La vena bronquista de Xavi en el banquillo del Barça: “Así me ha ido bien y es difícil cambiar”

La vena bronquista de Xavi en el banquillo del Barça: "Así me ha ido bien y es difícil cambiar"

Supercopa de España

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Desde que ocupa el cargo ha visto 14 tarjetas amarillas y una roja. Su segundo, su hermano Óscar, ha sido expulsado tres veces este curso.

Xavi, la pasada semana en el Estadio de Gran Canaria.

El banquillo del Barcelona viene sacando el lado más gruñón de Xavi Hernández. Y no sólo del actual técnico barcelonista. El segundo de a bordo, su hermano Óscar, ya ha sido expulsado en tres ocasiones desde que el ex centrocampista abandonó el Al-Sadd qatarí para tomar las riendas en el Camp Nou. La última de ellas, en el triunfo otra vez apurado frente al Barbastro que permitió al equipo acceder a la siguiente ronda de la Copa del Rey. En lo que se refiere a expulsiones, desde luego, Óscar le gana por la mano a un Xavi que nunca vio una tarjeta roja como futbolista pero que, en cambio, recibió una cartulina de este color el pasado 13 de agosto (0-0).

Fue aquel un duelo tras el que cargaría duramente tanto contra el criterio de César Soto Grado como el del VAR, al entender que la infracción por mano de Gavi que mandó al limbo un posible penalti sobre Araujo podría haber cambiado el signo final del encuentro, que resultó bronco y tuvo más de 10 minutos de prolongación.

En lo que llevamos de temporada, Xavi acumula dos tarjetas: la roja contra el Getafe y una amarilla que vio a domicilio frente al Oporto, en la fase de grupos de la Champions. En una comparación circunscrita únicamente a la Liga con los otros dos grandes, el Real Madrid y el Atlético, esa expulsión choca con las dos amarillas vistas por Carlo Ancelotti, ambas a domicilio, frente al Sevilla y el Alavés, y la solitaria amonestación recibida también por Diego Pablo Simeone, en este caso contra el Betis, en el Benito Villamarín.

Falta de autocontrol

Tanto el italiano como el argentino son dos técnicos que, cuando hace falta, no se muerden precisamente la lengua, pero sí exhiben mayor autocontrol. Un aspecto que Xavi -quien no destacó especialmente a lo largo de su etapa como jugador por el número de tarjetas recibidas (68 amarillas y dos rojas en 767 partidos)- parece haber descuidado de manera exponencial. Más por lo airado de sus protestas que, realmente, por la fría estadística. Como entrenador, desde luego, es poco menos que muy improbable que te sancionen por una entrada a destiempo o por usar las manos.

En los 116 partidos en los que Xavi ha estado al mando del Barça ha visto 14 amarillas. A lo largo de la temporada 2021/22, la primera al frente del equipo tras su aterrizaje a finales de 2021 como relevo de Ronald Koeman, recibió cinco amonestaciones, cuatro de ellas en la Liga y una en la Europa League.

En el curso siguiente, cerrado con los títulos de Liga y Supercopa, destapó tal vez su lado más protestón, con un total de ocho amonestaciones: cinco en la Liga, dos en la Copa (en la ida y en la vuelta de las semifinales frente al Real Madrid) y una en la Champions.

Un equipo siempre al límite

Este curso, mientras, suma la expulsión ante el Getafe y la amonestación en Do Dragao ante el Oporto. Pero, lejos de lo que podría pensarse, su inconformismo con varias de las decisiones de los colegiados, no lo ha abandonado. En absoluto. No es nada raro verlo saltar como un resorte cuando hay algo que, a su entender, no se ha valorado de manera correcta.

«Siempre hablo, soy pasional, protesto, me enfado, vivo el partido… Así me ha ido bien y es difícil cambiar», ha llegado a confesar un Xavi al que, posiblemente, el vaivén de emociones en el que lleva inmerso su equipo desde que arrancó la temporada tampoco le ayuda a hacerlo de otra forma.

La aparente incapacidad para controlar del todo incluso las situaciones más propicias parece desquiciar a muchos aficionados. El Barcelona lleva 20 encuentros consecutivos sin ganar por más de un gol. Los jugadores del Barbastro llegaron a recriminar al técnico sus protestas al término de un partido en el que, tras colocarse por delante por 0-2, acabó 2-3 y casi pidiendo la hora. «En los últimos minutos sufrimos más de la cuenta por nuestra culpa», admitió.

La incógnita, ahora, es saber si se habrá tomado buena nota o si la semifinal de la Supercopa ante Osasuna volverá a ser una montaña rusa de final impredecible.

kpd