De brasileño a brasileño, Rodrygo y Vinicius elevan al Madrid ante un Salzburgo naíf

De brasileño a brasileño, Rodrygo y Vinicius elevan al Madrid ante un Salzburgo naíf

Los estímulos que ponen de verdad al Madrid están todavía lejos. No es extraño, pues, verlo transitar por la Champions hasta que decide ganarla. Ningún equipo pasa de cero a cien de semejante forma, durante un torneo o hasta en un mismo partido, como el disputado ante el Salzburgo.

Esta fase de clasificación extraña, pero no por ello carente de atractivos, la empezó despistado pero la acabará clasificado, aún con la esperanza remota de que sea en el top-8 que evita los dieciseisavos.

El duelo contra los austríacos era, pues, prioritario, pero dado el perfil naíf del rival, el Madrid lo empezó como si lo hubiera ganado y sólo esperara el pasar de los minutos, adormilado. Había que despertar de la siesta y correspondió hacerlo a Rodrygo, el cromo que más se despega del álbum de ataque. Los otros dos empezaron muy pegaditos, demasiado, para encontrar el gol en los espacios, especialmente Vinicius, que igualó a su compatriota con dos tantos. Son dos formas de entender el Brasil del balón.

El Salzburgo es parte de la estrategia de Red Bull en el deporte. Importan los títulos, claro, pero importa la imagen e importa el dinero. Siempre es ofensivo, siempre es joven y siempre vende mejor de lo que compra. Esta vez, la llegada de emergencia de Thomas Lestch a su banquillo le ha hecho perder la norma, puesto que el técnico tiene 54 años, mayor para su media. No obstante, no traiciona la tradición: ataca.

Modric y Ceballos, titulares

Lo hizo en el Bernabéu nada más empezar, durante un tercio de partido en el que sometió a un Madrid pasivo y algo desfigurado por los cambios. Ancelotti entregó el centro del campo a Modric y Ceballos para situar a Valverde como lateral derecho, debido la baja de Lucas Vázquez, y sin Tchouaméni en ningún lugar, salvo el banquillo. Eso sólo tiene un significado: no es titularísimo. Lo es Bellingham, el tercer hombre en el centro del campo y el vértice por el que el Madrid empezó a recuperar la pelota y el control, después de pasar minutos totalmente partido, desconectados sus atacantes.

Gloukh, el mejor jugador del Salzburgo, pudo adelantar a los austríacos tras una combinación perfecta que lo perfiló en el costado izquierdo ante Courtois. El disparo acarició la madera, aunque por fuera. Gloukh es internacional israelí y comparte ataque Daghim, nacido en Dinamarca, pero de origen palestino. Un guiño de esperanza es tiempos difíciles.

El dominio que tuvo el Salzburgo no le llevó a amenazar más al portero belga, salvo por el gol final de Bidstrup, pero la vocación implica avanzar las líneas de una forma temeraria en el Bernabéu. Puede parecer un contrasentido, pero el Madrid es peligrosísimo cuando no tiene la pelota, porque si la recupera se origina un alud.

El reparto de los goles

Cuando se produjo, la transición acabó en Vinicius y el brasileño lanzó una diagonal que, tras el leve toque de Bellingham, Rodrygo envió a la red de primeras. El pase no tenía un destinatario concreto, simplemente Vinicius sabía que en esa trayectoria aparecerían. La siguiente realización de Rodrygo fue también al primer toque, tras un taconazo del inglés, hecho que pone en valor su intuición para aparecer en los lugares que reclama el gol. Al contrario que Mbappé o Vini, con un patrón claro para los rivales, pero imparables, Rodrygo no lo tiene, aparece y desaparece del área, sin dar referencias. Eso lo hace muy complementario, puesto que ofrece cosas distintas, aunque la jerarquía lo señale como descarte cuando el Madrid reclama más equilibrio en los medios.

Mbappé y Vinicius llegaron a los goles de forma muy distinta. El primero, gracias a la presión y al error del portero Blaswich, pero en su haber está ejercerla. Vini lo hizo en estado puro, con zigzag y disparo tras recibir de Modric en el cuarto de la noche, y con un quiebro y un engaño al portero en el quinto.

Los goles van a contar para alcanzar el Top 8 en una tabla con muchos equipos parejos, pero Ancelotti decidió dar descansos y minutos, los que necesita Alaba, los que imploran Güler, Brahim y Endrick, y los soñados del debutante Jacobo Ramón. Todos entran en modo Champions.

Póker de ases del primer cuarto de siglo: Messi (tréboles), Cristiano (picas), Guardiola (corazones) y Florentino (diamantes)

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El póker de ases no es la mejor jugada posible en el juego de naipes más popular del mundo, superado por la escalera de color, la escalera real o hasta el repóker, si añadimos el joker. Pero se ha convertido en un icono del éxito que ha generado mucha mitomanía. Es un tatuaje habitual en el que los ases de corazones, picas, tréboles y diamantes significan felicidad, poder, suerte y riqueza. Todas se encuentran en el fútbol, representadas por ases

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Endrick sucede a Mbappé en el partido del miedo ante el Celta y lleva a cuartos al Madrid

Endrick sucede a Mbappé en el partido del miedo ante el Celta y lleva a cuartos al Madrid

Mbappé llegó para esto, aunque no esperara encontrarse esto. Para marcar, para ser decisivo, para cambiar la realidad incluso en el lugar que más a menudo la desafía. En la Copa, el Bernabéu observó cómo quien la cambiaba era el Celta, ya con Mbappé fuera del campo y el miedo en la hierba, el banquillo, la grada y el palco. El miedo que no ha tenido tiempo de conocer Endrick, a sus 18 años, no todavía. Encoraginado, revuelto sobre sí mismo, devolvió la vida a todos, de Mbappé a Ancelotti, al Madrid entero, y cerró la noche de tacón, a lo grande.

El desenlace es una prueba de vida para el equipo, pero también un síntoma de que el Madrid, pese a su clasificación para los cuartos de la Copa, no está como debe ni como quiere su entrenador, con ración doble de chicles. La purga que sucedió a la Supercopa, con hasta seis cambios en el once, no le dio los efectos esperados, con errores de bulto de Camavinga y Asencio que llevaron a la prórroga, y únicamente Mbappé con el estandarte en alto, pero para entonces ya sentado en el banquillo, como Vinicius. El destino señaló a Endrick, que apenas había gozado de oportunidades, y miró de reojo a Ancelotti. El gol de Valverde, antes del final torero del brasileño, fue como la descarga de la presión.

El adolescente Endrick es imberbe, como casi todo el Celta. Lo malo de esos equipos es que los descompone cualquier circunstancia. Lo bueno, en cambio, es que no sienten todavía el peso de la responsabilidad, de la jerarquía, como le ocurre al Madrid, atenazado. Eso explica una eliminatoria muy cargada emocionalmente. Para los gallegos, fue demasiado encajar un gol después de reclamar un penalti. Todo sucedió como en la rápida secuencia de un thriller que acaba con el movimiento de un pistolero. Mbappé cambió de ritmo en el área del mismo modo que se desefunda. Lo hizo en carrera para ganar ese espacio decisivo a Javi Rodríguez y disparar a quemarropa. Decisivo, esa es, hoy, la palabra que lo define, la palabra más esperada en la grada. El problema es que llega entre incertidumbres, sobre Ancelotti y sobre el resto. El partido fue la metáfora del momento, marcado desde el inicio por el impacto de la Supercopa.

Ese mismo Mbappé asomó ya en Yeda, pero sin la compañía suficiente frente a la supercantera en la se acompañan todos, y de la que salieron Mingueza o Ilaix Moriba, dos de los mejores con el Celta en el Bernabéu. La Copa era una empresa tremenda, pero el equipo gallego no la afrontó como un Everest, sino como una oportunidad. Supo cómo defender en el inicio y cómo desplegarse entre las dudas que dejaba el Madrid, aunque sin Iago Aspas le faltara su Galicia Calidade en el área. Cuando Camavinga falló, Bamba no lo hizo frente a Lunin; cuando Asencio derribó al propio Bamba en el área, Marcos Alonso fue preciso, quirúrgico en el penalti para llegar a una prórroga que era un martirio en el Bernabéu.

Mucho antes, nada más empezar, había alcanzado el Celta el área con claridad. Lunin salió a los pies de Swedberg, el sueco cayó con un leve contacto del ucraniano y Munuera Montero, muy cerca, no lo estimó suficiente. El VAR, con Hernández Hernández, tampoco le pidió revisarlo. La duda, al menos, merecía hacerlo. Con la cabeza en la protesta, el gol de Mbappé sacó al equipo gallego de un partido que hasta entonces había manejado con comodidad frente a un Madrid lento, al que cerró los espacios con un 5-4-1 muy efectivo. Los hombres de Ancelotti jugaban en exceso al pie, sin la velocidad de balón suficiente. Los tiros de Modric y Tchouaméni habían sido sus escasas opciones hasta que Brahim encontró una aproximación, resuelta por Iván Villar bajo palos.

De un Madrid desfigurado por los cambios podían esperarse imprecisiones. Ceballos y Modric aparecieron en el once, con Tchouaméni pero en el centro del campo, sin Bellinghgam ni Valverde. Ancelotti recurrió a todos ellos, y a todo lo que tenía, al observar la incapacidad para sujetar el resultado, pero la solución de verdad no le llegó está vez de la jerarquía, sino de un joven guardado en el desván que entra en la lucha en el momento indicado. Como Mbappé.

Laporta, el rey del mambo

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El 'seny' es una de las palabras que define la ponderación como parte de la idiosincrasia catalana. El catalán, sin embargo, tiene también su antónimo, la 'rauxa', referido al impulso irreflexivo. Por mucho que Joan Laporta quiera representar lo primero, por mucho que en su círculo le dijeran que se contuviera en la exposición, los días previos a su comparecencia ante los periodistas, cuando llegó el turno de preguntas, el presidente se desató, e

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El Barça deja al Madrid desnudo, sin el chaleco de Ancelotti

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La semana de Dani Olmo acaba con un baile en el que Olmo sólo disfrutó de los últimos compases. El baile de un Barça que fue incapaz de seguir un Madrid lento y patoso, salvo por los primeros pasos del Mbappé verdadero, aunque pasos insuficientes para el ritmo coral de su rival. Ni siquiera la deseada coyuntura de adelantarse en el marcador para esperar y lanzarse a los espacios, pudo detener a un Barça que ganó a lo Barça y a lo Madrid, que fue

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El apretón deportivo de los nacionalistas: pactos de Sánchez, independencia de la pelota vasca, oficina a la carta en la Generalitat y decorado del caso Olmo

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El atxiki es la acción de atrapar levemente la pelota con la mano, acompañarla, en lugar de golpearla limpiamente, como exige el reglamento de la pelota vasca. Difícil de observar, es la argucia que utilizan, con disimulo, algunos pelotaris. El nacionalismo, en cambio, no necesita disimular ni esconderse, ya no. Los pactos de Gobierno de Pedro Sánchez le han dado instrumentos de los que carecía en el pasado, fuera con PSOE o PP en la Moncloa. Lo

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Dani Olmo: una cautelar muy política recibida con un corte de mangas

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La cautelarísima a Dani Olmo es una medida muy política, en todos los sentidos, para la que los servicios jurídicos del CSD han tenido que forzar los argumentos sin entrar en cuestiones jurídicas más profundas y peligrosas. Política porque política se hace también en el deporte, donde ahora están enfrentados el padre de la norma por la que se impedía la inscripción del jugador, Javier Tebas, y el secretario de Estado, José Manuel Rodríguez Uribes

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El Madrid imprime velocidad para evitar sorpresas frente a la Deportiva Minera

El Madrid imprime velocidad para evitar sorpresas frente a la Deportiva Minera

En el interior de un AVE no se tiene la sensación de viajar a alta velocidad. Es necesario contrastarlo, observar desde la ventanilla a otro convoy o vehículo. El Madrid pertenece a la alta velocidad del fútbol, con independencia de quien se encuentre sobre el terreno de juego. La calidad y la imaginación son cosas distintas. Si la pone en práctica, la diferencia frente a un equipo de otro segmento es como una sima. La Copa ofrece esa oportunidad y la posibilidad de la sorpresa, pero una sorpresa imposible si el Madrid entra en el campo sobre las vías del AVE camino de los octavos.

La Deportiva Minera, pese a jugar en Segunda RFEF, la cuarta división, no pertenece a otro fútbol, porque fútbol solo hay uno, pero sí a otra realidad del fútbol. En su día de Reyes no quiso traicionarse y en su lealtad al juego estuvo su prematura sentencia, con 0-4 en el descanso y 0-5 en el desenlace. Con la seriedad con la que se empleó un Madrid con buena parte de meritorios que son estrellas, salvo los canteranos, habría caído de cualquier forma. La voluntad por jugar el balón desde atrás, a lo grande, o el deseo de la presión alta, propiciaron errores y espacios que el Madrid no desperdició, con transiciones rápidas y pegada en el área. El caudal de goles pudo ser una riada de no ser por Fran Martínez, ganador en la mayoría de situaciones de uno contra uno para frustración de Endrick o Brahim. Activo el brasileño, únicamente le falto el gol. Es el alimento del delantero.

Los cambios de Ancelotti

Ancelotti recurrió a las rotaciones, por supuesto, pero sin desfigurar en exceso al Madrid, cuyo centro del campo podía ser el de un día cualquiera, con Camavinga como pivote y Modric y Valverde a los costados, con Brahim entre dos aguas. Las noticias estaban en defensa, con Lorenzo y Diego Aguado, más Asencio y Fran García. Todos son de su cantera, aunque el último regresara después de una etapa en el Rayo. Diego Aguado, de 17 años, pertenece al juvenil A y es uno de los futbolistas de las categorías inferiores en los que más confía el 'staff' de Ancelotti, que lo ha incorporado en más de una ocasión a los entrenamientos. Es la zona donde más necesarios son los relevos, en especial para Rüdiger, al que dejó en Madrid. Lunin aparecía por detrás de todos ellos.

Si la defensa se convirtió en una alternativa de aspirantes a un puesto, el ataque lo era para los aspirantes a estrellas, Endrick, Güler y Brahim. Todos son jóvenes, pero su estatus es distinto. Brahim tiene mucho más recorrido hecho, y lo demostró en el propio partido. Se adapta al ataque como al centro del campo, polivalente, intenso, rápido y goleador. En Cartagonova le dio velocidad al juego por el interior, en combinación con Modric, mientras que Fran García lo hacía desde la banda, como un trueno. Brahim apuró la banda en el centro para Valverde en el primer gol, nada más empezar, y se exhibió en el tuya-mía con el croata en el cuarto. Al internacional marroquí tan sólo le faltó el tanto, pero cuando más cerca estuvo apareció Fran Martínez, portero de principio a fin.

Güler, dos goles

Para la Deportiva Minera nada cambiaba con el gol de Valverde, llegado antes de los cinco minutos, pues salió a jugar como siempre. Cambiaba, en cambio, para el Madrid, que pese a su buen tono necesitaba despejar cualquier duda cuanto antes. El segundo gol tuvo similitudes con el primero, al iniciarse por errores del rival en la salida de balón y acabar con el remate de un centrocampista en el área, en este caso Camavinga. A Güler no le ocurrió como a Endrick y a Brahim, y pudo finalmente batir a Fran Martínez en dos ocasiones.

Omar Perdomo pudo darle a la Deportiva Minera ese gol que hubiera sido más que un gol, al observar a Lunin adelantado y lanzar desde el centro del campo. Hay cosas que un futbolista puede y debe permitirse, aunque juegue en un equipo que no alcanza un millón de presupuesto frente a otro en el entorno de los 1.000 millones. Ni siquiera el equipo murciano pudo jugar en su estadio, en el Llano, por falta de aforo, por lo que se trasladó a Cartagena, en cuya grada todos los habitantes de su pueblo no cubrirían una décima parte de la grada. Había más personas, en realidad, para seguir al Madrid en un lugar donde sólo lo ven por televisión, y a ellos no fue ajeno Ancelotti cuando, ya con una renta de cuatro goles, decidió que saltaran al campo Vinicius o Mbappé, además de al joven Chema, aunque el AVE aminorara ya su velocidad camino de la estación victoria.

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Cada una de las uvas que tomamos en España para celebrar la entrada del nuevo año significa un deseo por cada uno de los 12 meses venideros. El primero de Dani Olmo, triunfar con el equipo en el que se formó y al que regresó como si se tratara de la tierra prometida tras una larga diáspora, es, hoy, un deseo pendiente, al no estar inscrito por la Liga. El jugador no quiere dejar el Barcelona, por mucho que le habilite la cláusula preventiva fija

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La 'Línea Maginot' debe su nombre al antiguo ministro de Defensa francés André Maginot, un ex combatiente mutilado de la Primera Guerra Mundial, que después de la Gran Guerra ideó una serie de fortificaciones en la frontera con Alemania e Italia. El objetivo era que su país no fuera nunca más vulnerable a una invasión gracias a un sistema de gran complejidad tecnológica y militar, con fortines coordinados y situados a una misma distancia entre sí

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