El taconazo de Sadiq rescata al Valencia en El Sadar pero no le saca del descenso

El taconazo de Sadiq rescata al Valencia en El Sadar pero no le saca del descenso

Para no rendirse hace falta creer ponerse detrás de la bandera de quien no se sienta nunca derrotado. Para el Valencia, uno de esos estandartes es Umar Sadiq. Con un increíble taconazo rescató un punto en El Sadar en el minuto 87 cuando Osasuna ya trataba de amarrar la victoria. Fue lo mismo que hizo en Villarreal para dar oxígeno al equipo mientras trepa para salir del abismo. [Narración y estadísticas: 3-3]

No es casualidad que el Valencia sea el único equipo de LaLiga que no ha logrado ganar sin el abrigo de su parroquia. Lejos de la coraza de Mestalla, se vuelve débil, quebradizo por más que, a ráfagas, de signos de que puede lograrlo. Siempre ocurre algo que le deja en el camino al menos dos puntos. En Pamplona fueron demasiadas cosas.

Llegó a El Sadar preparado para la brega bajo la premisa de Corberán de jugar con tres centrales y con Rioja esforzado en las vigilancias a Bryan Zaragoza. De ese duelo entre pillos saltaron chispas, pero el Valencia parecía más centrado que Osasuna. Un disparo de Enzo Barrenechea y alguna última mala decisión de Sadiq en el área inquietaban a los rojillos, que se vieron con un gol en contra en el primer cuarto de hora y por las líneas del VAR. Rioja buscó a Diego López a la espalda de Catena, la corrió el asturiano sin mirar la bandera del asistente, recortó a Sergio Herrera y marcó. Por si acaso. Hizo bien, porque la revisión determinó que había partido en posición correcta y el gol subió al marcador.

Pudo Sadiq hacer el segundo cuando Gayà le puso un balón al punto del penalti, pero en lugar de buscar el disparo intentó asistir a Diego López. El nigeriano acabada de impedir que el Valencia tuviera un minuto de tranquilidad, porque Osasuna empezó a despertar. Bryan consiguió burlar a su sombra sevillana y obligó a Mamardashvili a rechazar su disparo cruzado. El extremo había cogido carril y desde la banda buscó a Budimir en el corazón del peligro. Solo pudo el croata rebañarla desde el suelo para que Aimar Oroz la enganchara ante la pasividad de la nutrida defensa valencianista.

El partido iba de golpe en golpe y no estaba todo dicho. Si apareció Oroz, con tres kilos menos por una gastroenteritis, también lo hizo Javi Guerra para cabalgar hasta la línea de fondo y poner un centro que, ahora sí, Sadiq mandó al fondo de la portería. Se había repuesto el Valencia y, una vez más, no supo manejar su ventaja por Osasuna mostraba más empaque. De hecho, en apenas seis minutos al filo del descanso le dio la vuelta al marcador.

Aimar Oroz festeja su segundo gol ante el Valencia.

Aimar Oroz festeja su segundo gol ante el Valencia.EFE

Primero con una genialidad de nuevo de Aimar Oroz, que sabía que no aguantaría todo el duelo y se exprimió. Se escapó Areso por banda derecha para poner un centro que cazó de volea picada en la frontal sin que Mamardashvili, algo adelantado, pudiera atajarla. El talentoso centrocampista actuó por instinto, pero hubiera tenido tiempo para pensar porque para el Valencia fue invisible en esa jugada. Nadie le importunó.

Si el empate fue un mazazo para el equipo de Corberán, el penalti de Mosquera a Rubén García con el tiempo cumplido, tan indiscutible como innecesaria la jugada, lo fue más. Esta vez Budimir engañó el guardameta georgiano para convertirse en el máximo goleador de la historia de Osasuna en Primera División con 58 goles. El 59, cuando encaraba de nuevo la portería valencianista solo, lo envió a la grada.

Osasuna había dado la vuelta al marcador en un partido en el que enmendó sus errores mejor que el Valencia, revolucionado en la segunda parte. Tuvo que salir del campo Oroz por lesión y los ataques se espaciaron a pesar de que a Bryan Zaragoza se le escapó el cuarto ajustado a la escuadra valencianista. Corberán miro al banquillo y lanzó el órdago junto a Sadiq con Rafa Mir. La tuvo el murciano de cabeza, como también Rioja con un zurdazo cruzado que se perdió rozando el poste. Apretaban a un Osasuna que empezó a protegerse para aguantar su ventaja secuestrando el balón. Mientras, el Valencia sacó del campo a Gayà después de una entrada y a Javi Guerra, dos decisiones sorprendentes.

Cuando nada parecía suficiente para evitar que los rojillos sumaran por que nada ocurría... hasta que apareció Sadiq para hacer magia. Con un taconazo convirtió a un centro de Canós en el gol del empate porque Catena, en el añadido, erró el testarazo que hubiera vuelto a romper la igualada.

Julián Álvarez hace los deberes del Atlético ante un Valencia tan esforzado como frágil

Actualizado Sábado, 22 febrero 2025 - 20:59

No piensa ceder el Atlético. Fue el mensaje que lanzó en Mestalla por si alguien dudaba mirando el calendario. Una sola derrota en casi cuatro meses le sostienen en todas las peleas aunque, por momentos, muestre algunas dudas. Ante el Valencia liquidó el duelo en la primera media hora con la magia de Griezmann y la letalidad de Julián Álvarez, pero tuvo que apretar los dientes cuando los locales arrearon antes de que Correa echara los tres puntos al zurrón. [Narración y estadísticas]

Los primeros dos goles se los apuntó la Araña pero al Valencia lo descosió un francés. Como el gato de Cheshire de Alicia, aparecía y desaparecía por donde menos se lo esperaba la defensa del Valencia, incapaz de detectarle. No necesitó correr ni bregar, ni aunque Corberán le hubiera puesto enfrente más músculo en la medular. Le bastó con buscar el lugar donde le dejaban pensar para ir regalando asistencias de gol.

Quiso el Valencia acordarse de cómo competía estos duelos antes de empequeñecerse y buscó apretar en el área de Oblak queriendo el control, pero sin ningún acierto. Ni Sadiq ni Iván Jaime ni Javi Guerra tuvieron ocasión de armar sus remates. Y los colmillos rojiblancos no tardaron salir, aunque fuera en una jugada anulada por fuera de juego. Giuliano mandó a pasearse la pelota por el área pequeña de Mamardashvili como primer aviso. El segundo ya fue gol. Apareció Griezmann en la frontal para elevar la pelota por encima de la defensa y que cayera a los pies de Lino. El brasileño la estrelló en el larguero, pero el rechace, con la punta de la bota lo tocó Giuliano ante la mirada pasiva de toda la defensa para dejar a Julián Álvarez que abriera el marcador.

El Valencia resopló y volvió a buscar a Oblak para quedarse atascado en tres cuartos de campo. Nadie era capaz de armar la pierna y el Atlético vivía cómodo recostado en su orden y esperando los errores, porque llegaban. Siempre llegan pese a los esfuerzos de Corberán por corregirlo. Desde el fondo de la clasificación no es fácil no equivocarse. Entonces aparecía Giuliano para correr, más por costumbre que por necesidad.

El Atlético balanceaba de orilla a orilla el juego hasta que aparecía el Principito y su magia. Le faltó silbar mientras se iba escorando al pico izquierdo del área para colocar otro balón entre los centrales que cabeceó Julián. El argentino pudo hacer el tercero antes del descanso aprovechando un error de Mosquera en la salida de pelota, tan grosero como su remate. Dos goles de cuatro remates por ninguno de Valencia dibujaban un panorama cómodo. Eso debió pensar Simeone sacando del campo a Lino y Azpilicueta, para reforzar con Galán y Gallagher escorado a la izquierda. No sabía que la idea de Corberán era agitar el partido.

Alimentó el ataque con Hugo Duro y se adueñó del duelo. A arreones encerró al Atlético con remates de Javi Guerra y los centros de Gayà primero para Sadiq, que reclamó una mano de Molina en el área que cortó su cabezazo -como el Valencia en redes sociales pese al respeto arbitral- , y luego para Hugo Duro.

No quería rendirse este Valencia, con más coraje que acierto, mientras los rojiblancos se recomponían moviendo de nuevo el banquillo. Enmendaba Simeone lo que había hecho al descanso, soltando a Gallagher por el centro, porque daba la sensación de que los valencianistas habían regalado la primera parte y lo podía arreglar.

Probó Almeida con un derechazo antes de que volviera al campo entre silbidos Rafa Mir para obligar a Oblak con un testarazo. Quería el Valencia, arriesgaba, pero las dudas del Atlético no eran suficientes para dejar escapar su cómoda ventaja. Es más, apareció el error valencianista que cerró el encuentro. Javi Guerra perdió la pelota que permitió a Gallagher armar una contra con la calma suficiente para que Correa la acabara con un derechazo cruzado que vació Mestalla.

Sadiq saca al Valencia del descenso con un empate en Villarreal

Actualizado Sábado, 15 febrero 2025 - 23:23

Tesón y fe es lo que tuvo el Valencia para sumar un punto de oro con un testarazo de Sadiq en el minuto 84 ante el Villarreal que le saca de puestos de descenso. Siete años llevaban los valencianistas saliendo derrotados de La Cerámica y, justo en el momento de más necesidad, se sobrepusieron a sus carencias para arrancarle dos puntos que hacen tropezar a los de Marcelino en su pelea por la cuarta plaza. [Narración y estadísticas: 1-1]

Era un duelo muy desigual en calidad y pronto empezó a vislumbrarse. El Valencia es un equipo que se asemeja a una batucada, con una sonoridad que puede entusiasmar pero que nace de los golpes. Empezó Rioja, tras un buen balón de Pepelu a la espalda de Cardona que chutó por encima del larguero. Se enganchó Javi Guerra, cazando el despeje de Gueye a un centro de Gayà que tampoco cogió portería. Se protegía el equipo de Corberán con cinco defensas para que el partido no se quebrara, tratando de convertirse en cemento por donde no hallara grietas el equipo amarillo. Una tarea que empezó a complicarse.

El Villarreal va camino de ser una sinfónica bajo la batuta de Marcelino y con solistas capaces convertir una pieza en sublime. Solo había que esperar a que aparecieran. Lo hizo Ayoze, revolviéndose en la frontal pero sin lograr engatillar y sorprender a Mamardashvili. Después fue Álex Baena quien se coló en el área hasta toparse con Rioja, omnipresente por toda la banda derecha. Poco a poco iban afinando hasta que en una triangulación casi de billar llegó el gol. Sacó de banda Pau Navarro apoyándose en la descarga con Pépé, que buscó a Gueye y el nigeriano tiró una pared con Yeremy Pino que le habilitó en la frontal con hueco para golpear y batir al guardameta georgiano en el minuto 32.

Del golpe le costó al Valencia reponerse. Sin conseguir estirarse en ataque mas que a arreones, estaba muy lejos de poner en aprietos reales a un rival que, si bien en ocasiones desafina en defensa, es capaz de desatar un vendaval en cualquier momento. En frenarlo se esforzaron y, pese a ello, tuvo Baena una clara ocasión de engordar el marcador, aunque sus propias dudas lo evitaron.

Poco cambió en la segunda parte. No necesitaba Marcelino acelerar el partido porque, sin prisa, parecía que sus jugadores lo iban inclinando. El problema es que no lo cerraban y la ventaja era corta. Probó Ayoze con un testarazo a centro de Cardona y Baena a desbordar incluso con caños pero no tenían un partido cómodo. Este Valencia de Corberán, que sigue teniendo muchas carencias, ha crecido en tesón y hasta en oficio. Por eso, viendo que no aparecía la lucidez, echó mano de Sadiq e Iván Jaime buscando piernas. Respondió el Villarreal con Buchanan y Comesaña, que tuvo la mejor ocasión para cerrar la victoria en el primer balón que tocó. Quería más el Villarreal sin conseguirlo. Ni Ayoze, en una frívola chilena, ni Pépé, que marcó, pero en fuera de juego.

Quien tuvo premio a su valentía fue Corberán. Tanto perdón groguet tenía invitaba al riesgo. Cuando se lleva el descenso pegado a los talones poco importa por cuánto se pierde. Mandó al campo a Rafa Mir y a Fran Pérez y, entre los dos, pergeñaron el empate. Un pase el largo del extremo a la espalda de los defensas lanzó al murciano a la carrera y, aunque su disparo lo despejó Diego Conde, el rechace lo cazó Sadiq para poner el empate y dar mucha vida al Valencia.

El Valencia enciende ante el Leganés los propulsores para huir del descenso

Actualizado Domingo, 9 febrero 2025 - 18:23

El Valencia pone el turbo para huir del descenso con tres victorias consecutivas en Mestalla. Quiere vivir y da síntomas de haber redirigido su camino en LaLiga, de haberse acostumbrado a manejarse en el alambre y saber cuáles son las batallas que no debe perder para lograr el objetivo. No era su guerra la Copa del Rey y no pelearla, por doloroso que fuera, le permitió no distraerse en su esfuerzo por ser otro. Ante el Leganés fue un equipo tenaz que supo masticar el duelo sin cometer errores que le pasaran factura hasta que llegó el universo para premiar a Mosquera, incómodo en las últimas jornadas, y sobre todo a Diakhaby. Queda atrás el temor por su rodilla. Antes de que se cumplan 12 meses, juega y marca. [Narración y estadísticas]

Mestalla estaba preparada para empujar a sus jugadores como en cada final de las que disputada. No hizo falta. Esta vez, desde el césped tiraron de la grada. Es cierto que probó el Leganés con dos disparos lejanísimos, pero el Valencia se asentó con control y dominio. Corberán optó por arroparse con tres centrales para adelantar la línea con algo más de seguridad y con Rioja convertido en un carrilero amo de la banda derecha, un experimento que funcionó. Y muy bien.

Los madrileños no parecieron tan fieros y tuvieron que sobreponerse a la lesión de Barisic en el minuto 7 y a que Raba, en su plan de encontrarle las cosquillas a los centrales, fracasara. Sólo Rosier se atrevió con un disparo alto. Fue entonces cuando el Valencia apretó para ir encerrándolos en su área.

Emergió otra vez la figura de Javi Guerra como catalizador. Se ha despojado del miedo que lastró su plástica zancada y se atrevió con un tiro desde la frontal ajustado al palo de Dimitrovic. Junto con los centros de Rioja, fueron un dolor de cabeza para la defensa pepinera, que se vio asediada a saques de esquina. Hasta que recibió el primer gol. Un balón a tierra de Cuadra Fernández, que había interrumpido, lo rescató Diego López, se la dejó de cara a Almeida en el pico del área y el tiro del portugués, como si el área fuera un pinball, lo envió Mosquera con la pierna izquierda lejos del alcance del portero.

En media hora, el Valencia se había puesto con ventaja y el Leganés respondió con un disparo de Darko Brasanic que hizo trabajar a Mamardashvili. No parecía despertar del equipo de Borja Jiménez y al borde del final de la primera parte le llegó el segundo. Un centro chut de Rioja obligó a repelerlo a Dimitrovic y apareció Diakhaby para poner el segundo en el marcador y hacer estallar que Mestalla, a coro, gritara su nombre.

Al regreso del vestuario, Hugo Duro pudo haber sentenciado tras una asistencia de Almeida que se paseó por el área pequeña del Leganés, pero también Óscar tuvo un disparo que rozó el palo de Mamardashvili. El partido estaba inclinado, que no cerrado. Por eso Jiménez quiso agitarlo y Corberán buscó más pólvora con Sadiq. A punto estuvo de no hacerle falta si a Gayà no se le hubiera escapado centímetros por encima del larguero su vaselina desde el pico del área pequeña.

Como el Leganés no lograba reaccionar, los valencianistas buscaron más, con tanta personalidad como la que mostró Sadiq para robar en la línea de medios, conducir hacia la portería y dejarle a Diego López la pelota con tiempo para ajustarla al poste y obligar al guardameta del Leganés a estirarse.

Estaban cómodos hasta que, en el minuto 80, los madrileños se acordaron de que se metían el líos. Como saben que el Valencia puede temblar, trataron de buscarle las cosquillas. Primero fue con una falta lanzada por Óscar que salvó el portero georgiano encadenando una seguidilla de malos despejes que siempre acababan creando peligro, como el peligroso disparo de Neyou. Pero este Valencia parece que haber hecho terapia de supervivencia. El final del partido le recordó a Mestalla que su destino este año es sufrir.

La voracidad extrema de Ferran hace jirones al Valencia y lleva al Barça a semifinales

Actualizado Jueves, 6 febrero 2025 - 23:37

Ni proeza ni dignidad. Otro revolcón de una maquinaria engrasada y con colmillo que tritura sin piedad. El Barça es semifinalista de la Copa del Rey volviendo a aplastar sin necesitar más ritmo que el de un entrenamiento a un Valencia hecho añicos y convertido en un espectro. Nadie en Mestalla pensaba que obraría el milagro, pero sí esperaba que su equipo fuera capaz de esquivar una nueva humillación. La voracidad de Ferran, la clarividencia de Pedri, suelto y cómodo, y la pillería de Fermín y Lamine Yamal culminaron otro varapalo histórico. [Narración y estadísticas: 0-5]

Este equipo de Hansi Flick no tiene piedad y el técnico no pensó en recostarse en Mestalla. No se guardó mas que a Lewandowski. Sabe que cuando sus jugadores huelen el miedo son letales y la alineación del Valencia desprendía ese aroma a partido desechado. Con la salvación entre ceja y ceja, la Copa es un lujo que no se puede permitir y la proeza una palabra que aparece en el vocabulario valencianista desde hace demasiado tiempo.

Como un dejavú del guion del 7-1 en Montjuïc, el Barça marcó en el minuto tres. Como la carencias del rival fueron muy evidentes, probó dos veces a poner la pelota entre dos de los tres centrales con los que Corberán, sin fortuna, había querido protegerse. Primero salvó Dimitrievski, después a Lamine no encontró a Ferran y a la tercera fue Balde quien telegrafió la pelota al agujero entre Diakhaby y Yarek, por donde apareció el Tiburón para soltar el primer bocado. El valenciano, desterrados los demonios de otras temporadas, vive momentos dulces apretando al pichichi polaco.

Para alimentar su voracidad tiene como aliado a Pedri. En sus botas amasó el Barça la goleada. Al canario le defendieron con la mirada, con metros para pensar y maniobrar. Un suicidio de Guillamón y Pepelu que no tardaría en pagar. Sadiq intentaba pelear buscando probar qué noche tenía Szczesny y Fran Pérez fue capaz de robarle la pelota en la salida a Cubarsí y tardar tanto en armas un disparo que el propio central se rehizo y lo atajó. No daba síntomas la unidad B valencianista de resurrección pero, por si acaso, Pedri encontró a Raphinha en la frontal y con una media vuelta le dejó de cara a Lamine un disparo que se estrelló en el poste y, escupido, lo rebañó Ferran para lograr el segundo. El ridículo lo cerró Fermín burlándose de Yarek para cazar una asistencia llovida del canario y batir a Dimitrievski.

El partido, a los 23 minutos, ya se estaba haciendo largo para el valencianismo. Respondió Pepelu con un tiro de rabia desde la frontal que fue la primera vez que Szczesny tuvo que parar, pero era imposible frenar el torrente. El omnipresente Pedri se alió de nuevo con Raphinha, que el regaló a Ferran el hat trick. No hay lugar para la piedad en el fútbol.

Pretendía Corberán enmendar la imagen de descomposición que exhibió su equipo en Montjuïc, encapsular aquel marcador en el olvido, y permitir a sus jugadores que se reivindicaran. Nada ocurrió. Al regreso del vestuario Sadiq quiso volver a inquietar, pero cayó en la trampa del fuera de juego una y otra vez, y retrucó el Barça con la aparición de Lamine Yamal. Después del palo en la primera parte ni siquiera le había hecho falta brillar, y era el momento de sumarse a la fiesta, Ferran empezó a repartir, le encontró en la derecha para que hiciera diabluras y, si la primera volvió a escupirla el poste, en la segunda sacó un tiro que se metió Dimitrievski. La mano no la puso firme el macedonio sino los azulgranas en el marcador. Incontestable el juego, cómodo, y más aún el resultado.

Comenzó a proteger el técnico alemán a sus estrellas y puso en el césped a Dani Olmo e Iñigo Martínez lo que se tradujo que en que no llegaron más goles, pero tampoco más inquietud porque ocasiones hubo. El Valencia estaba deseando que pitara Ortiz Arias el final, con Mestalla silbando de manera atronadora el regreso de Rafa Mir al estadio, donde no le quieren, haciendo pagar los platos rotos a jugadores como Guillamón y viendo impasibles el debut de refuerzos que lo parecieron poco. El entretenimiento fue corear cualquier ataque de sus jugadores, una forma de combatir con humor la tremenda desazón que viven cada jornada. El Barça letal armado por Flick ya no es rival para este Valencia de desguace.

Javi Guerra y Rioja aplican el desfibrilador al Valencia y meten al Celta en problemas

Actualizado Domingo, 2 febrero 2025 - 18:47

Operación de reanimación en Mestalla. El Valencia vivirá en una final permanente y necesita la aparición de jugadores capaces de acelerarle el corazón cuando de síntomas de paro. La grada puede crear el clímax, pero en el césped deben aparecer las chispas que haga latir a un club que aún vive al borde del desahucio. Fue lo que ocurrió hace dos temporadas y lo que ante el Celta recordó todo el estadio cuando vio a Javi Guerra marcar por la escuadra dar la vuelta a un marcador que ya había abierto el incombustible Luis Rioja. Hay motivos para la esperanza aunque el camino sea muy empinado. [Narración y estadísticas (2-1)]

Está el Valencia condenado a convivir con la ansiedad. Si lo consigue, si es capaz de encapsular su delicada situación y acostumbrarse a disputar los partidos como si fueran 90 minutos a vida o muerte, podrá pelear la salvación. Si sucumbe, echa cuentas y hace cábalas mientras la pelota está en juego, Mestalla asistirá a un larguísimo funeral sin poder resucitar a su equipo. Durante muchos minutos del duelo ante el Celta, el equipo de Corberán tembló, dudó y se colapsó por el peso de la responsabilidad.

El reflejo más claro se encarnó en Hugo Duro en el minuto 41. Javi Guerra, a zancadas de orgullo que recordaron a las de su debut y a aquel gol salvador ante el Valladolid, se plantó en la línea de fondo para colocar un centro tenso que el ariete, a bocajarro ante Guaita, sólo tenía que empujar... y la mandó por encima del larguero. Se atenazó y mandó a garete la única y más clara ocasión del partido.

Jugar con el miedo

Había salido el Celta a desquiciar al rival y a toda su parroquia, desactivando el efecto de una grada a la que también silencia la congoja. Sabía Giráldez que debían jugar con el miedo porque el Valencia, tarde o temprano, no tendría más remedio que arriesgar. Le asfixiaron en la medular, hicieron que Mosquera y Tárrega se vieran obligados a iniciar las jugadas como un manojo de nervios y esperaron a cogerles la espalda. A punto estuvieron de ver sus planes cumplidos cuando Pablo Durán se escapó de Gayà por la orilla izquierda para asistir a Borja Iglesias en el punto de penalti al que un resbalón le impidió batir a Mamardashvili. Tampoco hicieron mucho más los gallegos, bien plantados y desquiciando a base de faltas.

Media hora le costó al Valencia acercarse al área, con balones en largo que casi nunca podía ganar Hugo Duro, aunque en una se libró de Starfelt de un empujón para marcar un gol que no tardó en anular González Fuertes. Por las bandas, Diego López sufría para librarse de Carlos Domínguez y Luis Rioja, con un ensombrecido Gayà como escudero, amagaba pero no lograba asestar el golpe. Todo era imprecisión mientras el Celta, cómodo en su plan de partido, intentaba crecer y en el 39 tuvo tres remates en el área entre un bosque de piernas. La respuesta la dio Javi Guerra. Si el primer centro no fue gol de Hugo Duro, el segundo sí lo cazó Rioja al segundo palo para poner a Valencia en ventaja al filo del descanso y obligar al Celta a la reacción en la segunda parte.

Coberán dio orden de poner la pausa al encuentro, atar la pelota y no dejar que el Celta creciera. Lo logró y hasta pudo marcar el segundo con un saque de faltaenvenenado de Rioja, enviado a la batalla en la banda derecha, que atrapó Guaita cuando Diego López iba a empujarlo en un remate acrobático. De ampliar la ventaja, a verse con empate cuando Carreira corrió a la espalda de la defensa valencianista para poner una asistencia perfecta para el disparo de Pablo Durán. Otra vez resoplidos en las butacas ante la necesidad de apretar los dientes.

El poder de la necesidad

Entonces apareció, de nuevo, el incombustible Rioja para filtrar una pase a Javi Guerra al corazón del área y que, otra vez como hace dos temporadas, el canterano soltara un derechazo a la escuadra que hizo explotar a Mestalla. Era el minuto 68 y el equipo tenía que buscar en su memoria lo aprendido: proteger este resultado que significa seguir con vida.

Tiró de piernas Giráldez intentando reactivar a un Celta al que la derrota le mete en problemas, pero la necesidad local se antojó más poderosa. Corberán buscó apuntalar con Pepelu e incomodar con Sadiq, a punto estuvo de provocar el gol en propia puerta de Carreira que salvó Guaita con el pecho. Pero lo que de verdad activó la sexta marcha fue la grada ante el regreso de Diakhaby. El francés apunto estuvo de marcar tras un córner en corto que Rioja envió al corazón del área en un añadido de ocho minutos que se hizo eterno. Esta vez sí, el Valencia aprendió a reinar en la agonía.

El Barça se reengancha a la Liga arrollando al Valencia con una escandalosa goleada

El Barça se reengancha a la Liga arrollando al Valencia con una escandalosa goleada

Un vendaval contra un muro de paja. El Barça desnudó hasta el ridículo a un Valencia transparente que mostró todas las miserias que le van a condenar al averno. No lo activa ni la adrenalina de quien ve su vida en peligro y fue un despojo a los pies de un equipo ansioso por recuperar el pulso a la pelea por el título de Liga, ahuyentando las nubes que no le dejaban brillar en Montjuïc. [Narración y estadística: 7-1]

En apenas 25 minutos no sólo se metió los tres puntos en el bolsillo con un póker de goles que lograba tan pronto desde hace 17 años, sino que alimentó el ego de futbolistas que Flick quiere sumar. Mostraron colmillo Ferran y Fermín, excelso con goles y asistencias, fue feliz Lamine Yamal con su repertorio de caños y taconazos y Raphinha, una vez más, engrasó su letalidad. Hasta Szczesny sobrevivió a sus groseros errores y Lewandowski hizo números para el Pichichi.

No pudo soñar el Barça un partido más perfecto ante un Valencia que, pese al tímido despertar con Corberán, se disparó a los pies en un abrir y cerrar de ojos. En el primer duelo, Lamine Yamal la he enseñó Gayà que era noche de brujas. Lo retó, le ganó como a Yarek y sirvió un balón a De Jong que se coló en el corazón del área para, sin que nadie le persiguiera, adelantar a su equipo ene l minuto tres. La segunda ráfaga fue un remate de Raphinha a la contra y la tercera un centro lateral de Balde, con toda la banda a su merced, que cazó Ferran para engordar el marcador y lograr su primer gol ante el Valencia que no celebró. Había dejado Flick al goleador polaco en el banquillo y el Tiburón se relamía.

El Barça era dueño absoluto del partido, abusón con la pelota como los de último curso en el patio del colegio y tan letal que los valencianistas temblaban. Se descosían por las costuras sin saber cómo sostenerse en pie. Y llegó el tercero para que enseñar todas las vergüenzas. Lamine de taconazo hizo un caño a Yarek para encontrar a Fermín que, a la media vuelta, lanzó la pelota a Raphinha cuando se colaba entre los dos centrales y los arrastraba antes de armar un disparo y batir a Mamardashvili. Desde noviembre no marcaban más de un gol en Montjuïc y en apenas 15 minutos ya sumaban tres. Lo peor que le pudo pasar al Valencia fue que Flick agitara su once buscando el hambre de jugadores que rescataron la mejor versión del equipo culé para diversión de su afición. Ni ellos ni la grada se conformaron.

Otra diablura entre Fermín y Ferran la atajó Tárrega antes de que apareciera la primera jugada polémica del partido. El Valencia logró estirarse, pisar área y ver cómo Casadó arrollaba de manera expeditiva a Almeida sin que ni para Soto Grado ni para el VAR fuera penalti. Ni tiempo tuvieron los valencianistas de lamentarse porque se vieron con el cuarto gol en contra. Esta vez fue Cubarsí quien buscó la espalda de los centrales por donde apareció Fermín a la carrera. Aún no se ha había jugado ni media hora.

Era imposible que el Valencia alzara esa losa, pero de nuevo apareció el VAR para impedirlo al anular un penalti de Szczesny a Hugo Duro por una falta previa de Gayà a Koundé. El desastre no tenía enmienda y cayó el quinto. Lamine volvió a dejar sólo a Raphinha, que estrelló su remate en el palo pero apareció Fermín para rebañarlo.

Corberán hubiera necesitado una varita mágica para resucitar a su equipo en el vestuario y apenas pudo ordenarlo, lo que no evitó que siguiera recibiendo golpes. Desperdició Ferran el sexto, y encontraron el primero los valencianistas en un centro de Diego López que empujó Hugo Duro. Era como poner una tirita a un hemorragia en la femoral.

Corberán empezó a pensar en activar al recién llegado Aarons, proteger a Gayà o Almeida o dar entrada a futbolistas que necesitan minutos mientras Flick buscó a Lewandowski, infalible cuando tiene ante sí a los blanquinegros. El primer balón que llegó a sus pies acabó en la redes de Mamardashvili. Ante este voraz Barça no había nada que hacer, tan solo intentar que la vergüenza no fuera mayor. Pero ni eso logró, porque Tárrega se marcó el séptimo en propia puerta intentando atajar un remate de Ferran. No recibía el Valencia siete goles en Liga desde 1955.

Nunca hubo partido porque el Barça lo convirtió en un plácido entrenamiento que sirvió hasta para engrasar una defensa que podía estar jugando en el filial. Y nadie se acordó que no estaba Pedri. Para el Valencia, herido de muerte, solo hubo un momento para la esperanza: la vuelta al césped de Diakhaby tras 329 días recuperando su rodilla. Fue el único aplauso que mereció el Valencia.

El viaje interior de Gayà para retar a Lamine Yamal y rescatar al Valencia de la orfandad

Actualizado Domingo, 26 enero 2025 - 08:33

Con más o menos talento y carisma, el lateral zurdo de un equipo es un jugador de complemento... menos en el Valencia. José Luis Gayà es el alma, la esencia de un equipo que se desmorona año a año y que lucha contra un destino que le tiene con un pie en Segunda. Es el clavo al que el valencianismo se agarra, y no sólo porque recuerde a tiempos mejores. En Mestalla se sufre su ausencia por la mala fortuna que le persigue en forma de lesiones en momentos clave y porque, sin el capitán, el equipo se empequeñece dejándose muchos puntos por el camino. En concreto han sido 48 de los 96 en juego desde que empezó el calvario físico del jugador en la temporada 22/23. En porcentaje asusta más: el Valencia ha perdido el 46% de puntos disputados en 32 partidos sin él.

A Gayà le ha perseguido un mal fario que ha aprendido a digerido. "¿Qué puedo hacer? No está en mi mano ni lo puedo cambiar. Sólo puedo trabajar para salir más fuerte", comentó a una persona de su entorno cuando el pasado mes de mayo se confirmó que debía pasar por el quirófano para suturar el recto femoral de su pierna izquierda y afrontar una larga recuperación. Ha sido su viaje interior, de "aprendizaje", de asumir que "las lesiones no se pueden controlar" y de hacerlo sin miedo. "Cada lesión es una lección de todo", confiesa. El fútbol, amable y cruel, Le quitó un Mundial y le dejó a puertas de una Eurocopa en la que podría haber sido campeón. Él mira la otra cara: es capitán del club de su vida, al que llegó con 11 años, representa los valores del valencianismo y va a tirar de un equipo por el que apostó para sumar ya más partidos que el mítico Claramunt.

No le ha tocado una época fácil, pero ni huye ni se arruga. Se sabe líder de un vestuario donde lleva el brazalete y está obligado, a sus 29 años, a ejercer de veterano. "Veo a un equipo convencido e ilusionado por salir de esta situación complicada. El equipo está muy vivo", sentenció. La experiencia de 2023 le dejó huella aunque, lejos de temblar, el lateral prefiere pensar que, en esto sí, hay remedio. "Quiero darle la vuelta. Tenemos la oportunidad de cambiarlo. Hay margen. Tengo ilusión y ganas", dijo en palabras que también hace resonar en el vestuario. Porque no es de alzar de la voz, pero sus gestos en el campo lo dicen todo. Hasta levanta a Mestalla, con quien ha desarrollado una conexión especial. Quizá por la grada sabe que sin él se sufre.

Gayà se ha perdido 32 partidos de Liga en las últimas tres temporadas: seis en la 22/23, 13 en la 23/24 y otros tantos en la actual. El Valencia sólo ha ganado siete, ha empatado nueve y ha perdido 16. Sin su capitán ha sumado 30 puntos de 96, apenas el 29%.

Para Carlos Corberán es imprescindible tenerlo sin contratiempos como el pisotón que sufrió en los primeros minutos antes el Sevilla y le dejó dos puntos de sutura en el empeine. Lo necesita a su mejor nivel en defensa y, sobre todo, como arma de ataque.

La prueba de Lamine Yamal

En Montjüic vivirá su primer reto desde el regreso: Lamine Yamal. Nunca antes se han enfrentado porque la eclosión de la joven estrella ha coincidido con las lesiones del valencianista. Sin embargo, sí se conocen. "Tengo el recuerdo de verlo cuando llegó a la selección con 16 años y aluciné. Dije que iba a marcar una época. Lo tiene todo para triunfar y su progresión no tiene límites", aventuró.

Sin haberse cruzado, Gayá tiene en mente ese duelo. "A Lamine lo tengo bastante visto. Es complicado porque no sabes que es mejor: si ir rápido a presionar, porque tiene habilidad para salir por los dos lados, o si darle espacio, porque te puede generar situaciones complicadas. Hay que hacerlo correr para atrás. Ahí puede estar la clave", advirtió. La receta la pondrá a prueba en este partido, donde puntuar catapultaría el ánimo del equipo, y también dentro de dos semanas en los octavos de final de la Copa del Rey.

¿Qué Barça tendrán enfrente? Puede ser el equipo al que Leganés y Las Palmas colorearon la cara o el arrollador que remontó en Lisboa: "Ese partido de Champions fue un recital. Cómo creyeron. Tiene grandísimos jugadores y han sabido adaptar muy bien lo que les pide el entrenador y ser muy agresivos hacia adelante. Yo y el equipo nos preparamos para enfrentarnos a la mejor versión".

La resistencia toma Mestalla: el Valencia se pone en pie con una victoria ante la Real

Actualizado Domingo, 19 enero 2025 - 23:16

El Valencia tiene un eslabón centenario que le une a Primera: Mestalla. Es arropado por su pueblo donde ejerce su resistencia. Lo hizo hace dos años y se ha conjurado para repetirlo. Es la misión de una grada que lleva en la piel la lucha contra el dueño que les abandona, pero no olvida su misión. Ante la Real Sociedad, en todos los momentos en que el equipo comenzó a temblar, emergió como escudo protector para ayudar a sumar una victoria, la tercera, la primera de Corberán y el paso al frente hacia una tarea titánica. [Narración y estadísticas (1-0)]

El Valencia necesitaba gestionar su angustia, algo que va más allá del fútbol. Temblaba el equipo cuando además de al rival tenía que sobreponerse a sus propios demonios. Saben todos los jugadores, y se lo recuerda todo un estadio, que el escudo de defienden sostiene una historia que no pueden manchar con un descenso. Pero son últimos y cada jornada es una menos de vida para intentar resucitar. Hay que ganar partidos, sumar puntos, recuperar el fútbol olvidado y hacerlo sin que la responsabilidad lastre las botas.

Contaba la Real con ese aliado para tratar de llevar el duelo a la agonía que siempre acaba penalizando. Desahogados y con más armas, la opción de desesperar al Valencia fue la suya al inicio. Alguacil confió en que, con la Europa League en el horizonte, le bastaría sin Kubo o sin Oyarzabal. Por eso sufrió.

La necesidad como combustible

No podía permitirse el Valencia otra cosa que no fuera empujar y empujar a la Real al área de Remiro. Por los carriles, con Foulquier sacando los colores a Pacheco y Javi López. Por ahí apareció Javi Guerra para, en cuatro minutos, poner un centro al punto de penalti que Diego López cabeceó cruzando el exceso. Habían detectado un punto débil que volvería a aprovechar Guerra para buscar a Hugo Duro en el corazón del área, aunque el madrileño la dejó pasar imaginando la incorporación de Rioja al segundo palo. Había perdonado dos veces y Mestalla farfullaba sin dejar de alentar porque la parroquia se siente involucrada en la faena de la salvación.

La necesidad se ha convertido en combustible que Corberán trata de canalizar hacia al juego y lo logró. El Valencia apretó con orden a la Real ahogándolo de manera que no tejió dos pases. Su medular se volvió transparente, tanto por el trabajo de Barrenechea como por el crecimiento de Javi Guerra, que volvió a dar destellos del jugador que emergió hace dos temporadas. Zubimendi no podía sostener el equilibrio, Brais no aparecía y Sergio Gómez, sin pelota, ni existió.

Ahora bien, sus ocasiones aparecieron a la carrera. La más clara la creó Becker tumbando a Mosquera a la altura de su banquillo para poner un centro a Öskarsson, solo en la media luna, que inexplicablemente envió al lateral de la portería de Mamardashvili.

Zubeldia, ante Luis Rioja, el domingo en Mestalla.

Zubeldia, ante Luis Rioja, el domingo en Mestalla.EFE

Ese fallo espabiló al conjunto donostiarra, que fue creciendo siempre de la misma manera: con velocidad a la espalda de los centrales y de Gayà. Era una forma de intimidar y, a la vez, de neutralizar las escapadas del capitán valencianista. Justo en ese momento, en el minuto 25, el Valencia asestó el golpe.

Acertado en la brújula Javi Guerra buscó de nuevo la derecha, por donde progresó Foulquier para sacar un centro chut raso al segundo palo para la aparición de Hugo Duro, que fusiló a Remiro. El resto fue apretar los dientes para sostenerse hasta el descanso, porque la Real tuvo el empate en una rocambolesca jugada con múltiples remates en la que el Valencia, como un equipo de alevines, defendió por acumulación. La gestión de las ventajas es una asignatura pendiente.

El mando de Brais

Lo que se intuyó fue una evidencia al regreso del vestuario. La Real se desató bajo el mando de Brais e hizo dudar a los locales, sometidos y sin encontrar cómo volver a estirarse. Más madera buscó Alguacil con Take Kubo y Barrene y retrucó Corberán buscando la seguridad de Pepelu para volver a pisar área. Todo el estadio empujó al equipo a una reacción y empezó a enseñar el colmillo.

Fue Rioja el que, tras la peinada de Hugo Duro, encaró la portería donostiarra y, en lugar de soltar un zurdazo, optó por buscar la entrada de Fran Pérez. La segunda fue aún más clara. Gayà, como si jugara al billar, colocó la pelota entre los centrales para que la ganara Hugo Duro, pero estrelló el remate en el cuerpo de Remiro. Entró en efervescencia la grada y el banquillo de la Real se removió. Refrescó Alguacil y ya no pudo prescindir más de Oyarzabal. Acababan los donostiarras con todo su talento en el campo mientras Corberán remendaba por las lesiones de Diego López y Luis Rioja.

Poco más ocurrió porque el Valencia tocó arrebato. Se empeñó en cerrar el partido agarrándose a ese gol de Hugo Duro, apretando los puños y los dientes, achicando agua y sostenido por un Mestalla convertido en el jugador número 12 que explotó recordando que sí, se puede.

El Valencia encuentra un bálsamo en la Copa y se mete en cuartos a costa del Ourense

El Valencia encuentra un bálsamo en la Copa y se mete en cuartos a costa del Ourense

El Valencia ha encontrado un bálsamo en la Copa del Rey para una temporada que escuece. En Ourense cortó las alas al equipo más contestón en un duelo que tuvo que madurar y que Sadiq tuvo ocasión de finiquitar una y otra vez, pero que le pusieron de cara los gallegos. [Narración y estadísticas: 0-2]

No estuvo el Valencia cómodo en O Couto. Corberán buscó activar a jugadores que o no tienen sitio en el once que pelea la supervivencia en Liga o necesita engrasarlos enrolarlos, y eso acabó reflejado una escasa fluidez de juego que les dejó a merced de un Ourense que sí tenía las cosas más claras. Sabe cómo aplastar gigantes y quiso aplicar la fórmula una vez.

Los gallegos no se sintieron intimidados a pesar de que el partido arrancó con un centro raso de Jesús Vázquez que a punto estuvo de cazar Valera. La respuesta fue una contra que Noriega acabó rematando a la media vuelta obligando a Dimitrievski. Apareció entonces Sadiq, que fue errando una y otra vez en sus testarazos, a veces desviados y otras al cuerpo del veterano guardameta Guillén. El pobre desempeño en ataque lo demuestra que el primer saque de esquina para los valencianistas llegó en el minuto 40.

Golpe de fortuna

Aunque con la amenaza del Ourense bajo control, el Valencia anduvo desorientado toda la primera parte. Ni Pepelu ni Guillamón tomaban el mando y el canterano Martín Tejón no catalizaba el ataque, con Canós desdibujado y Valera casi desaparecido. Las alocadas galopadas de Foulquier, a quien amargaba Raúl Prada, y las subidas de Jesús Vázquez eran las únicas vías de alimentación del gigantón nigeriano.

Antes de que se apreciaran cambios en la segunda mitad, el Ourense se quebró. Subió una marcha el Valencia y un centro de Martín Tejón lo empujó Fran Carmona al fondo de su propia portería. Pareció que la fortuna sonreía, pero volvió a girarle la cara cuando Sadiq se estrelló de nuevo contra el larguero.

Reparto de esfuerzos

Empezó Corberán a mover su banquillo para apuntalar el resultado y repartir esfuerzos que permitieran mantener el pico de intensidad, pero fue el Ourense el que espabiló. Ángel Sánchez estrelló un remate en el palo y a Ramos su disparo desde la frontal se le fue alto.

Pero el Valencia se guardaba la bala de Sadiq. Buscó tanto el nigeriano el gol que lo encontró en el minuto 78. Tuvo como socio a Almeida, quien le apoyó en su pelea para, trastabillado, amar un imparable disparo cruzado al palo largo. Por fin volvía a celebrar un gol dos años, cuatro meses y 11 días después. Y el Valencia ya podía respirar.