Cuando en mitad de una crisis, a Kennedy le exigían soluciones inmediatas, el expresidente norteamericano solía responder que el tejado se repara cuando hace sol, no bajo la lluvia. Simeone se subió al tejado para señalar algunas grietas del fútbol, como es el comportamiento de sus actores en el terreno de juego, instantes después de que sobre el Metropolitano llovieran mecheros. No eran los misiles a los que durante semanas tanto temió el gabine
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El mismo club que contrata al jugador más caro del mundo, al nuevo icono, no tenía ningún futbolista en la selección olímpica que conquistó el oro en París. Un síntoma de las dos realidades que enfrenta esta Liga: la riqueza del Madrid, personificada en Mbappé, y la crisis del Barça y los demás, una oportunidad siempre para los futbolistas de cantera. El verano los ha colocado en el lugar que parecía destinado al astro francés, fuera en la Euroco
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La primera vez de Mbappé fue como la primera vez de Bellingham, al que el francés debe el gol y el Madrid, la claridad en una Supercopa que arrancó errática y se iluminó con la mirada del inglés. Es la mejor noticia de un título que suma, pero no resta, porque la estrella necesita el gol lo antes posible. No es bueno dejar espacio a las dudas. Mbappé es un solista, el mejor, en un ataque de solistas a los que es necesario acompasar en el campo. N
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La clasificación de los países más ricos del mundo, según su producto interior bruto (PIB), no difiere demasiado en las primeras posiciones del medallero de París 2024. Estados Unidos, China y Japón, primeros en los Juegos, son primero, segundo y cuarto, según su PIB. Francia gana dos puestos, favorecida por el impulso de la colosal inversión del país anfitrión en su deporte, e Italia y Gran Bretaña varían un solo puesto entre una y otra clasific
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El resultado de España es malo. La tentación es hablar de fracaso, dadas las expectativas creadas, pero la palabra exacta es la de parálisis. Con 18 medallas, España continúa en la horquilla de entre 15 y 20 metales en la que se ha movido después los Juegos de Barcelona, hace ya 32 años. Las 22 medallas de entonces, 13 de oro, permanecen como un récord que no ha podido ser batido en París, pese a contar con la segunda delegación más importante de
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El primer balance de la cosecha española en París, 18 medallas, correspondió a Alejandro Blanco, aunque el presidente del Comité Olímpico Español (COE) no es el único que debería darlas, puesto que la responsabilidad del deporte de alto nivel corresponde al Gobierno, vía Consejo Superior de Deportes (CSD). Continuarán. Blanco insistió en que "el resultado es el que es, y es el nivel que tenemos", aunque destacó la obtención de 51 diplomas: "En clasificados entre los ocho primeros España es novena".
"Hemos tenido nueve cuartos puestos y 20 quintos puestos. Es la vez en que más hemos tenido, lo que quiere decir que no estamos tan lejos de subir en medallas, pero los Juegos no se parecen a otras competiciones, esto no es un Mundial", continuó. "En total, 221 deportistas, más de la mitad de nuestra delegación, han acabado entre los ocho primeros, si incluimos los deportes de equipo", insistió.
"Llegar a las medallas de Barcelona me parece accesible, pero hemos de pensar en cómo dar el salto", prosiguió. Acerca de la comparación con los países de nuestro entorno, como Italia, mucho mejor posicionada en el medallero, Blanco contestó: "Si hablamos de medallero, hablemos de inversión. Hay que poner el dinero que reciben y el que recibe España".
Recordó el presidente del COE la implementación en recursos que se hizo tras la nominación de Barcelona: "El dinero, en euros, que recibió el deporte para el ciclo de Río, en 2016, es el que en pesetas se dio en 1992". Habían pasado 24 años.
"Para mí, este resultado no es el esperado, pero es un buen resultado. A partir de ahí hemos de preguntarnos qué queremos, definir el modelo que aplicamos, y sostenerlo en el tiempo", concluyó. Un mensaje para el cambiante CSD que, hoy, preside José Manuel Rodríguez Uribes. "No tengo el poder de decisión, pero sí la palabra para movilizar al deporte y lo voy a hacer", concluyó Blanco.
El desafío de Sifan Hassan era descomunal. Si en Tokio corrió del 1.500 al 10.000, con dos oros y un bronce, el último en la distancia más corta, en París se había propuesto ampliar el reto a la maratón. Finalmente, lo redujo y eliminó el 1.500. No pudo ganar el 5.00 y 10.000, como hace tres años, pero subió al podio en ambas pruebas para colgarse el bronce. Tenía sentido, porque la neerlandesa había fijado su preparación en la distancia más larga. La última prueba del atletismo en París lo demostró, resuelta en un apretado sprint en el que Hassan aprovechó la velocidad que conserva de la pista para entrar en la recta de Invalides como se entra en la gloria. El legendario Emil Zatopek logró el oro en 5.000, 10.000 y maratón en los Juegos de Helsinki, en 1952. La neerlandesa lo emula en plata y bronce en París.
A los 31 años, esta mujer ha extendido su dominio del mediofondo al fondo, combinación que le sirvió para explotar el final que se adquiere en la pista, en la prueba más larga. Antes, sin embargo, demostró una resistencia y un sentido de la estrategia impecables, sin desgastarse en absoluto. Jamás perdió el control de la prueba y jamás la lideró. El momento estaba en el último kilómetro, en el que dejó atrás a la etíope Assefa, que intentó entorpecerla, como si estuviera en la recta del estadio, en el final de un 1.500.
La exigencia del recorrido no impidió a la atleta de Países Bajos correr la maratón más rápida de los Juegos, como ya había ocurrido en la categoría masculina, para acabar en 2.22.55 y superar el registro de Londres 2012 (2.23.08).
En la línea de salida, Hassan permanecía concentrada. Miraba al frente. A nadie más. En carrera hizo un ejercicio de administración de fuerzas impecable. La prueba se inició a un ritmo asequible, lo que permitió a la española Majida Maayouf permanecer en el grupo. En la meta fue la primera española, decimoséptima, seguida de Meritxel Soler (25) y Esther Navarrete (42).
Inclinada en la rampa
Maayouf y otras atletas pudieron resistir sólo hasta que las africanas quisieron. Al llegar a la rampa que seleccionaba el maratón olímpico, en el kilómetro 25, rompieron la prueba. Hassan no se inmutó por el ritmo de subida impuesto por etíopes y kenianas. Se inclinó hacia adelante y dejó que se distanciaran. Lo contrario podía arrebatarle toda la energía y la atleta de Países Bajos la necesitaba para correr el último cuarto de la maratón como si corriera un 10.000, otro más.
Las atletas africanas, las etíopes Assefa y Shankule y kenianas Obiri y Lokedi, sabían que Hassan podía ser imbatible en el final, por lo que atacaron con cambios de ritmo constantes, especialmente a partir del kilómetro 30. Cinco mujeres, dos de cada nacionalidad más Hassan, llegaron a un final que iba a exigir un sprint. Eso le beneficiaba. En realidad, la neerlandesa, nacida en Etiopía, es genéticamente una atleta de la altiplanicie africana, el paraíso del fondo, tanto por los biotipos como por la altitud.
El grupo de cinco mujeres pasó el kilómetro 40 sin que ninguna intentara despegarse. Obiri lo intentó primero, pero pagó el esfuerzo y se descolgó. Un poco antes lo hizo Lokedi. Hassan seguía a la expectativa. En su rostro, ni un ápice del sufrimiento que se podía apreciar en Obiri. El ataque final de la neerlandesa no pudo ser sostenido por Assefa, pese a sus maniobras. El oro más deseado esperaba a Hassan, que sólo entonces se permitió sonreír. La obra olímpica sobre el podio, del 1.500 al 5.000, con seis metales en dos ediciones, está completa pero no cerrada.
Muy rápido para Mohamed Attaoui. Por ahora. A los 22 años y después de una fulgurante aparición en el atletismo, tiene tiempo para mejorar. El problema es que en el 800 va a tener una competencia brutal, con una de las mejores generaciones de los últimos tiempos.
Emmanuel Wanyonyi, de Kenia, es su líder y el nuevo campeón olímpico, a los pocos días de cumplir 20 años. Con 1:41.19 hizo la tercera mejor marca de todos los tiempos y se quedó a 28 centésimas del récord del mundo, en una prueba en la que hubo plusmarca de América, la del canadiense Marco Arop (1:41.20), y de Estados Unidos, a cargo de Bryce Hoppel (1:41.67). Jamás cuatro hombres habían bajado de 1.42. Moha fue el quinto (1:42.08). Es su siguiente barrera.
El español iguala el quinto puesto de Adrián Ben en Tokio, pero en pruebas muy diferentes. Ben acabó entonces en 1:45.96 en una final en la que el oro se ganó por encima de 1:45. "Me voy súper contento". Sabía Attaoui por qué lo decía. En esa coyuntura ofreció el máximo de lo que ha conseguido, metido en una criba histórica que le va a llevar a las mejores carreras en el circuito de la Diamond League y a las finales, si no se malogra. Está en buenas manos, afincado en Suiza y dirigido por Thomas Dreissigacker. Eso significa gloria y dinero.
Más piernas
"No he cometido errores, al contrario de lo que me pasó en la semifinal. Lo he dado todo y he tomado las decisiones correctas. Pero al final me han fallado un poco las piernas, a pesar de que casi he estado en mi marca personal. Corría contra grandísimos rivales. Esto me da muchos ánimos para seguir trabajando y entrenando", añadió este atleta nacido en Marruecos, pero afincado en Torrelavega desde los seis años, edad a la que llegó a España con su familia. Empezó atrás, pero en la cuerda para ahorrar metros, aunque la velocidad no le permitió realizar el 'cambio', porque el 'cambio' estaba activado desde el principio por Wanyonyi y Arop.
El 800 en el que tomaba parte Attaoui confirmó la expectativa que proclamaban los ránkings. No sólo el de la temporada, sino el de siempre. De los 10 atletas más rápidos de la historia en el 800, cuatro estaban en la pista, y no por lo que hubieran hecho en el pasado, sino este mismo 2024. Eran el argelino Djamel Sedjati, el francés Gabriel Tual, Wanyonyi y el español. Ahora lo está también Arop. Los tres primeros habían conseguido correr por debajo de 1:42. El español está a a cuatro centésimas, después de su récord de España (1:42.04). Ayer era una carrera para hacerlo, pero le faltaron piernas.
La marca la batió en la reunión de la Diamond League en Mónaco, en unos meses mágicos antes de París. La primera sorpresa la dio al colgarse la plata en el Europeo de Roma, celebrados el mismo año que los Juegos por los ajustes de fechas y campeonatos que provocó la pandemia. Las referencias de los podios, por tanto, hay que tomarlas con cautela. Las marcas, en cambio, valen lo que dicen.
Yulenmis Aguilar, durante la final de jabalina.AFP
Moha pulverizaba los 1:43.65 de Saúl Ordóñez, anterior récord de España. Eso es darle un bocado a una marca, que es como ha aparecido este atleta en el atletismo español y como lo hizo en las series de París. En la semifinal en la que no supo ubicarse y fue, en su opinión uno de sus peores 800, hizo 1:43.69. La impresión, pues, es que tiene margen de mejora si consigue dominar algunos aspectos de la estrategia de carrera, con menos tráfico en el 800 que en el 1.500, pero sin tiempo y metros para corregir los errores.
Attaoui había subido al podio continental ya como sub'23, aunque inicialmente en los 1.500. La transición, incluso la compatibilidad con el 800, era más habitual en el pasado. El ejemplo es el presidente de la World Athletics, Sebastian Coe, que ha seguido las pruebas en Saint Denis. Sus 1.41.73 son todavía la sexta marca de todos los tiempos del único atleta con dos títulos olímpicos en 1.500. Coe y Steve Ovett alternaban las distancias, mientras que las generaciones posteriores se inclinaron por hacerlo en el 1.500 y el 5.000, desde Hicham El Guerrouj a Jakob Ingebrigtsen.
A Coe correspondió el honor, como anfitrión, de ver a David Rudisha bajar de 1:41 (1:40.91) en Londres, en los Juegos de los que era anfitrión. Entonces, en 2012, un récord del mundo del futuro, como lo había sido el de Coe en 1981. Hoy, un desafío para esta nueva generación del 800 de la que Attaoui forma parte.
Águeda Marqués, tras la final de los 1.500.AFP
Más lejos de esa élite está Yulenmis Aguilar, pese a concluyó sexta en la final de jabalina (62.78) y obtuvo, asimismo, diploma olímpico. Esa marca difícilmente puede llevarla a un gran podio. Había lanzado este año 63.90, pero no pudo repetirlos en París. Thierry Ndikumwenayo, por su parte, sabía que el podio de los 5.000 estaba mucho más lejos que para Attaoui o Yulemnis, pero al menos tuvo el foco de liderar la prueba hasta que sucumbió al poder de los etíopes y a un poder superior, el del noruego Jakob Ingebrigtsen, que pasó al vuelo a los atletas de la altiplanicie africana para redimirse de su derrota en el 1.500. Águeda Marqués, undécima en la de 1.500, no alcanzó el diploma, pero sí marca personal (4.00.31). Eso es competir.
La imagen de Tamirat Tola recordaba a la de Abebe Bikila, no por su correr descalzo en Roma, pero sí por su semblante, con su fino bigote, un rostro de otra época, pero un dominio, como su compatriota en 1960, incontestable. Sometió a los rivales y al durísimo trazado del maratón de París en solitario prácticamente desde la mitad del recorrido, con la misma suficiencia que lo hacía el hombre al que arrebata la corona, Eliud Kipchoge, desfondado desde que el ritmo endureció los primeros tramos. Acabó por retirarse a falta de cinco kilómetros para la meta. La hazaña de intentar lograr la tercera corona fue una utopía para Kipchoge. A los 39 años, uno de los mejores fondistas que ha conocido el atletismo cierra su epopeya olímpica.
Tola miraba hacia atrás en la meta. Abdi Bashir, de Bélgica, estaba a tantos metros que le costaba divisarlo. A pesar de ello, volvía a hacerlo, como si no pudiera creer lo que le ocurría. La imperial esplanada de Invalides le aguardaba con una recta azul y miles de personas. Tan imperial era el marco de su llegada como fue el de Bikila, bajo el Arco de Constantino romano. El mejor homenaje al pionero del atletismo etíope, que derrota a Kenia en el duelo particular de la altiplanicie africana. Benson Kipruto fue el primero de sus representantes, tercero.
El vencedor, de 32 años, no sólo ganó el oro, sino que realizó la maratón más rápida de la historia olímpica, al cruzar la meta en 2.06.26. Un registro de enorme valor, dado el recorrido y el tiempo que afrontó la prueba prácticamente en solitario. Mejoró en seis centésimas los 2.06.32 con que la prueba concluyó en Pekín, en 2008. Acercarse al récord del mundo (2.00.35) del fallecido Kelvin Kiptum es imposible en unos Juegos, sin una carrera preparada, con liebres, y en un recorrido ad hoc.
Rampa a los 25 kilómetros
Una subida en el kilómetro 25 aparecía frente a los corredores. Tola se inclinó hacia adelante para el esfuerzo. Era como colocar una rampa del Mortirolo cuando empieza lo más duro de la maratón, cuando empieza a asomar el "tío del mazo", como dicen los ciclistas y también los maratonianos. El esfuerzo agonístico los iguala. El físico, también.
El etíope encabezaba ya en solitario el maratón, después de haber acabado la aventura inicial del italiano Eyob Faniel, que endureció la prueba poco después del inicio, antes de que el grupo de teóricos favoritos lo esperaran. El recorrido del maratón de París, que salió de la engalanada puerta del Ayuntamiento para llegar a Versalles y regresar a París, ya era lo suficientemente duro, por lo que la la caza del italiano, pese a que no resultara entonces peligrosa, provocó una selección que incluyó a Kipchoge y Kenenisa Bekele, además de los representantes españoles. Tola, una vez superado Faniel, pasó el medio maratón por debajo de 1.05 horas, a un ritmo alto. Ni entonces ni en la rampa ni al final, Tola recibió la visita del "tío del mazo".
Bronce en Río
Los últimos metros encontraron sorprendentemente fresco al etíope, que podría haber arañado más centésimas a la marca. No tenía oposición ni necesidad. No es el lugar en el que buscar las marcas, y menos en el maratón. Es el oro y nada más que el oro. Tola había preparado muy bien estos Juegos, después de su última victoria, el año pasado, en el maratón de Nueva York. En Río, hace ocho, se había colgado el bronce, lo que aventuraba, a los 24 años, una progresión más rápida. Sin embargo, ha tenido que esperar para volver a un podio olímpico, esta vez a lo más alto. En los Mundiales ya había logrado el oro y la plata, también en el Mundial de cross, pero el oro olímpico es distinto. Es la gloria. Como Bikila, como Kipchoge, a pesar de este final que no se desea a ninguna leyenda.
La voluntad del keniano era acabar la prueba, pese a no ganar. Lo había dicho y en la meta el público lo esperaba. París le había visto ganar otras veces desde que lo hizo en la pista, con 18 años, para imponerse en un Mundial a Hicham El Gerrouj y Kenenisa Bekele en los 5.000 metros. Bekele, de 42, sí pudo acabar en París, en el puesto 39, por detrás del primer español, Ibrahim Chakir, en el 34. La espera leyenda no llega, pero pervivirá en el recuerdo del atletismo.