Curazao hizo historia este martes al clasificarse por primera vez a un Mundial de fútbol y convertirse en la nación más pequeña en llegar al torneo más importante de este deporte, después de empatar 0-0 con Jamaica en Kingston y ganar el Grupo B de la Concacaf.
La selección curazoleña, una sorpresa en estas eliminatorias, llegó al Independence Park necesitado solo de un empate ante unos Reggae Boyz que aplazarán la ilusión de volver a una Copa del Mundo después de 28 años, agarrándose a la repesca de marzo como última oportunidad de asistir a la cita.
En la última jornada de las clasificatorias de la Concacaf, también obtuvieron boleto directo al Mundial las selecciones de Panamá y Haití.
Tras el pitido final, la hazaña de los dirigidos por el neerlandés Dick Advocaat se transformó en gritos de júbilo, abrazos y lágrimas, una fiesta esperable para un equipo que representa una isla con menos de 200.000 habitantes.
Los curazoleños, que venían de golear 7-0 a Bermudas en la penúltima fecha, se mostraron muy sólidos ante Jamaica, apoyados en figuras como Leandro Bacuna, el zaguero Roshon van Eijma y el extremo Sontje Hansen.
La generación dorada de esta pequeña isla, que milita en ligas europeas, terminó de escribir en Kingston el capítulo más grande de su historia deportiva.
Jamaica, que necesitaba ganar para clasificarse sin depender de otros resultados, lo intentó con la potencia de Renaldo Cephas y el apoyo de un público entregado, pero se topó tres veces con los palos del arco defendido por Eloy Room.
En la rueda de prensa al final del partido, el entrenador inglés de Jamaica, Steve McClaren, renunció a su cargo como una manera de "asumir la responsabilidad" y para darle paso a "una nueva voz y una nueva energía que el equipo requiere para avanzar".
Curazao, acostumbrada a habitar los últimos puestos de la región hasta hace apenas una década, se convierte así en la quinta selección caribeña que accede a una fase final mundialista, después de Cuba, Haití, Jamaica y Trinidad y Tobago.
La pequeña nación caribeña se unirá por ahora a Jordania, Cabo Verde y Uzbekistán como selecciones debutantes en la próxima cita mundialista. Al club de la primera vez podrían unirse también Nueva Caledonia, Surinam, Albania, Kosovo o Macedonia del Norte, clasificadas al repechaje de marzo.
El Grupo B terminó con Curazao líder con 12 puntos, seguida de Jamaica (11), Trinidad y Tobago (9) y Bermudas sin puntos.
En una noche histórica para el fútbol caribeño, en el Grupo C, Haití también obtuvo su boleto directo y Surinam, segunda del Grupo A, jugará el repechaje intercontinental.
Desencanto, tristeza y casi Turquía mata el récord de la selección milagro. Un empate paupérrimo y también hasta una alarma, porque la selección fue cabeza de turco. Hizo un mal partido y llegó a recordar la tontería de De la Fuente en Glasgow, la última derrota de su selección.
Este equipo es también vulnerable. Se le pueden hacer goles. Incluso dos y casi tres. Aunque sólo cuatro minutos había tardado Olmo en marcar, como precipicio de la goleada (?). Pero lo que ocurrió después es que la selección era una pura caricatura de otros partidos.
Menudo repaso táctico le dio Montella a nuestro seleccionador. Con jugadores suplentes y con el lujo de reservar a Güler. Su defensa de cinco deslomó la pretenciosidad y la falta de ambición de España.
De la Fuente alineó mal, muy mal. Sólo hizo cuatro cambios, pero destrozó todas las coordenadas de su grupo. Se hacía muy mal la presión para amargar a los turcos.
Así que los turcos salían con facilidad de vez en cuando y había excesivos metros entre el centro del campo y los defensores. ¿Por qué? La clave fue que el péndulo de esta selección, Zubimendi, no puede ser sustituido por un mediocre Aleix García, que provocó un agujero en el equipo.
Yeremi Pino fue un patinazo, que incluso molestaba las incursiones de Llorente. Fabíán Ruiz parecía un fantasma en el centro del campo. Ni presionaba ni creaba. Encima desaprovechó una oportunidad de las que no se fallan, nunca. Desde la lesión es otro jugador.
De la Fuente presume que ve todos los partidos de los españoles en Europa. Pues no debido de ver mucho a Aleix, que está siendo un fracaso en el anterior equipo de Xabi Alonso. Aleix no hacía lo que tenía que hacer. Y parecía un jugador perdido, como si estuviera en Leverkusen. No era el día , porque hasta a Oyarzabal se le veía muy cansado y falló dos ocasiones fáciles. Si estuvo entonado Olmo, que era el mejor.
Además, a la selección se la vio cansada, rígida, poco centrada en lo que jugaba, con la desesperación de ser villanos en esa isla maldita para su entrada y salida.
Ignoro y me sonrojo que no apareciera Barrios en el medio del campo. Y Fermín demostró que debería ser insustituible. Hay otros jugadores que son para el seleccionador como su guardia pretoriana, pero le fallan.
España se ha clasificado, aunque el empate turco fue como una señal de alarma. Un arañazo al corazón de esta selección. Una preclaro aviso si De la Fuente vuelve a destrozar a la columna cerebral del equipo.
Se dirá que ha arrasado en esta fase clasificatoria, pero con Bulgaria y Georgia no se puede presumir mucho. Fue una noche nefasta, con la tristeza de no llenar ni medio campo de La Cartuja, como una dormida en el limbo en una pesadilla de la que ni se puede entrar ni salir. Te vuelves un cartujano como lo que vivían en esta Cartuja.
Ser tan insultantemente superior tiene estas cosas. ¿Qué cosas? Pues cosas como el partido de anoche en Sevilla, donde nada había en juego y donde todos lo sabían. Lo sabía Luis de la Fuente, que movió a cuatro jugadores para dar paso a chicos que no tienen mucho protagonismo. Lo sabía Montella, el seleccionador turco, que se guardó a todos los buenos que estaban apercibidos y, si veían tarjeta ayer, se perderían la repesca (Çalhanoglu no viajó, Güler y Yildiz lo vieron todo desde el banquillo). Lo sabía el público, que apenas medio llenó La Cartuja para ver un empate, y gracias. [Narración y estadísticas (2-2)]
Lo sabían todos, de modo que la sesión derivó en algo bastante aburrido. España jugará, y como una de las más favoritas, si no la que más, el Mundial del próximo verano, y ya sólo le queda saber los rivales en la primera fase (el sorteo es el 5 de diciembre). El empate deja un sabor tontorrón, como feo, aunque no tenga la más mínima trascendencia, y de paso salva la racha de partidos oficiales sin perder. La selección igualó ayer a Italia. Por los pelos, todo sea dicho, porque Turquía a punto estuvo de dar el susto.
El seleccionador podría haber puesto incluso a la unidad C, si es que existe, pero se conformó con hacer algunos retoques. Por ejemplo, decidió guardar a dos futbolistas que, pensándolo bien, son hoy los más importantes del grupo. Se trata de Zubimendi y Pedro Porro. Todas las incógnitas que rodean al desempeño de Rodri y Carvajal hacen que el mediocentro del Arsenal y el lateral del Tottenham sean, hoy, capitales.
Un elemento extraño
Detrás de Zubimendi el nivel ya baja, y mucho, aunque Aleix García, su sustituyo ayer, sea un buen jugador. Pero es eso, un buen jugador. Sin más. No el mejor mediocentro del mundo. En el caso de Pedro Porro, todas las vueltas que ha dado De la Fuente hasta encontrarle y tranquilizarle en el puesto merecen protegerlo, porque igual, detrás de él no hay mucho. Llorente cumple, pero es otra cosa. Es como un elemento extraño en una selección como la española. Es como que no pega.
Las otras dos caras nuevas fueron Dani Olmo y Yeremi Pino. Precisamente el futbolista del Barça acertó con la portería nada más empezar, así que al partido se le quitaba en ese momento la poquísima emoción que ya tenía. La primera parte fue surfeando la agradable noche sevillana en busca del descanso con Turquía metida en su campo, desinhibida cuando podía correr (muy pocas veces), pero muy académica en su 5-4-1, que a veces mudaba en un concreto 6-4 (seis defensas y cuatro medios corriendo como posesos detrás de la pelota).
Inevitablemente España se relajó, porque andando logró ir acumulando ocasiones. Una de Oyarzabal por aquí, otra de Olmo por allá, un paradón del portero turco un poquito más allá... Tanto se relajó que, aunque fuera a ratos, vio peligrar el récord de partidos invicta, que ya son 31, a uno de quedarse sola en ese escalón de la historia (se la jugará con Argentina en marzo). Sí se le escapó entre las manos otro, el de ser un equipo que termina una fase de clasificación, seis partidos, sin encajar un gol. Producto de esa natural relajación, en un córner los turcos encontraron el tanto después de un barullo. Era un asunto menor el del gol, al menos en ese momento.
Fermín, durante el partido contra Turquía.José Manuel VidalEFE
A la vuelta del descanso la inercia cogió vuelo y hasta Unai Simón tuvo que sacar con una buena mano la chilena de Yilmaz justo antes de que Turquía, envalentonada, se pusiera por delante, algo que no le ocurría a España desde el mes de marzo, cuando Países Bajos se le puso 2-1 arriba en la ida de los cuartos de final de la Liga de Naciones. Para ese momento el equipo ya estaba desconectado del partido.
Por suerte para los números se pudo conectar rápido con el gol de Oyarzabal justo antes de irse a descansar y dejar paso a Samu, uno de los opositores al puesto de Morata. El chico no pudo enseñar gran cosa, ni cosa pequeña, porque en el tramo que le tocó jugar no pasó casi nada. Si acaso, que Unai Simón tuvo que hacer otra gran parada para evitar el segundo sofoco.
A esas alturas de la película ya importaba muy poco lo que pasara, a excepción, claro, de que Turquía marcase, en cuyo caso ese récord de partidos sin perder se hubiera ido a paseo. Pero, más allá de eso, que puede tener trascendencia, o no, a este equipo tan insultantemente superior a casi todos los rivales le vendrá bien descansar hasta marzo, recuperar jugadores y poner el contador de la energía a cero de cara al Mundial. Sentirse tan por encima del resto tiene estas cosas. Cosas como la de ayer, que casi le cuestan un disgusto de lo más absurdo.
España llega al Mundial en su día más gris y descomprimido, después de levantar la Eurocopa, como hizo en 2010, y con más solvencia en el campo que entonces, aunque decirlo con la perspectiva posterior, el título conquistado en Johannesburgo y la segunda Eurocopa, parezca un sacrilegio. Ahora lo hace con el mismo entrenador, Luis de la Fuente, y después de perder la Liga de Naciones en los penaltis, mientras un año antes de aquel Mundial, la España que acababa de heredar Vicente del Bosque cayó con claridad en las semifinales de la Copa Confederaciones ante Estados Unidos. Esta fase de clasificación, cerrada con 21 goles a favor y dos en contra, refuerza su posición en el primer puesto del ranking FIFA. El sueño de un segundo Mundial es realizable, pero el camino hasta entonces y una vez en el torneo, está lleno de trampas. La primera es que cualquier relajación, como la sufrida ante Turquía, hace a España vulnerable.
Pero antes de llegar hay más trampas. Una tiene que ver con la administración de los jugadores, inmersos en un calendario de locos. Lamine Yamal y Nico Williams, los dos futbolistas más diferenciales en la Eurocopa conquistada, dependen de una cuidadosa recuperación de sus pubalgias que han de realizar en paralelo a su participación con sus clubes, que piensan en sus objetivos, no en el Mundial. Los jugadores han de tener, pues, un gran sentido de la responsabilidad, en su exposición y recuperación, y la Federación debe estar cerca de ellos, misión que corresponde a Aitor Karanka, no a De la Fuente, por el desgaste que supone la primera línea. Es lo que hizo Fernando Hierro con Iniesta. El último episodio del caso Lamine demuestra que estamos lejos de esa dinámica.
El sorteo, el 5 de diciembre en Washington, definirá el camino, todavía bajo las ocurrencias de Donald Trump, que quiere cambiar algunas sedes gobernadas por demócratas con la excusa de la seguridad, como es el caso de Seattle, a cuya alcaldesa calificó de "comunista". En un Mundial de semejantes proporciones, con temperaturas y usos horarios distintos, es clave la elección del lugar de concentración. El de Curitiba, en Brasil 2014, fue un desastre, una ciudad fría para ir a debutar al calor de Salvador de Bahía. El desenlace, mejor no recordarlo.
De España se destaca su juego, la calidad de sus futbolistas y la variedad de recursos, aunque continúa pendiente fijar el rol del 9, con Oyarzabal ya como principal candidato. Sin embargo, el mejor dato para encarar el torneo es el de haber encajado solo dos goles en esta fase de clasificación, los que logró Turquía en La Cartuja. Son los mismos que le marcaron a la campeona de 2010 en todo el torneo en Sudáfrica. Incluso la selección del tiki-taka tuvo que ser pragmática, con victorias por 1-0 salvo el 2-1 frente a Chile, en el fútbol más pragmático y sembrado de trampas, donde se necesita el talento, por supuesto, pero también el temple, la suerte y al portería a cero.
Su primera experiencia en solitario le ha llegado esta temporada, pero Davide Ancelotti (Parma, 1989) lleva más de una década acompañando a su padre, Carlo, en los banquillos de toda Europa: París, Madrid, Múnich, Nápoles y Liverpool (Everton). A sus espaldas, tres Ligas de Campeones y muchas lecciones de fútbol y vida que ahora trata de poner en práctica en el Botafogo, al que cogió debilitado en novena posición y ya tiene sexto, cerca de jugar la Libertadores y revalorizando a jóvenes jugadores. En Brasil charla con EL MUNDO sobre su nuevo país, el Madrid y el próximo Mundial, donde volverá a situarse al lado del padre.
Lleva cinco meses al frente del Botafogo, ¿qué tal?
Botafogo está viviendo una temporada de altibajos porque ha revolucionado toda la plantilla. Ha vendido a los mejores jugadores y ha dejado parte del dinero recaudado para el mercado de enero. El año pasado jugaron más de 70 partidos, incluido el Mundial de clubes, han empezado la temporada con pocos futbolistas y han cambiado de entrenadores. Yo soy el tercero este curso, llegué un poco en el medio de todo y en agosto también se me fueron varios chicos. Del equipo que ganó la Libertadores quedan pocos. Entonces ha costado un poco, pero el equipo ahora está mejor y más cerca del objetivo, que es entrar en Libertadores de manera directa. Ha sido complicado, pero también cuando vine aquí buscaba eso, la gestión de las dificultades. Estoy disfrutando la experiencia.
Después de tanto tiempo compartiendo banquillo con tu padre y con amigos, ¿cómo lo ha vivido a nivel personal?
Con mucha ilusión. Hay cosas que no ves venir, claro, pero por eso acepté el desafío. Sabía que habría dificultades y que era un fútbol distinto al europeo, pero que me iba a venir bien para mi futuro. Entrenar al campeón de Sudamérica era una gran oportunidad. Al ser la primera experiencia como entrenador necesitaba un poco de tiempo de adaptación y hay cosas que me han sorprendido, que tienes que vivir para aprenderlas, condiciones como el clima o el césped a las que te tienes que adaptar... Es una escuela, un máster.
¿El contacto futbolístico con su padre o con Francesco Mauri y Mino Fulco, sus compañeros en Madrid que ahora están en la selección brasileña, sigue existiendo?
Es difícil separar la amistad y el fútbol. Seguimos en contacto tiempo porque sigo interesado en lo que les pasa e intento ayudar, y ellos igual. Ahora tengo un conocimiento de la liga brasileña que me permite aconsejarles.
¿Cuál es su idea de fútbol?
A mí me gusta el fútbol vertical y creo que ahora he conseguido un equipo bastante vertical, que intenta salir con el balón. Luego seguro que tendré plantillas distintas a las que tengo ahora y te tienes que adaptar, pero con esta plantilla sí puedo jugar un fútbol de transición eficaz.
¿Cree que el fútbol brasileño ha perdido talento?
Creo que no. El talento sigue ahí. Si ves los extremos que tiene Brasil, es difícil que otros países lo igualen. Jugadores que marquen una época como Ronaldo o Ronaldinho no pasan todos los días, pero el talento de Estevao, Raphinha, Rodrygo, Vinicius, Cunha... El tema es que un Mundial es difícil ganarlo sólo con talento ofensivo. Si ves los últimos torneos, son partidos igualados en donde es clave la defensa y el balón parado. Es verdad que en el fútbol brasileño yo me esperaba un fútbol más técnico, pero es de mucho duelo. De mucha influencia y mano de los entrenadores. Esto me ha sorprendido, pensaba que era más un fútbol de toque.
Su padre siempre repetía que le gustaba darle libertad a los jugadores en ataque. ¿Cree que en el fútbol de ahora se controla demasiado?
Es un fútbol que va más hacia los duelos, donde el físico del jugador es muy importante. La mayoría juegan con tres centrales y no se si es por falta de talento ofensivo, pero se tiende a jugar con un defensa más y un delantero menos. El nivel de detalle es importante. Hoy es complicado que a los jugadores sin intensidad defensiva el equipo les pueda sostener, el jugador de talento no se puede olvidar de defender. Si no defiendes con todos, todos los equipos te hacen daño. Hay mucha organización y menos momentos de caos, que son los que emocionan más. A mí lo que más me gusta es la transición, la verticalidad... Esto el Madrid aún lo tiene, por ejemplo. El caos. El Madrid en el caos es el mejor del mundo.
¿Todavía observa al Madrid con ojos de entrenador o como aficionado?
Ahora lo sigo más como aficionado. Ha cambiado bastante la plantilla y no es el mismo equipo que el año pasado, pero lo sigo con cariño.
¿Qué fue lo más difícil de sus años en el Bernabéu, la parte futbolística o la gestión del vestuario?
En la gestión el que tiene la mayor responsabilidad es el entrenador, y yo creo que mi padre lo hizo muy bien esos años. En mi caso era más el trabajo táctico que hemos tenido que hacer cada año, encontrar soluciones porque las circunstancias cambian y cada año es una historia nueva.
¿Hasta qué punto ha podido influir en Carlo durante estos años?
Siempre he intentado ser desafiante, que es lo que creo que él necesita. Y creo que he podido influirle, pero luego es él el que decide. Y no siempre hemos estado de acuerdo en lo que se hacía. Se discute y no pasa nada. Todo se tiene que discutir hasta que el entrenador tiene la última palabra. Siendo mi padre, le he entendido mejor que los demás. Es una persona muy tranquila, aunque a veces se ha malinterpretado la tranquilidad con la falta de exigencia. Es algo que me está pasando a mí también. Si se gana, el ambiente tranquilo es fantástico, pero cuando se pierde se dice que es una debilidad. Mi padre es muy exigente con sus futbolistas y eso se ha malinterpretado.
Como si no se pudiera ser buen gestor y buen entrenador.
Sí, y el buen gestor, el gestor tranquilo, no es el gestor que no exige. Tú puedes ser una persona tranquila a la que pocas cosas pueden enfadar, pero a veces hay que dejar las cosas claras. A veces sí pasa que con las personas tranquilas el ambiente se relaja y tienes que intervenir. Entrenador y gestor son dos cosas distintas y hay que respetar al entrenador. Un entrenador de primer nivel, y ya no te digo que haya ganado cinco Champions, tiene conocimiento. Es absurdo cuestionarlo.
¿El vestuario del Madrid funciona mejor desde la libertad que desde el control?
Creo que durante estos años ha funcionado un poco de todo. Ahora el vestuario ha cambiado, se han ido Lucas y Modric que eran dos líderes y se estarán generando nuevas dinámicas dentro del grupo. Yo veo al Madrid líder de Liga y dentro de los ocho mejores de Champions en noviembre. La exigencia siempre es alta, pero están donde tienen que estar. Tiene un entrenador más que preparado para entrenar al Madrid y es normal que necesite tiempo. Pero hay poca paciencia. Mi padre no siempre ha sido tranquilo y bueno, también ha sido intervencionista y duro con ellos en muchas charlas. No siempre ha dado libertad. A veces, con jugadores de este nivel, también funciona el shock y la bronca, si es auténtica. A veces se necesita. Xabi ha sido futbolista y ha jugado en el Madrid, sabrá cómo manejar ese grupo.
Su padre contaba hace unos días que había hablado con Vini y le había dicho que se había equivocado al enfadarse cuando fue sustituido.
Con Vini siempre ha tenido una relación muy cercana porque coincidió su llegada con la explosión del jugador. Se han dado mucho el uno al otro y con mi padre Vini ha podido expresarse y es normal que mi padre le haya dicho lo que piensa. Vini es muy competitivo, muy volcánico cuando juega, pero se le pasa y tiene la capacidad de saber cuándo se equivoca.
¿Usted estará en el cuerpo técnico de Brasil en el Mundial? ¿Ve a la selección con opciones?
Tengo posibilidad de volver. Cuando firmé con ellos acordé estar hasta final de temporada centrado en los objetivos del Botafogo y después con la posición de acompañar a la selección en el Mundial. El equipo tiene de todo para competir con cualquier selección. El Mundial se gana con defensa, balón parado y transición. Y Brasil tiene todo eso.
¿Notan la presión?
De momento mi padre está tranquilo, creo que lo empezaremos a notar cuando se termine la temporada. Es una afición muy exigente y los ambientes son impresionantes. Aquí la selección se vive mucho, se sienten muy identificados con la camiseta. Va a ser increíble el Mundial.
La selección italiana, más de una década después, sigue sin la certeza de poder pisar el escenario de un Mundial. Como una pesadilla que se repite, la escuadra azzurra continúa posponiendo su posibilidad de acceder a un torneo que el año que viene se organizará en el continente americano. Si no logra el pasaporte, Italia enlazaría, por primera vez, tres ausencias conseguidas (2018 en Rusia, 2022 en Catar y 2026 en en Estados Unidos, México y Canadá). Serían 16 años sin lucir en un Mundial las cuatro estrellas doradas que figuran en su camiseta por la conquista de la competición más relevante.
En el último partido, el disputado el pasado domingo contra Noruega, en el estadio milanés de San Siro, Italia empezó marcando el 1-0 en el minuto 11, pero se derrumbó en la segunda parte, encajando cuatro tantos en los minutos 63, 78, 79 y 92; con doblete de Erling Haaland en tan sólo un minuto. Esta humillante derrota por 1-4 coloca a Italia en la segunda posición dentro del Grupo I y deja momentáneamente al conjunto azzurro fuera del Mundial. Los chicos del seleccionador Gennaro Gattuso tendrán otra oportunidad en la repesca del próximo mes de marzo, la última posibilidad para evitar un fracaso sin precedentes y abrir una crisis monumental.
Italia se angustia y Noruega se baña en la euforia. La última vez que esta selección participó en un Mundial, Haaland no había nacido. Fue en Francia 1998, edición en la que cayó en los octavos de final.
El clima en la selección italiana está siendo bastante desolador, algo que se apreciar en la propia prensa transalpina, que muestra una mezcla entre severidad e indulgencia. Menos mal que, en la misma jornada, Jannik Sinner triunfó en las ATP Finals de Turín contra Carlos Alcaraz; una victoria que ha logrado eclipsar la enésima derrota del fútbol italiano. En las últimas horas, los principales periódicos italianos están reflejando con amargura la aflicción pública acerca de la escasez competitiva de la segunda selección -junto a Alemania- con más Mundiales de la historia.
«Estamos aquí de nuevo, por tercera vez consecutiva, hablando de reclasificación», publica en sus páginas el centenario periódico deportivo Gazzetta dello Sport. «Nos habíamos jurado a nosotros mismos que no volvería a pasar, que no estar sin dos Mundiales era demasiado», añade. «No hemos mantenido nuestra palabra. La derrota contra Noruega ha sido muy pesada», escribe el diario color rosa, mencionando la necesidad de la selección azzurra de jugar la repesca.
«Estamos en una mala situación, pero no tenemos que ceder al desconcierto, porque entonces sí que no habría vuelta atrás», se lee en las páginas deportivas del Corriere della Sera.
El diario Fatto Quotidiano es menos benevolente: «Italia no merece ir al Mundial más que otros países», lo cual desmonta, según el periódico transalpino, «la narrativa de la Federación y del seleccionador y de demasiados expertos condescendientes», que culpan al reglamento porque supuestamente favorece más a equipos menores de otros continentes en las rondas clasificatorias.
La sensación generalizada en Italia, tanto a pie de calle como en la prensa del país, es que no se puede perder la oportunidad de entrar en un Mundial dependiendo solamente del último partido de una ronda preliminar. El problema está en el origen de un equipo sin suficiente solidez.
Diarios como el Corriere defienden que hay que «estar cerca del seleccionador Gattuso porque él no tiene nada que ver» y resaltan los posibles motivos técnicos de la derrota, centrados en el esquema de juego: «Si la idea del entrenador es aquella de jugar con dos delanteros, está claro que debe haber uno válido en el banquillo». También añade con la posibilidad de poder intercambiarlos y no depender exclusivamente de Pio Esposito, autor del primer gol contra Noruega el pasado domingo. Gattuso no es capaz de buscar soluciones.
En Italia, a nivel deportivo y periodístico, se está produciendo un avance del tenis en detrimento del fútbol. Lo cual se ha podido comprobar en los quioscos del país este lunes, donde la portada de la Gazzetta dello Sport, por ejemplo, estaba casi totalmente dedicada a Jannik Sinner. «Eres siempre el Rey», mostrada en espacio estelar. En un pequeño recuadro aparecía el titular: «Italia humillada».
más calamitosa de nuestras eliminaciones camino de la Copa del Mundo (fueron cuatro, con vistas a Suiza-1954, Suecia-1958, México-1970 y Alemania-1974; a las otras dos que faltamos, Uruguay-1930 y Francia-1938 no nos inscribimos) fue la primera de todas, frente a Turquía. Un episodio chusco, con un seleccionador que accedió al cargo por el raro mérito de ser el dentista del presidente de la Federación y con un desenlace extravagante: un arrapiezo romano de 14 años, colado en los vestuarios del Olímpico de Roma, fue escogido como mano inocente para un sorteo que clasificó a los turcos.
Se llegó a eso tras una victoria en Madrid, una derrota en Estambul y un empatado desempate en Roma. Todo aquello me pilló con tres inocentes e ignorantes años, pero durante mucho tiempo escucharía de mis mayores y leería en prensa lamentos jeremíacos por aquel Lepanto al revés.
En 1950 fuimos cuartos en Uruguay, así que el precedente animaba. Allí habíamos ganado a los ingleses con un eterno gol de Zarra que provocó en el entonces presidente de la Federación, el doctor Muñoz Calero, un entusiasmo desmedido. Matías Prats estableció una conexión en Radio Nacional para que "ofreciera la victoria al Caudillo", y henchido de entusiasmo, el presidente federativo espetó: "¡Excelencia, hemos vencido a la Pérfida Albión!". Aquello creó una incomodidad diplomática que le costaría el puesto.
El General Moscardó, Delegado Nacional de Deportes como premio a su defensa del Alcázar de Toledo, nombró en primera instancia a Manuel Valdés Larrañaga, un falangista de primera hora (camisa vieja, se autodenominaban, como casta especial, para diferenciarse de los arribistas que al fin de la guerra acudieron por millares en auxilio del vencedor). Pero fue visto y no visto, porque pronto le nombraron embajador en la República Dominicana.
El 31 de enero de 1952, Moscardó confió el cargo al jerezano Sancho Dávila y Fernández de Celis, otro significado camisa vieja, primo segundo de José Antonio. Pistolero urbano en los días de la República, el golpe de Estado le pilló en la cárcel Modelo de Madrid, de la que salió gracias a la Embajada de Cuba.
Era hombre del toro, así que su designación cayó mal en la gente del fútbol, pues aún existía una desconfianza entre ambos mundos. Cuando yo era niño era frecuente que alguien te preguntara si te gustaba el fútbol o los toros. A su llegada se encontró sin seleccionador, porque el que había, el legendario Ricardo Zamora, aceptó una despampanante oferta de Venezuela. Lo resolvió contratando a Pedro Escartín, el gran sabio del fútbol español.
Símbolo anticomunista
Debutó con un 0-1 ante Argentina y siguió con un 2-2 ante Alemania y un 3-1 a Bélgica, todo ello en España. No era lo esperado. A eso siguió una gira por Sudamérica en el verano de 1953, que significó el debut de Kubala, el primer gran genio de importación de nuestro fútbol.
Fugado de Hungría con contrato en vigor con el Vasas, no pudo jugar en Italia por la fuerza del Partido Comunista Italiano y fue acogido de brazos abiertos en la España de Franco como símbolo anticomunista. Bernabéu le intentó fichar, pero la Federación le disuadió porque estaba suspendido por la FIFA. El Barça, que tenía de su lado al secretario de la Federación, Ricardo Cabot, se las apañó para inscribirle como aficionado a fin de utilizarle en amistosos. Al cabo de unos meses, tras nacionalizarle previo bautizo católico en Águilas (el pueblo del antes mencionado Muñoz Calero), pasó a jugar en el Barça, sin transfer FIFA.
Debutó en la Copa de 1951, que ganó, como ganaría el doblete Liga y Copa en 1952 y 1953, más la Copa Latina de 1952. Era un futbolista superior y un gran elemento de propaganda para el franquismo, que lanzó una película-panfleto protagonizada por él, Los ases buscan la paz. La predicada persecución del Barça por parte del Régimen tiene en este olvidado episodio un duro desmentido.
Partido de preparación entre los seleccionados españoles y Plus Ultra.E.M.
Aún no habían pasado los tres años preceptivos desde su nacionalización (se produjo el 1 de junio de 1953) para jugar con España, pero Escartín le llevó en su gira. Dado que se le tenía por un Superman, chocó la nueva derrota en Argentina (1-0) y la pobreza de la victoria en Chile (1-2). Escartín siempre fue un poco divo, las críticas por su juego defensivo en la gira le ofendieron y dimitió.
Marca hizo una encuesta nacional entre sus lectores para buscar sustituto, proponiendo cuatro nombres. Sancho Dávila pensó que le querían imponer el sucesor, decidió tomar el asunto en sus manos y dio la campanada al elegir a su dentista. Así, como suena. Se llamaba Luis Iribarren y no es que fuera un absoluto lego en fútbol, como su paciente: había militado en la época amateur en el Real Unión de Irún, aunque no por mucho tiempo, y siendo más bien un suplente.
Se fue a Nueva York, donde se doctoró en odontología y puso consulta en Madrid. Cuando sentaba a Sancho Dávila en el potro de tortura le hablaba de fútbol para distraerle. No era más que un mero aficionado, habitual de Chamartín y el Metropolitano, pero sin contactos en el mundillo ni un pasado glorioso que le avalara, pero al presidente le pareció un pozo de ciencia, le metió en el Comité de Competición, y le hizo seleccionador.
Había que encarar la clasificación para Suiza-1954. No parecía difícil: un doble choque con Turquía, país muy de segunda fila en fútbol, con un corto palmarés internacional: 23 partidos, siete ganados, tres empatados y 13 perdidos, 25 goles marcados, 50 encajados. El de España era otro: 97 partidos, 54 victorias, 22 empates, 21 derrotas, 224 goles a favor y 125 en contra. Habíamos sido cuartos en el último Mundial, y nos llegaba el refuerzo de Kubala. ¿Qué íbamos a temer?
Ensayo fallido
Hubo un ensayo previo, un amistoso contra Suecia, en San Mamés, el 8 de noviembre de 1953. Suecia tenía cierto prestigio, pero su liga todavía era amateur y sus buenos jugadores eran sistemáticamente absorbidos por Italia, o en algún caso, por España, y la selección los perdía. En San Mamés alinearían tres bomberos, tres camareros, dos maleteros, un ingeniero, un administrativo y un panadero, según informó puntualmente Marca.
Ni rastro de los Skoglund, Carlsson, Palmer, Gren, Liedholm o los hermanos Nordahl, todos ellos célebres profesionales. Pero, aun con eso y con Kubala, empatamos 2-2. Iribarren acusó a la defensa y se hizo el interesante: "Ya advertí antes del encuentro que Suecia era peligrosa".
Turquía nos visitó el día de Reyes de 1954, en tarde soleada y con el campo a reventar. Sólo repiten cuatro de los del fiasco en San Mamés. Caen el portero y la defensa al completo. Tampoco está Kubala. Aparte de que jugó mal ante Suecia, ahora se trataba de un partido oficial y por si acaso... España gana 4-1. Bien. Ya tenemos medio billete.
El 14 de marzo se devuelve la visita. Basta con empatar en Estambul. Sale a relucir aquello del infierno turco, el miedo a una encerrona en un campo seco, el público agresivo y todo eso, así que se decide contar con Kubala. Un poco con miedo, pero se le lleva. Sólo salen cinco de los que ganaron en Madrid, por la obsesión de que había que jugar de otra manera. El resultado es un pinchazo doloroso: 1-0. Como la clasificación es por puntos, no por goles, la derrota nos aboca a un desempate cuya fecha y lugar estaban predeterminados: tres días después, en Roma.
Los jugadores de la selección española posando antes de enfrentarse a Turquía en 1954.MARCA
El grupo, claro, es el mismo y vuela directamente desde Estambul. Ahora, en campo neutral, buen terreno y una vez digerida la sorpresa, damos la victoria por descontada. Por supuesto, jugará Kubala, porque, aunque no había hecho nada en Estambul, se seguía confiando en su excepcional clase. En la víspera es de los más animados, incluso promete dos goles para compensar su mal partido anterior.
Ya están nuestros muchachos pasando sus turnos de masaje cuando a Ottorino Barassi, presidente de la Federación Italiana y vicepresidente de la FIFA, le llega un intrigante telegrama del organismo que vicepreside: "Attention equipe espagnol situation joueur Kubala". Se lo entrega al coronel Gómez-Zamalloa, directivo de la española, un militar africanista que acuñó aquello de "Ahora, señores, cojones y españolía" en un fervorín a la selección durante el descanso de un partido en Suiza. Lo muestra con gritos indignados, apostando por desatenderlo. Dávila e Iribarren se quedan perplejos. Muñoz Calero, que es miembro del comité de la FIFA, aconseja prudencia y consigue que la camiseta con el número 8 de Kubala se la ponga Pasieguito.
Salen cuatro nuevos con respecto a Estambul y dos de siete repetidores juegan en puestos distintos. Turquía repite once. Salta al campo con la paz del que no tiene nada que perder y mucho que ganar (su seleccionador, el italiano Sandro Puppo, ha pasado la víspera diciendo que se sentían eliminados de antemano). Tratando de conquistar al público, cada jugador porta unas cajetillas de tabaco y se acercan al público a lanzarlas. El tabaco era un bien de lujo en aquellos años de posguerra, en los que por toda Europa había especialistas en reciclar colillas. España sale desconcentrada por el telegrama y su consecuencia. Y sabe que está entre la espada y la pared.
El partido empieza a las 15.30 y es apasionadamente seguido aquí por Radio Nacional en la voz del legendario Matías Prats. Turquía corre y corre, su fútbol es impreciso pero veloz y España juega intranquila, aunque consigue adelantarse con un gol del extremo debutante Arteche en el minuto 19. El marcador se mueve así: 1-0, 1-1, descanso, 1-2 y 2-2, éste en el minuto 79, obra de Escudero cuando ya nos veíamos fuera. En la prórroga no hay goles, lo que nos aboca al sorteo.
Un regreso fúnebre
La delegación española trata de pactar un nuevo desempate, pero los turcos se niegan y Ottorino Barassi se atiene a lo reglamentado. Bien hubiera querido complacernos, pues España daba más cartel al Mundial que Turquía, pero esta se mostró inflexible. Se busca una copa en la que se introducen dos papeles, previo teclear a máquina en cada uno ellos el nombre de uno de los dos países, para después doblarlos. En el de España, Sancho Dávila añade una cruz, impetrando el favor divino. (Ignoro si su homólogo turco pintó una media luna en el suyo). Se escoge como mano inocente un arrapiezo de 14 años llamado Franco Gemma, hijo de un cuidador del campo, que se había colado a curiosear en la sala. Se le vendan los ojos como a un secuestrado, mete la mano, le da un papelito a Barassi que lee: TURCHIA.
El regreso es fúnebre, con Zamalloa acusando a los jugadores de vagos y Muñoz Calero declarando que él ya sabía que Kubala no podía jugar y que si llega a hacerlo y ganamos nos hubieran echado igual.
Franco Gemma se hizo famoso en España y célebre en Turquía, que le invitó al Mundial en Suiza. Sandro Puppo, aureolado por el éxito de aquella clasificación, fue contratado por el Barça, donde pincharía. Sancho Dávila regresó al mundo del toro. Iribarren, a su consulta. En cuatro partidos utilizó 24 jugadores. Sólo Venancio los jugó todos, aunque alternando los puestos de interior y ariete.
Anda la cosa algo fría por Sevilla. Los cálculos más optimistas de la Federación sitúan en 35.000 los hinchas que irán hoy a La Cartuja. Eso es exactamente la midad de la gente que cabe en el hoy estadio del Betis. Está el tiempo algo revuelto y, aunque hoy no se anuncia lluvia, la que ha caído en los últimos días no ayuda. Tampoco colabora el hecho de que no haya nada en juego, porque sólo perder por siete goles de diferencia deja a España sin Mundial, y los turcos, que tienen varios apercibidos, van a guardarlos a casi todos para que no sean sancionados en la repesca que jugarán en marzo.
Con este panorama, la atención se centra en varios puntos y en un hombre. Primero, los puntos. El primero es igualar la racha de una selección invicta a nivel mundial (Italia con 31 partidos). Otro punto es comprobar hasta qué punto se atreve Luis de la Fuente a darle carrete a los que juegan menos (un anticipo: no serán muchos). Y el último punto, si acaso, es disfrutar del fútbol que hace este equipo. Y ahora, el personaje: Aymeric Laporte.
El central hoy en el Athletic no venía a la selección desde hace exactamente un año. El 18 de noviembre del año pasado fue suplente en el trámite con el que España se clasificó para los cuartos de final de la Liga de Naciones. Desde entonces, no había vuelto, entre otras cosas porque no jugaba un partido oficial desde el 30 de abril. Fue el último con el Al-Nassr de Arabia Saudí, del que finalmente pudo escapar, no sin problemas, en septiembre de este año, con la intervención de FIFA para subsanar una negligencia con el papeleo del Al-Nassr.
"Es un lujo"
El club saudí le sacó al Athletic alrededor de 10 millones por el traspaso de un futbolista al que le quedaba un año de contrato (en 2023 firmó tres cursos a razón de unos 20 millones netos por año). A sus 31 años, y viendo que la oportunidad de jugar su último Mundial se le podía escapar, hizo todo lo posible por volver a Bilbao, consciente también de la confianza que le tiene Luis de la Fuente, que ayer hablaba así de él. «Es uno de los centrales que mejor desarrolla la idea que tenemos. Lo hace perfectamente. Es un lujo. Ya dije tras la Euro que es el mejor central. Nos ofrece jerarquía. Es muy completo. Técnicamente es excepcional y cambia de orientación, filtra pases...», le elogió el técnico.
Porque, pese a que al seleccionador le gustan Pau Cubarsí y Dean Huijsen, sabe que un Mundial hay que jugarlo con, al menos, un par de colmillos. Robin Le Normand y Laporte los tienen. Aymeric es uno de los líderes, acaso el mayor líder, de un vestuario al que llegó de la mano de Luis Enrique en 2021. Suma 42 partidos y ha marcado dos goles en estos cuatro años largos. Supo, con la personalidad que tiene, superar las suspicacias que, por su origen francés, levantó al principio, y de algún modo allanó el camino para que el caso de Le Normand, muy parecido, fuese asumido con mucha más naturalidad.
De regreso al Athletic, «mi casa», como ha dicho varias veces, el futuro allí y en esta selección que aspira a todo es esplendoroso para él. Después de asegurarse (todavía más) el futuro en su aventura saudí, hoy prioriza el primer plano futbolístico.
El PSG reclama a Kylian Mbappé 240 millones de euros como compensación por un traspaso frustrado al club saudí Al Hilal en 2023, según argumentaron los abogados del club ante un tribunal laboral francés. Esta demanda supone una respuesta a los 263 millones de euros reclamados por el delantero, que denuncia acoso laboral durante sus últimos meses en París.
Este litigio ha envenenado durante mucho tiempo las relaciones del actual '9' del Real Madrid con su antiguo club. El PSG apartó a su estrella al inicio de la temporada 2023-24, ya que deseaba cumplir su contrato hasta mediados de 2024, sin prolongarlo. Mbappé finalmente fue reincorporado después de la primera jornada de la Ligue 1.
El PSG asegura que esta reincorporación se realizó tras un acuerdo entre ambas partes que estipulaba que el jugador debía renunciar a una parte de las sumas adeudadas al final de su contrato, para preservar la salud financiera del club.
Sin indemnización de traspaso
El PSG denuncia además que el jugador declinó en 2023 una oferta del Al Hilal por 300 millones de euros. Finalmente, el capitán de la selección francesa se marchó al Real Madrid en el verano de 2024, al término de su contrato y sin indemnización de traspaso para el PSG.
Ahora le reclama 55 millones de euros en primas y salarios impagados, afirmando por el contrario que no existió ningún acuerdo para renunciar a ellos, según su entorno. Pero la suma adeudada por el club al jugador ascendería a un total de 263 millones de euros, según sus abogados.
Estos piden que el tribunal recalifique el tipo de contrato del jugador -de temporal a indefinido- y tenga en cuenta los perjuicios sufridos. La decisión del tribunal laboral se espera dentro de varias semanas, en una fecha aún por determinar.
Habrá una buena entrada este martes en La Cartuja, donde España sellará su presencia en el próximo Mundial salvo que le dé por perder 0-7 contra Turquía, que además está en Sevilla sin una de sus dos grandes estrellas, Calhanoglu, lesionado, y con Montella, su entrenador, meditando que no jueguen titulares habituales como Yildiz. ¿El motivo? Sabiendo que es imposible la misión, a esos titulares que están apercibidos por tener una amarilla es mejor reservarlos para la repesca del mes de marzo.
Así las cosas, el último partido del grupo servirá para certificar ese acceso al Mundial, pero también para festejar que la selección española atraviesa uno de los mejores momentos de su historia. Y al frente un hombre, Luis de la Fuente, que no puede estar más orgulloso de lo que está ocurriendo. "El secreto es un trabajo muy bien hecho, empezando por los clubes y siguiendo por la Federación, que siempre ha apostado por un estilo de juego y ha ido mejorándolo. Formación, inversión y conocimiento de los futbolistas", ha explicado en la mañana de este lunes en La Cartuja.
El técnico se ha mostrado encantado de ir a un Mundial a los mandos, además, de una de las grandes favoritas. "Es un honor y un orgullo que se hable de la selección por encima de los individuos. Yo sólo trato de hacer cada día mejor mi trabajo y que los futbolistas se sientan bien con nosotros", ha explicado, y ha insistido: "Es un honor dirigir a la selección de mi país. Es lo máximo para un entrenador. Para mí, con todo lo que he vivido, poder dirigirla en un Mundial me hace darme cuenta del honor de ser seleccionador".
No tiene pinta de que vaya a revolucionar el once dándole minutos sin ton ni son a los que menos juegan. "Porque queremos seguir ganando, porque queremos sumar 31 partidos invictos, por respeto a los rivales... Por todo, no vamos a regalar minutos a nadie, aquí hay que ganárselos", ha dicho, y a todo esto hay que sumarle el precario estadio del césped de La Cartuja, que ha obligado a que el entrenamiento de este lunes se realice por la tarde en la Ciudad Deportiva del Sevilla.
Con Huijsen ya en Madrid por las molestias musculares que arrastraba, la duda está en el reparto de minutos que hará el técnico en un partido intrascendente.