Flick despeja la incógnita: Szczesny seguirá siendo el número uno en la Champions

Flick despeja la incógnita: Szczesny seguirá siendo el número uno en la Champions

Actualizado Martes, 29 abril 2025 - 14:49

Se acabó deshojar la margarita: Wojciech Szczesny seguirá siendo el portero titular del Barça en la Champions. Así lo adelantó Hansi Flick en la rueda de prensa previa a la ida de unas semifinales frente al Inter de Milán que son el último paso para plantarse en la gran final de Múnich. El capitán, Marc-André ter Stegen, que sufrió una grave lesión de rodilla a finales del mes de septiembre del año pasado ante el Villarreal en La Cerámica, ya tiene el alta médica. E, incluso, estuvo en el banquillo en la final de la Copa del Rey frente al Real Madrid el pasado sábado. No obstante, a pesar de que en los entrenamientos se le ha visto en plena forma, no desbancará al polaco en Europa. En la Liga, en cambio, sí podría tener su oportunidad llegado el momento.

«Szczesny jugará la Champions, eso está claro. Ya veremos qué pasa en la Liga», aseveró el técnico barcelonista. No en vano, la opción de que Ter Stegen tuviera minutos en la máxima competición europea pasaría obligatoriamente por dar de baja al polaco, que llegó a la entidad azulgrana como fichaje de emergencia ante la baja de larga duración del germano. En la Liga, en cambio, tal y como ya ocurrió en la Copa, sí es posible que ambos arqueros formen parte de la convocatoria, con lo que el capitán barcelonista sí podría tener oportunidad de volver a estar bajo los palos antes de que termine oficialmente la temporada. Tal vez, si los azulgrana se plantan en la final de Múnich, como una opción para reservar a Szczesny con vistas a ese partido.

Por lo pronto, no obstante, Flick prefiere centrarse en el presente. «Vamos a poner primero el foco en la ida. El Inter es un rival muy complicado, con una de las mejores defensas de Europa. Tienen un centro del campo muy bueno, delanteros muy fuertes y unas transiciones muy peligrosas. Será un partido difícil y hay que estar preparados», arengó. Incluso, señaló que desconfía de la mala racha que está encadenando el equipo italiano. «Es diferente. La Champions es una gran oportunidad para ganar el título y estamos a dos partidos de la final. Todo el mundo ahora da el 100%. El pasado no importa y no pienso en sus resultados porque no es mi trabajo. Lo que hago es decirles a mis jugadores que tienen que dar el máximo», recalcó.

Los elogios a Koundé

En su opinión, los suyos sabrán aislarse de la euforia desatada tras hacerse con la Copa ante el eterno rival, pero también, tal vez, aprovecharla para tomar impulso. «Todo el mundo está centrado y sabe lo importante que es esta semifinal, pero la victoria contra el Real Madrid también te puede impulsar. Esa es la clave. Sabemos que tenemos que trabajar muy duro para llegar a la final y el Inter tiene jugadores que están ante su última oportunidad de conseguirlo y lo van a dar todo", reflexionó un Flick que ve a su equipo en forma pese al esfuerzo del sábado. «Ganar fue muy emotivo, pero ahora tenemos la oportunidad de llegar a la final de la Champions, la más importante del calendario, un sueño. La sesión ha sido buena, todo el mundo está centrado y, además, hemos tenido una reunión, para ver qué tenemos que hacer y en qué podemos mejorar viendo el partido contra el Real Madrid. Hay que sacar nuestra mejor versión en estos dos partidos», apostilló.

En su caso, además, está claro que seguirá al frente del equipo el próximo curso, si bien, por ahora, no quiere hablar de una posible ampliación de su contrato. Como a la hora de afrontar los partidos, también prefiere ir paso a paso. «Creo que entrenaré al equipo la próxima temporada, tengo contrato hasta 2026 y ya he dicho que estoy muy contento de estar aquí, que me encanta pero ahora no es el momento de hablar de ello. Hay que centrarse en los objetivos, en el equipo. Todo gira alrededor de los jugadores», sentenció. Entre ellos, cómo no, un Jules Koundé que fue del todo determinante en La Cartuja. «Jules es un jugador muy profesional. No solo por marcar el gol, sino también por cómo defiende. Está a un gran nivel y es muy importante para nosotros», zanjó.

El Real Madrid toma el pelo a sus aficionados conspiranoicos: historia de un paripé

El Real Madrid toma el pelo a sus aficionados conspiranoicos: historia de un paripé

El Barcelona pagó al vicepresidente de los árbitros durante años y eso apesta. Correcto. El caso está siendo investigado por la justicia y seguido por todos los medios de comunicación del país. También correcto. Cuando el sector conspiranoico del madridismo justifica su paranoia diciendo que ellos son los únicos a los que les importa el caso Negreira y continúan denunciándolo, miente. Y no pasa nada. Tienen motivos para estar indignados y al hincha no se le pueden exigir mesura y cabeza. Si el fútbol es salvaje y sentimental, como decía Javier Marías, hay que asumir que un tuitero sea irracional y roce el desvarío en defensa de sus colores.

Un club, una institución gigantesca, ya es otra cosa.

Lo vivido alrededor de una fantástica final de Copa fue tragicómico. Trágico si eres de esos románticos que aún cree que este juego tiene salvación, que la pelota no se mancha como sentenció Maradona, que su transformación en circo de tres pistas es solucionable. Cómico, si disfrutas del enemigo poniéndose en ridículo para el mundo entero.

La víspera, con el Madrid ejerciendo de abusón que se hace el ofendido cuando sus víctimas denuncian, fue un gran día para el show. El final del partido, con un montón de chiquillos vestidos de blanco desquiciados con un árbitro que les había favorecido en sus únicas decisiones polémicas (el penalti a Ferran y la posible roja a Lucas Vázquez), fue la demostración de que la sobreactuación acaba afectando al vestuario. Menos a Rudiger, que venía así de fábrica.

Lo importante es que el Real Madrid es consciente de que todo es paripé. Lo hace como estrategia, para tirar alpiste a su grey desbocada, llenar horas de tertulias y fingir que apoya una indignación popular que ni siente ni respalda con sus decisiones empresariales. Florentino sabe que el Real Madrid es una enorme multinacional que no puede andar perdiendo el tiempo en veleidades humanas.

Si la hinchada quiere furia, monta unos vídeos, pide al servicio de habitaciones en vez de ir a la cena oficial y filtra una amenaza que nadie se cree de no jugar la final, pero a la hora de la verdad apoya al enemigo, ese mismo Laporta que pagó a Negreira, para inscribir a Dani Olmo (vital en este tramo decisivo de Liga en un gracioso acto de injusticia poética), o le abre puertas que le ayuden a, palanca a palanca, salir del pozo económico. El cabreo del Madrid, como club, con lo de Negreira es cosmético. Prefiere un Barça fuerte que uno preso.

La realidad es que está vacilando a sus aficionados más radicales, pero ahí siguen ellos, gritando a las nubes.

Coplilla de Sevilla

Coplilla de Sevilla

Actualizado Domingo, 27 abril 2025 - 15:26

Día muy ajetreado, agotador, para Felipe VI. Por la mañana asistía en Italia a los funerales de un Papa argentino, y por la noche presidía en España los de un entrenador italiano. Metafóricamente hablando, se entiende. El partido duró tres días. Empezó sin balón el viernes entre acusaciones, pucheros y amenazas, y terminó el domingo con cinco goles y un dron de hielo volando hacia un objetivo humano con silbato.

Sevilla es desde hace siete años, y probablemente lo seguirá siendo durante unos cuantos más porque gusta a todo el mundo, la sede monárquica del fútbol español. Y desde el advenimiento de la Democracia coronada, la capital de Andalucía. Lo es por demografía, historia y posibilidades poéticas. Lo de la demografía no resulta tan importante. Hay unas cuantas Comunidades Autónomas cuya capital no reside en la ciudad más poblada. Oviedo tiene menos habitantes que Gijón. Santiago, que La Coruña. Vitoria, que Bilbao, etc. Respecto a la historia, se la podrían discutir Cádiz o Granada.

Pero poéticamente, desde el más hondo y auténtico folclore andalusí para solaz interno, o el superficial y falsificado para la exportación sin aranceles, no hay más color que el especial de Sevilla para construir la copla y la coplilla. Sevilla rima con maravilla, banderilla, mantilla, manzanilla y seguidilla. Con eso ya tenemos medio hecho el poema. Se escribe solito a imitación, un poco ripiosa, es cierto, de las románticas rimas de Gustavo Adolfo Bécquer, que era sevillano. Igual que Antonio y Manuel Machado, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre y tantos otros. Hay cantera lírica a orillas del Guadalquivir.

Sevilla es una ciudad muy poética. En su Ateneo nació fundacionalmente, en diciembre de 1927, la Generación del 27: Rafael Alberti, Federico García Lorca, José Bergamín, Dámaso Alonso, Jorge Guillén, Gerardo Diego...

En la víspera del partido debió rimar con pastilla. El tranquilizante lexatín o similar que tendrían que haber tomado todos antes de hablar, sollozar o escribir. Pero rimó con trencilla en las voces y gimoteos de Burgos Bengoetxea y González Fuertes, denunciantes a destiempo, inoportunos, de lo que podríamos denominar la maquinilla del fango blanca. Y con guerrilla, el mismo tipo de enfrentamiento que, desde la parrilla de programación de la televisión madridista, mantienen en cuadrilla los comandos de plantilla de Florentino contra la pandilla arbitral. Hay que leerles la cartilla a unos y otros. Entretanto, se apolilla la historia de Negreira, que rima políticamente con Waterloo. Ni rima asonante ni consonante. Disonante.

Futbolísticamente, Sevilla rimó con pesadilla para un Real Madrid que ya ha recibido esta temporada dos bofetones. Uno en cada mejilla. El de la Champions y el de la Copa. Aún no le ha llegado el destinado a la barbilla, también llamada mentón, el golpe definitivo, el de la Liga. A la posibilidad de evitarlo se aferra. Si no lo lograse, doblaría del todo la rodilla en una temporada aciaga, según la escala de exigencia que con toda la razón del mundo caracterizan al club y su hinchada. Una campaña de pacotilla.

El sábado todos los caminos conducían a Roma. Y todas las rimas, a Sevilla.

Un Rüdiger fuera de sí contra De Burgos, tres rojas al Madrid y un Ancelotti con “cero reproches”: “No voy a hablar de los árbitros”

Actualizado Domingo, 27 abril 2025 - 01:45

La tensión del viernes previo a la final de Copa, las declaraciones de los árbitros, la renuncia del Madrid a presentarse en el entrenamiento y en la rueda de prensa, las llamadas de Louzán y las dudas del conjunto blanco sobre si jugar o no el encuentro desembocaron en el minuto 95 y en el 120 de la final entre los blancos y el Barcelona. Así de caprichoso es el destino. Apareció el VAR, hubo tres expulsiones y una locura en la que pocos saben muy bien qué pasó.

Raphinha cayó ante Asencio y De Burgos Bengoetxea señaló el penalti que decidía el título. Júbilo en la grada culé y desánimo en la madridista, aunque duró unos segundos. Cuando Davide Ancelotti y Francesco Mauri vieron repetida la acción, saltaron del banquillo a protestar al cuarto árbitro. Con ellos, todos los suplentes, Ancelotti y los jugadores de campo.

A los dos minutos, el colegiado revisó la jugada en el VAR y anuló el castigo llevando el partido a la prórroga. La grada culé cantó «Florentino, ¡hijo de puta!» mientras del Madrid, que había repetido durante todo el duelo el «¡Corrupción en la Federación!» celebró la decisión como si fuera una victoria.

Mientras, en la banda, Ancelotti lo celebraba con la mirada baja, reflexionando, pensativo. Había visto el partido perdido, su equipo había reaccionado, le había dado la vuelta acercándose a un título que era oxígeno para su etapa en el banquillo, estuvo a punto de caer en el 95 y terminó hundido en el final de la prórroga, con las manos en los bolsillos, paseando por el césped y separando a sus jugadores del colegiado.

Rüdiger, fuera de sí después de que De Burgos pitara una falta de Mbappé en el último minuto, le lanzó un objeto pequeño desde el banquillo y acabó expulsado. Igual que Lucas Vázquez, que entró al campo a protestar, y que Bellingham, que vio la roja tras el pitido final por encararse con el árbitro.

"No quiero hablar del árbitro. Cero reproches a mi equipo", dijo Ancelotti, que no quiso valorar su futuro en el banquillo. "Puedo seguir, puedo parar... Será un tema para las próximas semanas", aseguró.

Antes, cuando Tchouaméni anotó el 1-2 que completaba por un instante la remontada, también había caminado sobre el área técnica mientras su cuerpo técnico y los suplentes acudían a la celebración del centrocampista francés. Lo que pensara en ese momento sólo lo sabe el italiano, pero es bastante probable que por su mente pasaran estos últimos días tan duros, los rumores sobre su salida y algún pasaje del Doctor Jekyll y Mr Hyde, las dos personalidades de una misma persona. Así fue su Madrid en La Cartuja y así ha sido su Madrid durante este curso complicado.

En la media hora que tardó en darle la vuelta a la final, el Madrid fue intenso y generoso en la presión, asedió al Barça desde el primer pase, provocó pérdidas e inclinó el partido hacia la portería de Szczsny. Un equipo completamente distinto al de la primera parte, triste, lento y sin tirar a puerta.

En los primeros 45 minutos el Barça le superó en duelos ganados, en tiros a puerta, en toques en el área... Incluso en faltas. Pero tras el descanso todo cambió. Retiró a Rodrygo, transparente durante el inicio, y dio entrada a Mbappé, suplente porque no parecía estar para jugar desde el principio. Las palabras del italiano en el vestuario funcionaron como pocas veces esta temporada. Volvió la actitud y el compromiso y su plantilla tuvo hambre de nuevo.

En los corrillos de las prórrogas, con Carvajal arengando a sus compañeros y a la grada, el italiano lideró las charlas mientras sus jugadores se abrazaban a su alrededor. Algo poético porque su futuro dependía del título. Cayó el Madrid, veremos si cae Ancelotti. "Hay que esperar, descansar y preparar dos partidos importantes contra el Celta y el Barcelona. Seguir compitiendo hasta el final. Estamos dolidos por no levantar la Copa, pero nada que reprochar. Si ganábamos nosotros no era un escándalo, en la segunda parte estuvimos más cerca nosotros que el rival", finalizó.

La muerte de un retrato ganador

La muerte de un retrato ganador

Actualizado Domingo, 27 abril 2025 - 01:12

No mereció perder el Madrid. Desde cualquier punto de vista, el Madrid fue más ofensivo y mereció mejor suerte, pero le falló el único que nunca falla: Courtois. Sobre todo en el tercer tanto, el decisivo. Pero qué difícil es matar al Madrid. En esta época de errores de Ancelotti y Florentino, el Madrid ha anunciado la muerte de un retrato ganador. Ya no lo es. Aunque haya sido injusto.

Aun así, yo no hubiera jugado el partido. En estas condiciones, con dos árbitros acusando al Madrid de ser un machacador de la moral arbitral. Los acusadores del arbitraje. Estuvieron bien, hasta que a De Burgos Bengoetxea se le vio el color, cuando el Madrid agobiaba a un Barcelona que ha perdido brillantez, con una defensa absolutamente terrible.

Para empezar, con Dani Olmo ya están desvirtuando la competición. La propia representación del partido tendía hacia la locura. Un manicomio cervantino, con un partido absolutamente espectacular. La suerte cayó en la balanza del Barcelona

Y la locura se inició con una Real Madrid, jugando al catenaccio ancestral de Ancelotti, que no sabe hacer otra cosa, mientras el Barcelona con el super programa de Flick.

Pero tras el golpe del 1-0, el Madrid se transfiguró y, por fin fue a por el partido. Courtois no se puede tragar ese disparo de Pedri. El belga ya no es el mismo de antes, como demostró el regalito que le hizo a Ferran Torres, en el 2-2, que llegaba al delirio del show maravilloso.

El caso es que el Madrid cambio la faz del partido. Desde el cerrojo pasó a la libertad individual de sus grandes jugadores. Bellingham se puso de lider y como la defensa del Barça es tan mediocre, el Madrid pudo empatar. Y hasta llegar a la senda del éxito.

Faltaba la fenomenología de Mbappé, que se convirtió en pesadilla azulgrana, hasta que hizo una jugada fabulosa, falta y golazo de un feómeno. El Madrid tuvo el partido y Tchouaméni, que estuvo inmenso, con un cabezazo expeditivo, tras el maravilloso córner que sacó Arda Güler, decisivo una vez más.

Dominó, dominó el Madrid. Tuvo más oportunidades de que manchaban la fama del Barça, pero un despiste de Brahim y una mala posición bajo palos de Courtois despejaron el camino a Koundé. Era el final del retrato de Dorian Gray madridista.

El futuro blanco pasa por acabar con la era Ancelotti. Aunque la perspectiva próxima no me gusta nada, con un Xabi Alonso que sólo es una secuela de Guardiola. Malos tiempos para la lírica de Florentino, que también ha perdido el olfato del éxito, con su racanería para hacer fichajes. Fin de una era. Desde luego.

La valentía del Madrid sólo duró un rato: la clave era no entrenar

La valentía del Madrid sólo duró un rato: la clave era no entrenar

Dio la sensación de que la valentía del Real Madrid en la previa de la final de la Copa del Rey duró lo que suelen durar todas las polémicas en España: hasta que diga el PSOE. Según el relato publicado el club estaba calentando el avión para volver a Valdebebas hasta que unas llamadas pseudogubernativas le convencieron de que el mundo, enlutado por la desgracia papal, merecía el alivio cómico de ver un partido más de Lucas Vázquez y Rodrygo Goes intentando sacar el balón jugado por la banda derecha.

El Madrid tendrá que aprender a convivir con la frustración de que la única consecuencia del caso Negreira haya sido la proliferación de bravuconadas como la de los árbitros de la final a 24 horas del partido. Es lo que hay: ni ha pasado ni va a pasar nada más. Con tino lo subrayó el realizador, colando en mitad del partido un plano grisáceo de Feijóo, Illa y Laporta. De todos los del palco, escogió a esos tres. Sólo después se recreó el cámara en las gesticulaciones de María Jesús Montero, como retando a un diputado pepero en una sesión de control del Congreso pero con Felipe VI al lado en vez de Yolanda Díaz.

Del partido no cabía esperar nada, toda vez que el Madrid había decidido ni siquiera ejercitarse el día anterior. No habría cambiado mucho, o quizá lo habría empeorado. Superado el ridículo de la primera parte, el esfuerzo y la presión de la segunda no se había visto en ningún momento de la temporada. A la final le habían dado la vuelta Mbappé y Tchouameni, los dos únicos silbados por el Bernabéu. Apoyados por Arda Güler, el único junto a Endrick abroncado en público por Ancelotti. Las viejas recetas casi siempre funcionan. Lo resetearon entre la incapacidad de Vinicius para cerrar el partido -solía correr en el minuto 120 igual que en el 1, y desde ahí destrozaba los partidos- y un error incomprensible de Courtois. Lo mantuvo vivo González Fuertes, el del VAR, advirtiendo el piscinazo de Raphinha que había castigado alegremente el sonriente De Burgos.

No quedaba ya un antimadridista en el mundo que no pensara que ganaría el Madrid robando. Ni un madridista que se fiase de un guion tan obvio. Pensé que perderíamos en penaltis con doble toque de Valverde. Brahim se encargó de que no hiciera falta.

Koundé abre el ciclo del nuevo Barça y entierra el de Ancelotti en una final trepidante

Koundé abre el ciclo del nuevo Barça y entierra el de Ancelotti en una final trepidante

El vuelo de Koundé no fue el vuelo de Ícaro. No había sol bajo La Cartuja que derritiera sus alas en forma de melena, sólo un dios del fuego, un Vulcano de la pelota que agitó en su fragua el carbón del orgullo y la ira para llevar al límite al mejor equipo del año en una final trepidante. El Madrid, en cambio, es el mejor en las llamas y el caos, pero, hoy, no es suficiente. La temporada lo ha demostrado. Le falta el yunque y una idea clara de cómo utilizarlo. Todo lo contrario que el nuevo campeón de Copa, con el modelo y las herramientas, y la pasión de un adolescente para el que lo mejor está por venir. [Narración y estadísticas (3-2)]

La conexión imberbe del primer gol es la prueba, Cubarsí-Lamine-Pedri. Entre los tres abrieron un marcador que cerró Koundé para empezar un ciclo con el primer gran título de esta generación, después de una Supercopa de chocolate. Un ciclo que entierra otro, el de Carlo Ancelotti, como un general romano en retirada en un imperio que se agota, pese al honor de las últimas batallas. Es el momento del César.

Para saber más

A Florentino Pérez corresponden decisiones que ya están pensadas, pendiente Xabi Alonso de una llamada. La misma que recibió Hansi Flick hace menos de un año para reconstruir un equipo adocenado. La llegada de Dani Olmo, que ha jugado a ratos, no justifica el cambio. Para acometer ese proceso, el Madrid debe mirarse hacia adentro sin mirar hacia afuera, sin engañarse con el relato arbitral por imprudentes que fueran los colegiados antes de la final de Sevilla. Se trata de cajones diferentes, no se abren a la vez.

Mbappé, suplente

Ese ciclo se cierra, además, en el año de Mbappé, el año que debía mostrar a un Madrid intratable. La realidad es que ha acabado maltratado por el Arsenal y el Barcelona, aunque en la Copa sólo llegara a derrotarle. La providencia, en forma de lesión, quiso que Mbappé no estuviera en el once de La Cartuja. La exigencia le obligó a exprimirse a partir del descanso. Fuera de la Champions, lejos en la Liga y por detrás ya en el marcador de la final, no había nada que administrar.

La baja del francés llevó a Ancelotti a hacer algo que, probablemente, le pedía el cuerpo y es huir del 4-3-3 para formar prácticamente en un 4-1-4-1, con Tchouaméni como pivote, Ceballos un paso adelante y Vinicius en punta. Rodrygo era un cuarto centrocampista absolutamente irrelevante, tanto que fue el señalado para dejar su sitio a Mbappé. La solución no funcionó, porque el Madrid no trabaja para eso. O corre o muere. Es lo que hizo después.

Al empezar, en cambio, tuvo enormes problemas para iniciar el juego ante la presión alta del Barcelona, lo que obligó a Courtois a sacar en largo, y falta de claridad para encontrar a un Vinicius solo, ofuscado y sin precisión. La primera vez que tiró entre los tres palos fue tras el descanso. Era también la primera vez del Madrid, sometido a un dominio total del Barcelona en el primer tiempo. Szczesny ganó el duelo al brasileño en una doble parada.

Los futbolistas del Madrid, abatidos, tras el gol de Koundé.

Los futbolistas del Madrid, abatidos, tras el gol de Koundé.AP

Flick no hizo experimentos y solucionó sus bajas con lo que más ha probado en la temporada, Ferran Torres por Lewandowski y Gerard Martín en el lateral izquierdo. Era el punto más débil del Barcelona, pero la inoperancia de Rodrygo acabó por hacerle crecer en confianza.

Asencio cortó un centro mortal de Raphinha y Courtois sacó una mano de gigante ante un remate de Koundé antes de que Cubarsí viera la carrera de Lamine Yamal. La ruptura de líneas con pases verticales es una de las especialidades del central. Lamine bailó con Fran García y se tomó una pausa, la justa para que la llegada de Pedri, certero en el lanzamiento allá donde Courtois no pudiera llegar. El crecimiento del canario esta temporada ha sido colosal, en el liderazgo y en su capacidad física para estar en todas partes, con el don de la ubicuidad, y decidir bien. Es también lo que distingue a Lamine, sin el protagonismo de otras veces, pese a su pelo coloreado, como un dios pagano.

Presionar, correr, atacar..

Ancelotti necesitaba activar a los suyos, desesperado en la banda, donde había sido ya amonestado. Quizás pensó que eso también podía levantar a su gente, narcotizada la grada por el dominio azulgrana. La temprana lesión de Mendy, que había forzado para jugar pero cayó a los ocho minutos, había sido ya el primer hándicap para el técnico.

La primera decisión fue llamar a Mbappé. Para eso había llegado al Madrid, para estos momentos, para el riesgo si era necesario. La salida, tras el descanso, fue como una punción en el sistema nervioso del equipo. Llegó entonces ese disparo iniciático de Vini. Empezaban a pasar cosas en el área azulgrana. Para el Barça no parecían importantes. Se equivocó. Lo serían.

Hacía falta más y llegó el turno de Arda Güler y Modric, y hacía falta presionar, correr, lanzarse, atacar, ser el Madrid, en pocas palabras. El cambio trajo las llegadas y, finalmente, una falta en la frontal. En esas circunstancias, era como encontrar una veta en una mina. Mbappé lanzó cruzado y, tras tocar en el palo, lo que parecía imposible se hizo realidad. Tan imposible, después de lo observado en el primer tiempo, que los azulgrana quedaron en estado de shock, expuestos y superados por los madridistas, lanzados entonces al espacio.

Courtois no alcanza el disparo de Pedri, en la acción del 1-0.

Courtois no alcanza el disparo de Pedri, en la acción del 1-0.AFP

Una llegada de Vini dejó el centro que Mbappé lanzó fuera, pero la tendencia había cambiado. Tchouaméni la consumó a balón parado, porque en todo era superior en ese instante el equipo blanco. Ahí tuvo la Copa a su alcance el Madrid, pero espacio por espacio, no aprovecharon más los suyos y dejó que lo hiciera Ferran Torres en la llegada aislada de un Barça que pedía oxígeno.

Pudo hacer el pleno en otra más, pero la caída de Raphinha no se había producido por la falta de Asencio, sino que el azulgrana la había simulado. De Burgos Bengoetxea señaló penalti, ya en el tiempo añadido, pero tras minutos de suspense fue a verla la jugada en el monitor y la anuló, mientras la afición del Barcelona insultaba a Florentino. Nada se olvida.

La prórroga empezaba del mismo modo, con el equilibrio que no tuvo el inicio, pero con el desenlace que ese mismo inicio apuntaba, cuando Koundé aprovechó un error del infalible Modric y, como Ícaro, atravesó el cielo sin quemarse mientras ardía el Madrid de Ancelotti.

Los dos penaltis en dos minutos que pudieron decidir antes la final

Los dos penaltis en dos minutos que pudieron decidir antes la final

Actualizado Domingo, 27 abril 2025 - 00:52

El protagonismo de los árbitros en la final de La Cartuja, que había marcado las horas previas a la final, alcanzó su clímax en los tres últimos minutos del tiempo reglamentario. En ese breve lapso, dos acciones en el área del Real Madrid pusieron en tela de juicio la labor de Ricardo de Burgos Bengoetxea, sobre el césped y Pablo González Fuertes, desde la sala VAR.

En el minuto 90, Ferran Torres reclamó un penalti de Antonio Rüdiger, que el colegiado vasco dejó sin castigo. La acción del central, con un toque por detrás sobre la pierna de apoyo, no fue demasiado protestada por los futbolistas del Barça. De Burgos no vio infracción y desde el VAR tampoco recibió ninguna orden de revisar la jugada.

Aún más controvertida resultó la última jugada del tiempo añadido, cuando Raúl Asencio una acción sobre Raphinha que el árbitro señaló en primera instancia como penalti. De inmediato, el defensa blanco recriminó al brasileño que había engañado a los jueces, mientras Carlo Ancelotti mostraba su disconformidad desde la zona técnica. Tras unos instantes de dudas, González Fuertes reclamó la presencia del árbitro ante el monitor.

Después de una rápida revisión, De Burgos entendió que Raphinha se había dejado caer en el área, por lo que anuló la pena máxima y mostró tarjeta al delantero. De este modo, la final se marchaba a la prórroga, la segunda de la historia entre Barcelona y Real Madrid, tras la disputada en 2011 en Mestalla.

Pitos al himno contestados con banderas de España y minoría de 'esteladas'

Pitos al himno contestados con banderas de España y minoría de ‘esteladas’

El himno sonó atronador, pero la escena fue un guirigay al que el Rey asistió impasible, como siempre, desde el palco. Recién llegado del funeral de Papa Francisco en Roma, estuvo acompañado por la vicepresidenta María Jesús Montero, el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno y la ministra de Deporte, Pilar Alegría. Junto a ellos, en la primera línea, el presidente de la Federación, Rafael Louzán, en su primer gran acto institucional.

La megafonía no pudo evitar que la final arrancase con una sonora pitada desde la mitad del estadio poblada por los seguidores azulgrana. Además, en el minuto 17 y 14 segundos, desde el fondo sur de La Cartuja llegó el grito "In, Inde, Independencia". Otro episodio que alteraba la normalidad en el palco, con Felipe VI y Louzán como protagonistas.

Desde la elección de Louzán, el pasado diciembre, la Copa ha deparado cambios. El principal es que ambos clubes sabían que el campeón se llevaría el trofeo a casa para siempre, no sólo por una temporada. Hasta ahora había que ganar tres ediciones para poder lucir la Copa original en las vitrinas. «Es lo lógico que el ganador se la lleve. En el fútbol la evolución es necesaria», reconocía Louzán en los minutos previos al inicio de una final que puede que sea la última en La Cartuja.

Han sido seis ediciones consecutivas con Sevilla como sede, pero ahora la RFEF va a abrir la subasta para que otras ciudades puedan pujar por ser sede. «Vamos a dar la oportunidad a todos los que tengan interés y se presenten, pero tanto la Junta como el Ayuntamiento de Sevilla y la Diputación, que forman el patronato de La Cartuja, ya me han manifestado su interés en que la Copa continúe aquí», reconoció el presidente de la RFEF. Durante seis años han abonado un canon de 1,2 millones de euros y ahora han eliminado la pista de atletismo y ampliado la capacidad hasta los 70.000 espectadores para ser el tercer estadio de España en aforo.

La competencia del Metropolitano

Como contrincante tendrá a Madrid, que quiere que al menos la próxima edición de la final de esta competición se celebre en el estadio Metropolitano. La capital no es sede de una final desde 2018, si bien la había acogido durante tres temporadas consecutivas.

Todos quieren ser sede de la fiesta del fútbol español porque supone llenar de color los estadios y la ciudad durante todo un fin de semana. Y es que, en esta edición, antes de retarse en la acicalada Cartuja, más futbolera que nunca y presidida por dos grandes pancartas que rezaban «¡Hala Madrid!... y nada más» y «125 anys d'història», las dos aficiones lo hicieron en las calles de Sevilla, con terrazas llenas animadas por la temperatura veraniega, pero también algún incidente.

Los 2.000 efectivos policiales que velaron por la seguridad en la capital hispalense tuvieron que hacerse muy presentes durante la mañana en el centro de Sevilla. Intervinieron para dispersar a un grupo de radicales del Barça con material pirotécnico y bengalas y en varias peleas en otros puntos de la zona monumental que se saldaron con cinco detenidos, tres de ellos identificados como seguidores culés y uno madridista. Otro aficionado blanco acabó herido con la nariz rota.

La Copa del Rey llega, de manos de un SkySurfer en La Cartuja.

La Copa del Rey llega, de manos de un SkySurfer en La Cartuja.AFP

La fiesta blanca, además de en la fan zone junto al estadio, estuvo en la Alameda de Hércules, punto de concentración del madridismo que fue llegando a la ciudad a cuentagotas para teñir de blanco el fondo norte de La Cartuja rivalizando con el azulgrana que pobló la grada sur. Sonaron los himnos de los dos equipos, coreados por unos y silbados por los rivales.

Pero el momento estelar fue cuando el estadio se apagó para recibir el trofeo, que llegó al centro del campo desde el aire en una tabla voladora antes de que, un joven aficionado del Athletic, el último campeón, la depositó en el centro del campo. Un láser dibujó las alineaciones sobre el césped y, de nuevo, el joven athletizale escoltado por un chaval del Barça y una joven del Real Madrid, la condujo hasta la bocana del túnel del vestuarios para que presidera la salida de los dos equipos. Se desplegaron entonces las pancartas en los fondos. El Madrid con su lema «Hasta el final, vamos Real» y el Barça recordando que, con 31 títulos, es «el Rey de Copas».

Las nueve horas de tensión y llamadas entre el Madrid y Louzán para salvar la final de Copa: "¿Cómo vamos a cambiar a un árbitro?"

Las nueve horas de tensión y llamadas entre el Madrid y Louzán para salvar la final de Copa: “¿Cómo vamos a cambiar a un árbitro?”

"¿Cómo va a venir el Rey hasta Sevilla y no se va a presentar el Real Madrid a una final de Copa?" La tarde andaluza tuvo de todo, con los focos y la tensión esparcidos por varios puntos de la ciudad. Por un lado, el Estadio de La Cartuja, sede de la previa de un clásico decisivo en el futuro a corto plazo del fútbol español y del banquillo del conjunto blanco. En sus pasillos aparecieron a mediodía Ricardo de Burgos Bengoetxea y Pablo González Fuertes, cuyas palabras crearon un efecto mariposa que provocó una reacción histórica del Madrid, muchas llamadas, muchos nervios y, nueve horas después, la decisión definitiva: el Madrid, a pesar de un drástico enfado que le llevó a no presentarse a la previa, anunciaba que jugaría la final.

Las lágrimas de De Burgos, árbitro principal del encuentro, mentando a su hijo y a cómo le decían que tenía "un padre ladrón" dieron la vuelta al país, aunque fueron las palabras de González Fuertes, deslizando una huelga y asegurando que tenían que tomar "medidas serias" ante los ataques de Real Madrid Televisión las que echaron gasolina al fuego de la final de Copa.

La reacción del Madrid fue tan inesperada como contundente. "Suspendemos todo". A las siete menos cuarto de la tarde, media hora antes de la esperada rueda de prensa de Carlo Ancelotti, el mensaje saltaba en todos los móviles de la sala de prensa de La Cartuja. El Madrid no acudía a la previa de la final. Lo nunca visto.

"Nunca se ha planteado renunciar"

En ese momento, Rafael Louzán, presidente de la Federación, trataba de calmar los ánimos de la directiva blanca en varias llamadas de teléfono con José Ángel Sánchez, director general del Madrid. En el club blanco no entendían el show, así lo llamaban, de la rueda de prensa, mientras que la RFEF, que admitía el poco tacto de González Fuertes en sus palabras, no daba crédito a los amagos sobre no presentarse a la final. Lo consideraban una respuesta desmedida.

En ese momento, entramos en el terreno de la incertidumbre. Las voces desde el hotel NH Collection, sede del Madrid en Sevilla, eran contradictorias. Unos apostaban por no jugar y dar el golpe sobre la mesa definitivo, pero otros tenían dudas por la cantidad de aficionados que ya se habían desplazado a la ciudad.

Después de un par de horas de debate interno, a las 22:15 aterrizó en la web del Madrid el comunicado final: "El club nunca se ha planteado renunciar a jugar la final". Dicho, con muchas dudas, pero hecho.

En la RFEF esperaban el gesto de responsabilidad del Real Madrid, sin dejar de reconocer que la polémica pudo evitarse. Consideran que González Fuertes no pensó en la trascendencia de sus palabras, que el Real Madrid interpretó "en tono amenazante" y que durante horas tuvieron en vilo no sólo a la Federación, también a la Junta de Andalucía, el Ayuntamiento de Sevilla y los patrocinadores. "Todo un año de trabajo", admitían fuentes federativas. "Ha sido muy inoportuno", aseguran. La muestra de transparencia que quiere mantener la RFEF esta vez se convirtió en un problema.

Los árbitros alzan la voz contra Real Madrid TV y De Burgos Bengoetxea acaba llorando

"La venda antes de la herida"

Son conscientes en la RFEF de que el Real Madrid es muy sensible con los árbitros porque son constantes las críticas, y no sólo a través de su televisión. "Si fuera por ellos, los cambiarían a todos", advierten algunas voces. El plan de Louzán desde que llegó a la presidencia pasa por crear, de manera inmediata, una comisión en la que está representado el conjunto blanco. De cara a la próxima temporada, se conformará "un órgano de participación activa" para poner fin a las polémicas que ponen en peligro la competición. "Como las cosas sigan así, estamos a muy poco de que paren el fútbol", advierten desde la Federación.

Por eso, el pulso lanzado por el Real Madrid no podía acabar en un cambio del equipo arbitral. "¿Cómo vamos a quitar a un árbitro un día antes de la final porque lo pida un club? Es imposible", añaden. Sería una declaración de guerra a un colectivo al que Louzán necesita tener de cara. Su relación con Medina Cantalejo es fría y su continuidad al frente del Comité Técnico de Árbitros sigue en el aire. Eso lo saben algunos colegiados, que son fieles a su presidente, como González Fuertes.

Si el Real Madrid no ha provocado un cambio en el equipo arbitral, ¿qué sentido tenía lanzar este pulso? Hay una explicación que corre por los pasillos federativos. "Quieren ponerse la venda antes de la herida, por lo que pueda pasar en el campo", advierten.

Mientras, Joan Laporta apareció triunfante en la cena oficial junto al presidente Louzán y José Luis Sanz, alcalde de Sevilla. Pasara lo que pasara, el Barça había echado la tarde frotándose las manos ante un espectáculo esperpéntico. Un sainete de nueve horas que acabó como esperaba: habrá final de Copa.