Germán ‘Mono’ Burgos: “La mujer de Serrano me llamó al hotel: ‘Por favor, no le pegues mañana'”

Germán 'Mono' Burgos: "La mujer de Serrano me llamó al hotel: 'Por favor, no le pegues mañana'"

Entrevista


Fútbol

La melena, la gorra, el rock… Siempre jugó a ser diferente, pero su excentricidad como portero escondía un hombre sensato y un entrenador metódico. “La imagen no te da autoridad real, para eso está la palabra”

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Hay un Germán y un Mono, dos tipos diametralmente opuestos habitando en el mismo cuerpo. El primero es un tipo tranquilo, amable y metódico, un entrenador que renunció a dedicarse al rock porque los músicos no madrugaban y llegaban tarde. El segundo era un portero inclasificable, una mole de casi dos metros con melena y gorra que asustaba cuando lo veías acercarse y presumía de ser diferente. “Aquello era mi traje de Superman. En el campo me disfrazaba de superhéroe, pero después de jugar, la tarea terminó y vuelves a ser normal, a ser Clark Kent”, se ríe Germán Burgos (Mar del Plata, 1969) en su casa de Madrid, donde espera la próxima oportunidad como entrenador tras su paso por Newell’s y Aris de Salónica. El argentino decidió dejar la cómoda (y exitosa) vida de escudero de Simeone en el Atlético y no mira atrás.

Portero y entrenador, estás doblemente loco.
O triple, pero ¿qué le voy a hacer? ¡Me encanta esto! Y he aprendido a relativizar para no volverme aún más loco. En el Aris ganamos el 70 por ciento de los puntos, agarramos el equipo octavo y lo dejamos segundo, entramos en Europa…. Y nos echaron. Pues ya está, no puedes hacer más que seguir. Las cosas siempre suceden por algo
¿Qué lleva a una persona sensata a meterse en el berenjenal de ser entrenador?
Que ya sos entrenador. Yo soy entrenador desde los 19 años, cuando jugaba en Ferrocarril Oeste y ya entrenaba a la vez a dos equipos de niños de Primaria. Para forjar equipos y armar sistemas yo me baso en que haya entrenadores dentro de la cancha, en la columna vertebral del equipo: portero, central, mediocentro y delantero. Si esos cuatro sostienen tu idea, va a funcionar. Y yo como jugador ya lo tenía claro. El portero siempre es el que tiene más aire para transmitir las ideas del entrenador hasta donde llegue su voz. No solamente en la estrategia, también en la táctica. Si tienes que ir al hombre, si tienes que esperar… Amo ser entrenador.
Hay relaciones tóxicas, Germán.
Es cierto, pero ¿sabes qué pasa? Que si pensase así, en que al final siempre te despiden, no podría salir de casa. Aparte,¿cuántas horas diarias de trabajo te lleva ser futbolista? Dos y media, ponle cuatro ahora que los chicos se quedan para el masaje y esas cosas. Te quedan 20 horas libres, algo habrá que hacer con ellas. Yo lo que siempre hice fue pensar en fútbol, ser entrenador. Eso lo eres las 24 horas.
Pero a ti nunca te faltaron inquietudes: la música, la lectura… Es verdad que hay futbolistas que lo único que les interesa es la Play, pero no fue tu caso.
Y por eso mismo empecé tan temprano, tenía muchas horas libres y anotaba todo lo que hacían los cuatro grandes que siempre nombro: Carlos Griguol, el Tolo Gallego, Marcelo Bielsa y Luis Aragonés. Son los cuatro ases que yo tengo. La carrera de entrenador es maravillosa porque maneja voluntades y está en constante cambio. Recuerdo que Griguol, cuando teníamos un par de días libres, nos decía “Ojo con los viajes, cuidado con la carretera, viajen en bus y coordinen bien para no llegar tarde a la vuelta”. Y ahora los muchachos cogen un avión y se van a ver la NBA. Son cosas que van cambiando y mejorando, como el tema de la tecnología, y uno tiene que estar empapado en esas cosas para poder transmitirles la información. ¿Cómo manejas a chicos que son millonarios, Iñako?
No me he visto en esa tesitura.
Piénsalo. Chavales de 20 años con ese dinero.¿ Eso cómo se maneja? ¿Conoces a algún millonario tonto?
Ni listo.
Listos son todos, no te equivoques. Entonces uno tiene que estar constantemente aprendiendo para manejarlos. Vos les evalúas y ellos te evalúan. Al jugador le tienes que ir al corazón. Una vez que le conquistas el corazón, la cabeza viene detrás, pero en la primera charla que tengas en grupo ya les tienes que atacar al corazón. Los futbolistas son muy inteligentes porque resuelven en segundos, en milésimas de segundo situaciones muy complejas. Y esa velocidad en la toma correcta de decisiones no es solamente una ventaja en el fútbol, lo es en la vida. Entonces tienes que tener mucho cuidado de no fallar en la charla .¿Qué es no fallar? Lo mismo que haces en tu vida personal. Hablar honestamente. Formar equipos y formar familias. Es tan sencillo como eso. A tu hijo no le puedes mentir y a los jugadores, tampoco. Si les das el corazón, ellos lo agarran.

¿Cómo te agarró el fútbol a ti?
Fue a los siete años, cuando ya salí campeón. Aunque mi vieja no quería, me apunté a un equipo que se llama Cadetes de San Martín, allá en Mar del Plata. Fuimos a jugar un triangular y salimos campeones por penales. Todas esas medallas de campeón aún las tengo guardadas, porque son las medallitas que hacen que la gente se fije en vos. Soy hijo único y mi hermana era la pared, ella me devolvía el balón. Siempre estaba buscando gente para jugar, por eso odiaba los días de lluvia, eran terribles porque no podía salir a la calle a jugar con otros. Allí, parando en la acera, me vieron unos ojeadores y me llevaron al Club Atlético Florida, que es donde empieza mi carrera de verdad.
¿Ya pensabas en ser profesional?.
Fueron los campeonatos los que me hicieron seguir ese camino. Salimos campeones argentinos con nueve, diez, 11 y 12 años. Yo ya sabía que iba a ser futbolista, que iba a triunfar. Me puse a estudiar inglés porque mi viejo me dijo que lo hiciera por si no me iba bien en el futuro. Al final me ha sido muy útil para entrenar en Grecia, comunicarme con jugadores de otros países y entender las letras de las canciones que me gustaban.
¿Es cierto que dudaste entre dedicarte al fútbol o al rock?
No, no, para nada, eso es una leyenda. Siempre lo tuve claro. La música para mí siempre ha sido una forma de extender el placer, porque todos los niños quieren ser futbolista o ser rockeros. Bueno, ahora raperos o traperos, todo el día con el trap, ¿viste? Es horrible [risas]
¿Soportas entrar en un vestuario y escuchar la música que ponen los jugadores?
Es un desastre, es como clavarte tenedores. ¿Estos muchachos no escucharon nunca a los Zeppelin, a los Rolling Stones o a Muddy Waters? ¿Ni siquiera un poco de tango? Nada, no hay música ya.
¿Te sentiste cómodo dentro de los vestuarios durante tu carrera?
Sí, siempre, porque uno lo que busca es la profesionalidad. Un grupo puede tener gente divertida, triste, que tiene miedo, que es extremadamente valiente… Tienes un montón de colores en personalidades y sentimientos. Entonces, ¿qué les une a todos? La profesionalidad, porque es la que te acerca a ganar y ese es el objetivo común que acaba con cualquier diferencia.

Eras un portero muy poco académico.
Sí, porque fui autodidacta. Nosotros no teníamos entrenador de porteros. No tengo ninguna duda de que, de haberlo tenido desde los nueve o diez años como los chicos de ahora, sería tres veces mejor. Seguro. Me inspiré en Hugo Gatti e hice mis modificaciones. Él inventó esa manera de encarar el mano a mano con los delanteros que se llama La de Dios, que consiste en arrodillarse con los dos brazos extendidos y no apartar la cabeza, asumiendo el pelotazo. Si la pelota te tiene que pegar, te pega y no pasa nada. Arreglamos la nariz y seguimos. Lo que cambié fue abrir una pierna porque veía que Bochini siempre le hacía igual el gol a Gatti: se la tocaba por el ladito y, con las dos rodillas en tierra, Hugo no podía levantarse. Sin embargo, extendiendo la pierna del lado por donde iba a patear, yo corregía dos situaciones: tapaba abajo y tenía la oportunidad de levantarme.
Lo de no quitar la cara es más fácil decirlo que hacerlo.
Si tenés el instinto de apartarte, no podés estar debajo de los palos. El portero no puede tener miedo. El miedo se nota y, si lo ve el delantero, estás muerto.
Te conviertes en ídolo en River y fijo en una selección argentina que acumulaba estrellas, pero luego no refrendó ese favoritismo en los grandes torneos.
En Argentina siempre somos favoritos y, además, estamos acostumbrados a ello. No vas a escuchar jamás una declaración de cualquier jugador o entrenador que diga que no somos candidatos a ganar. Más allá de los jugadores de cada época, el nombre y la camiseta ya dan para salir campeón. De hecho, esta selección ganó tres Mundiales, pero también fue segunda en otros dos y a nadie le sirvió.
Una fue con Messi, en 2014, y se le siguió poniendo en duda en Argentina.
Lo que tuvo que aguantar ese chico… Esa cara de sufrimiento. Le veías en Qatar y desde fuera notabas cómo se sacaba ese peso de encima. Se dijeron cosas de él que… ¿Sabes lo que pasa? Que hay mucha gente en el fútbol y alrededor de él que apuesta al fracaso. En la derrota ajena vive mejor.
Es interesante que digas eso porque siempre he creído que, más allá de los títulos, la gran obra de Simeone y su equipo cuando llegasteis al Atlético fue que matasteis al Pupas. Tanto el club como la afición llevaban décadas sintiéndose muy cómodos en ese derrotismo.
¿Y cómo lo matamos? Ganando al que nos ganaba siempre. A partir de ahí la exigencia en el Atlético fue subiendo porque el objetivo que estableció Miguel Ángel [Gil Marín] fue salir cuarto y clasificarse para la Champions. Eso entonces ya era mucho, la idea prosperó y ayudó a crecer, aunque sigue siendo el objetivo a día de hoy.
¿Te parece poco ambicioso ahora?
Debe ser una evolución. Tienen un plantel excepcional con tres campeones del mundo y un subcampeón del mundo, pero nadie te dice en el Atlético que el objetivo es salir campeón, al revés de lo que pasa con la selección argentina o con el Madrid. Es más, en el Madrid o el Barcelona no hace falta decirlo porque ellos ya viven con eso. Se da por hecho. El próximo avance para el Atlético de Madrid, ahora o en un par de años, será llegar a ese punto. Sería un paso gigante.

Volviendo a tu carrera, ¿por qué elegiste el Mallorca para dar el salto a Europa en 1999?
Por Mario Gómez, ex compañero en Ferro que llegaba al Mallorca como entrenador, pero resultó que tenía que cumplir un cierto tiempo de carnet y no lo cumplía, así que tuvo que irse. Yo ya había firmado y volvía a una ciudad con mar, así que…Pero el jugador de fútbol tiene que luchar contra eso. No va de turismo. Tienes que cuidarte, no exponerte al sol y contener a tu familia. “Vamos a la playa, vamos a la playa”. No, vayan ustedes. Entonces, sí.
¿Siempre fuiste tan serio?
Fui líder toda mi vida, capitán en cada equipo que jugué.
He de decir que siempre impusiste. Yo cubría el Atleti cuando jugabas allí y me daba miedo acercarme a hablar contigo. Mido 1,87, pero me daba la sensación de que, si te pillaba cruzado, podías aplastarme la cabeza como un cacahuete.
[Risas] Sí, sí, jugaba un poco a eso, pero esa imagen no te da autoridad real en un vestuario: si no sabes hablar dos palabras, quedas eliminado. El capitán tiene que reunir muchas otras virtudes. Yo algo tenía. En mi primer equipo, siendo niño, llegué y el que era el portero estaba llorando porque no quería parar más. Así que aparecí y ese primer día me recibieron con aplausos. No me conocían y fui aplaudido antes de jugar. Con eso convives también, porque supone una presión.
¿Cómo un tío tan centrado le soltó a Serrano, del Espanyol, aquel célebre puñetazo que te costó 11 partidos de sanción?
Cosas del campo. Nos peleamos, cometí un error y después le pedí disculpas. A veces en el mundo se dan estas situaciones y te equivocas. Pero te voy a contar una cosa que no se sabe para que quede. El puñetazo fue en Barcelona en la primera vuelta y la noche antes del partido de la segunda, en Mallorca, me empezó a sonar una y otra vez el teléfono de la habitación del hotel. Lo cogía y colgaban. Hasta que al final me habla una mujer: “Hola, Germán, soy la mujer de Serrano. Por favor, no le pegues mañana”. Resulta que en el Espanyol había muchos argentinos, Cavallero, Pochettino, Martín Posse…, y habían estado volviendo loco a Manolo Serrano durante días. Le hicieron creer que yo me iba a vengar y le iba a dar. Antes del partido, fui hacia él para saludarle y pedir disculpas por lo que había hecho, y según me iba acercando sus compañeros empezaron a gritarle: “¡Cuidado! ¡Cuidado!”. El pibe estaba acojonado, es lo que me dijiste vos antes, cada paso que daba hacia él se asustaba el pobre muchacho [risas]. Le hicieron sufrir toda la semana y acabaron los dos equipos enteros riéndose en el césped con la broma. Siempre me sorprendió que no cogiera ese momento Lo que el ojo no ve, porque fue graciosísimo.
En 2001 decides dejar un Mallorca que había sido tercero en la Liga por un Atlético de Segunda y que había fracasado en su primer intento de subir. ¿Por qué?
Por Luis Aragonés, que ya me lo había avisado un año antes.
¿El qué?
Que íbamos a ir juntos a subir al Atlético. Por eso uno aprende de estos entrenadores, siempre tienen razón, son futuristas. A raíz de la sanción por el puñetazo, que es la más larga que han puesto en España desde la de Goiko por lesionar a Maradona, me citó en su despacho y me dijo: “Usted algo tiene, porque juega en la selección argentina y eso no lo hace cualquiera, pero acá monta este problema. Si es el de Argentina, usted va a jugar conmigo. Si es el otro, no lo quiero aquí. Elija quién quiere ser”. Tiempo después me llamó otra vez: “Ha elegido bien. Usted va a venir conmigo al Atlético de Madrid y lo vamos a ascender juntos”. Eso era casi un año antes de que fuéramos, él ya intuía que el Atlético no iba a subir a la primera.

¿Y con eso ya te convenció?
Bueno, es que entonces empecé a ver todos los partidos del Atlético de Madrid y hay uno en Leganés, que se llega al estadio por unas lomas, y de repente se ve en la televisión que empiezan a asomar cabezas y cabezas de aficionados del Atlético yendo hacia el campo. Parecía un ejército. Pensé: “Yo tengo que jugar ahí”. Mira, se me pone la piel de gallina de recordarlo. Estaba destinado al Atlético.
¿Respondió luego a lo que esperabas?
Totalmente. Luis sabía lo que decía. Siempre lo sabía. Por eso después, cuando te da una orden, te tiras de cabeza debajo de los camiones si es necesario. Hay tipos que son especiales y te das cuenta a los 40 segundos de conocerlos. Luis revolucionó el fútbol español contra viento y marea. Rompió los límites y los complejos como nosotros los rompimos luego con el Real Madrid. Acabó con la furia española, puso a los bajitos y todo cambió. Luego Vicente [del Bosque] lo hace muy bien, pero el que provoca el cambio es Luis.
El caso fue que subisteis.
Increíble. Aunque no fue fácil, porque la presión de estar en un club grande también se escucha cuando no se consiguen los objetivos. Es parte del peso específico que tiene cada club, cada camiseta. A lo largo de su historia, el Atlético de Madrid es un equipo campeón, pero cuando no lo logra pesa seis veces más. No era fácil jugar allí aquel año. Ustedes lo ven desde afuera, pero dentro tienes que soportar esa carga y la tuvimos que llevar nosotros porque Fernando [Torres] era muy pibe. Bastante soportó con 17 años, pero otros teníamos más batallas y llevábamos el peso de todo.
Quedarás siempre como la imagen del ascenso por el célebre anuncio de ‘Ya estamos aquí’, en el que asomabas la cabeza por una alcantarilla en pleno Madrid.
Maravilloso. Nací para hacer ese papel, era para mí, no se lo podías dar a nadie más [risas].
El regreso a Primera fue convulso y decepcionante.
Por ser el Atlético, las expectativas no estaban acorde al nivel de la plantilla. Fue difícil. Fui a hablar con Luis porque lo notaba con cara rara y él me explicó que no estaba de acuerdo con muchos de los refuerzos que habían venido. Yo le dije: “Pero Luis, no están mal, tienen experiencia, han jugado en equipos importantes…”. Pero no lo veía. No tener el control sobre cómo se hacía la plantilla le costaba, porque él venía de un fútbol sin directores deportivos. Aprendió a manejarse con esta situación, pero no le volvía loco.
¿Qué recuerdo tienes grabado a fuego de esa etapa?
El Calderón. Cualquier mañana de domingo contra cualquier rival y 50.000 allí animando. Era increíble, aunque también lo es el nuevo estadio, ojo. Si quieres lagrimear de la emoción y ver un drama, el Calderón; si quieres ponerte en 2023, el Metropolitano.
Pero se ha perdido ambiente. Es más frío.
Eso lo dices porque estás en la grada, para darte cuenta tienes que estar abajo. Abajo tiembla, impresiona. Cuando la grada aprieta, se mueve el suelo y eso el rival lo siente.

En 2013 te diagnostican un cáncer de riñón. Te extirparon el tumor y todo salió bien, ¿pero un susto así puede superarse del todo?
Se supera, pero no se olvida. ¿Sabes qué es lo que más recuerdo cuando pienso en aquello? De nuevo a Luis. Un jueves el doctor me dice que tengo un tumor y hay que operarme, pero nosotros jugábamos el domingo. Según salgo del médico me voy a hablar con Luis y le digo que no siento nada, que no tengo dolores y que voy a jugar el domingo, que ya me operaré el lunes. Me miró muy serio y empezó a abroncarme: “No, no, no, usted se opera ya mismo”. Vale, vale, sólo era una idea [risas]. Me operaron y, cuando estaba internado en el hospital, me sucedió algo impresionante. Me vio una familia y me dijo que al padre lo habían desahuciado, que no iba a pasar de esa noche, que era muy del Atlético y que si podría ir a decirle algo. Allá fui, con la bata y el gotero, y estuve hablando con él del Calderón, del Atlético… Fue emocionante.
¿En qué te cambió el cáncer?
Ya no volví a tener miedo nunca más. Tenés respeto, pero miedo no tenés más porque ya te has visto en lo peor y has salido. Hay cosas que no puedes controlar, así que tampoco puedes dejar que te controlen.
Ya que sale el tema del destino, hablemos del horóscopo. Tanto tú como Simeone creéis mucho en eso, hasta el punto que os influye a la hora de hacer los onces, fichar… ¿Es cierto?
Sí, totalmente.
Vas a acabar conmigo [risas].
Sólo te voy a pedir una cosa y no hace falta que luego me des la razón: piensa en tus personas más queridas y cercanas y cuáles son sus signos zodiacales. Yo me baso en lo que me pasa a mí y le pregunto a la gente. Mi abuela nació el 2 de abril, yo el 16, mi señora el 10, mi hija el 21, mi hijo y mi mamá son Piscis también. Y mis amigos generalmente rondan entre esos signos: Piscis, Tauro y Aries, quizás algún Escorpio.
¿Pero eso cómo se aplica al fútbol?
Porque hay jugadores que no se pueden llevar mal, sus signos los atraen, funcionan juntos. De Escorpio tienes a Pelé, Maradona y Francescoli, por ejemplo. No es casualidad. ¿Entiendes lo que te digo?
A duras penas. Yo te creo porque el entrenador eres tú, pero esto me suena muy raro. Habrá grandes futbolistas de todos los signos.
Claro, pero cada uno con sus propias características y tú, como entrenador, tienes que buscar todo aquello que creas que te puede ayudar a conseguir el máximo rendimiento del grupo y a generar el bienestar. No creo en las casualidades. Por eso te invito a que hagas lo de mirar entre tus amigos y familia. Se te van a repetir unos cuantos, ya verás.
Te retiraste en 2004 y ahí te vino estupendamente la música.
Sí, gracias a ella no tuve periodo de duelo. Me retiré y arranqué con la música directamente, nos pusimos a grabar un disco nuevo con The Garb [su banda]. Me aclaró mucho la transición. Dije: “Ahora me dedico por un tiempo a divertirme”.
¿Y cuánto te divertiste?
Bastante, pero no me adapté a la vida de músico de rock. Yo llevaba toda la vida con la disciplina del deportista y el músico no acepta horarios. Citaba al grupo a desayunar y a esa hora no venía nadie, me quedaba solo. Llegaban una hora tarde a los ensayos. ¡Una hora!. A todos les parecía normal y yo no lo podía creer. ¿Cómo puede ser? No lo entendía, no podía convivir con eso, pero lo hacía porque era el líder de la banda y como líder tienes que aceptar y convivir, pero me agotó pronto.

En 2010, Germán da el paso a los banquillos. Se estrena en campos de tierra con el Carabanchel, al que asciende a Preferente antes de unirse a su amigo Diego Pablo Simeone. Es segundo del Cholo en el Catania italiano y el Racing de Avellaneda, hasta que ambos acuden al rescate de su viejo equipo. El 23 de diciembre de 2011 regresan a un Atlético que se descomponía y el resto es historia. Poniendo el contrapunto calmado a su volcánico jefe, Burgos ganó una Liga, dos Europa Leagues, una Copa y alcanzó dos finales de Champions hasta que en 2020 anunció se iba para volar solo. Su repentino adiós se interpretó como un desencuentro: “No es cierto. Diego y yo nos hicimos amigos en la selección y desde ahí sólo fortalecimos nuestra relación. En España, en Italia, en Argentina… Siempre juntos. Que yo decidiera irme no fue más que un gesto de valentía. Lo tengo que decir yo porque parece que nadie lo ve. Me podría haber quedado tranquilamente, sentado con una mantita y viviendo cómodo, pero necesitaba hacer mis cosas, escribir mi historia. Siempre fui un líder y lo que tenía que aprender como segundo entrenador ya lo había logrado”.

¿Se lo tomó mal el Cholo?
No, porque es algo normal en fútbol. Nosotros vivimos constantemente con gente que sale de los sitios buscando otras experiencias u otros objetivos. Es el día a día del fútbol, algo natural, y así lo entendemos los que estamos dentro. Lo que me da miedo es que la gente que me pregunta por qué me fui no lo entienda, no tenga ese hambre. No puedes vivir dentro de un castillito toda tu vida porque no es la realidad. ¿A vos no te gustaría ser director?
A ver, no soy el tipo más ambicioso del mundo, no te voy a engañar…
Nah, no te creo. Si te lo ofrecieran, lo cogerías. Es tentador acomodarte a lo que haces ahora, las columnas, los viajes… Pero te digo lo que le digo a mis hijos: salgan a luchar por ustedes porque eso es la vida. Y eso es lo que yo he hecho. Dejé una familia para montar yo una nueva, pero sigo queriendo igual a la anterior.
Viéndolo desde fuera, ¿has llegado a pensar que este año se podía acabar la etapa del Cholo en el Atleti?
No, para nada. Conociéndolo, sé que él jamás va a dar un paso al costado. Y mira cómo está el equipo ahora, ¿cómo se puede dudar de Diego en el Atlético con todo lo que ha hecho y demostrado?
El cambio ha coincidido con el adiós de Joao Félix. ¿Puede ser causa-efecto? ¿Tanto puede influir un conflicto con un jugador o es simplemente una teoría conspiranoicas?
Yo hace casi tres años que estoy fuera, así que no sé los detalles y hablo con cautela. Yo no lo veo como un conflicto, lo veo como cuestión de gustos. Hay futbolistas y entrenadores que tienen distintos estilos y vos te tenés que adaptar a la manera de jugar del equipo. Eso pasa todo el rato. Mira Griezmann. No entró del todo en el equipo hasta que se convirtió en el jugador completo que es hoy. El problema es que no siempre se produce ese encaje y esa evolución. Esas son situaciones que hay que valorar, no todos los jugadores son iguales. Hay uno, Griezmann, que hizo el esfuerzo para meterse en la hegemonía y en el andamiaje del equipo y hay otro, Joao Félix, que no puede o no quiere. Así es siempre.
¿Has hablado con Simeone últimamente?
No hace falta. Los verdaderos amigos, solo viéndose, ya se hablan. Lo veo en la tele y ya sé cómo está. A mí no me gusta molestar, así que solamente me comunico cuando pasa algo, cuando hay algo importante que decir, como cuando murió su padre.

Esta es una pregunta más para mí que para el lector, pero es un tema que me atormenta. ¿Por qué Oblak se quedó en el centro en todos los penaltis de la tanda de la final de Champions de Milán? ¿Fue una indicación vuestra?
Mía, al menos, no. Hay veces que en una tanda tienes que manejar la decepción y no es sencillo: en el momento que van pasando y no logras encontrar la pelota, te vas frustrando y es difícil manejar la bronca que sientes hacia ti mismo. Si no sales rápido de esa situación, puedes bloquearte. El portero vive peleando contra sí mismo y ese día no salió bien para uno de los mejores.
¿Cómo se supera perder dos finales de Champions?
Ganando la siguiente.
Tras esas primeras experiencias agridulces, ¿qué esperas ahora de tu carrera?
Todo. No detenga su motor. Espero entrenar la próxima temporada y no cierro puertas a nadie, porque yo vivo de esto y lo quiero con todas mis fuerzas. Quiero tener otra oportunidad y la voy a tener porque los datos mandan. Tanto en Argentina como en Grecia saqué chicos que ahora son titulares y los resultados no fueron ni mucho menos malos. Lo mío va ascendiendo, hazme caso.
No te vuelvo a ver junto a Simeone, ¿no?
No. Ya está. Eso se acabó. Ahora soy primer entrenador y así va a seguir siendo.

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