El pasado 19 de diembre, la BBC eligió a Rory McIlroy como la personalidad deportiva de 2025, el año en que al fin pudo completar su Grand Slam, enfundándose la chaqueta verde en el Masters de Augusta. Tras el norirlandés, la segunda más votada fue Ellie Kildunne, que lideró a Inglaterra en el Mundial femenino de rugby. Sólo en el tercer lugar del galardón -uno de los más precisos termómetros de la popularidad en el deporte británico- aparecía Lando Norris, coronado campeón del mundo de F1 el pasado 7 de diciembre en Yas Marina. Ni la feliz resolución del Mundial, uno de los más igulados de la historia, ni su hito con McLaren, que no lograba un título de pilotos desde 2008, bastaron a Norris para conquistar el corazón de sus compatriotas. Y bajo esa pequeña frustración late un asunto de mucho mayor calado.
Desde el mismo día de su coronación, algunas figuras de la F1 no parecen tomarse en serio al campeón. El mejor ejemplo se vivió durante la gala de la FIA, celebrada el 12 de diciembre en Tashkent (Uzbekistán), cuando el presidente Mohammed Ben Sulayem felicitó a Norris con unos modales muy alejados de la solemnidad del acto. Ante un auditorio estupefacto, el dirigente emiratí revolvió el peinado de Norris durante varios segundos. No se trataba de un incidente aislado, ya que nada más acabar el GP de Abu Dhabi, Ben Sulayem ya había obsequiado al líder de McLaren con idéntico recibimiento.
Cuesta imaginar al gran capo de la FIA tomándose tantas confianzas con Max Verstappen, el piloto que este curso, al volante de un coche notoriamente inferior, ha llevado al límite a McLaren. Aun sin ceñirse su quinta corona, el holandés ha concitado el reconocimiento unánime del paddock. Hasta el punto de hacer rendirse a otro ídolo británico como Damon Hill. «Los títulos son importantes, pero no lo cuentan todo. A veces, el mejor piloto no se proclama campeón», concluyó el verdugo de Michael Schumacher en 1996.
Feroz autocrítica
El arrollador carisma de Verstappen, capaz de luchar hasta el último aliento pese a contar con 104 puntos menos a falta de nueve carreras, ha empequeñecido el logro de Norris, célebre por sus feroces autocríticas. «A veces no he tenido mucha confianza en mí mismo. Sin duda ha habido momentos, incluso este año, en los que Oscar [Piastri] lo hacía mejor que yo, lo que me hacía pensar: “Bueno, quizá sean un poco mejores. Quizá puedan ser más consistentes, sacarle más provecho al coche”. Simplemente, a veces pensé que no iba a ser posible», explicó durante una reciente entrevista con la BBC.
No obstante, existen razones de peso para considerar a Norris un legítimo campeón. En primer lugar porque fue el único piloto de la parrilla con un balance positivo frente a Verstappen (12-12 en carrera y 13-11 en sesiones clasificatorias). En ese apretadísimo cara a cara, Lando sumó siete victorias y siete poles, una menos que Max en ambas categorías, pero hizo 18 podios (tres más) y cinco vueltas rápidas (dos más). Hasta ahora, Verstappen era el único piloto de la historia con esa cifa de top-3 en un solo año (2021, 2023).
Otro de los argumentos para defender la jerarquía de Lando fue su soberbia reacción en el tramo decisivo del Mundial, cuando recuperó 34 puntos frente a Piastri. A sus apabullantes victorias en México y Sao Paulo supo añadir las necesarias dosis de aplomo en Austin y Abu Dhabi, mientras su compañero no encontraba el rumbo y se hundía en la desesperación. El 13-11 frente a Piastri los sábados prolonga la extraordinaria racha de Norris, invicto durante sus siete temporadas en el Gran Circo. Desde 2019 ante Carlos Sainz (11-10) hasta sus rotundos 15-7 y 20-2 frente a Daniel Ricciardo (2022, 2023).
Esta regularidad ha terminado por resultar crucial en la ajustadísima disputa con Verstappen, la más estrecha, en términos absolutos, de la historia. Incluso por delante del Mundial de 1984. Entonces, Niki Lauda obtuvo el título por sólo medio punto de ventaja sobre Alain Prost, su compañero en McLaren. Cabe recordar que aquel año se disputaron 16 carreras, en lugar de 24, y que la puntuación máxima potencial era de 99 puntos, frente a los 648 actuales. Por tanto, el margen con el que se ha impuesto Norris (0,31%) ha sido incluso inferior al de Lauda (0,51%).
Con estos datos sobre la mesa, Norris podrá lucir en 2026 el 1 en el morro de su McLaren, mientras Verstappen apostará por el 3, su favorito, al que tuvo que renunciar durante siete años por culpa de Ricciardo, que lo tenía reservado. Ese dorsal 1 supondrá todo un desafío para Lando, como bien podrían atestiguar Mario Andretti (1979), Jody Scheckter (1980), Nelson Piquet (1982) o los ya mencionados Lauda (1985) y Hill (1997), algunos de los pilotos que más sufrieron al año siguiente de tocar la gloria.








