La fiscalía solicita dos años y medio de cárcel para Raúl Asencio, futbolista del Real Madrid, al atribuirle dos delitos contra la intimidad de las dos mujeres que participaron en un encuentro sexual consentido. A los otros tres futbolistas implicados, según informa la cadena Ser, les adjudica otro delito de distribución de pornografía infantil, al ser menor de edad una de las víctimas.
El proceso penal, puesto en marcha el pasado mayo en un juzgado de San Bartolomé de Tirajana (Gran Canaria), se inició contra Asencio y otros tres canteranos del Real Madrid (Andrés García, Ferrán Ruiz y Juan Rodríguez) por grabar imágenes sexuales de dos mujeres, una de ellas menor, y difundirlas sin su consentimiento.
El escrito del fiscal detalla que García, Ruiz y Rodríguez mantuvieron relaciones sexuales consentidas con dos chicas en el reservado de un hotel situado al sur de Gran Canaria.
15 de junio de 2023
Asencio no participó en el citado encuentro sexual, aunque sí quiso el vídeo para mostrárselo a un amigo. Inmediatamente después borró su contenido. No obstante, la fiscalía cree que esta conducta no debe quedar impune, aunque no tenga la misma intensidad que la solicitada para los otros tres acusados.
Los hechos sucedieron el 15 de junio de 2023 y las presuntas víctimas, de 16 y 18 años en aquel momento, sufren sintomatología postraumática, según la resolución judicial.
El pasado 15 de mayo, Asencio emitió un comunicado donde defendía su inocencia. "No he participado en ningún comportamiento atentatorio contra la libertad sexual de ninguna mujer, y mucho menos de menores de edad", argumentaba en su escrito.
Del debut, al Mundial de clubes
Tras su debut en el primer equipo el pasado 9 de noviembre, durante un partido ante Osasuna en el Bernabéu, Asencio se consolidó como un pilar defensivo para Carlo Ancelotti. A lo largo del curso disputó 46 partidos en seis competiciones, formando pareja en el eje de la zaga junto a Antonio Rüdiger.
Sin embargo, tras aquel prometedor comienzo, su rendimiento comenzó a caer con el avance de la temporada. Durante el pasado Mundial de clubes, Asencio protagonizó dos clamorosos errores ante Pachuca y PSG. El primero, ante Salomón Rondón, le costó la roja directa en el minuto 11. Frente el vigente campeón de la Champions, el central se despistó en el minuto 9, dejando en bandeja el 2-0 a Ousmane Dembélé.
Hace cuatro meses, durante la ida de la semifinal de la Champions, el PSG ofreció una exhibición ante el Liverpool que, paradójicamente, acabó en derrota. Aquella noche, el líder de la Premier se vio ahogado en el Parque de los Príncipes por la abrasadora presión alta del futuro campeón. Cada vez que perdían la pelota, Ousmane Dembélé y Khvicha Kvaratskhelia asfixiaban a los reds. Desde entonces, los grandes equipos de Europa entendieron que el único modo de salir de ese atolladero era recurrir a los balones en largo y minimizar los riesgos. Justo lo que ayer no hizo el Real Madrid en el MetLife Stadium.
Los errores groseros de Raúl Asencio y Antonio Rüdiger fueron exprimidos por Dembélé, la pieza más adelantada del PSG. Un falso 9 que ejerce como ariete de la primera línea defensiva de Luis Enrique. Nadie podría haber apostado por ello hace 10 meses, cuando el técnico ofreció una de sus primeras ruedas de prensa de la temporada. "Ousmane es inteligente en la presión", deslizó el asturiano y ninguno de los presentes pareció tomárselo en serio. Desde entonces, aquel genio caótico, incapaz de mantener un mínimo de concentración, se ha convertido en uno de los exponentes defensivos de su equipo. Una estrella que no sólo define en el área sino que da sentido a todo lo que sucede a su alrededor.
La asombrosa coordinación del PSG a la hora de recuperar se tradujo en unas estadísticas escandalosas. Sólo en la primera parte, el gran ogro de la Ligue 1 ganó 26 duelos, por sólo 10 del Real Madrid. Además, hizo buenos sus siete tackles, mientras los blancos sólo lograron uno. La perfección táctica también se hizo palpable con el balón, ya que acumuló un 96% de acierto en los pases (384/402), para un abrumador dominio de la posesión (77%).
Muchos metros entre líneas
El modo tan sencillo con el que el PSG salía desde atrás dejó aún más en evidencia el plan de Xabi Alonso. A diferencia de lo mostrado ante la Juventus y el Dortmund, el guipuzcoano optó por una línea de tres delanteros que nunca supo cómo apretar. Desde comienzo del torneo, el técnico había insistido en que su equipo se trasladase en bloque, siempre ordenado y en pocos metros. Sin embargo, ante el peor rival posible, el Madrid volvió a comportarse como un equipo totalmente roto, con muchos metros entre líneas. Demasiadas facilidades para Vitinha, Joao Neves y Fabián Ruiz, que jugaban a placer cada vez que atravesaban la medular.
Courtois y Carvajal, en la acción del 4-0 del PSG.AP
Nada importó al PSG la baja de William Pacho, porque entre Achraf Hakimi y Nuno Mendes se bastaron para derribar la endeble oposición de Kylian Mbappé y Vinicius. Una arrancada del marroquí dejó en bandeja el 3-0, mientras el portugués abortaba cualquier intento de Vinicius a campo abierto. La abismal diferencia entre los laterales se hizo más acusada ante la baja de Trent Alexander-Arnold.
Con un marcador inicial tan adverso, el equipo de Alonso optó por el peor de los remedios: quedarse a medio camino. Y eso complicó aún más a sus centrocampistas y zagueros, desde entonces presa del pánico ante la amenaza de una goleada de escándalo. El Madrid no encajaba dos tantos en nueve minutos desde febrero de 2017, cuando Simone Zaza y Fabián Orellana anotaron para el Valencia en Mestalla. Según los datos de OPTA, Dembéle se convirtió ayer en el primer futbolista en 22 años con gol y asistencia en los primeros 10 minutos ante los blancos. Unas cifras que explican la actual diferencia, individual y colectiva, entre los dos últimos campeones de la Champions.
En una sala de la ciudad deportiva del Paris Saint-Germain, Luis Enrique, de pie, recibe a Kylian Mbappé, que se sienta en la primera de siete filas. Están los dos solos. A los cinco minutos, el entrenador pregunta «¿Te queda claro?», el francés dice «sí» y su míster responde «gracias». No se dan la mano y la gran estrella del equipo se va por la puerta. Esos cinco minutos resumen la relación entre Luis Enrique y Mbappé: la pasión y la intensidad del español y la falta de feeling entre ambos. Hoy se reencuentran, PSG y Real Madrid mediante, en las semifinales del Mundial de clubes.
Aquella reunión entre ambos ha sido una de las más comentadas porque se emitió en el documental Luis Enrique: No tenéis ni puta idea. Una charla de varios minutos en la que el técnico intentaba convencer a Mbappé de la necesidad de involucrarse en la presión y en la parcela defensiva. Una escena elegida a propósito. Se produjo durante los cuartos de final de la Champions 23-24 contra el Barcelona, el PSG ganaría aquella eliminatoria pero unos días más tarde perdería en las semifinales contra el Borussia Dortmund, que sería el rival del Madrid en la final de Wembley.
El discurso de Luis Enrique a Mbappé lo dice todo sobre el tipo de futbolista que el técnico quería en el ataque y explica muy bien porqué Ousmane Dembélé puede alzar su primer Balón de Oro el próximo mes de octubre. «He leído que te gusta Michael Jordan, Jordan cogía de los huevos a todos sus compañeros y se ponía a defender como un hijo de puta. Tú tienes que dar ese ejemplo, primero como persona y luego como jugador», le dice Luis Enrique, de pie y gesticulando, a Mbappé, sentado, impasible, sin hablar.
«eso no me vale»
«Tú piensas que sólo tienes que marcar goles, eres un fenómeno, un top mundial, pero eso no me vale. Un líder de verdad es el que cuando no nos puede ayudar con los goles nos ayuda en todo lo defensivo», insiste. «Si coges a Ousmane, a Barcola, a Ramos o a quien sea y te pones tú como ejemplo a presionar, ¿sabes lo que tenemos? Una puta máquina de equipo», sigue Luis Enrique, picando a Mbappé con el posible final que tendrá en París.
«Quiero que te vayas de aquí por la puerta grande, Kyky, ninguna duda. Pero te lo tienes que ganar. El día que no ataques tienes que ser el mejor jugador de la historia defendiendo. Eso es un líder, ese es Michael Jordan. ¿Te queda claro?», terminó el técnico.
Unas semanas después, Mbappé anunciaría su fichaje por el Madrid y Luis Enrique lo celebraría a su manera con esta frase: «Vamos a mejorar los resultados, sin ninguna duda. El tener a un jugador (Mbappé) que se movía por donde él quería implica que hay situaciones de juego que yo no controlo. El año que viene las voy a controlar todas. Todas».
Mbappé anota el 3-1 al Dortmund ante Yan Couto.AFP
Una premonición de lo que sería la temporada en París, con la conquista de la Champions League, ganando 5-0 al Inter de Milán en la final, como guinda del pastel. Mientras, Mbappé terminó el curso como máximo goleador del continente pero eliminado, junto al Madrid, en cuartos de final de la Copa de Europa por el Arsenal. El francés cuajó algunas buenas eliminatorias, como ante el Manchester City, pero contra el cuadro londinense no estuvo a la altura. Un síntoma general.
Entre medias, Mbappé ha vivido un enfrentamiento en los juzgados con el PSG y con Nasser Al Khelaifi, que siempre que ha podido le ha dejado algún recado en los medios de comunicación. «Ahora la estrella es el equipo», aseguró el qatarí durante el curso, en un mensaje directo al futbolista. En su momento, el presidente del PSG quiso apartar a Mbappé por no renovar su contrato con el equipo y Luis Enrique medió para solucionar el conflicto, pero la pelea ha llegado hasta los tribunales por el pago de la última parte del salario del futbolista.
Una guerra por 55 millones
Mbappé le reclama al PSG 55 millones en sueldos y primas y ha llegado a acusar a Al Khelaifi de «acoso moral» y «extorsión» por las presiones recibidas durante las negociaciones por su renovación en 2023, una demanda que finalmente ha retirado esta semana, justo antes de verse en el MetLife Stadium de Nueva Jersey, «por una voluntad de calmar la situación sobre el terreno jurídico y el deseo de concentrarse exclusivamente en el terreno deportivo», según L'Equipe.
La intensidad y la presión, eso en lo que insistía Luis Enrique a Mbappé, están siendo dos de las palabras más repetidas por Xabi Alonso en el mes que lleva al mando del Real Madrid. El delantero, que sufrió una fuerte gastroenteritis en los primeros días del Mundial, todavía no ha sido titular en el torneo y espera que ese momento le llegue esta tarde contra el que fuera su equipo.
Luis Enrique, durante una rueda de prensa en Atlanta.FCWC
Sobre la mesa, el gran papel de Gonzalo, tanto en ataque (cuatro goles) como en la parcela defensiva, donde no deja de presionar la salida del rival. Mbappé es indiscutible para Alonso, pero éste le pedirá aquello que le pedía Luis Enrique: ser Michael Jordan en todas sus facetas.
Una genialidad de Désiré Doué y un zarpazo de Ousmane Dembélé cuando más apurado estaba el PSG le permitió al equipo francés batir al Bayern en un duelo intensísimo, reedición de la final de la Champions 2020, y sellar así su pase a las semifinales del Mundial de Clubes. El vigente campeón de Europa padeció múltiples dificultades para sacar adelante el partido, en cuya recta final perdió a Pacho y Lucas Hernández por sendas rojas directas. [Narración y estadísticas (2-0)]
El equipo de Luis Enrique, perfecto en la ejecución del fuera de juego para frustrar dos goles del gigante bávaro, se complicó en los minutos finales frente a un rival mermado por la gravísima lesión de Jamal Musiala. En el añadido del primer tiempo, el internacional alemán sufrió un encontronazo con Gianluigi Donnarumma en una acción donde el Bayern reclamó penalti del guardameta.
En los primeros 45 minutos ambos contendientes protagonizaron un intenso toma y daca. Aunque el Bayern parecía llegar con más frecuencia al área rival, las aproximaciones más peligrosas caían una y otra vez del lado de un PSG en el que Khvicha Kvaratskhelia hacía diabluras. Siempre excelentemente contestado, eso sí, por un Manuel Neuer que sigue luciendo una tremenda calidad bajo los palos.
Imagen desgarradora
Y, si brillantes fueron varias de las acciones del arquero, también lo fueron en la otra área las de Donnarumma, cuyo exceso de ímpetu al ir al suelo acabó por costarle una gravísima lesión a Musiala. La imagen del tobillo izquierdo del joven delantero, completamente torcido tras el choque, fue desgarradora. Su baja acabaría por sumarse a la de Josip Stanisic, quien también se había visto mucho antes a ceder su puesto a Sacha Boey.
Pacho, Coman, Olise y Kimmich, tras la lesión de Musiala.AP
Tras el descanso, por mucho que Bradley Barcola forzara a Neuer otra gran parada, fue de nuevo el Bayern el que se las arregló para buscar con más intensidad la opción de romper la igualada. Sus primeros intentos, con todo, se estrellaron fácilmente contra un Donnarumma aparentemente repuesto del golpe anímico de haber provocado la lesión de otro futbolista.
Michael Olise, molestado por Pacho, acabó enviando por encima del travesaño el mejor de ellos. Más clara incluso fue la del PSG, tras un fallo fuera del área de Neuer que un Dembélé suplente de inicio envió fuera por muy poco. Doué, tras una gran recuperación de Joao Neves ante Harry Kane, en cambio, no desaprovechó su oportunidad. Su disparo al palo corto, que tomó por sorpresa al meta, acabó por convertirse en el 1-0. Y Dembélé, cuando más apurados estaban los suyos tras las expulsiones de Pacho y Lucas Hernandez, se encargó de dictar sentencia con el 2-0.
Lamine Yamal salió del Stuttgart Arena asombrando tanto como en la Eurocopa. Si el duelo ante Francia media su altura para pelear el Balón de Oro con Dembélé y quien sabe si también con Mbappé, la conclusión la dicta que salió del partido como mejor jugador. Ahora le espera Portugal con Cristiano Ronaldo. "Es una leyenda, pero haré mi trabajo que es ganar", advierte.
Mientras, cosecha elogios. "Lamine ha dado un golpe en la mesa. Es el mejor del mundo y merece el Balón de Oro", sentenció Luis de la Fuente. "Cada cosa que hace, sorprende", resumía el presidente de la RFEF, Rafael Louzán. Su compadre Nico Williams, que bailaba con Samu y Gavi, antes del duelo, como si fuera un torneo de juveniles y no una semifinal, lo que quiere es que siga concentrado: "Dejadle tranquilo, que tiene que ganar la final". Bien sabe que nada le despista.
"Lo importante es hablar en el campo. Como le digo a mi madre, para estos partidos juego al fútbol, son los que me motivan", avisó la joven estrella que, como todos, hubiera preferido sufrir un poco menos. "El resultado en el minuto 60 era muy grande, pero sabemos que tienen jugadores de clase mundial", recordaba. Para cuando Francia quiso apretar en el minuto 80, España ya les había avergonzado en dominio y acierto goleador. Dieron el susto, sí, pero esta selección irreverente olvida los "desajustes", como los calificó Merino, y mira ya cómo vencer a Portugal. "Firmo terminar todos los partidos así", decía el seleccionador. "Estoy feliz porque era un partido dificilísimo con dos de los mejores equipos del mundo. Hemos aprovechado nuestro momento, no es fácil meter a un rival cinco goles, y ellos también", sintetizó.
Quizá fuera Stuttgart la clave. Si España juega en su Arena, Mikel Merino aparece como protagonista y si el rival es Francia, Lamine Yamal aparece para destriparla y, aunque apretando los dientes, encadenar 24 partidos oficiales sin perder, 20 victorias y cuatro empates. Ya ha agarrado al equipo de Javier Clemente y amenaza al exitoso de Vicente Del Bosque. Ante Portugal podrá revalidar su condición de campeón de la Liga de Naciones y sumar tres títulos en tres años. Alemania convertida en Tierra Santa.
Los recuerdos de Merino y Pedri
La selección creó en el estadio alemán los recuerdos del pase a las semifinales de la Eurocopa con un gol de Merino a los anfitriones. "Me está dando grandes alegrías", reconoció el jugador del Arsenal. En septiembre de 2020 este mismo estadio vio su debut como internacional, con su padre en la grada. No podía imaginar el histórico futbolista de Osasuna que, cuatro años después, su hijo celebraría un gol que llevaba a España a semifinales de la Eurocopa dando la vuelta al banderín de córner como él hizo en 1991 en un duelo de la entonces Copa de la UEFA. Mucho menos se le pasaba por la cabeza que exactamente once meses después, volviera a hacerlo para encaminar a la selección de nuevo a una final, esta vez de la Nations League. Dos homenajes, además, ante Alemania y Francia que convierten esos goles en inmortales.
Su tanto fue 'conexión Real', con Zubimendi en el inicio de la jugada y el entendimiento con Oyarzabal, que lo dejó solo ante Maignan. Ya había asistido el capitán txuriurdin a Nico Williams, quien abrió el marcador tras una asistencia en pelea con el gigante Konaté. Por algo De la Fuente le tiene fe ciega y es el máximo goleador con nueve tantos y pudieron ser diez si no llega a ser por su generosidad.
Cuando a Lamine lo cazó Rabiot en penalti, se acercó a la estrella culé y le animó a lanzar. No falló pese a ser el primero que pateaba como profesional y dejó sentenciada una eliminatoria que, es justo decirlo, también sostuvo Unai Simón con sus paradas durante algunos minutos. Así lo hizo De la Fuente: "Me alegro mucho por él porque ha sido cuestionado y maltratado durante mucho tiempo".
No parecía que España tuviera miedo al despertar francés, pero por si acaso Pedri marcó un gol magistral, advirtiendo al portugués Vitinha de que está listo para mirarle a los ojos y disputarle la pelota el próximo domingo. De aquellas lágrimas por caer lesionado en la Eurocopa a celebrar su acierto. También durante todo el partido hubo recuerdos en forma de pitada para Marc Cucurella, como si hubiera sido culpable de aquella mano que nadie olvida en Alemania.
Sin defensa que pare a Lamine
Pero aún tenía que aparecer otra vez Lamine Yamal para burlar a toda la defensa gala y, aunque fuera de punterón, marcar su segundo tanto. Tenía razón Deschamps: no ha habido aún una defensa capaz de parar al talento de Rocafonda. España se estaba divirtiendo y hasta pudo haber sumado a la fiesta a Dean Huijsen en su segundo partido como titular. Su gol, el tercero para España tras una jugada ensayada de libre indirecto, fue anulado por un justísimo fuera de juego.
El camino de rosas que dibujó España con el 5-1, porque había aparecido Mbappé, se fue complicando en parte por la relajación de haberse visto tan superiores pero también a causa del ataque de rabia de Francia, que no quería salir tan humillada de la Nations League. Echó mano Deschamps del debut de Cherki, que se estrenó con golazo, y Kolo Muani tanto para intentar remontar como para maquillar el varapalo que pone en la picota la cabeza del seleccionador.
Una selección prodigiosa acabó con la soga al cuello y pidiendo la hora, cuando había hecho un milagroso 5-1, nada menos que a Francia, que quizá tiene mejores jugadores. Pero Deschamps es un un pecado mortal francés.
Todo había sido lujo y maravilla excepcional en la selección española. Con un iluminado llamado Lamine Yamal. Un fenómeno que juega a otro fútbol y que no es de nuestro tiempo. Juega el futuro del fútbol.
Pero la descomunal exhibición acabó en ridículo, con una España que se marcaba en propia puerta, mientras el equipo galo era una apisonadora. Y la pena es que lo que hubiera sido un tanteo escandaloso acabó en una final vergonzoso, con una victoria pírrica, incluso dudosa por la enorme cantidad de goles fustrados por el desacierto francés o las paradas imposibles de Unai Simón.
El gran mérito de esta selección había sido la apabullante lección táctica, posicional, inconcebible porque jamás dejó ni un sólo contragolpe a los galos, justo con los diablos como Dembelé y Mbappé, reyes y rayos vertiginosos, que jamás pudieron ejercer lo mejor que saben hacer.
La horrorosa Francia posicional de Deschamps siempre tuvo que atacar en estático, sin metros para sus fenómenos, sin lineas de tiro siquiera.
Pero llegaron los torpes cambios del seleccionador español, que con las salidas de Pedri y Nico Williams descompuso tácticamente en ataque y en sentido posicional a un equipo donde ni Zubimendi ni los defensas podían creer en sus propias fuerzas.
En cualquier caso, otra muesca más de una selección absolutamente invencible, a pesar de todo sus errores de libro. Ya está en otra final europea. Con esfuerzo, desastre final, pero con el tanteo a favor.
Por mucho que cuenten de Luis de la Fuente siempre salen sus horrores. No es de recibo para ningún técnico que con un 5-1 expusiera a su selección en la disyuntiva del fracaso.
Muchas veces De la Fuentes es de aplaudir y otras incomprensiblemente caprichoso, con todos los centrales, incluido Asencio, al que le tiene manía, prefiera a un tal Vivian con el escarnio de su gol en propia meta, que incluso descompuso moralmente a su equipo.
Es de esperar que Portugal sea un hueso, con ese equipo revolucionario que ha creado el sensacional Roberto Martínez. Atención, que con el agrio gusto que deja España ya no se ve tan favorita como parecía cuando goleaba a Francia. Ya veremos.
Francia espera a España con el recuerdo vivo de la semifinal de la Eurocopa en Múnich, el colmillo más afilado y la necesidad de encajar todos los quilates que tiene en el ataque al tiempo que suturar las grietas en su defensa. Didier Deschamps asume el reto de solventar un rompecabezas de talento para que la campeona de Europa no le vuelva a alejar de la pelea por un título.
El primer paso es encontrar cómo encajar en el once a jugadores que viven su momento más dulce. Si hace un año Francia salió de la Euro con solo cuatro goles a favor -dos en propia puerta-, ahora tiene una pléyade de cañoneros en pico de forma. Imprescindible es Kylian Mbappé con sus 43 goles en todas las competiciones esta temporada, que vivió a medio gas y enmascarado el pasado verano. Pero ha sumado a Ousmane Dembélé, mejor jugador de la Champions que en 2025, y como falso 9 de Luis Enrique, ha marcado 33.
El seleccionador galo juega al despiste sobre darle descanso ante España y no alinearlo como titular, y es que para las bandas también tiene a dos de sus escuderos en el PSG: Doué, que recién cumplidos los 19 ha marcado 21 goles, y el joven a quien ha quitado el sitio, Bradley Barcola, que ha sumado 21, sin olvidar a Olise, que ha hecho 21 con el Bayern. A ellos se acaba de sumar Cherki, ha logrado 21 con el Olympique de Lyon y a quien Francia quiere retener ante la tentación de Argelia. Para la posición de delantero centro clásico aparecen Kolo-Muani (10) y Thuram (18). En total, estos futbolistas suman 169 goles y dejan a Deschamps ante el enviado problema de gestionar tanto talento.
Desajustes y lesiones
Los mayores problemas los tendrá en defensa y, aunque no son nuevos, se han agigantado. Francia acabó la fase de clasificación para esta final four como el equipo más goleado. Recibió seis goles por los cinco que encajó Portugal y los cuatro de Alemania y España. La eliminatoria de cuartos ante Croacia le permitió maquillar esa estadística y llevarla al empate con todos menos España, a quien Países Bajos le aguó con los cinco goles que se endosaron mutuamente.
En ese desajuste han ido pesando las lesiones. De la defensa que alineó como titular en la Eurocopa ante España, Deschamps solo tiene disponible a Theo Hernández en el lateral zurdo. El resto, lo tiene que remendar porque faltan Koundé, Saliba y Upamecano, todos lesionados.
Nico Williams y Lamine Yamal
Además, de los que ha citado no todos pasan por su mejor momento. Lucas Hernández , y Konaté apuntan a la titularidad con Pavard, que no aguantó los 90 minutos de la final del Champions, y Malo Gusto disputándose el lateral por donde se cruzarán con Nico Williams. Es a Theo Hernández a quien le tocará el baile con Lamine Yamal mientras Lenglet y los debutantes Badé y el central de la Juventus Pierre Kalulu esperan su momento junto al villano Lucas Digne.
«Obviamente, cuando se trata de España, no es lo ideal», admitió el seleccionador francés ante tanta baja. Así que no tendrá más remedio que ampararse en la efectividad de sus dos hombres que considera merecedores del Balón de Oro: Mbappé y, sobre todo, Dembélé.
Sí, esta vez, sí. El PSG toca el cielo de la Champions con una suficiencia arrolladora. París tiene la gloria que lleva persiguiendo décadas con un equipo púber comandado por un Doué de 19 años que manejó al Inter como una marioneta. En Múnich se ha coronado una dinastía que estimuló el fútbol europeo con su millonaria inversión pero que ha necesitado la mano de Luis Enrique para convertir lo que siempre fue una corte de estrellas en un gran equipo de fútbol. [Narración y estadísticas: 5-0]
Tan simple y tan difícil que el asturiano es el primero en lograrlo, justo cuando la orfandad de Mbappé podía pesar. Ante los retos, nadie mejor que Lucho. Este título le produce excitación, le coloca en el Olimpo del PSG y en el peldaño de Guardiola. Pero, sobre todo, le brinda el homenaje soñado: plantar una bandera en el centro del Allianz Arena como hubiera hecho Xana. Lo hizo en una camiseta de su fundación en la que se les ve juntos. Un vínculo de vida incluso más allá de ella.
No dejó lugar a dudas el PSG de que iba a salir campeón. Desde el saque inicial de Vitinha, directo al fuera de banda para ganar metros, la mentalidad fue voraz sin, a la vez, perder la calma. Como el Inter se cerró, fueron buscándole las vueltas con Dembélé y un inspirado Douré volcados en el encargo del técnico asturiano de volver locos a los centrales italianos. Tardaron nueve minutos en probar con tímidos disparos a Sommer, pero en cuanto sumaron a Kvaratskhelia, llegó el gol. El georgiano buscó a Vitinha en el pico del área para que filtrara un balón a Douré que vio aparecer solo en el otro palo a Hakimi. El marroquí embocó a placer y pidió perdón al fondo de su ex afición, que enmudeció.
Solo habían pasado 12 minutos y apenas habían tenido la pelota. Ni un segundo se la dejaban los parisinos y, si la robaban, aparecía Joao Neves para recuperarla en un trabajo del joven portugués que merece mucho brillo como escudero de su compañero de selección. Luis Enrique, en cuclillas en el área, sabía que su equipo no iba a aflojar y no lo hizo. Era hambre de décadas.
Cuando Inzaghi quiso mandar a los suyos hacia Donnarumma, asestó el segundo golpe. Kvaratskhelia lanzó a la carrera a Dembélé por el costado izquierdo y se plantó en el pico del área para colgar una asistencia a Doué que bajó con el pecho y enganchó para colocarla donde el meta suizo no alcanzaba. En 20 minutos, el PSG había deshecho al Inter, desajustado en defensa con un Dimarco siempre enganchado y Lautaro Martínez desaparecido.
Los italianos, como inmersos en un rondo de entrenamiento del PSG un día cualquier en Poissy, trataron de estirarse y lograron el primer disparo en un remate de Acerbi a saque de esquina. Thuram lo intentó de la misma manera, pero no había forma. Y eso que el PSG jugaba con Nuno Mendes renqueante de un golpe en la cadera. El motor del Inter no carburaba y no había manera de pisar el área con peligro porque, además, los franceses no escatimaban ni una ayuda. Acudían en auxilio sin dudar. Por eso el duelo lo pudo sentenciar al borde del descanso Dembélé. El Mosquito, símbolo de la revolución goleadora de este equipo con la llegada de 2025, fue clave en la presión a Sommer y enloqueció a la zaga interista. Ahora aparecía por el centro, después por la derecha y luego por la izquierda. Hasta era capaz de bajar a recuperar. Multiplicado en su responsabilidad de ser ejemplo al resto para conseguir el sueño largamente perseguido. Pero el centro que regaló Doué para fusilar al portero no lo cazó con precisión. Quizá por eso la última de la primera parte se la jugó en solitario la joven perla parisina.
Al regreso del vestuario no tuvo más remedio el Inter que intentar estirarse para no verse arrollado de nuevo. Había que jugar y, para eso, tener la pelota. No buscó Inzaghi más jugones, sino más contundencia con Bissack y Zalewski. Y lo pagó con una derrota sonrojante. Mientras, Luis Enrique observaba hasta que ya no pudo evitar desatarse. Su equipo casi le obligó.
Y es que Dembélé, en su faceta de asistente, estaba disfrutón. De tacón le dejó el balón a Vitinha en el centro del campo para que el cerebro portugués le brindara a Douré la posibilidad de que, antes de los 20, se pudiera convertir en el mejor jugador de una final de Champions con dos goles y una asistencia. Su llegada del Rennes ha sido una bocanada de aire fresco a un ataque ya de por sí repleto de recursos.
Tardó uno meses en sumarse Kvaratskhelia, pero el georgiano también dejó su sello en el más mítico partido de su nuevo equipo. Otra vez se lo regaló el Mosquito, que recibió del recuperado Nuno Mendes para lanzar al estilete a la carrera por la orilla izquierda. Sommer no pudo hacer nada más que recoger el balón de la portería. Al suizo, que mantuvo su hoja limpia durante muchos meses, le hicieron más de 23 remates y Barcola le perdonó el quinto gol que lograría Mayulu. No es de extrañar que el fondo del Allianz convertido en el Parque de los Príncipes acabara el partido coreando con olés. Su sueño ya era una realidad.
Terminada la época en la que el Balón de Oro era cosa de dos, esa que inició Cristiano Ronaldo en 2008 y finalizó Leo Messi en 2023 con su octavo trofeo, con esporádicas intromisiones de jugadores como Luka Modric (2018) y Karim Benzema (2022), el galardón se ha convertido en un premio abierto a varios jugadores. Si el de 2024 fue una sorpresa que lo ganara Rodri Hernández ante Vinicius, el de 2025 es, a día de hoy, una absoluta quimera de pronosticar.
Los criterios subjetivos del premio futbolístico más prestigioso a nivel individual, ya que su elección depende de 100 periodistas especializados en fútbol procedentes de los 100 primeros países del ranking mundial FIFA, hace que sea muy difícil conocer el vencedor. Se supone que estos profesionales valoran tres pilares que son: el rendimiento individual, el colectivo y el fair play, pero las sorpresas de los últimos años abren un abanico de, principalmente, cinco futbolistas de cara al premio de 2025.
El sorprendente FC Barcelona de Hansi Flick aporta dos nombres a la lista de candidatos: Raphinha y Lamine Yamal. Con la victoria en la Supercopa de España y la Copa del Rey y con más de media liga en el bolsillo, los culés pueden notar en la valoración final su eliminación de Champions en las semifinales ante el Inter de Milan y su no presencia en el Mundialito de Clubes, cita en la que medio mundo estará pendiente al inaugurarse este año.
El brasileño del Barça es la gran irrupción este curso después de mostrar un rendimiento bastante errático en los precedentes en el club culé. Son 34 tantos y 25 asistencias en 54 partidos esta temporada. Flick ha sabido sacar la mejor versión de un futbolista indiscutible en el once culé y que ha mostrado gran personalidad como capitán. No obstante, los resultados y el juego de Brasil no contribuyen a su candidatura.
Sin embargo, Yamal y su consolidación en la Eurocopa con España presagió que este año su estatus iba a subir aún más con su club. El canterano barcelonista, vigente premio Kopa (galardón también de France Football para jugadores menores de 21 años), ha encadenado exhibiciones a lo largo de esta temporada. Su semifinal ante el Inter, tristemente cerrada con la eliminación, fue histórica. "Mientras gane, no me pueden decir nada. Cuando me ganen, sí", apuntó antes de la eliminatoria. Aunque no lo hiciera, su nombre se subrayó en Europa, pero también sus números: 16 tantos y 24 asistencias en 52 partidos.
Los no barcelonistas
A nivel numérico, Mohamed Salah es de los pocos futbolistas en Europa que se acerca a los jugadores barcelonistas. Los 33 tantos y 23 asistencias en 50 encuentros, le sitúan al egipcio, por méritos propios, entre los candidatables al Balón de Oro. El Liverpool ha obtenido la Premier League, pero las derrotas en la Carabao Cup ante el Nottingham Forest y, sobre todo, su temprana eliminación de la Champions por el PSG de Luis Enrique, le han restado méritos colectivos al africano.
Para completar la terna quedan los dos únicos futbolistas que pueden ganar el torneo más prestigioso a nivel de clubes. El primero y con más posibilidades es Ousmane Dembelé. El francés se ha desatado bajo la batuta del técnico asturiano con 33 tantos y 13 asistencias en 46 partidos siendo capital, además, en la consecución de la Ligue 1 para los galos. Les quedan aún dos finales: la de la Copa, ante el Reims el sábado 24 y la mencionada Champions, una semana después. La victoria, especialmente en la última, podría ponerle el cartel de favorito frente al resto de aspirantes.
Lautaro Martínez, el último futbolista que completa la terna de aspirantes, aún no ha ganado ningún torneo con el Inter este año y, en competición doméstica, están a la caza del Nápoles de Conte. La Champions podría darle cierto status, pero sus números individuales: 22 goles y siete asistencias en 48 partidos, no le conceden, tampoco superioridad sobre sus rivales. No obstante, tanto Inter como Liverpool y PSG sí estarán en la cita mundialista en Estados Unidos.
Acabada la tiranía de dos leyendas, el fútbol vuelve a contar con muchos futbolistas destacados. Y eso que este año, por deméritos colectivos, no está Mbappé entre los favoritos, pese a sus 38 goles y cuatro asistencias.
Luis es nombre de reyes en el país que sublima la república. Los Luises de Francia fueron prácticamente una veintena, incluido Luis Felipe I, de la Casa de Orleans, que reinó durante un breve periodo, conocido como la Monarquía de Julio, antes de abdicar y dar paso, en 1848, a la creación de la Segunda República Francesa. Desde Luis I el Piadoso, los franceses tuvieron de todo: Luis II el Tartamudo, Luis V el Holgazán, Luis VI el Gordo, Luis XI el Prudente o Luis XII del Pueblo hasta el gran Luis XIV o Rey Sol, cuyo reinado, de 72 años, fue el más largo de la historia y marcó un tiempo de esplendor militar, además de reorganizar administrativamente el país y aplacar a la nobleza en favor de la política. También llevó el centralismo y el absolutismo al extremo, con el lujo de Versalles como metáfora. Luis XV, su nieto, fue su némesis, un desastre, y Luis XVI acabó por pagar los desmanes heredados y propios en la guillotina. La restauración trajo a otro Luis, un Borbón, pero la fascinación por la Revolución había cambiado a Francia para siempre. El país de todas las revoluciones, la burguesa, la estudiantil y hasta la sexual, vive otra en el fútbol de la mano de un Luis que no llega de Versalles. Es un sans-culotte del fútbol y la Champions, su Bastilla.
La seducción que produce Luis Enrique en Francia no tiene que ver únicamente con su trabajo en el PSG, a un paso de clasificarse para la finalísima de Múnich, si es capaz de hacer valer su ventaja sobre el Arsenal (0-1)m en la vuelta de las semifinales. Los resultados provocan crítica o reconocimiento, pero con el asturiano existe identificación merced a su personalidad en un país que ama la rebeldía, la irreverencia. Más que un país, una ciudad: París. «Luis Enrique es perfecto, porque es provocador y soberbio, y eso, unido al éxito, encaja bien con la ciudad», dice el filósofo y editor Thibaud Leplat, profesor en el Liceo Internacional de Madrid.
Luis Enrique da instrucciones, junto a Arteta, en Londres.NEIL HALLEFE
«Existe una fascinación entre la intelectualidad francesa por los personajes irreverentes, provocadores, y Luis Enrique lo es», añade Leplat. Es patente en la literatura, desde Simone de Beauvoir a Michel Houellebecq, pero también en el cine y hasta en el fútbol. Uno de los jugadores más contraculturales y antisistema de la historia fue el francés Éric Cantona, nieto de un exiliado de la Guerra Civil española. Cantonà era la revolución en carne y hueso contra cualquier forma de poder, incluidos los del propio fútbol que adoraba y le encolerizaba.
Cantonà acabó por pasarse al cine, aunque jamás jugó en el PSG, en cuyo origen se implicaron muchos personajes de la farándula, humoristas y actores como Jean-Paul Belmondo, uno de los canallas de la ficción. El entrenador Luis Fernández o David Ginola fueron en el campo fieles a esa condición que encaja con el carácter del español. "Es un club latino, mediterráneo, en el París que buena parte de Francia mira con desdén por el centralismo, porque para todo hay que pasar por la capital. Eso también contribuye a ser un club más odiado y a convertir cada partido en Estrasburgo, Lille, Niza o Marsella en choques con mucha tensión, algo a lo que se adapta bien un carácter frontal como el de Luis Enrique", continúa el profesor de filosofía afincado en España.
«Cualquiera que represente la revolución es, asimismo, adorado, porque la Revolución no es únicamente un periodo de nuestra historia, sino parte de la idiosincrasia de Francia. Hasta Emmanuel Macron título su autobiografía Révolution, aunque realmente su revolución no sea tal. En cambio, Luis Enrique, de alguna forma, ha impuesto la suya en un club sometido al dictado y los caprichos de las grandes estrellas», prosigue Leplat.
Mbappé, en un partido con el Madrid en el Bernabéu.BallesterosEFE
El PSG al que llegó era, en realidad, un Versalles de futbolistas siempre adocenados por el lujo, desde Ibrahimovic hasta Messi, y donde sólo existía un Rey Sol: Kylian Mbappé. Cuando se marchó, Luis Enrique dijo que el PSG jugaría mejor sin el actual delantero del Madrid. Una declaración más que provocadora, temeraria. El tiempo ha demostrado que tenía razón. «Se ha producido un efecto liberador con su marcha de París. Liberador para todos, el entrenador, el resto de jugadores, la hinchada y hasta los propietarios qataríes, que ahora están encantados con Luis Enrique, aunque los inicios fueron difíciles», recuerda Leplat.
Broncas a Mbappé, Dembélé o Asensio
El asturiano mantuvo su dialéctica habitual con los periodistas, una frontalidad que, unida a la irregularidad inicial del equipo, generó muchas críticas en su contra. A pesar de alcanzar las semifinales de la Champions, la temporada pasada, la forma de caer ante el Borussia Dortmund aumentó la sensación de impotencia en un momento de depresión por la pérdida de Mbappé, que meses atrás había comunicado al club su decisión. El documental No tenéis ni puta idea, sobre la figura del asturiano y su método de trabajo, realizado el pasado año por Movistar, no tenía inicialmente compradores en Francia, al contrario que en otros países. Esas voces críticas volvieron a arreciar ante las dificultades en la fase previa de esta edición de la Champions, pero a partir de noviembre, con el despegue del equipo, todo cambió y el documental, finalmente estrenado, arrasó.
«Michael Jordan cogía de los huevos a sus compañeros y se ponía a defender como un hijo de puta. Te vas a pegar todo el partido presionando a Cubarsí, a Ter Stegen y volviendo rápido... Para ser un líder», dice Luis Enrique a Mbappé en una escena recogida por el documental. Hiperactuada o no, ha habido muchas broncas más. Mbappé se marchó a un lugar donde presionar no es una obligación, no por ahora, y también lo hizo Asensio, pese a pedir al asturiano discutir el problema en grupo. De eso nada.
Ni siquiera Dembélé, al que llamó personalmente para que dejara el Barcelona y fichara por el PSG, se libró de sus medidas disciplinarias por no respetar normas que el técnico considera claves para el crecimiento del equipo. Dembélé fue una petición expresa que Luis Enrique hizo a NasserAl-Khelaifi al llegar al club, la temporada pasada. Un futbolista de una verticalidad tan mortal como incomprensible, algo que conecta con el pasado como jugador del asturiano, delantero en el Sporting, lateral en el Madrid y prácticamente extremo en el Barcelona, pero siempre en vertical.
Dembélé celebra su gol en Londres.NEIL HALLEFE
La salida de Mbappé tras las de Neymar o Messi, convertía al ex azulgrana en la gran referencia. Por ello, su caída de la convocatoria antes de jugar en el Emirates, durante la primera fase de esta Champions, desató una crisis. «Lo volvería a hacer», dijo Luis Enrique, pese a caer (2-0). «Ousmane no tiene un problema conmigo, es un problema de sus obligaciones con el equipo», añadió. El delantero acudió a pedir disculpas al técnico. Meses después, en el mismo escenario, el titularísimo Dembélé cobraba la valiosa ventaja de la semifinal.
El técnico ha conseguido optimizar las cualidades de Dembélé, al que suele llevar al centro para dejar las bandas a Barcola o Doué, el gran talento que viene. El crecimiento individual de todos los jugadores ha sido enorme, y la prueba está en el mediocentro Vitinha o hasta en la renovada confianza del gigante Donnarumma. Hay equipo y hay juego, "el mejor de la historia del PSG", según concluye en Francia, claro, pero lo que verdaderamente hay es un liderazgo desconocido, que asombra e inquieta a los dueños qataríes, y enamora a los parisinos. C'est la révolution.