“Va a ser una eliminatoria abierta”, vaticina el director deportivo de la Real, que se mide al PSG. Mientras, el Barcelona parte como favorito ante un Nápoles sin rumbo.
Con cuatro cabezas de serie, el doble que la Premier y la Bundesliga, el fútbol español se las prometía ayer muy felices en la Casa del Fútbol Europeo, donde el sorteo repartió, con pulcra proporcionalidad, las dificultades propias de unos octavos de la Champions. Real Madrid y Barcelona parten como indudables favoritos ante Leipzig y Nápoles, mientras el Atlético disputará una eliminatoria sin concesiones frente al Inter, vigente finalista. Por último, la Real Sociedad se medirá al PSG en un cruce que, más allá del resultado, permanecerá ya para siempre en la memoria de su fiel hinchada.
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En busca de una identidad y aún muy dependiente de Mbappé
No hay mucho de lo que pueda quejarse el Madrid, liberado de compromisos como los que desde 2018 tuvo que afrontar ante Liverpool, City y PSG (dos veces). La inercia ganadora del equipo de Carlo Ancelotti se ha impuesto incluso a una devastadora racha de lesiones. Si a ello sumamos el escaso pedigrí del Leipzig en los momentos de la verdad, las dificultades ante el tercer equipo de la Bundesliga, recientemente eliminado de la Copa por el Wolfsburgo, no deberían ser máximas.
El libro de estilo de Marco Rose mantiene sus líneas maestras en el vértigo y la presión alta, que ya originaron más de una jaqueca el año pasado al campeón de 14 Champions. La venta de Josko Gvardiol, Christopher Nkunku y Dominik Szoboszlai a tres gigantes de la Premier ha sido paliada, en cierta medida, por Xavi Simons, Loïs Openda y Benjamin Šesko. De los tres merece especial atención el primero. Y no sólo por su esmero capilar. Criado en La Masia, donde evidenció un carisma mediático, terminó saliendo por la puerta de atrás camino del PSG. Del Parque de los Príncipes al PSV, para quien anotó 22 goles y 12 asistencias. Hoy, se le ve sobradísimo en cualquier posición. Si en Eindhoven brilló por la izquierda o de mediocentro ofensivo, en Sajonia prefiere actuar en el perfil diestro.
“Ahora están en un gran momento y va a ser muy difícil”, presagió Emilio Butragueño con su perfil más institucional. El Buitre, al que nunca arrebatan los entusiasmos, también tuvo ayer que admitir la evidencia: “La vuelta es en el Bernabéu, con todo lo que ello implica. Y estamos en un momento espléndido”.
“El partido en el Reale, clave”
Algo más contrariado se notaba a Jokin Aperribay por Nyon. “Era el rival a evitar, qué le vamos a hacer”, admitió el presidente de la Real, algo sofocado por la intensidad del directo. La fortuna, esquiva durante las dos últimas temporadas en la Europa League (Leipzig, Manchester United y Roma), volvió a dar la espalda a los txuri urdin. Sin embargo, el equipo de Imanol Alguacil viene dando sobradas muestras de su capacidad para afrontar un desafío de esta magnitud. No sólo por lo ofrecido en la liguilla, donde ridiculizó al Benfica, semifinalista hace siete meses, sino por su irreprochable recorrido de los últimos años.
El proyecto de la Real se sustenta en la cantera, con Mikel Oyarzabal, Martín Zubimendi y Ander Barrenetxea como estandartes, pero sabe incorporar talento foráneo sin comprometer la salud de sus cuentas. Imanol ha trascendido su labor como técnico, con un magnético plan de juego, para convertirse en correa de transmisión.
Toda la ciudad se siente identificada con su equipo. Y esa emotividad, sumada a una firme idea de fútbol, suele dar rédito en la Champions. Si no, que le pregunten al PSG, perdido durante más de una década en su búsqueda. Roberto Olabe, la otra pieza clave en el engranaje, parecía visualizarlo todo ayer. “Va a ser una eliminatoria abierta y el partido en casa va a ser clave”, pronosticó el director deportivo.
La prioridad del Inter
Aún más igualdad se prevé en la visita del Atlético al Giuseppe Meazza, porque el Inter, a doble partido, cuenta con más argumentos que el PSG. No sólo se trata de cómo compite, ni de cómo viene repartiendo esfuerzos entre Europa y la Serie A, cuya conquista se ha establecido como prioritaria. Este mismo domingo, en el Olímpico de Roma, bastaron un par de pinceladas y la tranquilidad de Yann Sommer bajo palos para penalizar los fallos de la Lazio. El Scudetto se dilucidará ante la Juventus, a quien ahora mantiene cuatro puntos por detrás.
Lo que más debe preocupar al Atlético es la capacidad de su rival para incomodar y salir indemne incluso en las condiciones más adversas. El talento de Lautaro Martínez y Nicolò Barella pondrá a prueba la estabilidad rojiblanca, aunque en los duelos del KO Simone Inzaghi suele privilegiar las precauciones. Igual que El Cholo. Llegado el momento del todo o nada veremos quién mueve pieza primero.
A la espera de Osimhen
El Barça, desde luego, se verá obligado a mostrar sus cartas ante el Nápoles, en busca de un nuevo impulso con Walter Mazzarri. Porque el sábado, ante el Cagliari, el vigente campeón de la Serie A sumó su primera victoria como local desde el 27 de septiembre. Ni los más viejos a la sombra del Vesubio recuerdan un legado tan nefasto como el que deja Rudi Garcia, empeñado en dar su toque de autor a un grupo que volaba solo. Los azulgrana, desde luego, tendrán que evidenciar la superioridad de su plantilla.
Porque el Nápoles, con una fragilidad desesperante, apenas puede surtir de balones a un ariete tan voraz como Victor Osimhen. Domina el área el nigeriano, que en enero se marchará a la Copa de Afríca. A la espera de una repesca de última hora, toda la responsabilidad atacante debería recaer en Khvicha Kvaratskhelia. Una década después de su adiós, Mazzarri necesita insuflar un soplo de vida a este equipo, que bastante hizo con quitarse de encima al Braga. En condiciones normales, el grupo de Xavi Hernández no debería sufrir ni en el Diego Armando Maradona.
Aunque si les sobra ambición el Barça debería alzar la mirada hacia el Mundial de Clubes de 2025, donde aún no tiene plaza, dado su paupérrimo bagaje en las cuatro últimas Champions. Con 55 puntos en su baremo, siete menos que el Atlético, necesitan avanzar como sea y esperar un tropiezo de los colchoneros. La UEFA otorga dos puntos por victoria, uno por empate y otro suplementario por ronda superada.