Adiós a la Liga. El Madrid no puede ni con un rival que lucha por la salvación. Pero es que el equipo de Ancelotti - aunque eso sea una entelequia- no es capaz de ganar a nadie. Tenía el agua que casi le llegaba a la nariz y ahora se ha ahogado definitivamente.
La tragedia es que hace más de una temporada el Madrid ni tiene juego, ni sistema, ni sentido futbolístico. A muchos les extraña, pero todo el que me lee sabe que llevo denunciándolo ya más de dos años. Es un vetusto entrenador, apagado por su estilo decimonónico y muy engreído en su estilo.
Ahora, los corifeos madridistas dirán que Mamardashvili fue un gigante en la portería y que impidió en más de media docena de ocasiones claras, la mayoría de ellas de Mbappé. Pero el francés solo no puede con unos compañeros que se creen dioses del Olimpo del fútbol, con la nefasta propaganda de la Casa Blanca.
Es cierto que el Valencia metió tres fallas ignífugas para defender. Que sólo hubo tres oportunidades y que dos de ellas terminaron en gol. El último de ellos en el ocaso de un partido que pasará a la historia como cuando el Madrid cayó al infierno.
Es posible incluso que el Madrid logre un gol con esa clase delanteros egocéntricos, que jamás juegan con el compañero, sino que van en busca de la jugada perfecta, la genial.
Lo cierto es que Brahim sólo regatea para él y no se va de nadie. Bellingham arranca desde atrás y también quiere meter su gol maravilloso. Y Vinicius es un desastre. Sólo piensa en sus regates.
Y sale hasta Endrick y también quiere ser un dios en el Olimpo madridista por egocentrismo. Un disparate. Como todos los desperdician todo, castigan a su equipo a perder minutos y minutos en el juego colectivo.
Y, curiosamente, el menos individualista sea el mejor: Mbappé. El único que tiene gol. Lo que no entiendo es que cediera ejecutar el penalti al inútil de Vinicius, que ya ha recibido una sinfonía de pitos. No es para menos. Fue decisivo. Ese minuto que marcará una Liga. Jamás entenderé el compañerismo de Mbappé
Hay muchos misterios de Ancelotti en el partido. Una vez más se cargó a Asencio, para que ya nadie dude de su odio cerval, porque se tragó su calidad. Nadie entendió a Tchouaméni en la defensa, cuando por delante sólo estaba Modric para ser mediocentro y un tocado Valverde. Todo es sospechoso.
Nadie defiende ya a Ancelotti. Y no quiero hablar más de él. Estoy cansado y en el club no hacen nada, sólo el tancredo. Ni lo echan ni fichan a nadie, pero, eso sí, tiene un estadio espectacular. Absurdo.
Y no quiero pensar lo que podrá ocurrir en Londres el martes, porque lo mismo se llevan una manita o quizás cuatro. Con Saka y Merino de verdugos. Mientras tanto, Ancelotti come chicles. Quizá demasiados.
El octavo clásico en una final de la Copa del Rey aterrizará el 26 de abril en La Cartuja. 4-3 gana hasta ahora el Madrid, que le dio la vuelta al balance histórico venciendo en las dos últimas ocasiones: 0-1 en la de 2011, con aquel salto de Cristiano Ronaldo, y 1-2 en la de 2014, con la carrera de Gareth Bale por la banda de Mestalla para superar a Marc Bartra y marcar el tanto decisivo. Dos partidos en los que los galácticos de la pasada generación decidieron el duelo. Así son los clásicos, cruzan a los dos mejores equipos del país y comparan constantemente sus galaxias.
Dentro de tres semanas, Sevilla actuará como punto de inflexión en ese análisis entre ambas plantillas. Los títulos acumulados en los últimos tres años explican la superioridad manifiesta del Madrid, con dos Champions, dos Ligas y una Copa en el bolsillo en plena explosión de Vinicius, Rodrygo, Jude Bellingham y compañía. Pero en los últimos meses, coincidiendo con la llegada de Kylian Mbappé, el Barcelona ha demostrado que su nueva camada ha llegado para quedarse. Guiados por Lamine Yamal, han vencido en el clásico de octubre y en la final de la Supercopa de España, ambos con contundencia (0-4 en Liga y 2-5 en Arabia).
Dos bofetadas futbolísticas que han amenazado el trono del Madrid en el fútbol español, aunque la primavera dictará sentencia. Blancos y azulgranas se medirán el 26 en Sevilla, el 10 o el 11 de mayo en Montjuïc en una cita trascendental para la Liga y, quizás, en una hipotética final de Champions, el próximo 31 de mayo en Múnich. Sería la madre de todos los clásicos, el único que queda por disputarse en un gran evento tras tantas finales de Copa y Supercopa.
Trincheras en pleno apogeo
Lo que refleja la historia es que un clásico en una final siempre supone un antes y un después. Empezando por el primero, disputado apenas un mes antes de la sublevación militar que dio inicio a la Guerra Civil española. Fue el 21 de junio del 36, y fue en Mestalla. Ganó el Madrid 2-1 en el último partido de Ricardo Zamora. También ganó el Madrid en 1974, mientras que el Barça levantó el trofeo en 1968 y 1983. Y en 1990, el triunfo azulgrana salvó la cabeza de Johan Cruyff, dejando la Copa sin final 'clásica' hasta 2011.
Ese año, Mestalla fue testigo de una de las grandes batallas de la guerra Mourinho-Guardiola, unas trincheras en pleno apogeo en ese momento. El cabezazo de Cristiano en la prórroga dejó al Barça, que conquistó Liga y Champions, sin triplete. Fue un partido durísimo, con corrillos constantes sobre el árbitro, tensión en los banquillos y en la grada y duelos hasta el límite. Mourinho ganó la batalla, pero Guardiola contestaría unos días después en las semifinales continentales.
La de 2014 fue todavía más trascendental y confirmó la crisis de identidad del Barça tras la salida de Guardiola. El Tata Martino claudicó ante Ancelotti, Bartra ante Bale y la victoria madridista provocó la temporada en blanco de los azulgrana y la llegada de Luis Enrique al Camp Nou. Decisión de calado, porque con él llegaría el triplete de la 2014-2015.
Aquella visita a Valdebebas
Ahora, 11 y 14 años después de Mestalla, la Copa les vuelve a reunir en otro momento trascendental, con Yamal, Pedri, Raphinha, Mbappé, Vinicius y Bellingham sustituyendo a las estrellas de la pasada década. Lamine tenía tres años en la primera final de Mestalla y Mbappé estaba a punto de visitar Valdebebas con 12 años, regalo de sus padres e invitación de Zinedine Zidane para conocer a su ídolo Cristiano. El destino, caprichoso, les enfrenta ahora.
En el Bernabéu se observan estos dos próximos clásicos (Copa y Liga) como cruciales para el mandato de Ancelotti. Cuestionado en algunos momentos de la temporada por el nivel de juego del equipo, el italiano llega por primera vez a abril vivo en los tres torneos desde, precisamente, 2014. Aquel año terminó ganando Copa y Champions, pero hincó la rodilla en Liga, como el Barça, ante un Atlético que levantaría el título en el Camp Nou.
El desgaste de los clásicos influyó en la Liga, algo que intentará evitar Hansi Flick, obsesionado con mantener el nivel físico de su equipo para pelear el triplete y confirmar esa «nueva era» que se repite en la Ciudad Condal con cada victoria en los clásicos. De ello depende sostener la ventaja de tres puntos en Liga, con la Copa y la Champions como inyección mental hacia el vestuario.
Mbappé y Robert Lewandowski batallan por el pichichi liguero, Endrick y Ferran Torres por el copero. Ambos clubes, por todo. Un clásico.
El entrenador del Real Madrid, Carlo Ancelotti, ha entregado al tribunal que le juzga por dos delitos fiscales un peritaje, al que ha tenido acceso EL MUNDO, que concluye que está siendo víctima de «un juicio completamente sesgado, capcioso e interesado» por parte de la Agencia Tributaria.
Entre los muchos elementos que discute la defensa de Ancelotti al Fisco se halla también la valoración que hace la Hacienda pública de la entrega de un reloj de alta gama al entrenador en el marco de un acuerdo comercial.
Así, Hacienda considera que se incrementó la base imponible del entrenador en 2015 al serle regalado por la firma Cecil Purnell un reloj que valoraba en 250.000 francos suizos -unos 260.000 euros-. El técnico italiano ha encargado un peritaje del reloj a la joyería Chocrón, que estima que el valor real de ese artículo de lujo se sitúa entre 25.000 y 30.000 euros.
El fiscalista que ha elaborado el dictamen técnico de la defensa del italiano, Manuel de Vicente-Tutor, concluye, basándose en ese caso y en muchas otras circunstancias, que las reclamaciones tributarias a Ancelotti nunca debían haberse canalizado a través de la vía penal y que, en todo caso, se deberían haber sustanciado en la contencioso-administrativa.
En lo que respecta al ejercicio 2015, el perito de Ancelotti combate frontalmente la postura del Fisco de que era residente fiscal en España y arguye que lo fue en Reino Unido. «Las autoridades fiscales británicas han confirmado tajantemente la validez de su certificado de residencia, por lo que no habría defraudado cantidad alguna». De ahí que reduzca la cuestión a un simple «conflicto de doble residencia entre España y Reino Unido» que «debe resolverse según las reglas contenidas en el Convenio de Doble Imposición».
Ancelotti, a su llegada a los juzgados.JJ GuillenEFE
También rebate De Vicente-Tutor «la incorrecta calificación jurídica» que la Agencia Tributaria «ha realizado de la renta pagada por el Real Madrid por la cesión de la explotación de los derechos de imagen» y defiende que, en ningún caso, se cometió un delito.
«La existencia de un delito fiscal exige, además de la concurrencia de requisitos de carácter objetivo -perjuicio patrimonial a la Hacienda pública en cuantía superior a 120.000 euros- otros requisitos de carácter subjetivo, 'el ánimo de defraudar' al que es inherente el dolo». Por lo que «quedan despenalizadas aquellas omisiones de pago de deudas tributarias que, aunque superen el umbral legal, no sean dolosas».
No en vano, el perito destaca que el Real Madrid tiene una «experiencia probada en la celebración de este tipo de contratos de cesión de explotación de derechos de imagen» y se trata, por lo tanto, de «una obligación autónoma del Real Madrid el ingresar las retenciones correspondientes a los pagos que realiza». «La diferencia entre lo retenido por el Real Madrid y lo que efectivamente debió retener [...] es un incumplimiento de las obligaciones tributarias que únicamente incumbían al club».
No obstante, la defensa de Ancelotti considera que «los razonamientos» expuestos tanto por su parte como por el Fisco «se encuentran lejos de una interpretación irracional». «Ambas son posiciones que encuentran su fundamento en la ley y la jurisprudencia, por lo que, en todo caso, la disputa debería dirimirse en la vía contencioso-administrativa por tratarse de un contencioso tributario y no de una defraudación tributaria».
El entrenador del Real Madrid, Carlo Ancelotti, ha declarado en el juicio por un presunto fraude fiscal de un millón de euros en los ejercicios fiscales de 2014 y 2015 que "nunca" pensó en defraudar, afirmando que fue el Real Madrid el que le sugirió una fórmula para cobrar los derechos de imagen que entendía que era "correcta" y con la que el club blanco obtendría ventajas fiscales.
El técnico italiano se enfrenta a unapetición fiscal de cuatro años y nueve meses de prisión por dos delitos contra la Hacienda Pública. La deuda tributaria ha sido cobrada por la Agencia Tributaria mediante embargo, ascendiendo finalmente a un total de 1.217.958,24 euros, un recargo de apremio de 243.593,71 euros y 47.298,10 por intereses. El fiscal le reclama dos penas de multa que ascienden a un total de 3.186.237 euros.
En las cuestiones previas, el abogado del acusado ha solicitado que se incorpore a las actuaciones un documento en el que consta que Ancelotti dio instrucciones al Real Madrid para proceder al pago del dinero que se le exigía, dado que la Abogacía del Estado discute que ese abono sea voluntario.
En su declaración, el entrenador merengue ha detallado que cuando llega al Real Madrid firmó un contrato federativo en julio de 2013, acordando que un 15% de su salario lo cobraría por derechos de imagen y en el que se hablaba de una sociedad cesionaria para los citados derechos.
A preguntas del fiscal sobre las sociedades creadas para presuntamente eludir a Hacienda el rendimiento por derechos de imagen, ha indicado que siempre ha negociado los contratos al neto y que en este caso, negoció seis millones de euros por temporada. "Yo nunca he dado importancia a los derechos de imagen. Los entrenadores no son tan importantes pero sí los jugadores porque venden camisetas. Me importaba solo cobrar seis neto", ha afirmado.
El técnico ha insistido en que "nunca" se dio cuenta de que "algo no era correcto" y que ya en 2018 tuvo conocimiento de los hechos por los que se le juzga porque hasta entonces la Fiscalía no le comunicó nada sobre el supuesto fraude fiscal. "Nunca pensé en defraudar porque nunca me ha pasado", ha aseverado.
Además, ha subrayado que fue el propio Real Madrid el que le sugirió una fórmula para cobrar derechos de imagen, que usaban el resto de futbolistas y que a él le parecía "normal". "Pensaba que era correcto. Me puse en contacto con mi asesor fiscal. Nunca pensé que podría ser un fraude", ha reiterado. A preguntas sobre su intervención en los derechos de imagen, ha apuntado que "no tuve más participación más allá de lo que hacían mis asesores fiscales".
Durante el interrogatorio de su letrado, el entrenador ha explicado que el Real Madrid le iba a pagar una parte en derechos de imagen y que hizo una cesión de un 50% en este concepto, reiterando que ese tema no es importante para los técnicos.
"No vendemos camisetas. Pensé que era para retribuirme el salario no cobrado", ha agregado, indicando que a través de este sistema no ganaba nada. "Yo quería seis neto y al final de la temporada tenía seis neto", ha reiterado.
El fiscal considera que a pesar de que confirmó su condición de residente en España a efectos fiscales, y de que reflejó que su domicilio estaba en Madrid, solo consignó en sus declaraciones de la renta las retribuciones de trabajo personal percibidas del Real Madrid y omitió el rendimiento correspondiente a la explotación de sus derechos de imagen que ficticiamente pretendía haber cedido a otras entidades.
Residencia en Madrid
El escrito de acusación recuerda que el 4 de julio de 2013, el acusado firmó un contrato de trabajo de deportista profesional como entrenador del Real Madrid para el periodo comprendido entre el 5 de julio de 2013 y el 30 de junio de 2016, "fijándose y especificándose en su remuneración para ese periodo, además de unos rendimientos del trabajo, unos rendimientos derivados de la cesión de los derechos de imagen al club".
A partir del mes de julio de 2013, el acusado pasó a trabajar y residir en España, fijando su domicilio y residencia habitual en Madrid, si bien cesó de forma anticipada su relación profesional con el club el día 25 de mayo de 2015.
No obstante, desde su llegada a España hasta aproximadamente el mes de octubre del año 2015, dispuso de dicha vivienda arrendada, siendo ese mismo año España "su centro principal de relaciones personales e intereses económicos y profesionales". De hecho, obtuvo 14.867.622,25 euros del Real Madrid sólo en concepto de rendimientos del trabajo, "debiendo por tanto tributar por su renta universal en nuestro país también en este ejercicio 2015".
La Fiscalía sostiene que el acusado, con el fin de eludir la tributación por los rendimientos de dichos derechos de imagen que recibía del club o de otras marcas por participar en algunos eventos, acudió para canalizar el cobro de dichos derechos "a un complejo y confuso entramado de fideicomisos y sociedades interpuestas".
Cualquier debate sobre Simeone nace viciado porque para los atléticos no es un entrenador sino un familiar y un héroe y para los madridistas, que aseguran que a ellos el Atleti les da igual pero plagan las redes y los medios de ataques al Cholo, no es un entrenador sino un pimpampum. Este segundo grupo refuerza la reacción siciliana del primero y a partir de ahí todo es elegir bando. La más leve crítica te hace anticholista y cualquier elogio, un devoto ciego.
Y no. O no debería porque limita el asunto a una ridícula pugna de máximos: hay que renovarle de por vida o despedirle hoy mismo. Dos bobadas de similar calibre. Simeone recogió un Atlético en derribo y con las piezas de un triciclo destrozado construyó un avión. Es uno de los trabajos más brillantes de un entrenador en este siglo y eso no se lo va a quitar nadie.
Tan cierto como que una primavera más, y van cuatro seguidas, apenas comienzan las alergias y el Atleti ya está a verlas venir, con un partidito a la semana para acabar tercero sin sudar y decir que ha cumplido objetivos (la baza de la Copa cambiaría el ánimo más que la evaluación). La justa indignación con el (supuesto) doble toque de Julián Álvarez llega hasta donde llega y ese lugar no debería ser la rueda de prensa del Cholo tras dar pena ante el Espanyol. Era día para la autocrítica y, como ha pasado demasiadas veces en los últimos años, no llegó.
El Atleti no se dejó la Liga en el 2-4 del Barça sino en los esperpentos en Getafe y Cornellà. Una escena, la dimisión fuera de casa cuando no se mide a colosos, que repite desde hace un lustro. No es casualidad. Si la sensación es mejor esta temporada que las pasadas es porque el Cholo ha vuelto a crear un equipo competitivo ante Madrid y Barça, ha ganado la arriesgada apuesta de Giuliano y ha captado para la causa a un fuera de serie como Julián. No es poco, pero no es suficiente.
Simeone es el entrenador que es, como Guardiola, como Ancelotti, como Flick, como todos. Ha evolucionado, claro, pero dentro de los parámetros del fútbol en el que cree (control, que ocurra lo menos posible, esperar el error...). Y cuando lo basas todo en resistir, tus futbolistas morirán por ti en el Bernabéu, pero se sentirán peces fuera del agua cuando no tengan molinos enfrente en Leganés o Vallecas. Ahí ni encontrarán un enemigo ante el que ser David ni sabrán ser Goliat. Serán la nada. Así lleva años el Atleti y le condena al limbo de la decepción. ¿Es capaz el Cholo de cambiarlo? A estas alturas, la duda es legítima y el tiempo para resolverla no puede ser eterno.
Carlo Ancelotti vuelve a estar tranquilo y relajado, es lo que tiene el descanso del parón por las selecciones y la victoria contra el Leganés. El respiro del triunfo le volvió a situar este martes como ese entrenador reflexivo, con discurso y calma en sus argumentos, en la rueda de prensa previa a la vuelta de la semifinal copera contra la Real Sociedad. Casi media hora en la que el técnico italiano debatió sobre casi todo: el fútbol del Madrid, el del Barça, el calendario, los jóvenes...
"No me molesta que digan que el Barça juega bien y que el Madrid juega mal. Hay a quien le gusta más la presión alta, otros el bloque bajo, el balón largo, la posesión... Hay muchas facetas y cada uno puede opinar", respondió, cuestionado sobre los halagos al eterno rival. "El Barça juega un fútbol muy bonito, con intensidad, y el Madrid juega distinto, con mucha calidad. A mí me encanta el fútbol del Madrid", admitió, antes de reconocer que es "difícil" comparar estilos.
"Es difícil porque dependen de las características de los jugadores. A mí me encanta cómo juega el Madrid desde hace tres años (con dos Champions, dos Liga y una Copa), si seguimos así, bien. No siempre eres capaz de tener la misma estructura porque cambian los jugadores, por esto es imposible mantener un estilo y una identidad definida para muchos años. Quien intenta tener la misma identidad siempre, acaba fallando al final", declaró, en una indirecta al estilo firme del Barça y un elogio a lo camaleónico que ha sido su Madrid bajo su mando.
Courtois, aún con molestias
De cara al partido contra la Real, Ancelotti aseguró que "los que no jugaron contra el Leganés tendrán más opciones". Una frase que abre la puerta del once titular a Valverde, Tchouaméni, Alaba, Rodrygo y Vinicius, suplentes ante los pepineros. En la portería repetirá Lunin, viendo que Courtois sigue sin entrenarse con el grupo por molestias. Y queda la duda de la punta del ataque, si habrá oportunidad para Endrick o si el italiano mantendrá a Mbappé.
El 0-1 del Reale Arena no parece relajar a Ancelotti, que dejó entrever que los jóvenes deben tener paciencia y "chupar banquillo". "Muchos jugadores que ahora son titulares han chupado banquillo mucho tiempo, es la costumbre si quieres estar en el Madrid, chupar un poco de banquillo. Vinicius, Rodrygo, Valverde...", manifestó el entrenador.
Sobre el calendario, volvió a insistir en que el gran problema es el poco tiempo disponible para preparar los partidos. "Cuando yo jugaba no había este desgaste, es otro deporte, otro fútbol, también por la preparación de los partidos. Hemos pensado si ampliar el cuerpo técnico, que es bastante reducido con ayudantes, analistas y entrenador de porteros, pero insisto, el problema grande del calendario es no tener tiempo para preparar partidos en el campo, hay que emplear mucho vídeo".
Carlo Ancelotti aprovechó la rueda de prensa de este viernes, previa al encuentro que el Real Madrid disputará ante el Leganés este sábado a las 21 horas, para responder a los comentarios del presidente de LaLiga, Javier Tebas, que ayer criticó el entrenador del conjunto blanco por no aprovechar los cinco cambios permitidos desde hace meses y esperar hasta el minuto 85 para hacerlos, en referencia a la denuncia del italiano por lo apretado del calendario.
"Sabía la obsesión que tenía por el Madrid, pero no sabía la obsesión que tenía por su entrenador. Se tiene que centrar en sus cosas, porque está faltando al respeto al Madrid y a los entrenadores", declaró Ancelotti.
Ayer, en la presentación de ISDE Sports Convention 2025, Tebas le mandó un recado al técnico transalpino. "¿Para qué queremos los cinco cambios, para hacerlos en el minuto 85? Habrá que estudiar cuántos jugadores del Madrid han jugado más del 60% de los minutos de todas las competiciones, habrá que verlo, y más del 80. Si se hacen plantillas de 25 jugadores es para evitar lesiones y también para rotar. Si se aprobaron los cinco cambios fue también para esto. Ahora esto no sirve. Pues siete cambios pondremos. Lo que no puede ser es que todo sea culpa de la organización, de las ligas...", reflexionó el presidente de LaLiga.
Este viernes, y más allá de su respuesta a la "obsesión" de Tebas, Ancelotti se refirió a las famosas 72 horas entre partidos y a la amenaza del Madrid, que dijo que no se presentará a un partido en el que no se respete ese horario. "Tengo que añadir una cosa: siempre que sea sin razón justificada. A veces no se puede, pero comparando con el Villarreal se podía cambiar el horario. Vilarreal estaba de acuerdo y las televisiones también, pero LaLiga no. Si un partido se puede cambiar y no lo cambian, no jugamos. Si no se puede cambiar por otro motivo, nos presentamos", insistió, y compartió las quejas de Flick por la fecha del Barça-Osasuna, disputado ayer en Montjuic. "Es un poco raro jugar en este día tras el parón. También comparto que el Real Madrid no es el Barcelona", bromeó.
El segundo tema importante en la rueda de prensa era el presunto interés de la Federación Brasileña de Fútbol en contratar a Ancelotti, más todavía después de la sonrojante derrota de la 'canarinha' ante Argentina (4-1) en este último parón de selecciones. El italiano fue contundente: "Brasil no ha contactado conmigo. El contrato habla claro, no tengo nada que añadir a esto. Tengo mucho cariño a la afición de Brasil, a sus jugadores, pero tengo contrato con el Madrid", dijo, y negó cualquier contacto con Ronaldo Nazario sobre su posible papel en el banquillo sudamericano. "No recuerdo haber hablado con él sobre esto".
Sobre el estado de la plantilla, Ancelotti lamentó las molestias de Courtois, que será baja este fin de semana, y confirmó que están intentando recuperar a Ceballos y a Mendy para el partido de ida contra el Arsenal, el próximo martes 8 de abril.
El 12 de marzo a las 21.00 horas, Kylian Mbappé esperaba el pitido inicial de Marciniak en el Metropolitano para jugar la vuelta de Champions ante el Atlético. 66 horas después, estaba haciendo lo propio con Gil Manzano en La Cerámica ante el Villarreal en Liga. Tras el pitido final, sentenciaba junto a Eduardo Camavinga: "Estoy muerto". Carlo Ancelotti, tras la victoria y dos goles de su delantero, estallaba: "Es la última vez que vamos a jugar un partido con menos de 72 horas de descanso. Nunca más". El Madrid abría la caja de Pandora.
Las reacciones han seguido en cadena en los equipos que juegan competición europea. El más alineado con "el calentón" del Madrid es el técnico de la Real Sociedad, Imanol Alguacil: "Somos los dos que más partidos con menos descanso hemos jugado. No les falta razón, porque así es muy complicado competir".
Tenía razón a medias el técnico txuri-urdin. Es cierto que ambos son los equipos con más encuentros seguidos con tres días o menos de descanso: 22 llevan los de Ancelotti, desde el suspendido por la Dana ante el Valencia, y 20 acumula la Real. Ambos pagaron la ronda extra por no estar entre los 24 mejores de sus respectivas competiciones europeas y continúan también en la Copa del Rey. Pero la Real Sociedad, con cinco, es quien más duelos ha disputado sin las recomendadas 72 horas de descanso. Aunque no el único.
Sin reflejo en ningún reglamento
El Atlético iguala a los donostiarras y a ambos les siguen Real Madrid, Athletic y Betis, con cuatro. El Barcelona sólo ha sufrido dos -beneficiado por la suspensión de su compromiso ante el Osasuna- y el Girona, uno. "Nosotros no tendríamos que haber jugado unos cuantos. Jugamos los jueves en Europa, normalmente a las nueve de la noche y terminamos a las once. No son 72 horas de descanso", expresó el entrenador del Athletic, Ernesto Valverde.
El problema de este calendario es que no existe ninguna reglamentación de cumplimiento obligatorio que marque unas horas de descanso. Lo más cercano fue el Comité formado por LaLiga, la RFEF y AFE en la pandemia en la que se acordaron esas famosas 72 horas, pero sin llegar a reflejarlo en ningún reglamento. Los sindicatos de futbolistas, tanto españoles como internacionales, sí tienen recomendaciones, pero son eso, recomendaciones.
La diferencia podría llegar en 2026. Desde la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE) planean intentar introducir ese periodo de descanso en el convenio colectivo que regula el fútbol profesional. A día de hoy sólo hay dos artículos (8 y 11) que hablan de tiempo de reposo, pero se refieren al que afecta a las concentraciones y a los días de descanso previstos en el calendario laboral, no entre encuentros. Sí se puede encontrar en el artículo 9 del convenio de los jugadores de Primera RFEF: "La confección del calendario, en todo caso, respetará un mínimo de 72 horas de descanso entre partido y partido", reza.
Inteligencia Artificial para los horarios
LaLiga gestiona con la ayuda de herramientas con Inteligencia Artificial la configuración de los horarios intentando no favorecer a ningún club. Se toman multitud de factores en cuenta, como la equidad competitiva, la meteorología, las peticiones de los clubes y los desplazamientos de aficionados. Aunque mención aparte merecen la coordinación de los criterios deportivos con la maximización de los derechos audiovisuales.
Alguacil y Alex Remiro, durante el último partido ante el Rayo.EFE
Más allá de la reglamentación e intereses hay un evidente problema respecto a la salud de los jugadores. La Real ha sufrido 14 lesiones en lo que llevamos de 2025; el Real Madrid, 17, por mencionar dos de los clubes más damnificados. Especialistas en preparación física explican a EL MUNDO que no respetar ciertos umbrales de descanso "aumenta mucho el riesgo de lesión en los futbolistas".
La clave estriba en tres factores: la percepción psicológica, la potencia muscular y la presencia de la enzima creatinkinasa (CK). Según diversos estudios, ésta, que marca el tono de la musculatura, se recupera a partir de las 72 horas. No obstante, Jonatan Rotaetxe, preparador físico y director de Henao Sport, defiende que el ideal de descanso serían 96 horas porque el fútbol es un deporte con mayor "sobrecarga" neuromuscular, técnica y biomecánica y añade que ese periodo es el mínimo para la recuperación, pero que no permite preparar partidos porque no permite entrenamientos específicos. Miguel Ángel Cordero, director de Fisio Dynamic, habla de otros factores, como la edad a la hora de que esa enzima CK se module más lenta o rápidamente.
"mayor estrés y frustración"
Por último, la falta de descanso afecta también al estado psicológico de los futbolistas. La psicóloga deportiva Lorena Cos explica que la presión por rendir al máximo sin un tiempo suficiente de descanso "genera mayor estrés y frustración, afectando a la confianza y el bienestar emocional del jugador", y añade que aumenta el riesgo de lesiones.
La Real Sociedad ya ha quedado eliminada en la Europa League, pero el Real Madrid, suponiendo que llegara al último partido de cada competición, jugaría este curso un total de 72 encuentros, sin contar con los que los futbolistas participan con sus selecciones. Habrá jugadores blancos que puedan irse incluso a 80 duelos y . "Intentamos aumentar un show que va en detrimento de la salud del deportista", califica Rotaetxe sobre el destino del fútbol. Modelo NBA, le llama Mbappé.
Un Madrid agobiado por la presión y el magnífico sistema defensivo de Simeone llegó a los cuartos de final gracias a los penaltis, como en aquella final de la Champions en Roma. El entrenador del Atletico se condenó así mismo por su cobardía táctica.
Gracias a un doble fallo de Asencio, el Atlético se encontró con un gol ridículo nada menos que a los 30 segundos de iniciarse el partido. Pero ahí se acabó la ambición de Simeone. Su propia mezquindad de la final de Lisboa o su complejo perdedor con el Real Madrid.
El Atlético del técnico argentino, con ese gol de ventaja, ya nunca jamás jugó a ganar la eliminatoria. Como si confiara su suerte a la prórroga y los penaltis, como si considerara un embajador profético de los rojiblancos.
Ancelotti también hizo lo suyo. La jugada clave fue la jugada que se inventó de fantasía Mbappé y provocó un penalti. Un penalti es un gol. Pero para el ínclito Ancelotti, ante el asombro general, decidió que lo ejecutara su jugador mimado: Vinicius. Todo para su ego.
Se lo robó a Mbappé, como cuando le roba el espacio por el lado izquierdo cuando es el lugar que debería atacar el superlativo y genial jugador francés. No tiene sentido, salvo que lo apoye en la circunstancia el presidente blanco. Luego lo sustituyó, pero no por castigo, sino para protegerlo de cara los decisivos penaltis. No quería que fallase otra vez.
Cada día creó más que Vini no tiene ni la cabeza en el Madrid , sino en su narcisismo, para ganar más dinero. El juego de conjunto no sabe ni lo que es. Hasta Belligham le reprochaba su individualismo. Si es verdad que los árabes ofrecen tantos petro-dólares, va al desierto en el camello de la avaricia. Ancelotti es capaz de jugar ofensivamente como un equipo mediocre, sin imaginación ofensiva, sin amparar a cuatro monstruos del fútbol mundial como Bellingham, Rodrygo, Mbappé y el indigente Vinicius. Parece como una locura en el manicomio del fútbol actual.
Pero esa es la verdad del actual entrenador madridista, que malvive gracias a sus jugadores, como el penalti que provocó Mbappé , que le debía sentar como un tiro al narcisismo del brasileño.
El partido sólo tuvo emocionalidad. Nunca existió calidad, porque un equipo, el Atlético, no quiso ganar la eliminatoria, sólo subsistir hasta la prórroga y los penaltis. Seguro que es lo que pensaba Simeone. Su miedo es una lacra para el Atleti y cuidado con lo que pasará con el Barcelona.
El Madrid no tiene un cuadro fácil para ganar la Champions, dado el maldito balance, el engendro que ha creado la UEFA, con este sistema absurdo, como que el Liverpool caiga eliminado y fue el primero. Es una desgracia para un torneo de tanto prestigio.
Lo que me parece perverso es que los fanáticos de Simeone gritaran de alegría , porque el Madrid no empataba el partido. Es algo sórdido y estupefaciente.
Tenía razón Simeone. La eliminatotia estaba en manos de Dios, y Dios, como decía su compatriota Borges, no admite sobornos. Ninguno los cometió, entregados Atlético y Madrid a un derbi agonístico, sostenido el primero sobre un gol al alba, a los 29 segundos, sobrepuesto el segundo a la atmósfera del Metropolitano, al balón a los cielos de Velázquez lanzado por Vinicius, incluso a sí mismo. A Dios le tocaba elegir, no castigar, en el te quiero, no te quiero de los penatis, pero el resbalón de Julián Álvarez ante la suerte suprema tiene algo de castigo. El Madrid avanza, pues, a cuartos de la Champions como si caminara sobre las aguas, sin resbalarse, porque Dios viste de blanco. [Narración y estadísticas (1-1, 2-4)]
A Rüdiger correspondió el penalti decisivo, el último, después de que marcaran sus pesos pesados, Mbappé y Belligham los primeros, con un Vinicius fuera, que ya había fallado en el mismo lugar. Tiene Champions para corregirse. Marcos Llorente envió antes de Rüdiger al palo. El fatalismo se repetía para el Atlético y para Simeone, que gritaba a los suyos que levantaran la cabeza. Estaban eliminados pero estaban de pie.
Ese Madrid inyectado había salido al césped del Metropolitano como se sale del servicio del cine cuando la película está a punto de empezar. Siempre queda algún botón por abrochar. Mal asunto. Lo que le esperaba no era una comedia, precisamente. En 29 segundos, estaba en pelotas, lo que tardó el Atlético en desnudarlo, de la bragueta a la camisa. La eliminatoria empezaba de nuevo, igualada, en el minuto uno.
Los excesos y el absurdo
El balón transitó entre los futbolistas del Atlético como si derribara fichas de dominó, fichas blancas: Asencio, Valverde, Courtois. A Gallagher correspondió el remate final, en un cuerpo a cuerpo con el belga. Era como una señal del destino, puesto que el inglés había sido una de las dos novedades escogidas por Simeone en el once. Reinildo, la segunda, para armar una banda izquierda nueva con respecto a la ida en el Bernabéu. Por ese lugar recibió el golpe en la ida, muy temprano. Lo devolvía mucho antes, sin que el Madrid se hubiera abrochado todos los botones.
Simeone ni se inmutó en la banda, lejos su hipercólera. Esto es muy largo, pensó, entre expectante y sorprendido. En su mente anidaba la pregunta de qué hacer frente a un escenario inesperado, al menos tan pronto. Nunca sabremos cuál era su hoja de ruta si el Atlético hubiera tardado más en igualar la eliminatoria. Ahora estaba más claro, porque la situación regresaba a su terreno, a la cueva donde nadie juega a las sombras como el argentino. Le encanta intervenir, decidir sobre lo que acontece en el campo, manejar los tiempos de los partidos. A veces hasta el exceso, y los excesos conducen al absurdo.
El Atlético se replegó, huyó de la presión alta para proteger el tesoro e impedir correr al Madrid. Si lo hace, hay que jugar con la pelota y el crucifijo. Una vez pudo hacerlo, una, y Mbappé puso a Oblak en el paredón. El penalti de Vini se fue al cielo.
Julián Álvarez, en el penalti que fue invalidado por el árbitro.AP
Al Madrid le quedó inicialmente la posesión, pero la posesión sin profundidad es un ejercicio estéril, como el amor sin sexo. En el fútbol español hemos conocido las dos versiones. El ataque posicional no dio frutos a los blancos en un primer tiempo en el que apenas sacaron un disparo de Rodrygo. Nada más. Poco. Poquísimo. Mbappé, desesperado, escapaba del área a los medios para tocar el balón y sentir que estaba en el partido.
El peligro lo generaba el Atlético, porque a su excelente organización defensiva añadía más intensidad en las disputas que se producían en las transiciones, con la excitación justa. Encontrarla era básico para los rojiblancos, en una atmósfera muy cargada, como sucede en los derbis del Metropolitano. No estábamos ante un derbi cualquiera. Igualar la eliminatoria tan pronto se lo permitió. Lo contrario los hubiera desquiciado.
Sin necesidad de desguarnecer sus líneas, con muchas precauciones por parte de Marcos Llorente y Reinildo, habituales en los despliegues, los jugadores de Simeone consiguieron llegar al área de Courtois y provocar que apareciese la mejor versión de Julián Álvarez, voraz para cargar la pierna desde cualquier lugar y disparar, incluso para intentar dos veces seguidas el gol olímpico. Sabe que es una estrella, sabe que quiere ser un número uno y sabe dónde ha de conseguirlo. Era un partido señalado. Julián Álvarez le ha ofrecido a este Atlético, donde vemos la versión otoñal de Griezmann, un vértice de calidad extrema, en el gol y en mucho más.
Cambios de riesgo
El Madrid debía elevar la presión y la movilidad para poder encontrar las ocasiones. Lo hizo tras regresar del descanso, sin que el Atlético cambiara su plan, salvo en los primeros minutos. Eso es muy del Cholo, un arranque a fuego y después el repliegue a la espera de la carroña. El factor sorpresa a veces funciona. Lo hizo en el primer tiempo. Después, no.
Ancelotti se había inclinado por Modric como titular, porque el partido pedía galones, temple, sabiduría. Sin embargo, la celda del Atlético le obligaba a mover los barrotes con energía. Camavinga saltó para ocupar el lugar del croata, pero a la vez se retiraba del campo también Tchouaméni, Valverde pasaba al centro y Lucas Vázquez ocupaba el lateral. Cambios de riesgo. Poco tiempo después, Brahim, en busca de las acciones de uno contra uno para superar piezas hasta entonces infranqueables.
La única vez que el Madrid lo había logrado fue por un error ajeno, de Griezmann, en su área. Pudo entonces correr, aplicar su manual, para conectar con Mbappé, único en los movimientos en ese lugar. Lenglet lo derribó. Con muy poco, Vinicius estaba ante los 11 metros, ante la puerta de Oblak como si fuera la puerta de la gloria. Volvió al purgatorio.
A la prórroga llegaron ambos entre el cansancio, las lesiones, como las de Mendy o De Paul, y el miedo. El Atlético ya no contaba con Giuliano, una dinamo que genera y genera energía, ni De Paul, pero aparecía el factor Correa. Un control de cirujano tras un envío de Oblak, de costa a costa. Insuficiente para tumbar al vigente campeón.