Emilio Pérez de Rozas: “Si el periodismo aún tuviera poder, Joan Laporta ya no sería presidente del Barça”
En el número 23 de Ronda de la Universidad, en pleno centro de Barcelona, había una casa que es historia del periodismo. ‘La Ronda’, como acabó por conocerla toda la ciudad, era el hogar de los Pérez de Rozas, la saga de fotógrafos que empezó a principios del siglo XX, cubrió tres generaciones y sigue vigente en Emilio Pérez de Rozas (Barcelona, 1952), al que todo el mundo conoce como reportero y columnista de ‘El Periódico de Catalunya’ y ‘Sport’ y tertuliano sin freno en la COPE y Radio Marca, pero se niega a renunciar a su herencia. "La foto va en la sangre. Si no hubiera sido lo que soy, que es mitad fotógrafo y mitad periodista, sería simplemente un idiota", resume.
- A otros puede haberles sorprendido el periodismo, pero tú sabías perfectamente dónde te metías.
- Mi padre tenía nueve hijos y a las ocho, cuando nos levantamos para desayunar e irnos al cole, llegaban mis dos tíos, Manolo y Kike, y se ponían a trabajar. La casa de papá era el laboratorio y el despacho donde trabajaban las fotografías los Pérez de Rozas para tres periódicos y para la agencia EFE. Y ahí vivía una familia con una abuela, tres hermanos fotógrafos trabajando todo el día y nueve niños. ¿Qué otra cosa habría podido ser yo?
- Hippie.
- [Risas] Sí, algo de comuna hippie tenía, pero sobre todo era un polvorín. Como mi padre estaba bastante ausente haciendo fotos, allí todo el mundo podía castigarte si te portabas mal. Me pasé muchas horas en el pasillo por haber hecho travesuras. Era muy divertido vivir allí. No había otra posibilidad para mí que dedicarme a esto. Se nos caía la baba viéndoles trabajar y mi hermano Carlos y yo conseguimos continuar la tradición. Lo que pasa es que, como han compartido todos los compañeros veteranos que han salido en esta sección, aquel periodismo que nosotros vivimos ha desaparecido. Totalmente. Y ahí se ha acabado también la saga Pérez de Rozas.
Para saber más
- Tus dos hijos se dedican a otras cosas.
- Sí. Tienen una mezcla extraña porque les gusta lo que hace su padre, pero como curiosidad. No leen demasiada información, como casi todos los jóvenes ahora, y uno es informático y otro es productor de publicidad y cine. Han salido a su madre, que es bióloga, y ni siquiera leen lo que escribe su padre y esposo. Qué se le va a hacer…
- Vives en Mallorca pese a informar sobre el Barcelona. Buen chollo.
- Sí, soy un pionero en esto del teletrabajo, debo ser de los primeros periodistas que lo logró. Primero estuve a caballo entre los dos sitios y ahora llevo nueve años ya instalado aquí. Hace más de 50 años que conocí a Araceli, mi mujer, que es mallorquina y fue estudiar a Barcelona. Cuando murieron mis papás, decidimos venirnos a Palma porque creímos que era muy importante que los niños crecieran con los abuelos maternos y fue una estupenda decisión. Tuve la suerte de que Antonio Franco [director histórico de ‘El Periódico’] me lo permitió. Yo he tenido muchos maestros. Si me gusta esta profesión es porque he estado siempre colgado de los mayores, de aquellos periodistas y amigos que tenían unos años más que yo y me lo enseñaron todo: mi hermano Carlos, Antonio Franco, Àlex J. Botines, José Antonio Sorolla… Un montón de periodistas en los que me pude fijar. Eso también ha desaparecido ahora, ya nadie ejerce de maestro en el periodismo.
- ¿Has sentido esa distancia?¿Ha afectado a tu carrera no estar en Madrid ni, ahora, en Barcelona?
- Lo de Barcelona no, porque a efectos prácticos es como si estuviera. Hay aviones cada rato y me planto allí en nada, pero lo de Madrid… Ese madridcentrismo de los medios españoles lo he sufrido posiblemente más que nadie. Del año 82 al 92 estuve de responsable de Deportes de ‘El País’ en Barcelona y hubo una frase funesta que aprendí ya la primera semana: "Mira, es que en Madrid hacemos las cosas así". Tú proponías determinadas cosas desde Barcelona y siempre había un jefe en Madrid que te decía que no porque allí no se hacía así. Y punto. Ni se debatía si tu idea podía estar bien ni se probaba a ver si funcionaba. No había esa posibilidad. Al final eso sí te da la sensación de que te limita. Otro ejemplo tonto. Tengo una relación maravillosa con Raúl Varela, de Radio Marca, y entro en su tertulia de ‘La Tribu’ los lunes por la mañana. Cuando cuentan el parte meteorológico de Madrid y que hay atasco en la M-30… No sé qué pensará el que lo escucha en Mataró o en Dos Hermanas. Es una anécdota, pero pasa siempre en todos los medios nacionales.
- Has ido arrinconando la faceta de fotógrafo. ¿Por qué?
- Yo nací fotoperiodista y soy fotoperiodista, pero es cierto que al final ha sido más un complemento que una dedicación completa. Evidentemente, no hago las fotos como mi compañero Jordi Cotrina, como mi amigo Alejandro Ceresuela, que es el fotógrafo personal de Marc Márquez, o como el portentoso Raúl Cancio, pero me defiendo y son suficiente para completar mis informaciones y las historias que cuento. La profesión fotográfica me respeta y no me ve como un intruso. El de fotógrafo es el trabajo peor tratado y peor considerado que hay en el periodismo. Es una vergüenza. Ahora quieren reciclarlos para hacer vídeo, se los ha metido en las redacciones para solo editar, salen cada vez menos a la calle a hacer fotos… Es una pena, es a nivel mundial y no es nuevo. Mi serie de periodistas favorita es ‘Lou Grant’, que es de los 70 y 80, ¿y sabes cómo llamaban al fotógrafo?
- No.
- Animal. Directamente le llamaban Animal. Eso ya te da una idea de cómo ha visto siempre el periodismo a los fotógrafos.
- También te has movido entre dos mundos en que, aunque el fútbol es lo que te ha dado la popularidad, por encima de todo eres un periodista de motociclismo.
- Sí. Empecé en las motos al principio de los años 80 y ahí sigo por dos motivos. Primero, porque ese mundo ha ido ofreciendo constantemente generaciones de pilotos estupendas y siempre tenías un español que ganaba y, segundo, por una cosa muy importante que se ha perdido en todos los demás deportes grandes, especialmente en el fútbol: el contacto con los deportistas. Todavía hoy te permiten acceder a los pilotos, si necesitas tres minutos con Marc Márquez en un gran premio para completar un reportaje, los vas a tener. Eso es maravilloso porque aún te permite construir historias humanas paralelas a la carrera. Eso ya no lo puedes lograr en ningún otro deporte, sólo en las motos. Ojalá Carmelo Ezpeleta, que es el gran monstruo que ha creado este fantástico Mundial de motos, no se contagie nunca de la Fórmula 1 en esto.
- Tienes muy buen trato con Marc desde el principio. ¿Esperabas esta resurrección?
- Sí, ya el año pasado pensé que si le daban moto… Toda la familia Márquez, los papás y los hermanos son unos seres excepcionales que son tal y como se muestran, lo que parece ya imposible en el deporte de élite. Sólo tengo palabras de elogio. Siempre se han portado conmigo de una manera maravillosa y es un placer tener esa relación con ellos. Hay una cosa que me pasa con Marc y con otros amigos deportistas que tengo como Andoni Zubizarreta o, en menor medida, Rafa Nadal. Mucha gente en la profesión trata de dañarme lanzándome un "mira, tu amigo". Dicen eso como si fuera algo negativo cuando es un elogio sensacional. Sé que periodísticamente no está bien ser amigo de los protagonistas, pero, lo siento, para mí esas amistades tienen un valor tremendo por encima de lo laboral.
- ¿Qué tal conviven el periodista serio y el tertuliano polémico que también eres?
- Llevo bien esa dicotomía porque tengo un trabajo diario en un periódico y, luego, hago ese segundo papel en la radio. Están bien diferenciados. Con la televisión he tenido muy poco contacto, sólo en los tiempos de ‘El Rondo’ de Alfonso Arús, que es un auténtico monstruo de la televisión. Es el tío que inventó todo lo que se hace ahora en televisión deportiva, un innovador absolutamente brutal.
- Las tertulias de éxito como ‘El Chiringuito’ provienen de él.
- Claro, ‘El Chiringuito’ es una copia de ‘El Rondo’, aunque no sé si a Pedrerol le molestará esto. Lo siento, pero tú puedes ser el inventor de algo que no has inventado y el maestro de esto se llama Alfonso Arús. Mala suerte. Pedrerol no debería de tomárselo como una ofensa porque ha imitado algo muy bueno, le funciona, le gusta a una determinada gente en un determinado horario, con un determinado estilo y ya está. Pero la verdad es la verdad: esto lo inventó Arús.
- Hablábamos de tu papel como tertuliano.
- Sí, te decía que a mí la radio me parece atómica. Cuando todo el mundo está diciendo, y a lo mejor hay parte de verdad, que las redes sociales, los tuiteros, los influencers y la inteligencia artificial van a acabar con el periodismo, la radio está ahí, inmutable y con audiencias enormes. Yo he tenido la inmensa suerte de que los auténticos gigantes de la radio me han querido para trabajar con ellos. He estado con De la Morena, con García, con Paco González y con Manolo Lama, que es un tipo tan generoso que tú le pides la hora y él te da el reloj. Entonces, estás en ese ambiente y te ayuda mucho a soltarte, porque estás como en casa, entre amigos y sin nada guionizado. Lo grandioso de la radio es que es inmediatez, improvisación y originalidad.
- También ese es el peligro.
- Claro, porque muchas veces metes la pata, por supuesto que sí. Es todo tan rápido que te animas y te calientas tanto que existe la posibilidad de equivocarte. Yo lo he hecho y me he disculpado, pero entiendo que es parte del juego. Además, cada uno sabemos qué papel jugamos en las tertulias y en el mundillo. Por ejemplo, cuando me llaman para intervenir en tertulias de Catalunya Ràdio, sé que lo hacen porque quieren a alguien que le dé un palo al Barça. Yo soy consciente de mi papel, pero también es verdad que nunca digo lo que no pienso. Si me piden una opinión, doy la mía. Otra cosa es que la mía les va bien y la buscan porque contrasta con la de los demás.
Pérez de Rozas posa con su pincher, Anubis, en Palma de Mallorca.
- ¿Se toma esta sociedad el fútbol demasiado en serio?
- Creo que no hay que trascendentalizar las cosas que no tienen trascendencia y el fútbol es una de ellas, aunque no la única con la que lo hacemos. En casa se rompe un vaso y se monta un drama que no te lo puedes imaginar y luego lo piensas y, coño, sólo es un puto vaso. Recoge los cristales y a otra cosa. Nos montamos demasiados traumas ficticios, luego hay un drama de verdad y ¿ahora qué hacemos? Es fútbol, por favor. Vamos a tomárnoslo estupendamente y a disfrutarlo sin dramas. Además, los clubes, los presidentes, los entrenadores y los futbolistas no se merecen que nos volvamos locos por ellos, con una defensa a ultranza que no tiene ningún sentido. A mí me gusta que gane el Barça, pero también me gusta ver partidos estupendos donde gana el otro. Jamás dejaré de dormir por un resultado.
- Eres un culé anti Laporta, que no abundan.
- Lo que está pasando en el Barcelona con Laporta, su directiva, sus amigos, sus familiares y la manera de gobernar el club es escandaloso. Es una muestra de que la prensa ha dejado de tener poder y ya no se carga a nadie. Si el periodismo tuviera poder, Laporta no sería presidente del Barça como Mazón no lo sería de la Generalitat Valenciana, no hubieran podido soportar el justo aluvión. En Barcelona ha habido periodistas como Toni Frieros, Sique Rodríguez, Albert Guasch, Paco Cabezas, Xavi Hernández, Sergi Escudero, Xavi Bosch, Andreu Rauet o Joan Josep Pallás que han publicado cosas de Laporta que deberían haber provocado que pasara algo… y no ha pasado absolutamente nada. Yo intento cumplir una frase que me solía decir papá: "Emilio, en esta vida, sobre todo que no te tomen por tonto". Cuando doy mi opinión sobre la vergüenza que es Laporta lo hago fundamentalmente para decir: "Oiga, usted está comportándose así, está gobernando en su beneficio propio y está consiguiendo negocios para sus amigos, pero que sepa que le estamos viendo, nos hemos dado cuenta, no somos tontos". A lo mejor no sirve para nada y se sale con la suya, pero sobre todo que no me tomen por tonto.
- ¿Tienes algún contacto con Laporta?
- No, cero absoluto. Ni con él ni con el club. Tampoco lo quiero. Soy perfectamente consciente de que con este punto de vista crítico hago muchos enemigos y habrá presiones, pero por suerte me siento tremendamente protegido por mi periódico. Eso es importante y no tan frecuente como debería. Recuerdo una anécdota cuando Antonio Franco era director y yo llevaba la sección de Deportes, que aún éramos 10 o 12 redactores y hacíamos nueve páginas diarias. Se ponía delante de mí y me soltaba: "¡Vaya mierda de sección estamos haciendo!". Éramos la mejor sección de Barcelona, yo se lo decía, que era estupenda, y me respondía: "Hace un mes que no llama nadie cagándose en mí y eso es mala señal. Yo estoy aquí para pararos las balas. Haced lo que tengáis que hacer, pero hacedlo". Poder trabajar en un medio que te permite eso es sensacional.
- ¿Cómo valoras esa alianza estratégica entre Laporta y Florentino?
- Forma parte de la anestesia general que están viviendo la afición, los socios y los abonados del Barça. Han vuelto a disfrutar del fútbol de la mano de Hansi Flick, Pedri y Lamine Yamal y pasan absolutamente de todo lo demás, están desconectados de la realidad. Estoy convencido de que esa complicidad con el Real Madrid no gusta, pero tragan porque saben que Florentino Pérez ha puesto los contactos financieros y económicos que posee, que son los mejores de España, a disposición de Laporta para que pudiera hacer las tropecientas palancas y endeudar por los próximos 25 años al Barcelona. Es otra de las cosas que el socio, que es el propietario en teoría del Barça, tiene guardadas en un armario para no verlas junto a la manera de distribuir comisiones en el contrato de Nike, que una empresa subcontratada meta 350.000 euros a una cuenta de los directivos para su aval o los retrasos del Espai Barça.
- Antes, cuando has nombrado a los grandes de la radio con los que has trabajado, has obviado a Juanma Castaño.
- No crees que haya sido casualidad, ¿no? Efectivamente, no lo ha sido.
- ¿Es porque esta temporada decidió prescindir de ti y de Tomás Guasch en ‘El Partidazo’?
- Tomás te dijo que no le sabía mal por él sino por mí y yo te digo lo contrario, me sabe mal por él porque le considero uno de los grandes y además, y esto es lo peor para mí, es que Tomás sí es uno de ellos, del núcleo duro que pasó de la SER a la COPE. Yo no lo soy aunque llevo muchos años trabajando con ellos, sigo con Lama y creo que fui el primero que llamó a Paco González cuando dejó la SER y le dijo: "Me voy contigo". Lo cogí por las escaleras, saliendo del edificio. Lo de Castaño no quiero ni comentarlo. Lo que sí me supo mal fue que me lo dijera en pleno agosto, tres días antes de que empezara el programa y sin tiempo para buscar otra cosa. Por lo demás, es un programa de autor donde él elige a su gente y, de pronto, Tomás y yo dejamos de ser su gente. A mí me pareció mal, pero a Tomás le dolió bastante más.
- ¿Por qué crees que dejaste de ser de su gente?
- Creo que fue por el ruido que hacía, el descontrol que yo provocaba. No lo comparto, pero es su opinión. De todos modos, no quiero centrarme en lo malo porque esta vida que he tenido ha sido la hostia. No, está mucho más allá de la hostia. Cuando te digo que me duele que la forma de trabajar que teníamos antes haya desaparecido totalmente es porque considero que ser periodista como lo éramos hace 50 o 30 años es de las cosas más grandes que se puede ser en esta vida. Es una manera de disfrutar tremenda. Es cierto que no tienes tiempo para la familia, los hijos ni los amigos, pero ¿por qué? Porque cuando te gusta el periodismo y contar historias, te vuelves loco. Felizmente loco. Eso es brutal y ahora ya nada de todo esto existe.
- Hombre, algo quedará.
- Muy poco. Los jóvenes periodistas creen que todo está en el móvil y, encima, los periódicos han dejado de tener dinero para ir a los sitios. Y si no estás en los sitios, no hay periodismo. La gente sólo copia, recopila e imita. Eso tiene poco valor. En mi época nadie se dignaba a escribir un texto si no había estado allí. Ahora todo el mundo escribe de todo desde la silla y, lo que es peor, todo el mundo se cree lo que esos publican. La manera de conseguir las fuentes de información en estos momentos es muy frágil, te puede engañar muchísimo, no las ves, no las tocas, no las tratas y puedes estar escribiendo una historia que se ha inventado alguien con el que has contactado por Instagram. El buen periodismo cuesta dinero y ya nadie tiene dinero. Tengo la impresión de que si mis hijos hubieran escogido esta profesión, me hubiera frustrado porque no hubieran disfrutado ni la mitad de lo que he disfrutado yo. Ese es el drama.