducciones mortales de Vini o Rodrygo.

La búsqueda de Bellingham, que regresaba al Madrid, estaba más en la intención de Vinicius que en la de progresar por su carril, con Foulquier muy atento. Protestó el brasileño un posible derribo sobre la línea del área. Nada más, nada hasta el gol. Hasta los 40 minutos no hizo el equipo de Ancelotti algo peligroso, en un disparo de Valverde. Todo lo demás, para olvidar por parte del italiano. O mejor, para tomar nota.

Sin Nacho

En el once había algo sorprendente: la presencia de Tochuaméni como central junto a Rüdiger, mientras Nacho se quedaba en el banco. En un lugar de alta exigencia, como siempre es Mestalla para los blancos, la decisión tiene algo de declaración de intenciones. Veremos. No puede decirse que el francés tuviera responsabilidad en los dos goles con los que se adelantó el Valencia, después de errores en cadena por parte de Valverde y Vinicius en el primero, y de Carvajal en el segundo. Tampoco llegaron de forma aislada, sino después de que el Valencia diera un paso al frente y se comiera al Madrid por intensidad. Todos los balones divididos eran para los locales, con Pepelu a los mandos y Javi Guerra lanzado.

Foulquier avanzó por la derecha y se abrió camino hasta la línea de fondo, sin encontrar la anticipación ajena. Su centro hacia la izquierda llegó a Fran Pérez, que no sabe si quiso centrar o hacer otra cosa, pero Hugo Duro convirtió lo que fuera en gol. Fuera del partido y del marcador, Carvajal hizo una entrega defectuosa a los dos minutos y Yaremchuk castigó la empanada del Madrid. Nada puede, sin embargo, con la moral de este lateral de acero templado, capaz de redimirse en el área contraria con un centro que llegara llorando a Vinicius y a la red.

Mucho premio para lo realizado por el Madrid en el primer tiempo, pero suficiente para volver al partido y expresar su superioridad física en la segunda mitad. Lo hizo para hacer que el Valencia se comprimiera, algo que Baraja vio muy pronto y movió el banquillo. Necesitaba otra cosa. También Ancelotti, que llamó a Brahim, Modric y Joselu.

Bellingham, menos omnipresente en el regreso de su lesión, llegó a un mano a mano con Mamardashvili que falló en el área y Diego López, uno de los hombres que saltó al terreno de juego, tuvo el suyo frente a Lunin. Bien los porteros. El Valencia supo sobreponerse al dominio visitante sin perder su lugar, aunque no lo suficiente para evitar el remate de Vinicius, al que hubo que añadir el suspense del VAR, fino, fino. Estalló el brasileño, pero, por fortuna, el fútbol se había comido ya a los pitos para devolver honra a Mestalla, que sólo lamenta, hoy, la lesión de Diakhaby. Del resto puede estar orgullosa. Del final, propio de cómic, ya hablaremos. Mucho.