Un demente Rayo Vallecano no quiso perder con el Madrid ni por lo civil ni por lo criminal. Pareció que se jugaba la vida, la salvación de su alma. Vehemente, leñero y comprometido hasta que le fallaron las fuerzas.
Vaya por delante que el Madrid mereció ganar. Pero era imposible en un terreno demasiado estrecho, donde resulta muy difícil jugar para los equipos técnicos. No hay espacio. Y menos si aparece un Rayo enloquecido, capaz de dar toda la
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La derrota de los turcos ante la Portugal de Cristiano y Bernardo Silva en el último partido fue muy dura. Contundente. Quizá no esperada por la gran diferencia que se vio entre ambas selecciones y por los tres puntos logrados en el primer partido ante Georgia. Ayer a Turquía le valía con un empate para clasificarse, pero su técnico Montella no quiso especular y apostó por dar la titularidad a Arda Güler para intentar vencer a una República Checa que, con un único punto, necesitaba la victoria para pasar de ronda. [Narración y estadísticas (1-2)]
El poderío físico de los checos fue evidente desde el primer minuto de partido. Solo fue necesario un saque de banda de Coufal para hacerse una idea de que no iba a ser un partido plácido. Más bien todo lo contrario. Provod fue el primero en probar a Günok con un disparo desde media distancia, pero una imprudencia de Barak dejó a la República Checa con uno menos en el minuto 20. Y Turquía, que vivía cada balón parado con un nudo insoportable en la garganta, pudo tomar algo de aire y soltarse un poco más. Sobre todo en ataque, donde Yildiz y el extremo del Real Madrid atraían todas las miradas.
Todo pudo cambiar
Justo antes del descanso el arquero turco tuvo que esmerarse para tapar un veloz contragolpe que quiso finalizar Jurasek. Una ocasión que con el resultado de Georgia, pudo cambiarlo todo.
En la segunda parte, Turquía salió decidido y un centro de Yilmaz por la izquierda, lo finalizó Calhanoglu con un disparo cruzado. Todo parecía sentenciado, pero un balón aéreo mal blocado por Günok, lo envió Soucek a la red para empatar el partido en el 66 y poner todo el grupo pendiente de un gol. Con el partido roto, los turcos resistieron y en el 94, Tosun lo sentenciaba con un contragolpe letal.
Sucumbe Mbappé, sucumbe el Madrid. No es necesariamente el axioma de lo que sucedió en Anfield, pero dada la jerarquía del futbolista y el esfuerzo e inversión del club en el francés, la relación es evidente. Lo fácil es señalar a Mbappé por el penalti errado cuando el Madrid se aferraba a esa acción como un náufrago a un tablón en mitad de la tempestad. Un penalti, sin embargo, lo falla el mejor. Que se lo pregunten a Salah. A Mbappé hay que preguntarle por otras cosas, después de un partido errático, repleto de imprecisiones. También lo hizo Güler, el esperado Güler, pero la espera de uno y otro no tienen nada que ver, ni cuestan lo mismo. [Narración y estadísticas (2-0)]
Mbappé no es el único culpable de esta derrota ante el Liverpool (2-0) que pone al Madrid en una situación muy comprometida en la Champions, destinado a luchar por la pedrea en una primera fase nueva y extraña. El tiempo de los miuras queda lejos y es el tiempo del Madrid, pero la primera feria deja muchas sospechas, tras caer ante el Lille, el Milan, peores equipos que este Liverpool, con pleno en la Champions y líder de la Premier. Siguiente parada, Bérgamo, el Atalanta. De este modo, cualquiera lugar invoca una oración.
Las sospechas se ciernen sobre Ancelotti, por la irregularidad del equipo, y sobre Mbappé. Al primero le excusan las lesiones; al segundo, nada. Sin Vinicius, lesionado, Anfield era la arena para que buscara su lugar en el sol, después de un arranque de temporada tibio, donde apenas ha sido un crack de highlights. Hoy, la distancia entre Vini y Mbappé es un abismo, una sima. La ansiedad del francés, que lo que más cerca estuvo del gol fue de rebote, es un hecho, pero la ansiedad difícilmente es titular en el Madrid.
El 'vietcong' del liverpool
Mbappé era uno de los perfiles ofensivos escogidos por Ancelotti para un Madrid poco ofensivo. Tampoco eso es una coartada. Puede ser un contrasentido o puede ser un ejercicio de realismo, dado el parte de bajas del Madrid y la vocación de un Liverpool capaz de poner Anfield cuesta abajo cuando ataca. El día después de Klopp es el día siguiente, ahora de la mano de un desconocido de los banquillos, Arne Slot, que parece sacado de la carpeta de un head hunter. Se va el divo, se queda la idea.
Presiona y corre, corre mucho el Liverpool, algo que al Madrid le cuesta mucho aguantar con el mismo lenguaje. En Anfield tocaba el Madrid de la resistencia, el Madrid del Etihad, frente a un fuego ofensivo frenético cuando encuentra su ritmo, con futbolistas que alternan posiciones y roles, sin ofrecer referencias, como un ataque del Vietcong. La única solución era romper ese ritmo.
Lo consiguió el Madrid con un buen repliegue, aunque sin impedir las oportunidades que se sucedieron en la primera mitad. Courtois paró a quemarropa ante Darwin Núñez, Rüdiger cortó un centro de gol con el rostro inyectado y Asencio reaccionó a tiempo de sacar el balón sobre la línea después de su propio rechace. Nada más llegar al primer equipo y nada más empezar, era la jugada que puede condenar a quien llega de la cantera, siempre en debate, siempre bajo sospecha y siempre, o casi siempre, demasiado lejos del primer equipo del Madrid. Los centímetros que le podían haber señalado, en cambio, lo elevaron en su autoestima, sólido en su papel y bravo a empujones con Darwin Núñez. Aunque le costara una tarjeta, demostró cuajo en el área de Anfield. No es cualquier lugar. La maniobra de Mac Allister antes del gol lo encontró en el pulso final, pero el problema se había originado con anterioridad, en la falta de anticipación antes de que recibiera el delantero en el área.
Gakpo festeja el 2-0 junto a Van Dijk, Salah y Luis Díaz.AFP
El tanto fue la consecuencia del asedio que el Madrid no pudo impedir con el break del descanso. Fue peor. El segundo tiempo arrancó, de hecho, con la mejor intervención de Courtois, mano abajo, continuó con el gol y, de inmediato, la lesión de Camavinga, hasta entonces el mejor futbolista del Madrid, junto con Courtois.
Una serie negra que, sin embargo, dio paso a los cambios y a una ocasión aparecida de la nada gracias a uno de sus protagonistas. Lucas Vázquez saltó al campo para que Valverde, inicialmente lateral, pasara al centro del campo, junto a Ceballos. La primera vez que pisó el área, Lucas Vázquez provocó un penalti de Robertson. Mbappé dio entonces continuidad a su partido. Lo lanzó mal, como lo haría Salah, pero con mejores antecedentes. La mejora del Madrid fue insuficiente frente al gol de Gakpo. Mbappé miró al césped sin respuestas. A él lo mira el madridismo.
Un impecable equipo suplente del Madrid dio una exhibición en Los Cármenes, digna de un campeón de Liga, mientras que el Granada deambulaba por el terreno de juego, ya en el abismo de la Segunda División.
El mediocre planteamiento de Sandoval quiso ahogar al Madrid en su salida de balón, pero quien se asfixió fue el propio equipo granadino. Hasta que agotado, hundido moralmente, tiró la toalla con la primera gran jugada al Brahim.
Llegó el 0-2 de
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