El Madrid gana al Braga y alcanza los octavos en el día del ‘patito feo’

El Madrid gana al Braga y alcanza los octavos en el día del 'patito feo'

La noche tenía el decorado que necesita la fábula del Patito feo. Brahim entraba en el Bernabéu como si surfeara sobre el hombro de Bellingham con un rosario apretado en las manos. Lunin abría sus ojos eslavos, ojos de hielo que por nada se inmutan, cuando le dijeron que Kepa se había hecho daño en el calentamiento. El cuento estaba abierto. Lo demás dependía de ellos. [Narración y estadísticas 3-0]

Inclinaron el partido, con un no gol y un gol, aunque siempre pesa más el que marca, un Brahim hiperactivo, excitado, con la voluntad de estar en todas las partes del ataque. Es difícil que lo suyo acabe como en el cuento de Andersen, pero en este Madrid que ha perdido heráldica ofensiva, hay espacio para llenar las páginas en blanco que quedan esta temporada, muchas. Ancelotti no parece un tipo con preferencias por la ficción, pero algunas mejoran a la realidad, y la realidad del Madrid, pese a la goleada ante el Braga, es mejorable.

El primero que quiso ser el patito feo no fue Brahim. Lunin hizo una media verónica torera en el área para sortear a un rival. En la grada de hizo un silencio de tendido. Podía haber despejado el balón, pero no, quiso demostrar algo. Lo hizo de verdad cuando se lanzó al palo adecuado para detener el penalti lanzado por Djaló, después de una mala medición de Lucas Vázquez, titular en el lugar de Carvajal.

Lucimiento para Lunin

No estuvo afortunado el lateral gallego, superado por Niakate como por Borja o todos los jugadores del Braga que pasaban por su carril. A Niakate le derribó también en el área de forma brusca mientras el turco Meler decidía no pitar algo que podría haber pitado perfectamente. Suerte para el Madrid y suerte para Lucas Vázquez, con un inicio errático. Su oportunidad no era la misma que la de Lunin o Brahim. El suyo es otro rol, el de un suplente útil, aceptado largo tiempo atrás.

Brahim necesita la rebeldía para no serlo en este regreso al Bernabéu después de una productiva etapa en el Milan, con esos goles que tanto necesita, hoy, este Madrid sin Benzema. Más hay que exigirles a Vinicius y Rodrygo, muy cómodos en el pasado con el francés. Como sucedió con Benzema cuando se marchó Cristiano, a ellos hay que pedirles ahora ese paso, o ese salto, hacia adelante. El gol es parte de esa responsabilidad.

Vinicius lo consiguió, el segundo del Madrid, después de un mes de secano. Rodrygo mejoró con respecto a partidos precedentes, lanzado al espacio por Mendy y acertado al asistir hacia atrás para la llegada de Brahim. Encontrar el fruto en el contraataque, casi medio año después en el Bernabéu, ya frente a un Braga que dejaba una pradera a sus espaldas. En esa coyuntura se encontraron en su salsa, verticales, veloces y buscándose casi por telepatía.

Vinicius, rodeado de rivales, el miércoles en el Bernabéu.AFP

Vinicius también ofreció ese mismo tanto al malagueño, al inicio de la segunda mitad, pero el portero del Braga, Matheus, acertó. En ambas ocasiones, como en otro remate a portería que no subió al marcador por falta previa de Vini, Brahim estuvo siempre donde ha de hacerlo el rematador, como si se tratara de un falso nueve. Pese a la baja de Bellingham, Ancelotti no cambió el sistema que ha utilizado para insertar al inglés. Mantuvo el 4-4-2, con el malagueño en la posición de Bellingham, en lugar de optar por un 4-3-3.

Brahim se adaptó perfectamente a esa posición de interior, intenso y sacrificado en los repliegues, y con sentido para ocupar los espacios de gol y dar opciones de pase a Kroos y Camavinga como a Vincius y Rodrygo. No es un futbolista con el físico colosal de Bellingham, claro, pero a este nivel tiene muchas cosas que aportar, las suficientes para no vivir en el ostracismo de hasta ahora. Crecido y hecho siempre en la aristocracia, Ancelotti es reacio a determinadas decisiones, más conservador, y eso encaja bien con lo que es el Madrid, un equipo de jugadores o de presidentes, no de entrenadores, pero también de oportunidades que son fábulas, y es su trabajo ofrecerlas.

Los rebeldes

Lunin y Brahim se encontraron en su papel deseado en el arranque para permitir que el resto lo hiciera en el desenlace ante un rival muy bien trazado por Artur Jorge. Con un buen puñado de futbolistas que han pasado por la Liga, como Víctor Gómez o Bruma, el Braga juega con decoro en la Champions y aspira a competir por el título en Portugal, algo que, hoy, no es utópico. Fallar un penalti en el Bernabéu, sin embargo, es mucho fallar. Djaló, que jugaba en un escaparate importante por ser un futbolista seleccionable para Luis de la Fuente, quiso desquitarse en una carrera suicida hasta el área.

El gol de Vinicius, segundo del Madrid, acabó con la fe del Braga, que perdió las buenas constantes que había demostrado y que, en el encuentro en su coqueto estadio, pudo mantener frente al mismo rival. El Bernabéu, en cambio, es como un desfiladero. Si pierdes el equilibrio, llega el vértigo. Para Vini y Rodrygo los goles reparadores colmaron su apetito y Ancelotti buscó despertar el de Nico Paz, un debutante de la cantera, en lugar de arriesgar con Arda Güler, al que espera el respetable. Con sus aplausos dijo lo que más le había gustado: el patito feo.

kpd