El caso de Nico Williams, que cerró sus perfiles tras recibir insultos por sus errores, se multiplica en todas las Ligas. Urge un marco regulatorio específico.
Cuando Alessandro Baricco escribió ‘Los bárbaros’, en octubre de 2006, hacía sólo unos meses que acababa de nacer Twitter y Facebook apenas tenía dos años. Las redes sociales estaban lejos de convertirse en el ágora y el zoco virtual de lo que ya ent
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El Madrid es el líder de la Liga y Xabi Alonso ha llegado para ser el líder del Madrid, el líder del juego, se entiende, no el líder máximo. La primera crisis del equipo blanco, porque de ese modo se califica en el Bernabéu a una serie de dos partidos sin ganar, no es tanto la del líder que todavía manda en la tabla como la del líder que pretende ser su entrenador. La atonía del Madrid en Anfield y en Vallecas apuntan a una acelerada descompresión del conjunto que propuso con fuerza el sorpasso en el fútbol español tras dominar el clásico ante el Barça.
La reacción de Xabi Alonso, más allá de sus comprimidas palabras y llamadas a la «mesura», no ha sido suficiente, como si no tuviera un plan B, como si la parálisis hubiera afectado, asimismo, al banquillo. Liverpool y Rayo no recibían al Madrid en su mejor momento. Irregulares los primeros en la Premier, los rayistas acababan de celebrar una remontada ante el Lech Poznan, pero su último resultado en Liga había sido un 0-4 frente al Villarreal en el mismo escenario.
Cualquiera de los dos resultados, derrota y empate, por separado habría tenido coartada, fuera el nivel del rival en el caso de los ingleses, o los antecedentes del Madrid en Vallecas, donde esta temporada también ha empatado el Barça. Los dos resultados encadenados crean, en cambio, una tendencia, mala para Xabi Alonso.
lesiones y cambios
Obligado a realizar cambios por la lesión de Tchouaméni, convertido en la boya del juego posicional que el tolosarra desea, Xabi Alonso retrasó a Güler en Vallecas. El futbolista con mejor visión para el último pase estaba demasiado lejos de la portería contraria, hecho que, además, rompió la excepcional conexión del turco con Mbappé.
El delantero francés estuvo ausente, tanto que únicamente tocó 11 veces la pelota en el primer periodo ante el Rayo. En su caso, no hubo diferencias con el partido que realizó en Anfield, donde estuvo desaparecido. No es casual que en esos dos encuentros el Madrid no consiguiera ni un solo gol, ya que Mbappé ha marcado el 52% de los tantos de los blancos esta temporada, 13 de 26 en Liga, la mitad exacta, y seis de ocho en Champions. En la posición de 9, hablamos de un finalizador que se resiente del mal juego de los suyos, por supuesto, pero al que en los dos últimos partidos se le ha observado desconectado, sin la rebeldía necesaria para generar ocasiones de la nada, como se espera de un futbolista de su jerarquía. Con sus luces y sombras, lo que hace Vinicius.
El brasileño y el entrenador dieron por cerrado el episodio del clásico, aunque con las dudas que generó su comunicado, sin mencionar explícitamente al técnico. Un caldo de cultivo peligroso si la duda acerca de su trabajo germina en el vestuario. Vini, su entorno y buena parte del club no han entendido alguna de sus suplencias y cambios. En definitiva, la pérdida de la condición de titularísimo. Lo mismo siente Valverde, anclado de momento al lateral, con Carvajal lesionado y Trent en el banquillo.
Xabi Alonso, el domingo, en el estadio de Vallecas.EFE
Pese a observar a un Madrid sin gol y con un Mbappé ofuscado, Xabi Alonso no utilizó a Gonzalo, su gran hallazgo en el Mundial de clubes, donde demostró valentía ante las jerarquías, pese a la lesión del francés. Endrick, por su parte, parece olvidado, a la espera de una cesión. En ataque, además, el técnico todavía no ha definido con claridad la banda derecha, en la que su preferencia es Mastantuono, lesionado. En Vallecas apareció Brahim y después Rodrygo. Ninguno funcionó. No es únicamente una definición de hombres, también de sistema.
Bajada de Huijsen
La inclusión de Camavinga en el centro del campo, para pasar de un 4-3-3 a un 4-4-2, funcionó ante el Barça, pero no en Anfield. En Vallecas, el francés sustituyó a su compatriota Tchouaméni, pero Xabi Alonso acabó por llamar a Ceballos, y es que la crecida del Rayo podría haber supuesto algo peor. Lo mismo ocurrió con Militao, que empezó en el banquillo para dar minutos a Asencio y tuvo que entrar debido a la tarjeta amarilla e inseguridad de Huijsen. El central ha bajado en su rendimiento con respecto a su autoritario inicio.
Orden, meritocracia e intensidad en la presión fueron constantes que el Madrid apuntó en el Mundial de Clubes, pese a caer con un PSG mucho mejor, y empezó a consolidar en el arranque del curso. Todo progresaba adecuadamente en busca de un equipo dominante, que presione en campo del rival y tenga el control del juego a través de la posición, con sus centrales avanzados, como quiere Xabi Alonso. Un nuevo Madrid, en definitiva. Sin embargo, la abrupta desconexión en el Metropolitano y en Anfield y Vallecas, con el paréntesis del clásico, abre dudas que escalan hasta la cúpula del club, aunque con mesura, como pide Xabi Alonso, al que esperan dos largas semanas, por el parón, y tres visitas a domicilio: Elche, Girona y Olimpyakos. Después será el turno del revitalizado City de Guardiola en el Bernabéu. Otro grande. Otra prueba.
Lo primero que aprendí de José Ángel de la Casa fue que los días de los partidos importantes, de las grandes finales, había que recogerse. Nada de buscar el mejor restaurante de la ciudad, por buena que fuera la dieta. Un paseo, una comida frugal, agua y descanso. El Tofo no lo hacía únicamente para cuidar la voz, su instrumento. También, decía, para tener la mente fresca, la atención en plenitud, abierta, en el caso de quienes escribimos, a las metáforas con las que transmitir la pasión que todo relato deportivo necesita. José Ángel las admiraba, pero te lo decía con la serenidad y austeridad de la Mancha en carne y hueso. La misma con la que impregnaba sus retransmisiones en TVE, porque la televisión pública, insistía, necesitaba ese equilibrio. Sólo el gallo en el gol de Señor, en el 13-1 a Malta, lo alteró. No fue intencionado, pero fue musical, el gallo de todo un país.
Desde entonces, mantuve la costumbre, alguna vez en su compañía, mientras se lo permitió el maldito Parkinson, pero la mayor parte de las veces solo, porque la soledad es la mejor compañía para seguir su consejo: pensar en el partido del que se va a escribir o se va a narrar. Hay que hacerlo pronto, no tarde, insistía, lo que te llevaba a comer solo, a menudo en el hotel donde te hospedabas. En más de una ocasión coincidí con personajes que hacían lo mismo. Eran matadores de toros en ciudades en feria. Nada tenía que ver su trabajo con el de José Ángel o el mío, pero al verlos siempre pensaba en la profesionalidad con la que el Tofo se tomaba el suyo, comparable con la de quien se enfrenta a la muerte.
José Ángel me enseñó más cosas. A tener la distancia justa con los grandes personajes del deporte, una distancia mágica, que se consigue con el respeto por el off de récord, con el conocimiento y con la crítica fundamentada. A las ruedas de prensa se va estudiado. El periodismo en un lugar de privilegio, como la voz principal de la televisión en tiempos del monopolio, le acercó a los más grandes, no sólo como locutor, también como gestor y negociador de derechos en nombre de TVE.
Podía haber tenido todas las camisetas, fotografías o autógrafos que hubiese querido, pero únicamente pidió uno en toda su vida profesional. Durante un vuelo, José Ángel se levantó, se dirigió a los asientos de delante y dijo: "Por favor, puede firmarme, es para mi madre". La mujer sonrió y correspondió. Era la Madre Teresa de Calcuta.
La caridad y la austeridad personificadas en aquella diminuta mujer hicieron que el Tofo rompiera su norma. El gesto define a un profesional que ayudó a muchos compañeros en momentos difíciles, entre los que me incluyo, y otros como Roberto Gómez. En mi caso, cuando me trasladé por trabajo de Barcelona a Madrid, hace ya 25 años, con dos hijas pequeñas. José Ángel fue de los que siempre se ofrecía, junto a otras personas, como los ex atletas José Luis González o José María Nombela, y compañeros en El Mundo como Carlos Toro, Fernando Baeta o Fernando Bermejo, claves para comprender el periódico por dentro, tomar las medidas a la ciudad y al deporte de la corte .
Había conocido a José Ángel antes de cubrir partidos de fútbol, precisamente en las competiciones de atletismo, una pasión compartida. También lo había hecho en alguna final del Barcelona, la primera en Wembley, pero no fue hasta el seguimiento del Real Madrid en la Champions cuando pude hacerlo mejor, junto a Míchel, su compañero de retransmisiones, el mejor analista y una de las mejores personas con las que me he cruzado en el fútbol. Eran vecinos en Majadahonda, al lado del escritor Paco Umbral. Coincidíamos en la población y, además, en algo que habríamos querido contar como periodistas: una medalla olímpica de José Luis González en 1.500 y una Copa de Europa de la Quinta del Buitre.
Entonces, ganar un Mundial para España era más que una utopía. Por eso, al llegar al Soccer City para disputar la final, en 2010, una de las primeras personas en las que pensé fue en José Ángel. Toda una vida dedicada a la selección y no estaba para contar lo mejor. En algo me equivoqué. Estaba allí, ya afectado por la enfermedad que nos lo ha arrebatado prematuramente. Cuando tres horas después de la final entró en el autocar de la prensa, fue como si la familia estuviera al completo. Se sentó a mi lado y, antes de hablar del partido, me contó que la entonces novia de Iniesta, el héroe de la final, se había perdido y la había ayudado a encontrar el camino de salida y el parking de los autocares. Después, hablamos de la campeona. Primero la ayuda, después el fútbol, compañero del alma, compañero.
Cuando Léon Marchand emergió del agua en el último 50 de la mariposa, la futurista Defénse creyó ser presa de un maremoto. Era como la mariposa de la teoría del caos, cuyo aleteo puede provocar un movimiento sísmico, pero en carne y hueso. La fuerza de ese aleteo es la fuerza del oro que viene para encontrarse en el podio con el oro que resiste. Un cruce de caminos en la victoria entre miembros de dos generaciones a los que separan cinco años, pero es que un año de un campeón olímpico son cinco en un mortal. Marchand, de 22, es el oro que viene; Katie Ledecky, de 27, es el oro que resiste.
Los desafíos que se habían impuesto para estos Juegos tienen similitudes, al afrontar cada uno de ellos cuatro pruebas. Marchand, los 200 y 400 estilos, los 200 mariposa y los 200 braza. Por ahora ha nadado los tres últimos con el pleno: tres oros. Ledecky, los 400, 800 y 1.500 libre, y el relevo de 4x200 libre. Después de afrontar las dos primeras, suma un oro y un bronce. Podría decirse, pues, que se trata de un desafío incompleto para la estadounidense, pero sería injusto con una nadadora de época. La que viene es de Marchand, más rápido ya que Michael Phelps. La que vivimos pertenece también, al menos en el fondo, todavía a Ledecky. París los venera. Los Ángeles los espera.
El reto de Marchand no era únicamente el de nadar pruebas que parecen antagónicas, como los 200 mariposa y los 200 braza, sino hacerlo con apenas dos horas de diferencia, después de haber afrontado las semifinales, por la mañana, con menos margen. La mariposa muestra su extraordinaria velocidad. La braza, el mejor nado subacuático, gracias a su cuerpo longilíneo, casi púber, que opone menos resistencia al agua. La combinación arroja como resultado el mejor nadador de estilos del momento y, si vamos a los tiempos, quizás podamos hablar pronto del de la historia. El récord del mundo de los 400 estilos ya le pertenece (4.02.50). Se lo arrebató a Phelps.
La oposición de Milak
El orden de las finales era el mejor para el francés, ya que las semifinales habían demostrado que iba a encontrar más oposición en la mariposa que en la braza, debido a la presencia de Kristof Milak. El húngaro es un cíclope del agua. En la semifinal que también dominó, fue más rápido que Marchand. También había ocurrido en las series. De ese modo se inició la final, con el húngaro primero en los tres virajes. Al salir del tercero, Marchand apuró su nado subacuático y emergió como una orca. Algo se había dejado dentro contra lo que Milak nada pudo hacer. Tampoco contra la grada enfebrecida. El francés ganó el 200 mariposa más rápido de la historia olímpica (1.51.21) después de haber hecho lo propio en los 400 estilos. La braza, en cambio, devolvió a un Marchand dominador de principio a fin.
Para Ledecky fue más sencillo. El padecimiento que experimentó en el 400 libre desapareció cuando aumentó la distancia. La estadounidense es una fondista, pero una fondista muy rápida, como prueba el hecho de que ganara el 200 libre en los trials de su país. En la actual escena olímpica, sin embargo, no es suficiente, frente al potente equipo femenino australiano. No es únicamente Ariarne Titmus, que ya derrotó a Ledecky en Tokio. Volver a intentarlo dice mucho en favor de la norteamericana, que podría haberse refugiado en la larga distancia, del 800 al 1.500. En cambio, quiso aceptar el reto. La comodidad no va con los campeones, no con los campeones de verdad.
Marchand, durante la final de mariposa.JONATHAN NACKSTRANDAFP
En el 1.500, la estadounidense impone una velocidad de crucero insostenible para el resto y acabar en 15.30.02. París asistió a su dominio y lo hizo con agrado, pese a animar a la francesa Anastasia Kirpichinkova, aunque La Défense no se emocionara como con Marchand, líder de un equipo francés que escala en el medallero. La natación gala, de profunda tradición olímpica, encuentra un nuevo referente desde Laure Manadou, con tres medallas (oro, plata y bronce) en Atenas'2004, con tan sólo 18 años. El nadador de Toulouse ya lo ha mejorado en París.
El liderazgo de EE.UU.
Ledecky encarna, asimismo, el liderazgo de una natación estadounidense venida a menos en París. La sombra de Phelps es alargada, muy alargada. Los 100 libre, que se disputaron ayer, dejaron campeones ajenos a las barras y estrellas. Caeleb Dressel, encumbrado en Tokio con cinco oros, ni siquiera pudo clasificarse para la prueba en los 'trials' en su regreso tras sufrir una depresión.
El oro de Ledecky es el octavo de su carrera y su medalla olímpica número 12. Si domina el 800 libre, algo previsible, y el 4x200 libre, menos a su alcance debido a la oposición de las australianas, superaría a Larissa Latynina, con nueve oros, como la mujer más laureada en la historia de los Juegos, algo que podría haber alcanzado ya Simone Biles si su mente no hubiera dicho basta en Tokio. La de Ledecky nunca para, continúa y continúa, como sus brazadas.