Hugo González entra en la final de 200 espalda, en la que deberá mejorar para luchar por las medallas

Actualizado Miércoles, 31 julio 2024 - 22:15

Hugo González quiere demostrar que ha llegado a París mejor de lo que demostró en la final de los 100 espalda, donde no se movió de lo conseguido en Tokio: sexto. Apenas cinco centésimas arañó al tiempo de entonces. Poco. El 200 espalda tiene que ser distinto. Deberá nadar más rápido de lo que hizo en semifinales, donde el tercer puesto en la primera le dio un puesto en la final, pero con el peor crono de los participantes (1.56.52), lo que le condena de nuevo a la calle ocho.

Por distancia, es la prueba que mejor se adapta a sus condiciones, a pesar de que en la capital nipona no consiguiera entrar en la final. Fue campeón en Doha, en el Mundial que se disputó en año olímpico, y poco después logró el récord de España (1.54.51) en los Campeonatos de España. El mallorquín sabe que debe estar en su mejor prestación posible en los Juegos para subir al podio. Por ahora, le separan casi dos segundos.

Después de no entrar en la final en Tokio, en París no quiso verse apurado y, ya en las series de la mañana hizo valer su buen final para concluir segundo (1.57.08) y asegurarse una buena calle en las semifinales de la noche. Partió por la cuatro. En, cambio, en las semifinales, pese a su tercer puesto, el tiempo no mejoró lo suficiente para darle lo que quería, una buena calle. Saldrá en la ocho. Como dicen sus compañeros estadounidenses de entrenamiento: "Tenemos final y tenemos calle. "Let's go!" ¡Vamos! Es su única opción.

Léon Marchand, el Mbappé del agua: el cuerpo de un niño, el técnico de Phelps y un despiste antidopaje

Léon Marchand, el Mbappé del agua: el cuerpo de un niño, el técnico de Phelps y un despiste antidopaje

Emmanuel Macron hizo todo lo posible para que Kylian Mbappé estuviera en París. Los Juegos son sus héroes, sus personajes, son Jesse Owens, Mark Spitz, Nadia Comaneci, Carl Lewis o Michael Phelps... París necesita los suyos. Francia, también. Por ello, después del no de Florentino Pérez, el presidente de la República no dudó en llamar a Léon Marchand tras su victoria en los 400 estilos. Cuando respondió al móvil que le pasaron tras salir de la piscina, no podía creerlo. Es el Mbappé del agua, un león en el cuerpo de un niño.

Dos días después, Marchand volvió a lanzarse a la piscina de La Défense como si escuchara La Marsellesa: Allons enfant de la patrie... Suena el himno, lo corean los 17.000 espectadores mientras mueven las banderas, cuando empieza la prueba, acompañan con un grito cada una de sus brazadas, en una atmósfera poco común en los Juegos y en la natación. Marchand es un prodigio, un campeón, pero también es patria, es chovinismo.

El siguiente desafío, que hoy debe completar, es el de nadar las finales de 200 mariposa y 200 braza, con dos horas y cinco minutos de diferencia. Para clasificarse, ayer se lanzó a la piscina cuatro veces. Contemplativo en las series de la mañana, dominó con autoridad sus semifinales, con 1.53.50 en la de mariposa, donde el español Arbidel González fue octavo, y 2.08.11 en la de braza. En las primeras, sin embargo, fue más rápido en la suya Kristof Milak (1.52.72). Aguarda, hoy, un duelo tremendo.

Mayor adaptabilidad

Los nadadores no suelen compatibilizar la mariposa y la braza, salvo en las pruebas de estilos. Es más común que los mariposistas naden también las pruebas del libre. La morfología de Marchand, longilínea, de 1,87 y 76 kilos, le permite mayor adaptabilidad, con un nado subacuático clave, como demostró en la final de 400 estilos, que ganó en solitario durante buena parte en parciales de récord del mundo. Le pertenece (4.02.50) desde que se lo arrebató a Phelps. El primer título olímpico se suma, a los 22 años que acaba de cumplir, a los cinco oros mundiales, dos en Budapest 2022 y tres en Fukuoka 2023, siempre en las dos pruebas de estilos y la mariposa. En París, añade la braza.

La crianza del campeón de Toulouse empezó muy pronto, cuando su padre y tío le propusieron, a los seis años, que nadara contra otros niños en la piscina de un restaurante. Lo cierto es que podría haber sido mucho antes, porque Marchand es hijo y sobrino de nadadores de élite. Céline Bonnet, su madre, fue olímpica en Barcelona'92. Xavier Marchand, el padre, fue finalista olímpico en 1996 y 2000, y subcampeón del mundo en las mismas especialidades que nada su hijo, 200 y 400 estilos, en 1998. El hermano de Xavier, Christophe, y tío del nadador, tomó parte, asimismo, en los Juegos de 1988 y 1992. Dedicaron la vida a la natación, aunque sin obtener un gran beneficio, por lo que eran reacios, inicialmente, a que su hijo siguiera su camino. Poco se puede hacer contra la pasión y la genética.

Después de aquella prueba que asombró a su padre y tío, ya no se detuvo. Obtuvo la primera licencia a los seis años, adscrito al mismo club que había defendido su progenitor, el TOEC de Toulouse, de donde procedía el primer campeón olímpico de la historia de la natación francesa, Jean Bolteux, en Helsinki'52. La natación es una seña de identidad de la ciudad, que posee la piscina más larga de Europa, de 150 metros. En sus aguas empezó Fabien Barthez, antes de que el fútbol lo reclamara para defender la portería de la campeona del mundo de fútbol en1998.

Marchand festeja uno de sus oros en La Defense Arena.

Marchand festeja uno de sus oros en La Defense Arena.AFP

A los 16 años, Marchand se convierte en el campeón absoluto más joven de Francia, en 200 mariposa, y la escalada es ya imparable. Los padres, pese a sus reticencias iniciales, saben que el salto a Estados Unidos llegará tarde o temprano, un paso necesario para su progresión, con la condición, eso sí, de que no abandone sus estudios de informática. Se produce en 2021, cuando Marchand se pone en manos de Bob Bowman, entrenador y Pigmalión de Phelps. El talento entra en una nueva dimensión. En Tokio, ese mismo, confirma lo que todos intuyen. Con 19 años, logra una interesante sexta plaza en los 400 estilos.

"Las cosas de las personas normales"

Marchand empieza a enfrentarse a la élite norteamericana en las competiciones universitarias, pero la pandemia le obliga a parar y regresar a Toulouse. En lugar de suponer un freno, el nadador ha recordado ese periodo como algo positivo: "Me fue muy bien volver a hacer las cosas que hacen las personas normales, como levantarme tarde o jugar a videojuegos con mi hermano". Durante la temporada, se levanta a las cinco y media de la mañana, seis días a la semana, para realizar entrenamientos en los que recorre entre cinco y siete kilómetros.

París observa el resultado de ese trabajo, con Bowman siempre cerca, además de los técnicos de la Federación Francesa de Natación, que posee unos apartamentos junto a la Défense Arena para que sus nadadores descansen mejor los días previos a las pruebas. Es la razón por la que los encargados de un control por sorpresa no localizaron a Marchand en la Villa Olímpica, donde acudieron a primera hora de la mañana del lunes. El staff de la federación verificó que la notificación de había producido y los controladores admitieron el error. Un contratiempo que podría haber complicado su 'jour de gloire'.

La tragedia del primer olímpico palestino, Abu Maraheel: Arafat, las víctimas de Múnich'72 y la muerte en Gaza

La tragedia del primer olímpico palestino, Abu Maraheel: Arafat, las víctimas de Múnich’72 y la muerte en Gaza

Unos misiles que se dirigen a unos niños mientras juegan al fútbol aparecían estampados en la camisa que el boxeador Wassem Abu Sal lució durante la ceremonia inaugural. Una bandera palestina tatuada en el pecho podía apreciarse en el pecho de Yazan Al-Bawwab durante las series de 100 espalda. El nadador levantó la mano con el signo de la victoria mientras la grada de La Defénse Arena secundaba su causa. Ninguno progresó, eliminados, pero dejaron su mensaje, del mismo modo que lo hizo el primer palestino olímpico, Majed Abu Maraheel, en los Juegos de Atlanta, en 1996.

El tiempo era distinto, un tiempo de esperanza tres años después de los acuerdos de Oslo por los que se creaba la Autoridad Palestina. Abu Maraheel ofreció entonces un mensaje de paz, alejado de las hirvientes reivindicaciones actuales bajo los bombardeos israelíes. Entonces no imaginaba el destino trágico que le aguardaba, fallecido en Gaza semanas antes de iniciarse los Juegos de París por falta de asistencia sanitaria para los tratamientos que recibía por sus problemas renales. En su nombre y en el de más de los 36.000 fallecidos en Gaza, unos 340 deportistas profesionales, hablan sus sucesores. La paz es su medalla, la medalla de la utopía.

"Francia no reconoce a Palestina como país [al contrario que España], así que estoy en París para mostrar esta bandera", dijo al señalarse el pecho Al-Bawwab, sin problemas para contestar a todo lo que le preguntaran en la zona mixta de La Defénse Arena. Era su pequeña victoria. Más esquivo se mostraba el israelí Adam Maraana, que tomó parte en las mismas series de 100 espalda, el domingo, pero sin enfrentarse directamente: "No dejen que les engañen con la desinformación".

"No nos tratan como a seres humanos, así que estar aquí nos sirve para demostrar que somos iguales a todos los demás, que merecemos otro trato", insistió el nadador palestino. "Quiero mostrar el mundo la dignidad de toda Palestina", afirmó, por su parte, el púgil que llevó la bandera sobre la embarcación más aplaudida en el Sena, junto a la francesa.

"Curar heridas del pasado"

Mensajes muy distintos a los que dejó Abu Maraheel en 1996: "Con mi presencia ya ganamos la medalla de oro. Esto ayudará a curar heridas y borrar algunas imágenes amargas del pasado". Lamentablemente, en Oriente Medio el pasado siempre vuelve, de la Guerra de los Seis Días, la del Yom Kippur o las matanzas de Sabrá y Shatila a la masacre de Hamás y los bombardeos en Gaza. En 1996, el Comité Olímpico Internacional (COI) admitió en su seno a Palestina, pese a no ser reconocida por la comunidad internacional, en base a su independencia jurídica, hecho por el que Abu Maraheel compitió en Atlanta, eliminado en la primera ronda de los 10.000 metros, en la que acabó decimoprimero.

Pero los Juegos no acabaron ahí para el primer atleta y abanderado olímpico de Palestina. Abu Maraheel explicó su mensaje a todos los periodistas internacionales que pudo. "Corro por la paz y nada más que por la paz", declaró en el Atlanta Journal. Además, se reunió con miembros de la comunidad judía de la ciudad y familiares del atentado de Múnich'72, donde fallecieron 11 miembros de la delegación israelí y varios terroristas del grupo palestino Septiembre Negro, que habían sido invitados por el comité organizador.

Nacido en un campo de refugiados

Era un personaje ideal para explicar la realidad palestina, porque su vida era la historia de su pueblo en carne hueso. Había nacido en 1963, en el campo de refugiados de Nuseirat, en la Franja de Gaza, donde sus padres se instalaron tras huir de Beersheba. Empezó a trabajar como obrero de la construcción en Erez, por lo que a diario realizaba el trayecto a la carrera, una veintena de kilómetros en la que sólo se detenía en los 'checkpoints', que acabaron por ser su mejor entrenamiento.

Empezó a jugar en el Al Zaytoon, club de fútbol local, pero pronto se decantó por el atletismo. Después de ganar una carrera en la que Yasir Arafat era el encargado de entregar los premios, el líder palestino le preguntó si estaría interesado en formar parte de su séquito de seguridad cuando visitaba Gaza. De esa forma comenzó una relación que le llevó a simpatizar con Fatah, aunque alejado siempre de las posiciones más radicales. Ni siquiera después de que su hijo fuera herido en una incursión israelí en Gaza, cambió su mensaje.

'Wild card' del COI

Jamás dejó el deporte, empeñado en formar atletas palestinos que pudieran seguir su ejemplo, pero por méritos propios, no por razones diplomáticas, a través de las wild card del COI. De los ocho deportistas palestinos en París, siete han llegado por esa vía.

Los bombardeos israelíes obligaron a Abu Maraheel y su familia a ir a un campo de refugiados. Su estado de salud se había deteriorado debido a la insuficiencia renal de la que era tratado hasta que fue imposible debido al deterioro de la sanidad en la Franja. Familiares y allegados intentaron llevarlo a Egipto, pero fracasaron y Abu Maraheel falleció el 11 de junio, un mes antes de los Juegos, en el campo de Nuiserat, el mismo lugar donde nació tras la huida de sus padres, como si nada hubiera cambiado tras una vida entregada al deporte y a la paz.

Hugo González, sexto, acaba en el frustrante mismo lugar que en Tokio: "Si estuviera contento, no sería deportista"

Hugo González, sexto, acaba en el frustrante mismo lugar que en Tokio: “Si estuviera contento, no sería deportista”

En el mismo lugar que en Tokio, sexto. Tres años después, la sensación es frustrante para Hugo González. Tampoco el tiempo le consuela: apenas cinco centésimas más rápido (52.73 frente a los 52.78 de entonces). Lento para un podio olímpico, que exige lo mejor que cada nadador en el momento decisivo. Le sucedió a quienes subieron al cajón pretendido por el español. Se impuso el italiano Thomas Ceccon, que fue cuarto en la capital nipona, con unos excelentes 52.00, y en segundo lugar concluyó el chino Xu Jiayu, cuarto entonces. Si Hugo les hubiera seguido en la progresión, hoy tendría al menos el bronce. "Si estuviera contento, no sería deportista", dijo el español. Eran las palabras de la frustración.

Sabe Hugo que los 100 espalda no son su mejor prueba, aunque su resultado en Tokio fuera mejor que el de los 200, donde no alcanzó la final y se marchó entre quejas por las pocas ayudas que recibían los nadadores, a su entender. A partir del miércoles, cuando nadará las series y semifinales, si se clasifica, tiene su segunda gran oportunidad. Desde Tokio, el español ha trabajado tanto la salida como la velocidad, más determinantes cuanto menor lo es la distancia, en sus entrenamientos en California, aunque con la asesoría compartida de su entrenador de siempre en el Canoe, José Ignacio González, 'Taja'. "En menos de 48 horas tenemos la oportunidad de demostrar que hemos llegado mejor", insistió.

Mala salida

En París no ha podido, por ahora, mostrar los teóricos resultados. Mala fue su salida y mala su progresión, con un giro en 25,52 que empeoraba incluso en una centésima el de las semifinales. Entonces su tiempo fue de 52.95, por lo que en la final nadó más rápido el segundo 50, pero fue insuficiente.

La decisión de irse a Estados Unidos, crucial para el salto competitivo necesario, al entrar en el ecosistema universitario, donde se enfrenta en las ligas a los que serán sus rivales en los Juegos, ha sido un ir y venir, en Auburn, Virginia y finalmente California, hasta que se asentó en el grupo de Dave Durden, en Berkeley, nombrado, además, jefe del equipo estadounidense de natación. No es un viaje indispensable, como demostró el caso de Mireia Belmonte, pero se repite en los grandes nadadores olímpicos españoles, desde Martín López Zubero, afincado en Estados Unidos, a Sergi López o ahora Hugo. Al mallorquín le falta el podio que ellos consiguieron.

Más lento que en Doha

A pesar de que partía con grandes esperanzas también en el 100, donde fue plata en el pasado Mundial, hace unos meses en Doha, Hugo debe reponerse rápido mentalmente. En la capital qatarí fue capaz de nadar 52.70, registro que no pudo igualar en la piscina de La Defénse, donde fue tres centésimas más lento. Las referencias de un Mundial en año olímpico, apretado el calendario todavía por los efectos de la pandemia, no son las más interesantes, ya que muchos nadadores priorizan la preparación para alcanzar el pico de máximo rendimiento en los Juegos.

Si tiene algo que ver o no la profundidad de la piscina, de la que se quejó el mallorquín tras las series, la realidad es que es la misma para todos, también para el italiano Ceccon o el chino Jiayu. En 200, en cambio, fue campeón en Doha, además de lograr, justo dos meses antes de los Juegos, el récord de España (1.54.51) en los Campeonatos de España. El de 100 sigue lejos (52.38), en posesión de Aschwin Wildeboer desde 2009, un año prolífico para los récords, impulsados por los bañadores mágicos que más tarde fueron prohibidos por la FINA, aunque sin anular las plusmarcas. Algunos resisten a nivel mundial.

Los 100 espalda podrían haber tenido más representación española en una final, en categoría femenina, pero Carmen Weiler Sastre se quedó a un puesto. Fue quinta en su semifinal, como le había ocurrido a Hugo, pero su tiempo (59.72) fue el noveno en lugar del octavo. Para Carmen, el diploma habría sido un premio con sabor a medalla. Para Hugo, el papel no sabe a nada.

Un Nadal en paz: “Quiero disfrutar de este partido ante Djokovic”

Actualizado Lunes, 29 julio 2024 - 00:08

"Gracias a París, gracias a Francia. Todos saben lo que amo a esta ciudad". Lo repitió Rafa Nadal poco después de abandonar la Philippe Chatrier, donde ganó en su debut individual al húngaro Marton Fucsovics, como si abandonara su casa en Manacor. Nadie quiso perderse el debut del tenista más querido en estos Juegos. Hasta Javier Sotomayor, todavía plusmarquista mundial de salto de altura, abandonó por un día a la delegación cubana para ver al es

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Hugo González, a la primera final con una queja por la poca profundidad de la piscina

Actualizado Domingo, 28 julio 2024 - 21:58

La piscina de La Defénse Arena no le gusta a Hugo González, clasificado para la final 100 espalda con el octavo mejor tiempo de los participantes. No es el único. El nadador español no suele morderse la lengua cuando algo no le gusta, implique a su propia federación, como en el pasado, o a la organización de los Juegos. La razón es la profundidad del vaso instalado en un pabellón multiusos, donde habitualmente juega el equipo de rugby Racing 92. "La piscina no cumple las reglas", afirma.

La piscina, en realidad, cumple con las normas técnicas de la Federación Internacional de Natación (FINA), pero la controversia es que éstas cambiaron a primeros de julio para establecer que la profundidad para competiciones oficiales debe ser de 2,50 metros. Para entonces, la de la Défense ya estaba construida con una profundidad de 2,15. Cuanto menor es, mayor es el movimiento del agua y eso genera resistencia para los nadadores, hecho que puede reflejarse en un aumento de sus tiempos.

Marchand y Ledecky

Hugo no es el primero que lo dice, aunque otros lo han hecho de forma más diplomática. Es el caso de Leon Marchand, estrella local. "Tiene menos profundidad que otras", dijo primero, para después matizar: "De la A a la Z, es top". Para Katie Ledecky, "La instalación es magnífica, pero, francamente, la piscina es de talla humana, no es muy profunda".

La estadounidense, tercera en los 400 libre, estuvo muy lejos de sus registros, al nadar por encima de los cuatro minutos. No ha habido por ahora récords del mundo, pero el propio Marchand, en los 400 estilos, completó, casi en solitario, la prueba más rápida en unos Juegos, más veloz que Michael Phelps en la cita, lo mismo que ha ocurrido ya en 100 mariposa y el relevo femenino de 4x100.

Tanto los organizadores de París como la empresa contratada para la instalación, la empresa italiana Myrtha Pools, defienden sus garantías. "Cumple todas las normas. En los últimos 15 años hemos dado soporte a la mayoría de organizadores de competiciones de natación", afirma Roberto Colletto, presidente de Myrtha Pools.

Las primeras sensaciones de algunos nadadores generan dudas, por lo que será necesario esperar al resto de las jornadas para comprobar si ha producido un efecto real sobre los registros. Hugo fue lento en las primeras series (53.68), lo que le llevó a entrar como decimocuarto entre los 16 semifinalistas. Necesitaba mejorar y lo hizo, pero lejos de los mejores.

Con 52.95, fue quinto en la primera semifinal, en la que partió por la calle uno, lejos de las referencias y no estuvo en ningún momento de la prueba en posición de los primeros puestos. Sin embargo, le sirvió para entrar en la final con el octavo mejor tiempo. La medalla pide más rapidez, porque, como dijo Hugo, "la profundidad es igual para todos".

Nadal el ‘parisino’ sufre y avanza bajo el júbilo hacia el gran duelo con Djokovic

Actualizado Domingo, 28 julio 2024 - 18:17

La Philippe Chatrier se puso en pie como horas antes lo había hecho la grada de La Defénse Arena cuando apareció el nadador Leon Marchand. Rafa Nadal no es un héroe nacional francés, pero es un héroe de París, la ciudad de un amor esta vez correspondido. La central de Roland Garros, donde el español es capaz de moverse como en su habitación a oscuras, lo quiere en todos los idiomas, en el ¡Olé! como en el 'Allez!' El sitio donde tanto ha ganado descubrió que el Nadal olímpico es el mismo Nadal en espíritu, sufriente, aunque su cuerpo no le lleve donde lo hace su mente, y fiel a la victoria y a París con una pasión desmedida. Le aguarda Novak Djokovic en la segunda ronda, después de vencer al húngaro Marton Fucsovics por 1-6, 6-4, 4-6. Un regalo para estos Juegos, una final de Grand Slam bajo los aros.

La entrada en pista fue pletórica, con un Nadal poderoso y seguro que buscaba las líneas para mover a su oponente, desbordado y sin la convicción necesaria. Tenía más tenis el húngaro, 83 del mundo, y lo había a demostrar a partir del segundo set. Nadal ganó su servicio para abrir el partido y logró el 'break' en el segundo juego. Lo repitió en el sexto para colocarse 5-1, después de haber permitido a Fucsovics ganar únicamente uno. Un set en 31 minutos, con un 77% de primeros servicios, en el que se observó al Nadal que conoce la gente de la central, aunque el público en los Juegos no sea precisamente el mismo.

Un partido corto

Al mallorquín le convenía un duelo exprés, dado su estado físico, en duda hasta horas antes del debut, y sus reservas físicas, maltratado y gastado su cuerpo de 38 años. Finalmente, y después de probarse en la pista junto a Carlos Moyà y David Ferrer, y ante la mirada de su médico, tomó la decisión de jugar. El primer set le había permitido cumplir con la hoja de ruta que se habían marcado. Faltaba que Fucsovics pusiera en marcha la suya.

El húngaro subió el nivel de riesgo, la única opción que tenía, para igualar la eficacia de los golpes de Nadal. La bola le corría como al español, en especial en los golpes de derecha. Alternó el juego de fondo de pista con la movilidad y las dejadas que mortificaban a Nadal, para hacer correr todo lo posible a su oponente. De ese modo invirtió el arranque del primer set, al ganar su primer servicio y lograr un 'break' en el segundo. Hasta el 4-1 no reaccionó Nadal, capaz de jugar sus mejores puntos bajo presión, pero donde llegaba su mentalidad no lo hacían siempre sus piernas, con algunas dificultades de movilidad. Con un 4-1 abajó levantó un 15-40 y un 40-0 en contra para remontar hasta el 5-4, pero acabó por perder con su servicio al errar una dejada. Su porcentaje de primeros servicios bajó al 64%, mientras que había doblado sus errores no forzados, de seis a 12.

Un 'break' decisivo

El tercer set empezó, pues, desde el nuevo equilibrio del partido, consciente Nadal de que debía subir el umbral de su juego, regresar al principio. Tanto el español como el húngaro mantuvieron su servicio hasta que Nadal consiguió el 'break' decisivo en el quinto juego, después de superar en el cuarto un 40-0. Insistió el español en el revés de su rival, posiblemente el golpe más débil, y de ese modo evitar la fuerza de sus golpes de derecha. En el desenlace, menos exigido que en el segundo juego, impuso una competitividad única.

La central de Roland Garros, repleta, estalló, porque cada partido de Nadal es esperado como el de uno de los suyos, sea de forma individual o en el doble junto a Carlos Alcaraz, una pareja de tenis de Disney. La ceremonia de apertura lo demostró, al convocar al español en un lugar de privilegio, y Nadal exprime su físico ajado para que ese idilio no se acabe, para que el amor sea eterno. Lo será. En la victoria como en la derrota.

Ledecky descubre su condición humana ante 'Terminator' Titmus

Ledecky descubre su condición humana ante ‘Terminator’ Titmus

Cuando Katie Ledecky entró por primera vez en La Défense Arena dijo que la piscina construida en una instalación donde habitualmente se juega al rugby le hacía sentirse pequeña, diminuta. Al salir de esa misma piscina, después de la final de 400 libre, no se sintió pequeña. Se sintió humana, de nuevo humana, frente al poder de una nadadora que avanza como un fueraborda. Es Ariarne Titmus, a la que sus compañeras de equipo empezaron a llamar Terminator. La razón es evidente. La australiana supo muy pronto, en el primer centenar de metros, que no iba a necesitar de lo más terrible de su apodo, no esta vez, porque Ledecky tampoco era Ledecky, no la que conocemos, y porque Summer McIntosh tiene todavía demasiado respeto a la jerarquía. Esas tres nadadoras, pasado, presente y futuro de la prueba, lo tenían todo para llevar la final al umbral del récord del mundo, en poder de Titmus. Para eso habría hecho falta una Ledecky inhumana. El primer encuentro con París la descubre más cerca de los mortales, pero con una gran obra todavía por delante.

La estadounidense podía temer la derrota. Estaba en sus cálculos. De hecho, ya la sufrió en Tokio o en Fukuoka frente a la misma nadadora, líder del equipo australiano que devoró la piscina nipona y ha empezado del mismo modo en París, donde también se hizo con el relevo 4x100 libre en la primera jornada. Ledecky nadó en Tokio en 3:57.36, más rápido de lo que lo hizo en París la vencedora (3.57.49). Aunque lo hubiera repetido, no le habría servido de nada, porque Titmus lo habría mejorado. Su superioridad fue incontestable de principio a fin. La norteamericana, en cambio, bajó a la barrera de los cuatro minutos (4.00.86), algo que no había hecho en grandes competiciones prácticamente desde que rompió ese muro y arrebató el récord a Federica Pellegrini. Era el cambio de era.

Esperando el fondo

Esta apertura por debajo del rendimiento esperado, no únicamente por el bronce, puede abrir interrogantes acerca del desafío que se ha planteado la estadounidense. A sus 27 años, pretende nadar también los 800, 1.500 y el relevo 4x200. Conforme aumenta la distancia, lo hace su dominio, al tratarse básicamente de una fondista. La Ledecky del pasado, desde su aparición con 15 años en lo más alto del podio de Londres 2012, no tiene oposición en las pruebas más largas. Veremos en París, donde mantiene su objetivo de convertirse en la deportista con más títulos olímpicos, no sólo la nadadora. En Mundiales, ya suma 16, uno más que Michael Phelps.

El bronce de los 400 libre es su medalla olímpica número 11, de las que siete son de oro. Si es capaz de añadir los del 800, 1.500 y 4x200, alcanzaría los 10 y superaría los nueve de la gimnasta ex soviética Larissa Latynina. El deseo de la nadadora de Washington DC, aunque actualmente se entrena en Florida, es llegar a los Juegos de los Ángeles 2028, en los que tendrá 31 años. Hasta entonces continuará con Anthony Nesty, su entrenador y primer nadador de raza negra en lograr un oro en la piscina olímpica, en Seul'88. No es una edad habitual en la natación, y más para especialistas tan precoces, pero Ledecky ha sabido profesionalizar su actividad, crear su personaje y hacer fortuna. Ha desarrollado una carrera a la medida, biografía incluida, a partir de una personalidad muy fuerte, alejada de la debilidad que ha afectado fuera del agua a otros campeones, como Phelps o Caeleb Dressel. Si alguien está en condiciones de reponerse de una derrota como la sufrida en París es precisamente Ledecky, y no únicamente por la fe que profesa.

A la imponente piscina de La Defénse salió como salen las estrellas, con pasos cortos, con tiempo para que la aclamaran. Es discreta y mantiene sus rutinas, pero no desprecia sus momentos de diva. Se lo ha ganado. Titmus o McIntosh lo hicieron como las demás. La norteamericana se dirigió a la australiana para decirle que se había equivocado de calle y de cubo donde dejar sus cosas antes de lanzarse al agua. Tuvo que recogerlos. Antes de subir a los poyetes, nadie quería mirarla. Titmus, pese a saberse superior, le dio la espalda. Ese respeto es el que se gana con el tiempo. Por ello, la australiana no quiso tenerla por delante en la piscina. Se lanzó a acabar con las dudas desde el primer 50.

Titmus, ante Ledecky, tras su victoria en los 400 libre.

Titmus, ante Ledecky, tras su victoria en los 400 libre.AFP

Titmus tenía 20 años cuando ganó a Ledecky en Tokio. Después volvió a hacerlo en más de una ocasión. En el Mundial de Fukuoka, el año pasado, lo hizo, además, con un nuevo récord del mundo (3.55.38), tesoro que se han alternado las tres nadadoras que subieron al podio de París, incluida la joven McIntosh, que cumplirá 18 años el próximo 18 de agosto, días después de que se cierren los Juegos. El duelo del futuro es el que tendrá con Titmus, por lo que Ledecky hará bien en orientar su carrera hacia el fondo, y más con la frontera de Los Ángeles.

La longevidad es más permisiva con la distancia que con la velocidad. Ledecky, pese a ello, había logrado ser la más rápida en 200 libre en los 'trials' de su país, pero sabía que eso no la convertía en una candidata al oro en la prueba, que seguramente volverá a devorar Titmus. Se encontrarán de nuevo en el relevo de 4x200. Un duelo trepidante y nada fácil para Ledecky y sus compañeras, que en la primera jornada ya vieron como las australianas dominaban el 4x100 libre y las relegaban al segundo peldaño del podio.

El break dance de la libertad: "Si escuchas música o bailas, los talibanes te matan"

El break dance de la libertad: “Si escuchas música o bailas, los talibanes te matan”

De negro riguroso, tocada la cabeza con un diminuto pañuelo rojo, lo justo para llevarlo, lo justo para dejar ver su pelo, Mazinha Talash intenta pasar inadvertida. No puede. Las miradas la persiguen como se persigue una buena historia que contar, antes en Madrid, ahora en París. En su atuendo hay contrición y hay respeto por la tradición de su cultura, compatible con la rebelión frente a quienes convierten una prenda de vestir en una prisión física y moral. Puede ser tu padre. Afganistán, su país, es el lugar de las celdas andantes. La pequeña Mazinha estaba condenada a una de ellas. El baile la liberó, como si cada movimiento la elevará a una realidad imaginaria que, hoy, es real. Es el break dance al que en este caso podríamos llamar 'break freedom', el break dance de la libertad.

«Cuando bailaba, me olvidaba de todo, de lo que ocurría en mi vida», dice unos días después de ese primer encuentro en Madrid. Acaba de entrenarse y mueve su flequillo. Es como si el break hubiera roto los mecanismos del pudor, un pudor inevitable para quienes no luchan únicamente contra la opresión, en este caso de los talibanes, sino también contra la tradición y la costumbre, contra parte de los suyos.

El último entrenamiento antes de viajar a París, para unirse al Equipo de los Refugiados, lo ha realizado en el Auditorio Trece Rosas de Vallecas. La instalación recibe el nombre por trece mujeres fusiladas durante la Guerra Civil. Mazinha no lo sabe. Podría haber corrido una suerte similar de no haber huido de su país, primero a Pakistán. Para hacerlo tuvo que colocarse un burka. La cárcel tenía esta vez un pasadizo hacia la libertad. Un año después, logró asilo político en España, gracias a las gestiones de la gente del break dance en nuestro país, la Federación Española de Baile Deportivo y el Comité Olímpico Español, que contactaron con la embajada en Islamabad. Una vez en España, se instaló primero en Huesca y después en Madrid. «Si los talibanes saben que escuchas música o bailas, van a matarte», dice con su voz líquida, pero con un incontestable aplomo para sus 21 años.

"Pusieron bombas en nuestro club"

Todo empezó cuando Mazinha vio un vídeo de un especialista que giraba sobre su cabeza. «Quiero hacer eso, me dije, y empecé a buscar», explica. Era una niña y Afganistán estaba todavía bajo el control de Estados Unidos y las fuerzas occidentales. «Mi vida era dura, como lo es especialmente la de todas las niñas sin padre. Por eso cuando descubrí el break fue como vivir otra vida. Encontré un pequeño club en Kabul [Superiors Crew], en el que hacían break y rap. Cuando llegué, había 55 chicos y ninguna chica. Insistí y me aceptaron», recuerda. «Tuve que cambiar mi nombre para que no se viera perjudicada mi familia -continúa-, pero por mucho que hagas, los talibanes lo averiguan todo de tu vida. Era peligroso, incluso llegaron a poner varias bombas cerca de nuestro club de baile, hasta que hubo que cerrarlo».

Todo cambió, sin embargo, cuando los norteamericanos y el resto de fuerzas de la OTAN abandonaron el país en mitad del caos, a lo Saigón, y los talibanes entraron en Kabul, en agosto de 2021. «Después de varios intentos, pudimos huir al año siguiente, no había otro remedio. Lo hicimos todo el grupo de baile. Aunque no teníamos pasaportes, conseguimos llegar a Pakistán, yo cubierta con un burka y mis compañeros con los tatuajes tapados. Me llevé a mi hermano pequeño, de 12 años, como si fuera su madre. Fue duro, muy duro, dormíamos 22 personas en una habitación. Pasé por una depresión, sólo tenía ganas de llorar, pero debía hacerlo a escondidas por mi hermano. Finalmente, encontramos una opción para poder llegar a España», relata, al tiempo que agradece la ayuda recibida en nuestro país.

Competir y enviar un mensaje

En marzo de este mismo año, recibió la beca Solidaridad Olímpica del Comité Olímpico Internacional y gracias a su nivel y a los entrenamientos con los técnicos de la Federación Española, en concreto David Vento, fue seleccionada entre los 37 miembros del Equipo de los Refugiados, creado en 2016. «Su motivación es excepcional. Ella quiere competir, claro, pero también quiere enviar un mensaje a todo el mundo», manifiesta su entrenador.

«París es un sueño. Quiero bailar y dar todo de mí para decirle al mundo quién soy, de dónde vengo, y hacerlo por las mujeres a las que se les niega todo, la vida, en Afganistán. Lo haré por ellas», concluye Mazinha, conocida ya en el mundo del break como 'B-girl Talash'. Para esas mujeres realiza, además, diseños de ropa, con el deseo de que algún día puedan llevarlos en las calles de Kabul. Ella saltará a la impresionante Plaza de la Concorde, escenario del break dance, el último fin de semana de los Juegos, con su pelo suelto y quizás teñido. Libre.

Los perversos Juegos del velo islámico: cuando la dictadura impone y la democracia prohíbe

Actualizado Viernes, 26 julio 2024 - 23:11

La Olimpiada del velo ha empezado. Cinco días antes del inicio de los Juegos, la ministra de deportes francesa, Amelie Oudea-Castera, dijo claramente que las deportistas galas musulmanas no podrían competir con el hiyab. La legislación francesa prohíbe cualquier símbolo religioso en espacios públicos, hecho que ha generado mucha controversia, al entender la comunidad musulmana que el velo es un símbolo cultural. Las principales ONGs secundan esta demandan y entienden que se trata de una medida represiva, lo mismo que cuando el velo es impuesto en determinados países, como Irán o Arabia. Las deportistas francesas ya lo intuían, puesto que desde su etapa de formación deportiva y escolar se han visto obligadas a entrenarse y competir sin el hiyab. ¿Eso implica que no veremos a deportistas con velo en los Juegos de París? En absoluto.

El pliego de condiciones que acepta una ciudad olímpica y un Estado implica dejar en suspenso determinadas legislaciones que puedan comprometer los principios de la Carta Olímpica o los derechos de los miembros de la Olympic Family. Resulta, pues, contradictorio que si las atletas de determinados países árabes deciden competir con velo, algunas posiblemente obligadas por las autoridades gubernamentales, no puedan hacerlo las franceses, incluidas por supuesto dentro de la protegida familia olímpica.

No en la pista, sí en la Villa

Amnistía Internacional y Human Rights, junto a una decena de asociaciones francesas, se dirigieron por carta al Comité Olímpico Internacional (COI) para que interviniera ante el país organizador. El organismo que preside Thomas Bach se había pronunciado en septiembre a favor de que las atletas que lo desearan compitieran con velo, pero frente al Estado francés tomó una decisión salomónica que no ha contentado a nadie: respetar la prohibición para sus atletas en las competiciones y permitirles llevar el velo dentro de la Villa Olímpica. «La libertad de religión es interpretada de formas muy distintas por los Estados. Para la Villa Olímpica se aplican las normas del COI», expresó a través de un comunicado.

«Prohibir a las atletas competir con el hiyab deportivo en los Juegos pone en ridículo la pretensión de que París 2024 sean los primeros con igualdad de género y evidencia la discriminación racista y de género que sustenta el acceso al deporte en Francia», afirma Anna Blus, investigadora de Amnistía Internacional.

"Vulnera nuestros derechos"

Blus se entrevistó con numerosas deportistas y colectivos para realizar un duro informe de la ONG, hecho público semanas antes de los Juegos. Una de ellas es Helène Ba, jugadora de baloncesto y fundadora de Basket Pour Toutes (Baloncesto Para Todos). «Es una clara violación de la Carta Olímpica, pero también un atentado contra nuestros derechos y libertades fundamentales. Refuerza los estereotipos raciales y de género, y alimenta el odio antimusulmán que ya impregna a parte de la sociedad francesa», dice la jugadora, en un claro clima de agitación y debate social y político sobre la inmigración, reflejado en las últimas elecciones celebradas en Francia.

De la imposición a la prohibición, el COI ha tenido que abordar reiteradamente la polémica del velo, en especial frente los países árabes más restrictivos y no democráticos. Hasta Londres 2012, existían países que jamás habían seleccionado a mujeres, por lo que el ex presidente Jacques Rogge impuso que todos debían acudir con hombres y mujeres.

Gracias a unas wild cards y a las negociaciones con las autoridades saudíes, el país del Golfo seleccionó a dos deportistas, una de ellas la judoca Wojdan Shaherkani. Debido a que las normas de la Federación Internacional de Judo impedían el velo por razones técnicas, pactaron que compitiera con un gorro de waterpolo negro. Eliminada en apenas un minuto, la judoca abrió un camino en su país, pero fue calumniada por los islamistas radicales en redes sociales con el hashtag #putaolímpica.