A la épica final, como gusta en el Bernabéu, como si fuera un partido de Champions, el Madrid salvó una eliminatoria que se complicó Ancelotti. Su denostado Endrick logró dos tantos que fueron dos bofetadas para el italiano. Un Celta notable acarició la proeza.
Estoy completamente de acuerdo con la frase de un melancólico Ancelotti en rueda de prensa, en la que estaba visiblemente enfadado con los críticos, ni es el mejor, desde luego que no, ni e
Hazte Premium desde 1€ el primer mes
Aprovecha esta oferta por tiempo limitado y accede a todo el contenido web
Mbappé llegó para esto, aunque no esperara encontrarse esto. Para marcar, para ser decisivo, para cambiar la realidad incluso en el lugar que más a menudo la desafía. En la Copa, el Bernabéu observó cómo quien la cambiaba era el Celta, ya con Mbappé fuera del campo y el miedo en la hierba, el banquillo, la grada y el palco. El miedo que no ha tenido tiempo de conocer Endrick, a sus 18 años, no todavía. Encoraginado, revuelto sobre sí mismo, devolvió la vida a todos, de Mbappé a Ancelotti, al Madrid entero, y cerró la noche de tacón, a lo grande.
El desenlace es una prueba de vida para el equipo, pero también un síntoma de que el Madrid, pese a su clasificación para los cuartos de la Copa, no está como debe ni como quiere su entrenador, con ración doble de chicles. La purga que sucedió a la Supercopa, con hasta seis cambios en el once, no le dio los efectos esperados, con errores de bulto de Camavinga y Asencio que llevaron a la prórroga, y únicamente Mbappé con el estandarte en alto, pero para entonces ya sentado en el banquillo, como Vinicius. El destino señaló a Endrick, que apenas había gozado de oportunidades, y miró de reojo a Ancelotti. El gol de Valverde, antes del final torero del brasileño, fue como la descarga de la presión.
El adolescente Endrick es imberbe, como casi todo el Celta. Lo malo de esos equipos es que los descompone cualquier circunstancia. Lo bueno, en cambio, es que no sienten todavía el peso de la responsabilidad, de la jerarquía, como le ocurre al Madrid, atenazado. Eso explica una eliminatoria muy cargada emocionalmente. Para los gallegos, fue demasiado encajar un gol después de reclamar un penalti. Todo sucedió como en la rápida secuencia de un thriller que acaba con el movimiento de un pistolero. Mbappé cambió de ritmo en el área del mismo modo que se desefunda. Lo hizo en carrera para ganar ese espacio decisivo a Javi Rodríguez y disparar a quemarropa. Decisivo, esa es, hoy, la palabra que lo define, la palabra más esperada en la grada. El problema es que llega entre incertidumbres, sobre Ancelotti y sobre el resto. El partido fue la metáfora del momento, marcado desde el inicio por el impacto de la Supercopa.
Ese mismo Mbappé asomó ya en Yeda, pero sin la compañía suficiente frente a la supercantera en la se acompañan todos, y de la que salieron Mingueza o Ilaix Moriba, dos de los mejores con el Celta en el Bernabéu. La Copa era una empresa tremenda, pero el equipo gallego no la afrontó como un Everest, sino como una oportunidad. Supo cómo defender en el inicio y cómo desplegarse entre las dudas que dejaba el Madrid, aunque sin Iago Aspas le faltara su Galicia Calidade en el área. Cuando Camavinga falló, Bamba no lo hizo frente a Lunin; cuando Asencio derribó al propio Bamba en el área, Marcos Alonso fue preciso, quirúrgico en el penalti para llegar a una prórroga que era un martirio en el Bernabéu.
Mucho antes, nada más empezar, había alcanzado el Celta el área con claridad. Lunin salió a los pies de Swedberg, el sueco cayó con un leve contacto del ucraniano y Munuera Montero, muy cerca, no lo estimó suficiente. El VAR, con Hernández Hernández, tampoco le pidió revisarlo. La duda, al menos, merecía hacerlo. Con la cabeza en la protesta, el gol de Mbappé sacó al equipo gallego de un partido que hasta entonces había manejado con comodidad frente a un Madrid lento, al que cerró los espacios con un 5-4-1 muy efectivo. Los hombres de Ancelotti jugaban en exceso al pie, sin la velocidad de balón suficiente. Los tiros de Modric y Tchouaméni habían sido sus escasas opciones hasta que Brahim encontró una aproximación, resuelta por Iván Villar bajo palos.
De un Madrid desfigurado por los cambios podían esperarse imprecisiones. Ceballos y Modric aparecieron en el once, con Tchouaméni pero en el centro del campo, sin Bellinghgam ni Valverde. Ancelotti recurrió a todos ellos, y a todo lo que tenía, al observar la incapacidad para sujetar el resultado, pero la solución de verdad no le llegó está vez de la jerarquía, sino de un joven guardado en el desván que entra en la lucha en el momento indicado. Como Mbappé.
La factoría celeste no deja de producir talento y tiene en Hugo Álvarez (Ourense, 2003) a su nuevo diamante. El canterano del Celta se ha hecho un hueco en el primer equipo, ha debutado con la selección sub'21 y ahora asoma al Bernabéu para desafiar al Madrid en la Copa. Le llaman El Príncipe de As Burgas por las termas de Ourense y en comparación con El Príncipe de las Bateas, Iago Aspas, pero él, en una charla con EL MUNDO, rechaza el apodo.
En 12 meses le ha cambiado la vida. Del filial a ser fijo en el Celta y a debutar con la sub'21.
Claudio nos ha dado a todos los canteranos un plus de confianza. Sabíamos que nos conocía muy bien y cuando se anunció que se hacía cargo del primer equipo nos alegramos. Notamos que tendríamos más posibilidades. Es muy cercano, se preocupa tanto a nivel profesional como personal y eso te hace dar lo máximo y confiar al máximo en lo que propone. Me trata genial y me exige mucho porque sabe lo que puedo dar.
Le paran más por la calle.
Se nota que la gente te tiene más controlado (risas). Te conocen más por la calle, pero aquí en Vigo son muy respetuosos, no suelen molestar y tienen buenos gestos.
Otro talento más de la cantera.
Creo que en Galicia hay mucho nivel y en nuestra cantera se trabaja muy bien, nos exigen al máximo y a nivel formativo es espectacular.
El gran ejemplo es Aspas.
Nuestro referente, el ídolo de todos. Tenerle al lado es especial, nos da muchos consejos, nos exige mucho... Y luego tiene su carácter, sabemos que es muy competitivo pero le aceptamos como es (risas).
A él le llaman El Príncipe de las Bateas y a usted El Príncipe de As Burgas.
No, no. No hay que hacerles caso. Príncipe sólo hay uno, Iago. Hay que borrar ese apodo.
Usted es de Ourense, nacido en 2003. ¿Esta nueva generación ya aprende a jugar al fútbol en las escuelas deportivas o aún en la calle?
Yo jugaba en el colegio y en el parque de mi barrio. No parábamos. Y luego desde los 11 años estoy en el Celta y tuve que dejar de lado la calle por prevenir lesiones, pero creo que mantengo esas cosas que uno aprende de pequeño en el parque y en el colegio, tanto el jugar como el esquivar patadas (risas).
Estando en el Ourense le llegaron ofertas, entre otros, de Celta, Madrid y Barça. ¿Cómo lo vivió?
Fue una decisión tomada entre mis padres y yo. Me preguntaron qué quería hacer y desde el primer momento les dije que lo que me apetecía era fichar por el Celta. Por suerte salió bien, he disfrutado de esa elección y no me arrepentiré nunca.
Hoy en día, las categorías inferiores son un poco jungla, con fichajes de gente de 10-12 años. ¿Usted, que tomó su decisión, qué recomienda?
Yo no soy quién para opinar de las situaciones de otras personas, pero según mi experiencia a mí me vino muy bien estar cerca de los míos, de casa. Disfrutar de mi familia y mis amigos a diario, tanto a nivel educativo como futbolístico. Creo que en general viene mucho mejor.
Estuvo muchos años viviendo en Orense y entrenando en Vigo cada día, ¿cómo lo hacía?
Hasta juveniles estuve haciendo el trayecto Ourense-Vigo cuatro o cinco días a la semana, ida y vuelta, eran como dos horas y media cada día. Y la verdad es que tengo mucho que agradecer a mis padres y a mi abuelo, que la mayoría de los días eran los que me acompañaban y me llevaban a los partidos. Es una etapa que recuerdo con mucho cariño, sólo pensabas en disfrutar del fútbol.
Como estudiante... ¿regular?
Iba aprobando... Yo soy de aprobar raspado, de buscar el cinco o el seis. Lo justo (risas).
¿Impone el Bernabéu?
No. Yo creo que tenemos gente preparada para jugar en grandes escenarios. Al final son 11 jugadores contra 11 jugadores y todo puede pasar. Esperamos ganar.
Después de la contundente derrota contra el Barcelona en la final de la Supercopa de España, el Real Madrid de Carlo Ancelotti se enfrenta este jueves a otra final: los octavos de final de la Copa del Rey contra el Celta de Vigo. Otro fracaso provocaría la pérdida de dos títulos en apenas una semana, una situación casi límite para el conjunto blanco y su cuerpo técnico. A 24 horas del duelo, el italiano, en una rueda de prensa con cierta tensión, defendió su legado y el de la actual plantilla, que ha ganado Liga, Champions, Supercopa y Mundial en los últimos meses, y sacó su perfil más serio para surfear las preguntas de los medios.
"Es una plantilla con juventud, valentía y compromiso, aunque no siempre sea capaz de mostrarlo, pero sigo confiando en esta plantilla. Hace seis meses que hemos ganado la Champions. Y ha salido un mal partido y hemos perdido una final, pero hemos ganado muchas finales. A veces tienes que pagar la cuenta de todo lo bueno que has hecho y en este caso ha sido una cuenta cara, pero ha sido un partido", recalcó e insistió Ancelotti ante los medios.
El italiano recordó que "estamos dentro de todas las competiciones y lucharemos como siempre". "Todo el mundo puede opinar, pero total confianza en mis jugadores, sobre todo en los que ahora no están sacando su mejor versión", advirtió.
En el entrenamiento de este miércoles formaron parte del grupo Bellingham, Valverde y Mbappé, que ayer se habían ejercitado dentro de las instalaciones, y Camavinga, que sufrió un proceso gripal. Todos parecen listos para el duelo copero en el que se espera alguna rotación en el once madridista además de la portería, donde jugará Lunin. "Todos han recuperado bien, puede que haga algún cambio, pero sacaremos el mejor equipo posible", dijo, y analizó que el duelo de Copa es "una oportunidad importante de salir de un partido que nos ha dolido mucho. Es un rival que juega bien y esperemos que el equipo pueda tener una reacción fuerte tras el partido del otro día".
Cuestionado sobre las horas posteriores a la derrota del Barça, el análisis de la final y de los errores a nivel interno, Ancelotti aseguró que "esto es una rueda de prensa, no un debate", preguntado sobre si la derrota había sido cuestión "de fútbol o de actitud". "El debate lo hemos tenido con el cuerpo técnico, no aquí", declaró. "Es una falta de compromiso colectivo, no individual. Hemos hecho un mal partido a nivel defensivo en todas las líneas, no solo la delantera", continuó.
Sobre Tchouaméni, señalado tras el partido contra los azulgrana, el técnico admitió que la de central "no es su posición ideal". "Estoy convencido que lo ha hecho bien, lo dicen los datos, pero es pivote defensivo. En el momento en el que no tengamos la emergencia, volverá a su sitio como pivote".
Fue una rueda de prensa con tensión, en la que Ancelotti evitó contestar a preguntar sobre el mercado. "No te respondo", llegó a decir a un compañero que le preguntó sobre la necesidad de fichajes. "No me molesta nada", contestó a otro. "No hemos cambiado la idea del mercado, son charlas que hacemos con el club para tener el Madrid máximo competitivo. Hablar aquí de lo que yo hablo con el club no me parece correcto", insistió.
Para acabar, reconoció que no hace caso a las críticas. "No sigo la onda de la crítica, porque un día eres el mejor y otro el más tonto. Tengo equilibrio, si sigues la onda no sabes quién eres, ¿eres el mejor o el más tonto? No pienso que sea el mejor, pero tampoco el más tonto".
El Real Madrid, campeón de Liga, de Champions, de la Supercopa de España, de la Supercopa de Europa y de la Intercontinental en 2024, ha perdido desde el mes de septiembre 1-0 contra el Lille, 0-4 ante el Barça, 1-3 frente al Milan, 2-0 contra el Liverpool, 2-1 ante el Athletic y 2-5 en el último clásico contra el Barça. Algunas han sido una leve piedra en el camino, un toque de atención, como la de Francia o la de San Mamés, pero las sonrojantes goleadas contra el Barça y la desgracia continental en Anfield y contra los italianos en el Bernabéu han levantado todas las alarmas, con sombras que se repiten en cada encuentro y que preocupan al cuerpo técnico, al vestuario y a la directiva de Chamartín.
La salida de Kroos y la llegada de Mbappé han desestabilizado a un equipo cuya mayor virtud, mencionada por Ancelotti en cada uno de sus éxitos, era el equilibrio. No lo ha hecho por los nombres, sino por los perfiles. El Madrid ha perdido cerebro y ha ganado gol cuando sin cerebro no existe gol. El mercado veraniego era exclusivamente para completar su galaxia con Mbappé y el centro del campo se entregó a Valverde, Tchouaméni y Camavinga. Los cromos eran ideales, pero el puzle de videojuego comenzó a desintegrarse.
Las lesiones de Carvajal y Militao han transformado por completo la plantilla, poniendo a Lucas Vázquez en un foco inesperado y a Tchouaméni en una posición que no domina. Al gallego se le vieron las costuras en aquella semana dramática ante Barça y Milan y el francés cuajó el domingo una de sus peores actuaciones, totalmente superado en la marca, en velocidad y en los duelos individuales.
El 4-2-4 y la parálisis
Al caer Tchouaméni a la posición de central y elegir Ancelotti a Rodrygo por delante de otro centrocampista, el Madrid se rompe, como se pudo ver ante el Barça. El equilibrio que le hizo campeón de Europa en ese 4-4-2 con Bellingham en la punta de un rombo liderado por Kroos ya no existe. Ahora es un 4-2-4 en el que pocas cosas fluyen, especialmente contra los grandes del continente.
En ataque está falto de ideas, paralizado ante equipos que, como el Barça, le dejan sin espacios. No puede dominar el juego como lo hacía con Kroos porque Camavinga y Valverde son todoterrenos imparables, no metrónomos. Y en defensa hace aguas, insistiendo Ancelotti en ese famoso bloque bajo con el que ganó dos Champions. No es otra cosa que cerrarse y buscar la velocidad al contraataque, simple y efectivo, pero imposible con el nivel actual de sus defensa, lastrada por ese Lucas-Tchouaméni del carril derecho y por la poca ayuda de Rodrygo y Vinicius a los laterales.
Y ante los problemas, la búsqueda de soluciones. El cuerpo técnico entendió después de los duelos ante Barça y Milan que Lucas no podía ser titular en partidos grandes y planeó situar ahí a Valverde. Pero perder al uruguayo en el centro del campo era demasiado riesgo. El mercado parece una opción casi obligada para cualquiera, aunque en la dirección de Chamartín se trabaja más por proyecto que por impulso. Los planes por encima de las necesidades puntuales.
Ancelotti y sus futbolistas, tras el 2-5 del domingo en Yeda.EFE
El fichaje de Alexander-Arnold va por buen camino, pero más para verano, cuando sea libre, que ahora en invierno pagando un traspaso al Liverpool. Como el curso pasado, tras las lesiones de Militao y Alaba, la urgencia deportiva no parece que vaya a cambiar el mapa de los despachos. Ni fue así antes ni parece que vaya a ser así ahora salvo que en Anfield rebajen sus pretensiones.
En el conjunto blanco señalan ese plan como la base principal de sus éxitos recientes. Si uno analiza los fichajes del Madrid en el último lustro, no hay urgencias y sí realidades. La respuesta al adiós de Benzema fue la cesión de Joselu (y adelantar a Bellingham) las llegadas hace tiempo que son 'jugadores inversión', como los llaman en Valdebebas, o gangas a coste cero. De Camavinga y Tchouaméni a Alaba o Rüdiger. El próximo sería Arnold.
Plan deportivo
Hay un plan económico y deportivo sobre la mesa que, de momento y condicionado por las lesiones, deja al vestuario con varias sombras complicadas de corregir. Se buscará un centrocampista organizador y con calidad, pero no en invierno ni con prisa, esperando un paso adelante de Valverde y Camavinga. Se buscará un central joven asumiendo la edad de Alaba o Rüdiger y los problemas físicos de Militao, pero tampoco será con urgencia. Tchouaméni y Asencio son, para el club, soluciones de emergencia y se espera a Alaba.
Se considera que hay piezas suficientes y que es deber de Ancelotti y de los futbolistas a nivel individual hacerlas funcionar. El lateral, conscientes de que Lucas está sólo y que Valverde es mediocentro, podría ser el foco de interés para un parche, pero siempre, como lo que fue Joselu, a coste mínimo.
En la última Asamblea, el Madrid anunció una cifra de negocio de 1.073 millones, 150 más que en 2023, un saldo en tesorería de 83 (40 millones menos), un presupuesto de gasto de plantilla de 482 millones (20 menos que la anterior), una subida en los ingresos de marketing de 90 millones (hasta los 426) y un presupuesto para este curso de 1.127 millones, sin contar los conciertos, pendientes de la pelea legal con los vecinos. Dijo Florentino que no hay que darle "mucha importancia al tema de los ingresos, porque el grueso viene de patrocinadores y estos son espectaculares". Hay dinero, parece, pero también un plan, un carril. Balones a Ancelotti.
Es difícil competir cada Navidad y alrededores por hacer el mayor ridículo de España. Están los adultos con jerséis de renos (yo, lo confieso), el creciente número de amigos que da la turra en las cenas con sandeces escuchadas en lo de Iker Jiménez e, incluso, el villancico anual de Leticia Sabater. Palabras mayores. Pero desde 2020, cuando decidió vender cualquier atisbo de dignidad y llevar la Supercopa a Arabia Saudí, el fútbol español no admi
Hazte Premium desde 1€ el primer mes
Aprovecha esta oferta por tiempo limitado y accede a todo el contenido web
El Madrid abandonó el césped del King Abdullah de Yeda justo cuando el Barça levantó la Supercopa en el escenario montado en el centro del campo. Fue la imagen de la noche. El éxtasis culé y la tristeza madridista después de una 'manita' histórica, otro resultado sonrojante para el conjunto blanco esta temporada tras el 0-4 de octubre.
Unos segundos antes, Florentino Pérez quitaba algo de hierro a la derrota al cruzarse con Luka Modric, capitán, cuando los futbolistas recogieron las medallas. "Alguna vez teníamos que perder una final, ¿no?", le dijo el presidente al croata. Ya en zona mixta, el centrocampista reflexionaba sobre la derrota de Yeda y el acumulado de la temporada, que deja un balance de nueve goles para el Barça y dos para el Madrid en dos encuentros. "No es algo bonito que tu máximo rival te meta nueve goles en dos partidos. Tenemos que analizarlo y mentalizarnos para los próximos partidos", declaró.
Eso sí, el croata también admitió que, si hay que perder, mejor en la Supercopa que en otro momento del curso. "Si hay que perder alguna copa, preferimos que sea esta, aunque nunca es fácil perder contra tu gran rival. Es fútbol. Ellos han sido mejores y nosotros a lo nuestro, a corregir los errores", finalizó.
En la sala de prensa, Ancelotti, señalado en la noche de Yeda, salvaba a Mbappé y reconocía el desastre de la noche. "Salvo a Mbappé. Del resto no me quedo con nada, hay que olvidarse y mirar adelante", aseguró. El italiano admitió su "tristeza" y los errores: "Entiendo el enfado de la afición. No hemos estado bien desde el primer minuto, hemos defendido mal, lo dije antes del partido. Ellos defendieron bien y han merecido ganar".
Los datos de Ancelotti
El 0-4 del Bernabéu y el 2-5 de Yeda hacen un daño gigante a las sensaciones que había tenido el equipo en las últimas semanas y se suman a una serie de derrotas catastróficas contra su eterno rival. Con Ancelotti al mando, el Madrid ha concedido cuatro o más goles contra el Barça en cuatro ocasiones: En la 13-14, la 21-22 y dos este curso.
A los blancos hay que elogiarles las dos Champions y las dos Ligas que han ganado bajo el mando del italiano en la segunda etapa, pero en Chamartín, ya lo saben, se vive en el presente, y nada duele más que una derrota contra el Barça.
El balance de Ancelotti ante el cuadro azulgrana es de nueve victorias y nueve derrotas en 18 encuentros. Ampliada esa estadística con los derbis ante el Atlético de Madrid, segundo enemigo notable para el Bernabéu, el desequilibrio es mayor. 15 derrotas y 3 empates en 24 partidos. "Tenemos que mirarlo todo, ellos han marcado de manera sencilla los goles", repitió el italiano.
El técnico centró el desastre del duelo en la parte defensiva, pero en ataque la cosa no fue mucho mejor. El Madrid encontró premio en su primer disparo a puerta y después de la expulsión de Szczesny no supo hacer daño al Barça. "Pensaba que después de la expulsión podíamos remontar. No he pensado en una goleada mayor en caso de que no hubiera habido expulsión", aclaró.
El conjunto blanco abandonó el King Abdullah a toda prisa. El duelo terminó a las 00:15 hora local, Ancelotti terminó de hablar a las 00:40 y 1:15 salió por la zona mixta el último hombre de la plantilla, Modric, que había hablado ante los medios. Una hora más tarde ya estaban en el aire.
Caras largas en el conjunto blanco, especialmente en sus estrellas. Ni Vinicius ni Bellingham consiguieron aparecer en el partido y abandonaron el estadio en silencio, con la cabeza baja y sin esbozar un gesto.
La semana de Dani Olmo acaba con un baile en el que Olmo sólo disfrutó de los últimos compases. El baile de un Barça que fue incapaz de seguir un Madrid lento y patoso, salvo por los primeros pasos del Mbappé verdadero, aunque pasos insuficientes para el ritmo coral de su rival. Ni siquiera la deseada coyuntura de adelantarse en el marcador para esperar y lanzarse a los espacios, pudo detener a un Barça que ganó a lo Barça y a lo Madrid, que fue
Hazte Premium desde 1€ el primer mes
Aprovecha esta oferta por tiempo limitado y accede a todo el contenido web
La goleada del Barça a todo un Real Madrid en una final es, simplemente, una vergüenza para el prestigio blanco. Es absolutamente inaceptable. Y todo apunta a un entrenador que no está capacitado para seguir y que no se puede mantener en en el puesto. Ni con un jugador más, el Madrid tuvo estrategia ni sensaciones para una sola ocasión de gol con la que maquillar un resultado escandaloso.
La maravillosa primera jugada de Mbappé en tan sólo seis mi
Hazte Premium desde 1€ el primer mes
Aprovecha esta oferta por tiempo limitado y accede a todo el contenido web
El Barça de Hansi Flick tiene un aura especial cuando enfrente ve al Real Madrid. Puede tropezar en Liga o en Champions, incluso con algún estruendo, pero se convierte en una máquina letal en cada Clásico. Lo hizo en octubre en el Bernabéu con un 0-4 en la segunda mitad del duelo pero en Yeda ni siquiera tuvo que esperar. Arrancó el partido calentando a Courtois, que sacó dos manos magistrales, y se sobrepuso a la soberbia cabalgada de Mbappé para abrir el marcador en el minuto 5. Aún no habían hecho conexión los tres jugadores que electrifican a los azulgrana.
Lamine Yamal, Robert Lewandowski y el capitán Raphinha son un tridente que martiriza al Real Madrid. Los tres marcaron aquel sábado de octubre para desesperación de la parroquia de Chamartín y volvieron a hacerlo ante una grada menos apasionada que no pudo dejar de aplaudirles. En 17 minutos escoraron la final de la Supercopa, que empujó un poco más Balde antes del descanso de forma que ni la épica del Real Madrid para las remontadas parecía posible. Desde mayo de 2009 no recibían más de tres goles de los azulgrada en los primeros 45 minutos.
El tridente de ataque de Flick suma 52 goles en todas las competiciones y ocho al eterno rival en sólo dos partidos. Lamine Yamal abrió el marcador con un gol disfrazado de Leo Messi para empatar y desatacar el vendaval azulgrana. Era su segundo gol en el Clásico y el séptimo de la temporada. Mucho más habituado está Lewandowski, aunque anoche batiera a Courtois de penalti para sumar el tercero que le hace al belga este curso. Lleva 26 el polaco, que ya ha marcado en todas las competiciones.
A la fiesta se sumó Raphinha, elegido mejor jugador de la final. Para el brasileño el brazalete se ha convertido en una poción mágica que engorda sus estadísticas. Marcó el tercero cabeceando un balón cruzado de Koundé y volvió a desnudar a la defensa blanca nada más arrancar la segunda parte. 19 goles lleva en sólo media temporada, tres en los dos duelos contra el eterno rival. Los tres jugadores son veneno para el equipo de Ancelotti.
Mbappé y una expulsión
Endulzó el marcador Balde en el último minuto de los 10 que añadió Gil Manzano -muy necesitado de VAR en esta final- a la primera parte. El joven lateral se sacudió el pesar por haber salido en la foto del primer gol, quebrado por Mbappé.
Parecía que el francés iba a vivir su gran noche y olvidar aquellos ocho fueras de juego y los tres mano a mano con Iñaki Peña en el enfrentamiento de Liga. Lo logró con un gol que le convierte en anotador en todas las finales que han disputado los blancos, porque ya batió la portería del Atalanta en la Supercopa de Europa y la del Pachuca en la Intercontinental. Después llegó un pisotón de Koundé que le eclipsó y sólo apareció, de nuevo de manera decisiva, en el minuto 58 cuando se escapaba y Szczesny lo frenó en falta fuera del área. Expulsión del guardameta y gol de Rodrygo ante un frío Iñaki Peña.
Junto a él había saltado al campo Dani Olmo. Flick protegió al protagonista de la polémica en el arranque del año futbolístico y, cuando lo puso a jugar, ya nadie se acordó. Sólo él mandó un mensaje: el gesto del reloj, parado para él durante algunos días, y un beso al escudo demostrando que siempre estuvo dispuesto a esperar.
Este título, y de la manera que lo consiguió el conjunto azulgrana, es un espaldarazo para enchufarse de nuevo a la pelea por la Liga. "Es un plus de confianza. Estoy muy orgullo de lo que ha hecho el equipo porque hace tiempo nos costaba superar cuando nos hacían un gol. Incluso después de la expulsión dijimos que nos iba a tocar sufrir pese a la ventaja y lo hemos sabido hacer", aseguraba Koundé al final del encuentro, justo después de recibir un premio a la mejor asistencia de la final por su balón largo que Raphinha convirtió en el tercer gol.
Tenían muy claro los azulgranas cómo hacer daño a su rival: "Hemos aplicado el plan de partido, que era presionar porque si al Real Madrid le dejas espacios, se te complica. Luego hemos mantenido la calma y tenido paciencia para ganar el título, que siempre es especial y más en un Clásico".
Tan especial fue el partido que no recogieron el trofeo ni Raphinha, tras unas psicodélicas gafas de sol, ni Ronald Araújo. Fue Ter Stegen, lesionado, quien saltó al césped para recoge la medalla de manos del presidente de la RFEF, Rafael Louzán, y alzar el trofeo, que esperan que no sea el último de la temporada. Por si acaso, Joan Laporta no perdió la ocasión de festejar en el césped, Supercopa en mano, como si fuera un futbolista más.