Por qué la NFL en España no tiene nada que ver con la Liga en Estados Unidos

Por qué la NFL en España no tiene nada que ver con la Liga en Estados Unidos

"¿Por qué os parece bien que la NFL o la NBA jueguen partidos oficiales en Europa y no que la Liga se lleve un Villarreal-Barça a Miami?". Esa pregunta se repitió desde el entorno oficialista cuando todo el fútbol español, excepto los dos clubes que sacaban tajada, se volvió en contra de la fracasada aventura americana de Javier Tebas. La comparación sólo denota ignorancia.

Nunca compré la indignación de que un simple partido en campo neutral adulteraba la competición, me parece exagerada, pero sí creo firmemente que es un insulto a los aficionados locales y que comparar nuestra cultura deportiva con la estadounidense es no tener ni idea de cómo se vive esto en cada sitio. Aquí, ir al fútbol es (siempre) pertenencia, allí es (frecuentemente) experiencia.

No pasa con todos los equipos, por supuesto, pero la NFL lo sabe y lo maneja: rara vez quita partidos en casa a sus aficiones más fieles. Desde 2007, habrá jugado 57 partidos en Inglaterra, Alemania, Irlanda, México, Brasil y España. Buffalo (su vínculo con Toronto es diferente), Green Bay, Detroit y Dallas aún no han cedido un partido en su estadio. Pittsburgh, Baltimore, Chicago y Seattle, sólo uno. Sin embargo, Jacksonville lleva ocho partidos como local en Londres y el del Bernabéu será el quinto de Miami. Salen fuera los que les da igual jugar en casa porque en la grada casi siempre hay más camisetas del equipo visitante, algo que aquí jamás sucede. Perder un partido no les genera conflicto con sus fans porque apenas tienen fans, tienen clientes.

Pero, por encima de todo, hay una diferencia que hace la comparación especialmente triste. La Liga quiere ir a Estados Unidos a mendigar, la NFL viene a Europa a conquistar. Ya lo ha hecho en Inglaterra y Alemania, donde cada partido es un acontecimiento y el seguimiento de la liga se ha disparado. ¿Lo logrará en España? No a la primera.

Que queden entradas a pocas horas del partido en una ciudad como Madrid, donde Bad Bunny llenará diez veces el Metropolitano porque no ha querido 20, Radiohead vende cuatro noches en un ratito y no puedes salir a cenar por el centro si no reservas con dos semanas de antelación, delata que el impacto ha sido limitado.

Fuera de los que ya éramos aficionados y de los vecinos de Chamartín, es posible que la mayoría de sus conocidos en la ciudad no sepan que se juega. Pero la NFL debe ser lista y persistir. Esta conquista es un proyecto a medio plazo y ojalá triunfe porque, créanme, si entras en el fútbol americano te quedas a vivir. Para siempre.

Giuliano Simeone y el Atleti de Pepe Murcia

Giuliano Simeone y el Atleti de Pepe Murcia

Hace ahora un año escribí que Giuliano Simeone era un futbolista digno del Atleti de Pepe Murcia. El tuit ha envejecido mal, fatal incluso, como me recuerda con su educación característica el cholismo integrista cada vez que el chaval hace un gran partido, cosa habitual este último mes y medio y no tanto las primeras seis semanas de curso cuando, ¡oh, sorpresa!, los vengadores callaban. Pero aunque la nota final del argentino acabe siendo la media entre el mal inicio y la inspiración actual, habrá demostrado de sobra tener nivel para ser importante en un Atleti de Champions. No hay que darle más vueltas.

Podría justificarme, claro. Explicaré brevemente a los no versados en historia oscura rojiblanca que Pepe Murcia fue entrenador transitorio del Atleti en 2006, los años de plomo tras el ascenso, y su plantilla no era tan infame como para tomarse como un insulto que te coloquen en ella. Por allí andaban Fernando Torres, Maxi Rodríguez o Gabi, futbolistas cuyas carreras firmaba seguro Giuliano, pero negar el componente faltón de mi tuit sería tomar a la gente por tonta. Al segundo pase sencillo de dos metros que falló, le puse la cruz. Error. No conté ni con su edad (21, aquel día) ni con su cabeza.

Pese a que algunas limitaciones técnicas aún asoman más de lo recomendable, la progresión de Giuliano en un año ha sido sensacional. Ha aprendido a frenar pese a que siempre juegue a 200 por hora y cada vez centra mejor. Entiende los momentos de partido como pocos y minimicé el impacto que su actitud tiene en el grupo: si ves a un compañero dejarse el alma así, es difícil esconderte. La definición y la combinación rápida en salida de balón aún le cuestan y son talentos difíciles de adquirir si no son innatos, pero a estas alturas sería cauto a la hora de apostar en su contra.

En realidad, lo que más le perjudica en el actual clima, enfrentado y coñazo, que reina en el entorno atlético es el apellido. Fue fácil para los haters acusar al Cholo de enchufarlo, cosa absurda a poco que se conozca al entrenador, y es agotador leer a los devotos interpretar cada crítica como ataque al padre y convertirlo en rey cuando es un alfil. Las estrellas del proyecto son otras (Julián, Baena y Barrios), pero él se ha convertido en un complemento fantástico. Ya es mucho, no hace falta inflarlo.

Giuliano no es perfecto y su techo está por ver, pero representa tantas cosas buenas que sólo merece elogios. Meterlo en guerras civiles es muy injusto. Casi tanto como el tuit de Pepe Murcia.

Lamine Yamal tiene que aprender a ser humano

Lamine Yamal tiene que aprender a ser humano

Lamine Yamal jugó el clásico andando, totalmente desconectado del juego en la primera parte y sin generar peligro cuando intentó asomar en la segunda. Como a estas alturas no necesitamos pruebas de que nunca se borra, hay dos explicaciones plausibles para su actitud: estaba aún más lesionado de lo que suponíamos, lo que sería una irresponsabilidad por parte de Hansi Flick, o la presión infinita que él mismo se pone le hizo mella por primera vez desde su supersónica aparición. No le vino grande el partido, le vino grande el personaje que ha construido.

Para saber más

Para saber más

La sobreactuación final de Carvajal y Courtois, expertos en gestos así, por lo que había dicho Lamine durante la semana convirtió la anécdota en noticia, pero lo relevante del asunto no es la (escasa) influencia que pudieran tener las palabras de un chaval en una plantilla, la de Xabi Alonso, con más batallas que el Grupo Salvaje de Peckinpah. Tampoco lo es la campaña para convertir chorradas de inmadurez en delitos de cárcel de ciertos periodistas, muchos de los que llevan años denunciando que a Vinicius se le ha demonizado por lo mismo desde su llegada a España. Si a Yamal le da por montar la que montó el brasileño al ser sustituido, hoy están pidiendo la intervención de servicios sociales.

Pero, no, todo eso no es más que folklore que da color para el aficionado y no tiene trascendencia en los vestuarios. Lo realmente importante para Lamine es si le compensa situarse día tras día, declaración tras declaración y gesto tras gesto, bajo la lupa; si asignarse el deber de ganar cada partido solo no acaba siendo contraproducente y convierte al jugador más alegre que hemos visto en años en el alma en pena que deambuló por el Bernabéu; si exigirse una grandeza constante que ni siquiera Messi ofrecía a su edad es una presión imposible de soportar incluso para un portento.

Tal vez esa corona que se coloca pese demasiado. No porque no la merezca ni por lo que piensen los demás, que le da y le debe dar igual, sino por lo que piensa él mismo. Es tan autoconsciente de su genialidad y la exhibe tan abiertamente que se obliga a ser perfecto para acallar a los enemigos y, sobre todo, a su propia cabeza. Y cuando las cosas no salen, se frustra y se flagela. Es más sencillo manejar las expectativas ajenas que las propias. Lamine necesita aprender a ser humano para poder ser extraterrestre.

El Atleti descubre la diferencia entre ser rico y parecerlo (o que quieran que lo parezcas)

El Atleti descubre la diferencia entre ser rico y parecerlo (o que quieran que lo parezcas)

Uno de los grandes engaños del sistema es, en cuanto nos va decentemente, hacernos creer que somos ricos. Luego, conoces a un rico de verdad. Te ves en esa terraza más grande que tu casa, subes a ese coche que convierte a tu SUV japonés en un pigmeo o descubres que lo que tú llamas menú degustación, él lo llama menú del día y la ilusión se desvanece. Ricos son cuatro, el resto sobrevivimos. El Atleti lo descubrió en Londres.

Andrea Berta, director deportivo de los rojiblancos hasta el curso pasado, se encarga ahora de fichar para el Arsenal y ha pasado de comprar en el súper del barrio a hacerlo en el gourmet de El Corte Inglés. Del fuet (delicia infravalorada si se come a mordiscos, he de decir) al lomo ibérico. De inicio, Arteta puso sobre el campo tres novedades de este verano a 70 millones la pieza (Zubimendi, Eze y Gyokeres). Eso es gastar y no lo que el sistema nacional (madridista) se pasó todo agosto intentando vender: que el Atleti estaba gastando como Richard Pryor en El gran despilfarro (repasen los clásicos, amigos).

De los magnificados fichajes del Atleti, el más caro, Baena, costó 40 kilos y el segundo, Hancko (26), demostró en cada desencaje de cadera que le provocó Saka que por ese precio, en el fútbol actual, compras futbolistas competentes, no diferenciales. Bajo ningún concepto es un club humilde, pero está lejos de ser el millonario que se ha querido vender. Estas cosas hay que explicarlas a la hora de analizar lo que pasa sobre el campo.

Y lo que pasó en el Emirates, pese a la debacle final, fue que los de Simeone, guiados por su futbolista, este sí, diferencial (un Julián Álvarez fantástico), hicieron una hora de partido estupenda, pero el Arsenal fue en todo un poquito mejor. Lo suficiente. Lo que sólo pueden pagar unos pocos. Lo que define los partidos a este nivel.

Un poquito más fuerte, más profundo, más rápido, más hábil, más variado, más intenso, más influyente para que el árbitro pitase la falta inexistente del 1-0 y desmontó al Atleti... Y un poquito en todo y todo el rato, es mucho. Tanto como para atropellar a un rival fuerte que planta cara. Esa es la diferencia actual entre la Liga y la Premier y no hay partido trucho en Miami que lo solvente.

El Arsenal es un candidato a ganar la Champions. El Atleti es un animador. Jugando ambos bien, goleó el primero. El fútbol es mucho más lógico de lo que creemos.

¿Qué habita en la cabeza de Marcos Llorente? ¿Vamos a morir todos?

¿Qué habita en la cabeza de Marcos Llorente? ¿Vamos a morir todos?

Yo también habría preguntado a Marcos Llorente si cree que nos fumigan y por sus gafas de colores. No renuncio a ese titular ni a tiros, ya explicaré luego de alguna manera, sea acotación o contrapregunta, que son chifladuras. Parte del objetivo de una entrevista es mostrar al personaje como realmente es y en el caso de Llorente eso incluye el cucurucho de papel albal en la cabeza. Más discutible es que todo esto haya ocurrido en el ámbito de la selección, si quiere desvariar que lo haga en sus redes y no luciendo el escudo nacional, pero ya es tarde.

Marcos Llorente no es Javi Poves. Es un futbolista de verdad, uno muy bueno, uno que importa. El único motivo por el que hemos visto de plató en plató a Poves, que jugó 11 minutos en Primera y al que ningún aficionado habría reconocido hace dos años si coinciden en el ascensor, es su terraplanismo. Sin él, ningún medio de comunicación sabría de su existencia. Eso sí es irresponsable y promover la estulticia sin más objetivo que un clic o una décima de share.

Llorente es otra cosa. Sus entrevistas están justificadas por su trabajo, un lateral derecho que los mete de dos en dos en Anfield y es capaz de seguir corriendo tras jugar tres prórrogas. Si fuera tan convencional en sus respuestas como Andrés Iniesta, los periodistas seguiríamos queriendo hablar con él. No necesita convertirse en la versión rubia de Mel Gibson en Conspiración para que le hagan casito, lo hace convencido. No sé si es mejor.

Su dieta paleolítica, su andar descalzo y sus cafés con mantequilla no hacen daño a nadie y, viendo su estado físico superheroico, a él le funcionan. Y con las gafas a lo Paco Clavel, sin base científica pero inofensivas, empiezo a sospechar que el loco es el listo. Las vende a 200 pavos y la primera remesa se agotó en dos ratos. Se mueve en el ambiente perfecto para este negocio, uno con más pasta que libros. Media selección las ha comprado.

Con las estelas en el cielo ya empieza a preocuparme. No porque vaya a influir en los niños (los niños son mucho más inteligentes, los estropeamos luego) ni porque su fama vaya a convertir la estupidez en moda (spoiler: ya lo es), sino porque uno de los mejores futbolistas de mi equipo suelta que nos fumigan y remata: "Ese cielo no es normal. ¿Qué es? No tengo ni idea. Ojalá alguien salga a decirlo". ¡Ya han salido, Marcos, ya han salido! Se llaman científicos. Si no entiende esto, confía en que se aprenda una jugada de estrategia. Eso sí es grave.

Los monstruos en la cabeza de Vinicius

Los monstruos en la cabeza de Vinicius

Me desagrada (deportivamente) Vinicius. La verdad por delante. No me gustan sus gestos, su actitud, su falta de autoconciencia y autocontrol ni su innecesaria guerra permanente con el mundo exterior. Nada de eso hace menos ciertas tres verdades: ha sufrido bullying, racismo y desprecio en cada paso que ha dado desde que llegó a Madrid con 18 años y nada de lo que haya hecho o dejado de hacer justifica mínimamente que un chaval cuyo gran pecado es no saber ser simpático haya tenido que aguantar tal escarnio.

Tengo la sensación de que todo ese ruido se ha cargado al futbolista. Es imposible que vivir en constante estado de alarma no te haga mella y afecte a tu confianza, tu concentración y, finalmente, tu juego. El actual Vinicius, pese al veranillo de San Miguel del sábado ante el Villarreal, parece más cerca de perder el sitio en el Real Madrid (en el once, en el escalafón ya lo ha perdido) que de ganar un Balón de Oro. Mucho más cerca, de hecho.

El fútbol es un mundo cruel y primitivo en el que la empatía y el cuidado de la salud mental siguen estando bajo sospecha. Al intentar mostrarse desafiante de manera tan poco convincente, lo que hizo Vini fue enseñar una grieta hacia su psique por la que han corrido a colarse desde el primer rival hasta el último hincha, de Maffeo y Gavi a Giuliano y Koke. Todos han atacado la herida y la mayoría han logrado hacerla más grande.

Viendo en el campo el derbi de hace diez días, no quedaba casi nada de aquel Vinicius al que tantas gradas insultaron como vulgar método de esconder el pánico. No es que ya no despierte miedo, es que, como aficionado del equipo contrario, te pasas el partido deseando que le den la pelota a él porque así el Madrid no ataca con los realmente peligrosos. Que Koke, perro viejo, le sacara absolutamente del partido (sus desquiciados últimos 15 minutos fueron duros de ver) con un comentario tan naif como que Mbappé le ha comido la tostada demuestra el estado de nervios e inseguridad en que se encuentra el brasileño.

¿Tiene remedio? En el Madrid, difícil. El talento es tan innegable como que es inferior al de Mbappé y eso no va a cambiar ni, por más gestos bienintencionados que haga, va a dejar de afectarle. Vinicius ha nacido para ser Jekyll, temible y protagonista, y la mutación forzosa en Hyde, discreto y complementario, va contra su naturaleza. Y mientras él lidia con esos fantasmas, los tiburones del resto de equipos seguirán oliendo sangre y atacando. ¿Es justo? ¿Es loable? No, pero ese es el mar real y se está ahogando.

Antoni Daimiel: "Me gusta muy poco el periodismo deportivo que se hace hoy en día. El mal periodismo se ha despenalizado y ya todo vale"

Antoni Daimiel: “Me gusta muy poco el periodismo deportivo que se hace hoy en día. El mal periodismo se ha despenalizado y ya todo vale”

Antes de comenzar esta serie de entrevistas a periodistas deportivos que hoy termina, acordé con Antoni Daimiel (Ciudad Real, 1970) que, como mi amigo más cercano en la lista, iba a ser mi llamada de emergencia. Si alguna semana me dejaban colgado en el último momento, activaría la Daimiel-señal: "En dos horas, en cualquier bar". En un mundo ideal, no sería necesario y la leyenda (a su pesar) que lleva 30 años personificando la NBA en España clausuraría la sección. Contra todo pronóstico, ha sucedido. "Es un honor. ¿Qué has descubierto?", me pregunta.

He descubierto que hay periodistas estrella sinceramente humildes que no quieren aparecer, otros con la piel muy fina que montan guerras imaginarias porque alguien les critique en una entrevista o en una columna, algunos demasiado presumidos como para aceptar el primer plano de la foto y que (para esto necesité múltiples intentos) si quedas con José María García, llévate un libro porque hay serias posibilidades de que no aparezca. También, que la gran mayoría son tipos y tipas normales que sienten devoción por el oficio. Es difícil sacar conclusiones de 55 entrevistas a gente tan dispar, pero ahí van tres: la admiración por Michael Robinson es unánime, Roberto Gómez siempre estaba allí y es increíble la cantidad de periodistas deportivos que aseguran que trabajarían gratis o que han inventado algo.

¿A ti, como lector, qué te ha llamado la atención?
Que el panorama de la profesión es, más o menos, el que esperaba. Ahora el periodista deportivo ya es un personaje y sus opiniones llaman mucho la atención al aficionado, a quien consume a ese periodista deportivo, pero a mí lo que más me ha gustado es que las entrevistas han confrmado la idea que tenía de cada uno de los protagonistas. No ha sido un efecto sorpresa, sino un efecto satisfacción por ver que acertaba en mis valoraciones previas. Y, sí, en efecto, queda claro que el ego es grande en este oficio. Y en parte lo entiendo.
¿Por qué?
Incluso muchos de los que han tenido una carrera merecedora de salir en esta sección han pasado malos momentos y digamos que eso pide una reivindicación cuando se les da la oportunidad. Hay una idea común en casi todos los periodistas deportivos: todo el mundo piensa que ha entregado su vida a esto y que es algo más que una profesión. Quieren reivindicar, diría que hasta lógica y justamente, que se han ganado todo lo que han logrado.
¿Es también más que una profesión para ti?
No [risas]. Para mí ha sido sólo una profesión que, viendo cómo me ha ido, obviamente me ha gustado mucho tener y me ha dado un muy buen nivel de vida, pero he realizado un ejercicio permanente de pensar que es un trabajo como otro cualquiera. Me ha ayudado el hecho de haberla conocido, desde que empecé, poco dignificada comparada con otras profesiones. Al final, uno busca referencias de gente de tu generación y yo veía que mis amigos que habían estudiado Económicas o Químicas, a los cuatro o cinco años de empezar a trabajar, estaban mucho más estables y mejor situados que yo. Eso te hace ver la profesión con todos sus problemas y sus grietas. Es algo que me he esforzado en tener siempre presente, cosa que no he visto mucho alrededor, la verdad. Los periodistas deportivos a los que les va bien han estado en un parque de atracciones sin fijarse en cómo estaba el del llavero de los coches de choque y todo lo que tiene que cargar y arrastrar.
Siempre has sido bastante pesimista con el periodismo deportivo.
Sí y los acontecimientos me siguen dando la razón. Recuerdo que, cuando era muy niño, escuché a uno de mis tíos decir que es mejor ser optimista que pesimista porque, aunque acaben igual, el optimista mientras tanto lo ha pasado mejor. Bueno, pues yo no me lo he aplicado, no he querido dejarme llevar y soy pesimista en general, no solo con la profesión. La mayor parte de las cosas que veo en la sociedad no van como yo esperaba o como pienso que tienen que ir cuando estamos en un proceso teóricamente evolutivo de la especie.

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Has ido dejando trabajos estos últimos años.
Sí. No quiero caer en una reivindicación que sería todo lo contrario de las que he leído en tu sección, pero en cierto modo, sin darme importancia ni pretender decir que soy mejor, sí reivindico mi diferencia porque es verdad que es poco habitual que un periodista deportivo deje motu proprio trabajos que económicamente eran muy rentables, como ser analista de la SER yo participar en ‘Colgados del aro’. La gente se asombraría porque eran lugares donde me pagaban muy bien, pero decidí dejarlos precisamente para tener más tiempo para mí. Y no es fácil ni es habitual. Es verdad que tengo el colchón de Movistar, pero tarde en hacerlo incluso un año o dos más de lo que pretendía porque cuesta mucho, la verdad.
Venga, ¿qué has inventado tú?
No he llegado a eso de manera individual, pero sí formé parte de un equipo que creó una manera de hacer deporte en televisión cuando arrancó Canal+, sobre todo con lo que hicimos en ‘El Día Después’. Alfredo Relaño nos mandó a varios imberbes con un operador de cámara a viajar por España y ver qué se nos ocurría. Ahí sí éramos conscientes en tiempo presente de que se estaba haciendo algo nuevo y nos cautivaba, nos entusiasmaba. Luego íbamos viendo cómo otras cadenas, por ejemplo Telemadrid que era muy potente entonces, nos copiaban y eso nos llenaba de satisfacción y nos retroalimentaba para seguir así. Ahí sí tengo esa idea de ser parte de una revolución pero era una cosa colectiva. De esa época, y no porque tenga muy buena relación con él, Maldini sí fue un pionero que inventó algo, el periodista como comentarista. Él rompió esa barrera y yo luego me inspiré bastante en eso cuando cogí la NBA. Soy consciente de que quise tirar por ahí tras ver a Julio.
¿Por qué dejaste de cubrir fútbol?
Se me hacía demasiado selvático el mundo del periodismo de fútbol, había demasiado codazo, y no era fácil sobrevivir. Había que estar con el machete en la mano y yo siempre he buscado un poco alejarme de los conflictos y dedicarme a realizar mi trabajo tranquilo. Siempre pensé que eso era más fácil de conseguir como especialista de otro deporte. Recuerdo que en aquella época aconsejé a Nico Abad varias veces que se volcase en el tenis, que le gusta mucho. Entonces, cuando surgió la oportunidad de dedicarme al baloncesto lo vi como una salida más que digna y, sobre todo, muy saludable.
¿Cómo era por dentro aquella redacción fundacional de Canal+ en la que tantos novatos acabaríais siendo estrellas?
Creo de verdad, y trato de ser justo y que la nostalgia no me condicione, que fue muy bonito y, desde el punto de vista profesional, muy satisfactorio. Se hicieron cosas muy buenas. A veces Alfredo Relaño, que fue el instigador y el líder de aquello, ha hablado de cómo formó aquella redacción y mi sensación es que fue un experimento. No había garantías de continuidad ni de que triunfara ni de que se estableciera. De hecho, todo el mundo pensaba que nadie iba a pagar por la televisión en España, pero, claro, yo tenía 20 años y ni pensaba en eso ni caía en esa cuenta, sólo lo pasaba muy bien y disfrutaba. Esos sí fueron años de disfrutar trabajando, porque eres una esponja, estás en plenitud física y mental, te da igual no dormir, viajar, vas aprendiendo a una velocidad tremenda y además me encantaba la dinámica que estableció Relaño en la que el éxito tenía premio y el error no tenía castigo.
Hombre, algo os exigiría.
Sí, pero desde el sentido común y la comprensión. El verano estuve de becario, en el 91,y me encargaron una serie de cosas, Como todo el mundo se iba de vacaciones y eran muchas, no me dio tiempo de hacerlas todas. Además me quise escapar un fin de semana, que era legítimo cuando iba a trabajar todo el verano. El caso es que un periodista que llevaba varias cosas de las que yo me tenía que encargar, le dijo a Relaño que no había cumplido y que me echara. Relaño me llamó, me dijo que el tipo ese me quería echar y me preguntó qué había pasado. se lo expliqué y creo que le enterneció que yo tampoco me intenté defender, le expliqué mi versión y le dije que si me tenía que despedir, él vería, pero que yo había hecho todo lo que había podido. Un mes después me hicieron contrato. Andrés Montes siempre decía que Canal+ era trabajar en Disneyworld y que él había estado en la colina de la hamburguesa. Era todo bueno, la verdad.
¿Has tenido algún enemigo en todos estos años?
Conflictos directos, muy pocos, prácticamente nada. Ha habido gente con la que obviamente he tenido menos química y he sentido que algunos me han querido perjudicar, no sé si para pasar ellos por encima o porque les caía mal, pero he tratado de seguir mi camino. La dinámica de grupo, el estado de ánimo y todo esto que luego se ha hecho tan académico para los expertos de empresa y los coaches siempre ha sido importante para mí porque, precisamente, creo que fue la clave del éxito de aquellos primeros tiempos. Se pasaba bien, nos íbamos todos a tomar algo después de los programas y nos reíamos. Yo he tratado de llevar eso a todos mis trabajos. No puedo rajar a nivel individual de nadie, aunque tampoco tengo problema en decir quién me gusta más y quién me gusta menos.
¿Quién te gusta más y quién te gusta menos?
[Risas] Te la he puesto botando. Me gusta muy poco lo que se hace hoy en día en el periodismo deportivo, esa es la verdad. Creo que hay mucha gente joven que hace cosas que están bien, lo cual tiene un mérito extraordinario porque es gente que ya se ha criado con un modelo triunfante que para mí es negativo y, normalmente, el que se forma viendo que algo triunfa lo toma como modelo y se piensa que eso es lo que está bien. Hace ya unos años que se ha despenalizado el mal periodismo deportivo y ya todo vale. Incluso se trata de justificar de cualquier manera y de venderlo como un modelo a seguir. Y no, era mal periodismo antes y sigue siéndolo ahora.
Entiendo que te refieres al modelo que ha establecido ‘El chiringuito’.
Sí, pero no sólo ellos, lo ves por todos lados. Hablando de fútbol, que es lo más masivo, me gusta lo que trata de hacer y en muchos casos consigue Miguel Quintana, me gusta ‘La media inglesa’ y me siguen gustando, pero ya me cuesta mucho encontrarlas, las crónicas de eventos deportivos con un mínimo toque estético. En la radio, para qué mentir, todo lo que oigo me gusta poco. Estuve cuatro años en Onda Cero y doce en la SER y pienso que seguramente no di lo mejor de mí. Todo el mundo dice que la radio es mágica, pero yo no encontré el perfil bueno ni he sentido ese enamoramiento loco. No di el máximo nivel, pero precisamente tiene que ver con que no me gusta la mayor parte de las cosas que se hacen en ella.
¿Y en la tele? Trabajaste en Canal+ con los referentes máximos de dos corrientes opuestas: Michael Robinson y Josep Pedrerol.
La trayectoria de Michael Robinson, bien estudiada y estando muy cerca de él en muchos momentos, es realmente apasionante. Es cinematográfica porque él, aunque había jugado en el fútbol español y había hecho el Mundial de Italia en TVE, estaba vendiendo derechos deportivos cuando se le ocurre a Relaño ficharlo y llega bastante virgen. Relaño algo detectó y él, que era un tío muy listo, enseguida va construyendo su imagen. Michael era muy bueno argumentando por qué ese tipo de periodismo que a él le gustaba era el que valía, el que podía perdurar y el correspondiente a una tele de pago. Yo siempre he estado 100% de acuerdo con él en eso, pero creo que sólo se hubiera podido crear algo como lo que supuso ‘Informe Robinson’ por el estatus que él tenía. A ningún otro le hubieran dado ese presupuesto para hacer reportajes sin una recompensa inmediata. Y eso es un logro tremendo porque en el periodismo, como en todo, hay un camino muy sencillo hacia al éxito y otro más intrincado que supone mayores retos y es más difícil. El bueno es el segundo. El otro lo puede seguir cualquiera.
También hay que valer.
Hay que querer. Si quieres, valer es sencillo. En cuanto a Pedrerol, llega desde Barcelona dos o tres meses después de que entre yo e identifiqué enseguida que era un periodista de radio con todas las virtudes y defectos de ese periodismo. Su obsesión era buscar la noticia, lo cual no encajaba mucho con el Canal+ de la época. De hecho siempre hubo diferencias con el resto porque buscábamos cosas distintas. Estuvieron varios años juntos Robinson y él haciendo ‘El Día Después’ y funcionó, aunque muchas veces discrepaban. De todos modos, las mayores audiencias del programa fueron en la etapa anterior, cuando presentaban Robin y el Lobo Carrasco. Dentro de la casa había mucha gente que criticaba al Lobo porque no era un presentador, pero fue otra cosa que se inventó Relaño y funcionó muy bien. poner a dos futbolistas repartiéndose las tareas. Estuve mucho tiempo compartiendo mesa con él, nuestras pantallas de ordenador chocaban, pero nunca encajó del todo allí. Luego ha encontrado y ha construido un modelo más acorde con su personalidad y su manera de entender el fútbol, la profesión y la vida. Y le ha ido muy bien, se ha hecho de oro.
Pero a ti no te gusta.
No. He ido dos veces a sus programas y la primera vez me llamó mucho la atención que, estando en maquillaje, vi el reparto de papeles que hacían antes de empezar. Es más cercano al mundo de la interpretación que al periodismo y el análisis. Esa manera de hacer televisión deportiva ha tenido mucho éxito, es indudable, pero para mí eso no es periodismo. Ellos defienden que sí y, como se ha despenalizado ya todo en esta profesión, tal vez tengan razón y es periodismo lo que diga el que triunfa, pero yo creo que no debería ser así. Está todo preparado y a mí siempre me ha fascinado lo imprevisible. Por eso me cautivaban Andrés Montes y el Relaño que yo tuve de jefe. Con ellos, cada día te podías encontrar algo que ni imaginabas y eso me alimenta mucho. Lo que hace Pedrerol es todo lo contrario, un programa en el que antes de empezar ya sabes lo que va a decir cada uno. Eso sí, a la gente le engancha. La defensa que hacen es que, después de un día muy duro, la gente quiere evadirse y se sienta delante de la televisión a no pensar. Que la gente no piense al verte es una mala defensa. Como consumidor de deporte, mi principal objetivo es que me ayuden a disfrutar y a profundizar, pero entiendo que a lo mejor la mayor parte de la audiencia no busca eso. Es una pena y las consecuencias son graves.
¿Cuáles?
Lo que se ha conseguido es el frentismo absoluto, hasta tal punto de que la política nos culpa y dicen que la política se ha futbolizado. En parte, es cierto.
¿Te hubiera gustado hacer más fútbol o las veces que has metido el pie has salido espantado?
Todo lo que es tremendamente popular y masivo hoy en día te mete en un pozo de conflicto y de frentismo que no me interesa nada. En la época en la que hice de reportero para ‘El Día Después’ no era así y en la radio, tanto con Javier Ares en Onda Cero como luego en la SER, estuve a gusto y he pasado buenos ratos hablando, pero no me gusta que me que me aten, quiero tener la libertad de decir lo que pienso sin que me miren mal y con el fútbol eso es muy difícil. No hay una tolerancia para que puedas pensar lo contrario que la mayoría. Por ejemplo, con el Atlético de Madrid lo he sufrido. Es mi equipo, pero cuando he planteado críticas o dudas hacia Simeone la respuesta ha sido feroz. No me da nada hablar del Atlético en redes y ha habido mucha gente encargada de silenciarme, de que sea tan desagradable poner algo por todo lo que tengo que leer luego que al final decidas no decir nada. Ese ambiente y ese tono no me interesan, no los quiero en mi vida.
De todo eso te salvó la NBA, que ha acabado siendo tu vida.
Totalmente y qué bien, ¿no? Estoy muy contento de que la NBA haya acabado siendo la base de mi carrera pese a que ha sido muy exigente en cuanto a vida, salud y horarios, pero el balance es fantástico. Es una competición a la que admiro de verdad. Mucha gente me sigue diciendo que la defiendo porque vivo de ella, pero eso es relativo. No he vivido de la NBA, he estado en el borde del precipicio en varias ocasiones para dejar de cubrirla, por decisión propia o ajena, y hubiera seguido viviendo, a lo mejor peor, de otras cosas. He tratado siempre de ser libre en mis opiniones. Sobre todo, cuando ha habido una presencia importante de jugadores españoles en la NBA me he negado a ser la voz que trataba de dulcificar todo lo que hacían esos españoles y ponerlo todo por las nubes. He intentado ser bastante justo y poner siempre en valor la competición por encima de los jugadores o de lo que podía importar a determinados sectores. Me ha gustado mucho que desde el primer año vi que la audiencia de la NBA es muy diversa pese al tópico que dice que es para jóvenes. Desde los años 90 me están viendo abuelos.
¿Cómo se convierte uno en estrella saliendo en la tele a las dos de la madrugada?
El secreto es la permanencia. Al estar tanto tiempo, el que más y el que menos me ha visto aunque sea un minuto durante estos 30 años. Además he tratado de no tener demasiadas pretensiones de fama y ha sido muy reconfortante. La NBA es una competición muy rica en noticias, te da recompensas continuamente y tienes muchos temas de los que hablar. Es una gran competición siempre maltratada en los medios españoles porque la gente de orden, que es la que suele mandar, no son seguidores de la NBA porque están en reuniones a las 9:00.
¿Qué sería la NBA en España sin Antoni Daimiel?
Sería más o menos lo mismo. Hubiera estado otro en mi lugar, lo hubiera hecho diferente, cosas mejor, cosas peor, y lo habrían visto los mismos. Soy bastante escéptico con esto, no es una pose. Yo sólo voy a trabajar y lo intento hacer bien, sin más. No soy Montes, que desde el primer partido sabía lo que hacía y que su objetivo era popularizar la NBA con su estilo, su look, sus altos y sus bajos en las retransmisiones. Todo esto eran herramientas que utilizaba porque él quería trascender. Decía que lo había pasado mal en la profesión y quería aprovechar esa oportunidad de la televisión. Lo logró y lo hizo fantástico, pero yo nunca he tenido esos grandes planes.
¿Aún le echas de menos?
Todo el rato. Me encantaría comentar con él cada cosa que ocurre en el deporte, en la profesión y en la vida porque era muy original en sus opiniones y muy gracioso sin pretenderlo. Pienso en Andrés constantemente.
Antoni Daimiel posa para la entrevista en la sede de El Mundo.

Antoni Daimiel posa para la entrevista en la sede de El Mundo.Elena Iribas

¿Sigues dando vueltas a su muerte?
Sí. Han pasado más de 15 años, pero tengo muy presente aquel día. Era una época en la que nos veíamos bastante y hablábamos prácticamente a diario. Es curioso porque era su etapa en La Sexta y a nivel personal nos veíamos más que cuando éramos compañeros. El martes de esa semana estuvimos cenando en el asador Frontón. Le vi bien y, como hacíamos muchas veces, una vez fuera del restaurante estuvimos en la calle hablando hora y media, riéndonos y tal. El miércoles me llamó cuando yo volvía del trabajo a casa, pero el jueves no y me extrañó porque me llamaba casi todos los días. Como no soy muy proactivo, no le llamé yo, que es algo a lo que luego le he dado muchas vueltas. Pensé que estaría liado...
Y el viernes falleció.
Fue tremendo aquello. A las seis de la tarde, iba a salir, me estaba duchando y sonó el teléfono. Salí mojado y era un amigo para contarme que alguien que conocía a alguien de la agencia EFE, porque Andrés vivía enfrente de su redacción, le había dicho que había pasado algo con Montes. No sabía si era grave, pero andaba por allí la policía. Al principio lo dulcificas y, sabiendo que era un personaje, pensé: "A ver qué ha liado este. Habrá discutido con alguien en el portal o algo así". Seguí con el proceso para salir y a los diez minutos la misma persona me llama y me dice que ha muerto Andrés. Me quedé congelado, sin saber qué pensar ni qué hacer. Me vestí rápido y no se me ocurrió otra que ir a su casa. Acababa de pasar, no era público y me llamó mucho la atención que, no sé si antes que yo o a la vez, el primero en llegar allí fue Roberto Gómez.
Habían sido buenos amigos.
Sí, desde muy jóvenes. Me parece terrible que todavía están por YouTube las imágenes en las que se ve el cadáver de Andrés saliendo en camilla del portal de su casa. Todo fue una conmoción y esa noche, como homenaje, nos reunimos sus amigos a cenar en un VIPs del que había sido cliente habitual porque estaba al lado de la antigua redacción de Antena 3 Radio. El tanatorio se prolongó todo el fin de semana y fue súper confuso. Nadie explicaba nada de lo que había pasado. Yo sabía desde el primer día que trabajé con él que estaba muy delicado de salud porque lo iba proclamando a los cuatro vientos. Año y medio antes le había visto bastante mal, recuerdo siempre que quedé un día a comer con él y le costaba caminar por una patología cardíaca, pero le operaron y mejoró bastante. Sin embargo, en la época de su muerte estaba aparentemente bien. Se creó un clima de confusión, estaban empezando las redes sociales y todo el mundo especulaba.
Hubo muchas teorías de la conspiración.
Ha sido un tema que yo no he querido revolver ni preguntar casi. Prefiero quedarme con su mejor imagen y pensar que su vida finalizó mucho antes de lo que le correspondía, aunque él llevaba años preparándonos. Trece o catorce años antes de su muerte, en un avión a San Antonio, me dijo que tenía las tres enfermedades con mayor causa de fallecimiento en España [cáncer, infarto y diabetes] y yo me pasaba los viajes a Estados Unidos preocupado porque comía demasiado. Se medía el azúcar en sangre, le salía disparado y yo pensando en cómo hacer el trámite de que se me muriera allí [risas]. Era un personaje tremendo. Dos o tres meses después de fallecer, comí con sus hijos y Nelson, que ahora es médico, me contó que estaba bastante molesto por todas las teorías de la conspiración que había y me ratificó que había sido muerte natural.
Te has posicionado a menudo social y políticamente, que es algo que muy pocos periodistas deportivos hacen.
Y me forran y me castigan por ello. Nunca he pretendido mojarme públicamente con estos temas porque no soy un experto y vivimos tiempos en los que hace muchísima falta que de cada cosa hablen los que saben porque si no vamos a ir muy mal. Siempre defendí las redes sociales y ya estoy entrando por el embudo por el que han pasado muchos de pensar que nos quitan más de lo que nos dan de largo. He mantenido muchos años que la cuenta final salía en positivo, que me gustaba lo que aportaban, pero ya no lo creo. Las grandes tecnológicas al final son las dueñas de estas plataformas, de los estados de opinión y de la ideologización de la gente y ni siquiera los países soberanos son capaces de ponerles freno. Entonces, como no experto, nunca he querido hablar de política públicamente, pero hay cuestiones sociales que nos afectan a todos y en las que como ciudadano voy a defender mis ideas.
¿Por qué has dicho que te castigan por ello?
Lo que más me perjudica a nivel de opinión pública es una cosa que ocurrió en ‘La resistencia’ hace seis o siete años. En realidad yo no lo quería contar y mucha gente muy cercana a mí no lo sabía, pero David Broncano me lió con lo de cuánto dinero tienes y, para dar una explicación de por qué tenía poco, se me escapó contar que tenía un piso alquilado que el inquilino no me pagaba hace años y que como la presidenta de la junta de vecinos me decía que eran unas bellísimas personas pues les dejaba seguir allí como una obra solidaria, igual que soy de Ayuda en acción. Lo conté en ese tono afable que tenía el programa, pero me ha traído muchos problemas.
¿De qué tipo?
Se sigue haciendo viral en TikTok un corte bastante sesgado de aquella anécdota y me han amenazado de muerte por ese vídeo. Lo mezclan todo, que si defiendo la okupación, que si la inmigración… Me insultan mucho. Hablar es meterse en un problema, pero obviamente tengo mis ideas y mis convicciones y si alguien me pide la opinión sobre un asunto importante, se la voy a dar porque tampoco voy a estar escondido en una cueva por temor a que haya, como decían las abuelas, otra guerra. Últimamente he pensado bastante sobre esto de las ideologías y el periodismo deportivo.
¿El qué?
¿Por qué en deportes no hay diferencia entre si un medio es conservador, progresista, alternativo, mainstream…? Todos hacen lo mismo. ¿Cuál es el proyecto de los medios deportivos en función de su ideología o de su talante? Ninguno. Son todos iguales, no hay ideas, no hay propuestas, no hay principios. No dice eso mucho bueno del periodismo deportivo.
¿Cómo has llevado una carrera tan exitosa con tan poco ego?
Creo que como he tenido desde el primer día en este trabajo la sensación de estar en el alambre, nunca me he creído nada. Siempre he pensado que me podía caer en cualquier momento porque veía que era una profesión inestable, poco agradecida y poco digna en general. Pensaba: "Aquí cambian de jefe y me quitan" o "cualquier día me agobio y me voy". Además me han dicho tantas veces en los despachos eso de que hace mucho frío fuera que al final cala. Es curioso porque está inseguridad no la he visto mucho a mi alrededor, los periodistas tienden a tener mucha confianza en sí mismos, pero yo no me he permitido nunca pensar que esto me lo he ganado yo o qué bien lo hago cuando a lo mejor al día siguiente estaba en la calle. Y además, como te decía al principio, esta es una profesión como otra cualquiera, no hay ningún motivo para sentirse especial.
Algo te enorgullecerá. Por ejemplo, todos los grandes del baloncesto español, de Pau Gasol a Ricky Rubio, han reconocido públicamente que te admiran.
Mira, hay una cosa que sí amenaza seriamente con alimentar mi ego desde hace unos años. Me encanta y es una sensación muy placentera que vengan a saludarme o a pedir una foto chicos y chicas adolescentes. Vivimos una época de una separación generacional tremenda y ver que aún les llego es una gran satisfacción, la verdad. Cuando sucede, siento que algo habré hecho bien. En cuanto a los jugadores, la lectura que le doy es que llevo haciendo esto demasiado tiempo. Pau, cuando jugaba en los Lakers, contó que de chaval tenía un póster de Jordan porque creció viendo las finales de Chicago comentadas por Montes y por mí. La verdad es que, si lo piensas, que una gran estrella del deporte diga que sus primeros inputs de la liga en la que acabaría jugando los tuvo gracias a lo que tú le contabas, te estremece un poco. Lo que más me gusta es que todos me han mostrado respeto profesional, de eso se trata.
¿Eres un periodista mucho más valorado por el público que por la profesión?
Creo que sí y estoy contento de que sea así. Salvo el 1% que me amenaza de muerte en redes por lo del inquilino o por Simeone, siento el cariño, la valoración y el respeto de la gente, pero no tanto de la profesión. He sentido muchas veces la displicencia de colegas, en plan: "Este es el que comenta la NBA, no me interesa lo que dice ni lo que hace, pero no me molesta. No juega en mi liga". Luego, en las empresas, uno se va dando cuenta según pasan los años de que los que toman las decisiones no tienen el conocimiento ni las capacidades para hacerlo correctamente porque el periodismo no coloca en esos cargos a los perfiles ideales. Los que creamos contenidos para los medios rara vez dirigimos. Hemos estado liderados por gente de financiero o de marketing que no tienen capacidad para decidir sobre algo que sigue siendo fundamental en el periodismo y el entretenimiento: los contenidos.
Desde que te conozco, y aún éramos jóvenes, te has querido jubilar. ¿Cómo llevas las cuentas?
Van muy bien, con suerte no me queda mucho. Mira, durante mis primeros años, esta conversación la tenía con Maldini y con Nico Abad cuando vivíamos juntos…
¿Con 25 años ya pensabas en jubilarte?
[Risas] No en jubilarme, pero llevaba ya cuatro años o cinco trabajando en la tele y ya pensaba que mi destino ideal era ser cronista deportivo de un periódico de provincias. Claro, era el año 94 o el 95 y no anticipaba las dificultades que esperaban a la prensa de papel, pero soñaba con esa vida agradable y cómoda. Siempre he sido bastante misántropo de no querer estar rodeado de mucha gente ni del bullicio de la gran ciudad. En esos años lo estaba disfrutando, pero pensaba que mi gusto por todo aquello se iba a acabar enseguida, como así ocurrió, y como me he criado en Valladolid, una ciudad con fútbol, baloncesto, balonmano y rugby, me imaginaba siguiendo a los equipos y viviendo tranquilo en una ciudad de provincias. Esa era mi ambición inicial. A los pocos años empecé a ver las prejubilaciones de las reconversiones industriales y cambié de plan. Además, he tenido casos cercanos de gente que se jubila muy tarde y se muere al mes y yo quiero que me quede todavía una parte importante de vida en la que desenvolverme sin el compromiso del trabajo.
¿Cuánto calculas que te queda en activo?
Tengo dudas con las cuentas porque tengo un niño muy pequeño y eso te hace ser más conservador, pero creo que es cuestión de muy poco tiempo. Una o dos veces al mes durante el último año, me envalentono y cuando me ofrecen algo digo que no. Yo lo que quiero es no trabajar y asomarme al escenario de no tener compromisos, ser dueño de mi agenda y levantarme cada día pensando que voy a hacer lo que yo quiera. Sólo eso.
Paloma del Río: "Mujer y lesbiana en periodismo deportivo... Tengo un impermeable para los ataques"

Paloma del Río: “Mujer y lesbiana en periodismo deportivo… Tengo un impermeable para los ataques”

El mes pasado, Paloma del Río (Madrid, 1960) recogió cuatro premios. En junio sólo recibirá tres, quizás por la llegada de las vacaciones o tal vez porque se empiezan a acabar los que no tiene. Es su día a día desde que se jubiló, en 2023, como una de las periodistas más prestigiosas de España pese a no haberse dedicado nunca a un deporte de masas. Estrella a base de narrar gimnasia artística, rítmica y patinaje, no entraña ningún riesgo decir que ni ha habido ni habrá un caso igual.

"Es muy agradable que te llamen de los sitios más variopintos para darte un premio, no te voy a mentir. Me lo he pasado muy bien con mi carrera, la gente se lo ha pasado también bien conmigo y ahora estoy recogiendo la recompensa", explica.

¿Sentiste este reconocimiento cuando estabas en activo?
Sí, hubo un antes y un después de los Juegos de Atlanta del 96. Llevaba desde el 86 en TVE y en el 87 empecé a hacer las transmisiones. Heredé de Olga Viza la gimnasia artística y de María Escario, la gimnasia rítmica. Siempre he sido la heredera en TVE: luego heredé también el patinaje artístico, la hípica y una parte del voleibol. Enseguida me di cuenta de que, si hablábamos muy técnico, a la gente no le llegaba. Se lo dije muchas veces a Juan de Dios Román con el balonmano: "Me encantan tus explicaciones, pero no las pillo". Hay que bajar los deportes a tierra para la gente que está en su casa o en el bar, aún más con los deportes tan técnicos que he tenido yo. O los explicas con un lenguaje que la gente entienda o no vamos a ganar clientela.
¿Eso es lo que produjo el cambio en Atlanta?
Empecé a hablar como se lo contaría a la persona que tengo al lado. Eso me lo dijo una vez Lorenzo Milá: "Me da la sensación de que estamos en el salón de casa y me lo estás contando a mí". Esa era la idea, con la espontaneidad de que se note si me enfado, si me alegro, si me emociono o si lloro. No reprimo mis emociones cuando retransmito para que la gente pueda tener las mismas o más y se lo pase bien.

Para saber más

En los deportes que no tienen muchísimos aficionados pero sí muy fieles, eso a veces molesta.
Me pasó en la gimnasia artística y la rítmica. Los puristas me criticaban que no dijera el nombre de los elementos, aunque sí lo decía de vez en cuando. Rafael Recio me dijo una vez: "Paloma, me estás hablando de un markelov y yo no sé lo que es eso, puede ser un dulce búlgaro". Tenía razón. Son términos para el 0,01% de personas que se saben el código de la gimnasia, pero los 48 millones de personas restantes no me entenderían. Así que los puristas se enfadaban y me criticaban por no saberlo. Pues sí lo sé, pero no te estoy hablando a ti, sino a la mayoría.
¿Hasta Paloma del Río tiene haters?
Sí, sí, alguno hay que se ha alegrado de que me haya jubilado. Espero que no muchos.
Esa es una ventaja de dedicarse a deportes minoritarios.
Pero a cambio dificulta mucho lograr que se te reconozca. Para el gran público, la gimnasia y el patinaje son deportes que aparecen cada cuatro años y luego nos meten a los comentaristas en el congelador hasta los siguientes Juegos, como si no hubiera competiciones todos los años. Pero en Teledeporte no cabe todo, las teles privadas no los cubren y prensa y radio tampoco salvo que salga una Almudena Cid o un Javier Fernández. Pero mira lo que ha pasado este año, TVE no ha comprado los derechos del Europeo de gimnasia artística ni el de rítmica por un problema presupuestario, hemos ganado tres medallas y no se ha visto.
¿Te preocupa que, ya sin tu fuerza dentro, TVE olvide tus deportes?.
En realidad fue una de las cosas por las que me jubilé anticipadamente porque, en 2021, terminó el contrato para emitir patinaje artístico y no lo renovaron. Me quedé con menos contenido, vi cómo estaban evolucionando las cosas y preferí no vivir el declive. La Ley de financiación de 2010 fue un desastre para TVE porque eliminó la publicidad y el recorte presupuestario ha sido brutal desde entonces. Me jubilé en septiembre de 2023 y en esos 13 años sólo hice nueve transmisiones fuera del locutorio, ni una por año. Evidentemente todo se vuelca en el fútbol, ellos viajan y fenomenal, pero ahí hay una serie de periodistas que fuimos encerrados en un locutorio y eso termina por minarte.
Y decidiste irte.
Sí, sin rencor. Ya había hecho nueve Juegos de verano, siete de invierno, Mundiales de gimnasia, de rítmica, de patinaje, he sido desde becaria hasta directiva... El recorrido es brutal. Estoy satisfechísima de mi trayectoria profesional. ¿Qué incentivo era esperar a que llegase el campeonato de Europa de gimnasia para sonorizarlo? Nada, que venga el relevo. Yo ya tengo los años cotizados, el físico me aguanta bien y ahora puedo tener una vida tranquila y feliz. Lo que pasa es que es una deriva preocupante porque TVE ha sido absolutamente vital para la supervivencia de muchos deportes en España, deportes que luego dan medallas. Sin visibilidad en la tele no hay inversión de patrocinadores y eso repercute en los medios y en los resultados.
Eres periodista por inercia. De hecho, tu primer trabajo fue de auxiliar de clínica.
Así es. Terminé BUP y no tenía ganas de estudiar, no me veía con fuerzas. Entonces hice un curso de auxiliar de clínica, unos cursos de inglés y cuando terminé entré en la Ruber, primero en prácticas y luego en el turno de noche de la UVI, de 22:00 a 8:00, días alternos. Ahí, con más fuerzas y con la calma que me daba la tranquilidad económica decidí retomar mis estudios. Hice COU en una academia y tras la Selectividad no sabía exactamente qué quería hacer: Periodismo, Psicología o Ciencias Políticas. Decidí ya en el rectorado para pedir plaza, pero siempre me ha gustado. Me mata la curiosidad. Con ocho o nueve años siempre dormía con una radio debajo de la almohada pendiente de lo que pasaba. No sabía que quería ser periodista, pero estaba ahí dentro.
Eso en cuanto al periodismo, ¿y al deporte cómo llegaste?
Eso me gustó siempre. Íbamos juntos a clase en la universidad Vicente Vallés, Fran Llorente, Fran Sevilla, Miguel Ángel Nieto y Teresa Viejo y en primero ya sabíamos todos lo que queríamos hacer. Fran y Vicente, información; Teresa, cultura; Nieto y Sevilla, internacional y yo quería estar en deportes. Cuando llegué a TVE, el tutor de los becarios nos preguntó qué queríamos hacer y yo le dije que deportes. Se sorprendió muchísimo. Hay que ponerse en 1986, cuando las mujeres era rarísimo que quisiéramos hacer esto. Estaba Julián García Candau de director de Deportes y Fernando Ors, de subdirector y les pedí el turno de tarde porque me permitía compatibilizarlo con la noche en la clínica y dormir por las mañanas. Aceptaron y aquí estamos.
En los años previos, habían entrado en TVE Mercedes Milá, Olga Viza y María Escario. Sois las periodistas que rompéis ese techo de cristal del deporte en la tele.
Sí. Es curioso porque somos amigas, lo hemos hablado muchas veces y tenemos ideas distintas de lo que pasó. Mari Carmen Izquierdo fue la pionera y María Antonia Martínez hacía baloncesto. Luego, en Barcelona entraron Olga y Mercedes y en Madrid, Elena Sánchez, María y yo, que llegué la última de esa generación. Yo siempre tuve la sensación de que teníamos algunos jefes, por ejemplo Fernando Ors o Rafael Marichalar, que no estaban acostumbrados a que hubiera allí mujeres y no les gustaba, pero María, por ejemplo, dice que ella no lo vivió así. Yo sí sentí que nos miraban como diciendo: "¿Qué hacen estas aquí? Esto es de hombres, como el Soberano".
¿Cómo lo llevabas?
Me daba igual, no me iban a espantar. El periodismo deportivo en aquella época era hecho y consumido por hombres y era raro que una mujer vocacionalmente quisiera estar allí, pero yo quería. Siempre pensé que por qué no iba a poder estar yo allí. Luego, los prejuicios se difuminaron en el momento en el vieron que teníamos un conocimiento, nos encargaban cosas y las hacíamos perfectamente. Vas funcionando, vas resolviendo y se acabó esa sensación, pero costó mucho trabajo porque estábamos entrando en un terreno en el que a ellos no les gustaba que entráramos, el periodismo deportivo era su terrenito y su parcelita. Pero entramos, peleamos, funcionamos y, gracias a aquello, ahora está completamente normalizado.
Nada normalizaba algo en los 80 como verlo en la tele.
Exacto. La televisión era la que te daba la visibilidad, porque en radio y en prensa escrita había mujeres haciendo deportes y prácticamente pasaban inadvertidas. Sin embargo, el hecho de que apareciéramos todas nosotras en pantalla supuso un impulso. De hecho, a partir de ahí muchas mujeres entraron en las universidades queriendo ser periodistas deportivas. Nos vieron como un espejo. Ese grupo de mujeres que estuvimos en los años 80, antes de que llegaran las privadas y las autonómicas, nos convertimos en referentes y es un orgullo enorme.
Olga Viza considera que aquel periodismo no era tan machista como se cree, que incluso observa una involución.
Había de todo, como lo sigue habiendo. Yo tuve claro desde el primer día que cualquier embestida de tipo machista la iba a parar. Por ejemplo, cuando no llevaba mucho, uno de mis jefes pasó por mi lado y me tocó el pecho con total naturalidad. Eso pasaba en esa época, pero desde luego yo no tenía ninguna intención de que volviera a repetirse, me enfrenté a él, le dije que estaba fuera de lugar completamente, que las mujeres no tenemos que estar soportando esas cosas y le dejé claro que no me iba a arrugar. Le dije allí en medio que yo iba a ser periodista deportivo igual que ellos, que era vocacional y que no me iban a asustar. A partir de ahí me dejaron en paz. No entendía esa reticencia que no existía en Nacional o en Sociedad. En realidad yo sabía más de deportes que muchos de ellos, lo que pasa es que en España el conocimiento deportivo es el que es.
Se habla de periodismo deportivo y es periodismo futbolístico en la mayoría de casos.
Claro. Todavía hoy, cuando voy a universidades, veo que todos se enfocan en un conocimiento amplísimo del fútbol, pero les preguntas quién es el presidente de la Federación de Atletismo, quién preside el COE o cuántos españoles hay en el COI y no saben de qué les hablas. Nos bombardean con el fútbol, pero si quieres saber de deportes tienes que saber de otras muchas más especialidades, hay 66 federaciones en España. Luego exigimos resultados, pero yo estaba en posiciones de comentarista de Juegos Olímpicos, venían periodistas de otros medios españoles a cubrir una medalla y te pedían que les explicaras las reglas. Les echas un cable, claro, pero es un problema de falta de cultura deportiva.
Un especialista en un deporte del que no se habla frecuentemente es caro. TVE ha sido su refugio.
Sí, y cada vez menos. Los recortes desde la ley de financiación de 2010 han sido salvajes y TVE ha sobrevivido peleando mucho, pero las grandes películas, los grandes deportes y las grandes series, como ‘El Ministerio del Tiempo’ o ‘Águila Roja’, han desaparecido. Antes en la sobremesa poníamos una película de Hollywood y ahora cualquiera sueca o alemana. En deportes teníamos los cuatro grandes de tenis, las tres grandes de ciclismo, la Premier League, el Seis Naciones, las motos… Hemos tenido que dejar de lado tanta cantidad de derechos que cada vez se necesitan menos especialistas.
Paloma del Río, en su casa de Madrid.

Paloma del Río, en su casa de Madrid.Ángel Navarrete

Te lo sabes bien, se nota que fuiste directora de Programación deportiva muchos años. ¿Disfrutaste de la faceta de ejecutiva?
Hay de todo. Se disfruta a la hora de intentar conseguir los mejores deportes y hacerlos populares a través de Televisión Española, pero cuando estás negociando y desde la dirección económica te dicen que no hay dinero o cuando tienes que decirle a compañeros que no se va a comprar su deporte o que no podemos viajar y va a retransmitir desde un locutorio, no es agradable. Espero que durante los años que estuve como directiva entendieran que la Paloma del Río redactora les entendía, pero no podía hacer otra cosa sin dinero. Está bien hacerlo una temporada porque te das cuenta de cómo se ve la vida desde dentro del despacho y de lo ingrato que es a veces, pero como periodista he sido mucho más feliz.
Hemos hablado del machismo, pero has roto otra barrera en el periodismo deportivo: la homosexualidad.
Sí. Fíjate que a nivel interno todo el mundo sabía que yo soy lesbiana. Siempre lo traté con naturalidad e igual que mis compañeros hablaban de su vida, de su fin de semana o de su pareja, yo hablaba de la mía. Pero eso era a la cara, luego estaba el cinismo y la hipocresía de muchos de mis compañeros cuando yo no estaba delante. Como en la vida todo te vuelve, me llegaban las obscenidades y las tonterías que decían de mí los mismos que me preguntaban luego qué tal mi vida.
¿Qué decían?
Burradas y vulgaridades. Buen rollete a la cara y a ponerme a parir al doblar la esquina. Durante años, cuando íbamos a Palma para cubrir la Copa del Rey de vela, el comité organizador nos cogía un hotel muy cerca para todo el operativo y, como eran habitaciones dobles, todos íbamos con alguien: tu novio, tu novia, tus hijos, tu hermano… Y a todo el mundo le parecía bien. Un año llevé a mi pareja, sólo uno, y me denunciaron al sindicato. Hasta ese año no le había molestado que lo hicieran los demás pero, claro, era una mujer. Esa era la realidad tras las buenas caras.
¿Cómo lo llevabas?
Me daba igual. A final, mujer y lesbiana en el periodismo deportivo… Tengo una especie de impermeable y me resbalan los ataques. Cuando estás 38 años con un micrófono y hablando para mucha gente ya sabes que lo que hagas y lo que digas no le va a caer bien a todo el mundo. Entonces tienes que hacer un proceso de filtrar todo y elegir las opiniones que importan, en lo profesional y en lo personal.
¿Cómo puede ser que no haya ningún gay reconocido en el fútbol masculino de élite?
Poco antes de jubilarme hice una serie que se llama "Ya no quiero esconderme". Son tres capítulos sobre el deporte y el colectivo LGTBI, uno dedicado al fútbol, otro al olimpismo y otro al deporte minoritario. Para los dos últimos teníamos tantos deportistas, hombres y mujeres, que tuvimos que descartar protagonistas, pero para el de fútbol sólo encontrábamos mujeres. Es increíble y estadísticamente no es posible. Los únicos chicos futbolistas que han salido lo han hecho cuando se han retirado o cuando no estaban en equipos de primera línea y cuando otros, como Borja Iglesias, muestran apoyo al colectivo, los machacan. Así que imagina si uno dice que es homosexual… Volveríamos a los tiempos de 70.000 gritando "Guti, maricón" o "Míchel, maricón". Y emocionalmente es muy difícil enfrentarte a eso y, probablemente, no te compense.
En el periodismo deportivo masculino, la ausencia es igual de llamativa.
Es otro reducto en el que algo tan normalizado en otros sectores de la sociedad como es la homosexualidad parece que sea mentar la bicha. Ese miedo es una cuestión de actitud personal y de ganas de tener una vida tranquila, pero es que yo la tengo absolutamente tranquila, sin ningún problema, y tener que ocultar quién eres realmente es un problema. Jugar un doble papel debe de ser cansadísimo. De hecho, he leído estudios que demuestran que en las empresas que muestran una sensibilidad especial hacia el colectivo LGTBI se trabaja mejor y se rinde más porque nadie tiene que estar pendiente de a ver qué digo, a ver si se me escapa, a ver qué van a decir. Crear un espacio seguro es bueno para todos.
El deporte femenino lo es mucho más.
Claro, porque en el mundo del deporte hay pocas referencias, pero quienes dieron la clave y derribaron barreras volvieron a ser las mujeres. Claramente, Billie Jean King y Martina Navratilova fueron las primeras en tener el valor de liderar este movimiento.
Ahora que llevas dos años jubilada, ¿cómo ves el periodismo deportivo desde la distancia?
Sigo viendo una alarmante ausencia de información polideportiva. Entiendo el negocio empresarial que supone hablar de fútbol, porque todo es fútbol, los patrocinadores se unen a los programas que tienen fútbol y las audiencias son mejores en todo aquello que lleva fútbol, pero hay programas que empiezan a las 14:00 y acaban a las 2:00 y no encuentran cinco minutos para la información polideportiva, ya ni te digo la femenina. Y a veces veo las transmisiones y…. Ahora consumo mucho deporte como espectadora y no sé por qué los comentaristas gritan tanto. ¿No saben que acompañan a una imagen?
Se narra en la tele como si fuera la radio.
Ese griterío tiene sentido cuando tienes que llamar la atención porque no tienes la imagen, pero en la televisión no hace falta. Si yo tuviera que estar haciendo las transmisiones a ese volumen, me dejaba la garganta en un pispás. Y, por último, veo con dolor que RTVE no puede competir por los derechos de los grandes eventos, excepto los Juegos Olímpicos porque van asociados a una partida extraordinaria del Presupuesto General del Estado.
¿Cómo puede ser que llevemos casi 50 años de democracia y no se haya logrado una RTVE libre de injerencia política?
Y mira que lo hemos intentado, pero nada. Cuando cambia el Gobierno, todos ahí dentro sabemos que va a haber cambios en las cúpulas directivas, pero los redactores, los curritos, los que estamos ahí dando la información, somos siempre los mismos. Para el periodista es un tanto desesperante porque lees y escuchas que ahora la televisión es muy liberal o muy conservadora y al 99% somos los mismos y hacemos lo mismo. Si te gustaba hace cuatro años mi trabajo, ¿por qué no te va a gustar ahora? TVE se ha convertido en el pim pam pum para que todo el mundo le atice, los de un lado y los de otro.
Pero hay líneas editoriales y apuestas por programas que sí tienen un sesgo ideológico.
Sí, pero las estrategias que tiene la televisión pública las tiene también la privada. "Pero es que lo pagan ellos", me dirán. Vale, es un argumento de peso que con su dinero hacen lo que quieren, pero deja por lo menos que la televisión pública lo intente, que intente hacer programas atractivos, subir la audiencia y llegar a públicos que otras cadenas no atienden porque no les son rentables. Tiene todo el derecho del mundo a competir para tener su audiencia y su nicho, aunque a veces no acierte. Es muy difícil aislarse de la política porque lo impregna todo. Se supone que la radiotelevisión pública tiene que estar en esa franja de objetividad y neutralidad, pero en este momento es dificilísimo porque no hay manera de poner de acuerdo a unos y otros sobre qué es lo objetivo.
¿Echas de menos el trabajo?
No, no, no. El año pasado vi los Juegos Olímpicos de París y fue la primera vez que disfruté de unos Juegos como espectadora desde Los Angeles 84. Pude decidir qué veía, qué no y cuándo me iba a la playa. Una gozada. Si hago balance profesional, pienso: ¿qué más podía hacer? Nada, estoy encantada de la vida, escribiendo un libro y dando conferencias, sobre mujer y deporte, el colectivo LGTBI y la igualdad. Voy a intentar ayudar en todo lo que pueda. Disfruto de mi vida actual con la sensación de que he hecho un trabajo bueno, intenso y lo he pasado bien.
En tu última retransmisión, te ovacionó el pabellón entero. No se me ocurre despedida mejor.
No la hay. Fue alucinante. Todo ese Mundial de rítmica, en Valencia, fue increíble porque cada día, cuando llegaba al puesto de comentarista con Almudena [Cid], tenía regalitos de aficionados: chucherías, cartas, detalles... Almudena lo llevaba fatal, porque hemos estado toda la vida juntas, primero comentando yo sus éxitos y luego como compañeras, pero fue el final perfecto.
Ya estamos. ¿Te ha quedado algo por decir?
Sí. Por favor, aunque este mundo no nos dé un respiro, no olvidemos a las mujeres afganas.
La NBA y todo lo que está bien en el deporte: ¿podría aprender algo el fútbol europeo?

La NBA y todo lo que está bien en el deporte: ¿podría aprender algo el fútbol europeo?

Oklahoma City Thunder es el séptimo campeón diferente de la NBA en siete años, diez equipos distintos han ganado el título en los últimos siete años. De las 28 ciudades con equipo en la liga (Nueva York y Los Ángeles tienen dos), los finalistas de este curso, Indiana Pacers y los Thunder, juegan, respectivamente, en el séptimo y el tercer mercado más pequeños.

¿Cómo es esto posible? ¿No hay un Real Madrid, un Barça, un Bayern, un PSG, clubes de grandes ciudades, mucho más ricos que sus rivales, con más medios, mejores jugadores y un dominio constante? No, no los hay. En el país del capitalismo salvaje, el deporte es un reducto socialista. Y bendito sea.

Todas las grandes ligas norteamericanas se mueven alrededor de un principio sagrado: la igualdad. Simplificando mucho sistemas complejos y con excepciones, hay un límite salarial igual para todos, ricos y pobres. No puedes fichar estrellas de otro equipo con contrato en vigor salvo mediante intercambios de jugadores en los que los sueldos que salen y los que entran tienen que ser similares. No hay un Bayern esquilmando al Dortmund ni un Barça pagando la cláusula de Nico Williams. Y, por supuesto, los peores equipos son los primeros en elegir en el draft a los mejores jóvenes que llegan a la liga, así estás a pillar a un LeBron James o un Wembanyama de pasar de insignificante a candidato al título.

En resumen, tu equipo, juegue dónde juegue y tenga la historia que tenga, puede ganar el anillo igual que los Lakers. Todos tienen esperanza, ninguno está condenado a una vida eterna animando a un club sin más aspiración que la supervivencia como complemento del negocio de unos pocos gigantes o, en una de las cosas más tristes que hay, hacerse de un equipo que no es el de tu ciudad para poder ganar. ¿Han visto las escenas de Oviedo? ¿No sería precioso que toda hinchada pudiera vivir días así cada pocos años y por cualquier objetivo?

Sería precioso, sí. También sería imposible. Los grandes clubes jamás lo aceptarían y muchos aficionados, esos que llevan una semana riéndose del Auckland City, el Al Ain y el Mamelodi Sundowns, no lo entenderían. Nos han vendido que lo que importa es el desenlace y no el camino, que ser humilde es ser insignificante y que el objetivo no es competir sino humillar. Nos lo han vendido y lo hemos comprado. Tenemos una cultura deportiva lamentable. Esa es la verdad.

El Atleti, Gil Marín y Simeone: un ridículo voluntario y cantado

El Atleti, Gil Marín y Simeone: un ridículo voluntario y cantado

El Atleti se estrenó en el Mundial de clubes ante el mejor equipo del momento con una banda izquierda formada por Javi Galán y Samu Lino. No es una errata: Galán y Lino. Para sorpresa de absolutamente nadie, no salió bien. Tres pérdidas seguidas del brasileño espabilaron a un PSG aún con leve resaca y el resto fue un paseo. Si necesita meter ocho, los mete. O nueve.

El sector groupie del cholismo lleva sacando pecho desde noviembre por una victoria en Champions en París que fue un milagro: 22 tiros cayeron ante cuatro remates y una genialidad, otra más, de Correa. Creer que esos triunfos accidentales dicen algo del nivel real del Atleti ha sido un mal crónico en esta época mustia de la era Simeone, pero lo grave al comparar ambos duelos es ver la evolución de unos y de otros desde entonces.

En estos meses, Luis Enrique trabajó su modelo, pulió a Doué y el PSG ficho a Kvaratskhelia. Miguel Ángel Gil Marín decidió no reforzar las obvias carencias en invierno, cuando aún podía ganar tres títulos, ni hacer un esfuerzo previo a este Mundial. Baena y Cardoso llegarán, pero el club prefiere ahorrarse un par de millones por cabeza y traerlos en agosto que mostrar un mínimo de dignidad y ambición para un torneo que, tal vez, no vuelva a jugar en mucho tiempo. Eso es este Atleti.

Si usted fuera Julián Álvarez, ¿se quedaría?

Simeone hace tiempo que decidió ser buen soldado y tragar con la mediocridad de su directiva (que cada cual decida si es víctima o cómplice), pero lo que nadie le ordena desde el palco es sacar de titular y dar 90 minutos a Griezmann, que lleva 17 partidos sin marcar, y dejar sentado a un Sorloth que, con sus limitaciones, lleva 12 goles desde el último de Antoine. En el descanso, 2-0 abajo y con Gallagher en el banquillo, apostó por Koke como revulsivo. En 2025. El inglés y el noruego llegaron el verano pasado por 40 millones cada uno como miembros clave del plan renove, pero el técnico prioriza a dos iconos en declive. ¿Recuerdan cuando aplicaba la meritocracia?

Si usted fuera Baena, ¿ficharía?

Y así el Atleti va a lograr un hito: masacrar la innegociable ilusión de sus aficionados antes incluso de empezar la temporada. Nuevo récord mundial de mala gestión.

Si usted fuera abonado, ¿renovaría?

Bueno, esto sí porque el club ya se ha encargado de cobrar el carnet antes de mandar al equipo a América a hacer el ridículo. Mediocres sí, pero tontos ni un pelo.