Es el técnico del Real Madrid un hombre tranquilo. Viven los blancos una creciente tempestad derivada de los malos resultados en liga y Champions y Carlo Ancelotti ha salido en rueda de prensa a intentar capear el temporal que podría empeorar este domingo y explotar el próximo miércoles. "Es evidente que todo el mundo está pensando en el partido del miércoles, pero el miércoles pasa, sin duda, por la actuación de mañana", ha apuntado.
Los blancos han perdido sus dos últimos encuentros: el accidente ante el Valencia en el Bernabéu y la hecatombe frente al Arsenal en el Emirates. Así, Ancelotti habla de la importancia de recuperar las "buenas sensaciones" y admite que el equipo sufre un "bajón a nivel general". "Hemos encajado demasiado en los últimos partidos... y ahí es donde hay que poner freno, porque la solidez defensiva es muy, muy importante. Sobre todo en los momentos en que los delanteros no están siendo tan efectivos como siempre", ha manifestado.
Los blancos han encajado 11 goles en los últimos cuatro partidos, tres de ellos en el Santiago Bernabéu y ante equipos, teóricamente, inferiores en lo que a potencial de plantilla se refiere como Leganés y Valencia en liga y Real Sociedad en Copa del Rey.
Otros achacan el bajón del equipo a la falta de esfuerzo y lo justifican en la distancia recorrida por los jugadores. "En años anteriores pasaba lo mismo: la distancia total siempre era menor, por las características de los jugadores que tenemos y, pese a eso, hemos ganado dos Champions", ha aducido Ancelotti con cierta ironía, aunque también ha recalcado la importancia de distancia recorrida al sprint más que la general.
No obstante, el técnico italiano ha recuperado un poco las esperanzas del madridismo de cara a la vuelta europea. "Lo intentaremos, el Real Madrid es el único que lo ha hecho muchas veces... y lo intentará una más. Somos conscientes de cuánto nos puede ayudar nuestra afición, nuestro estadio. Lo intentaremos hasta el último minuto, hasta el último balón", ha expuesto.
Si no lo consiguieran, el futuro de Ancelotti podría estar en entredicho. "Cada derrota es siempre lo mismo... son momentos difíciles. Tienes que pensar en cómo remontar y concentrarte en lo que viene", ha expresado. El italiano es consciente de ello y no se centra tanto en su futuro. "Del futuro hablaremos a final de temporada, como siempre. No tengo nada que añadir en este sentido. El club siempre me ayuda... y me apoya. Sobre todo, en los momentos de dificultad", ha revelado el entrenador blanco.
En el momento en que tomó el balón, Declan Rice tuvo que escuchar indicaciones totalmente contradictorias. Martin Odegaard, capitán del Arsenal, le recomendaba un centro al segundo palo, mientras Bukayo Saka le conminaba a que disparase a portería. Desde la zona técnica, Nicolas Jover, responsable de estrategia del Arsenal, dibujaba con el brazo la parábola que debía describir el balón para superar la barrera. En ese instante crucial, Rice tomó una decisión: «Miré la posición del portero y me dije: "A por ello"».
«Martin había insistido en poner la pelota en busca de otro remate, pero me di cuenta de que ellos habían adelantado delasiado su línea defensiva como para picar el balón. Así que le dije a Bukayo: "No tiene sentido"», reveló Rice, el héroe gunner ante el Real Madrid. Hasta ese momento, tras 388 partidos con el West Ham y el Arsenal jamás pudo anotar de libre directo. «Había disparado demasiadas veces contra la barrera y otras se me ha había marchado por encima», rememoró desde la zona mixta.
La curva con la que Rice superó el muro, con el interior de su bota derecha, trajo a la memoria el gol de Roberto Carlos a Francia en la Copa Confederaciones. Aquel 3 de junio de 1997 en el Stade Gerland de Lyon, el lateral brasileño dejó petrificado a Fabien Barthez con un violentísimo disparo con el exterior de su pie izquierdo. Por uno de esos caprichos del fútbol, el actual embajador del Real Madrid vio en directo el 1-0 desde uno de los palcos del Emirates.
«¡Ni Superman saca ese balón!»
Apenas 12 minutos después, Rice dispuso de otra oportunidad similar tras una falta de Eduardo Camavinga sobre Saka. «Entonces ya tenía mucha confianza», admitió. La violencia de su disparo, el modo en que encontraría la escuadra de Thibaut Courtois, llevaron el delirio a las tribunas. «¿Viste dónde la puso? ¡Ni Superman saca ese balón!», exclamó Clarence Seedorf en la retransmisión inglesa de Amazon Prime Video.
Un par de jugadas antes, Rice también había podido anotar el 2-0 al aprovechar un rechace en el área que sólo Jude Bellingham pudo salvar bajo palos. En cualquier caso, el primer doblete de su carrera le valió para ser distinguido por la UEFA como Player of the Match. Pese a no participar demasiado en la elaboración (27/30 pases), sí se mostró muy efectivo en las zonas de mayor peligro para el Madrid, dado que 14 de esos toques fueron en el tercio final del ataque y nueve de ellos en el área de Thibaut Courtois.
Hasta ayer, nadie había anotado un doblete de libre directo en un duelo eliminatorio de la Champions. Sólo Hakim Ziyech, con el Galatasaray (2023); Neymar, con el PSG (2018); Cristiano Ronaldo, con el Real Madrid (2009) y Rivaldo, con el Barça (2009) lograron ese mismo hito durante un partido de la liguilla. En el Arsenal, el único precedente lo había establecido Nicolas Pépé en la Europa League de 2019.
El golpeo de Rice, en la acción del 1-0 ante el Real Madrid.EFE
La exhibición de Rice sólo se vio truncada en el minuto 80, cuando tuvo que abandonar el césped, víctima de molestias en un pie, para dejar paso a Kieran Tierney. Según confirmó más tarde Mikel Arteta ni este problema ni el golpe sufrido por Saka parecen graves, por lo que ambos podrán disputar el miércoles el partido de vuelta en el Bernabéu.
El poderío físico de Rice (26 años, 188 centímetros) y su peculiar modo de correr le han valido en el vestuario del Arsenal un curioso apelativo. «Nunca tuve uno hasta que llegué aquí, pero ahora todos me llaman El Caballo», confesó hace unos meses, apuntando a Oleksandr Zinchenko como autor del mote. Cabe recordar que desde su llegada a la elite, Rice únicamente sólo ha sufrido una lesión, el pasado noviembre, por la fractura de un dedo.
116 millones por su traspaso
Hijo de emigrantes irlandeses, nacido a las afueras de Londres, Declan se formó durante siete temporadas en la cantera del Chelsea y en 2014 dio el salto al West Ham, donde se confirmaría como uno de los mejores centrocampistas de su generación. Con apenas 19 años disputó tres amistosos con Irlanda, pero apenas unos meses después Gareth Southgate le convenció para lucir el escudo de The Three Lions.
En 2023 conquistó la Conference League con el West Ham, poniendo punto final a una sequía de 42 años sin títulos en Upton Park. Su elegancia y tremendo despliegue cautivaron a Arteta, que precisaba de un socio para Thomas Partey en la medular. En julio de 2023, Rice se convirtió en el fichaje más caro en la historia del Arsenal, que pagó a los hammers 116 millones de euros por su traspaso.
En un principio, el técnico donostiarra pensó en él como pivote defensivo, pero a lo largo de esta temporada ha ido adelantando su posición. «Desde pequeño siempre he jugado mejor como número 6, pero ahora me siento muy libre actuando de 8. Llegar al área no es algo natural para mí, pero ahora me sirve de motivación para mejorar mis números goleadores». Hasta ayer había anotado cinco tantos en 42 partidos de Champions, Premier, FA Cup y Carabao Cup, pero estos dos goles ante el gran dominador de Europa cambiarán para siempre su carrera.
Francesco Mauri, asistente de Ancelotti, y Luis Llopis, entrenador de porteros, parecían estar avisando a Thibaut Courtois y a la barrera antes de que Declan Rice se sacara una extraordinaria rosca que bordeó el muro madridista y sorprendió al belga. Ambos miembros del cuerpo técnico hacían sendos gestos con el brazo derecho, advirtiendo a sus jugadores, pero no sirvió. El centrocampista inglés clavó el 1-0 e hizo estallar al Emirates, que inició así su grande noche ante un desastroso Madrid. "Es una derrota dura. No lo esperábamos. Tenemos pocas opciones, pero en el Bernabéu pasan cosas", manifestó Carlo Ancelotti.
Carletto se atrevió con David Alaba en el lateral izquierdo, en lo que fue la quinta titularidad del defensa austríaco esta temporada. Antes, triunfos ante el Girona y el Rayo, derrota en Sevilla contra el Betis y empate dramático en la prórroga contra la Real Sociedad. En la mayoría, sufrimiento para el conjunto blanco, con Alaba siempre de central y nunca de lateral. La decisión la mascó Ancelotti en los días previos, la probó en el tramo final del duelo liguero contra el Valencia y la decidió en la previa, descartando a Fran García y cubriéndose en el carril derecho con Fede Valverde, lateral en lugar de Lucas Vázquez.
En el centro del campo, Camavinga y Modric salieron juntos de inicio por cuarta vez en el curso. Podría parecer que han jugado más tiempo juntos, pero sólo en tres de los 51 partidos del año habían compartido titularidad. El trío de citas había sido, como en el caso de Alaba, de casi suspenso: partido contra el Leganés en Liga, donde el Madrid sufrió para ganar 3-2, el empate en Pamplona contra el Osasuna y la derrota en Anfield contra el Liverpool. Los datos no auguraban nada bueno, y el resultado fue catastrófico.
Septiembre de 2015 en Lyon
Los blancos claudicaron en el segundo tiempo con el doblete de faltas directas de Rice. La primera tras falta de Alaba ante Saka, muy superado el austríaco por el extremo británico. Y la segunda, enviando el balón a la escuadra del palo de Courtois. Un golazo para dejar KO al Madrid. Fue el primer gol de falta directa anotado a los blancos fuera de casa en Champions desde septiembre de 2015, cuando Juninho Pernambucano anotara uno con el Lyon.
Las caras en el banquillo madridista eran un poema. Ancelotti no tenía muchas cartas. Retiró a Modric y a Alaba y dio entrada a Lucas y a Fran García mientras Courtois le salvaba de un fracaso mayor.
El gol de Merino dejó al Madrid en la lona. Tres goles en 17 minutos. Una derrota que se une al 4-0 del Etihad en 2023, la peor de esta era de Ancelotti, y el 4-1 de Dortmund en 2013 como las noches más negras del Madrid en eliminatorias continentales en las últimas décadas.
"no hemos estado bien"
Y para colmo, Camavinga terminó expulsado por protestar una falta y no jugará el encuentro de vuelta. Toca épica. "No acostumbramos a sacar dos derrotas seguidas, sólo queda trabajar, confiar en nosotros más que nunca, este equipo se merece la confianza por parte de todo el mundo y vamos a confiar en ello", aseguró Lucas Vázquez tras el pitido final.
Ancelotti, el martes, en la zona técnica del Emirates.EFE
El gallego reconoció que "no hemos estado bien". "El Arsenal ha hecho un gran partido, ha tenido ocasiones, nos ha sabido presionar, hemos tenido alguna jugada aislada, pero en la segunda parte no hemos sabido dar un paso al frente. Nos ha faltado continuidad en el juego, tener más la posesión y al final no hemos podido hacer un buen partido", resumió.
Más duro fue Courtois, que admitió que "nos hemos olvidado de jugar al fútbol". "No diría que hemos tenido pánico, pero no estábamos tranquilos con el balón", insistió, y explicó los dos goles de falta directa. "En el primero pensé que había puesto bien la barrera. Siempre pongo un hombre más pasado el balón para que esa comba no pase. Quizás tenía que haber puesto uno más... En el segundo no le puede pegar mejor. Son faltas innecesarias donde no hay peligro, el primero va fuera de la portería, el segundo también", dijo.
Pero como Lucas, el belga confía en la vuelta: "Tienen que creer en este equipo y desde el primer minuto daremos todo para darle la vuelta a este resultado. Hay que corregir los fallos e intentar meter uno o dos goles rápidos. Creo que es posible".
Los misiles de la muerte pudieron hasta con el cíclope blanco. Courtois hace milagros, pero no hay panes y peces para quien no los merece. La caída del Madrid fue algo más que una muerte a balón parado. Fue una ejecución en el paredón de todos sus males, con disparos de Declan Rice que tenían todo lo que, hoy, no tiene este Madrid deambulante: la contundencia y la precisión. Rice, en realidad, sólo apretó el gatillo.
La cruel derrota, consumada por Mikel Merino, un delantero de paso, compromete al equipo blanco, que necesita invocar a todos los espíritus de la remontada, no sólo a Juanito, y compromete a Ancelotti. Con el entrenador atascado, Vinicius perdido y Bellingham desesperado, la esperanza es la épica y quien todavía no sabe nada de esa épica. Mbappé llegó para ganar Champions. Primero debe ganar al destino. [Narración y estadísticas (3-0)]
La forma de caer ante el Arsenal es proporcional a dos cosas: la tendencia del Madrid en los últimos partidos y la proporción del rival. Leganés, Real Sociedad y Valencia, con distintos resultados, ya mostraron los problemas de un equipo frágil en defensa, desenfocado en el centro del campo y no siempre enfocado en ataque.
No es el equipo de Mikel Arteta lo mejor de la Premier, pero es un equipo que crece y crece si le dejas jugar. Si los goles no llegaron antes de que Declan Rice activara el cañón, fue gracias a Courtois, brutal en sus intervenciones ante el propio Rice y Martinelli, en el primer tiempo, o de nuevo Martinelli y Merino en el segundo. El Arsenal hizo lo suficiente para golear de cualquier manera.
parábola inverosímil
La pegada de Rice está fuera de catálogo. Ambos goles llegaron de falta, lejanas, y ambos con una potencia y colocación que redujeron a Courtois a su condición humana. Ni un reproche al portero, todo el mérito para el jugador inglés, que recordará este día toda su vida, sea cual sea el desenlace de la eliminatoria. Primero salvó la barrera con una parábola inverosímil; después, colocó en la escuadra.
Ancelotti sabía bien de la febrícula de su equipo y por eso les mandó abrigarse. El Madrid no tiene la temperatura corporal adecuada y el entrenador sacó la mantita al salir al Emirates para cubrir bien todo el centro del campo. En el Bernabéu habrá que quitársela y jugar a pecho descubierto. No quedan días para 'pechos fríos'
La manta era el 4-4-2, en el que Bellingham se situaba en la izquierda y Rodrygo, en la derecha, con claras instrucciones defensivas. Vinicius y Mbappé, pues, compartían el ataque. Las razones de Ancelotti no se debían únicamente a la peligrosidad del Arsenal por las bandas, con Saka y Martinelli, sino a las componendas que tiene que hacer en la defensa desde el principio de temporada. Valverde volvió al lateral derecho y en el izquierdo apareció Alaba, con una venda en un muslo, todavía bajo mínimos. El austriaco conoce el puesto, ya que jugó en esa posición en sus inicios en el Bayern, pero hace ya largo tiempo. Saka lo sometió a un tormento, pero también puede decirse lo mismo de Martinelli ante el uruguayo. El compromiso en las ayudas de Bellingham y Rodrygo no bastaba.
Bellingham, desesperado tras una ocasión perdida.EFE
El cambio de sistema, del 4-3-3 habitual al 4-4-2, cargaba el mensaje: precaución. El Arsenal de Arteta es un equipo de alto ritmo de juego y llegada por las bandas, pero también de compenetración en las jugadas a balón parado, diseñadas por uno de los ayudantes del técnico donostiarra. Cuando lanza un córner, acumula jugadores casi en la línea del portero, como niños que esperan, ansiosos, que se rompa la piñata. El overbooking hizo que Saliba rechazara un centro-chut que había superado a Courtois. Con esa producción ofensiva no tener en el área a Havertz o Gabriel Jesus es un hándicap. Arteta ha pedido a Merino que se convierta en camaleón. Se ha puesto el traje del nueve con goles, también frente al Madrid, el tercero, después de porfiar mucho frente a Courtois.
El Madrid respondió al acoso inicial con posesiones largas, aunque estériles, para bajar las revoluciones al partido. Cuando pudo, corrió, gracias a los robos o pérdidas que abrían un páramo por delante. Ni Vinicius ni Mbappé, sin embargo, encontraron la precisión para batir al español Raya, sin trabajo, pero con sensación de dominar el área en todas sus salidas.
Más desalentador resultó su nula reacción tras los goles del Arsenal, cuando ya no había que abrigarse más, sino destaparse. La excitación del equipo inglés y la mejor gestión de Arteta pudieron generar un resultado todavía más cruel, mientras Camavinga se autoexpulsaba y las soluciones del banco, como Brahim, no aportaban nada, porque el problema no era de nombres, sino de rumbo. Ahora sólo está a tiempo de la épica.
Mikel Arteta ha cambiado la realidad del Arsenal. El conjunto gunner no gana la Premier League desde 2004, pero con el técnico donostiarra en el banquillo ha conseguido volver a pelear por ella: segundo en 2023 y 2024 y segundo este año, a 11 puntos de un Liverpool casi inalcanzable. El Emirates disfruta también de la Champions y busca este curso superar la barrera de los cuartos de final por primera vez desde 2009. Enfrente está el Real Madrid, pero en el norte de Londres se confía más que nunca en el liderazgo de Arteta, en sus «juegos mentales», a cada cual más loco que el anterior, en su influencia de la NFL, en lo aprendido con Pep Guardiola y en cómo ha convertido a su equipo en el mejor a balón parado en Europa.
A los 15 años, Arteta dejó el Antiguoko de San Sebastián, donde jugaba con Xabi Alonso, para fichar por el Barcelona. Llegó al filial, coincidiendo con Puyol, Xavi o Iniesta, pero su carrera cogió un camino diferente al de los héroes de Sudáfrica: PSG, Rangers, Everton y Arsenal. Siempre en el filo de las convocatorias de la selección y siempre en suelo británico. Era el raro de su generación y la puerta a la gloria se le cerró constantemente. En los banquillos la tarea no era más fácil: aceptó el reto del Arsenal y si antes tenía a Xavi, Iniesta, Alonso o Fábregas por delante, ahora el destino le ponía al City de Guardiola y al Liverpool de Klopp como dominadores de la Premier.
Quizás por lo aprendido en su carrera como jugador y en las puertas que se le cerraron en su momento, lo que define ahora al Arteta entrenador es la «exigencia». «Es muy exigente en todo lo que hace, con el cuerpo técnico, con el club y consigo mismo. Es la persona que más horas trabaja en la ciudad deportiva, su pasión es constante y te la transmite», admite a EL MUNDO el español Miguel Molina, uno de sus asistentes en el cuerpo técnico del Arsenal, donde ha mezclado al núcleo local con varios españoles que actúan como su mano derecha en el club: el propio Molina, Carlos Cuesta, otro de sus asistentes principales, e Iñaki Caña, entrenador de porteros. Los dos primeros, con pasado en las categorías inferiores del Atlético.
El no a Pochettino
En 2016, justo después de retirarse, esa exigencia le llevó a tomar una decisión clave en su carrera como entrenador. Había colgado las botas como uno de los capitanes del Arsenal, así que el club londinense le ofreció un puesto como uno de los jefes de la cantera, pero lo rechazó. También dijo «no» a Mauricio Pochettino, su «hermano mayor» en sus dos años de cesión en el PSG a comienzos de los 2000. El argentino le quería como parte de su staff en el Tottenham, enemigo íntimo del Arsenal, pero Arteta lo rechazó, convencido del tipo de máster que quería.
El entrenador español se convirtió en asistente de Guardiola en el Manchester City. Máxima exigencia y un curso acelerado en la elite para su gran objetivo: ser uno de los mejores entrenadores del mundo. Estuvo varios años a la sombra del catalán y en cuanto surgió la oportunidad del Arsenal no lo dudó. Los gunners despidieron a Unai Emery en diciembre de 2019 y Arteta lo tenía todo claro. Casi diez años después de esa decisión entre Pochettino, el Arsenal y Guardiola, Arteta está ante su sexta temporada como técnico de un club donde ha conseguido tres títulos (una FA Cup y dos Community Shield), pero lo más importante: compite de tú a tú con City y Liverpool.
De Guardiola mascó la obsesión por la perfección y la innovación táctica, pero lo que ha convertido a Arteta en un entrenador diferente son los «juegos mentales». «Es muy creativo, muy innovador, y te hace estar alerta, mejorando y creciendo constantemente. Entiende muy bien el proceso de los entrenamientos, el análisis de datos... Está capacitado a todos los niveles. Y con el trato con el jugador es muy empático y cercano, sabe gestionar muy bien el vestuario y la relación con los jugadores», asegura Molina.
Arteta y Saka, el sábado, durante el partido ante el Everton.EFE
Esa parte creativa en la gestión del vestuario tiene que ver con poner a sus futbolistas ante el Pictionary (un juego de mesa en el que hay adivinar una palabra haciendo un dibujo), con contratar carteristas para robar a sus jugadores en plena cena «para que estuvieran atentos a los detalles», con realizar presentaciones utilizando colores o dibujos concretos para que los jugadores aprendieran bien la lección (un carril liberado en la defensa rival era un Fórmula 1), con dibujar frases en las paredes de la ciudad deportiva, con pedir a sus jugadores que expriman la mayor cantidad de jugo de limón que puedan en un bote común, con contratar a un freestyler profesional para que hiciera de camarero y les humillara cuando intentaran dar toques al balón durante una cena...
«Todo eso pasa muy a menudo. Cada reunión de Mikel con el vestuario es especial. Está en un nivel similar a Pep y veremos si algún día le pasa. Te das cuenta de la cantidad de cosas que hace más allá de los focos. Siempre nos repite que tenemos que hacer todo a tope. El fútbol, la fiesta e incluso en la habitación con nuestras mujeres», explicaba en su momento Oleksandr Zinchenko, jugador del Arsenal y ex del City. La prensa inglesa los denomina «juegos mentales».
La parte psicológica es clave para Arteta, que no deja de usar símbolos para tratar de mantener a su vestuario alerta. Uno de sus momentos más famosos es un discurso a la plantilla comparándoles con la luz, bombilla en mano y mencionando a Thomas Edison, para que fueran capaces de «compartir la energía y conectar». Incluso contrató a un artista para que creara la canción North London Forever, que el donostiarra quiere que se convierta en el nuevo himno del club.
El mejor equipo a balón parado
La obsesión de Arteta es ganar un gran título y no deja nada al azar para conseguirlo, tratando de extrapolar las virtudes de otros deportes al fútbol. Por ejemplo, de la NFL ha sacado la idea de tener diferentes entrenadores tácticos para diferentes situaciones, como la presión alta o la transición defensiva, pero sin duda algo diferencial y que tiene mucho que ver con el rugby y el fútbol americano y la revolución que ha logrado a través del balón parado.
Uno de sus grandes fichajes es Nicolas Jover, el gurú del balón parado gunner. El asistente francés trabajaba para Guardiola, pero Arteta coincidió con él unos meses en el Etihad y se lo llevó a Londres. Con 10 goles este curso, es el equipo que más tantos anota a balón parado en las cinco grandes ligas europeas.
Es su gran fuerte y aunque no puede contar con Gabriel, uno de sus centrales titulares junto a Saliba, el poderío aéreo del Arsenal es de lo que más preocupa a Carlo Ancelotti. El Madrid, débil en ese aspecto, ha encajado cinco goles a balón parado este curso, el segundo peor dato de la Liga tras el Leganés. El Emirates le espera esta misma noche.
Adiós a la Liga. El Madrid no puede ni con un rival que lucha por la salvación. Pero es que el equipo de Ancelotti - aunque eso sea una entelequia- no es capaz de ganar a nadie. Tenía el agua que casi le llegaba a la nariz y ahora se ha ahogado definitivamente.
La tragedia es que hace más de una temporada el Madrid ni tiene juego, ni sistema, ni sentido futbolístico. A muchos les extraña, pero todo el que me lee sabe que llevo denunciándolo ya más de dos años. Es un vetusto entrenador, apagado por su estilo decimonónico y muy engreído en su estilo.
Ahora, los corifeos madridistas dirán que Mamardashvili fue un gigante en la portería y que impidió en más de media docena de ocasiones claras, la mayoría de ellas de Mbappé. Pero el francés solo no puede con unos compañeros que se creen dioses del Olimpo del fútbol, con la nefasta propaganda de la Casa Blanca.
Es cierto que el Valencia metió tres fallas ignífugas para defender. Que sólo hubo tres oportunidades y que dos de ellas terminaron en gol. El último de ellos en el ocaso de un partido que pasará a la historia como cuando el Madrid cayó al infierno.
Es posible incluso que el Madrid logre un gol con esa clase delanteros egocéntricos, que jamás juegan con el compañero, sino que van en busca de la jugada perfecta, la genial.
Lo cierto es que Brahim sólo regatea para él y no se va de nadie. Bellingham arranca desde atrás y también quiere meter su gol maravilloso. Y Vinicius es un desastre. Sólo piensa en sus regates.
Y sale hasta Endrick y también quiere ser un dios en el Olimpo madridista por egocentrismo. Un disparate. Como todos los desperdician todo, castigan a su equipo a perder minutos y minutos en el juego colectivo.
Y, curiosamente, el menos individualista sea el mejor: Mbappé. El único que tiene gol. Lo que no entiendo es que cediera ejecutar el penalti al inútil de Vinicius, que ya ha recibido una sinfonía de pitos. No es para menos. Fue decisivo. Ese minuto que marcará una Liga. Jamás entenderé el compañerismo de Mbappé
Hay muchos misterios de Ancelotti en el partido. Una vez más se cargó a Asencio, para que ya nadie dude de su odio cerval, porque se tragó su calidad. Nadie entendió a Tchouaméni en la defensa, cuando por delante sólo estaba Modric para ser mediocentro y un tocado Valverde. Todo es sospechoso.
Nadie defiende ya a Ancelotti. Y no quiero hablar más de él. Estoy cansado y en el club no hacen nada, sólo el tancredo. Ni lo echan ni fichan a nadie, pero, eso sí, tiene un estadio espectacular. Absurdo.
Y no quiero pensar lo que podrá ocurrir en Londres el martes, porque lo mismo se llevan una manita o quizás cuatro. Con Saka y Merino de verdugos. Mientras tanto, Ancelotti come chicles. Quizá demasiados.
Parecía llamado a dominar la futura banda derecha del Real Madrid y a ser la puerta millonaria del club hacia el tan deseado mercado asiático, pero Takefusa Kubo (Kawasaki,, 2001) sigue sin pasar el umbral del vestuario local de Chamartín y cada vez está más lejos. Por él, cansado de esperar desde su fichaje en 2019, y por el propio conjunto madridista, confiado su carril diestro a Rodrygo, Brahim y Güler. Hoy vuelve a visitar la Castellana con la Real Sociedad, dueña de sus derechos federativos y del 50% de lo que genere la plusvalía de una futura venta. El otro 50% es del Madrid, que lo vendió por seis millones a los txuri-urdin y se guardó esa opción, esperando ahora un ingreso millonario cuando alguien se acerque a los 60 millones de su cláusula.
A sus 23 años, Kubo volverá al Bernabéu con el mismo ánimo de revancha y la misma rabia acumulada de siempre, amenazando futbolísticamente al equipo que un día llamó a Japón y le recuperó para el fútbol español después de haber abandonado las inferiores del Barça.
Y es que la historia de Kubo en la capital es la de la espera y el rechazo. Un «no» constante que ha condicionado la primera etapa de su carrera. Aterrizó en el verano de 2019, formando parte de una camada adolescente que era vista en la cúpula como la heredera de la época dorada. Por ahí estaban Vinicius y Valverde, firmados en 2018, más Brahim, Rodrygo y Kubo, cuyos fichajes llegaron en 2019 junto a Militao y Mendy.
El ejemplo de Odegaard
De todos ellos, sólo Kubo se ha quedado en la carretera, compartiendo con Martin Odegaard el foco de los proscritos. En su momento, el noruego decidió que no iba a esperar y el club le vendió al Arsenal por casi 40 millones, previo paso brillante por la Real Sociedad. Lo suyo fue rápido y ahora es el capitán de los gunners.
En el caso de Kubo, todo ha sido diferente. Una situación peculiar limitada desde el principio por su pasaporte extracomunitario. La acumulación de extranjeros en el Madrid, especialmente brasileños, obligó al conjunto blanco a elegir desde 2019 a varios descartes, y Rodrygo siempre le ganó la partida a Kubo en el extremo derecho. Mientras el brasileño crecía junto a Vinicius en el ataque madridista, el japonés vivía temporadas complicadas entre Mallorca, Getafe y Villarreal. Cuestión de elecciones y de destino.
Así que el Madrid ganó la Champions 2022 con Rodrygo como héroe de la eliminatoria contra el Chelsea y el City en el momento en el que Kubo terminaba su segundo paso por Mallorca. Antes, había pedido dejar el Villarreal a mitad de año porque Unai Emery no contaba con él, y acabó unos meses en el Getafe de José Bordalás. Un camino de espinas que le revolvía el estómago, presionado mediáticamente en Japón y con la obsesión de brillar en Europa.
Kubo, rodeado de jugadores del Valladolid, el sábado en el Reale Arena.EFE
De blanco sólo le hemos podido ver en una pretemporada, la de 2019, cuando fue uno de los protagonistas por la ilusión que despertaba su fichaje. Se fue a la gira americana con Zidane, tuvo minutos y volvió para ponerse a las órdenes de Raúl en el Castilla, donde compartió algún amistoso con el propio Rodrygo. Un casting que terminó ganando el brasileño, que aceptó jugar varios partidos oficiales con el filial.
El japonés, mientras, observaba la elite con ansia. «Era cabezota. Tenía mucha personalidad y muy claras sus decisiones», recuerdan en Valdebebas fuentes consultadas por este periódico. «Me estresaba muchísimo en cada entrenamiento porque quería demostrar mi valía», admitió hace unos meses en una entrevista.
No llegó a debutar en partido oficial con el Madrid porque salió cedido al Mallorca justo antes del inicio de aquella temporada. Una decisión que el club veía bien para su formación, pero que quizás llegó demasiado pronto y el foco, lejos del Bernabéu, se fue apagando. No volvió a jugar de blanco. La pandemia en 2020, los Juegos en 2021 y su fichaje definitivo por la Real en 2022 lo impidieron.
Retraso en las nacionalizaciones
En esa operación, el Madrid se guardó una opción preferencial para recuperarle y el 50% de la plusvalía de una futura venta a cambio de seis millones. Seguía gustando en Valdebebas, pero el retraso en las nacionalizaciones de Militao, Rodrygo y Vinicius lo alargaba todo. Tres años después, todo parece haber cambiado. El japonés renovó con la Real hasta 2029, aunque mantuvo la cláusula en 60 millones, una decisión que desliza la intención de una futura venta.
El Madrid tiene hueco para extracomunitarios, nacionalizados ya los brasileños, pero la nueva zurda joven se apellida Güler y el nombre de Kubo se ve más como fuente de ingresos que en la espalda de la camiseta, esperando en Valdebebas ese salto definitivo en la carrera del talento asiático. Hoy, en la vuelta de semifinales de Copa, nueva reválida.
Jimmy Murphy tocaba a Chopin, Grieg y Listz. «Le ayudaba a aquietar sus cavilaciones», escribe David Peace en Munichs (Contra, 2024), una recreación novelada del accidente del 6 de febrero de 1958 que acabó costando la vida a ocho jugadores del Manchester United, además de a otras 15 personas, entre integrantes de la tripulación, periodistas y directivos del equipo británico. Sobre Jimmy Murphy, uno de los supervivientes, segundo entrenador, cayó el peso de reflotar a un club devastado por la tragedia acaecida cuando el vuelo de British European Airways se estrelló frente a una casa abandonada en el tercer intento frustrado por despegar del aeropuerto de la ciudad alemana. El equipo regresaba de Belgrado, tras eliminar al Estrella Roja en cuartos de final de la Copa de Europa.
Jimmy Murphy afrontó el desafío de ocupar el vacío de Matt Busby, hospitalizado con heridas graves en la ciudad alemana. Busby ya era una leyenda. «Para mí, Jimmy Murphy es el héroe de esta historia, un hombre complejo que llevó adelante al equipo, hasta conducirlo incluso a la final de la FA Cup. Si él hubiera muerto, pienso que la historia del club habría sido muy distinta. Es una pena que la entidad no siempre haya reconocido su papel y al final le tratara de una manera muy pobre», explica Peace (Ossett, 1967) a este periódico a través del correo electrónico.
Destacado autor de novela negra, nuestro interlocutor, residente en Tokio, es también un gran aficionado al fútbol. Entre sus obras ajenas a este deporte figuran la tetralogía Red Riding Quartet, editada en España por Alba, la trilogía Tokyo Redux (Hoja de lata), y GB84, en la misma editorial, donde afila el bisturí para novelar el pulso colosal entre los mineros del Reino Unido y Margaret Thatcher, entonces inmisericorde primera ministra.
Latido político
Dentro o fuera del fútbol, Peace nunca ha disimulado un latido político en cuanto escribe. «Munichs es una novela sobre el norte de Inglaterra y su clase trabajadora», afirma, incorporándola, además de a las obras citadas, a una secuencia donde también están Red or dead (Faber and Faber, 2013), no editada en España, sobre el Liverpool de Bill Shankly, y Maldito United (Contra, 2013), alrededor de la histriónica figura de Brian Clough y su breve paso por el Leeds.
Hay un eco espectral en este relato de 449 páginas que le ha exigido un severo trabajo previo de documentación. «El proceso de creación es siempre el mismo. Consulto con detalle en la biblioteca pública periódicos y libros relevantes de no ficción mientras construyo la narrativa de la novela dramatizando la verdad tan poderosamente como puedo».
En Munichs habitan los vivos y Los Muertos, siempre evocados en letras versales. El espíritu de James Joyce y The Dead, adaptada al cine por John Huston, otorgan un vuelo singular a esta historia. «Dublineses [el libro de relatos al que pertenece The Dead], y en particular Los Muertos, han sido una gran influencia en la escritura de este libro. Para mí, en mi trabajo y en mi vida, Los Muertos es una presencia constante», afirma.
Geoff Bent, 25 años, Roger Byrne, 29, Eddie Colman, 21, Mark Jones, 24, David Pegg, 22, Tommy Taylor, 26, Liam Whelan, 22, y Duncan Edwards, 21, éste último ingresado durante dos semanas en el Recht der Isar Hospital de Múnich, perdieron la vida como consecuencia de aquel accidente. «Incluso hoy mantienen un estatus mitológico. Diría que se debe a que murieron tan jóvenes, con un potencial ilimitado. Representaban el futuro perdido y un mundo que pudo haber sido». Aquella generación había ganado las dos Ligas precedentes con una media de 22 años. Jóvenes y talentosos, exhibían además un enorme grado de compromiso sentimental con el club, ajenos a los cantos de sirena que venían desde Italia y otros clubes.
Peace nació nueve años después de la tragedia. Su padre le contó la historia cuando era un muchacho. «Él había visto jugar muchas veces a los Busby babes ante el Huddersfield Town, nuestro equipo, y también estuvo en en el último partido que disputaron en Inglaterra en 1958, contra el Arsenal. Era un año más joven que Duncan Edwards y el accidente tuvo un efecto profundo sobre él, como sobre mucha gente». La narración de aquel encuentro, del 1 de enero de 1958 -«un partido que viviría para siempre, en el recuerdo y la imaginación»-, ganado por el Manchester United en Highbury por 5-4, ejerce de prólogo en el libro, antes de que, mediante continuos saltos en el espacio y en el tiempo, se gradúe la acción dramática. «Quería que el libro fuese una experiencia viva para el lector, devolviéndole a 1958».
Un fútbol distinto
El fútbol de entonces poco tenía que ver con el de hoy. Parte de la magia de Munichs se encuentra en su capacidad para transmitir la estrecha vinculación entre los aficionados y sus ídolos de carne y hueso, cercanos, integrantes de un mismo hábitat social. «Antes del desastre, los Busby Babes ya eran célebres, pero todavía iban a los cines locales y las salas de baile y vivían en alojamientos compartidos», apunta Peace.
Adiós a Duncan Edwards, un extremo izquierdo audaz y relampagueante, la figura que mejor encarnaba el aura de los muchachos de Busby, forjados por Murphy en las categorías inferiores. Munichs, cuyo plural pretende denunciar el uso que aún hacen algunos aficionados de equipos rivales en tono de burla, es dolor, pérdida y culpa, pero también lucha y redención, liderada ésta por la inmensa figura de Bobby Charlton.
«Murphy, que no había viajado, creía que debería haber estado en el avión. A Busby le persigue la culpa por haber llevado al Manchester United a Europa y por no impedir al piloto hacer un tercer intento de despegue. Charlton también sufre, en su condición de superviviente, sin poder explicarse por qué vivió mientras algunos de sus amigos morían», explica el autor del libro.
Diez años después, el equipo liderado por Charlton, que había estado cerca de dejar el fúbol, George Best y Denis Law, fallecido el pasado día 17, vencía 4-1 al Benfica para ganar la primera de sus tres Copas de Europa, la primera de un club británico. Ya no eran los Busby Babes, sino los Diablos Rojos, rebautizados por su hacedor. Al frente seguía Matt Busby. Tras recibir la extremaunción, había escapado del destino de Los Muertos.
"Uno tras otro iban convirtiéndose todos en sombras. Mejor pasar con valentía a aquel otro mundo, en toda la gloria de alguna pasión, que marchitarse y apagarse lúgubremente con los años".
Las remotas opciones del Girona de continuar en Europa murieron en Milán, ante uno de los equipos ilustres del continente. Poco certero en ataque y demasiado expuesto a las contras de los italianos en la primera mitad, el conjunto de Míchel encajó la sexta derrota en los siete partidos que ha disputado hasta la fecha en el torneo. Sólo ha conseguido el triunfo ante el Slovan de Bratislava, a la espera de recibir al Arsenal en la última jornada.
Descapitalizado con respecto a la plantilla que sorprendió en España en la pasada Liga y con la merma de sucesivas lesiones, el Girona no ha podido hacer frente en su debut a un torneo de máxima exigencia. Incluso titubeante, con Conceiçao como relevo en el banquillo a la espera de ganar presencia en el Calcio, el Milan, reciente campeón de la Supercopa italiana, logró una victoria que le mantiene con opciones de concluir la fase regular entre los ocho primeros.
Leao, el mejor de la noche en San Siro, culminó con precisión y estilo una jugada nacida en la pérdida de balón de Herrera ante Bennacer, en el minuto 36. Antes, los locales ya habían disparado en dos ocasiones a los palos, por medio de Musah y de Teo. También dispuso de oportunidades el equipo catalán, demasiado ingenuo en los remates de Van de Beek y Tsygankov.
Digno y fiel a su propia identidad, el Girona volvió a competir como lo ha venido haciendo en todos los partidos y pudo lograr el empate en un magnífico disparo de Bryan Gil, que marcó por la escuadra en posición incorrecta por centímetros. Dueño del balón ante un rival acomodado en su terreno, buscó la igualada con alegría y generosidad. Le faltó remate y convicción.
El pasado lunes se cumplieron 50 años de la llegada de Brian Clough al Nottingham Forest, un club perdido por entonces en segunda división que el técnico, tras cuatro temporadas, transformó en bicampeón de la Copa de Europa. Esa misma noche de Reyes, Nuno Espírito Santo guio desde el banquillo al Forest a su sexta victoria consecutiva en la Premier League. El 0-3 ante el Wolverhampton Wanderers, a modo de homenaje para Clough, confirmaba al equipo en la tercera posición de la tabla, igualado con el Arsenal y a seis puntos del Liverpool, a quien recibirá en la próxima jornada. El ambiente en su estadio se asemejará al descrito por el Nottingham Football Post en uno de sus titulares de aquella semana de enero de 1975: «El huracán Clough arrasa el City Ground».
Fue un genio de arrebatadora personalidad. El pionero de los entrenadores mediáticos, gracias a su particular insolencia ante los micrófonos, desde donde dilucidaba las rencillas con sus adversarios. Sin embargo, cuando al final de su vida, ya derruido por el alcohol, un periodista preguntó a Clough cómo le gustaría ser recordado, él simplemente dijo: «No quiero epitafios con mensajes profundos, ni ese tipo de historias. Me gustaría que mencionaran que contribuí al juego».
El pasado 20 de septiembre, al cumplirse dos décadas de su muerte, Nuno quiso actualizar el legado: «Todos los días lo tenemos presente. Recorremos el club y vemos lo importante que fue Brian. Sobre todo, su mentalidad y su convicción de que todo es posible en el fútbol». Seis días antes, el Forest había dado su primer golpe sobre la mesa en Anfield (0-1) merced a un gol de Callum Hudson-Odoi.
Un plan sencillo y efectivo
Nottingham, con poco más de 300.000 habitantes, es la única ciudad del continente que puede presumir de un club con más títulos de la Copa de Europa (1979, 1980) que de su propia liga (1978). A orillas del río Trent, se yergue The City Ground, donde los reds juegan desde 1898. En la otra ribera se divisa el estadio del Notts County, su rival ciudadano. El club de fútbol más antiguo del mundo, fundado en 1862, vagabundea hoy por la cuarta división. Mientras, el Forest vive su mejor momento en tres décadas. Desde 1987, cuando acabó tercero, no sumaba tantos puntos en la primera vuelta de la Premier. Nada desdeñable para un equipo que acabó decimoséptimo la pasada campaña, a sólo seis puntos del descenso.
«Son los jugadores quienes pierden los partidos, no la táctica. Se dicen muchas tonterías sobre táctica por parte de gente que apenas sabe cómo ganar al dominó». Esa fue la explicación de Clough al temprano adiós de Inglaterra en la Eurocopa 2000. Y esa parece ser la premisa de Nuno. El ex técnico del Valencia ha ensamblado un grupo con las ideas muy claras, donde cada futbolista hace su trabajo. Sin sofisticaciones. Sin historias.
Bajo palos, el belga Matz Sels, de 32 años, suma nueve porterías a cero, más que ningún otro guardameta en la Premier. En la defensa, el brasileño Murillo, de 22 años, se ha consolidado como un central contundente, formando pareja con Nikola Milenkovic. El Forest no presiona arriba y cuenta con el tercer porcentaje de posesión más bajo en la Premier, pero su plan resulta tan sencillo como efectivo. El australiano Chris Wood, de 33 años, con su corpachón de delantero antiguo, ha anotado 12 goles en 20 jornadas.
Nuno, tras el triunfo del lunes ante el Wanderers.AFP
«Hay muchas maneras de trabajar. Jugar replegado y salir a la contra también puede dar buenos resultados. Ahora han asimilado muy bien lo que quiere el entrenador y todo eso, en conjunto, les ha hecho más fuertes como equipo», analiza Juan Fuentes, en conversación con EL MUNDO. El lateral cordobés defendió los colores del Forest entre febrero de 2018 y julio de 2019, a las órdenes de Aitor Karanka. Apenas 18 meses, por culpa de una gravísima lesión en la meseta tibial sufrida durante un partido ante el Barnsley. «Fue un palo muy duro, pero lo que viví allí fue maravilloso. Siempre estaré muy agradecido con el club, porque me ayudó mucho. Incluso me ampliaron el contrato sabiendo que probablemente no volvería a jugar más».
Fueron 23 temporadas lejos de la Premier hasta que, de la mano a Steve Cooper, el Forest regresó en 2022. Evangelos Marinakis, propietario también del Olympiacos, empezó a dar rienda suelta a la chequera con Morgan Gibbs-White. Una confusa política deportiva, a menudo objeto de burla, cifrada en 44 fichajes y 13 cesiones. Un torrente de polémicas en torno a este armador griego, suspendido con cinco partidos por escupir cerca de un árbitro. De sus turbios manejos quedó constancia el pasado año, cuando el Forest perdió cuatro puntos por infringir las normas económicas de la Premier.
Si Clough hubiese conocido a Marinakis probablemente le hubiese agasajado con unas palabras similares a las que dedicó a Robert Maxwell, ex dueño del Derby County: «Tenía un ego más grande que su yate. Quizá por eso se cayó por la borda». En noviembre de 1991, el cuerpo del magnate, fiero rival de Rupert Murdoch, había sido encontrado en extrañas circunstancias en aguas de Tenerife.
Por entonces, Clough apuraba sus últimos días en The City Ground. Apremiado por los angustias económicas, el Forest necesitaba de la sangre joven de Roy Keane, con quien Old Big Head (el viejo cabezón) protagonizó una gran historia de amor-odio. En el último entrenamiento previo a su debut en Anfield, con apenas 19 años, el irlandés fue conminado a limpiar los zapatos de su entrenador, que acababa de pasear a su perro. En enero de 1991, tras un 3-0 ante el Crystal Palace en la FA Cup, Cloughie derribó a la joven estrella de un puñetazo. Eran momentos terribles para el técnico, destrozado por su afición a la bebida y por la muerte de su inseparable ayudante Peter Taylor. Según detalla Jonathan Wilson en la biografía Nobody Ever Says Thank You (Orion Publishing, 2011) los episodios de furia en los entrenamientos eran moneda común. No obstante, en mitad de uno de esos estallidos Clough se acercó al futuro capitán del Manchester United para confesarle: «Te quiero, irlandés».
Los estertores con el Forest, tras 18 temporadas, se completarían con el descenso a la Premiership. El último gol del curso 1992-93, de penalti en el campo del Ipswich, lo anotaría Nigel Clough, su hijo. La campaña anterior había dejado escapar a Teddy Sheringham, rumbo al Tottenham. Muestra de que en las Midlands se había esfumado aquel hechizo con el que el Forest desafió al mismísimo Liverpool de Bob Paisley. El gran tirano del continente por entonces.
Clough, con la Copa de Europa de 1979.GETTY
De hecho, su primera noche mágica en la Copa de Europa llegaría, en dieciseisavos, ante el conjunto que venía de alzar su segunda Orejona consecutiva (2-0, 0-0). Tras una vibrante semifinal ante el Colonia, el partido por el título frente al Malmoe lo definiría un cabezazo de Trevor Francis (1-0). En aquellos años donde apenas se daba valor a las asistencias, aún se recuerda el pase de John Robertson, «el Picasso del fútbol», a juicio de Clough. La zurda del extremo escocés también definiría la final de la Copa de Europa de 1980, resuelta en el Santiago Bernabéu frente al Hamburgo de Manfred Kaltz, Felix Magath y Kevin Keegan (1-0).
Entre esa nómina de jugadores, a los que Clough había oblicado a beber hasta casi reventar la noche previa a la final de la Copa de la Liga de 1979, también cabe mencionar de Peter Shilton, el portero mejor pagado de Inglaterra, y el capitán John McGovern. Todos al servicio de una idea. La de Clough: «No diría que fui el mejor entrenador del país, pero sí estaba en el primer puesto de la lista».