Sergio Camello, el héroe inesperado que quería ser como Torres y fue vendido por cinco millones: “Hoy soy yo el niño más feliz”

Actualizado Sábado, 10 agosto 2024 - 00:04

El olimpismo son sus héroes, aunque no siempre héroes esperados, no todos son como Simone Biles. La magia de los Juegos permite una oportunidad también a quienes llegan como antihéroes. Es el caso de Sergio Camello, madrileño de 23 años, jugador del Rayo Vallecano, al que las circunstancias de una final larguísima y un torneo muy exigente con los principales jugadores, como Fermín López o Álex Baena, llevaron a un lugar que únicamente había visitado en sueños. Quiso entonces que ese fuera su lugar en el sol, donde sentirse grande, donde firmar una gesta para siempre del fútbol español.

"Siempre quise ser como Fernando Torres, pero, hoy, soy yo el niño más feliz del mundo. Lo somos todos, en realidad", dijo Camello, el jugador más solicitado en la zona mixta del Parque de los Príncipes, donde con sus dos goles en la prórroga había sellado la victoria de España sobre Francia (3-5), el oro olímpico, en una trepidante final. "Para mí todo esto es increíble, porque en principio iba a ser uno de los descartes y al final me ha tocado lo más bonito", añadió.

Camello llegó a los Juegos como uno de los cuatro reservas, en una normativa 18+4 que acabó convirtiéndose, de facto, en 22. Eso sí, dejando fuera a cuatro futbolistas en cada partido. Sólo había jugado antes de la final un partido de la fase de grupos, ante Egipto, con España ya clasificada para cuartos. Disputó los 90 minutos y dio una asistencia, pero no le quitó el rol de delantero suplente a Samu Omorodion, hasta la final.

La conexión rojiblanca

Santi Denia, el seleccionador, se acordó de Kiko, de su gol en el 92, antes de la final en París. Un futbolista con el que compartió el doblete del Atlético en el 96. Ese mismo año, el actual seleccionador fue olímpico en Atlanta'96, pero la España dirigida entonces por Javier Clemente no pasó de los cuartos. Kiko, Santi Denia y Camello están, de hecho, conectados por el Atlético. Los dos primeros llegaron al club rojiblanco, procedentes del Cádiz y el Albacete, respectivamente, mientras que Camello es un producto de su cantera.

"Uno siempre espera triunfar allá donde se ha criado, pero no siempre se puede", dijo el futbolista, nacido en 2001. Cuando Fernando Torres marcó el gol que dio a España la Eurocopa, en Viena en 2008, tenía Camello seis años. Entonces era ya su ídolo.

Camello fue de los jugadores que Diego Simeone llamó para entrar en la dinámica del primer equipo, con el que debutó en 2019. La continuidad era otra cosa, dadas las llegadas de fichajes. Las cesiones eran inevitables. El jugador pasó al Mirandés, donde consiguió 15 goles en 37 partidos, hecho que volvió a levantar el interés de varios clubes. Finalmente, la venta al Rayo se produjo por cinco millones, un valor que estos dos goles a buen seguro aumentarán.

"Necesito tiempo para valorarlo"

Camello no marcaba desde el 17 de marzo, con su club. Los cinco meses de sequía los rompió de la mejor forma posible. "Me dijo el entrenador de porteros que él había soñado con que metía el gol de la final. Eso es historia, no se ganaba desde el 92. Necesito tiempo para valorarlo", añadió.

Representado por su tío Mauri, toda su familia ha estado muy vinculada al Atlético. La rojiblanca, de la que también procede Pablo Barrios, presente en París, no es la única cantera que ha tenido el protagonismo que los grandes clubes niegan a sus jóvenes, al competir con los fichajes. Arnau Tenas, el portero, lo es del PSG tras abandonar la Masía. Hasta nueve de los campeones olímpicos han pasado por las categorías inferiores del Barcelona, incluidos por supuesto Fermín y Cubarsí, que se mantienen todavía en su disciplina. Es lo único con lo que no ha podido la crisis.

La catarsis para los demonios de Álvaro Morata

Actualizado Domingo, 14 julio 2024 - 00:06

El 29 de junio de 2008, Álvaro Morata vio a Iker Casillas recoger el trofeo que reconocía a España como campeona de la Eurocopa a través de una pantalla gigante instalada en su barrio. Tenía 15 años y acababa de salir de la cantera del Getafe para firmar por el Juvenil B del Real Madrid. Por entonces, el mero hecho de imaginar que él podría alcanzar algún día ese privilegio suponía casi una quimera. Igual que el 1 de julio de 2012, cuando La Roja conquistó su tercera corona continental en Kiev. Morata jugaba ya en el Castilla y José Mourinho lo había hecho debutar con el Real Madrid. Dos años después, en noviembre de 2014, Vicente del Bosque le hizo vestirse por primera vez la camiseta nacional. Liderar a la selección y recoger como capitán la Copa Henri Delaunay seguía siendo una aspiración casi inalcanzable. Esta noche, en el Olímpico de Berlín, Morata podrá hacerla realidad para, quién sabe, completar un círculo y decir adiós. Ese es, a día de hoy, su plan.

La despedida supondría la catarsis que Álvaro necesita. Su condición de capitán la ha asumido con una responsabilidad que le ha hecho ganarse al vestuario. Ejerce como padre de los jóvenes y se sabe el centro de las críticas que evita a los demás. Eso fuera del campo, porque dentro tiene más galones. Es el cuarto goleador histórico de la selección, con mejor promedio que Raúl y Fernando Torres. Suyo fue el primer tanto de España en el torneo. Ante Croacia, en el minuto 29. Y aunque no ha vuelto a marcar, sigue siendo vital para Luis de la Fuente. En él empieza el trabajo defensivo del grupo, en sus recuperaciones y en su presión.

«Corre por los tres», admitía Dani Olmo. Esos tres son él mismo, Nico Williams y Lamine Yamal. Al tridente de ataque les hace las coberturas, les arrastra defensas y les abre espacios. Ese trabajo se lo reconoce hasta una leyenda inglesa: Gary Lineker. «Son demasiadas críticas. Es muy difícil jugar de '9'. La gente no lo entiende, porque hay que trabajar mucho, jugar para el equipo... Creo que Morata es importante para este equipo. Quizá no marca goles, pero hace un gran trabajo», puntualiza. De nuevo, como diría el propio Morata, se le respeta más fuera que en España.

«prácticamente entre lágrimas»

Permeable a la crítica que le acompaña casi en toda su carrera en LaLiga y con la selección, arrastra en esta Eurocopa el peso de una responsabilidad autoimpuesta. No concibe el fútbol, ni la vida, de otra manera. «Acaba el partido prácticamente entre lágrimas. Más comprometido no puede estar», revelaba hace unos días Dani Vivian. Dos muestras de ello fueron el temor de perderse la semifinal ante Francia, por una tarjeta amarilla que no registró el árbitro en el acta, y la mismísima final, tras el golpe involuntario de un miembro del staff. A este compromiso, su verdadera motivación sobre la hierba, se suma otro factor: la emoción.

Hace unos días, Morata confesó en EL MUNDO que medita dejar la selección. Una reflexión que le ha generado infinidad de críticas. Enésima prueba de que vive permanentemente en el ojo del huracán. Intentarán convencerle de que no lo haga, empezando por los compañeros, pero vive todo como si fuera la última vez. De ahí nacen las lágrimas.

«Prestar atención a muchas cosas»

«Es pura emoción. Cuando me sustituyen soy un aficionado más, como los padres de los jugadores que lo ven desde la grada», asegura en una entrevista a la UEFA. Durante esa misma charla admite también que aún no ha tenido tiempo de «disfrutar» del torneo. Y eso que ha llegado a la final y puede ser el hombre que alce el título, otra foto para la historia del fútbol español. Él lo puntualiza: «Tienes que prestar atención a muchas cosas. Ya habrá tiempo para divertirse y ser feliz».

Por eso, para Morata la final puede tener un efecto catártico, liberador de los demonios que ha ido acumulando durante años. Cuando ha sentido más el puyazo de la crítica que el reconocimiento. Con su futuro pendiente de resolver, Morata quiere meditar su adiós a España con una copa que nadie cuestione.