Aymeric Laporte, el capitán sin brazalete y el único jugador que se enfrentó a Luis Enrique (y le costó el banquillo)

Aymeric Laporte, el capitán sin brazalete y el único jugador que se enfrentó a Luis Enrique (y le costó el banquillo)

Desde que obtuvo la nacionalidad española por carta de naturaleza, el 11 de mayo de 2021, Aymeric Jean Louis Gerard Alphonse Laporte (Agen, Francia, 30 años), que así se llama en un DNI interminable, ha sido titular siempre que el equipo tenía algo en juego. Bueno, siempre no. Hubo un día en el que no fue titular y no por su rendimiento deportivo, sino porque estaba castigado. Fue en el tercer partido de la fase de grupos del Mundial de Qatar, ante Japón. Laporte, el tipo duro, el hombre fuerte del vestuario de la selección española, vio desde el banquillo aquel choque porque, dos días antes, en la Universidad de Qatar, en el campo base del equipo, se atrevió a enfrentarse a Luis Enrique.

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Más que a enfrentarse, a decirle a la cara que el equipo debía tener un Plan B para cuando las cosas no salieran bien. Al entrenador asturiano, admirador de sí mismo y de su estilo, no le sentó bien. Era la primera vez, y fue la última, en cuatro años, que un futbolista se atrevía a decirle a la cara lo que muchos, la mayoría, pensaban. Así que Laporte fue suplente contra Japón. Y España perdió, por cierto.

El episodio define muy bien a un tipo, Laporte, Ayme para todo el mundo en la concentración, que desde su debut, el 4 de junio de ese 2021, justo antes de la Eurocopa, ha ido labrándose su propio papel en España. De entrada, hoy ante Dinamarca cumplirá su partido número 40 (dos goles). Es, ya de lejos, el jugador nacionalizado que más veces se ha puesto esta camiseta, muy por delante de Alfredo Di Stéfano (31 partidos), Marcos Senna (28), Rodrigo Moreno (27) y Diego Costa (24). Su llegada no fue fácil. En una rueda de prensa en Las Rozas en aquellos días de 2021, se enganchó con un periodista a cuenta de su sentimiento de pertenencia a España. Ahí empezó una difícil relación con la prensa que continúa hoy, y de hecho, durante la pasada Eurocopa, fue el cabecilla del equipo en su rebelión contra una emisora de radio donde, pensaban en el vestuario, alguien les estaba faltando al respeto.

Ascendencia sobre Gavi

Laporte no se calla. Con un toque altivo si no deja a su interlocutor acercarse, es alguien con una personalidad muy marcada. «No voy a depender de lo que pueda pensar la gente para tomar decisiones en mi vida. Si tomo esas decisiones es porque creo que es lo mejor para mí. Puedo acertar o no, pero hay que respetar», decía el pasado miércoles en una entrevista en la Cadena Ser. Por eso, pese a los muchos reproches que encontró en los micrófonos, dejó el Manchester City hace un par de temporadas para fichar por el Al Nassar saudí. Se especuló mucho entonces sobre si el ritmo de competición de una liga tan débil le podía perjudicar para seguir viniendo a la selección, pero siempre ha sido un indisctubile, también para Luis de la Fuente.

Aymeric Laporte.

Aymeric Laporte.PABLO GARCÍARFEF

En la caseta, cuando Ayme habla, los demás escuchan. Especialmente los jóvenes, sobre los que tiene una ascendencia innegable. Y dentro de los jóvenes, Gavi. El centrocampista del Barcelona, que lleva un año fuera de la selección lesionado, es con quien mejor ha conectado el central, hoy en boca de todos porque en enero podría haber noticia. El Real Madrid tiene su nombre encima de la mesa en caso de que se decida a fichar después de la lesión de Eder Militao. A Carlo Ancelotti le vuelve loco, pero quien tiene que soltar el dinero que presumiblemente pedirían los saudíes no lo tiene tan claro. Él, por su parte, se deja querer sutilmente, asumiendo que su ficha en Arabia, por encima de los 20 millones, no sería posible en el Bernabéu.

No se va a poner nervioso, en todo caso, por eso. Es alguien que sabe esperar. De hecho, su pasaporte español llegó en 2021, cinco años después del primer intento, con Julen Lopetegui en el banquillo, en 2016. En aquella ocasión, un par de pesos pesados de aquel vestuario, alineados con un alto cargo de aquella Federación, consiguieron pararlo. Finalmente la unión entre España y Laporte llegó, y llegó hasta el punto de ganar la Eurocopa -«es lo mejor que me ha pasado en la vida», reconoce- y, el pasado mes de octubre, en Murcia, convertirse en el segundo jugador nacionalizado que porta el brazalete de capitán, después de Ladislao Kubala. Hoy, ante Dinamarca, donde un punto le da a España matemáticamente el primer puesto del grupo (ya está clasificada) volverá a ser referencia.

La fría venganza de Laporte contra los medios que cuestionaron su presencia en la Selección: "El resto es historia"

La fría venganza de Laporte contra los medios que cuestionaron su presencia en la Selección: “El resto es historia”

El mundo del fútbol es muy cruel. Algunos medios y sus periodistas pueden llegar a realizar despiadadas críticas contra algunos jugadores. Pero muchas veces, como le ha sucedido en esta ocasión a Laporte, los futbolistas se cobran su venganza.

Las críticas al central francés, nacionalizado español, se centraban en su capacidad para jugar en una potente selección como la española. Cambiar el Manchester City en 2023 por el Al-Nassr F. C. de la, evidentemente menos fuerte, liga saudí, era para muchos periodistas un "abandono de la alta competición".

Por ello, cuando Luis de la Fuente decidió que tomara partido en la ahora campeona de la Eurocopa, pusieron el punto de mira en Laporte y sin ningún tipo de piedad lanzaron sus dardos contra él.

'El enchufe de Laporte con España: desapareció de la élite por irse a Arabia y está en la Eurocopa', titulaba una información 'El Confidencial'. 'El pimpante escaqueo de Laporte', opinaba en el AS Alfredo Relaño. "Vi a Laporte jugar y se lo dije al seleccionador: no está en la forma mínima exigible para jugar la Eurocopa", replicaba 'El Larguero' unas palabras de Joaquín Maroto en el AS. Duras palabras, frías opiniones. Y Laporte respondió en el terreno de juego.

"Ha habido de todo. Se ha especulado mucho. No había información como para opinar tanto. Hay mucha mala información que generan más titulares de la cuenta. Estaba muy preparado", se defendió Laporte tras completar los 90 minutos del partido de España contra Italia, en los que, por cierto, los de Luciano Spalletti se quedaron a cero.

Y los datos le respaldan. 525 minutos en esta Eurocopa jugando a gran nivel y siendo un faro a la hora de sacar el balón desde el lado izquierdo de la defensa. Llegó tocado al primer partido y no jugó pero desde entonces participó en seis encuentros, recuperó 37 balones y demostró una gran fiabilidad a la hora de mover el balón, completando con éxito el 93,84% de los pases que intentó.

"Estás expuesto a muchas opiniones de mucha gente. Lo que sí pedimos es que no se siga difamando. Nos cuesta a nosotros, pero también a las familias. No es necesario intentar desestabilizar a los jugadores cuando todos tenemos la idea de ir en el mismo camino y conseguir lo máximo posible", tuvo que decir Laporte cuando Willy Bácenas, cantante de Taburete, opinó que le ponía "negro que los centrales de España sean franceses".

Pero el culmen de su revancha, la guinda que coronaba la tarta de su venganza la tenía guardada Laporte para el final del campeonato. Tras levantar el trofeo junto a sus compañeros, devolvió todas esas injustas críticas en forma de tuit. Cuatro palabras acompañadas de los recortes de aquellas informaciones que le cuestionaban. Cuatro palabras que, con elegancia, retratan a los que dudaban de su nivel. "El resto es historia".

Y es que no nos damos cuenta del poder que los periodistas poseen. Y más en el mundo del fútbol. Un mundo en el que todos tenemos, por supuesto, derecho a opinar (siempre desde el respeto). Pero que no deja de ser un mundo en el que los protagonistas son personas muy jóvenes, niños todavía en muchas ocasiones. Por ello hay que tratar de minimizar el daño que se les puede provocar y cuidar su salud mental.

Caso claro es también el de Álvaro Morata. El capitán de la Selección Española, harto de las críticas, explotó en una imperdible entrevista con Eduardo J. Castelao en EL MUNDO. "Es probable que deje la selección tras la Eurocopa; en España no hay respeto por nada ni por nadie", expresó en ese encuentro. Y no le faltaba razón.

Una maravilla de Yamal obra la remontada ante Francia y conduce a España a la final

Una maravilla de Yamal obra la remontada ante Francia y conduce a España a la final

En una semifinal de Eurocopa, contra el equipo más poderoso del mundo en lo físico, finalista en los dos últimos Mundiales, España salió, vio cómo le metían un gol, se sacudió el polvo de los hombros, silbó, aceleró para marcar dos goles, remontar, y luego decidió que allí, en una semifinal de Eurocopa, con una hora por delante, ya no iba a pasar nada más. Como si fuera su potestad elegir los caminos de los partidos, también los de una semifinal de Eurocopa, como si dispusiera de un mando a distancia para darle al play, y luego al pause, y luego hacia delante, y luego hacia atrás, y luego al stop. España, en una semifinal de Eurocopa, gobernó la noche como le dio la gana, decidió lo que ocurría y lo que no, y agarrada al maravilloso descaro de un niño de 16 años, dueño de un gol estratosférico, le dio la vuelta al tanto francés y echó la persiana. Hasta aquí, dijo. Y hasta ahí. Luis de la Fuente y su muchachada han llevado a España a su quinta final continental, a las puertas de un título impensable hace no mucho, posible, probable, hoy. En una semifinal de Eurocopa, hizo lo que quiso, como quiso y cuando quiso. Esta es España. [Narración y estadísticas (2-1)]

Para saber más

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Una España nacida de la desconfianza, forjada en la ignorancia, cuando no en la mofa, de una parte de la afición, que miraba con displicencia a un grupo de jugadores que permaneció callado, cabizbajo, rumiando, eso sí, algo parecido a una venganza, agarrados todos ahí dentro a la esperanza de darle la vuelta a todo y poner al país a sus pies, un país obligado hoy a reconocer el trabajo y el talento de un grupo humano que, más allá de lo que ocurra en la final, se ha ganado el respeto que hasta ahora no tuvo. Honor para España, finalista de la Eurocopa. Y honor para Lamine Yamal, el niño de 16 años, hijo de inmigrantes, que personifica esta nueva realidad española, tan diferente, tan cambiante, tan rica.

A estas alturas de torneo, los jugadores no entrenan. Ni españoles ni franceses habían hecho nada desde el viernes, cuando obtuvieron el billete a la semifinal. De hecho, se intuía un partido calmo, con los dos midiendo muy bien sus esfuerzos y los del rival. Sin embargo, en este juego de detalles que es el fútbol, y más llegados a este punto del torneo, Francia se puso por delante poco después de que lo hubiera podido hacer España. Fabién envió alto un cabezazo que parecía fácil, pero Kolo Muani sí acertó. No habían pasado ni 10 minutos y Francia estaba por delante casi sin haberse desperezado, y además Jesús Navas con amarilla por frenar una contra con pinta de 2-0.

Como quien se levanta de la siesta

Era la segunda vez que la selección estaba por detrás en el marcador. La otra vez fue contra Georgia. Y claro, Francia no es Georgia. O sí, porque lo que ocurrió desde ese momento es muy difícil de explicar. Cuando encajó, España mantuvo la calma. De hecho, tardó bastante menos en empatar, y no necesitó ni de coraje, ni de empeño, ni de suerte, ni de una jugada maravillosa. Bastó que un crío que acaba de aprobar la ESO cogiera la pelota, levantara la cabeza y pusiese en órbita un disparo maravilloso. Lamine Yamal es un niño, un puñetero niño que juega como un mayor, que levanta la cabeza, que pasa, que centra y que, sí, también regatea, pero que, ante todo, juega al fútbol como los dichosos ángeles.

La parábola de su disparo, inalcanzable en diez vidas de Maignan, catapultó a España, un equipo en trance que, cinco minutos después, se adelantaba porque Dani Olmo hizo un quiebro delicioso a Upamecano cazando el rebote de un centro. Su tiro, que iba a portería, lo desvió Koundé por si acaso, como para asegurarse de que entraba sí o sí. Había remontado España como quien se levanta de la siesta. Aguantó a pie quieto los intentos franceses, que no fueron pocos en la primera parte. El equipo de Deschamps trató de hacer daño a España en dos facetas: los cambios de orientación y las jugadas a balón parado.

Olmo festeja el 2-1 en Múnich.

Olmo festeja el 2-1 en Múnich.AFP

Mbappé, sin máscara, fue menos Mbappé que Dembélé. El ex futbolista del Barça molestó a ratos a Cucurella, y Nico Williams tuvo que ayudar lo suyo ahí. Navas, entretanto, en el duelo que se presumía tan desigual, se mantuvo con bastante más que dignidad hasta su lesión. Al equipo, en algún momento, le costó llegar a la presión porque las piernas están como están, y eso permitía a Francia encontrar alguna vía, sin éxito.

Jugar a que no pase nada

De modo que España, la España donde De la Fuente se limitó a poner a los suplentes de los sancionados y lesionados, ni más ni menos, llegó al descanso por delante y confiada, consciente, más que nunca, de la diferencia física con su rival. Era el momento de no ir al choque. Había que jugar a otra cosa. Había que jugar, por ejemplo, a que no pasara absolutamente nada.

Eso fue lo que hizo España a la vuelta del descanso, buscando trastear con la paciencia, y el físico, del rival, y al rival, claro, cuando le toca proponer, suda tinta. No pasaba nada, ni bueno ni malo, así que Deschamps quitó del campo a Rabiot y a Kanté para meter a Griezmann y a Camavinga. Mbappé ya era delantero centro, porque también se fue Kolo Muani para dar paso a Barcola, que se instaló en la izquierda. Para desgracia de Deschamps, siguió sin pasar nada.

España jugó toda la segunda parte como si fuese el tiempo de descuento. No hizo mucho por atacar, pero como tampoco le hacían daño, fue dejando pasar el tiempo en un ejercicio de madurez algo inquietante. Tanta tranquilidad en una semifinal de una Eurocopa asusta. De la Fuente debió pensar que no fueron tan buenos los cambios contra Alemania, y sí, metió a Merino y Oyarzabal, pero dejó en el campo a Nico y a Lamine por si acaso. Deschamps echó mano de Giroud como quien reclama al Cid, pero allí seguía sin pasar nada. En una semifinal de Eurocopa, hasta España pitó el final del partido.

Lamine Yamal, el Mbappé que viene

Lamine Yamal, el Mbappé que viene

En el país de los enfrentamientos, eso no ha cambiado, un grupo de futbolistas vuelve a sacar a la gente a las calles sin señalarse. Ha pasado poco tiempo desde que otros lo consiguieron, porque 12 años no es nada, pero olvidamos pronto lo bueno para revolcarnos en la ciénaga. Esta selección no se parece a aquella. No imprime estilo, no la dirige un líder moral, no es dependiente del duopolio Madrid-Barça, por mucho que en su mascarón de proa rum

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España suda antes de golear a Georgia y se cita con Alemania en cuartos

España suda antes de golear a Georgia y se cita con Alemania en cuartos

Conviene, en estos torneos, romper a sudar. Y España todavía no había roto a sudar desde que llegó a Alemania. Un poquito contra Croacia, si acaso, y otro porquito contra Italia, pero paren de contar. Ayer sudó, y sudó bien sudado, pues pese a la holgura final, España pasó un mal rato ante Georgia, a la que sólo doblegó a falta de un cuarto de hora después de tener que remar contra la corriente durante 75 minutos para terminar, sí, goleando y con la sensación de que el torneo, por fin, ha empezado. El viernes, a las seis de la tarde, espera Alemania en Stuttgart en los cuartos de final, y allí llegará España sudada, que es como hay que llegar a esas citas. [Narración y estadísticas (4-1)]

Georgia es una selección menor. Con el veneno de quien juega por algo más que una victoria, con el vigor nacido en un sentimiento nacional de rebeldía, con el brío de quien lucha por su gente, que no por su Gobierno. Con la sensación, en fin, de poder lograr mucho más que un estúpido acceso a los cuartos de final de una Eurocopa, de lograr, por qué no, cambiar la historia de su país. Con todo eso, sí, pero Georgia es una selección menor.

De hecho, de no ser por la parafernalia que acompaña a los partidos en un gran torneo, con sus controles de seguridad, sus perímetros exagerados, su colorido en las calles por la mañana y sus 52 tipos calentando en el campo, podría pasar por cualquiera de esos choques que juega España contra un rival inferior en cualquier capital de provincia un sábado de octubre camino de alguna fase final como esta. Georgia es una selección menor, pero hizo sudar a España la gota gorda porque, llegados a este punto del torneo, la ausencia de red provoca vértigo, y durante mucho tiempo España temió caerse y perder contra una selección menor.

De repente, el caos

De la Fuente no tocó el once, para qué, y en la primera jugada Nico Williams encaró a Kakabadze y sacó un centro. En la segunda Carvajal centró también tras una conducción de Lamine. Los dos primeros intentos de contragolpe de Georgia murieron en su propio campo y el primer balón que le llegó a Unai Simón lo paró y lo jugó sin riesgos para Rodrigo. Eran los primeros cinco minutos y todo tenía muy buena pinta, una de esas noches en las que lo único por lo que se puede apostar es en por el minuto en el que llegará el primer gol. En este caso fue en el 17 y fue de Le Normand, pero como fue en propia puerta, lo cambió todo. En el primer pasillo que encontró Georgia, el lateral derecho, de nuevo Kakabadze, llegó al lateral del área y su centro, muy tenso, golpeó en el central español para meterse en la portería.

Y de repente, el caos. Pedri no era capaz de domar un balón, Carvajal se resbalaba, Rodrigo entregaba melones en lugar de balones, los contragolpes de Georgia salían bien a dos o tres toques... Era el momento de medir el cuajo de la selección española, a la que de momento en este torneo le había ido todo de cara, jugando bien como contra Italia, regular como contra Croacia y regular también como contra Albania con los suplentes. Era el momento de calibrar esas otras cosas que no son exactamente fútbol: saber controlar la ansiedad, no dejarse atrapar por los nervios, jugar con la presión de quedarse fuera... Y durante unos minutos España no dio sensación de sobreponerse al gol.

El zurdazo de Rodri para el 1-1 en Colonia.

El zurdazo de Rodri para el 1-1 en Colonia.AFP

Había rematado Fabián, y el propio Pedri, los dos por arriba, pero el balón ya no fluía, las piernas pesaban y los ojos no veían bien. Conforme pasaba el tiempo, peor pinta tenía. La sombra del partido de Inglaterra, disputado antes, empezó a sobrevolar Colonia. Por suerte para España lo evitó Rodrigo, ayer más impreciso de lo habitual, pero quirúrjico en un disparo con la zurda desde la frontal (hasta ahí permitía controles Georgia, aculada sobre Mamardashvili en eso que los modernos llaman bloque bajo y que en realidad se llama poner el autobús). La posición de Morata, en fuera de juego y en la trayectoria del balón, dejó alguna duda, pero el VAR dio el visto bueno y España llegó aliviada al descanso. Que no era poco.

Dani Olmo por Pedri

A la vuelta del refrigerio no hubo tiempo para demasiadas cosas. En una jugada de esas que definen las diferencias entre esta España y otras recientes, Lamine tiró una diagonal, y eso terminó con una falta en la frontal que él mismo lanzó. El paradón de Mamardashvili dio origen a una segunda jugada en la que, de nuevo Lamine, puso un centro maravilloso de fuera a dentro que Fabián, metido a delantero centro, remató para poner por delante a la selección, a la que Luis de la Fuente le metió una alternativa: quitó a Pedri, bastante oscuro toda la noche, y metió a Dani Olmo. Había más de media hora por delante, y aunque el equipo ya mandaba en el marcador, ni de lejos tenía el partido solventado.

En esos minutos perdonó Lamine el tercero, y De la Fuente quitó a Morata para meter a Oyarzabal y a Cucurella para meter a Grimaldo. El cansancio de los georgianos, un equipo bastante veterano en su estructura, también ayudó lo suyo. El árbitro anuló el tercero a Lamine por un fuera de juego bastante claro, pero justo después se activó la otra motocicleta de la que dispone España. Fue Fabián el que, nada más recuperar la pelota en un ataque nada benévolo del rival, lanzó un balón largo a la carrera de Nico Williams. El extremo todavía del Athletic arrancó desde su campo, se plantó en la frontal, regateó y la puso arriba, imposible para Mamardashvili.

Quedaba un cuarto de hora y, ahí sí, respiró España, definitivamente en calma con el cuarto, obra de Dani Olmo. Vivió plácido el final la selección, mirándose la camiseta y sabiendo que, ahora sí, una vez que empiezas a sudar, las cosas van mejor. Un susto, si se solventa, ayuda en el futuro.

Los meritorios cumplen ante Albania y España ya espera rival en octavos

Los meritorios cumplen ante Albania y España ya espera rival en octavos

La sensación de no disputar nada en el tercer partido no la tenía España desde el Mundial de Brasil, 2014, cuando jugó, y ganó, a Australia en Curitiba sabiéndose eliminada desde cuatro días antes. En sentido positivo, desde 2008, cuando jugó, y ganó también, a Grecia sabiéndose ya en cuartos de final desde cuatro días antes. Dos veces en 16 años, y por medio, un montón de terceros partidos de la fase de grupos con algo en juego, algunos agónicos (Rusia'18, Euro'21) y una costumbre, la de guardar a los titulares para los cruces, en desuso. Quizá por eso el partido de ayer fue algo extraño, ayudada esa extrañeza también por el traje amarillo, por la debilidad del rival y hasta por el día de la semana. Ganó España, rellenó el formulario del tercer encuentro, no sin algún apuro en la segunda parte y se dispuso a descansar a la espera de rival el próximo domingo en Colonia. [Narración y estadísticas (0-1)]

Se hizo el interesante Luis de la Fuente en la rueda de prensa previa, hablando de jugarse muchas cosas, prestigio, puntos, orgullo y a saber cuántas cosas más, pero no logró engañar a nadie. Le dio la vuelta entera al once inicial y, como sigue siendo ley en el fútbol, los titulares descansaron porque no había nada que discutir. Los meritorios, término antiquísimo que se entiende a la primera, tienen como misión fundamental no dar que hablar. Cumplir, pasar desapercibidos como mínimo y, si se puede, apuntar maneras. Los meritorios de España salieron al césped de Düsseldorf con esas premisas, traducidas en la misión de proponerle al entrenador algún cambio en la noche de octavos. Sólo Laporte, que al no jugar el primer partido necesitaba algo de ritmo, parece que estará en ese primer cruce sin red. El resto serán suplentes, salvo lesión en estos días. Y eso que hubo un puñadito de ellos que levantaron la mano para el futuro.

Para saber más

España, de hecho, ya puede decir que ha usado a todos los jugadores que ha traído a Alemania menos a Álex Remiro. Jugaron los disponibles, todos salvo Rodrigo, sancionado, y Ayoze y Nacho, lesionados. El central del Madrid pasó parte de la mañana, por cierto, en un hotel firmando su contrato con el Al Qadsiah, algo cuestionable siquiera sea en lo estético, pues parecen sobrar días que no sean de partido para echar un garabato, por mucho que no hubiera nada en juego y por mucho que él no pudiera participar. Al margen de ellos tres, pues, De la Fuente dejó que todos pisaran el césped menos el tercer portero.

Cinco minutos de ilusión

¿Y quiénes son los meritorios que alzaron la mano? Pues hubo varios. Jesús Navas, que tendrá 90 años y seguirá centrando mejor que cualquier lateral de la Eurocopa. Vivian, un albanés (por el entusiasmo) de Vitoria que se afeita sin espuma, y que es un central de los de antes, con pocas, muy pocas, florituras y mucha, mucha seguridad. Dani Olmo, pura calidad en la mediapunta por mucho que no ande fino. Y Ferran Torres, un chaval rapidísimo y que tendrá muchos defectos, pero tiene, sobre todo, una virtud con la selección: se le caen los goles de los bolsillos a nada que juega.

Albania, una selección limitadita, sí puso a todos sus titulares, pero le dio igual. A este tipo de grupos apenas les sostiene la ilusión durante un rato de los partidos, y a Albania la sostuvo durante los primeros cinco minutos y durante un rato del segundo tiempo. Un poquito de barullo al calor de las bengalas de sus aficionados, un par de presiones alocadas y hasta el último tramo, donde lo ajustado del marcador le permitió poner en apuros (algunos muy serios) a una España que, como era previsible, cogió la pelota y la tuvo casi todo el rato.

No tardó en ponerse por delante en el marcador, que suele ser lo más difícil en estos escenarios. Fue una jugada realmente bonita. Un pase interior de Laporte a Olmo que rompió dos líneas, un giro estupendo del futbolista del Leipzig y el balón a la carrera de Ferran, que la colocó en el palo contrario.

juego del limpiaparabrisas

Como era previsible, el gol dio paso a un monólogo patrio bastante aburrido, pues la Albania de Sylvinho devino en un muro en el balcón de su propia área. Así se llegó al descanso, con otro remate de Ferran que se fue alto, y así se inició la segunda parte, con un centro de Grimaldo, que tampoco anda cojo en esa faceta, y un remate inverosímil de Joselu que no fue gol de milagro. Lo necesitaba el delantero, todavía, del Real Madrid, pero tendrá que esperar.

Zubimendi y Merino felicitan a Raya tras una parada.

Zubimendi y Merino felicitan a Raya tras una parada.AFP

Conforme fue avanzando el partido, fue más evidente que el verdadero cambio de este equipo son los extremos. Sin Yamal ni Williams, España pasó muchos minutos jugando a ese juego del limpiaparabrisas que tan aburrido resulta. Llegaron bastante los dos laterales, Navas y Grimaldo, y centraron mucho y bien, pero no es lo mismo. No es lo mismo tener la electricidad de los chavales que no tenerla, una obviedad hoy incuestionable para nadie.

Tanto fue decayendo la cosa que por poco no se lleva un susto la selección. Por poco y por David Raya, que no va a ser titular mientras esté Unai Simón, pero que ayer terminó siendo el mejor del equipo, parando tres o cuatro disparos albaneses que eran gol y evitando el sinsabor de un empate que probablemente mereció Albania, corajuda y entusiasta en un tramo final intrascendente, pero feo. De la Fuente, antes, había agitado al equipo a ver si encontraba algo. Salieron Fermín, Yamal y Morata, pero para ese momento, el último cuarto de hora, España ya había desconectado y Albania perseguía un segundo punto de dignidad.

La ejercicios espirituales de Laporte: “Me tomé un respiro, me tumbé en la cama y pensé: ‘¿Tan mal lo estoy haciendo?'”

Actualizado Sábado, 22 junio 2024 - 13:33

Para el que no lo sepa, y no tiene por qué saberlo, la Federación española (y todas las Federaciones), en los grandes campeonatos montan un centro de prensa (o Media Center, en inglés) para los periodistas desplazados. Normalmente son carpas blancas instaladas para la ocasión en las que hay que poner el aire acondicionado. Sin embargo, en la de Donaueschingen hay que rezar para que no se venga abajo cuando cae una tromba de agua como la que ha coincidido este sábado con la rueda de prensa, esperadísima, de Aymeric Laporte.

El central de origen francés tiene como cualidad que no se calla nunca. Es sincero. Es directo, y le importa más bien poco lo que piensen de él. Al menos, esa es la imagen que ha transmitido desde que llegó a la selección, justo antes de la Eurocopa de 2021. En su primera comparecencia, se enganchó con un periodista que le preguntó por su sentimiento español. "Es una pregunta bastante fuerte", dijo antes de contestar: "Voy a darlo todo para ganar con la selección y eso es lo que importa". Como resulta que estos días atrás él ha sido motivo de crítica, cuando no de mofa, por su presuntamente precario estado físico, su comparecencia había levantado mucha expectación.

Sin embargo, ha comparecido un Laporte zen. Tranquilo, calmado, como recién llegado de unos ejercicios espirituales, no ha entrado a ninguna polémica, no se ha enfrentado con nadie y no ha habido guerra. Eso sí, ha dejado las cosas claras. "Ha habido de todo, se ha especulado mucho, no había tanta información sobre mí como para opinar sobre mi estado de forma. Hay muy mala información, se leen más titulares de la cuenta. He llegado cuando se me dijo y me he preparado por mi cuenta para llegar bien a esta competición", ha dicho.

Difamar, no

El futbolista, desde hace un año jugador de una liga menor como la de Arabia Saudí, ha respondido con calma. "A todos los futbolistas nos critican. Pero lo que sí pedimos es que no nos difamen, porque eso le pasa factura más que a nosotros , a nuestras familias. No es necesario difamar", ha pedido, antes de explicar cómo ha afrontado toda esta situación: "Me han llegado a molestar, y mucho, algunas cosas que se han dicho. Pero un día me tomé un respiro, me tumbé en la cama y pensé: '¿tan mal lo estoy haciendo? ¿tan mal estoy haciendo las cosas como para que me critiquen así?' Si estoy haciendo todo para llegar bien, y competir. Entonces entendí que no era contra mí, que es gente que quiere desestabilizar a la selección".

Ha tenido hasta un punto de humor. Alguien le ha preguntado por qué no ha salido antes a dar explicaciones. "Pues porque no me han pedido salir a rueda de prensa. Aparte no tengo que salir a desmentir cosas que no son verdad. No estoy aquí para la prensa, estoy aquí para jugar", ha resuelto uno de los líderes del vestuario, uno de esos tipos intocables para el seleccionador, Luis de la Fuente, que el primer día, antes de jugar contra Croacia, le defensió sin miramientos. "Agradezco a Luis el detalle de contestar como contestó. Eso es síntoma de que el grupo está unido".

No quiso entrar ni siquiera en la polémica generada por un tuit de un cantante, que atiende por Willy Bárcenas, criticando el origen francés de los dos centrales españoles. "Pedimos que no difamen", ha insistido. "Para mí la selección es lo más importante en mi carrera, es donde más he disfrutado en los últimos años. Es un orgullo representar a España, cada vez que visto la camiseta me siento muy orgulloso", ha concluido.