Los jugadores del Barça se han marcado un objetivo muy claro: dedicar el partido ante el Benfica a la memoria del doctor Carles Miñarro. El súbito fallecimiento de uno de los responsables de los cuidados médicos de la plantilla del primer equipo azulgrana dejó a los futbolistas muy tocados. Tanto, que el partido que debían jugar el pasado sábado frente a Osasuna fue finalmente suspendido. Ahora, a pesar de que han pasado apenas unos días desde tan terrible suceso, los futbolistas y el 'staff' técnico que dirige Hansi Flick quieren homenajear al doctor, que tenía una relación muy próxima con varios de los miembros de la plantilla, dándolo todo sobre el césped.
La sesión preparatoria del domingo fue extraña. Los sentimientos seguían a flor de piel y el presidente, Joan Laporta, se acercó a la ciudad deportiva Joan Gamper acompañado por el director deportivo, Deco, y por Bojan Krkic, coordinador del área de fútbol y mano derecha del portugués. Antes de esa sesión, se guardó un sentido minuto de silencio que, de hecho, se repitió a lo largo de este lunes tanto en las oficinas como en la ciudad deportiva. En las instalaciones de Sant Joan Despí, además, fue especialmente emotivo el acto llevado a cabo por la sección de fútbol sala, en la que desempeñó su labor el doctor Miñarro justo antes de incorporarse al primer equipo el pasado verano.
Cómo no, antes de la protocolaria rueda de prensa, en la que únicamente participó Flick tras petición del club y con permiso de la UEFA, también hubo unos instantes de recogimiento. La entidad azulgrana prefirió que los jugadores quedaran al margen en este caso de los actos que se llevan a cabo antes de un partido europeo. Sabedora, seguro, de que los sentimientos seguían aún a flor de piel. El técnico fue el único que habló. Y, a decir verdad, su intervención fue quizás incluso más breve y concisa de lo que suele serlo habitualmente. Aunque, eso sí, contundente en cuanto al objetivo que se ha marcado el equipo para este martes.
"Queremos ganar por él"
«La de Carles ha sido una pérdida muy sensible para el equipo, porque ha sido una parte importante del rompecabezas con el que queremos lograr el éxito esta temporada. Era una gran persona y un gran médico, una pieza muy importante, lo extrañaremos y queremos ganar por él. Todos quieren dedicarle el partido, es un momento trascendental para el club y para la afición, el equipo está centrado, tenemos que seguir adelante y es muy importante conseguir este triunfo», reiteró el técnico barcelonista quien, desde luego, huye del papel de favorito pese al 0-1 logrado en la ida. «Nadie cree que esto ya está hecho y, para mí, eso es lo más importante», sentenció.
El club está además pendiente de que la UEFA les permita también guardar un minuto de silencio justo antes de que se inicie el partido contra el Benfica, el primero de las eliminatorias que se disputarán en esta jornada, dado que su inicio está previsto para las 18.45 horas. El máximo organismo del fútbol europeo suele ser muy estricto con la oficialidad de este tipo de actos, pero lo cierto es que ya ha tenido un gesto con el club al permitir que únicamente hablara Flick en la previa y eso puede invitar a pensar que tampoco pondrán problemas a que se prolonguen un poco más los actos de homenaje para el doctor Miñarro, cuyo funeral se celebra esta mañana, horas antes del partido.
Para el partido en sí, el técnico tiene la baja confirmada de Pau Cubarsí, expulsado con roja directa en Da Luz, pero todo invita a pensar que podrá contar con un Robert Lewandowski que iba a ser baja frente a Osasuna tras resentirse de una contractura en la sesión de activación previa a ese encuentro. El Benfica, por su parte, también se plantará en Montjuïc con dos ausencias muy sensibles. Álvaro Carreras no podrá jugar por acumulación de amonestaciones a causa de la amarilla que vio en Lisboa tras una dura entrada sobre Jules Koundé y el ex madridista Ángel di María, por su parte, sigue convaleciente de la lesión muscular sufrida ante el Mónaco y no pudo entrar finalmente en la convocatoria del Benfica que, hoy, se unirá al luto del Barça. Después, ambos buscarán la victoria.
Pau Cubarsí se ha erigido esta temporada en el central preferido de Hansi Flick en la Liga. El joven defensa azulgrana, de hecho, ha sido titular en 22 de los 25 partidos que ha disputado el equipo hasta el momento y, además, ha tenido minutos en todos. El técnico alemán decidió darle descanso de inicio únicamente frente al Villarreal, el Leganés y el Sevilla, si bien en este caso acabó sumando también un buen número de minutos al tener que entrar como reemplazo de un lesionado Ronald Araújo.
Este domingo, frente a la Real Sociedad, podría seguir acumulando minutos. Si bien el propio preparador germano anunció que tenía previsto llevar a cabo algunas rotaciones, con vistas al duelo frente al Benfica del miércoles en la Champions, para el centro de la zaga no cuenta con muchas alternativas de alto nivel. Christensen volvió a lesionarse en el entrenamiento y el uruguayo, mientras, parece haber perdido peso en sus planes, por mucho que no dude a la hora de defenderlo.
«Andreas se ha lesionado, y habrá que esperar y ver hasta qué punto es grave. Esperamos que no lo sea, pero ha tenido que retirarse antes de tiempo. A pesar de todo, tenemos defensas muy buenos. Ronald llegó después de una lesión y lo ha estado haciendo muy bien. Lo tiene todo para llegar a dar un nivel de rendimiento muy alto de nuevo», argumentó Flick. Araújo, no obstante, es un tipo de central más físico, más rocoso. En el cuerpo a cuerpo, supera sin duda a Cubarsí y a Eric García y cuenta con algo más de velocidad que Íñigo Martínez. Con todo, el desplazamiento del balón no acaba de ser su punto fuerte. Y eso, en el caso de que el rival apueste por ahogar el centro del campo, es también una virtud.
En este sentido, Cubarsí sí cuenta con un buen toque. En momentos puntuales, el central lo ha demostrado con buenos desplazamientos en largo. De hecho, en la Liga suma tres asistencias de gol. La primera, para que Raphinha abriera el marcador frente al Valladolid, en un partido que acabó con victoria por 7-0 del Barça. La segunda, en otra goleada, en este caso por 7-1 ante el Valencia, para Fermín, para que el joven centrocampista marcara el tanto del 4-0. Y, finalmente, frente al Sevilla, a domicilio, de nuevo para Raphinha, para que el brasileño anotara el momentáneo 1-3 de un encuentro que acabó con triunfo por 1-4 para los barcelonistas, obligados a jugar prácticamente 30 minutos con uno menos.
Lo único que le faltaba, hasta el pasado martes, era estrenarse como goleador con el primer equipo del Barça. Y lo consiguió frente al Atlético de Madrid, en la ida de las semifinales de la Copa del Rey, para anotar el 2-2 después de que el conjunto rojiblanco llegará a ponerse por delante en el marcador por 0-2. En ese partido, Cubarsí mostró otra vez sus buenas cualidades a nivel defensivo, por mucho que, finalmente, el enfrentamiento terminara con un 4-4 que lo deja todo abierto con vistas a un encuentro de vuelta que se jugará el próximo 2 de abril en el Metropolitano.
Tras el partido, el joven defensa le afeó a Koundé un par de desconexiones defensivas que le costaron muy caro a su equipo. «No me preocupa encajar goles. Lo que tenemos que hacer es retomar nuestra energía y decidir cómo queremos jugar. Tras el 0-2 contra el Atlético hicimos un buen partido e invertimos también mucha energía al final. Sabemos que tenemos cosas que mejorar como equipo y trabajaremos en ello», sentenció Flick.
No hay destino al que no se sobreponga el Barça ni reto del que se apee el Atlético. Ambos trasmutan en indestructibles cuando se enfrentan. Como forjados en una siderurgia, pueden tambalearse pero no caen. Resisten, toman aire y empiezan a mostrar sutileza, talento o resiliencia que acaba noqueando a los rivales. Hasta en la locura pueden reinar los dos. Y loco fue un duelo que olió a partido de otro milenio, de aquellos que crearon memoria. Barça y Atlético en esencia pura, rompiéndose a golpes sin cálculos, pero ambos muriendo y resucitando.[Narración y estadísticas (4-4)]
El Atlético salió al asalto, como si quisiera prolongar el duelo de la Liga que se llevó por empuje en el último suspiro. No pudo ser más calcado el final, con Sorloth de protagonista, pero como entonces, los rojiblancos tardaron en sonreír. Y eso que Szczesny tuvo que tocar la primera pelota en juego para mandarla a córner porque Griezmann ya había colocado la pelota para el remate de Julián Álvarez. La supervivencia culé apenas duró un instante. Puso el francés la bola en juego desde la esquina, se tiró el apoyo con De Paul y la recogió para telegrafiarla al segundo palo, donde apareció La Araña. 53 segundos y ya estaban por delante de un Barça que aún ni sudaba.
El arañazo se convirtió en herida cuando el argentino aprovechó el pase blando de Koundé a De Jong para robar y lanzar la carrera del Principito, que quebró a Balde en el punto de penalti para engordar el marcador y sólo habían transcurrido seis minutos. Grogui estaban los azulgranas, que tardaron diez en tirar a puerta.
Resetear en dos minutos
El vendaval que se intuía empezó a amainarlo Ferran, al que Pedri y Raphinha dejaron solo ante Musso, que le ganó por serenidad. Empezaba a desperezarse el Barça bajo la seria mirada de Flick en la banda. Todo empezaba por jugar y eso fue lo que hizo Lamine, lanzando a Koundé hasta la línea de fondo para que pusiera el balón atrás, al corazón del área, donde apareció Pedri. Casi en la celebración, Gallagher cede un córner que Raphinha pone al segundo palo para que Cubarsí marcara. El Barça en dos minutos, en dos jugadas, había reseteado el duelo.
Entonces la intención fue dominarlo y no tardó en conseguirlo, porque la efervescencia del Atlético desapareció en media hora. Es cierto que se ajustó para no sufrir, pero vivió tan alejado de Szczesny que le costó poner a prueba al polaco, por momentos más un libre de antaño que un guardameta. Los rojiblancos eran incapaces de arrebatarle la pelota al Barça y no podían correr. Tampoco Simeone pareció enloquecido, más bien amarró muy consciente de que la eliminatoria tenía minutos por delante y 90 más en el Metropolitano.
Era el consuelo que le quedaba mientras suspiraba aliviado al ver a Ferran birlarle la pelota a su defensa pero volver a ser presa del ansia, pegarle mordida y tan floja que apareció Giménez a despejarla con Musso vencido. Necesitaba pasar por el vestuario el Atlético a recomponerse, pero lo hizo con un gol más en contra. Nació de un caño de Lamine a Galán un córner que Raphinha mandó de nuevo al segundo palo donde esta vez, solo, apareció Iñigo Martínez para poner un testarazo cruzado al fondo de la red. En el añadido apareció de nuevo Yamal para soltar su zurdazo fetiche y hasta Olmo, con poco brillo.
El remate de Pedri en la acción del 1-2.AFP
En la segunda parte, los rojiblancos volvieron a descifrar cómo hacer daño. Se encontraron con que Pedri no cazó otro balón lateral de Raphinha y que Hernández Hernández no consideró penalti la caída de Lamine en el área, pero también con que Julián Álvarez leía que había una pradera tras la espalda de la defensa culé. No dejó de intentar forzar el fallo una y otra vez. Buscó en largo a De Paul que aparecía por la orilla derecha, pero se rehízo Balde antes de que el centrocampista pudiera armar el remate. Además, Julián se encontró a Correa como socio para castigar al Barça en transiciones que les hacían correr demasiado hacia atrás.
El partido había entrado en una fase de locura que bien podía acabar con un empate porque el Atlético quería resucitar. Lo había intuido Flick y mandó al campo a Lewandowski. No tardó el polaco en demostrar que huele el gol. Pedri habilitó a Lamine en la banda para que rompiera a Reinildo y su centro tenso lo cazó el goleador culé. Fue entonces cuando el alemán quiso poner la pausa y mandar piernas frescas al campo y a Pedri a descansar al banco.
Era el minuto 85 y, lejos de cerrarse, el duelo siguió siendo de ida y vuelta. Por eso Julián Álvarez encontró premio a su tesón, aunque tuviera que ser en forma de asistencia a Llorente para que recortara distancias. Todo era posible, tanto como que un resbalón de Koundé dejó solo a Lino en su carrera hacia el área para darle a Sorloth el empate con sabor de déjà vu liguero.
De pie, apoyado sobre la barandilla metálica, Oriol Tort saludaba con un leve movimiento de cabeza desde la distancia a los periodistas que salían de presenciar los entrenamientos del primer equipo del Barcelona. No existía ciudad deportiva alguna y en los campos de tierra que se ubicaban dentro del recinto del Camp Nou solían entrenarse los juveniles del Barcelona. Con su cigarro en la mano, podía confundirse con el guarda del recinto, pero en realidad era el guarda del talento. Discreto pero irónico, le gustaba alejarse del protagonismo y el ruido, aunque dejaba frases con retranca en algún corrillo: «Si hacemos bien nuestro trabajo, uno de estos juveniles podría jugar ahí, en el primer equipo, sin que notarais la diferencia». «Pero tenemos que hacerlo bien...», insistía, con su media sonrisa. El tiempo ha mejorado la sentencia del bueno de Tort, con Lamine Yamal, de 17 años, y Pau Cubarsí, que acaba de cumplir 18, dos juveniles, asentados en el Barça de Hansi Flick y en la selección de Luis de la Fuente. En algo se equivocaba: la diferencia se nota.
Para saber más
Tort había llegado al Barcelona en 1959, como entrenador de infantiles, antes de que existiera la Masía, y desde 1980 hasta su fallecimiento, en 1999, fue el director de la cantera azulgrana. Cuarenta años en el club, más de la mitad de su vida. Recorría los campos de Cataluña, porque decía que había que ver jugar a los niños en su ambiente, para descubrir potenciales talentos. Guardiola, Sergi, Amor,Iván de la Peña, Pujol o Xavi fueron algunos de los que captó para el club azulgrana, aunque le gustara relativizar su trabajo: «No somos descubridores, sólo ayudamos a los jugadores a descubrirse a sí mismos».
La captación era, pues, el momento clave, mágico, según Tort, en el que había que observar los pequeños detalles que podían hacer a un jugador especial. En Jordi Roura observó un desborde eléctrico, cuando jugaba en su pueblo, Llagostera, en Girona. La Masía fue su destino, donde coincidió y trabó amistad con Guardiola, Tito Vilanova y Aureli Altimira, que acabaron por formar la peña 'Els golafres', los glotones. El desborde le llevó hasta el primer equipo, el incipiente 'Dream Team' de Johan Cruyff, pero una grave lesión durante la Supercopa de Europa contra el Milan, en 1989, acabó con su carrera. Con 25 años estaba retirado y empezaba su andadura como técnico. De segundo de Carles Rexach en Japón, a asistente de Guardiola en el primer equipo azulgrana, segundo de Tito Vilanova y, finalmente, entrenador interino tras la terrible muerte de su amigo. Con la llegada del Tata Martino al banquillo, el club presidido entonces por Josep Maria Bartomeu lo nombró director del fútbol formativo, en 2014. Estaba en el sitio de su descubridor, donde se convertiría en el padre de la nueva generación, la 'Quinta de Lamine'.
FC BARCELONA
"Qué raro corre este niño"
«Cuando lo fiché tenía siete años. Fuimos a verlo y primero que pensé fue: 'Qué raro corre este niño'. A esa edad, todos corren detrás de la pelota, es difícil ver cosas, hay que captar los detalles. Todos menos Lamine, que se apartaba, no iba al bollo. Era como si quisiera desmarcarse, como un profesional. Hacóa cosas extrañas. Me llamó la atención. Después hizo un control distinto a los demás, y le dije a Aureli: 'Lo fichamos'», explica Roura, en conversación con este periódico. Altimira, uno de sus inseparables desde los tiempos de la Masía y persona de confianza, compartía con Roura y otros técnicos las sesiones de captación.
«Son la piedra angular de este trabajo. Nosotros no buscábamos las condiciones físicas ni nada de eso, sólo el talento, las cosas que pueden hacer a un jugador diferente y que a esa edad ya puedes observar, porque son innatas. Todo los demás, el físico y el trabajo táctico, ya lo pondremos nosotros después», continúa, como si todavía lo viviera, porque «esto es una profesión, un trabajo, pero también es pasión»
Cambios con Laporta
Roura ya no hace ese trabajo, porque el regreso de Joan Laporta provocó un cambio en la estructura técnica. «Estábamos renovados, pero de pronto estábamos fuera. Puedo entender que un nuevo presidente ponga a gente suya, de confianza, pero creo que fallaron las formas, se podría haber hecho de otra manera», recuerda, aunque sin darle más importancia. Con Roura también salieron Altimira y García Pimienta, entrenador del filial, además de Carles Folguera, director de la Masía durante más de 20 años. Un año después, dejó el club el director deportivo Ramon Planes, hombre clave en las llegadas de Pedri y Araujo.
Además de Deco y Bojan Krkic, Laporta nombró director de la cantera a Alexanko, siempre en la sintonía de Cruyff y después de Laporta. Sin embargo, promocionó y protegió a dos figuras esenciales en la estructura de las categorías inferiores, Sergi Milà y Marc Serra. Una forma de hacer política y amiguismo, pero sin perder el método. Entre ambos, suman más de 30 años en el club. Milà es responsable de la metodología del fútbol base y el coordinador de fútbol 11. La responsabilidad le ha apartado de los banquillos, después de dirigir al juvenil A, y en la Ciutat Esportiva hay quien se pregunta si no se ha cortado la carrera de un gran entrenador. Serra, por su parte, es el coordinador de fútbol 7, el fútbol-probeta que todos, Roura el primero, consideran esencial en el éxito de la cantera azulgrana. «Lamine, Cubarsí, Bernal o Gavi proceden del fútbol 7», recuerda. Los tres primeros ganaron la Liga Promises de 2019, en Nueva York, con un 6-1 al Madrid.
«El fútbol 7 es más interactivo, favorece la asociación, se toca más el balón y nos permite empezar a trabajar en el entendimiento del juego. Que los niños pasen de jugar a la pelota a jugar al fútbol. Queremos que se perfilen para recibir, que anticipen en su cabeza el pase que darán antes de que les llegue el balón, que sean mentalmente rápidos. El fútbol moderno es velocidad, pero no sólo de piernas», continúa Roura, que pone en valor el trabajo de Serra. El Barcelona rechazó, cortésmente, el ofrecimiento de este periódico para que tanto Serra como Milá ofrecieran sus impresiones acerca de su trabajo.
Esperando a Toni Fernández
A diferencia de otras épocas, en las que el Barça creaba centrocampistas que parecían clonados, una endogamia que llegó a preocupar a nivel interno, la generación de Roura tiene de todo: portero, defensas, centrocampistas o delanteros. «Pues claro... Es que cuando oigo hablar del ADN Barça me pregunto: ¿Y esto que quiere decir? ¿Qué no podemos contraatacar? ¿Qué no podemos jugar en largo cuando nos presionen arriba? El Barça tiene su identidad, asociada a la técnica y a la posesión, pero para ganar hay que ser vertical. Flick lo ha entendido bien», insiste el técnico. Algunos de los frutos de su trabajo están todavía por llegar, como Toni Fernández, de 16 años, un delantero de poderoso desborde, que comparte las categorías inferiores con su primo Guille. El portero del filial, el estadounidense Diego Kochen.
«Un buen ejemplo es Cubarsí, un central que es vertical y supera líneas con sus pases -continúa Roura-. El puesto es muy difícil en el Barcelona, porque si tienes espacio a tu espalda y has de iniciar el juego, casi nada. Lo fiché con 10 años, del Girona. Era agresivo, con carácter. Su progreso táctico al llegar con nosotros fue impresionante. Tiene cara de niño, pero es duro, con mala leche. A veces le decía: 'Pau, ríete un poco, esto sólo es fútbol'».
"Balde, hay que apretar"
Recorrer los campos era el día a día de Roura, como antes lo fue de Tort. «En la captación has de ser rápido. Ver, decidir y fichar, todo en el momento. Si no, llega otro club y lo hace». Le ocurrió con Marc Casadó. «Estaba en el equipo de la Damm, uno de los que mejor trabaja la formación. Tenía 13 años y me llamó la atención por su colocación, siempre iba a la cobertura. En cambio, no pensaba que llegaría a un nivel físico como el que tiene ahora, brutal». A Alejandro Balde, en cambio, le tuvo que insistir para dar ese salto. «Jugaba en el San Gabriel y lo trajimos muy pequeño para el fútbol 7. Era técnico, hábil, pero un día le llamé y le dije: 'Con jugar bien no vale, hay que apretar'».
«El método es común, pero cada chico necesita sus tiempos y tiene sus circunstancias. Lamine vivía en Mataró, podía seguir en casa, pero como el entorno del barrio podía ser complicado, lo llevamos a la Masía», continúa Roura. Más protección necesitó Fermín, al que decidió fichar al presenciar un torneo de infantiles en Tarragona. «Jugaba en el Betis y, nada más verlo, me di cuenta de que tenía cosas, pero también un problema: era muy pequeño. No obstante, me dije: 'Es igual, lo fichamos'. Pasaba el tiempo y no crecía, no rompía. Las dudas crecían entre los técnicos y hasta su familia, que se planteó si debía volver a casa. Yo les pedí a todos un poco más tiempo, tenía esa intuición. Finalmente, dio el salto que yo esperaba», recuerda Roura, para el que cada jugador necesita sus tiempos. «Es necesario un trato personalizado, es otro de los secretos», aclara.
Mientras ahora intenta traslada todo ese conocimiento a los jóvenes entrenadores a través del proyecto 'Best Version 1', Roura dice estar «orgulloso» por el trabajo realizado. «A partir de ahí -finaliza-, todo depende de que el primer entrenador les de la alternativa. Koeman, Xavi y Flick lo han hecho. En eso el Barça también es diferencial». Diferencial y, en una de las épocas más difíciles de su historia, también una prueba de vida.
Gavi no sabe de medias tintas. Su carácter y su garra en el terreno de juego lo llevan a vivir prácticamente cada partido al límite, a 200 pulsaciones por minuto. Si cuentas con alguien así en tu equipo, es muy posible que lo adores mientras el resto de aficiones, muy seguramente también, lo detesten. En LaLiga podemos encontrar un gran número de futbolistas y ex futbolistas que encajan en este perfil.
El ex seleccionador Luis Enrique, grandes ex estrellas de este deporte, como Hristo Stoichkov, Hugo Sánchez o incluso un Vinicius a quien le cuesta horrores quedarse callado cuando algo no le cuadra, serían algunos ejemplos.
El joven centrocampista está una y otra vez en el ojo del huracán. Y no sólo en su club, por mucho que algunas de las tormentas tengan mucho que ver con su exacerbado barcelonismo. En junio de 2023, por ejemplo, fue recibido con fuertes insultos por una minoría de seguidores cuando quiso dedicar unas palabras a los asistentes durante los actos de celebración por el triunfo de la Roja en la Liga de Naciones.
Sus prácticamente continuos encontronazos con Vinicius en toda una retahíla de clásicos, el golpe que le propinó a Ceballos como represalia tras una fuerte entrada del madridista sobre Robert Lewandowski, o la dureza con que se emplea en el terreno de juego, muchas veces al límite del reglamento y jugándose la posibilidad de ver cartulinas tanto amarillas como rojas, tal vez, tuvieron algo que ver con ello.
Discusiones ante el Madrid
En el clásico de Liga disputado el pasado 26 de octubre, Gavi se mofó de Vinicius al recordarle la dureza del marcador que estaba encajando el Real Madrid en el Bernabéu mostrándole cuatro de los dedos de su mano izquierda después de que el delantero tuviera uno de sus enésimos roces con los azulgrana. El brasileño contraatacó esgrimiendo que, al lunes siguiente, iba a recoger su primer Balón de Oro. Así parecían garantizarlo todas las quinielas. El trofeo, no obstante, fue finalmente a parar a manos de Rodri.
El centrocampista azulgrana tampoco se mordió la lengua en el Coliseum Alfonso Pérez Muñoz. En un partido de altísima tensión, en el que Alejandro Balde denunció incluso haber recibido insultos racistas desde la grada, el de Los Palacios no dudó tampoco en tratar de echarle sal a la herida de un Getafe que está peleando para mantener la categoría con mensajes de «¡A Segunda!», proferidos, según señalaron varios futbolistas azulones, tapándose la boca.
«Gavi nos ha dicho: 'A Segunda, a Segunda'. Encima se tapaba la boca. Yo le decía que si era tan mayorcito para decirlo, que se quitara la mano», lamentó Juan Iglesias tras el duelo. El centrocampista azulgrana, además, es fiel a su perfil combativo tanto dentro como fuera de los terrenos de juego. El año pasado, aun estando lesionado, también cargó contra Paco González después de que el comunicador acusara a Pau Cubarsí de haber exagerado una jugada dentro del área rival para provocar un penalti.
El Barça volvió a darse otro batacazo en Montjuïc. Tan grande como el que ya protagonizó un par de semanas antes frente a Las Palmas. El Leganés, que no había sido capaz de ganar a domicilio en sus anteriores salidas, supo aprovechar perfectamente un madrugador gol de Sergio González a la salida de un córner para llevarse una victoria por 0-1 y evidenciar que los azulgrana siguen aún muy lejos de su mejor versión en la Liga. [Narración y estadísticas]
Los de Flick, por ahora, conservan el liderato. Pero la inminente visita del Atlético y el partido pendiente del Real Madrid frente al Valencia les obligan a buscar la fórmula para volver al juego que firmaron en los primeros compases del campeonato. Algo que, ahora mismo, echan muchísimo de menos. Muchísimo. La caída libre que están firmando en estos momentos parece no tener fin.
Un partido sin Cubarsí
Hansi Flick sí introdujo un cambio en la defensa para dar descanso a uno de sus habituales. Cubarsí, en este caso, se quedó de inicio en el banquillo, pero no para dar entrada a un Araujo llamado a tener sus primeros minutos del curso ante el Leganés. Quien se encargó de relevar al joven central azulgrana, en este caso, fue un Eric García a quien ha estado probando como pivote a lo largo de lo que llevamos de temporada y que demostró que puede ser también una más que buena alternativa en el centro de la zaga.
El uruguayo, al final, por cómo fue el guion del partido, tuvo que quedarse finalmente con las ganas. En ataque, en cambio, el germano se mantuvo fiel a sus puntas de gala: Lamine Yamal, Robert Lewandowski y Raphinha. Ninguno de los tres, a pesar de todo, estuvo realmente acertado a lo largo de una primera parte que se envenenó tremendamente para los intereses de los azulgrana.
Entrar fríos, con escasa tensión, les costó verse por detrás en el marcador muy pronto. El córner que cedió Iñaki Peña para evitar que Munir marcara acabó por aprovecharlo Sergio González para poner un 0-1 que dejó aún más helados a los barcelonistas. Y sus intentos por meterse en el partido se estrellaron una y otra vez contra un Dmitrovic muy inspirado, capaz de firmar dos buenas intervenciones a sendos remates de Lewandowski y encontrar la oportuna ayuda del travesaño para desbaratar finalmente un duro disparo de Raphinha que amenazaba con convertirse en el 1-1.
El Leganés, por supuesto, aprovechó su ventaja en el luminoso para jugar con el reloj, buscando que los minutos se agotaran con poco juego efectivo y que el Barça no tuviera ritmo de balón para tratar de meterse de lleno en el partido.
Intentos sin éxitos del Barça
El duelo, a la postre, se iría al descanso con ventaja visitante, por mucho que Olmo, poco inspirado en los primeros 45 minutos, y Lamine Yamal tuvieran un par de ocasiones claras para evitarlo en el añadido de la primera parte. En la reanudación, unos y otros dejaron muy clara cuál iba a ser su actitud. Los azulgrana, apretando desde el primer minuto, con más ganas que puntería.
El Leganés, haciendo que uno de los asistentes tuviera que ir a buscarlos a los vestuarios para seguir jugando con el reloj incluso cuando este estaba aún parado. Es de justicia decir que los azulgrana lo intentaron una y otra vez. Por lo menos, buscando acabar las jugadas, evitando así más opciones de pérdida de tiempo. Pero no había manera. El balón se negaba una y otra vez a acabar en el fondo de la red.
El tiempo, pese a todo, corría en contra del Barça y los azulgrana llegaron a los últimos diez minutos del encuentro aún por detrás en el marcador y con la terrible sensación de que era de esos días en los que no iba a haber manera de marcar. Por mucho que lo intentaran una y otra vez. Y, a decir verdad, tampoco es que encontraran precisamente la mejor manera de lograr ese objetivo.
Lo único que les quedaba era intentarlo a la heroica, con un rival dispuesto a apretar los dientes y armarse al máximo en defensa para llevarse a la postre un partido que agudiza aún más la crisis de juego de los barcelonistas en la Liga. Quizás, en el peor momento posible. Sobre todo, con un Atlético de Madrid en pleno crecimiento y que se plantará en Montjuïc el sábado que viene.
Hay momentos en que entender a Hansi Flick no es fácil. Encontrar explicación a por qué quita del campo de una tacada el talento de Dani Olmo, el colmillo de Raphinha y el oportunismo de Lewandowski no es fácil. Pero en Dortmund, cuando lo ganado parecía que se le escapaba como agua entre los dedos en una segunda parte desatada, al alemán le funcionó. En la locura, cuando el Borussia se aprovechaba de los pocos errores que cometieron los azulgrana, emergió Ferran Torres para amarrar tres puntos que casi certifican que el Barça estará en octavos. [Narración y estadísticas (2-3)]
No fue una cuestión tanto de suerte como de merecimiento. Mostró este Barça de doble cara la dominadora en el Signal Iduna Park, aunque a los alemanes les costara un minuto forzar el primer córner. Aún no habían engrasado los azulgrana el fuera de juego en el que atraparía una y otra vez a los alemanes. En escenarios gigantes como el dominado por el Muro Amarillo, apareció una vez más el equipo sólido que, por primera vez en la era Flick, también mostró una versión de control y paciencia para ir desajustando al rival poco a poco, sin tanto machetazo.
En esa trampa cayó el Dortmund, incapaz de arrebatarle la pelota, impreciso y salvando el pellejo por la imprecisión del Barça en el área. Dejaron conectar demasiado a Dani Olmo, Lamine Yamal y Raphinha y eso les hizo sufrir mucho durante los primeros 20 minutos.
Presión alta y efectiva
Probó Balde con un centro lateral al que no llegó Raphinha. Le dio réplica Lamine con otro que no cazó por milímetros el capitán brasileño y volvió a probar a Kobel con un disparo lejano. La presión del Barça era altísima y efectiva porque su rival apenas podía correr a su espalda y, cuando lo lograba, caía en clamorosos fueras de juego. Aún así tuvo latigazos para calentar a Iñaki Peña que, aunque la jugada estuviera invalidada, se lucía.
Se estaban gustando los azulgrana y parecía sólo cuestión de tiempo que llegara el gol. Lo falló Raphinha en una ocasión hilvanada entre Olmo y Lamine que envió rozando el palo. El Barça había dejado a un lado su verticalidad para amasar el partido ante un contrario muy ordenado en su área. Pese a la maraña de piernas amarillas, Lamine fue capaz de encontrar el espacio suficiente para armar un zurdazo que obligó a la mejor parada de Kobel. Ese susto hizo desperezarse al Borussia, que se estiraba con Duranville creando problemas a Balde y Gittens a Koundé, dos estiletes en las bandas que debían alimentar a Guirassy. Al guineano le amargó Peña al tapar un cabezazo picado bocajarro pegado al palo.
Todo el control en el que se había recostado el Barça saltó por los aires en la segunda mitad. Sahin echó mano de Yan Couto para intimidar y Guirassy consiguió batir la meta azulgrana, otra vez en fuera de juego. Aún no era aún su momento, era el de un jugador brasileño que lleva el brazalete de capitán tatuado. Raphinha siempre aparece al rescate para dar el picotazo letal. Fue una jugada casi del manual Flick: Pedri roba y protege, encuentra a Olmo que, con un control orientado, lanza al capitán a la carrera entre Can y Schlotterbeck para encarar y batir a Kobel.
Casadó y Ryerson pugnan por un balón.AP
La alegría azulgrana de ver en el marcador reflejado su dominio duró un suspiro. Lo que tardó en lanzar una contra el Dortmund y que Cubarsí, en un gesto infantil, derribara de un empujó a Guirassy en el área. No dudó el francés Letexier en pitar penalti que el propio guineano convirtió en el empate.
Fue entonces cuando Flick agitó el banquillo con Fermín y Ferran. También con De Jong, pero el holandés está opaco. Koundé se escapó hasta la línea de fondo y puso un centro en el punto de penalti que golpeó el andaluz ante Kobel. El suizo no embolsó la pelota y apareció Ferran para rebañarla. De nuevo el Barça tenía ventaja en el minuto 75. Y de nuevo no sabría protegerla. Desde el mismo saque de centro nació el empate cuando Gross esquivó la trampa del fuera de juego y le regaló el segundo gol a Guirassy.
No se cansó de remar este Barça y volvieron a asociarse los mejores para evitar que se escapara la proeza de ser el único equipo en asaltar el Signal Iduna Park en tres años, desde noviembre de 2021. Pedri, catalizador, buscó a chispa de Lamine y el joven astro, en otro partido de personalidad, dejó al valenciano franco para batir a Kobel. Bendita locura.
La sensación de control es la más poderosa en la vida y en el fútbol. Sólo desde la convicción de que todo fluye como se planea se puede crecer y desatar el talento. Se suelta lastre y se vuela, que es justo lo que hizo el Barça ante el Young Boys. Se olvidaron los golpes en Europa, el vapuleo en Pamplona y la retahíla de bajas para disfrutar ante un rival que le sirvió la goleada en bandeja. [Narración y estadísticas (5-0)]
Hansi Flick ha hecho de psicólogo de un equipo que, pese al talento que acumula, se empequeñecía ante la adversidad. Su Barça aún no es perfecto porque ni siquiera está armado, pero se ha despojado de ataduras con dos líderes del descaro, Raphinha y Lamine Yamal que acaban contagiando al resto. Esta vez el técnico alemán dejó a un lado el excel de minutos y puso sobre el césped a sus mejores peloteros, buscando cómo hacerles hueco a todos.
Antes de que el Young Boys asimilara que estaba en Barcelona, ya se vio con un gol en contra en una jugada perfecta en la que intervinieron todos ellos. De primeras buscó Casadó a Ferran, que en un toque se apoyó en Lamine para, sutilmente, dejar a Raphinha en posición de trazar un centro al segundo palo donde apareció Lewandowski. La pelota fue de bota en bota hasta el fondo de la portería como si hubiera una máquina de pinball sobre el césped.
Defensa transparente
Se sacudieron la tensión los jugadores y fueron empujando a los suizos, alejándolos de Peña, escrutado por la mirada desde el palco de su rival Szczesny. El partido se jugó en 50 metros, con el Barça encontrando con facilidad los huecos que dejaba una defensa transparente que se sabía expuesta a un vendaval. Suelto Pedri, alimentaba a Lamine, que vive en un duelo permanente, y a Ferran, que probó sin fortuna con un disparo raso. Escaneando las debilidades suizas andaba siempre Raphinha, asumiendo con soltura su capitanía y un liderazgo de estreno que le sienta como un guante.
Entre tanto, el Young Boys no era capaz de superar la línea de medios. Su primera ocasión llegó a la media hora con un centro de Blum que Colley remató sin fe para que se paseara por el área. Ese aviso desató aún más al Barça y afiló el colmillo del brasileño del Barça, alejado de la banda pero igual de desequilibrante.
De un saque en corto con Lamine, buscó a Pedri para que armara su tiro, lo salvó de cabeza Itteri y aún lo cazó el capitán para marcar el segundo tanto. Tres minutos después, Iñigo Martínez apareció para cabecear un falta telegrafiada con la maestría de Pedri. Era imposible que los suizos salieran con vida de Montjuïc, y eso que su guardameta Keller evitó el cuarto de Ferran y le ganó un mano a mano a Lamine, algo forzado, para no irse al vestuario humillados. Sólo era cuestión de tiempo.
Con el viento a favor
En el arranque de la segunda mitad, Raphinha volvió a agitar su zurda para pone un córner al segundo palo que, si bien no remató Iñigo Martínez, lo empujó Lewandowski. El duelo, absolutamente inclinado, le daba a Flick la oportunidad de mirar al banquillo y rescatar a Ansu Fati, al que llevaba semanas buscándole hueco. Se lo hizo en el lugar que también ha inventado para Pedri: en el centro del campo junto a Casadó. Eso sí, ante un rival como los suizos, con libertad para asomarse al área.
Lewandowski anota el 4-0, el martes en el Lluis Companys.AP
No asomó de nuevo la gallardía del campeón de Suiza, hoy penúltimo en su liga, hasta el minuto 66, cuando Monteiro logró escaparse por banda y estrellar la pelota en el larguero y que Casadó salvara el rechazo casi bajo palos. No era un partido para perdonar las pocas ocasiones que le dejó crear un Barça que no alzaba el pie del acelerador.
Con el viento a favor, Flick empezó a gestionar descansos y encendió las luces largas. El duelo, cómodo, iba a tener un segundo propósito: acelerar la dinámica de juego de algunas piezas que serán claves. Primero fue Fati, después Frenkie De Jong. El neerlandés volvió a un terreno de juego después de cinco meses de lesión dando un respiro a un centro del campo magullado en este inicio de campaña. Fue la primera ocasión para encandilar a un entrenador que ha demostrado que es capaz de resucitar a jugadores con necesidad de encontrar su mejor versión, nunca vista como azulgranas.
Eso es lo que ha logrado Raphinha con una regularidad desconocida. Fue el brasileño quien sirvió el festín europeo al que puso la guinda el gol en propia puerta de Camara para culminar el despropósito de su equipo, que sólo marcó en el añadido y fuera de juego.
La buena racha del Barça en la Liga llegó a su final en El Sadar. Un Osasuna inasequible al desaliento supo sacarle partido al olfato goleador de Ante Budimir, autor de dos tantos, el segundo de ellos de penalti, a la calidad de un Bryan Zaragoza a quien se le dan muy bien jugar contra los azulgrana y que, además, marcó el 2-0, y a un zapatazo final de Abel Bretones para cortarle las alas al equipo de Hansi Flick. Pau Víctor, en su estreno como titular en el campeonato, y Lamine Yamal fueron los goleadores para un conjunto que escribió en Pamplona sus peores minutos en lo que llevamos de temporada. [Narración y estadísticas (4-2)]
Los azulgrana empezaron a condenarse a la derrota en la primera parte. Más allá de que Flick dejara en el banquillo a jugadores que habían sido clave como Raphinha, Íñigo Martínez o Lamine Yamal, lo cierto es que el Barça se vio desbordado a lo largo de la primera parte por un Osasuna dispuesto a dejarse la piel sobre el césped.
La actitud de los locales, además, se vio complementada por el buen hacer de un Bryan Zaragoza que el año pasado ya hizo estragos ante los barcelonistas vistiendo la camiseta del Granada en Los Cármenes. Suyo fue el centro con el que Budimir, ganándole la espalda a Pau Cubarsí, se encargó de abrir el marcador. Una acción notable que se vería seguida, 10 minutos más tarde, por una genialidad del malagueño para el 2-0.
Capacidad de destrucción
Tras una finta cargada a partes iguales de calidad y sutileza ante un Iñaki Peña al que encaró prácticamente solo tras una fabulosa asistencia de Pablo Ibáñez, sólo tuvo que empujar el balón a la red. De nada les sirvió a los azulgrana protestar una posible falta de Torró sobre Pau Víctor en el arranque de la jugada. Ni el árbitro, Cuadra Fernández, ni el VAR consideraron que la acción, por mucho que el centrocampista rojillo acabara pisando al joven delantero, fuera merecedora de castigo.
Pero, más allá de la falta de solidez en defensa, lo que más sorprendió de la primera parte del Barça fue su incapacidad para generar peligro genuino ante la portería contraria. Algo con lo que también tuvo mucho que ver, desde luego, el enorme desgaste en tareas destructivas que exhibió el equipo de Vicente Moreno a lo largo de unos 45 minutos en los que se vaciaron físicamente.
Tras el descanso, el Barça peleó por meterse en el partido acosando el área local. Pau Víctor, aprovechando la recuperación de Gerard Martín tras un mal saque de Sergio Herrera, tuvo toda la suerte que le faltó al meta osasunista para poner un 2-1 en el marcador que significaba su primer gol en la Liga y la mejor forma de celebrar su primera titularidad en el campeonato.
Los futbolistas del Barça, tras el 3-1 de Budimir.AP
Tras el tanto, Flick movió el banquillo para dar entrada tanto a Lamine Yamal como a Raphinha y los rojillos pidieron penalti por un forcejeo entre Eric García y Pablo Ibáñez que ni el árbitro ni el VAR consideraron punible. Lo mismo sucedió con una entrada contundente de Jules Koundé sobre Budimir en la que el francés, todo sea dicho, tocó el balón. Y, también, con un contacto de Gerard Martín con Bryan Zaragoza.
La zurda de Lamine Yamal
Lewandowski, mientras, entre todas esas acciones, había rozado el gol en un disparo finamente bien salvado por un Herrera que se emplearía más tarde a fondo para salvar una internada de Ferran Torres. Budimir, tras un penalti de Sergi Domínguez, acabaría por cortar el arreón visitante desde los 11 metros. Un golpe definitivo para el líder, que aún debería sufrir un último sopapo. Bretones, en la recta final, largó una volea de zurdas que pilló desprevenido a Peña.
El Sadar enloquecía ante un resultado histórico, aunque aún tuvo que sufrir en los siete minutos del añadido. Todo por la inspiración de Lamine Yamal, que se inventó un golazo a la escuadra desde la media luna. Pese a los dos goles de margen, los nervios atenazaron a la defensa local, que tampoco supo detectar a Ferran Torres en el segundo palo. En ese cabezazo al palo derecho se extinguió definitivamente la noche para el Barça.
El pasado 24 de febrero Pau Cubarsí fue el único futbolista español que formó de inicio en el Barça ante el Getafe. Tres meses antes, el Sevilla sólo había alineado a Juanlu frente al Villarreal, al igual que el Real Madrid, con la excepción de Lucas Vázquez en el Villamarín. Sin embargo, la tendencia en la nueva Liga que arranca el jueves no se parece en nada a estos casos. Por primera vez en 20 años, el campeonato español contará con menos de 200 futbolistas extranjeros. Horas antes de que el balón eche a rodar en San Mamés, el total ascenderá a tan sólo 197. Un 39,3% del medio millar de inscritos. Una minucia en comparación con los 401 de la Serie A (64,2%) o los 385 de la Premier League (65,4%).
Hay que remontarse a la temporada 2004/05 para encontrar un guarismo tan bajo de jugadores foráneos. Entre los 172 de aquel curso despuntaban Ronaldinho (Barcelona), Juan Román Riquelme (Villarreal) o Ronaldo (Real Madrid). Hoy, el campeonato dirigido por Javier Tebas puede celebrar las incorporaciones de Kylian Mbappé (Real Madrid), Luka Sucic (Real Sociedad) o Julián Álvarez (Atlético), pero la cifra total confirma una curva descendente iniciada hace algo más de una década.
La principal razón de este fenómeno estriba en la pérdida de poder económico. Si el pasado curso la Primera División quedó sexta en el ránking de gasto, con 443,8 millones de euros (22,2 millones de media por equipo), esta temporada el panorama no se antoja muy distinto. Incluso tras la estelar aparición de Julián Álvarez, LaLiga aún sigue sin alcanzar los 450 millones en fichajes. Esa falta de competitividad contrasta con el poder de atracción de la Premier League, que ya supera este curso los 1.500 millones, la Serie A, con más de 700 millones, o incluso la Bundelisga, a un paso de los 500.
Sube la media de edad
La dificultad a la hora de afrontar nuevas operaciones también repercute en la edad media de las plantillas. De hecho, LaLiga es el campeonato más viejo del Top-5 continental, con 26,9 años de promedio. Por encima de la Premier (26,0), la Serie A (25,9), la Bundesliga (25,7) y la Ligue 1 (25,4). Si sirven de ejemplos, el Rayo Vallecano ha tenido que tomar cedidos a Adrián Embarba (32 años) y Gerard Gumbau (29), mientras el Betis ha contratado a Diego Llorente (30), el Alavés a Stoichkov (30) y Las Palmas a Jaime Mata (35). Con presupuestos tan apretados, el futbolista español capaz de competir en la elite termina por imponerse. Más vale experto conocido, que extranjero por conocer. El club canario ha ido incluso un paso más allá pescando en el mercado de Segunda: Viti (Real Oviedo), Iván Gil (Andorra) y Álex Muñoz (Levante).
Por otro lado, los éxitos de España en la Eurocopa y los Juegos Olímpicos refuerzan la creencia de que el trabajo de formación termina dando fruto. Podría parecer una contradicción con los argumentos antes expuestos, pero lo cierto es que el atractivo de las canteras resulta cada día mayor. Al impulso de esos jóvenes se aferraron el curso pasado el Valencia, para su mejor actuación en el último lustro, o el Sevilla, salvado de la quema gracias a Isaac Romero, Kike Salas y Juanlu. La confianza en el filial sigue también guiando al Villarreal, que sólo se ha atrevido a gastar 10 millones en Willy Kambwala, un central francés de 19 años procedente del Manchester United. Dejando a un lado la anécdota de que un recién ascendido como el Leganés fiche a Enric Franquesa, criado en La Masia, a cambio de 90.000 euros, lo cierto es que los filiales de Barça y Real Madrid suponen el mejor caladero para Osasuna, Betis o Getafe.
En cualquier caso, parece fuera de toda duda que la clase media de LaLiga ha perdido un punto de talento diferencial. Ese extra que, en ocasiones, sólo se obtiene a cambio de mucho dinero. Para entender la repercusión del músculo económico en los resultados -y la influencia, por tanto, de los fichajes extranjeros- baste una ojeada al ránking que elabora la UEFA para sus competiciones (Champions, Europa League y Conference League). Si analizamos el coeficiente acumulado de los últimos cinco años, LaLiga ocupa la tercera posición con 89.489 puntos, por detrás de la Premier League (104.303) y la Serie A (90.284). Hace exactamente una década, impulsado por la expansión del gasto, el torneo español lideraba dicha tabla (97.713), muy por delante de la Premier (84.748) y la Bundesliga (81.641).