Nacho, muy cerca del adiós: del empujón de Mourinho a la arenga en Wembley

Nacho, muy cerca del adiós: del empujón de Mourinho a la arenga en Wembley

Nacho Fernández reconoce ponerse más nervioso en los actos institucionales, donde ejerce como capitán del Real Madrid, que en las noches más enrevesadas de la Champions. No sólo se trata de una cuestión de carácter. Hay otro motivo más. Desde hace dos años, los aficionados aprovechan esos momentos para pedirle que siga. Ayer, los gritos volvieron a repetirse entre la Catedral de la Almudena y la Puerta del Sol. Entre Cibeles y el Santiago Bernabéu. Nacho, tan maduro y responsable, no sabe muy bien cómo agradecer tanto cariño. Después de una temporada inolvidable, la primera con el brazalete, el capitán parece decidido a abandonar el club de su vida.

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A lo largo de las últimas semanas, el silencio de Nacho se ha interpretado con cierto fatalismo en las oficinas del Bernabéu. Desde Wembley, a última hora del sábado, el presidente Florentino Pérez verbalizó esta sensación: "Es dueño de su destino, así que haremos lo que él quiera". El capitán nunca fue un tipo que esconda nada, así que tanto sigilo sólo puede significar una cosa.

Desde su debut a las órdenes de José Mourinho, un 23 de abril de 2011, Nacho ha disputado 364 partidos con el Madrid. Se trata de una cifra asombrosa para alguien como él, sin un físico apabullante ni una técnica particularmente depurada. Un canterano llegado desde Alcalá de Henares que hubo de hacerse hueco entre centrales como Sergio Ramos, Raphael Varane y Eder Militao. O laterales como Marcelo y Dani Carvajal.

La arenga del descanso

Hoy, 13 años después de aquel partido en Mestalla, en el palmarés de Nacho figuran 26 títulos, entre ellos, seis Champions, cuatro Ligas, dos Copas del Rey y cinco Mundiales de Clubes. Pese a quedarse fuera de la convocatoria en la final de Lisboa (2014), el triunfo del sábado ante el Borussia le permite igualar a Paco Gento en el Panteón de la Copa de Europa. A su lado, Luka Modric, Toni Kroos y Carvajal. Tras el torbellino de emociones, apenas podía contener las lágrimas. "Es la recompensa a toda una vida de dedicación a este club", dijo en los micrófonos de Movistar, admitiendo que se trataba de uno de sus días "más felices". El nivel de exigencia del Borussia hizo la gloria más placentera.

Durante el descanso, Carlo Ancelotti había querido incidir en la idea de que con la calidad individual no bastaría. Aun sin hablar ni gritar demasiado, el técnico trasladó a sus futbolistas que se necesitaba atención y orgullo. Sobre todo a la hora de defender. Después, cedió el turno a los líderes del vestuario. Carvajal tomó la palabra, haciendo hincapié en la falta de compromiso, en la escasa agresividad ante un rival cada vez más ambicioso, que ya había merecido tomar ventaja. Nacho, un tipo tan serio, no podía entender los malos ajustes de Vinicius, Rodrygo y Jude Bellingham en la presión.

La arenga surtió efecto y el cambio de esquema, pactado entre Carletto y sus futbolistas, resultó determinante para la victoria. Tras el pitido final, Nacho se abrazó en la tribuna con su hermano Alex, centrocampista del Cádiz, mientas sus hijos revoloteaban por el césped junto a Bellingham. El colofón a otra actuación casi perfecta como central zurdo. No se podía ceder un metro ante Niclas Füllkrug, protagonista de las mejores ocasiones del Dortmund. Cuando hubo que dejar algún recado, como en el minuto 67, Nacho tampoco iba a titubear ante el panzer germano. El campeón supo sufrir sin la pelota, consciente de que, tarde o temprano, llegaría su momento.

La espera, como virtud, ha sido una constante en la vida de Nacho, un tipo acostumbrado al furibundo nivel de exigencia en Valdebebas. Sus dos expulsiones en Girona y Vitoria -las primeras de su carrera- suscitaron en otoño un torrente de críticas. Quizá su peor momento a lo largo de 13 temporadas. Pero el trabajo oscuro volvió a dar fruto y la grave lesión de David Alaba terminaría por abrirle las puertas de la titularidad y un hueco en la convocatoria de España para la Eurocopa.

La llamada de Luis de la Fuente, el pasado lunes, supuso una pequeña reparación a lo que muchos madridistas -incluido su propio entorno- consideran una vieja afrenta. Seis años después del Mundial de Rusia, Nacho disputará su segundo gran torneo con La Roja, pugnando por un hueco en una defensa donde Robin Le Normand, Aymeric Laporte, Alejandro Grimaldo y Carvajal parten, de inicio, con cierta ventaja.

Antes de viajar a Donaueschingen, en plena Selva Negra, Nacho pretende resolver su salida de Chamartín. Como suele ser habitual en los últimos tiempos, las mejores ofertas para un jugador de 34 años provienen de Estados Unidos y el Golfo Pérsico. Mientras tanto, Ancelotti seguirá apurando sus dotes persuasivas: "Le he dicho que se lo piense bien, porque tengo la esperanza de que pueda seguir. Es una pieza demasiado importante, sobre todo para el ambiente del vestuario". Todo parece, sin embargo, más orientado hacia el adiós del último one club man blanco.

El arrojo sin premio de un gran Dortmund: entre el ritual de Füllkrug y las lágrimas de Sabitzer

Actualizado Sábado, 1 junio 2024 - 23:35

Justo antes de saltar a la hierba, como cada noche, Niclas Füllkrug se activó con ese gesto tan característico en sus orejas. Algo así como un encendido automático con el que se aísla del ruido exterior y orienta sus cinco sentidos hacia lo único importante. Era el partido más importante de su vida y debía cumplir con la rutina. El delantero alemán, con un remate al palo y un gol anulado, vivió el lado más amargo del fútbol en Wembley.

El empeño de Füllkrug fue también la frustración de Edin Terzic, que no dudó en acercarse a felicitar a Carlo Ancelotti justo antes de que Slavko Vincic decretase el final. La desesperación de la leal hinchada borusser, a la que sólo hubo que reprochar esos abucheos fuera de tono ante Vinicius. El fútbol debería mostrarse menos cruel con Mats Hummels, autor de una final impecable. O con Marco Reus. Once años después de la final ante el Bayern, otra vez en Wembley, el capitán tampoco pudo saldar su deuda con la Champions.

No existían palabras de ánimo para unos futbolistas que habían cumplido lo que su técnico les reclamó en la previa. Arrojo ante el eterno campeón. Lloraba inconsolable Marcel Sabitzer ante las cámaras mientras las banderas amarillas aún flameaban. Si existe forma humana o divina de derribar al Madrid en una final, el Borussia apuró casi todas. Suyo fue el dominio, en lo táctico y anímico, a lo largo de 70 minutos. Pero en esa hora bruja, la que distingue a los grandes equipos de los inmortales, el Real jamás perdona.

Inmovilizar al espontáneo

Deberán volver con orgullo al Westfalenstadion, convencido de que sólo así era posible. Desde el primer minuto, para lo que la afición blanca resultaba casi una rutina, en el fondo del Dortmund se disfrutaba como un acontecimiento extraordinario. Dos horas antes del pitido inicial, cuando aún bullían los madridistas en Borough Market, el fondo alemán ya se teñía de amarillo y negro. La ovación a Jürgen Klopp rivalizó con los abucheos a José Mourinho cuando ambos aparecían por los videomarcadores. El vínculo con el equipo, tan estrecho, llegó al delirio en el momento en que los futbolistas hicieron esperar al árbitro para agradecer el incondicional apoyo.

Nada pudo objetarse a la combatividad del Dortmund. Si Sabitzer ni siquiera titubeó para inmovilizar al tercer espontáneo que había invadido el césped, lo demás vendría de añadidura. El Madrid había localizado el flanco débil en torno a Ian Maatsen, que sufría las acometidas de Dani Carvajal y Fede Valverde, pero el Dortmund casi siempre supo competir. Incluso pese a un Nico Schlotterbeck más atribulado que de costumbre. Al joven central quisieron tranquilizarlo antes de que se ganara una ridícula amarilla por protestas.

Superada la media hora, Davide Ancelotti tuvo que sujetar a su padre por la manga, porque el Madrid no podía tolerar tantos minutos a merced del rival. Justo antes del descanso, Gregor Kobel quiso entrar en calor con todo tipo de estiramientos. El Madrid, perdido en la presión, romo en la zona de tres cuartos, no había asomado por sus dominios.

En busca de respuestas

El entusiasmo del fondo germano se redoblaría en los instantes previos a la reanudación. Primero, con una pancarta con el lema Auf geht's Dortmund. Kampfen und siegen (Vamos, Dortmund. A luchar y ganar). De inmediato, no menos de dos docenas de bengalas emponzoñaron el ambiente. Cumplido el minuto 50, los suplentes de Ancelotti, que ni habían calentado al inicio junto al resto, saltaron a la banda. Luka Modric, siempre atento de reojo, parecía particularmente inquieto.

Fue llamativa la desesperación de Ancelotti, braceando como nunca en el área técnica y girándose hacia el banquillo en busca de respuestas. Su larga charla con Davide en el ecuador presagiaba algo, aunque el primer cambio llevaría la rúbrica de Terzic. El último hurra de Reus para infortunio del inspiradísimo Karim Adeyemi.

Había llegado el momento en que el Madrid inclina la historia sólo con el escudo. Füllkrug, que se había batido con bravura frente a Nacho, desatendió sus obligaciones en el primer palo ante Carvajal. El primer clavo en el ataúd del Dortmund, que ya no levantaría cabeza. El éxtasis había cambiado de fondo. En el blanco reclamaron aModric. Se contaban, exactamente, 86.212 espectadores en Wembley. Y hubo que esperar al minuto 85 para disfrutar del croata. Una vez más mereció la pena.

El último baile de Kroos y Modric: “¡Pass, Luka, pass!”

Actualizado Sábado, 1 junio 2024 - 23:27

El 12 de agosto de 2014, los 30.000 aficionados presentes en el Cardiff City Stadium disfrutaron, aún sin saberlo, de un acontecimiento histórico. Luka Modric y Toni Kroos saltaban juntos al césped para disputar un partido con el Real Madrid. El primero de una sucesión de 335. Casi una década exacta en la sala de máquinas del gran jerarca de la Champions. La época más gloriosa del Madrid, cerrada bajo el arco de Wembley con un abrazo para el recuerdo cuando Carlo Ancelotti decretó el cambio entre ambos.

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Pass, Luka, pass!", reclamaba Kroos durante aquel primer partido, aquella la final de la Supercopa de Europa ante el Sevilla, resuelta con un doblete de Cristiano Ronaldo (2-0). Apenas unas semanas después de proclamarse campeón del mundo en Maracaná, el alemán mostraba una autoridad impropia para un debutante. Xabi Alonso, seducido por Pep Guardiola, acababa de abandonar la nave y él debía asumir el mando. En el inicio de la jugada, como primera opción para el pase de Sergio Ramos o Pepe, el alemán comandó el ataque en perfecta sintonía con Modric, evidenciando el error del Bayern, que le había dejado escapar a cambio de 30 millones de euros.

Kroos y Modric decidieron paladear las horas previas a la final ante el Dortmund como si no se tratase de una última vez. Tras el entrenamiento del viernes apuraron una sesión de disparos desde la frontal, la mayoría imposibles para Kepa Arrizabalaga. A sólo unos metros, Carlo Ancelotti asistía a la escena con el orgullo del padre que ha visto triunfar a los hijos en la vida. Su dinastía, a nivel numérico, se traduce en 46 títulos en el Bernabéu, con 213 victorias, 61 empates y 61 derrotas.

Di Stéfano-Gento, Maldini-Costacurta

A partir de hoy, con Kroos fuera y Modric deshojando la margarita, el Madrid buscará en el mercado, consciente de que será casi imposible encontrar reemplazos de igual valía. De modo que Aurelien Tchouaméni y Eduardo Camavinga, tras dos años de febril aprendizaje, tendrán que dar otro paso adelante. "Por encima de todo destaco su lectura del juego, su serenidad con la pelota y su colocación. Son muy inteligentes en el modo en que se posicionan", destacó el ex viernes el futbolista del Mónaco, baja por lesión en la final.

En la Champions, Kroos y Modric han alzado cinco de los 10 títulos en juego. Un hito con el que igualan a otro binomio mítico, el formado por Alfredo di Stéfano y Paco Gento, que comandaron las cinco primeras Copas de Europa para gozo de Santiago Bernabéu (1956-1960). Este dominio en el máximo trofeo también les permite equipararse -casi en la mitad de tiempo- con Alessandro Costacurta y Paolo Maldini, caudillos de la defensa del Milan, que levantaron cinco Orejonas entre 1989 y 2007. Un escalón por debajo figuran Xavi Hernández y Andrés Iniesta, campeones cuatro veces con el Barça, en compañía de Leo Messi (2006-2015). Además, el bagaje del alemán y el croata durante sus 82 partidos juntos en la Champions se cifra en 53 victorias, 14 empates y 15 derrotas, con 173 goles a favor por 83 en contra.

"Mis favoritos para ganar el Balón de Oro serían Jude [Bellingham], Vinicius y Kroos, aunque no sea en ese orden», anticipó Modric en los micrófonos de la Cope. Cuando le insistieron, el ex mediocentro del Tottenham terminó mostrando sus preferencias: "Por relación de cercanía, amistad y tiempo que llevamos juntos me gustaría que fuese Toni".

Füllkrug, el último ‘panzer’ alemán: un duelo con su amigo Rüdiger que puede decantar la final

Actualizado Sábado, 1 junio 2024 - 10:45

Contemplado de cerca, Niclas Füllkrug podría pasar por un peso pesado, con su célebre dentadura mellada, sus 189 centímetros y sus bíceps forjados hace un par de años, cuando ni siquiera jugaba en la Bundesliga. Sin embargo, el máximo realizador del Dortmund, autor de 15 goles en 42 partidos, nunca ha cruzado guantes con un rival tan propicio como Antonio Rüdiger, su gran amigo, el encargado de vigilarlo el sábado en Wembley. Füllkrug, uno de los últimos panzers del área, sabe que juega en un puesto en vías de extinción. Y que este fútbol moderno, tan previsible por momentos, le considera un vestigio del pasado.

La ascensión resultó más que ardua, pero una década después, Füllkrug al fin ha hollado la cima. Esta final de Champions supone un desafío asombroso para un ariete que en mayo de 2022 -mientras el Real Madrid partía rumbo a la Decimocuarta en París- andaba luchando por el ascenso del Werder Bremen. Su ejemplar empeño guarda similitudes con el de Joselu. A los 31 años, dos después de su primera convocatoria con la selección absoluta, tantas horas de entrenamiento táctico y gimnasio han merecido la pena.

Füllkrug no alcanza las dimensiones de Jan Koller, aquel descomunal checo que hizo tambalear a Iker Casillas en febrero de 2003. Tampoco se siente demasiado cómodo con el balón en los pies. No obstante, su mera presencia en el área debería suponer toda una inquietud para Rüdiger, el central que minimizó a Erling Haaland. Sin embargo, a diferencia del City, que apenas quiso colgar balones, el mayor caudal ofensivo del Borussia se intuye en los centros hacia la frente de su ariete. "Me gusta Antonio porque, pese a su agresividad, es muy honesto. Cuando viene hacia ti parece que quiere matarte, pero eso también me gusta. Adoro jugar contra esta clase de defensas", admitió el pasado martes, tras el último entrenamiento previo al Media Day.

Desde que en agosto, ya iniciada la Bundesliga, pudo cerrar su traspaso, Edin Terzic ha confiado a Füllkrug la responsabilidad rematadora. Aprovechando las continuas lesiones de Sebastian Haller, poco a poco ha ido adaptándose al fútbol de transición de este Borussia. El gol al PSG en la ida de semifinales, dejando en mal lugar a Lucas Hernández, dejaría constancia de sus virtudes. Füllkrug no es sólo un fósil del fútbol de antaño. También ejecuta a toda velocidad. Incluso con la zurda, su pierna menos hábil.

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Durante las semanas previas al Mundial 2022, la figura de Füllkrug fue cuestionada por los medios alemanes, estupefactos ante la inclusión de un delantero recién salido de la Bundesliga 2. Su golazo a España, pocos minutos después de saltar a la hierba, silenciaría las críticas, multiplicando el interés del Borussia. Una década después de la salida de Robert Lewandowski, en el Westfalenstadion contaban de nuevo con un rematador puro. Alemán, por más señas, lo que le conectaba con algunas leyendas del club.

Friedhelm Konietzka, por ejemplo, siempre será recordado como el autor del primer gol en la historia de la Bundesliga. Su peinado a cepillo le otorgaba un aire tan marcial que pronto le apodarían Timo, en honor al general soviético Semyon Timoshenko. De su adusto carácter se cuentan mil historias, aunque ninguna tan divertida como la de aquel 4 de diciembre de 1963, con un memorable 5-0 al Benfica. Pasada la media hora, Konietzka iba a anotar el primer gol, así que un espectador saltó al césped para colgarse de su cuello. El gesto poco amable de Timo sigue levantando carcajadas entre los fieles a la Südtribüne.

Aún más significado simbólico hubo que atribuir a Lothar Emmerich y Sigfried Held. Bautizados como los Gemelos Terribles, lideraron al Borussia hacia la Recopa de 1966, el primer título europeo de un club alemán. Emmerich, hijo de minero y nacido en Dortmund, se entendía telepáticamente con Held. Uno iniciaba por la izquierda y el otro, desde el corazón del área, rompía la red. Como Jadon Sancho y Niclas Füllkrug, por poner un ejemplo actual.

Obrero, sobrio y de izquierdas: así es el Dortmund, rival del Madrid en la Champions

Obrero, sobrio y de izquierdas: así es el Dortmund, rival del Madrid en la Champions

El sábado, cuando los futbolistas del Dortmund salgan del túnel de Wembley para disputar la final ante el Real Madrid, una voz al unísono rivalizará con los acordes de la Champions. Un rugido en las gargantas de 24.610 hinchas alemanes entonando el Heja BVB, la canción que durante las cinco últimas décadas se ha convertido en su himno más popular. Desde 1976, año del último ascenso a la Bundesliga, la afición del Borussia recibe al equipo con su pegadizo estribillo. Sin embargo, este ritual pudo truncarse en 2001, cuando un Borussia sin identidad navegaba a la deriva. La directiva de Gerd Niebaum quiso enterrar la canción por otra más moderna, sin reparar en la obstinación de la Südtribüne. El sector más fanático del Westfalenstadion manejaba otros planes.

"Hay otros clubes en la elite europea, como Barcelona, Bayern o Real Madrid, que pertenecen a sus seguidores y no a conglomerados o ricos hombres de negocios. Sin embargo, existen dos diferencias entre el Dortmund y ellos. La primera es que el Borussia sigue siendo, más que una marca global, un club esencialmente impulsado por la comunidad. La segunda es el apoyo. Es natural que los aficionados se quejen a menudo de que no los escuchan o incluso los ignoran.

Los seguidores del BVB se quejan regularmente de esto, pero no conozco ningún club de este tamaño que tenga tantos enlaces con su afición y esté tan preocupado por lo que quieren y necesitan las personas en las gradas, a diferencia de las que están sentadas frente al televisor". Estas son algunas de las conclusiones que convierten Building the Yellow Wall: The Incredible Rise and Cult Appeal of Borussia Dortmund (Orion Publishing, 2019) en uno de los mejores libros sobre fútbol de la última década.

Identidad

Uli Hesse, su autor, dirige la prestigiosa revista 11Freunde. También milita como hincha fervoroso del Dortmund, aunque ello no le haya impedido diseccionar la figura de Franz Beckenbauer, el gran mito del Bayern, o acometer la historia del gigante muniqués en Bayern: Creating a Global Superclub (Yellow Jersey, 2016). Toda su devoción por el Borussia, su certero análisis, se compendia en un párrafo que completa el anterior. "Mantener esta posición supone un sufrimiento diario. Por un lado, el BVB pretende demostrar que Theodor Adorno se equivocaba. "No hay vida verdadera en la falsa", decía el filósofo alemán.

En otras palabras, el Dortmund cree que hay un modo de competir en el alto nivel sin traicionar los elementos esenciales de su identidad, que define como "rebeldía, lealtad y sencillez". Sin embargo, para hacer esto el club necesita algún tipo de éxito. Después de todo, nadie puede ser rebelde, leal y sencillo en la mediocridad de la mitad de tabla. Sólo demuestras algo cuando llegas a la cima y aun así te niegas a venderte".

El texto de Hesse, aún no traducido al castellano, aborda la idiosincrasia de un club enfrentado, desde su nacimiento, con el poder. "La fundación representó casi un acto revolucionario para unos jóvenes como nosotros y nos exigió mucho valor y coraje. Después de todo, nuestra sagrada Iglesia Católica, tan próxima al Gobierno, era la institución más importante para nosotros", admitió, poco antes de su muerte, Franz Jacobi, secretario y mano derecha de Heinrich Unger, presidente. Sólo una semana después de aquel cuarto domingo de adviento de 1909, el capellán Hubert Dewald amenazaría con la excomunión a aquellos 18 sacrílegos que pretendían jugar los domingos. "No es un simple día de esparcimiento que podamos pasar como mejor nos parezca", clamó desde su púlpito.

Hoy, algunos ecos subversivos perviven en la terraza de la cervecería Wenker, la de más rancio abolengo en el Alter Markt. Los rescoldos de un carácter obrero e izquierdista. Las secuelas de una vida precaria en las minas de carbón y la industria acerera. El temperamento local, según Hesse, se fundamenta en "un enfoque sensato ante la vida, un fuerte espíritu de trabajo, un sentido de la solidaridad y una aversión a la charla pretenciosa". Nadie viaja a Dortmund atraído por el paisaje o la vida cultural y nocturna. Allí sólo se respira fútbol. Apurando las rondas en los pubs de Lindemannstrasse, los turistas enfilan hacia el estadio.

La afición del Borussia en el Signal Iduna Park

La afición del Borussia en el Signal Iduna ParkGETTY

Porque el Borussia nunca habría cumplido 115 años sin el Westfalenstadion, su tabla de salvación tras la quiebra de la industria minera. "Convertirse en sede del Mundial de 1974 y recibir fondos públicos (tanto del länder de Renania del Norte-Westfalia como del gobierno federal) para construir el nuevo campo supuso un sustancial golpe de suerte", prosigue Hesse, premiado en los Charles Tyrwhitt Sports Book Awards de 2019. Tras la temporada 1973-74, el Dortmund había acabado sexto en la segunda división, con un promedio de 8.900 espectadores en sus gradas.

El curso siguiente, el equipo volvió a terminar sexto, pero recibiendo 25.400 espectadores en la nueva sede. Pese a deambular por la Bundesliga 2, los amarillos acogían a más gente que 13 equipos de la máxima categoría, incluido el Mönchengladbach, absoluto dominador por entonces. Hoy, bajo la denominación de Signal Iduna Park y un contrato de patrocinio que expira en 2026, su capacidad se ha ampliado a 81.365 espectadores, la mayor de Alemania.

Hans-Joachim Watzke, director general del Dortmund durante las dos últimas décadas, se hace escuchar varias veces a lo largo de 288 páginas. "El aficionado alemán quiere sentir que forma parte de un todo. En Inglaterra, el hincha ahora es básicamente un cliente y puede vivir toda una vida con eso. Pero si le dices a un seguidor alemán que es sólo un cliente, te va a matar. Tiene que sentirse conectado con el club". Aún peor, lógicamente, se entendería el paso de cliente a mero consumidor. Quizá por ello, Watzke comprendió en 2001, su primer año en la cúpula del Dortmund, que el célebre Muro Amarillo no iba de farol. Y que tras cantar tozudamente el Heja BVB antes de cada partido, terminaría dando marcha atrás a los planes de Niebaum.

Terzic: “Si somos valientes, tendremos nuestra oportunidad”

Actualizado Viernes, 31 mayo 2024 - 21:43

Quizá no sea el mejor estratega, ni el motivador más persuasivo, pero Edin Terzic gasta un carácter tremendo. Fuera y dentro del banquillo. Así lo ha demostrado durante sus dos temporadas al frente del Dortmund y así se evidenció ayer desde que dio sus primeros pasos por Wembley. Con la barbilla alta y una sonrisa tensa encabezó la expedición amarilla en cada rincón del templo londinense. Llegado su momento en la rueda de prensa oficial, mitad acalorado, mitad ansioso, tuvo que quitarse la parte de arriba del chándal. Necesitaba sentirse cómodo para contar su verdad.

Terzic, con contrato hasta junio de 2025, ni siquiera sabe aún si continuará al frente del Borussia la próxima temporada. Ese detalle, tan crucial para cualquiera, no le importa ahora en absoluto. Su cabeza sólo se ocupa de cómo hacer frente al Real Madrid. «Hemos tenido 60 partidos para prepararnos de cara a esta final. Ellos tienen el papel de favoritos, pero no nos importa», arrancó. «El Madrid es, de largo, el club más laureado del torneo y esta temporada sólo ha perdido dos veces, ambas frente al Atlético. Sólo tendremos una oportunidad si somos valientes y demostramos que no vinimos aquí a verles levantar otro trofeo más».

A los 41 años, Terzic se sigue considerando un tipo joven. También en su profesión, exigente para cualquiera. Incluso para Carlo Ancelotti, que aún sufre casi como el primer día. «Siento el mayor de los respetos por Carlo, porque ha ganado con diferentes equipos, en diferentes épocas y diferentes culturas. Pero estamos listos para competir y demostrar que podemos luchar por el título».

«Pensé que estaría nervioso, aunque hoy, realmente, no me siento así. La razón es que tengo mucha confianza en que jugaremos un gran partido», vaticinó el ex ayudante de Lucien Favre. Devoto hincha del Borussia, Terzic sólo contaba 14 años cuando Andreas Möller y Matthias Sammer alzaron la única Orejona en la historia del Borussia. Aquel recuerdo supone ahora una motivación para su vestuario, ansioso de llevar al delirio a los 30.000 que han viajado a Londres y los más de 100.000 que lo seguirán desde las calles de Dortmund. «Lo siento por toda esa gente que no ha podido conseguir entrada, pero estoy convencido de que Wembley, como el Olímpico de Múnich en 1997, se teñirá de amarillo y negro».

Los buenos augurios conviven estos días con el amargo recuerdo de la pasada Bundesliga, entregada al Bayern en la última jornada. Justo un año después, aquel fiasco sirve para espolear al vestuario. «No importa lo duro que fuese aquello, porque siempre hay que levantarse e intentarlo de nuevo. Esta es la parte más bonita de nuestro deporte. Yahora estamos en uno de los estadios más icónicos del mundo para enfrentarnos nada menos que al Madrid». Poco antes de entrar a la sala, un periodista alemán había abordado a Terzic con una pregunta ya recurrente. «Sí, hace 10 años jamás hubiese soñado dirigir en una final de Champions, pero hace cuatro meses, cuando entramos en octavos, por supuesto que lo pensé»..

Poco antes de entrar a la sala, un periodista alemán había abordado a Terzic con una pregunta ya recurrente para él. «Sí, hace 10 años jamás hubiese soñado dirigir en una final de Champions, pero hace cuatro meses, cuando nos clasificamos para octavos, por supuesto que lo pensé». En septiembre, según él mismo admitió, nadie confiaba en este Borussia, con una plantilla muy renovada respecto a 2023.

Una de las apariciones más refrescantes de este curso fue la del central Nico Schlotterbeck, que deberá hacer frente su ex compañero, Jude Bellingham. «Puede hacer todo: regatear, disparar y cabecear. Además, sus extremos son muy buenos. Necesitamos defender como equipo y si les controlamos, podremos ganar», pronosticó el central. Por último, una mención para Julian Brandt, que también exhibiría un gran optimismo frente a los micrófonos. «Creemos que podemos ganar. Tenemos una confianza total y lo vamos a demostrar».

Jadon Sancho, un extremo sin mesura contra el Real Madrid: "En Dortmund parece diferente"

Jadon Sancho, un extremo sin mesura contra el Real Madrid: “En Dortmund parece diferente”

El lenguaje corporal no engaña y menos en alguien que viene de donde viene. A los 24 años, Jadon Sancho ha rejuvenecido tras los últimos seis meses en Dortmund. De hecho, cada día se parece más al insolente muchacho que desafiaba a los mayores en los campos de hierba de Kennington Park. En ese barrio, entre las casas bajas por donde pululaba un mocoso llamado Charles Chaplin, la vida no resulta precisamente sencilla. Abundan inmigrantes de todas las razas y mares, aunque falten dotaciones del Ayuntamiento. La brecha entre ricos y pobres se agudiza año a año, pero bajo las paredes de ladrillo desgastadas por la intemperie también florece el talento. Según un estudio del diario The Guardian, en esa franja de poco más de 15 kilómetros al sur del Támesis han crecido el 10% de los futbolistas que juegan en la Premier League. Uno de ellos, el del más díscolo ingenio, disputará el sábado la final de la Champions ante el Real Madrid.

Sancho juega en Dortmund desde enero cedido por el Manchester United. Su contrato expira en 2026 y el préstamo, negociado por Matt Hargreaves, incluye 3,5 millones de euros, dado que el Borussia se viene haciendo cargo de parte de su nómina. Sin embargo, el monto total podría incluir medio millón más en caso de que los alemanes alcen en Wembley la segunda Orejona de su historia. Para ello necesitarán que Sancho repita el nivel ofrecido durante la semifinal ante el PSG. Jugando a banda cambiada, desde el perfil izquierdo, hizo trizas la cintura del desventurado Nuno Mendes. Imparable en el cara a cara con esos regates aprendidos en la calle, Jadon fue de nuevo esa estrella por el que el United había pagado, hace sólo tres años, 82 millones al Dortmund.

"Se trata simplemente de confianza. En un ambiente adecuado, el que le ha ofrecido su entrenador, ha recuperado su encanto. Parece un jugador diferente", explican a EL MUNDO fuentes cercanas al futbolista. A las órdenes de Edin Terzic, Sancho ha asumido una ética de trabajo. No sólo cuando encara, sino cuando ha de presionar al lateral. "Le ha sentado muy bien pertenecer a un equipo que, a diferencia del United del primer tramo de la temporada, cuenta con un estilo y un plan de juego muy definidos. Ahora sabe que su salida tenía una justificación", abundan.

Un pez grande en un estanque pequeño

Durante el citado partido ante el PSG completó 13 regates, la mayor cifra en una semifinal de Champions desde los 16 de Leo Messi ante el Manchester United en 2008. "Superó a Kylian Mbappé, el mejor del mundo. Le vimos más en forma y más cómodo", completan desde su círculo más cercano. El mejor modo de interpretar esta metamorfosis cabe en una expresión muy británica: Sancho, de amarillo, se siente un pez grande en un estanque pequeño.

Desde su 4-3-3 o 4-2-3-1 Terzic ha otorgado mucha libertad a sus extremos. No sólo para cambiar de perfil, sino para sorprender por el interior. Puede que Sancho haya perdido parte de la explosividad con la que pudo saciar el apetito de Erling Haaland, auque ahora cuenta con mejor visión periférica y más recursos globales. De su duelo frente a Dani Carvajal, una bestia competitiva, dependerán las opciones del Borussia, dado que Karim Adeyemi no debería resultar un adversario demasiado temible para Ferland Mendy.

El Borussia, además, ha aprendido a ofrecerle cierta manga ancha, algo crucial para un chico que desde la adolescencia venía mostrando preocupantes niveles de indisciplina. En 2018, nada más aterrizar por vez primera en el Westafalenstadion, su impuntualidad en los entrenamientos tuvo que ser castigada por Peter Stöger. Dos años más tarde, poco antes de un partido de Champions ante el Barça, se quedaría dormido durante una charla técnica. Y la Federación Inglesa tuvo que multarle con 130.000 euros por llegar con un día de retraso a la convocatoria de Gareth Southgate. Y aún cabrían un puñado de episodios más, incluidas sus estrepitosas apariciones ante los micrófonos.

Rechazar 30.000 libras semanales

Los padres de Jadon, procedentes de Trinidad y Tobago, velaron día y noche para que el niño esquivara las tentaciones de la calle. El primer paso se dio en el Adventure Playground, un proyecto comunitario en Kennington que había acogido, décadas atrás, a otro renacuajo llamado Rio Ferdinand. A los 13 años pudo hacerse un hueco en la academia del Watford, aunque empezase a asomar ese inmenso ego que aún hoy le define. Algunos analistas británicos consideran a Sancho el jugador más sobrevalorado de la última década. Y uno de los más petulantes y autocomplacientes.

Durante el verano de 2017, en plena pretemporada estadounidense, dio portazo al Manchester City de Pep Guardiola. Aún no había cumplido la mayoría de edad y ya rechazaba 30.000 libras semanales, una cifra capaz de eclipsar la de muchos compañeros. Pronto, su fama de glotón e intemperante hizo fortuna en las portadas de los tabloides. Especialmente durante el pasado otoño, cuando Erik ten Hag quiso enviarlo a Países Bajos para que recibiese ayuda psicológica.

Hoy, en Old Trafford aguardan a resolver la continuidad del técnico, impulsado por su flamante éxito en la FA Cup, para desatascar la situación con Sancho. Gran parte de la afición aún recela de un extremo que apenas sumó 12 goles y seis asistencias en 82 partidos. No obstante, bajo la espada de damocles del fair play financiero, el United tampoco puede regalar un activo de semejante calibre.

Tras los pasos de Ancelotti en Reggiolo: "Viene de la tierra, por eso es tan humilde y trabajador"

Tras los pasos de Ancelotti en Reggiolo: “Viene de la tierra, por eso es tan humilde y trabajador”

Cada mañana, Peppino, su padre, se ponía al volante para recorrer los 50 kilómetros que separan Reggiolo de Parma. Un hombre de pocas palabras, pero tifoso enfermizo del Milan, que se hizo enterrar con el uniforme oficial del heptacampeón de Europa. Cada 10 de mayo, fecha de su cumpleños, Carlo Ancelotti acudía puntual a felicitarle. Y la pasada semana, aprovechando un hueco previo a la final de Wembley, el entrenador del Real Madrid tampoco olvidó la visita al cementerio. Junto a él, su hermana Angela, que reside en la cercana Novi di Modena. Por las riberas del Po, el sol aprieta y la vida pasa despacio. Nadie olvida de dónde viene y todos saben que volverán. La gente se remanga a disposición del bien común, como tras el terremoto que devastó la zona, un 29 de mayo de 2012. Carletto, que nació, creció y salió de aquí camino de la eternidad, también regresará. Como uno más.

A la sombra de las almenas de la Rocca di Reggiolo, una fortaleza medieval cuyos muros resistieron los embates del seísmo, Fausto Mazza regenta el Ristorante Toscanini. «El jueves [16], a las nueve de la mañana, Carlo estaba sentado conmigo en esta misma mesa», revela, con la misma naturalidad con la que arrastra su corpachón entre los manteles. En su aire socarrón y hospitalario, en el apretón de sus manos callosas, cabe toda la Bassa Emilia. «Ancelotti proviene de una familia campesina muy pobre. Así que, pese a los éxitos, esa herencia siempre va a estar ahí. Dice mucho de él que un personaje de su relevancia entre aquí a saludar y a tomar un café con los amigos».

Junto a un banderín rossonero del Milan, Mazza guarda dos fotos como alhajas. Una, de 1974, el año que compartió junto a Carlo en el Reggiolo Calcio. La otra, de 1995, cuando organizó un torneo al que su camarada, entonces técnico de la Reggiana, quiso apuntarse. «A los 14 años todos queríamos ser profesionales, pero la mayoría no teníamos ni para las botas. Las que nos dejaba al club, a menudo no nos servían, porque ya las habían destrozado los mayores», recuerda Fausto. Y su sonrisa, deshilachada entre la barba entrecana, se despliega al presentar los cappelletti in brodo, especialidad gastronómica de la Bassa. Una pasta rellena sumergida en caldo de carne y aderezada con el toque preferido de Ancelotti: «Un dedo de vino tinto. Sólo un dedo».

«¿De verdad no se marcha?»

Entre las celebridades locales, la popularidad de Mazza rivaliza con la de Giancarlo Simonazzi, párroco de Santa Maria Assunta y guardián de la llave del Oratorio San Giuseppe. Entre sotanas y alzacuellos marcó sus primeros goles, hace casi medio siglo, aquel niño tan glotón. Pero de camino al número 96 de la Via Giacomo Matteotti hay parada preceptiva en la Ferretería Ancelotti. Gaetano y Roberto, remotos parientes por parte de abuelos, regentan el negocio. Son tan gentiles, tan a la vieja usanza, que hasta su duda enternece: «¿De verdad que no va a marcharse a Brasil?» Al fondo, varios militantes de Forza Italia faenan con las pancartas en una calle dedicada al ilustre mártir del socialismo. Los ojos de Don Giancarlo, casi octogenarios, ya parecen haberlo visto todo un par de veces. Pero cuando abre la cancela, también en su voz se derraman unos acentos de nostalgia.

«Todo este vestíbulo tuvo que reconstruirse tras el terremoto, aunque la parte de dentro no ha cambiado», explica el sacerdote, apuntando a un solar donde las matas de hierba crecen desordenadas. Hace tiempo que arrancaron las porterías y hay que forzar demasiado la imaginación. Así que mejor dejar constancia de la última prédica antes de partir. «Nadie podrá objetar nada de Carlo como futbolista y entrenador, pero a nivel personal, hay quien piensa que ha cometido graves errores». No hay forma, divina o humana, de sonsacarle algo más. Simonazzi habla y se mueve como aquel Don Camilo de las novelas de Giovanni Guareschi.

El Stadio Comunale Rinaldi, sede del Reggiolo Calcio.

El Stadio Comunale Rinaldi, sede del Reggiolo Calcio.M.A.H.

Por estos contornos, los caminos son rectos y los vecinos conocen, terrón a terrón, cada palmo cultivable. En primavera, algunos diques se desbordan y el agua, fangosa, engulle las tierras bajas. Los mosquitos devoran. El sol curte incluso el pellejo de Adone Bertazzoni, labrador a tiempo completo y presidente, en los ratos libres, del Reggiolo Calcio. Como cada sábado a mediodía, Adone acude con su furgoneta al Stadio Comunale Rinaldi. Trajina con unas sillas de plástico y enseña al periodista las instalaciones municipales. «Carlo, como yo, viene de la tierra, de la estructura de la tierra. Por eso es un tipo tan humilde y trabajador». Bertazzoni, con sus ojillos vivaces y su dentadura de niño pobre, representa el testimonio de un mundo que se acaba.

«Tenemos un terreno fértil. Yo cultivo maíz, trigo y soja. Disfruto con mi vida tranquila y con mi casa en el campo», confiesa. Pero desde la construcción de la autopista a Brennero, la arcadia se ha visto azotada por el progreso. Comer Industries, suministradora de Jeep, y la farmacéutica Sarong, abrieron sede en los alrededores. Disminuyó el desempleo, aunque el orgullo de Reggiolo no se mide en datos macro. «En este club contamos con 50 voluntarios. Empezamos con niños de cinco años hasta el equipo senior. Siempre intentamos hacer bien las cosas. Ancelotti empezó aquí en 1974 y mira su trayectoria tan increíble». Bajo la tribuna principal, en un cuartillo carcomido por el polvo, se amontonan trofeos, testigos de aquel tiempo, cuando Carletto partió hacia Parma. Del Ennio Tardini, al Olímpico de Roma y San Siro. Del banquillo de la Reggiana a las puertas de su quinta Champions.

"Durante su primera etapa en la Reggiana tenía dudas sobre si valía para los banquillos"

Han transcurrido casi tres décadas desde aquel debut en los banquillos en la Serie B, quizá la fase menos conocida de su carrera. «En esa época Carlo estaba preocupado, con dudas sobre si valía o no, pero también tenía mucha motivación», apuntan sus conocidos de entonces. Reggio Emilia, capital de la región, no entendía el pésimo momento de un equipo que únicamente sumó cuatro puntos en las siete primeras jornadas. «Él siempre repite que fue uno de sus peores momentos. Incluso se planteó la dimisión, pero le dieron confianza y terminaron ascendiendo».

Adone Bertazzoni y Roberto Angeli.

Adone Bertazzoni y Roberto Angeli.

Su filosofía originaria aún encaja en las horas previas de una séptima final de Champions: «Ninguna noche impide al sol salir por la mañana». No obstante, al éxito con la Reggiana le sucedió una repentina crisis. «Repetía a sus asistentes: "Esto es demasiado estresante". Decía que lo iba a dejar en tres o cuatro años. De hecho se ponía como fecha límite el año 2000».

La electricidad de un banquillo quizá sólo sea equipareble a la de la política. Y de eso va sabiendo lo suyo Roberto Angeli, con tres legislaturas ya a las espaldas. «Le conocí en casa de Angela, durante la fase de reconstrucción del pueblo. Hace tiempo que no nos vemos, porque siempre anda muy ocupado, pero cuando gana algún título hablamos por teléfono», comenta el alcalde de Reggiolo. Aunque comparta una casa en Vancouver con Mariann, su esposa, Carlo guarda otros proyectos para la jubilación. «Todos esperamos con ilusión su regreso a Reggiolo. Ya me han pedido un homenaje de bienvenida, así que lo recibiremos con los brazos abiertos. Organizaremos una gran fiesta en la que participará todo el pueblo», finaliza Angeli.

Entre la brisa mecida por los cerezos llegan ecos lejanos de la Champions. Algo especial habrá en la Emilia-Romagna, tierra de Arrigo Sacchi y Alberto Zaccheroni. O de Simone Inzaghi, natural de Piacenza y Stefano Pioli, de Parma. Sacchi revolucionó el fútbol, pero Ancelotti ha perfeccionado, como ningún otro, la fórmula ganadora.

El Ristorante Toscanini, el favorito de Carlo en Reggiolo.

El Ristorante Toscanini, el favorito de Carlo en Reggiolo.M.A.H.

Sus rutas gastronómicas

M.A.H.

Durante su niñez de posguerra y privaciones, la dieta semanal se limitaba a una sopa con tocino, unos huevos con cebolla y un trago de vino. Para los días de fiesta, alguna perdiz o gallina frita. El pequeño Carletto siempre tuvo buen apetito y el dinero del fútbol simplemente hizo aflorar su lado más gourmet. Apasionado del jamón ibérico y los caldos gran reserva, el técnico blanco no pierde ocasión, cuando viaja a su tierra, para el buen yantar. Entre sus rincones favoritos, el Ristorante La Pinta, en San Bernardino di Novellara. Regentado por Jeris Folloni, en sus paredes aún cuelga una foto del entonces centrocampista del Milan. De sus tiempos en el Parma queda registro en cada visita a la Hostaria da Ivan, situada en la pequeña localidad de Fontanelle di Roccabianca. Sobre estas líneas, el Ristorante Toscanini, su favorito de Reggiolo.

La gloria de Leclerc en Mónaco: una pizza, el recuerdo de su padre y las lágrimas del Príncipe

La gloria de Leclerc en Mónaco: una pizza, el recuerdo de su padre y las lágrimas del Príncipe

Las escenas de júbilo tras el GP de Mónaco reeditaron viejos tiempos de gloria en Ferrari. Envuelto en la bandera monegasca, harto de abrazos con la familia real, Charles Leclerc aguardó a los acordes del otro himno para no dejar escapar ni un verso del Fratelli d'Italia. Los mecánicos habían reservado un par de botellas de champán para la fotografía oficial, a la que no faltaría Carlos Sainz. Tampoco iba a librarse Fred Vasseur, team principal del equipo, sumergido en las aguas del puerto tras un empujón del vencedor.

Para saber más

Hay razones que justifican la euforia en la Scuderia, porque Leclerc convirtió al fin su pole en victoria, tras 12 intentos fallidos. De este modo se evitó el sonrojo de igualar el récord negativo de René Arnoux, que jamás sumó un triunfo pese a partir 13 veces desde la mejor posición de la parrilla. Dentro de dos semanas, en Montreal, el SF-24 se perfila de nuevo al menos con las mismas opciones que Red Bull. Sobre otro trazado poco convencional, el monoplaza rojo representa algo más que una amenaza para Max Verstappen.

Bryan Pozzi, su nuevo ingeniero de pista, le adelantó por radio una cifra errónea, pero son 31 los puntos de déficit de Leclerc frente al líder del Mundial. Un margen aún considerable, aunque ínfimo comparado con el de 2023, cuando tras las ocho primeras carreras, cedía 141 ante Mad Max. "Queda aún mucha temporada por delante. Sin embargo, a nivel emocional, esto significa mucho para mí", advirtió durante la rueda de prensa oficial de la FIA.

"Nunca con piña"

A esa cita con los periodistas llegó Leclerc con bastantes minutos de retraso. De hecho, Oscar Piastri y Sainz optaron por tomárselo a chufla. "Acabo de dormir más ahora que la pasada noche", bromeó el australiano, repantingado en el sofá. Debía de andar algo nervioso desde el sábado porque ni siquiera puso en un aprieto a los Ferrari.

Mucho más plácida había resultado la noche para Leclerc. "Dormí muy bien, pese a que cené muchísimo. Había llegado demasiado tarde a casa y no pude cocinar, así que pedí que me trajeran una pizza", detalló ante las risas del auditorio. De inmediato, alguien quiso saber su sabor favorito. "Pizza Margherita con prosciutto crudo. Nunca con piña", aclaró, sin aclarar si a su perro Leo le había alcanzado alguna porción pequeñita.

En el Principado, la vida familiar de Leclerc gira en torno a dos mujeres: Pascale, su madre, y Alexandra Saint Mleux, su novia. Durante todo el fin de semana, ambas han luchado contra los nervios en el paddock. La autoridad de Pascale se demuestra incluso con unas tijeras, cuando considera que Charles se ha dejado demasiado largo el pelo. Sus hermanos Arthur, ex piloto de la Ferrari Driver Academy, y Lorenzo, no cabían ayer de gozo. Por no mencionar a Nicolas Todt, algo más que un representante para el clan familiar.

La foto de grupo de Ferrari en Mónaco.

La foto de grupo de Ferrari en Mónaco.SCUDERIA FERRARI

Sin embargo, el vacío dejado por Hervé, su padre, sigue resultando duro. Ex piloto de F3 en la década de los 90, su muerte a los 54 años dejó en shock a la familia. Aquel domingo de 2017, Charles no faltaría a su carrera de F2. Y ayer, justo antes de paladear la gloria en casa, los recuerdos afloraron sin filtro. "Debo admitir que durante las últimas vueltas he pensado más en mi padre que en otra cosa. Él lo entregó todo para que yo hoy esté aquí", confesó.

La emotividad del momento ya se había llevado por delante al Príncipe Alberto. Ajeno a cualquier protocolo, el soberano festejó en el podio a lágrima viva. "Cuando tenía 12 o 13 años, mi padre me llevó a palacio por primera vez. Buscábamos financión para mi carrera. Desde entonces, el Príncipe siempre ha tenido palabras bonitas en los buenos momentos y también en otros mucho más difíciles", relató. Durante la tradicional gala con la que se agasaja al vencedor, el monarca también parecía rememorar aquellos tiempos.

A esa cena tampoco iba a faltar Vasseur, el director que le dio un asiento en Alfa Romeo y con el que conquistó sus primeros puntos durante el GP de Azerbaiyán 2018. Pese al remojón y las burbujas en el vaso, el jefe de Ferrari aún intentaba contener tanto entusiasmo. "No debemos dejarnos llevar y tenemos que mantener la concentración, pero esta victoria es una gran motivación, tanto para la gente que viaja como para la de Maranello".

El despiste de Fernando Alonso y el primer cero para Aston Martin: “Ni siquiera tenemos el quinto coche”

Actualizado Domingo, 26 mayo 2024 - 20:12

Dos domingos consecutivos sin opción alguna de lograr algo grande no dejarán una digestión fácil a Fernando Alonso. Sin embargo, el asturiano dibujó más de una sonrisa durante su atención a la prensa en Mónaco, admitiendo un desliz inusual para alguien que controla y maneja cada detalle de las carreras.

La confusión se desencadenó cuando los comisarios reordenaron la parrilla tras la bandera roja por el accidente de Sergio Pérez. En ese momento, su compañero Lance Stroll ocupaba la décima posición, pero Carlos Sainz fue readmitido tras llevar su Ferrari a los boxes con un neumático inservible. "Luego Lance sufrió el pinchazo y pensé que tenía toda la responsabilidad sobre mis hombros, con gomas muy viejas, para llevarme ese punto. Así que piloté durante 50 vueltas pensando que era décimo", concedió el líder de Aston Martin.

Evidentemente, nada más cruzar la línea de meta sus ingenieros le advirtieron del error. "En ese momento sentí que el estrés no había servido para nada. En cualquier caso, todo esto me mantuvo despierto", añadió Alonso con cierta simpatía. Esa mueca se borraba al recordar el infortunio en la elección inicial de los Pirelli. "Fue un poco desafortunado para nosotros y extremadamente afortunado para quienes comenzaron con el medio y luego pusieron el duro. Era una oportunidad mágica", analizó.

"Es una pregunta para Mike"

El gesto de Fernando se torció aún más cuando le cuestionaron sobre la situación actual del AMR24, que viene perdiendo prestaciones semana tras semana. "Si sólo valoramos los resultados ni siquiera tenemos el quinto mejor coche. Pero es una pregunta para Mike", lanzó, en referencia al team principal de Aston Martin.

Desde luego, la reacción de Mike Krack y la fábrica de Silverstone se antoja obligatoria, porque el AMR24 se vuelve cada vez más crítico. "Quizá todos los coches se han vuelto más difíciles de conducir. Tal vez sea nuestro caso también, porque no podemos extraer más carga aerodinámica", valoró. Con Mercedes a 52 puntos de distancia, la prioridad a medio plazo será conservar la quinta posición ante Visa Cash RB, que ahora acumula 20 menos en la tabla.

Nada más bajarse del coche, en el diminuto parc fermé de Mónaco, Alonso pasó revista, casi uno a uno, al resto de monoplazas. Si hace apenas un año el triunfo se escapó por centímetros ante Max Verstappen, las conclusiones ahora resultan desalentadoras. No sólo por el primer cero del curso para Aston Martin, sino por la inercia.

Casi seis años después

"Ha sido otro día duro, comprometido por la qualy del sábado, con ambos coches fuera del top-10. Ahora es el momento de reagruparnos como equipo, centrarnos en mejorar y volver más fuertes en Canadá", vaticinó Krack. Aunque sólo bastaba observar el rictus de Andy Stevenson, director deportivo, para comprender el sentir general.

El cierre al pésimo fin de semana para Alonso se consumó al ceder el paso ante los líderes. Casi seis años después de aquel infausto GP de Brasil con McLaren, el bicampeón mundial fue doblado dos veces en carrera.