Alejandro Blanco: "Madrid es, hoy, la ciudad más preparada del mundo para organizar unos Juegos Olímpicos"

Alejandro Blanco: “Madrid es, hoy, la ciudad más preparada del mundo para organizar unos Juegos Olímpicos”

A sus 74 años, Alejandro Blanco dice que no le cuesta levantarse cada día para dedicarse al deporte 24-7. Reelegido para un sexto mandato al frente del Comité Olímpico Español (COE), asegura no arrepentirse de nada. Las aplastantes mayorías, una tras otra, le dan la razón.

Pregunta. Confiese su secreto.

Respuesta. Defender la independencia del deporte, lo que me ha ocasionado problemas con responsables políticos, porque siempre he creído que el único partido al que se debe el deporte es España.

Pregunta. También defiende a los presidentes, algunos en situaciones complejas, como Luis Rubiales.

Respuesta. Cierto. Defender públicamente a los presidentes de las federaciones, protegerlos, porque hacen una gran labor, en general, es mi máxima. Luego, en mi despacho, les doy mi punto de vista, pero en privado, lo que me supuso alguna ruptura. Pero hay algo más...

Pregunta. Continúe.

Respuesta. Si algo he hecho bien ha sido bajar el aura del olimpismo a la tierra. Lo que había antes de mi llegada [2005] es todo lo contrario a lo que yo creo. Esa filosofía de estar por encima de todo no sirve. Tienes que bajar al nivel de los deportistas. Si no los recibes aquí, en este despacho, si no vas a los entrenamientos, a las galas de pequeñas federaciones, a las competiciones de categorías inferiores... es que no entiendes nada, no sabes lo que es el deporte.

Pregunta. Pues diga usted qué deporte necesita España para el futuro.

Respuesta. El deporte, hoy, no es únicamente lo que se percibe en la competición. Es salud, es negocio, es igualdad, es integración... y necesitamos unir todo eso en una gestión más eficaz. Unir a deportistas, entrenadores, clubes, pero también a Gobierno, ayuntamientos o comunidades autónomas, porque el deporte es una competencia transferida, no lo olvidemos. En mi opinión, el COE es el único organismo que puede hacerlo por su independencia. Aquí la única bandera es la de España. El Estado tiene la ley y tiene el dinero, pero con la cantidad de competiciones que hay en la actualidad, salvo que seas un país de petrodólares, no hay presupuesto público que lo aguante. Por eso hemos de ir hacia un modelo público-privado, que implique a las empresas, que revise la fiscalidad, entre otras cosas. Nosotros vamos a recoger opiniones y proponer al Gobierno un modelo diseñado con total lealtad.

Pregunta. ¿Ese modelo lo debería gestionar el COE, en su opinión?

Respuesta. En los países más desarrollados deportivamente reposa en los comités olímpicos nacionales.

Pregunta. ¿Se trata del principal objetivo de este mandato?

Respuesta. Es uno de ellos, siempre en paralelo al trabajo que se hace en el COE desde mi llegada, hace ya 20 años, en el que el deportista y sus necesidades son la prioridad. Para mejorarlas vamos a poner en marcha un viejo proyecto, y es la puesta en marcha de la Universidad del Deporte en Madrid, que será una sede más de la UCAM, junto a las de Murcia y Cartagena. Abrir en Madrid nos permite muchas cosas, además de culminar la obra de José Luis Mendoza y su mujer, Lola. Podremos ayudar a los deportistas en formación y en puestos de trabajo. Habrá formación universitaria y profesional.

Pregunta. ¿Qué le faltó a Madrid para tener unos Juegos Olímpicos?

Respuesta. Tuvimos tres grandes candidaturas. La de 2020, que yo presidí, fue la mejor valorada por la comisión del COI. En cambio, perdimos en la votación de forma aplastante. Al año siguiente, nos dieron la razón en cuanto a los criterios que se debían seguir. Madrid es, hoy, la ciudad más preparada del mundo para organizar unos Juegos, pero hay que ver cuáles son los criterios de futuro con Kristy Coventry, al nueva presidenta del COI. Ahora toca esperar.

Pregunta. Tampoco salió adelante la candidatura Barcelona-Pirineos.

Respuesta. Es la razón por la que decidí continuar tras mi tercer mandato. Existía un gran acuerdo entre las comunidades de Cataluña y Aragón, y el COI creía en el proyecto, ya con un sistema nuevo de designación, del que no había podido disfrutar Madrid, pero cuando todo estaba consensuado, la decisión de una persona lo impidió.

Pregunta. No dice usted el nombre de Javier Lambán... Es extraño que se le escapara a usted un consenso. No había otra figura como la suya para arreglar la guerra del fútbol.

Respuesta. El fútbol de España funciona, y ahí están los resultados, campeones de todo en hombres y mujeres. Funcionan los clubes, los técnicos... pero hemos tenido una situación convulsa en la Federación. Yo siempre he defendido a los presidentes, como le dije antes, aunque me provocara disgustos personales. Ahora el organismo necesita tranquilidad para mejorar la imagen del fútbol. Tenemos un Mundial en 2030 y no podemos equivocarnos en guerras y enfrentamientos. Nos jugamos mucho como país.

Pregunta. ¿Se arrepiente de algo?

Respuesta. No. Es difícil mirar atrás y valorar decisiones sabiendo lo que ha pasado después. Eso no funciona.

Pregunta. ¿Ni siquiera de decir que en París se superarían las medallas del 92?

Respuesta. Lo repetiría, porque lo decían los resultados de nuestro ciclo. Cuando ves todas las opciones que se perdieron los últimos días, te dices: «Es imposible». No, es deporte.

Alejandro Blanco, reelegido para un sexto y último mandato, hasta Los Ángeles'28, al frente del COE

Alejandro Blanco, reelegido para un sexto y último mandato, hasta Los Ángeles’28, al frente del COE

Alejandro Blanco ha sido reelegido para afrontar su sexto mandato al frente del Comité Olímpico Español (COE), después de recibir el apoyo en forma de avales de 35 de las 36 federaciones olímpicas y 23 no olímpicas. En la votación finalmente realizada en la sede del organismo, de 165 votos a favor, ha obtenido 157, con ocho abstenciones. Es decir, ningún "no". Como en anteriores elecciones, salvo las primeras, en las que derrotó a Mercedes Coghen, en septiembre de 2005, no ha tenido opositor, al no presentarse otras candidaturas, hecho que habla de Blanco como uno de los dirigentes del deporte con mayor consenso.

A los 74 años, afronta, esta vez sí, su último mandato, que debe concluir después de los Juegos de Los Ángeles'28, aunque las elecciones en las que tomará el cargo su sucesor serán en el primer semestre de 2029.

"Gracias a todos por confiar en mí una vez más. Es un honor y una responsabilidad seguir liderando la casa del deporte y de los deportistas. Vamos a continuar trabajando con la misma ilusión, esfuerzo y dedicación para que nuestros deportistas y nuestras federaciones cuenten con todo el apoyo necesario para seguir dejando el nombre de España en lo más alto del panorama internacional", manifestó Blanco tras la votación.

Entre sus objetivos para este nuevo ciclo, al margen del desarrollo y apoyo a los deportistas españoles, está el de proponer un modelo nuevo para el deporte español, algo que deberá consensuar con el Consejo Superior de Deportes (CSD), y la puesta en marcha de la Universidad del Deporte, en Madrid, en colaboración con la UCAM, convertida desde hace años en uno de los grandes patrocinadores del deporte olímpico, de la mano del fallecido José Luis Mendoza.

Blanco anunció tras su cuarto mandato que dejaría paso a un relevo, pero reconsideró su posición por la puesta en marcha de la candidatura Barcelona-Pirineos a los Juegos de invierno. Malograda en los caladeros políticos, la puesta en marcha de otros intentos, entre los que se encuentra el viejo anhelo de Madrid, deberá esperar a tiempos nuevos, ya sin el dirigente gallego al frente del COE. El objetivo de superar las 22 medallas de Barcelona'92, que Blanco creía posible en París, deberá esperar a Los Ángeles'28, pero puede formar parte de su legado final.

La encrucijada de Xabi Alonso en el Madrid: el círculo de confianza, la cohabitación con Florentino y las claves de un equipo de autor

La encrucijada de Xabi Alonso en el Madrid: el círculo de confianza, la cohabitación con Florentino y las claves de un equipo de autor

La vuelta de Xabi Alonso al Madrid no es como la del hijo pródigo en los Evangelios, porque no hubo pecado en su marcha al Bayern, pese a escoger el lado del anticristoGuardiola, sólo la voluntad de determinar su propio destino y buscar la ciencia hasta en el sacrilegio, pero sin avaricia. No necesita, pues, el perdón de Dios ni la misericordia de ser superior alguno. Estamos ante el regreso de un conquistador que siempre ha obedecido a su instinto, especialmente para decir «no». Dijo «no» a Rafa Benítez por quedarse junto a su pareja antes del parto, hecho que marcó el principio del fin de su balada en Liverpool, y dijo «no» a Hacienda, frente a la que temblaban e imploraban sus compañeros, los grandes héroes de Sudáfrica, bajo la amenaza de acabar en la cárcel. El Madrid sabe bien que ha sentado a todo un carácter en un banquillo donde se acostumbra a decir «sí», y el nuevo entrenador conoce el principio de autoridad que rige el lugar del mismo modo que el hijo que vuelve a la casa del padre. Hay cosas que no cambian ni la fama ni el dinero. Esa cohabitación es tan o más importante en esta nueva era que el encaje de piezas en el campo, porque entrenar al Madrid no es entrenar únicamente a un equipo. Es entrenar a un ecosistema compuesto de fútbol, poder y vanidades.

El primer «no» del entrenador acabó por ser un «sí», aunque sin llegar a la tensión de los extremos, porque la voluntad del tolosarra era empezar de cero, en la pretemporada. Es decir, después del Mundial de Clubes. A cambio, se acelera la llegada de jugadores, aunque no haya tiempo para el mercadeo llevado al límite, como gusta a Florentino Pérez. Ahí tenemos ya a Huijsen. Sin embargo, el «sí» que Xabi Alonso le habría dado a Modric, o eso dice el entorno del croata, condicionado a la última voluntad del club, fue un «no» cuando llegó a los despachos principales de la T4 del Bernabéu. El interés estratégico del Madrid, pues, ha prevalecido en el tanteo anterior y posterior a la firma del técnico, cuyo fuerte carácter no está reñido con su pragmatismo.

Xabi Alonso, durante un partido en Leverkusen.

Xabi Alonso, durante un partido en Leverkusen.OSCAR DEL POZOAFP

Xabi Alonso es un tipo de decisiones firmes, no de estallidos, y de personas de confianza, pero sutil con las equidistancias. Se mantuvo fiel a su asesor fiscal, Iván Zaldúa, cuestionado por algunos de sus colegas en el sector, en el largo proceso del litigio con Hacienda que lo llevó a la tanda de penaltis, la sala del Tribunal Supremo. Mantiene a su agente de siempre, Iñaki Ibáñez, de sólida reputación y referencial para todos los futbolistas y entrenadores en Euskadi, pero deja cuestiones relativas a su imagen en manos de Best of You, agencia bien relacionada con la cúpula madridista. Xabi Alonso, simismo, llega con el staff técnico que tenía en el Bayer Leverkusen, pero su conexión y sintonía personal con Álvaro Arbeloa, consolidada especialmente en la era Mourinho, debería lubricar mejor la transición entre el filial y el primer equipo, al ser elegido el segundo como sustituto de Raúl.

Su segundo será el argentino Sebas Parrilla, al que conoció ya en Valdebebas, en su paso como técnico por las categorías inferiores. También estuvo vinculado a la cantera blanca Beñat Labaien, junto a Fernando Morientes en el Juvenil B, aunque Xabi Alonso lo conoció en la Real Sociedad, donde era analista. Alberto Encinas, por su parte, llegó al Bayer Leverkusen desde las categorías inferiores del Barcelona, crianza que también tuvo el nuevo preparador físico, Ismael Camenforte, vinculado al fútbol sala azulgrana, y que es considerado pieza clave en la reconstrucción, tanto para el entrenador como para el club. Si Antonio Pintus, al que siempre se apoyó desde la cúpula, sigue o no por Valdebebas, será sin molestar, únicamente como observador.

Pintus, al que trajo al Madrid Zinedine Zidane, regresó por petición expresa del club, pero su conexión con Carlo Ancelotti y su hijo Davide no era, precisamente, la ideal, pese a tratarse de compatriotas. En el entorno del staff se le observaba algo «anticuado». Camenforte es partidario de una preparación más individualizada en función de los puestos y las demarcaciones, y suya es una frase definitoria: «No trato a los futbolistas como a atletas». Atletas fue la palabra que utilizó Guardiola para definir al Madrid de Mourinho en el que jugaba Xabi Alonso, y con el que se sintió en muchas cosas identificado.

"Mou era el técnico que necesitábamos"

«Era el entrenador que el Madrid necesitaba en un momento determinado», confesaba el Xabi Alonso jugador en conversación con este periodista. Era el momento de mayor esplendor del Barça de Messi, lo que llevó al madridismo a una crisis de autoestima. No estamos en un momento semejante, no al menos todavía, pese a la optimista proyección del nuevo Barça de Lamine Yamal y del 4-0 sufrido esta temporada en los clásicos. En los 10 años transcurridos desde que el Barcelona levantó la última Champions, en 2015, el Madrid ha conquistado cinco, la última hace un año, con el entrenador saliente. El Madrid no está ante una urgencia histórica, pero sí ante la urgente necesidad de cambiar una tendencia.

El fútbol del Bayer Leverkusen, campeón de la Bundesliga y la Copa la pasada temporada, ha dejado claro qué quiere Xabi Alonso de sus jugadores: alto ritmo de juego, presión y adaptabilidad para cambiar de sistema, a partir de un inicio con tres centrales. Eso no quiere decir que vaya a repetir los dibujos tácticos en el Bernabéu, pero lo que sí va a exigir son las mismas constantes vitales. El Madrid que viene va a ser un equipo de autor, para lo bueno y para lo malo, hecho que confiere a su entrenador, de 43 años, un liderazgo mayor en un momento en el que el líder supremo se desgasta en muchos frentes a campo abierto, la Superliga, Tebas y los árbitros, sin aliados ni relevo ante un futuro no ajeno a las incógnitas.

'Grazie' Carlo, el italiano que nos hizo mejores

‘Grazie’ Carlo, el italiano que nos hizo mejores

Hay dos Italias como hay dos Españas, pero mientras la partición de la primera es territorial, el norte y el sur, nuestra quiebra está en la sangre. El fútbol es uno de los teatritos del cainismo, con Madrid y Barça como amantes que se odian y se necesitan. Ser parte de uno de ellos sin ser parte del relato autodestructivo que tantas veces nos hace pequeños, a jugadores, entrenadores, presidentes, aficionados o periodistas, es imposible si no es usted italiano, si no es usted Carlo Ancelotti.

El legado que deja el entrenador, despedido con honores en el Bernabéu, trasciende su colosal obra en el Madrid, los 15 títulos, las tres Champions. Ancelotti ha hecho mejor al fútbol español en su conjunto, con una demostración de equilibrio emocional que no siempre encontró para su equipo en el campo, sin poder explicar que gestionar el talento es gestionar el desequilibrio. Con más horas de exposición que ningún otro personaje público, porque nadie da cuatro ruedas de prensa a la semana, buscar una salida de tono del técnico es como buscar un anillo en la playa.

Según su hija Katia, levantar la ceja es su forma de evacuar la mala leche. Ni siquiera la histeria arbitral del Madrid le ha llevado a perder los papeles, incluso en el obligado y puntual seguidismo de un hombre de empresa que no confunde los roles, y sabe cuál es su sitio y cuál el del patrón. Ancelotti ha cohabitado con los más importantes, de los que, sólo con mantel y confianza, cuenta divertidas anécdotas. Las mejores, de Berlusconi, como si se tratara del personaje de una comedia. Florentino, a menudo, parece el de una tragedia, tan nuestra.

El fútbol español no necesita un Garibaldi que lo unifique, pero sí voces que lo pacifiquen, aunque a veces pedimos a los líderes del balón lo que no le pedimos a los líderes de un mundo que se ha vuelto loco. Fabio Capello, otro italiano que dirigió al Madrid, se escandalizaba cuando veía la cantidad de vinagre de Módena que los españoles echamos a la ensaladas. Deben ser las gotas justas, como las palabras de Ancelotti. Grazie e buona fortuna.

Los superpoderes de Lamine Yamal, un futbolista de Marvel: "Con 15 años ya era superior a jugadores de 20"

Los superpoderes de Lamine Yamal, un futbolista de Marvel: “Con 15 años ya era superior a jugadores de 20”

La precocidad siempre nos asombra, pero en ocasiones puede responder a las circunstancias del contexto, no a una capacidad extraordinaria. Julio César Baldivieso debutó en la liga profesional de Bolivia con 12 años y 362 días, y Freddy Adu fue, con 14 años, el jugador más joven en firmar un contrato profesional, en Estados Unidos en 2001, cuando la Major League Soccer empezaba a tomar forma. Esa precocidad no tiene nada que ver con la de Lamine Yamal, cuya irrupción en el primer mundo del fútbol, con 16 años, y su dominio con 17 es sólo comparable a la de mitos como Pelé o Maradona. Ni siquiera Messi hacía semejantes cosas a su edad. Cuando la precocidad va asociada a lo extraordinario no podemos justificarlo siquiera con el buen trabajo que se realiza en la Masía con los jóvenes, y del que Cubarsí, Casadó o Fermín constituyen una nueva prueba. No. Cabe únicamente hablar de superpoderes, como si a Lamine le hubiera ocurrido lo mismo que a Spiderman, al que picó una araña radiactiva, como si este futbolista fuera, en realidad, producto de la ficción. Jorge Valdano dijo tiempo atrás que Romario era un jugador de dibujos animados, por sus movimientos en el área. Lamine es mucho más, un superhéroe de Marvel.

Puede ser Spiderman cuando se desliza por la banda como si escalara una pared sin apenas tocarla. Puede ser el Capitán América, que siempre decide lo correcto para los suyos. Puede ser Thor si lo necesita para encontrar la solución en la contundencia cuando no hay más remedio, como hizo ante el Espanyol para poner su rúbrica al título de Liga o empatar ante Francia en la Eurocopa. Dos goles con el mismo trazo y golpeo. Un recorrido hacia adentro, en paralelo al área, y un disparo que recuerdan a los del mejor Messi, pero no a un Messi con 17 años.

Lamine marca ante el Espanyol.

Lamine marca ante el Espanyol.Enric FontcubertaEFE

El argentino debutó con esa edad en partido oficial con el primer equipo azulgrana, ante el Espanyol, pero su eclosión llegó después. Sumó 100 partidos a punto de cumplir los 21. Lamine jugó su primer partido oficial con el Barcelona a los 15 años, ante el Betis, y alcanzó el centenario en la ida frente al Inter, probablemente en su partido más completo como azulgrana.

Dada la colosal obra de Messi, probablemente el mejor jugador de la historia, la comparación es algo más que una irreverencia, un sacrilegio, pero es inevitable, al ser, además, producto de la misma crianza en la Masía. La cantera es el contexto que permite que el talento emerja, y ese éxito no se puede regatear a la Masía, pero no hay cantera que garantice que aparezcan semejantes talentos. Lo dijo claro Simone Inzaghi, después de dejar al Barça fuera de la final de la Champions: «Aparece un jugador como Lamine Yamal cada 50 años».

Más asistencias que goles

La comparación a propósito de los primeros 100 partidos ya deja, no obstante, algunos rasgos diferenciales. Messi marcó casi el doble de goles (41-22), mientras que Lamine ofreció más del doble de asistencias (33-15). Ambos calcaron las titularidades, con una más para el argentino (76-77). Se puede ser diferencial en el terreno de juego sin el gol como enseña, pero las grandes jerarquías y los premios lo exigen, y eso Lamine lo sabe. Durante el tramo intermedio de la temporada llegó a ofuscar al delantero, autor, en cambio, de tantos decisivos. Ha marcado en tres los cuatro clásicos jugados esta temporada, en todos menos en la final de Copa.

Las comparaciones, siempre odiosas, van a dar, pues, para mucho, pero antes hay que preguntarse si Lamine será capaz de sostenerse en la cima o el balón acabara por ser la piedra de Sísifo. El fútbol sirve ejemplos para todo. En caso de lograrlo, también hay que cuestionarse acerca de su progresión, cómo y dónde puede mejorar. Para obtener respuestas, nada como acercarse a quienes han trabajado de cerca con este nuevo Mozart de la pelota.

Lamine, durante un partido de Liga.

Lamine, durante un partido de Liga.Alberto EstevezEFE

Óscar López fue su último entrenador, en el Juvenil A azulgrana, desde donde subió al primer equipo, después de devorar etapas a bocados. «Eso que veis ahora, con 17 años, ya lo veíamos con 15, porque con esa edad se enfrentaba a jugadores de 20, en la Youth League, y los superaba», explica el técnico, al que tampoco sorprenden ejercicios de liderazgo como el que mostró ante el Inter. «Cuando vi el partido -prosigue- esa forma de echarse el equipo a la espalda, me acordé de un partido que jugamos contra el Mallorca. En el descanso perdíamos 2-0 y les dije a los jugadores las cosas que debíamos cambiar. Sin ningún miramiento ni una sola palabra, Lamine decidió cambiarlo todo por su cuenta».

Introvertido en el vestuario

Nacido en Esplugues de Llobregat pero criado en el barrio de Rocafonda de Mataró, en un entorno duro, el Barça hizo una excepción con Lamine, por consejo de Jordi Roura, para que residiera en la Masía, algo no habitual en los niños que viven en Barcelona o las poblaciones cercanas, y de ese modo evitar riesgos. López no cree que, hoy, existan: «Es muy maduro para su edad, sabe lo que cuestan las cosas y tiene claro lo que quiere. Es introvertido, pero siempre toma las decisiones adecuadas, como hace en el campo».

«Claro que tiene margen de mejora, pero lo que no veo es que eso afecte a su posición. Conmigo jugó de extremo, como ahora, y de interior, pero es en la primera posición donde es decisivo, dadas sus condiciones. No lo veo pasando al centro, como ocurrió con Messi». La izquierda es la pierna dominante de un jugador prácticamente ambidiestro, que juega en la derecha a pierna cambiada, desde donde cada diagonal hacia el centro, como en la que selló la Liga o marcó ante el Villarreal, es una muestra de superpoderes, mitad Spiderman, mitad Thor.

El éxito de Hansi Flick, el entrenador de las emociones, en tres claves: psicología con el jugador, frenesí en el campo y una preparación física de "caballos"

El éxito de Hansi Flick, el entrenador de las emociones, en tres claves: psicología con el jugador, frenesí en el campo y una preparación física de “caballos”

El vigilante de seguridad de la Ciutat Esportiva del Barcelona se levanta de golpe del asiento, sorprendido, al ver aparecer, todavía en la oscuridad, a Hansi Flick. Son las siete de la mañana. No será la primera vez. También lo hacen otros de los trabajadores más madrugadores de la ciudad, una hora antes, al cruzarse al entrenador alemán mientras pasea a su perro por la Diagonal. Si alguien lo identifica, no regatea una sonrisa. Nada más.

Flick escogió vivir en una zona céntrica, nada de una casa a las afueras, a orillas del mar, como buena parte de los jugadores, para tener fácil salida hacia Sant Joan Despí, donde se ubica la Ciutat Esportiva, y acceso rápido a Montjuïc o el Camp Nou. Flick no pide a nadie llegar a las siete de la mañana, pero exige que todos los jugadores estén preparados cuando aparece para dirigir el entrenamiento. Un retraso, por mínimo que sea, implica el correctivo que más duele. Nada de multas que en los vestuarios de élite se abonan entre risas para después pagar una comilona. No. Lo que duele es la suplencia. Que se lo pregunten a Koundé o Iñaki Peña. Lo que podría parecer el castigo propio de un sargento de hierro, de un líder inmovilista, es, según el alemán, todo lo contrario, una forma de cohesionar al grupo, porque llegar tarde es una falta de respeto con el trabajo y con los compañeros.

La norma es la primera piedra del ecosistema emocional construido por este alemán de 60 años en muy poco tiempo, y que es la base del éxito del mismo equipo que tenía Xavi Hernández, salvo por la llegada de Dani Olmo, con un rol, por ahora, circunstancial. Los mismos jugadores, entonces adocenados y pasivos, juegan, hoy, poseídos por un frenesí incontenible. La norma es la armadura del respeto, con el respeto aparece el diálogo y el buen diálogo permite liberar las pasiones. Son los elementos clave en esta reconstrucción de Flick, con la aportación de una preparación física ad hoc, y un sistema táctico de riesgo que sólo es posible ejecutar si se cree en el entrenador sin fisuras. En la Línea Maginot del alemán, una duda es un gol.

Los antecedentes del Bayern

El castillo de las emociones edificado en Montjuïc reproduce en buena parte la obra de Flick en el Bayern. Si a Barcelona llegó para sustituir a un entrenador confundido y desbordado, a Múnich lo hizo para relevar a otro, Nico Kovac, distanciado y enfrentado a los futbolistas. Conquistó el triplete en su primer año (Bundesliga, Copa y Champions), y al siguiente año completó la obra con las dos Supercopas y el Mundial de Clubes. El Inter le ha privado de reproducir ese primer año en Barcelona.

Segundo de Joachim Löw en la selección alemana desde 2008, cuando vio desde el banquillo cómo el gol de Torres decantaba la Eurocopa para España, hasta el título mundial, en Brasil, el parecer de internacionales como Neuer o Müller, enfrentados a Kovac, allanó su llegada al Bayern. En semanas, la atmósfera cambió. «La puerta del míster siempre está abierta. Tiene una manera muy positiva de liderar al equipo, nunca había visto nada igual», declaró Alaba, actual jugador del Madrid, a Kicker. La relación despertaba admiración, asimismo, puertas afuera. «Sabe cómo convencer a los jugadores y hacerlos sonreír», decía una leyenda, Lothar Matthäus.

Flick abraza a Raphinha tras el clásico.

Flick abraza a Raphinha tras el clásico.Joan MonfortAP

Esa parte de su trabajo había dejado huella en Alemania. Tanto es así que cuando Joan Laporta, convencido de que debía fichar a un técnico de la nueva escuela alemana tras su regreso a la presidencia, fue en busca del oráculo de Ralf Rangnick, hoy seleccionador austriaco, encontró la misma conclusión. Laporta le habló de Jürgen Klopp, Julian Nagelsmann, Thomas Tuchel y el propio Flick. Rangnick explicó que el juego ofensivo de todos ellos podía encajar en el Barça, pero distinguió una cualidad en Flick: la capacidad de construir equipos y trabajar con los jóvenes. Obligado a mirar a la cantera por la crisis, Laporta lo tuvo claro. Sin embargo, el presidente cedió ante un barcelonismo que se inclinaba por Xavi Hernández, el hijo pródigo, ante la nostalgia del paraíso perdido. Cuando, tres años después, tuvo que relevar al catalán, no dudó, favorecido, además, por la mala experiencia de Flick en la selección, donde le faltó el día a día con el jugador.

Tarde para Joao Félix

Cuando Deco y Bojan Krkic fueron a entrevistarse con el alemán, en Londres, la sorpresa fue que tenía una especie de archivo con los futbolistas azulgrana. Habría querido disponer de Joao Félix, al que creía que podía sacar partido, pero ya era tarde. Lo primero que trasladó es que para la velocidad que necesitaba el Barça no era adecuado Gündogan. Volvió al City.

Durante las negociaciones, Flick pidió llegar con sus ayudantes. El primero, Marcus Sorg, su segundo, que como seleccionador sub-19 ganó un Europeo después de eliminar a la España de Luis de la Fuente. También Heiko Westermann y Toni Tapalovic, durante más de 10 años preparador de porteros en el Bayern pero en el Barça dedicado a la táctica y jugadas de estrategia. Deco aceptó, pero le dijo que el club había tomado ya una decisión acerca de la preparación física. Se haría cargo Julio Tous, que había trabajado con Antonio Conte en la Juventus, el Chelsea y la selección italiana. El ritmo de los equipos de Conte era frenético. Flick aceptó. Tras el 7-0 al Valladolid, el 31 de agosto, llamó al director deportivo y le agradeció la decisión. «Es difícil encontrar a un técnico con el que tengas una sintonía tan grande y puedas influir en todo», dice, a su vez, Tous, que presume de hacer que sus jugadores corran como «caballos».

El día de ese 7-0, Flick tuvo un aparte con Héctor Fort para explicarle por qué no le había dado minutos, pese al marcador. Lo mismo ha hecho con Lamine Yamal o Gavi en otras situaciones, especialmente con los jóvenes. También con Iñaki Peña, que perdió su lugar por Szczesny. Manda y decide, pero explica las razones, y negocia si lo cree oportuno, como cuando Araujo y Raphinha, capitanes, le pidieron volver de la Supercopa en la misma noche del título, al contrario de lo planeado. Aceptó antes de jugar con el Madrid. Arrasaron. No han dejado de hacerlo, implicados en la aventura de un personaje camuflado en su inglés traducido puertas afuera, pero que entrena las emociones como ninguno.

El Barça sentencia la Liga de los valientes frente a un Mbappé que golea sobre las ruinas del Madrid

El Barça sentencia la Liga de los valientes frente a un Mbappé que golea sobre las ruinas del Madrid

Es bueno sentir miedo, identificarlo en nosotros, porque es el primer paso para enfrentarlo. Quienes dicen no padecerlo, mienten. El Barça lo sentía, como demostró en una puesta en escena titubeante, imprecisa, de la que el Madrid se aprovechó, ya que nadie juega como el equipo blanco en el desfiladero de las dudas. Mbappé ponía nombre por dos veces al martirio de Montjuïc. No era un nombre cualquiera, era un nombre que da miedo. El hat trick del francés, en cambio, ya no provocó el mismo. Todo había cambiado por aquello que decía Umberto Eco, y es que nada da más valor al miedo que el miedo de los demás. [Narración y estadísticas, 4-3]

A ese otro miedo se empleó el Barça con una carga colosal, poseídos sus futbolistas por una determinación que ya habían exhibido ante el Inter, pero el Inter es un grandísimo equipo y el Madrid es un equipo que se sostiene de pie sobre las ruinas gracias a su orgullo. A Xabi Alonso corresponde la reconstrucción, porque el Año I de Mbappé, pese a este buen epílogo del francés, ha sido el año del derrumbe. Hansi Flick ha llevado a cabo la del Barcelona en una sola temporada para ganar los cuatro clásicos a su rival, al que ha marcado 16 goles, y levantar la Supercopa y la Copa, a la espera de aupar la Liga de los valientes, sentenciada en Montjuïc. Los valientes no niegan el miedo. Lo enfrentan.

Ancelotti y Flick.

Ancelotti y Flick.LLUIS GENEAFP

El liderazgo de Lamine Yamal

Valientes y jóvenes, dos características que personifica Lamine Yamal. Dueño de un acto de liderazgo, personalidad y madurez en los dos duelos frente al Inter, volvió a ser decisivo ante el Madrid con el gol de un empate que devolvía la línea de flotación al Barcelona. Un golpeo preciso, colocado, teledirigido por una mente privilegiada y un pie humano calibrado como un pie de rey, la herramienta de las pulgadas. Lo utiliza en los goles como en los pases, horizontales o verticales, siempre al lugar sensible.

Necesitaban los azulgrana esa aparición después de las apariciones en el área contraria de Mbappé. Es el duelo que viene, en los clásicos, en el Mundial del próximo año y hasta en el Balón de Oro. Para el francés, el Pichichi que lidera con sus tres tantos en Montjuïc únicamente sirve para redimirle numéricamente. El año más esperado ha sido un mal año en un mal Madrid, caído con estrépito en la Champions, cuya final disputara el PSG. El destino siempre nos reserva sorpresas, a veces macabras.Es caprichoso.

Mbappé, abatido, en Montjuïc.

Mbappé, abatido, en Montjuïc.LLUIS GENEAFP

Mbappé fue objeto de penalti, lo marcó y resultó mortal al contraataque, antes de la reacción del Barcelona. En el tercero, el decorado había cambiado, con los azulgrana por delante en el marcador y en el campo. Eso gol, sin embargo, sirvió para ofrecer otro final de thriller a un clásico, con manos polémicas, de Tchoauméni y Fermín, y el no gol que soñaría todo canterano. Lo falló Víctor Múñoz, un catalán de blanco.

Más no se le podía pedir a Mbappé en un duelo clave. No siempre fue así. No basta con llenar de goles el granero, sino saber que hay días que se deben abrir sus puertas de par en par. Lamine parece tenerlo claro, aunque el Inter superara su calidad con un mejor planteamiento colectivo. El Barça se equivocó ese día al señalar al árbitro. Se había hecho grande en el campo, pese a la derrota, y se hizo pequeño en la sala de prensa o en el palco del presidente. Laporta tuvo el acierto de escoger a Flick, no se le puede negar. Ahora lo mejor es estar calladito. Ante el Madrid, el Barça volvió a hacerse grande, campeón. Una victoria ante el Espanyol, el jueves, le daría el título, con independencia de lo que haga el Madrid.

El técnico alemán tomó una decisión que era un mensaje a su equipo, al escoger el mismo once que en el Giuseppe Meazza. Ni una duda sobre los elegidos, pese a la interinidad de los laterales, Eric García y Gerard Martín. El primero repitió el guion, al marcar el primer tanto de los suyos después de recibir dos. Tras el exilio en Girona, Eric García se ha ganado un rol en este Barça gracias a su polivalencia y competitividad. El remate, a bocajarro, llegaba en la zona de los centrales, a la que no le había bastado que Valverde se convirtiera en uno más en posición defensiva, junto a Tchouaméni y Asencio. En Montjuïc fue, como en tantos otros lugares, la zona cero del Madrid.

Presión frenética

La frenética presión tras pérdida del Barcelona, un síntoma que conecta a este equipo con el que edificó Guardiola en el Camp Nou, resultó insostenible para el Madrid, que no pudo alcanzar siquiera el descanso con el empate. La dinámica llevó a errores, como el de Ceballos y Mbappé, que dejó a Raphinha en vertical. La combinación con Ferran Torres, perfecta, ofreció el gol a brasileño, que volvió a ampliar la ventaja antes de irse al vestuario.

Ancelotti había optado por un 4-4-2 para insertar a Güler, el futbolista de las dos caras. En Montjuïc ofreció de nuevo la peor, superado por la atmósfera y, posiblemente, por el sometimiento de su propio equipo. El turco es un talento que pide un entrenador que lo entienda. Veremos si es Xabi Alonso. Güler cayó en el descanso, como Ceballos, para dar entrada a Modric y Brahim. El croata siempre hace mejor el lugar por donde pasa, facilitado por un Barça que se tomó un respiro. Eso siempre es peligroso ante el Madrid, que en una contra volvió a presentar a Mbappé ante la portería de Sczcesny. El polaco perdió ese duelo para permitir el hat trick al francés, pero ganó el siguiente. Una buena forma de acabar después de empezar con un penalti que pudo gestionar de otro modo.

Vinicius dio el último pase a Mbappé antes de irse lesionado. Nada más que reseñar en su haber, en un pobre e irregular año. Los cantos de Arabia han sido como los de las sirenas para este Ulises del área. Mal asunto. Necesita volver al principio, mientras Mbappé necesita que este final sea su principio en un nuevo ciclo que debería empezar en el Mundial de clubes, si el Madrid convence a Xabi Alonso. En la cita no estará el Barça, aunque nadie vestido de azulgrana, hoy, lo lamenta, salvo por la caja del club. El esplendor está en la hierba.

El cóctel emocional que amenaza al Barça en el clásico: dudas sobre el planteamiento, presión del presidente y miedo al fracaso

El cóctel emocional que amenaza al Barça en el clásico: dudas sobre el planteamiento, presión del presidente y miedo al fracaso

Dudas sobre la respuesta del propio cuerpo, incógnitas acerca del planteamiento, presión excesiva del entorno y miedo al fracaso. Es el peligroso cóctel emocional al que se enfrentan los jugadores del Barcelona ante el clásico, el domingo en Montjuïc, inmediatamente después de haber caído en la Champions frente al Inter. Los psicólogos consultados por este periódico plantean los escenarios que suelen darse en estas situaciones, aunque desde la distancia, sin la información que tienen quienes lo hacen en el vestuario azulgrana. Entre ellos, ninguno de estos profesionales, porque como ya dijo Hansi Flick: «El psicólogo soy yo».

El entrenador, los futbolistas, el presidente, Joan Laporta, y el director deportivo, Deco, compartieron el jueves una barbacoa en la Ciutat Esportiva, convertida finalmente en una comida-conjura para el partido ante el Real Madrid. Fuentes próximas al equipo aseguran que estaba convocada antes de caer eliminados en el Giuseppe Meazza, aunque no con la presencia del presidente. Laporta pidió el máximo a los futbolistas, después de haber hecho ya un llamamiento a todos los aficionados para que acudan al estadio. «Es un partido clave para lograr la Liga. Hemos de llenar Montjuïc entre todos. Se lo pido a todo el barcelonismo para que podamos ganar al Madrid. Entre todos hemos de conseguir que los jugadores recuperen la mentalidad».

Para algunos de los consultados, eso es contraindicante, porque supone una «sobrepresión» innecesaria y crea la sensación de que es «la Liga o el fracaso». «Sería mejor tratar el partido como otro cualquiera e ir a la tarea, sin más», dice uno de los psicólogos.

El relato equivocado

Nada más caer en Milán, el Barcelona eligió el relato equivocado, al señalar al árbitro del partido, en opinión de un psicólogo que ha trabajado con equipos de Primera, por lo que prefiere no ser citado, como sus colegas, al estar vinculados al sector: «Habría sido más positivo centrarse en las cosas buenas que hizo el equipo en la eliminatoria, pero, en cambio, optaron por el victimismo». Un mal endémico del Barça del pasado, que siempre buscó coartadas, fuera en los arbitrajes como en hechos como la hepatitis de Maradona o el secuestro de Quini para justificar sus hundimientos en la Liga. Ese Barça no es el Barça de Lamine Yamal, con un liderazgo colosal ante el Inter pese a la derrota.

La caída europea provocó poca autocrítica, focalizados todos en el polaco Szymon Marciniak, salvo su compatriota Wojciech Szczesny. «Sin embargo, los futbolistas saben que encajaron siete goles, una cifra excesiva, y eso puede generarles internamente incertidumbres sobre el planteamiento del entrenador, aunque no lo manifiesten», explica un terapeuta habituado a trabajar con equipos. La preocupación por la defensa, muy arriesgada en el caso de Flick, aparece siempre después de las goleadas. A eso se añade la presencia de un portero circunstancial, que no ha mostrado los imposibles de Yann Sommer (Inter) o Gigi Donnarumma (PSG) durante las semifinales de la Champions, y la presencia enfrente de dos de los mejores delanteros al espacio, como Kylian Mbappé y Vinicius.

«Vamos a dejarnos el alma»

El Barça debe trabajar, pues, en el reforzamiento del juego que ha desarrollado, y eso es lo que intenta Flick durante estos días. El posible regreso de Alejandro Balde en Montjuïc devuelve cierta seguridad a la defensa. Uno de los más señalados ha sido Ronald Araújo, que pidió disculpas en las redes sociales y dijo: «Vamos a dejarnos el alma en el clásico».

«El desgaste físico no es determinante, pero pesa en los vestuarios, conscientes los jugadores de que se van a enfrentar a un rival que llegará más fresco», añaden. Los problemas del Madrid en su defensa pueden igualar ese aspecto, pero mientras para los de Carlo Ancelotti la victoria aparece como una oportunidad, los de Flick la ven como una necesidad, y «la necesidad puede conducir al bloqueo».

Después de tres victorias este curso sobre el Madrid y dos títulos (Supercopa y Copa), el del domingo será el cuarto clásico. Ninguno de los dos equipos ha logrado un pleno cuando se han enfrentado cuatro o más veces, aunque el empate mantendría la ventaja de cuatro puntos para el Barcelona. «El partido es una prueba de madurez definitiva para una generación que ha demostrado saber competir, como hizo en la Copa», finaliza uno los expertos. Primero han de vencer el vértigo.

El único autógrafo en la vida de José Ángel de la Casa

El único autógrafo en la vida de José Ángel de la Casa

Lo primero que aprendí de José Ángel de la Casa fue que los días de los partidos importantes, de las grandes finales, había que recogerse. Nada de buscar el mejor restaurante de la ciudad, por buena que fuera la dieta. Un paseo, una comida frugal, agua y descanso. El Tofo no lo hacía únicamente para cuidar la voz, su instrumento. También, decía, para tener la mente fresca, la atención en plenitud, abierta, en el caso de quienes escribimos, a las metáforas con las que transmitir la pasión que todo relato deportivo necesita. José Ángel las admiraba, pero te lo decía con la serenidad y austeridad de la Mancha en carne y hueso. La misma con la que impregnaba sus retransmisiones en TVE, porque la televisión pública, insistía, necesitaba ese equilibrio. Sólo el gallo en el gol de Señor, en el 13-1 a Malta, lo alteró. No fue intencionado, pero fue musical, el gallo de todo un país.

Desde entonces, mantuve la costumbre, alguna vez en su compañía, mientras se lo permitió el maldito Parkinson, pero la mayor parte de las veces solo, porque la soledad es la mejor compañía para seguir su consejo: pensar en el partido del que se va a escribir o se va a narrar. Hay que hacerlo pronto, no tarde, insistía, lo que te llevaba a comer solo, a menudo en el hotel donde te hospedabas. En más de una ocasión coincidí con personajes que hacían lo mismo. Eran matadores de toros en ciudades en feria. Nada tenía que ver su trabajo con el de José Ángel o el mío, pero al verlos siempre pensaba en la profesionalidad con la que el Tofo se tomaba el suyo, comparable con la de quien se enfrenta a la muerte.

José Ángel me enseñó más cosas. A tener la distancia justa con los grandes personajes del deporte, una distancia mágica, que se consigue con el respeto por el off de récord, con el conocimiento y con la crítica fundamentada. A las ruedas de prensa se va estudiado. El periodismo en un lugar de privilegio, como la voz principal de la televisión en tiempos del monopolio, le acercó a los más grandes, no sólo como locutor, también como gestor y negociador de derechos en nombre de TVE.

Podía haber tenido todas las camisetas, fotografías o autógrafos que hubiese querido, pero únicamente pidió uno en toda su vida profesional. Durante un vuelo, José Ángel se levantó, se dirigió a los asientos de delante y dijo: "Por favor, puede firmarme, es para mi madre". La mujer sonrió y correspondió. Era la Madre Teresa de Calcuta.

La caridad y la austeridad personificadas en aquella diminuta mujer hicieron que el Tofo rompiera su norma. El gesto define a un profesional que ayudó a muchos compañeros en momentos difíciles, entre los que me incluyo, y otros como Roberto Gómez. En mi caso, cuando me trasladé por trabajo de Barcelona a Madrid, hace ya 25 años, con dos hijas pequeñas. José Ángel fue de los que siempre se ofrecía, junto a otras personas, como los ex atletas José Luis González o José María Nombela, y compañeros en El Mundo como Carlos Toro, Fernando Baeta o Fernando Bermejo, claves para comprender el periódico por dentro, tomar las medidas a la ciudad y al deporte de la corte .

Había conocido a José Ángel antes de cubrir partidos de fútbol, precisamente en las competiciones de atletismo, una pasión compartida. También lo había hecho en alguna final del Barcelona, la primera en Wembley, pero no fue hasta el seguimiento del Real Madrid en la Champions cuando pude hacerlo mejor, junto a Míchel, su compañero de retransmisiones, el mejor analista y una de las mejores personas con las que me he cruzado en el fútbol. Eran vecinos en Majadahonda, al lado del escritor Paco Umbral. Coincidíamos en la población y, además, en algo que habríamos querido contar como periodistas: una medalla olímpica de José Luis González en 1.500 y una Copa de Europa de la Quinta del Buitre.

Entonces, ganar un Mundial para España era más que una utopía. Por eso, al llegar al Soccer City para disputar la final, en 2010, una de las primeras personas en las que pensé fue en José Ángel. Toda una vida dedicada a la selección y no estaba para contar lo mejor. En algo me equivoqué. Estaba allí, ya afectado por la enfermedad que nos lo ha arrebatado prematuramente. Cuando tres horas después de la final entró en el autocar de la prensa, fue como si la familia estuviera al completo. Se sentó a mi lado y, antes de hablar del partido, me contó que la entonces novia de Iniesta, el héroe de la final, se había perdido y la había ayudado a encontrar el camino de salida y el parking de los autocares. Después, hablamos de la campeona. Primero la ayuda, después el fútbol, compañero del alma, compañero.

La revolución de Luis Enrique sin Mbappé seduce a París: "Es provocador y soberbio, y eso, unido al éxito, encaja bien con esta ciudad"

La revolución de Luis Enrique sin Mbappé seduce a París: “Es provocador y soberbio, y eso, unido al éxito, encaja bien con esta ciudad”

Luis es nombre de reyes en el país que sublima la república. Los Luises de Francia fueron prácticamente una veintena, incluido Luis Felipe I, de la Casa de Orleans, que reinó durante un breve periodo, conocido como la Monarquía de Julio, antes de abdicar y dar paso, en 1848, a la creación de la Segunda República Francesa. Desde Luis I el Piadoso, los franceses tuvieron de todo: Luis II el Tartamudo, Luis V el Holgazán, Luis VI el Gordo, Luis XI el Prudente o Luis XII del Pueblo hasta el gran Luis XIV o Rey Sol, cuyo reinado, de 72 años, fue el más largo de la historia y marcó un tiempo de esplendor militar, además de reorganizar administrativamente el país y aplacar a la nobleza en favor de la política. También llevó el centralismo y el absolutismo al extremo, con el lujo de Versalles como metáfora. Luis XV, su nieto, fue su némesis, un desastre, y Luis XVI acabó por pagar los desmanes heredados y propios en la guillotina. La restauración trajo a otro Luis, un Borbón, pero la fascinación por la Revolución había cambiado a Francia para siempre. El país de todas las revoluciones, la burguesa, la estudiantil y hasta la sexual, vive otra en el fútbol de la mano de un Luis que no llega de Versalles. Es un sans-culotte del fútbol y la Champions, su Bastilla.

La seducción que produce Luis Enrique en Francia no tiene que ver únicamente con su trabajo en el PSG, a un paso de clasificarse para la finalísima de Múnich, si es capaz de hacer valer su ventaja sobre el Arsenal (0-1)m en la vuelta de las semifinales. Los resultados provocan crítica o reconocimiento, pero con el asturiano existe identificación merced a su personalidad en un país que ama la rebeldía, la irreverencia. Más que un país, una ciudad: París. «Luis Enrique es perfecto, porque es provocador y soberbio, y eso, unido al éxito, encaja bien con la ciudad», dice el filósofo y editor Thibaud Leplat, profesor en el Liceo Internacional de Madrid.

Luis Enrique da instrucciones, junto a Arteta, en Londres.

Luis Enrique da instrucciones, junto a Arteta, en Londres.NEIL HALLEFE

«Existe una fascinación entre la intelectualidad francesa por los personajes irreverentes, provocadores, y Luis Enrique lo es», añade Leplat. Es patente en la literatura, desde Simone de Beauvoir a Michel Houellebecq, pero también en el cine y hasta en el fútbol. Uno de los jugadores más contraculturales y antisistema de la historia fue el francés Éric Cantona, nieto de un exiliado de la Guerra Civil española. Cantonà era la revolución en carne y hueso contra cualquier forma de poder, incluidos los del propio fútbol que adoraba y le encolerizaba.

Cantonà acabó por pasarse al cine, aunque jamás jugó en el PSG, en cuyo origen se implicaron muchos personajes de la farándula, humoristas y actores como Jean-Paul Belmondo, uno de los canallas de la ficción. El entrenador Luis Fernández o David Ginola fueron en el campo fieles a esa condición que encaja con el carácter del español. "Es un club latino, mediterráneo, en el París que buena parte de Francia mira con desdén por el centralismo, porque para todo hay que pasar por la capital. Eso también contribuye a ser un club más odiado y a convertir cada partido en Estrasburgo, Lille, Niza o Marsella en choques con mucha tensión, algo a lo que se adapta bien un carácter frontal como el de Luis Enrique", continúa el profesor de filosofía afincado en España.

«Cualquiera que represente la revolución es, asimismo, adorado, porque la Revolución no es únicamente un periodo de nuestra historia, sino parte de la idiosincrasia de Francia. Hasta Emmanuel Macron título su autobiografía Révolution, aunque realmente su revolución no sea tal. En cambio, Luis Enrique, de alguna forma, ha impuesto la suya en un club sometido al dictado y los caprichos de las grandes estrellas», prosigue Leplat.

Mbappé, en un partido con el Madrid en el Bernabéu.

Mbappé, en un partido con el Madrid en el Bernabéu.BallesterosEFE

El PSG al que llegó era, en realidad, un Versalles de futbolistas siempre adocenados por el lujo, desde Ibrahimovic hasta Messi, y donde sólo existía un Rey Sol: Kylian Mbappé. Cuando se marchó, Luis Enrique dijo que el PSG jugaría mejor sin el actual delantero del Madrid. Una declaración más que provocadora, temeraria. El tiempo ha demostrado que tenía razón. «Se ha producido un efecto liberador con su marcha de París. Liberador para todos, el entrenador, el resto de jugadores, la hinchada y hasta los propietarios qataríes, que ahora están encantados con Luis Enrique, aunque los inicios fueron difíciles», recuerda Leplat.

Broncas a Mbappé, Dembélé o Asensio

El asturiano mantuvo su dialéctica habitual con los periodistas, una frontalidad que, unida a la irregularidad inicial del equipo, generó muchas críticas en su contra. A pesar de alcanzar las semifinales de la Champions, la temporada pasada, la forma de caer ante el Borussia Dortmund aumentó la sensación de impotencia en un momento de depresión por la pérdida de Mbappé, que meses atrás había comunicado al club su decisión. El documental No tenéis ni puta idea, sobre la figura del asturiano y su método de trabajo, realizado el pasado año por Movistar, no tenía inicialmente compradores en Francia, al contrario que en otros países. Esas voces críticas volvieron a arreciar ante las dificultades en la fase previa de esta edición de la Champions, pero a partir de noviembre, con el despegue del equipo, todo cambió y el documental, finalmente estrenado, arrasó.

«Michael Jordan cogía de los huevos a sus compañeros y se ponía a defender como un hijo de puta. Te vas a pegar todo el partido presionando a Cubarsí, a Ter Stegen y volviendo rápido... Para ser un líder», dice Luis Enrique a Mbappé en una escena recogida por el documental. Hiperactuada o no, ha habido muchas broncas más. Mbappé se marchó a un lugar donde presionar no es una obligación, no por ahora, y también lo hizo Asensio, pese a pedir al asturiano discutir el problema en grupo. De eso nada.

Ni siquiera Dembélé, al que llamó personalmente para que dejara el Barcelona y fichara por el PSG, se libró de sus medidas disciplinarias por no respetar normas que el técnico considera claves para el crecimiento del equipo. Dembélé fue una petición expresa que Luis Enrique hizo a NasserAl-Khelaifi al llegar al club, la temporada pasada. Un futbolista de una verticalidad tan mortal como incomprensible, algo que conecta con el pasado como jugador del asturiano, delantero en el Sporting, lateral en el Madrid y prácticamente extremo en el Barcelona, pero siempre en vertical.

Dembélé celebra su gol en Londres.

Dembélé celebra su gol en Londres.NEIL HALLEFE

La salida de Mbappé tras las de Neymar o Messi, convertía al ex azulgrana en la gran referencia. Por ello, su caída de la convocatoria antes de jugar en el Emirates, durante la primera fase de esta Champions, desató una crisis. «Lo volvería a hacer», dijo Luis Enrique, pese a caer (2-0). «Ousmane no tiene un problema conmigo, es un problema de sus obligaciones con el equipo», añadió. El delantero acudió a pedir disculpas al técnico. Meses después, en el mismo escenario, el titularísimo Dembélé cobraba la valiosa ventaja de la semifinal.

El técnico ha conseguido optimizar las cualidades de Dembélé, al que suele llevar al centro para dejar las bandas a Barcola o Doué, el gran talento que viene. El crecimiento individual de todos los jugadores ha sido enorme, y la prueba está en el mediocentro Vitinha o hasta en la renovada confianza del gigante Donnarumma. Hay equipo y hay juego, "el mejor de la historia del PSG", según concluye en Francia, claro, pero lo que verdaderamente hay es un liderazgo desconocido, que asombra e inquieta a los dueños qataríes, y enamora a los parisinos. C'est la révolution.