Olga Viza: "¿Machismo en el periodismo? Lo importante no es dónde trabajas sino con quién"

Olga Viza: “¿Machismo en el periodismo? Lo importante no es dónde trabajas sino con quién”

Olga Viza (1958) es una leyenda viva. Muy viva. También es amiga y residente en Barcelona, pero aún así me regatea durante meses antes de ceder a mi asedio para hacer esta entrevista, sospecho que porque asume que es mejor aguantarme una hora un día que una turra todas las semanas. Fue pionera referencial como mujer en el periodismo deportivo, presentadora estrella de informativos y hasta debates presidenciales y sigue trabajando en Y ahora, Sonsoles, Radio Nacional, Catalunya Radio y la SER. Si esta sección tenía cuatro o cinco nombres marcados en rojo, uno es el suyo.

¿Por qué te has resistido tanto?
Porque lo mío, teóricamente, es preguntar. Ser un personaje no me parece lo más indicado para un periodista. Es verdad que cuando acumulas en la mochila muchas experiencias está bien compartirlas de vez en cuando, pero no más que eso.
En los últimos doce meses no han parado de darte premios: el 8M de la Comunidad de Madrid, el Nacional de Comunicación de la Generalitat de Cataluña, el de la Asociación de la Prensa Deportiva de Madrid, el Nacional de Periodismo Pepe Oneto, el 5 Estrellas, el Charter 100… Algo habrás hecho.
Esto es consustancial con la edad y el punto de carrera en el que estás, ese es el principal motivo. Todos me parecen una fiesta y todos me han sorprendido. He tenido la sensación de que ya estoy en ese momento de mirar para atrás, que es algo que nunca he hecho. Te das cuenta de que hay camino recorrido y, narices, algo habré hecho bien. No soy nada nostálgica, pero hay vivencias y personas que llevo conmigo porque si he llegado hasta aquí ha sido gracias a ellas, por bien o por mal. De los deportistas aprendí que unas veces se gana y otras se aprende. Todos estos premios me han asombrado, esa es la verdad.

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Puedes gritar: "¡Me lo merezco!, como Míchel en Italia 90.
Cuando me dieron el de la Generalitat, iba en el coche y me llamó la consellera. Me dijo que acababan de decidirlo y sólo me pedía que no se lo dijera a nadie hasta que lo anunciaran unas horas después. Le respondí: "De momento, si no le importa, me lo voy a decir muchas veces a mí misma". Jamás se me había pasado por la cabeza ganar tantos premios y hacen muchísima ilusión.
Has hablado antes del punto de carrera en el que estás. ¿Cuál es ese?
Empecé muy pronto, acababa de cumplir 21 años. Yo me he hecho mayor delante de la gente, en público y a la vista de todos. Ahora tengo 66, así que llevo en esto más de dos tercios de mi vida. Es una barbaridad. No tengo la sensación de que me quieran jubilar, así que estoy en un punto estupendo, pero ya con muchos kilómetros.
¿No aparcas nunca la humildad?
No es falsa, eh. Sólo soy una periodista.
Y una pionera.
Eso sí, es cierto que lo fui, es un dato y no presunción, pero nunca pierdo la perspectiva. Julia Otero es mi amiga y una vez, en la época del pelotazo de narices que fue ‘3x4’, fui a recogerla para irnos juntas a Madrid a grabar unas promociones para Navidad. La pobre no podía dar un paso por la calle, la esperaban a la salida del trabajo, la tenían agobiada la gente y los fotógrafos. Una cosa tremenda. Nos subimos al taxi y el taxista estaba fascinado viéndola y yo le decía: "Qué difícil tiene que ser esto, tía, pero tranquila que en cuanto entremos en la terminal del aeropuerto me toca a mí… de otra manera". Yo hacía ‘Estadio 2’, el programa que daba todo el deporte los sábados, y, efectivamente, nos pusimos en la cola y enseguida se empezaron a acercar señores: "¿Dais el tenis el sábado?", "¿A qué hora empiezan las motos?", "¿Aguantáis todas las carreras o cortáis para el ciclismo?"...
Información de servicio.
Exacto. La diferencia entre que les interese el contenido y la persona. Hablabas antes de ser un personaje, en aquel momento Julia sí que lo era, pero yo nunca he sufrido eso. Y eso que las audiencias en TVE eran inimaginables ahora, el día que Arantxa Sánchez Vicario ganó Roland Garros tuvimos 13 millones de espectadores en La 2. Y en los Juegos de Barcelona era obscena la cantidad de gente que nos veía, pero no era consciente porque no vivía pendiente de eso. Cuando realmente me di cuenta de que eso había trascendido fue al día siguiente de la ceremonia de inauguración de Barcelona 92. Aparqué el coche a dos manzanas de donde estaba el centro de prensa y empecé a escuchar: "Buenos días, Olga". Fui todo el camino saludando, diciendo buenos días por la calle como en el pueblo. Maravilloso. Eso no me había ocurrido nunca. No fue nada invasivo, pero ese día me di cuenta de la gente que te ve.
¿Ese verano del 92 fue el momento más feliz de tu carrera?
Sí, y seguramente de toda España. Barcelona no fue comparable a nada y creo que influyó mucho en esa sensación de orgullo y felicidad general que no existían redes sociales. Esos Juegos con redes sociales se habrían visto con menos orgullo por lo bien que salió todo porque enseguida habrían empezado los matices y las pegas.
¿Por eso eres una periodista sin redes sociales?
No ser usuaria es una decisión consciente y meditada. Primero, porque no lo necesito vitalmente y si tengo que dar una opinión, tengo lugares donde darla. Segundo, porque he aprendido a ejercer este oficio sin que nada me mediatice y no quiero cambiar ahora. Soy muy consciente de que seguramente me esté perdiendo cosas muy buenas, pero me compensa. Aunque confieso que me hice una cuenta en Twitter con otro nombre para seguir a gente que me interesaba sin tener que ser activa. Comparto lo que dijo Iñaki Gabilondo sobre esta sociedad sobreinformada: "En las grandes inundaciones, lo primero que escasea es el agua potable".
Vamos al principio, ¿querías ser periodista deportiva?
Para nada, no quería siquiera ser periodista. Yo quería ser médico. Hice ciencias en BUP, pero me peleé con algunas materias y, como desde niña me gustaba mucho leer, escribir, jugar con los cassettes e inventarme periódicos, en COU me pasé a letras y me apunté a Periodismo. Como no creo en las vocaciones únicas, pensé que no me importaría levantarme por la mañana para ir a estudiar eso o para realizar ese trabajo. En mi casa se leían muchísimos periódicos y siempre viví ese ambiente. Mi abuelo era un hombre de letras, tenía una pequeña editorial, y me alentaba a escribir. Luego, en la facultad, pertenezco a esa generación de mujeres que queríamos tener una vida distinta a la que habíamos visto en nuestras madres. Queríamos conocer mundo, aprender idiomas, correr aventuras, conocer historias y contarlas. Yo quería ser Manu Leguineche.
¿Y en qué momento cambió el plan?
Mi padre fue jugador de baloncesto en Primera y el deporte formaba parte de mi vida, pero nunca me lo planteé como destino profesional. Un compañero de clase que ya trabajaba en TVE me dijo que había un nuevo director en Deportes, Sergio Gil, que tenía 26 años y quería meter gente nueva. Me concertó una entrevista y no me presenté. Fui muy maleducada, la verdad, así que luego me sentí mal, fui al día siguiente a disculparme y ya me quedé. Me pareció que aquel era un lugar en el que me sentiría feliz.
¿Cómo fue la entrada?
En Madrid estaba en Deportes Mari Carmen Izquierdo , que era una institución, y en Barcelona entramos tres: Rosa María Garriga, que había llegado un poco antes, Teresa Aranda, que se fue pronto, y yo. Fue la entrada que te puedes imaginar. Sergio Gil era un tío con una cultura muy anglosajona que tenía nuevas cosas en la cabeza e hizo transversal una redacción que estaba plagada de popes. Atento: Juan José Castillo, Andrés Astruells, José Félix Pons, Miguel Ángel Valdivieso, los Fernández Abajo… Gente muy importante que, confieso, yo no conocía porque no consumía periodismo deportivo. Veía el baloncesto por mi padre y fuera. Cuando llegué me dijo que tranquila, que las primeras semanas iba a estar aprendiendo cómo se hace la televisión porque nunca había pisado el plató. Se me ha olvidado decirte una cosa.
¿Cuál?
Que había otra mujer antes. El sitio que yo ocupé fue el de Mercedes Milá, que era una enorme reportera de deportes y se fue a Madrid a hacer ‘Informe semanal’. El caso es que yo no estaba tan tranquila aprendiendo y a la tercera semana estaba en Control central cuando me dijeron si me atrevía a escribir y leer un tema. Obviamente dije que no [risas]. Pero entonces pensé que mejor cagarla cuando llevaba poco y acepté. Sólo cuando había dicho que sí me enteré de que no era una voz en off sino salir en pantalla. Ya no me dejaron recular y ese fue el primer día que me maquillé en mi vida. Era una noticia sobre el Barça de basket en Copa de Europa y recuerdo que llamé a mi padre para leérsela por si había escrito alguna tontería. Respiré una vez en el minuto que hablé. Un susto…
¿Era aquel periodismo deportivo tan machista como siempre se da por hecho?
He hablado muchas veces con Mercedes Milá de que lo importante no es dónde trabajas, sino con quién. A nosotras nos recibieron muy bien, sin ningún problema porque aquel grupo de Deportes de TVE tenía una mentalidad abierta. Yo no tenía el más mínimo interés en hacer fútbol, heredé los deportes de Mercedes y me enviaron sin anestesia el Mundial de Fórmula 1, el de Motos y a entrevistar a Juantorena. Fue un recibimiento muy natural, pero tampoco vamos a negar lo obvio: gilipollas siempre hay, pero fueron los menos. No tuve serios problemas y siempre he dicho que nada iguala más que, con un micrófono o un lápiz en la mano, hacer la pregunta correcta. Ahora bien, y hablando con compañeras más jóvenes en esta serie lo has visto, ha habido una involución.
¿De verdad?.
Sí. Es que yo creo que en aquel momento éramos novedad y había una especie de curiosidad sana. Tengo la sensación de que los deportistas, lejos de desagradarles, agradecieron nuevos matices y nuevas miradas sobre lo que ellos hacían. Y los periodistas también agradecieron que entrase aire fresco. El problema era y es el mismo: el crupier, el que reparte las cartas, sigue siendo un tío. En las plantas nobles, los despachos donde se decide quién sube y quién baja, quién sigue y quién sale, suelen estar ocupados por hombres y eso no ha cambiado en los medios de comunicación. Han pasado 40 años y sigue igual. Además, tras esta primera oleada de mujeres, las cinco o seis que empezamos, llegaron otras generaciones de mujeres periodistas deportivas, cada vez más y más preparadas y algunos señores se sintieron amenazados.
Olga Viza posa para la entrevista.

Olga Viza posa para la entrevista.Ángel Navarrete

Ya no erais una anécdota folclórica.
Claro, de repente la mujer empieza a decir que sabe de fútbol y los que aún piensan en blanco y negro se oponen: "¿Esas tías dónde van? ¿Qué se creen? Si no han jugado al fútbol en la calle como yo y no saben". Esa es la involución, porque conozco compañeras que me han dejado maravillada con lo que saben de fútbol y eso asusta a muchos. Hay un punto de inflexión clarísimo que son los Juegos de Barcelona, tanto para el deporte femenino como para el periodismo deportivo, porque ahí hicimos todas un máster y nos convencimos de que aquel era también nuestro espacio. En el 92, Lidia Valentín jugaba al baloncesto, Gemma Mengual fue voluntaria en los Juegos, poco después echaron a Mireia Belmonte a la piscina porque tenía escoliosis... Eran aún muy niñas, pero descubrieron ahí sus ejemplos a seguir. Barcelona fue una factoría de referentes.
También en el periodismo. Allí estabais tú, María Escario, Paloma del Río…
Es normal que muchas chicas jóvenes se fijaran en nosotras porque cuando alguien hace algo demuestra que es posible. En los años siguientes iba a las universidades a dar charlas, preguntaba cuántos querían hacer periodismo deportivo y se levantaban mil manos. Luego pedía que sólo las levantaran las mujeres y seguía habiendo un montón. Y cada vez más. Eso era fantástico.
Y un orgullo.
No por mí, que un poquito también, sino por todas. Unas pocas mujeres nos peleamos con el monstruo, ganamos y abrimos la puerta del periodismo deportivo a muchas más. El mérito es compartido entre varias, pero yo estoy muy orgullosa de mi parte porque fue muy exigente. Tuve que estudiar mucho, tuve que dedicarle muchas horas y tuvimos que acabar con muchos prejuicios, pero gracias a eso viví cosas que pensaba que las tenían que vivir otras muchas después porque eran sensacionales. El periodismo deportivo, que ha sido tan denostado, pobrecito mío, para mí ha sido la mejor escuela porque tiene más pasión incluso que la política. Es material delicado, como la política, y a veces es también arte. Es una cosa fantástica. Si tienes la posibilidad de entrevistar a Ayrton Senna, ¿qué más quieres? [risas].
Has hecho muchísimas cosas fuera del periodismo deportivo.
Sí, pero nunca lo suelto. Nunca, nunca, nunca. Yo no creo ni en la imparcialidad ni en la objetividad, tengo mi opinión clarísima sobre las cosas y, como soy empática, a veces dudo, pero el deporte me enseñó, y eso lo admiro mucho de los buenos cronistas de fútbol, que tú puedes ser del Barça, del Madrid, del Atlético o del Sevilla, pero si a tu equipo lo han vapuleado, tienes que ajustarte a la verdad. Entre otras cosas, porque ese partido lo han visto millones de personas y eso significa que has de tener un plus de conocimiento sobre algo de lo que la gente sabe mucho. Esa exigencia del periodismo deportivo es enorme, porque en pocas cosas el público es tan experto en la materia.
¿Cómo ves el estado actual del oficio, con ese permanente conflicto entre información y espectáculo?
Somos muchos, porque nos hemos multiplicado como los gremlins, y cabe todo. Está clarísimo que cabe, otra cosa es lo que tú elijas y la demanda del espectador, del lector y del oyente. La gente a la que le gusta mucho el deporte quiere buena información por encima de todo, pero a veces esa buena información te la dan en medio de un programa más enfocado al espectáculo. No pasa nada, todo es periodismo deportivo, que cada cual haga el que considere y que la gente elija. Nos gusta demasiado pelearnos.
¿También cabe todo en la tele pública? Como histórica de TVE, ¿ves bien la llegada de un formato como ‘La familia de la tele’?
Sí, yo no soy una purista. ¿Qué es lo público? Todo, también el entretenimiento. Lo que pasa es que nosotros relacionamos el entretenimiento con el ‘Un, dos, tres", pero ‘Corazón, corazón’ nació hace mil años en TVE y no rechinó para nada. Vale que la prensa rosa ahora ya está muy deteriorada porque los personajes son otros con menos glamour, pero sigue siendo un entretenimiento muy digno. Además idealizamos las públicas extranjeras y recuerdo una vez que estaba en Oxford, pongo la BBC en la tele del hotel y había un programa de drag queens. Lo siento por los puristas y los indignados, pero no pasa nada. Nos gusta pegarnos con el cilicio mientras hablamos de la BBC y, mientras, la BBC está con un montón de gente desnuda en un reality. Qué poco sabemos… TVE es un servicio público de información y entretenimiento amable e ingenioso. Otra cosa es cómo rellenes ese espacio. Veremos.
¿Echas de menos presentar y editar informativos?
Es un trabajo duro, pero me encanta. Echar de menos… No sabría decirte. ¿Creo que puedo aportar? Sí, pero mis ideas igual no gustarían. No lo sé.
Era una pregunta un poco malvada porque tu pareja de baile clásica, Matías Prats, es ocho años mayor que tú y ahí sigue. A las mujeres os retiran de pantalla mucho antes.
No es una maldad, es un hecho. Cuando yo era joven no había una José María Carrascal y ahora sigue sin haber una Matías Prats. No la había en los 80 y no la hay en 2025. Es evidente que un hombre de 70 tiene mucho más fácil prolongar su carrera. Me acuerdo de que Matías, un día en el plató, me cogió la mano y me dijo: "Ay, Olguita, qué poco me queda para jubilarme". Me giré y le dije: "Mati, tú me entierras". Y en eso estamos [risas]. Matías, aparte de su enorme talento y de su forma de hacer, es el mejor equilibrista que he conocido en mi vida. Siempre le he mirado y me he preguntado: "Mírale, impecable. ¿Por qué yo me meto en todos los charcos y no sé caminar en línea recta como él?". Pero, bueno, es mi decisión y vivo bien con ella. Matías ha sido mi gran compañero, le quiero a rabiar, he compartido todo con él, pero sabe perfectamente lo que tiene que hacer en cada momento para protegerse. Aborda las cosas con mucho cerebro y mucho talento, yo soy mucho más pasional.
Os complementabais.
Totalmente. Nunca he encontrado alguien con el que me haya relacionado tan bien trabajando como con él. El secreto de nuestra pareja fue que empezamos muy jóvenes en deportes, pasamos luego juntos a los informativos y teníamos una relación de cariño y amistad sincera y franca. Los dos sabíamos a la perfección hasta dónde llega uno, hasta dónde no llega el otro y cómo enriquecernos uno a otro. Te pongo un ejemplo muy tonto, pero que lo explica. En los Juegos Olímpicos de Calgary 88, yo viajo cuando tengo que viajar, pero Matías no porque su hija nace prematura y no se podía mover. Llegó a Canadá horas antes de la ceremonia de inauguración y le había preparado un taco de documentación subrayada enorme. Se lo di ya casi en el puesto de comentarista, se apartó, se concentró, leyó unos minutos y cuando empezamos parecía que el que llevaba diez días allí era él, no yo. Se lo sabía todo, el tío. Tiene una capacidad asombrosa. Yo soy la de los datos y la información, te complemento y me fijo en el detalle, pero él lo envuelve todo en un marco perfecto. No competíamos, sumábamos.
Bueno, pues…
Espera, antes de acabar me gustaría hablarte de la persona de la que más he aprendido.
¿Quién es?
Michael Robinson.
Nunca trabajasteis juntos.
No, pero éramos amigos y vecinos cuando yo vivía en Madrid y tenía la costumbre de llamarme a las tres de la mañana, estuviera donde estuviera, para hablar: "Olguita, eso que has dicho hoy en la tele quiero discutirlo". Y podíamos estar una hora hablando de eso, de lo humano y de lo divino. Nos unió también Severiano Ballesteros, que era muy amigo de ambos, y jugábamos al golf juntos. Michael bien y yo mal. Durante mucho tiempo nos pasábamos los personajes porque a los dos nos encantaba la cara B del deporte, analizar otras cosas e historias menos evidentes. Compartimos mucho. Amigos, charlas y el mismo amor por el deporte. Era un ser maravilloso.
Ruud Gullit: "Ancelotti es tu tío favorito, ese que cuando llega a la cena de Navidad todo el mundo se pone contento y aplaude. Echarle es injusto y un error"

Ruud Gullit: “Ancelotti es tu tío favorito, ese que cuando llega a la cena de Navidad todo el mundo se pone contento y aplaude. Echarle es injusto y un error”

Ruud Gullit (Amsterdam, 1962) es un tipo feliz con el carisma eterno de quien, por más que se cortase las rastas hace 25 años, aún reside en la memoria colectiva con uno de los mejores pelos de la historia. Pero tras las carcajadas hay un hombre reflexivo y comprometido. Siempre fue una estrella diferente, también cuando provocaba pesadillas en el Real Madrid de la Quinta con el Milan de los holandeses, que ganó dos Copas de Europa, o guiaba, con su amigo Van Basten, a Países Bajos a su único gran título, la Eurocopa 88.

El Balón de Oro 1987 conversa con EL MUNDO en Madrid, donde ha viajado para los premios Laureus, en una etapa plácida: "Tengo una gran vida. Viajo, sigo involucrado en el fútbol como experto de televisión y no sufro. Ser entrenador fue una mala idea. Es un trabajo horrible. Siempre, siempre, la humillación te está esperando. Puedes aplazarla durante un tiempo, pero antes o después llega". Y se parte de risa por primera vez.

Para media España serás siempre un villano y para la otra, un héroe.
Sí, lo sé y lo noto especialmente cuando vengo a Madrid. A la gente no le gusto mucho y algunos me lo dicen [risas]. En Barcelona, sin embargo, me piden muchas más fotos. Lo cierto es que aquella rivalidad entre el Milan y el Real Madrid fue muy bonita. Ellos, con la Quinta del Buitre, eran un grandísimo equipo, pero tuvieron la mala suerte de que nosotros éramos mejores. En cualquier otra época creo que hubieran ganado la Copa de Europa.

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¿Qué es lo que más recuerdas de esos duelos?
La sensación especial de salir ganador del Bernabéu. El Real Madrid era y es el club más grande del mundo y jugar bien en este estadio es una sensación fantástica. Luego hay otra cosa que siempre recuerdo de esos años y que te demuestra lo complejo que es el fútbol. La temporada anterior a las dos que eliminamos al Madrid y ganamos la Copa de Europa, nos eliminó a nosotros de la UEFA el Espanyol. Eso es el fútbol.
El legado de ese Madrid de la Quinta ha quedado marcado por no ganar la Copa de Europa.
Y no es justo porque si ganar la Champions es difícil ahora, entonces lo era mucho más. Sólo jugábamos los campeones de liga, así que no la disputabas todos los años. De hecho, el nombre Liga de Campeones ya no tiene mucho sentido cuando va el cuarto. Ganarla entonces era una misión de dos años: tenías que ganar la liga el primero y la Copa de Europa el segundo. Era muy complicado y, además, en las primeras rondas ya te podía tocar cualquier gran equipo a ida y vuelta, ni liguilla ni posibilidad de arreglar un error ni nada. La segunda vez, eliminamos al Madrid en segunda ronda, en noviembre. Era un grandísimo equipo.
Estaban Butragueño, Míchel, Hugo Sánchez… Sin embargo, al recoger el Balón de Oro de 1987, dijiste que lo merecía Gordillo.
Sí, y lo pensaba en serio. Me encantaba Gordillo porque tenía un carácter parecido al mío. Le divertía lo que hacía, que es algo que te sorprendería saber cuántos futbolistas hay a los que no les pasa. Yo siempre disfruté jugando y Gordillo era igual, aunque luego trabajase muy duro para el equipo también. Me gustaba su forma de entender el juego y la vida, me veía reflejado en él.
Tú te lo pasabas en grande y lo mostrabas.
Divertirse es lo más importante de la vida. Además, si no te gusta lo que haces es muy difícil que tengas éxito. Yo no creo en esos jugadores que simplemente juegan al fútbol para ser famosos y millonarios. No, eso es una mierda. Al fútbol se juega porque lo amas. Divertirme siempre fue mi prioridad. Nada más fichar por el Milan me llevaron a una concentración de dos semanas en unas instalaciones aisladas y a los tres días quise volverme a Holanda, no aguantaba eso. Se lo dije a Sacchi: "A mí no me puedes meter en una jaula, necesito ir al cine, necesito salir. Si no, no me puedo concentrar". Por suerte, se adaptaron un poquito a mí, me dieron más libertad y todo salió bien. Yo necesitaba divertirme y allí nadie parecía divertirse.
El fútbol italiano de los 80 no era una juerga.
No, no [risas]. Durante las comidas yo estaba feliz, charlando, riendo, haciendo bromas y notaba que la mayoría de jugadores me miraban con sospecha: "Este tío no es serio". Lo que pasa es que luego vieron en el campo y entendieron que era tan profesional como cualquiera de ellos y trabajaba duro, pero sencillamente no podía vivir sin risas.
Siempre tuviste muchos intereses más allá del fútbol. El Balón de Oro se lo dedicaste a Nelson Mandela.
Sí, era mi ídolo, mi ejemplo, mi causa. En Países Bajos había mucho remordimiento respecto a nuestro papel histórico en lo que sucedía en Sudáfrica y participé en organizar muchas manifestaciones contra el apartheid y de apoyo al ANC [el partido de Mandela]. Además, yo estaba muy metido en el mundo de la música reggae, cuya esencia es protestar contra el racismo, el fascismo, la violencia, el sufrimiento… Nelson Mandela o Steve Biko eran presencias constantes en nuestras canciones y en nuestra cultura. Teníamos una batalla que luchar y me involucré mucho en ello. Me reuní con muchos miembros exiliados del ANC y fue una decisión clara dedicarle el premio de Mandela, que aún estaba en prisión.
Luego le conocerías.
Sí, nos reunimos muchas veces. Estoy muy orgulloso de haber conocido a alguien con tanto carisma. No he conocido otra persona que tuviera semejante aura a su alrededor y mira que he conocido gente… Pero Mandela era especial y representa lo mejor del ser humano. Cuando salió de la cárcel, siempre fue humilde, intentó involucrar al enemigo en el proceso de reconstrucción de un país y una sociedad. Nunca quiso vengarse, sino crear juntos aunque le habían tenido 26 años en una celda. ¿Cómo una persona así no va a ser una inspiración enorme? Una de las últimas veces que nos vimos me invitó a Sudáfrica y me dio una medalla.
¿De qué tipo?
De comandante. Soy comandante de las Colonias Sudafricanas. ¡Es un gran título! [risas].
¿Por qué es tan difícil ver hoy a una estrella del fútbol involucrada en cuestiones políticas y sociales?
Porque la mayoría de las veces se vuelve contra ti. Los fans y los periodistas siempre están buscando historias y titulares y si te involucras, te están esperando. El mejor ejemplo de esto es Marcus Rashford. Hizo algo maravilloso liderando la lucha contra la pobreza infantil y denunciando la inacción del Gobierno. ¿Qué sucedió? Que cuando su rendimiento en el United bajó, un montón de gente le estaba esperando para decir que era porque estaba demasiado preocupado por otras cosas. No es cierto, no tiene nada que ver, todos los futbolistas pasamos por fases, pero eso les da igual: van a usar tu posicionamiento contra ti. Así que, aunque me duela, ahora mismo le aconsejaría a cualquier futbolista que se mantenga al margen. Como futbolista, es peligroso involucrarse en proyectos políticos y de derechos humanos porque se va a volver contra ti. Es horrible, pero es así. Por lo tanto, regla número uno: no te metas en política.
Tú no la cumpliste.
No, pero sí fui haciéndolo cada vez menos. Al final, es más sencillo vivir en tu burbuja. Lo primero que debes aprender cuando triunfas en el fútbol es a decir "no", porque todo el mundo quiere algo de ti y si no se lo das va a decir que eres un gilipollas. Bueno, pues a veces es mejor ser un gilipollas que dejar que te utilicen sólo por caer bien. Lo que me preocupa es que sigo viendo hoy muchos de los problemas que veía entonces. El racismo, el sexismo, la pobreza, las guerras… Y en cierto modo está yendo a peor porque, en buena parte debido a las redes sociales, la gente cada vez es menos receptiva hacia los demás, está más enfadada, se va más a la derecha, a la extrema derecha incluso… Teníamos una Europa estupenda y se está estropeando.
Estás en un comité creado en Países Bajos para fomentar la diversidad en cargos directivos.
Sí. Por ejemplo, la Federación Neerlandesa de Fútbol, pese a la cantidad de estrellas negras que ha tenido la selección, era sólo blanca y masculina. En muy poco tiempo hemos logrado que haya una mujer vicepresidenta [Marianne Van Leeuwen], que Nigel de Jong sea el director técnico y Clarence Seedorf esté en la directiva. El cambio no debe hacerse desde abajo, debe llegar desde la cima, porque es natural que los jóvenes busquen referentes en gente que se parece a ellos. Si sólo hay hombres blancos en puestos directivos es muy difícil para una chica negra creer que ella puede llegar allí. Hay cierta gente que no quiere asumir que la sociedad actual es diversa, le guste o no. Eso no es una opinión, es un hecho. Y si bloqueas a otras razas el camino hacia el éxito estás creando frustración, la frustración crea infelicidad y la infelicidad crea enfado. Y nada es más peligroso para una sociedad que tener a un montón de gente enfadada. Si quieres una buena sociedad es imperativo que haya igualdad de oportunidades. Me he encendido, hablemos de fútbol [risas].
Ruud Gullit, representando a los premios Laureus, posa en el hotel Palace.

Ruud Gullit, representando a los premios Laureus, posa en el hotel Palace.

Vale. Diría que eres el único futbolista de la historia que ha sido estrella como defensa, como medio y como delantero.
Es cierto. Empecé como líbero y así debuté en Primera con el Haarlem a los 16 años, pero en mi segunda temporada llegó un entrenador nuevo, Hans Van Doorneveld, y dijo que me quería convertir en delantero. Me resultó fácil aprender porque tenía la ventaja de que sabía cómo piensa un defensa y me anticipaba a ellos. Mientras, en las selecciones inferiores me ponían en el medio, de extremo derecho, y aprendía otras cosas. El problema de todo esto es que los entrenadores no utilizaban mi polivalencia en mi beneficio sino en el suyo. En vez de ponerme en el sitio donde yo más rendía, me ponían en el que mejor les cuadraba a ellos el puzle y eso me irritaba porque nunca me permitió especializarme en una cosa y refinarla totalmente. Al final era una desventaja poder hacer tantas cosas. Por ejemplo, en el Milan empecé de extremo, cuando se lesionó Marco [Van Basten], me pusieron de nueve, luego otra vez al medio… Me tenía que estar readaptando cada año y era frustrante a veces.
En el Feyenoord coincidiste con Johan Cruyff en la que fue su última temporada en activo (83-84).
Y ganamos Liga y Copa. Fue un maestro muy importante para mí, con esa mente privilegiada que le permitía ir muy por delante en todas las situaciones. Me dijo algo que yo no sabía en ese momento: "Rudi, tú eres diferente, vas a tener una gran carrera y debes estar preparado. Cuando vayas a un club nuevo, a los fans no vas a gustarles. Te van a gritar, te van a insultar, los demás jugadores te van a recibir mal pensando que no eres tan bueno. Entonces, lo primero que debes lograr es hacer mejor al resto. Eso te solucionará todos los problemas". Yo tenía 20 años, aún perseguía la atención, quería destacar yo y este señor me decía que pensara en gente que ni conocía [risas]. Por supuesto, tenía razón. Porque si eres realmente bueno jugando al fútbol, puedes leer y dirigir a tus compañeros hacia sus mejores versiones y eso acaba por protegerte a ti. Si vas a lo tuyo, sólo puedes hacer bien las cosas en las que tú eres bueno, pero si ves el fútbol como un todo, las virtudes de los 11 acaban siendo las tuyas. Eso me lo enseñó Johan, es la gran verdad del fútbol y una de las cosas más importantes que aprendí en mi carrera.
Tu gran amigo fue Frank Rijkaard.
En el fútbol y en la vida. Crecimos juntos en Ámsterdam, es como mi hermano. Frank siempre fue la última pieza que necesitaba todo rompecabezas. Hacía cada equipo mejor, pero no le gustaban la atención y la fama. Las odiaba y aún las odia, de hecho. Odiaba las conferencias de prensa, a los periodistas, los actos publicitarios… Sólo quería jugar y que le dejaran en paz. Era la columna vertebral del equipo tanto con el Milan como con Holanda, el que sostenía todo lo demás. Era un futbolista mucho mejor de lo que la gente se daba cuenta porque no tenía el más mínimo interés en que le aplaudieran y le dieran premios. Fuerte, atlético, inteligentísimo… Y una persona increíble. Un líder muy diferente a los habituales. Muy calmado, muy tranquilo, siempre acertado. Marco [Van Basten] y yo ya estábamos, pero hasta que no llegó Frank no ganamos la Copa de Europa y no es casualidad.
Vosotros dos erais buenísimos, pero Van Basten…
Él era excepcional. Es el mejor futbolista con el que he jugado y el segundo mejor contra el que he jugado, sólo porque lo hice contra Maradona. Y Marco, sano, no estaba lejos. Siempre conectamos muy bien, sabía dónde iba a estar sin mirarle, así que me centraba en darle el balón, era mi primera y mi segunda opción en cada jugada. Yo también era delantero, pero sabía que si me la jugaba yo, podía ser gol; si se la pasaba a él, era gol seguro. Así que, como lo que quería era ganar, se la daba todo el rato [risas].
Marcasteis ambos en la final de la Eurocopa 88 [2-0 a la URSS].
Y metimos dos cada uno en la final de Champions del año siguiente [4-0 al Steaua]. Teníamos una conexión increíble y yo amaba a ese tío, pero discutíamos porque él sólo pensaba en meter goles y las pocas veces que no se la pasaba venía a por mí muy cabreado: "¡Me duele lo que haces! ¡No me miras!". Y yo le mandaba a la mierda y me partía de risa. Eso le enfadaba aún más porque él se lo tomaba más en serio todo, pero es que me hacía mucha gracia verle dolidísimo porque no le había pasado un balón. Al final, siempre le acababa contagiando la risa y me decía: "Eres un imbécil, vete lejos" [risas].
No parece Arrigo Sacchi, vuestro entrenador en los dos títulos, el tipo más bromista del mundo a la hora de trabajar.
Buen tipo, pero muy serio. Fue mi primer entrenador en Italia y quien me convenció para ir. Al principio fue duro porque yo necesitaba divertirme y él nos tenía horas y horas trabajando durísimo en los sistemas defensivos. Una y otra vez ensayando la presión y la salida. Me parecía un coñazo, pero cuando entendimos lo que estaba siendo y que estaba revolucionando el juego, fuimos una máquina. Fue muy influyente para mí y para el fútbol mundial.
Le sustituyó Fabio Capello y con él no encajaste igual de bien.
No, tuvimos problemas y una vez casi nos pegamos de verdad, tuvieron que separarnos, pero aun así reconozco que era un gran entrenador. Yo empecé a tener lesiones y, además, se empezó a abrir el mercado a más extranjeros, por lo que se rotaba más y a mí no me gustaba. No estaba contento y me fui a la Sampdoria, pero luego se lesionó Marco y Capello me recuperó para el Milan, así que incluso con nuestras diferencias, nos respetábamos. Ahora somos muy buenos amigos y cuando nos vemos no le echo demasiadas cosas en cara [risas].
Tu compañero de habitación era Carlo Ancelotti.
Carlo es tu tío favorito, ese que cuando llega a la cena de Navidad todo el mundo se pone contento: "¡Viene el tío Carletto!". Y todo el mundo aplaude. Es una persona maravillosa, pero también extremadamente inteligente, que a veces se olvida. Nos reíamos muchísimo en la habitación, hablábamos de todo durante horas, pero a la hora de dormir la noche anterior al partido él se ponía siempre nervioso y yo dormía como un bebé. Y por la mañana me lo encontraba mirándome: "¿Cómo has podido dormir toda la noche? No he pegado ojo. Te da igual todo". Siempre supe que sería entrenador, era su plan ya en los últimos años. Es una gran persona para tener en tu vida y, si eres una estrella, vas a matar por él porque te entiende, es justo, empático y ha estado rodeado de grandes futbolistas toda su vida. Él mismo lo fue, así que sabe cómo lidiar con nuestras rarezas. Y tácticamente es brillante, nadie gana tanto como él sólo por ser buen tío.
Parece ya fuera del Madrid tras esta gris temporada.
Es injusto y un error, pero allá ellos. Ahí está Brasil esperándole, que no es un mal plan B, ¿no? De todos modos, lo que yo le diría ahora a Carlo es: "Ya lo has ganado todo, absolutamente todo. Con lo que te gusta la vida, comer, el buen vino… Tómate unas buenas vacaciones y disfruta. Ya te echarán de menos". A veces nos obsesionamos con que la vida empieza y acaba con el fútbol y no es cierto, por eso me alegro de no haber insistido en lo de ser entrenador. Nos creemos que no hay nada más y, luego, la gente lo deja y es feliz. Mira Xavi. Cuando llegó al Barça era joven y feliz, dos años después parecía un perrillo triste y abandonado. Habían pasado dos años y había envejecido 10. Sin embargo, le vi hace un mes y estaba radiante. Más alto, más guapo, de todo. ¡Eso es la vida! [risas]
Usted sí que tenía buena pinta con aquella melena.
Y el bigote. Un poco entre cantante de reggae y estrella del porno. He de decir en mi defensa que en esa época el bigote estaba de moda. Lo salvaba, ¿no?
Eso creo.
Me encantaba la música, tenía alma de estrella del rock y aquella imagen fue importante para que la gente todavía me recuerde. Lo que pasa es que en el año 2000 me cansé. Me rapé porque estaba harto de que la gente siempre me reconociera en cualquier lado, quería poder tomarme una cerveza sin que todos me miraran. Fue la mejor decisión de mi vida. Ahora estoy encantado: guapo y de incógnito.

Y se despide partiéndose de risa una última vez.

Boris Becker: “La cárcel me hizo un hombre mucho mejor de lo que era. Fue el despertador que necesitaba para cambiar”

Actualizado Miércoles, 30 abril 2025 - 15:52

Saludar a Boris Becker (Leimen, 1967) impresiona. Pese a que los años y las dificultades de los últimos tiempos han dejado huella física, sigue siendo un gigante y temes que, como Obélix a los legionarios romanos, te sacuda en el aire de arriba a abajo al estrecharte la mano en el hotel Palace de Madrid, donde se aloja como parte de la Academia de los Premios Laureus. El fuerte carácter del joven rebelde que revolucionó el tenis en 1985, cuando ganó Wimbledon con sólo 17 años, asoma al intentar indagar en su vida personal, que incluye diversos escándalos y un paso por la cárcel en 2022. Pero cuando se relaja el ogro no es tal.

El alemán, ganador de seis Grand Slam y ex número 1 del mundo, ha rehecho su vida y ha recuperado el amor por su deporte, con el que mantuvo una relación complicada. "Estoy muy ocupado, que es justo lo que necesitaba. Tengo varios proyectos alrededor del tenis y estoy muy involucrado en la televisión, tanto como comentarista como en la comedia. En cuanto al resto del tiempo, he aprendido a ser más discreto y proteger mi privacidad, que es algo que no siempre supe hacer", explica ante mi sorpresa.

¿Comedia? ¿Está haciendo monólogos?
No, no [risas]. Pero tengo un buen sentido del humor, puedo ser bastante gracioso y ahora me invitan a bastantes programas cómicos y concursos. Disfruto de poder ser yo de un modo más libre.
¿Se ha reconciliado entonces con el tenis? Triunfó tan joven que dio la sensación de que se hartó de él antes de cumplir los 30.
Al final me retiré con 32, pero es cierto que los últimos años ya no disfrutaba como antes. Tras dejarlo, durante un par de años no quise saber nada del tenis, me aparté lo más lejos posible porque ya había tenido bastante. Necesitaba una ruptura radical durante un tiempo. Luego, con 35 o 36, descubrí el lado televisivo del tenis, mucho más relajado, y me reconcilié con él poco a poco. Ahora vuelvo a quererlo.

Para saber más

En realidad, su plan de vida no era dedicarse al tenis, era sólo un hobby antes de ir a la universidad.
Así es. Por fortuna, provengo de una familia con una tradición intelectual y académica y mis padres no querían que me convirtiera en deportista. Preferían que fuera abogado, médico o arquitecto, como mi padre, pero a veces la vida decide por ti. Desde niño era muy bueno jugando al tenis y esa es la verdadera razón por la que acabé dedicándome a ello. No porque lo deseara o lo persiguiera, sino porque mi talento me guió hacia allí y yo me dejé llevar.
Ganó su primer Wimbledon con 17 años, sigue siendo el campeón masculino más joven de la historia, y ya no hubo vuelta atrás.
Nada, ya fue imposible. Afortunadamente, entonces no existían las redes sociales. Imagina un joven alemán casi desconocido ganando dos Wimbledon seguidos con 17 y 18 años… Fue un shock para mí. Mi vida y mi mundo ya fueron una locura así, pero ahora hubieran sido absolutamente insoportables.
Su juventud, su imagen y su estilo de juego le convirtieron de inmediato en una estrella del rock
Era un tenista muy espectacular. Jugaba con una potencia que nadie más tenía entonces, fue el primer power player. Obviamente, ahora ese tipo de tenis es normal, pero en mi generación el estilo era otro, más de toque y finura. Fui el primero que servía, restaba y metía la derecha con esa violencia. Además era muy fuerte físicamente. Todo eso era nuevo y me hizo llamar aún más la atención.
En Alemania no había tradición, nunca antes un tenista alemán había ganado un Grand Slam, y de golpe aparecieron a la vez Steffi Graf y usted y lo convirtieron en una potencia.
Es una historia fantástica. Steffi y yo éramos del mismo barrio. La conocí cuando ella tenía siete años y yo nueve. Teníamos el mismo entrenador y nos hicimos amigos, fuimos creciendo juntos sin pensar que podía pasar lo que pasó después y en 1989 nos encontramos ganando los dos Wimbledon a la vez. Fue increíble. De golpe en Alemania sólo se hablaba de un deporte al que cinco años antes nadie hacía caso. Fue un cambio tremendo. Es muy difícil hablar de tu propio éxito, eso se lo dejo a los demás, pero es evidente que fuimos muy influyentes. Cuando pienso en cómo era en aquellos años veo a un chico muy potente, muy joven, inocente incluso, que intentaba seguir siendo auténtico en una situación muy poco normal. Creo que esas son las características que la gente asigna a Boris Becker.
Fueron unos años fabulosos en los que coincidieron su generación (Edberg, Wilander), la anterior (McEnroe, Lendl) y la siguiente (Agassi, Sampras). ¿Fue la Edad de Oro del tenis?
Yo no diría eso por respeto a los demás, pero desde luego fue una de las mejores. Supongo que la otra etapa que viene a la cabeza es la de Federer, Djokovic y Nadal. Esa fue la mejor generación de la historia porque tiene a los tres GOAT (greatest of all time, los mejores de la historia), lo que pasa es que la distancia entre ellos tres y el siguiente era muy grande, sólo perdían entre ellos. Nosotros éramos diez del máximo nivel. También habrá quien diga que lo que pasaba es que estos tres eran tan buenos que hacían parecer peores al resto de lo que eran [risas]. De todos modos, ganar un partido de tenis siempre es difícil. Extremadamente difícil.
Es un deporte extremadamente exigente a nivel mental, quizás el que más.
Es muy demandante, un trabajo muy duro. En el tenis no hay pretemporada, jugamos en serio durante todo el año y es el único deporte en el que no tienes ni un momento para esconderte. Tienes que jugar el primer punto y el último. En baloncesto puedes pedir el cambio, en fútbol dices que te duele la rodilla y ahorras esfuerzo un par de jugadas o vas ganando 3-0 y el partido está acabado aunque quede media hora. En el tenis, no. Si te desconectas lo más mínimo, un 5-1 se convierte en un 5-5 en un instante. Tienes que acabar siempre el último punto. Mentalmente es durísimo. El único que se le parece es el golf porque son los dos únicos deportes que no se juegan contra el tiempo sino contra el marcador. Rory McIlroy es el mejor, ha tardado 14 años en ganar el Masters y casi se le escapa cuando ya lo tenía. En eso golf y tenis son similares. Un golpe al agua o una doble falta lo cambian todo
Fue entrenador de Novak Djokovic de 2014 a 2016. ¿Es posible elegir entre él, Federer y Nadal?
Les llamo los tres GOAT por algo, cada uno ha sido el más grande a su manera. Si tuviera que explicar su importancia histórica diría que Djokovic es el más exitoso, Federer el más popular y Nadal el más temido. Si te tocaba Rafa en Roland Garros sabías que no había nada que hacer. Vencerle allí ha sido el único imposible de un deporte donde todo es posible.
Carlos Alcaraz tiene ahora el papelón de ser el sucesor de Nadal.
Esa es una presión muy difícil de llevar porque Rafa sólo hay uno y sólo lo habrá. Dicho esto, Carlos está dejando su propia huella a su manera. Aún es muy joven y lo mejor está por llegar, pero es imposible adivinar cuánto tiempo se va a mantener en la élite un tenista. Deseo que Carlos juegue 10 o 15 años más porque para mí es el tenista más excitante del mundo ahora mismo, pero los españoles, sobre todo los periodistas, tenéis que ser cuidadosos y no juzgarle tan duramente cada vez que pierda un partido porque es un jugador muy diferente al que era Nadal. Carlos tiene más talento natural, pero el corazón de Rafa no lo ha tenido ni lo va a tener ningún otro deportista de la historia. Carlos es fantástico, Novak [Djokovic] y Roger [Federer] son leyendas, pero Rafa estaba a un nivel diferente de competitividad. Si en un torneo veías que te cruzabas con Nadal… Buena suerte, amigo.
Becker posa en el hotel Palace de Madrid como embajador de los Premios Laureus.

Becker posa en el hotel Palace de Madrid como embajador de los Premios Laureus.

¿Piensa a menudo en sus días de gloria?
No. Yo no vivo en el pasado. No creo que mis victorias y mis derrotas tengan ninguna importancia a día de hoy. Vivimos en 2025, no pierdo el tiempo viendo un viejo partido de tenis. Es más, a veces los fans o los periodistas me preguntan por finales y ni las recuerdo. Me ha costado encontrar mi sitio en mi vida después del tenis, he cometido errores, lo he pasado mal y ahora estoy feliz. Quiero pensar y hablar sólo del hoy y del futuro.
Le pregunto algo que es parte de su pasado, pero sigue vigente. Su primer matrimonio, con Barbara Feltus, les convirtió en un símbolo como una de las parejas interraciales más famosas del mundo. Sufrieron ataques de todo tipo.
Sí, fue así. Soy muy cuidadoso con no hablar de mi vida privada y un matrimonio es vida privada, así que a ver cómo te respondo. He tomado decisiones familiares que han tenido repercusión pública, pero que a mí me parecen absolutamente normales porque soy ciego al color de la piel. Tengo hijos de raza mixta y veo que sufren las mismas cosas que sufría su madre. Creía que habíamos aprendido del pasado, pero por desgracia no es así. Como sociedad cometemos los mismos errores que hace 20, 40 o 60 años. Es muy decepcionante. La pregunta es por qué.
Vale, ¿por qué?
Sin ponerme muy político, creo que la calidad de los políticos actuales no está a la altura de los que teníamos hace 40 años cuando se creó una gran Europa. En Alemania, por ejemplo, había una gran conciencia de que lo que había sucedido en nuestro pasado no podía repetirse y, sin embargo, aquí estamos con un partido de extrema derecha [AfD] sacando millones de votos. Y no es sólo en Alemania, son muchos los países occidentales que no han aprendido de los errores del pasado y vivimos un momento peligroso en ese sentido. Sinceramente, crecí teniendo la esperanza de que haríamos un mundo mejor que el de nuestros abuelos y acabaríamos con todo este tipo de movimientos, pero me equivoqué. Estamos de nuevo en el mismo punto.
En 2022 pasó ocho meses en la cárcel por alzamiento de bienes. ¿Aprendió algo en prisión o eso es un tópico y, sencillamente, fue una experiencia terrible?
Es una etapa de la que prefiero no hablar en detalle, pasé miedo a veces y pagué mis errores, pero siempre he aprendido mucho más de mis derrotas que de mis victorias. Me pasó en el tenis y me ha pasado en la vida. También con la cárcel. Cuando tienes tanto éxito tan joven como tuve yo, das por hecho que siempre te va a ir bien, que eres invulnerable. Y no lo fui. Tuve que aprender que la mayoría de la gente no gana, que la vida es difícil. Así que tener una derrota tan dura como ir a prisión fue el despertador que necesitaba para cambiar. Me hizo un hombre mucho mejor del que era antes de entrar.
Durante esos años anteriores, su vida privada y sus problemas económicos fueron carnaza para los tabloides. ¿Cómo navegó aquellos tiempos?
Mal. Tuve una pérdida total de privacidad que no le desearía ni a mi peor enemigo. Fueron años muy difíciles para mí, vivir así es insoportable. Fue una pesadilla, pero al final es parte del proceso y ahora estoy en paz con la vida. Todo lo que me sucedió no deja de ser consecuencia de mis éxitos. Si no hubiera ganado Wimbledon a los 17 años, si no hubiera sido número 1 del mundo, si simplemente hubiera sido un tenista promedio no habría sufrido todos esos problemas. Son las dos caras de una misma moneda y ahora lo asumo, pero he pasado momentos en los que sólo quería desaparecer.
¿Volvería a pagar ese precio?
Sí, porque yo jugaba para ganar y gané mucho. No siento resentimiento hacia mi pasado, al contrario. Miro mi vida con mucho orgullo. Ha sido intensa, no sabía que se podían vivir tantas cosas en 57 años. Tras un tiempo, el tenis se convirtió en algo aburrido porque sabía exactamente lo que tenía que hacer para ganar. Una vez que lo has hecho una y otra y otra vez, ya no hay misterio, me aburrió y quería probar cosas nuevas. Y eso hice. En unas acerté y en otras me equivoqué gravemente, pero tuve experiencias que nunca pensé que podría tener y todavía estoy por aquí para enseñar a mis cuatro hijos sin que tengan que aprender de los libros de texto. Pueden preguntar a su padre cómo es la vida y se lo puedo explicar todo. Lo bueno y lo malo. Ha merecido la pena.
El Real Madrid toma el pelo a sus aficionados conspiranoicos: historia de un paripé

El Real Madrid toma el pelo a sus aficionados conspiranoicos: historia de un paripé

El Barcelona pagó al vicepresidente de los árbitros durante años y eso apesta. Correcto. El caso está siendo investigado por la justicia y seguido por todos los medios de comunicación del país. También correcto. Cuando el sector conspiranoico del madridismo justifica su paranoia diciendo que ellos son los únicos a los que les importa el caso Negreira y continúan denunciándolo, miente. Y no pasa nada. Tienen motivos para estar indignados y al hincha no se le pueden exigir mesura y cabeza. Si el fútbol es salvaje y sentimental, como decía Javier Marías, hay que asumir que un tuitero sea irracional y roce el desvarío en defensa de sus colores.

Un club, una institución gigantesca, ya es otra cosa.

Lo vivido alrededor de una fantástica final de Copa fue tragicómico. Trágico si eres de esos románticos que aún cree que este juego tiene salvación, que la pelota no se mancha como sentenció Maradona, que su transformación en circo de tres pistas es solucionable. Cómico, si disfrutas del enemigo poniéndose en ridículo para el mundo entero.

La víspera, con el Madrid ejerciendo de abusón que se hace el ofendido cuando sus víctimas denuncian, fue un gran día para el show. El final del partido, con un montón de chiquillos vestidos de blanco desquiciados con un árbitro que les había favorecido en sus únicas decisiones polémicas (el penalti a Ferran y la posible roja a Lucas Vázquez), fue la demostración de que la sobreactuación acaba afectando al vestuario. Menos a Rudiger, que venía así de fábrica.

Lo importante es que el Real Madrid es consciente de que todo es paripé. Lo hace como estrategia, para tirar alpiste a su grey desbocada, llenar horas de tertulias y fingir que apoya una indignación popular que ni siente ni respalda con sus decisiones empresariales. Florentino sabe que el Real Madrid es una enorme multinacional que no puede andar perdiendo el tiempo en veleidades humanas.

Si la hinchada quiere furia, monta unos vídeos, pide al servicio de habitaciones en vez de ir a la cena oficial y filtra una amenaza que nadie se cree de no jugar la final, pero a la hora de la verdad apoya al enemigo, ese mismo Laporta que pagó a Negreira, para inscribir a Dani Olmo (vital en este tramo decisivo de Liga en un gracioso acto de injusticia poética), o le abre puertas que le ayuden a, palanca a palanca, salir del pozo económico. El cabreo del Madrid, como club, con lo de Negreira es cosmético. Prefiere un Barça fuerte que uno preso.

La realidad es que está vacilando a sus aficionados más radicales, pero ahí siguen ellos, gritando a las nubes.

Mbappé, Vinicius, Ancelotti, Simeone, Guardiola... Todos son un fraude en primavera

Mbappé, Vinicius, Ancelotti, Simeone, Guardiola… Todos son un fraude en primavera

Mbappé es un fraude, hay que vender a Vinicius, es imposible ganar nada con Harry Kane, Haaland es Julio Salinas en rubio, lo único que hace bien Ancelotti es arquear la ceja, Simeone está acabado, Guardiola no es nadie desde el divorcio...

Todos son malísimos. Como cada primavera.

La terca insistencia del fútbol en que sólo pueda ganar un equipo nos condena a la misma retahíla de sandeces grandilocuentes cuando asoma mayo. Y va a peor. Porque esas cuñadeces, que hasta hace años residían en su hábitat natural de las barras de los bares y las cenas de amigos, saltaron a las redes sociales y alguien descubrió que cuanto menos análisis y más gruñidos, mayor impacto. Ahí se jodió todo.

De Twitter pasaron a los canales y podcasts de jóvenes ultras en busca de un atajo para hacerse un hueco (efímero, los que duran son los que piensan). Y de ahí a los grandes medios de comunicación, donde periodistas permanentemente atemorizados con perder su relevancia decidieron que la manera de sobrevivir era hacer lo mismo que un hincha comiendo doritos en su habitación mientras le ven, con suerte, mil chavales. Un plan sin fisuras.

Leer los titulares web de los diarios deportivos es un festival del clickbait chusco. Recuerda a aquel célebre tuit de un argentino cabreado con su selección: «¡¡¡Denme mayúsculas más grandes!!!». Y adjetivos más apocalípticos, por supuesto. Y las tertulias siguen similar camino. Periodistas que sabes que son sensatos bramando sentencias sensacionalistas para intentar que se les oiga, llamar la atención y asegurar el sobresueldo. Y nadie lo para porque es lo que vende (o eso nos dicen mientras cae la audiencia).

Y así la primavera se convierte en la verbena de la exageración.

Mbappé es uno de los tres mejores futbolistas del mundo y lleva 32 goles jugando fuera de posición en su primer año en una liga top. Vinicius tiene 24 años y hace nada se originó un conflicto internacional porque fue segundo en el Balón de Oro. Kane y Haaland se hinchan a marcar por mal que estén los que les rodean. Ancelotti, Simeone y Guardiola han sido, junto a Klopp, los mejores entrenadores del mundo y, aunque las etapas acaban y la crítica es lícita, no han olvidado lo que sabían.

Esta es la realidad. Lo sé yo, lo sabe usted y lo saben los que fingen indignación moviendo mucho los bracitos mirando a cámara, pero, claro, defender lo evidente no genera ruido y el ruido es hoy lo único que importa. Así nos va.

Nico Abad: "Lo que realmente echo de menos de la televisión es el dinero"

Nico Abad: “Lo que realmente echo de menos de la televisión es el dinero”

Nico Abad (Madrid, 1970) ha pasado por todas las fases del periodista televisivo. Meritorio en el primer Canal+ como autor, junto a su amigo Antoni Daimiel, de muchos de los vídeos más célebres de ‘El Día Después’. Estrella incipiente del entretenimiento en los tiempos de ‘Lo más Plus’ y Cuatro. Narrador (controvertido) del Mundial de motos y presentador de informativos. Y ahora youtuber con el canal que lleva su nombre, referencial en el mundo de MotoGP, mientras ve el mar desde su casa en Castelldefels.

Has logrado el sueño de montártelo tú mismo, que funcione e irte a vivir a la playa.
Yo no he logrado ese sueño sino que me han obligado a soñar con esto. No ha sido una decisión propia sino forzada. Estaba fenomenal en la televisión, me despidieron de Mediaset y a partir de ahí ninguna tele me quiso. Entonces tuve que recordar una cosa que siempre le explicaba a los estudiantes de periodismo a los que doy clase: ahora la herramienta para hacer periodismo la tenemos a menos de 20 centímetros de nuestra mano y es el móvil. Me apliqué el cuento, monté mi canal y estoy en la quinta temporada ya. La jugada está saliendo, pero no elegí yo.
Fue por necesidad.
Exacto. Me quedé sin un trabajo que estaba muy bien pagado en la tele y, como todavía tengo muchas facturas, tuve que encontrar la manera de sacar dinero por otro lado. Gracias a Dios, estamos en una época en la que estas plataformas te dan una oportunidad de ganarte la vida, con sus pros y sus contras.

Para saber más

¿Qué pros y qué contras?
La contra principal es que aquí no tienes equipo. Las plataformas están diseñadas para que hagas contenido en solitario porque la remuneración sólo llega para que cobre uno. Sin embargo, yo estoy haciendo el camino para intentar que cobremos muchos y crear equipo. Voy un poco a contracorriente y el canal ya lo monté con una agencia. Comencé en Twitch y luego hice un trasvase de todo el contenido a YouTube porque entendí que la audiencia a la que yo me dirigía estaba más allí. En Twitch me sentía vendiendo sombrillas en la montaña, que de repente hay un día de calor, pasa uno y te la compra, pero las sombrillas hay que venderlas en la playa. Y mi playa era YouTube, ahí he encontrado el sitio.
¿Echas de menos la tele?
De la tele echo de menos el dinero, eso por encima de todo. Luego, lo que te comentaba de trabajar con un equipo, una redacción que te corrija, te aprieta, te ayude… Por ejemplo, estoy haciendo ahora un vídeo de todas las lesiones de Jorge Martín, he encontrado 37 y me encantaría contar con algún compañero que pudiera contrastarlo, porque posiblemente sean 36 o 38 y en las plataformas me van a matar. "Nico, otra vez has vuelto a fallar, no tienes ni idea, son 36". Yo tengo que convivir con esto, porque si no te mueres, pero echo de menos tener el apoyo del equipo. A cambio, soy un tío muy casero y trabajar en casa ha sido un descubrimiento que no cambio por nada. Mi ritmo, mis horarios, compaginar con la familia… Lo único que realmente echo de menos es el dinero. Después, ya lejos, la certeza de que lo estoy haciendo bien que te da un equipo. En ese orden.
Al final te has quedado hablando de motos pese a que el recibimiento fue muy hostil cuando narraste el Mundial en Telecinco, ¿por qué?
Al final me he quedado porque es lo que me funciona. Lo que no quería hacer bajo ningún concepto era fútbol. Esto sí que lo tenía claro. Empecé haciendo polideportivo, pero la gente de la agencia me decía: "Nico, si tú pones tu nombre en Google salen motos. Es por lo que más se te reconoce". Y eso es clave para que la plataforma te identifique y te favorezca, los datos en Twitch lo demostraban y cuando pasé a YouTube decidí hacer sólo motor, Fórmula 1 y MotoGP, pero los números de las motos eran mucho mejores. Esto es como si tuviera una pescadería: si en este barrio se vende pescadilla, no traigas cangrejos de río porque no es lo que la gente quiere consumir.
¿Qué papel jugó Ángel Nieto en tu vida?
Tuvo un efecto en mí brutal porque entré en un mundo muy hostil hacia mí y él, desde el minuto uno, me abrió la puerta. Dicen que hay gente que construye paredes y otros que construyen puertas, pues Ángel la construyó y me la sostuvo abierta mientras otros intentaban cerrarla. No es que me explicara las motos, es que me invitó a su casa y me dijo que me quedase a dormir. Fue tremendo, mi gran apoyo en las motos. Era un tío supergeneroso y me trató como mi padre. Esa es la verdad, fue una figura paterna en un momento en que la necesitaba. Desde que falleció, sueño muchísimas veces con él y lo he comentado con su hijo Pablo, que me dijo: "Pues imagínate yo". Ángel no era un tío sólo de motos, era un tío de vida con las cuatro letras en mayúsculas. Estar a su lado era un privilegio y un aprendizaje continuo. Aún me descubro preguntándome un montón de veces. "¿Cómo haría esto Ángel?". Echo en falta poder llamarle.
Narraste MotoGP de 2013 a 2016, ¿por qué fue tan hostil la afición contigo?
El tema es que lo que sucedía en redes, todos esos ataques e insultos, era diametralmente opuesto a lo que me sucedía en la calle. He estado en un restaurante y cuando he ido a pagar me han dicho que un señor había pagado y me había dejado esta nota dándome las gracias por narrar así las motos. En la calle todo era " Nico, tío, cómo mola" y en las redes me deseaban que tuviera cáncer de garganta. Y esto no es una exageración, es literal. Mi interpretación fue que la televisión tiene mucho de hábito y se llevaba mucho tiempo con una narración muy determinada en TVE, mucho más sosegada, y yo entré allí como un elefante en una cacharrería. Narraba pegando gritos porque es lo que me sale cuando veo una frenada fuerte o unas curvas enlazadas. Es que no se entiende la barbaridad que son las motos hasta que las estás viendo en directo. ¡Cómo no vas a gritar cuando ves dónde frenan!
Parece razonable, sí.
Entonces yo todo eso lo llevaba a la cabina y Ángel Nieto me decía: "Tío, a mí es que me pones pila narrando así, tenía que haberse hecho siempre así". Eso es lo que me sostenía porque si miraba las redes… Llegó un momento en que dejé de entrar y no me enteraba. Un lunes por la mañana, a la vuelta de Jerez, me llaman de la Cadena SER y lo primer que pensé fue: "Joder, ¿qué liada habré habré montado esta vez?". Y fue que el rey emérito, por lo visto, me apartó el micrófono porque yo lo metí cuando estaba con Nieto y ni me había dado cuenta de aquello, pero en Twitter se había montado un escándalo. Era una locura aquello. Los fines de semana que no había motos yo también era trending topic porque narraba Lobato la Fórmula 1 y me caía a mí también.
¿Decían que ojalá fueras como Antonio?
Al revés, le decían a Lobato que ya se le había pegado lo malo y estaba gritando como el idiota de Nico Abad [risas].
¿Te afectaba?
Sí, claro que te afecta porque te planteas si realmente lo estás haciendo así de mal. Me preocupaba y lo contrastaba con la redacción y con el resto del equipo de comentaristas, les contaba que estaba siendo una pasada de insultos y que si de verdad la estaba cagando. Ellos siempre me apoyaron y es a lo que me agarré. A ellos y a lo que luego vivía en los circuitos y en la calle donde todo eran elogios y fotos. Al final decidí que no podía hacer caso ni a unos ni a otros y quedarme con un punto medio, pero llegué a tener que mandar amenazas al departamento jurídico de Telecinco muchas veces.
¿Hasta ese punto llegó?
Sí, sí. Llegaron a mandarme un dibujo muy detallado de mi cabeza en una guillotina mientras me daban con un falo gigante. Un puto delirio.
A raíz de los estilos, tuviste una buena bronca hace poco con Ernest Riveras, que fue el siguiente narrador del Mundial de motos.
Él se cabreó porque coincidíamos dando clase en un máster online y la narración que él hacía, para mí, no es la que se debe hacer, no es mi estilo ni lo que yo busco en la tele que me mola. Entonces, un día hice una broma a los estudiantes porque les había dado clase justo antes él y les dije pues yo les iba a decir todo lo contrario. Eso le llegó a él, le sentó a cuerno quemado y montó un lío en redes tremendo con un vídeo al que ni contesté ni voy a contestar porque cualquier cosa que diga se la va a tomar a mal y no merece la pena.
Estuviste en Canal+ desde su fundación en 1990. Daimiel y tú os encargabais de ir por los campos buscando imágenes para el mítico ‘Lo que el ojo no ve’ de ‘El Día Después’.
Otra cosa por la que también se me critica mucho es porque pienso y digo que el periodismo no hay que estudiarlo, hay que aprenderlo haciéndolo. Y es lo que hicimos todos nosotros en aquella redacción de Deportes, donde quitando cuatro realizadores gallegos, todos los demás no teníamos ni idea de televisión. Alfredo Relaño, Carlos Martínez y todos los que tenían experiencia venían de la Cadena SER y ‘El País’ y con ellos estábamos unos cuantos becarios, como Antoni y yo, y Maldini, que llegó con sus cintas de vídeo. Íbamos a los estadios, le decíamos al operador de cámara lo que nos gustaría grabar y la mitad de las veces nos decía que si estábamos locos, que era imposible, que el objetivo no llegaba ahí. Íbamos aprendiendo con ellos. Además teníamos una libertad total para hacer cualquier cosa. Nacho Lewin nos dijo el primer día: "Grabad donde no esté el balón". Y eso lo cogió luego Michael Robinson y lo llevó a una altura narrativa tremenda porque él flipaba con todas esas historias. Crecíamos haciendo un periodismo que no se había hecho nunca en televisión. Lo inventamos nosotros por necesidad y por ignorancia. Fue una época preciosa.
Han pasado 35 años de aquello y la tele deportiva española sigue siendo en un alto porcentaje lo que se inventó en aquel primer Canal+.
Sí, porque unimos cómo vivía la gente el deporte con cómo lo mostrábamos en pantalla. La gente reconocía en la tele las cosas que pasaban en los campos y antes no se veían. No era sólo el seguimiento a Hugo Sánchez para ver si pisaba al defensa o le metía un pellizco, eran historias de aficionados en los campos de fútbol que la gente reconocía como propias. Esa unión entre la gente y el periodismo generó una gran identificación, nos sentían próximos, lo gracioso es que nuestro único mérito es que lo hicimos así porque no sabíamos hacerlo de otra manera.
Corren muchas leyendas sobre el piso que compartisteis durante años Daimiel, Maldini y tú. Hay un libro ahí.
Hay mucha leyenda, pero lo que se puede contar ya lo sabe todo el mundo y lo que no se puede contar tampoco se puede escribir, así que sería un libro intrascendente y va a quedar sin escribirse. Al piso lo llamamos Southfork, como el rancho de la serie ‘Dallas’, y cuando empecé en Twitch hacíamos una vez al mes una sección llamada así. Nos juntábamos los tres a hablar de cualquier cosa, como cuando vivíamos juntos, y eso lo petaba, lo reventaba en números. Lo dejamos de hacer porque las agendas se nos complicaron, pero tenía un efecto nostalgia brutal. Aquellos años fueron muy especiales.
Has hablado antes de Robinson. Cuando acabe está serie, le daré el MVP: nadie genera un elogio general ni medio parecido en el gremio.
Normal, porque ha sido un tío muy importante en la comunicación deportiva en este país. Más que importante, te diría trascendente. Él dio crédito y puso en valor ese periodismo nuevo que nos estábamos inventando. Con un presentador tradicional que no lo entendiera o no lo quisiera, esa revolución habría muerto en ese mismo momento. Pero Robinson le dio cuerpo. Y como jefe y compañero era inmejorable. Nos invitaba a comer dos veces por temporada a todos los reporteros en un restaurante caro, se gastaba un pastizal y nos decía: "Chicos, no me deis las gracias porque yo firmo autógrafos gracias a vosotros". Y como comunicador era sensacional. Nos daba toda la libertad del mundo y luego él lo recogía y lo convertía en oro. Muchas veces traíamos cosas a las que no sabíamos darle el sentido y él le encontraba el chiste y lo hacía brillar. Ha sido un tío definitivo en la comunicación en este país. Eso lo supo ver Relaño en cuanto comentó en TVE el Mundial de Italia 90. Dijo: "Hostia, este pavo que habla medio raro el español, pero es muy gracioso va a ser una estrella" Y lo fichó de inmediato. Relaño también ha sido trascendente en la información deportiva en este país.
Otro que estaba desde el inicio es Josep Pedrerol. ¿Te ha sorprendido su evolución de aquel Canal+ al actual ‘El Chiringuito’?
A lo mejor te sorprendes, pero Pedrerol siempre ha querido hacer ‘El Chiringuito’, también en Canal+. Al menos, lo intentaba. Cuando estuvo presentando con Robinson ‘El Día Después’ se desesperaba: "¡Qué hacemos un lunes por la noche contando lo que ha pasado el sábado! Tenemos que contar lo de hoy". Quería un tío el lunes al Bernabéu a ver qué podía rascar y Michael le decía: "Tranquilo, Pedre, tranquilo, relájate" [risas]. Y Robinson era el que mandaba, pero Josep lo que quería era actualidad, actualidad y actualidad, lo que hace ahora. Y hablaba mucho de su época en la radio, en Barcelona. Era un entusiasta del directo.
¿Por qué te fuiste de Canal+?
Porque Disney Channel estaba abriendo en España, por medio de alguien que conocía a alguien les propusimos un proyecto que les gustó mucho y yo estaba un poco rayado en Canal+ porque quería que me pagasen más. Ya no estaba Relaño, el jefe era Carlos Martínez, entré en su despacho y le dije: "Deberías subirme el sueldo porque si no voy a acabar yéndome". Y me respondió: "Bueno, pues vete". Fue tan rápido que salí casi contento, pensando que no me había puesto pegas, pero a los cinco minutos reflexioné: "Coño, qué cabrón, no ha hecho ni lo más mínimo por retenerme el tío". En ese momento pensé que era un gilipollas, pero ya se me ha pasado y no se lo tengo en cuenta.
Regresaste a la cadena en 2004.
Hice cinco temporadas de ‘La Liga Disney Channel’ y, por las cosas del destino, acabamos grabando el programa en los estudios de Canal+. Allí me vieron los de ‘Lo más Plus’ y Ana García Siñeriz me dijo que necesitaban a alguien de deportes, hice una prueba, les gusté y me ficharon. Me fui de allí siendo un reportero y acabé haciendo cámara en Canal+ gracias a que me fui. Si no, probablemente nunca lo habría logrado. ‘Lo más Plus’ fue un exitazo, hice ‘La hora Wiki’ con Raquel Sánchez Silva, nació Cuatro y entré en el trasvase de presentadores al abierto, allí hice entretenimiento y me rescataron en Los Manolos.
Nico Abad posa para la entrevista en Castelldefels.

Nico Abad posa para la entrevista en Castelldefels.David Ramírez (Araba Press)

¿No te gustaba presentar concursos?
Sí, era una manera de hablar. Yo estaba flipado con el entretenimiento, muchísima gente trabajando desde un papel en blanco para poner algo en la tele que enganchase, había una energía muy fuerte, muy bestia, gente supercreativa, y tú tenías que presentar eso y estar a la altura. Me encantaba y la audiencia era la hostia, ahí sí te sientes una estrella de la tele… Cuando sale bien, claro, porque si no lo cancelan y el bajón es tremendo. Me estaba enganchando a eso cuando me llamaron de Deportes.
¿Y por qué decidiste volver?
Bueno, yo nunca he tomado decisiones sobre mi futuro. Eso está al alcance de muy, muy pocos en la televisión. Somos trabajadores y cuando tú estás en una empresa y te dicen que quieren que hagas algo, no puedes decir que no salvo que tengas una razón muy grande. Ni siquiera hubo negociación de dinero, me dijeron que pasara a hacer eso y pasé. Elena Sánchez, que era la directora de Cuatro, nos dijo a Juanma Castaño y a mí que Los Manolos estaban funcionando como un tiro de lunes a viernes y, luego, el fin de semana el bloque de deportes se caía. Nos encargó, directamente, copiar a Los Manolos. Lo intentamos hacer y no nos salió, porque no somos ni Lama ni Carreño, pero nos salió una cosa híbrida que le moló mucho a la gente también y ese formato de fin de semana lo hicimos siete temporadas. Fue de las épocas más bonitas mías en televisión.
¿Y la más fea?
Cuando nadie veía ‘Soy el que más sabe de televisión del mundo’ [risas]. Las audiencias son las notas del colegio y hay dos maneras de afrontarlas. Una es estar seguro de lo que haces, pensar que es bueno, que a la gente le va a acabar gustando y darse un tiempo, ir tranquilo. Pero esa teoría confronta con los directores que lo quieren todo ya, ya, ya para vender publicidad y presentar un dato que les ponga como líderes: Casi siempre se impone su versión, claro.
Mediaset compró Cuatro en 2010 y tú te quedaste hasta 2020, cuando acabas saliendo de manera fea. ¿Qué pasó?
Se afeó porque yo creía que tenía derecho a una indemnización y ellos me decían que no, así que decidió un juez y me dio la razón. Después de las motos, volví a informativos, pero ya fue todo raro. Mediaset, por la razón que fuera, empezó a recortar mucho la partida de deportes y salió Lama, salió Juanma Castaño y solo quedábamos Manu Carreño y yo. En 2020 me dijo Telecinco que nos iba a renovar ya el contrato, que acababa en diciembre de 2021, para quedarnos todos tranquilos, pero pasaron los meses y nadie me decía nada. Renuevan a Manu Carreño y siguen sin llamarme, así que subo al despacho del jefe y, cuando me ve, hace contacto visual conmigo y se pira sin decirme nada. Ahí ya dije: "Hostia, mala cosa".
Sí, no tenía buena pinta.
Bueno, pues se quedó ahí. Llegó la pandemia, hice todos los informativos porque teníamos el pase de trabajador indispensable y cuando los jefes se reincorporaron en abril, me dijeron: "Nico, hemos tomado una decisión. Te dijimos que íbamos a renovar, pero no te vamos a renovar. Háblalo con el abogado para ver una indemnización tonta que te quedará". Lo hablé con el que me lleva las cuentas y me dijo que de tonta, nada. Me querían meter un gol por toda la escuadra. Reclamé una indemnización y, aunque aún me quedaban varios meses de contrato y estaba currando normal, de repente un día me dicen que suba al despacho del presidente y me mandaron a casa. Me echaron y les demandé por despido improcedente. Al final les gané, claro.
¿Das por cerrada tu etapa en la tele?
No es que yo la dé por cerrada, es que las teles me han cerrado esa puerta creo que definitivamente. Cuando me despidieron de Telecinco, como sé que los jefes de las cadenas se conocen entre ellos, llamé a los directivos de todas las demás cadenas para que se enterasen por mí y no por la prensa. Llamé a Movistar, Atresmedia y a Dazn, les expliqué lo que había pasado para que tuvieran mi versión, porque sabía que iban a escuchar la otra, y les dije que me molaría seguir trabajando en la tele y estaba a su disposición. Acabábamos de salir de pandemia y todos me dijeron lo mismo: "Hostia, Nico, qué buena noticia. Ahora tenemos una cola de trabajo por sacar que no hemos hecho en pandemia, pero te llamaremos". Esto fue en junio. En septiembre, vuelvo a hacer ronda de llamadas. "Hostia, Nico, sí, sí, sí. Espera al cierre de año, pero seguro que algo podremos hacer. Te llamaremos". No me llaman. Y en Navidad pensé que estarían tiernitos y ya hubo uno que directamente ni me cogió el teléfono. Ahí supe que esto se había acabado.
¿Crees que te pusieron la cruz por la pelea con Mediaset?
No, creo que el problema estaba en que yo era un presentador caro y ninguna cadena me quiso contratar teniendo en cuenta lo que ofrecía y lo que costaba. Al final todas las televisiones funcionan con una escalera de la que yo también he sido parte. Te van formando y cuando te dan el paso a presentar un programa tú siempre eres más barato que el que sale. Entonces, yo ya voy con un caché alto y todos los chavales que han estado durante ese tiempo subiendo la escalera llegan a mi punto costando mucho menos dinero. Empresarialmente no compenso porque no soy un presentador que te da dos puntos de share, eso hay que tenerlo claro también.
¿Lo has pasado mal?
No. Hago un balance superpositivo, tío, porque sigo vivo. ¿Sabes qué pasa? Que tengo grabado a fuego que de bebé estuve a punto de morir. Salí en las revistas médicas como un caso milagroso de recuperación de una deshidratación extrema. Eran los años 70 y me dieron un 90% de no salir y salí. Y tengo una anécdota brutal muchísimos años después con Joaquín Luqui, el mito de Los 40 Principales. Un día coincidimos en los estudios y me escuchó locutar. Al salir, me dijo: "Qué pasión los de deportes. ¿Te importa que te lea la mano?". Yo flipando. Me coge la mano y suelta: "¡Hostia, esto es imposible! Tú te has muerto justo cuando empezó la vida". Y yo, que no creo en esas cosas, aluciné.
Hombre, surrealista es.
Mucho. El caso es que tengo grabado que soy un superviviente desde el minuto cero de vida. O me matas tres veces o no me muero. Voy adaptándome, voy haciendo camino y mantengo la misma ilusión. Me gusta tanto el periodismo que estoy totalmente atado a él. Además no sé hacer otra cosa porque fui a MasterChef y me echaron antes de semifinales. Así que más me vale seguir con esto.
Emilio Pérez de Rozas: "Si el periodismo aún tuviera poder, Joan Laporta ya no sería presidente del Barça"

Emilio Pérez de Rozas: “Si el periodismo aún tuviera poder, Joan Laporta ya no sería presidente del Barça”

En el número 23 de Ronda de la Universidad, en pleno centro de Barcelona, había una casa que es historia del periodismo. ‘La Ronda’, como acabó por conocerla toda la ciudad, era el hogar de los Pérez de Rozas, la saga de fotógrafos que empezó a principios del siglo XX, cubrió tres generaciones y sigue vigente en Emilio Pérez de Rozas (Barcelona, 1952), al que todo el mundo conoce como reportero y columnista de ‘El Periódico de Catalunya’ y ‘Sport’ y tertuliano sin freno en la COPE y Radio Marca, pero se niega a renunciar a su herencia. "La foto va en la sangre. Si no hubiera sido lo que soy, que es mitad fotógrafo y mitad periodista, sería simplemente un idiota", resume.

A otros puede haberles sorprendido el periodismo, pero tú sabías perfectamente dónde te metías.
Mi padre tenía nueve hijos y a las ocho, cuando nos levantamos para desayunar e irnos al cole, llegaban mis dos tíos, Manolo y Kike, y se ponían a trabajar. La casa de papá era el laboratorio y el despacho donde trabajaban las fotografías los Pérez de Rozas para tres periódicos y para la agencia EFE. Y ahí vivía una familia con una abuela, tres hermanos fotógrafos trabajando todo el día y nueve niños. ¿Qué otra cosa habría podido ser yo?
Hippie.
[Risas] Sí, algo de comuna hippie tenía, pero sobre todo era un polvorín. Como mi padre estaba bastante ausente haciendo fotos, allí todo el mundo podía castigarte si te portabas mal. Me pasé muchas horas en el pasillo por haber hecho travesuras. Era muy divertido vivir allí. No había otra posibilidad para mí que dedicarme a esto. Se nos caía la baba viéndoles trabajar y mi hermano Carlos y yo conseguimos continuar la tradición. Lo que pasa es que, como han compartido todos los compañeros veteranos que han salido en esta sección, aquel periodismo que nosotros vivimos ha desaparecido. Totalmente. Y ahí se ha acabado también la saga Pérez de Rozas.

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Tus dos hijos se dedican a otras cosas.
Sí. Tienen una mezcla extraña porque les gusta lo que hace su padre, pero como curiosidad. No leen demasiada información, como casi todos los jóvenes ahora, y uno es informático y otro es productor de publicidad y cine. Han salido a su madre, que es bióloga, y ni siquiera leen lo que escribe su padre y esposo. Qué se le va a hacer…
Vives en Mallorca pese a informar sobre el Barcelona. Buen chollo.
Sí, soy un pionero en esto del teletrabajo, debo ser de los primeros periodistas que lo logró. Primero estuve a caballo entre los dos sitios y ahora llevo nueve años ya instalado aquí. Hace más de 50 años que conocí a Araceli, mi mujer, que es mallorquina y fue estudiar a Barcelona. Cuando murieron mis papás, decidimos venirnos a Palma porque creímos que era muy importante que los niños crecieran con los abuelos maternos y fue una estupenda decisión. Tuve la suerte de que Antonio Franco [director histórico de ‘El Periódico’] me lo permitió. Yo he tenido muchos maestros. Si me gusta esta profesión es porque he estado siempre colgado de los mayores, de aquellos periodistas y amigos que tenían unos años más que yo y me lo enseñaron todo: mi hermano Carlos, Antonio Franco, Àlex J. Botines, José Antonio Sorolla… Un montón de periodistas en los que me pude fijar. Eso también ha desaparecido ahora, ya nadie ejerce de maestro en el periodismo.
¿Has sentido esa distancia?¿Ha afectado a tu carrera no estar en Madrid ni, ahora, en Barcelona?
Lo de Barcelona no, porque a efectos prácticos es como si estuviera. Hay aviones cada rato y me planto allí en nada, pero lo de Madrid… Ese madridcentrismo de los medios españoles lo he sufrido posiblemente más que nadie. Del año 82 al 92 estuve de responsable de Deportes de ‘El País’ en Barcelona y hubo una frase funesta que aprendí ya la primera semana: "Mira, es que en Madrid hacemos las cosas así". Tú proponías determinadas cosas desde Barcelona y siempre había un jefe en Madrid que te decía que no porque allí no se hacía así. Y punto. Ni se debatía si tu idea podía estar bien ni se probaba a ver si funcionaba. No había esa posibilidad. Al final eso sí te da la sensación de que te limita. Otro ejemplo tonto. Tengo una relación maravillosa con Raúl Varela, de Radio Marca, y entro en su tertulia de ‘La Tribu’ los lunes por la mañana. Cuando cuentan el parte meteorológico de Madrid y que hay atasco en la M-30… No sé qué pensará el que lo escucha en Mataró o en Dos Hermanas. Es una anécdota, pero pasa siempre en todos los medios nacionales.
Has ido arrinconando la faceta de fotógrafo. ¿Por qué?
Yo nací fotoperiodista y soy fotoperiodista, pero es cierto que al final ha sido más un complemento que una dedicación completa. Evidentemente, no hago las fotos como mi compañero Jordi Cotrina, como mi amigo Alejandro Ceresuela, que es el fotógrafo personal de Marc Márquez, o como el portentoso Raúl Cancio, pero me defiendo y son suficiente para completar mis informaciones y las historias que cuento. La profesión fotográfica me respeta y no me ve como un intruso. El de fotógrafo es el trabajo peor tratado y peor considerado que hay en el periodismo. Es una vergüenza. Ahora quieren reciclarlos para hacer vídeo, se los ha metido en las redacciones para solo editar, salen cada vez menos a la calle a hacer fotos… Es una pena, es a nivel mundial y no es nuevo. Mi serie de periodistas favorita es ‘Lou Grant’, que es de los 70 y 80, ¿y sabes cómo llamaban al fotógrafo?
No.
Animal. Directamente le llamaban Animal. Eso ya te da una idea de cómo ha visto siempre el periodismo a los fotógrafos.
También te has movido entre dos mundos en que, aunque el fútbol es lo que te ha dado la popularidad, por encima de todo eres un periodista de motociclismo.
Sí. Empecé en las motos al principio de los años 80 y ahí sigo por dos motivos. Primero, porque ese mundo ha ido ofreciendo constantemente generaciones de pilotos estupendas y siempre tenías un español que ganaba y, segundo, por una cosa muy importante que se ha perdido en todos los demás deportes grandes, especialmente en el fútbol: el contacto con los deportistas. Todavía hoy te permiten acceder a los pilotos, si necesitas tres minutos con Marc Márquez en un gran premio para completar un reportaje, los vas a tener. Eso es maravilloso porque aún te permite construir historias humanas paralelas a la carrera. Eso ya no lo puedes lograr en ningún otro deporte, sólo en las motos. Ojalá Carmelo Ezpeleta, que es el gran monstruo que ha creado este fantástico Mundial de motos, no se contagie nunca de la Fórmula 1 en esto.
Tienes muy buen trato con Marc desde el principio. ¿Esperabas esta resurrección?
Sí, ya el año pasado pensé que si le daban moto… Toda la familia Márquez, los papás y los hermanos son unos seres excepcionales que son tal y como se muestran, lo que parece ya imposible en el deporte de élite. Sólo tengo palabras de elogio. Siempre se han portado conmigo de una manera maravillosa y es un placer tener esa relación con ellos. Hay una cosa que me pasa con Marc y con otros amigos deportistas que tengo como Andoni Zubizarreta o, en menor medida, Rafa Nadal. Mucha gente en la profesión trata de dañarme lanzándome un "mira, tu amigo". Dicen eso como si fuera algo negativo cuando es un elogio sensacional. Sé que periodísticamente no está bien ser amigo de los protagonistas, pero, lo siento, para mí esas amistades tienen un valor tremendo por encima de lo laboral.
¿Qué tal conviven el periodista serio y el tertuliano polémico que también eres?
Llevo bien esa dicotomía porque tengo un trabajo diario en un periódico y, luego, hago ese segundo papel en la radio. Están bien diferenciados. Con la televisión he tenido muy poco contacto, sólo en los tiempos de ‘El Rondo’ de Alfonso Arús, que es un auténtico monstruo de la televisión. Es el tío que inventó todo lo que se hace ahora en televisión deportiva, un innovador absolutamente brutal.
Las tertulias de éxito como ‘El Chiringuito’ provienen de él.
Claro, ‘El Chiringuito’ es una copia de ‘El Rondo’, aunque no sé si a Pedrerol le molestará esto. Lo siento, pero tú puedes ser el inventor de algo que no has inventado y el maestro de esto se llama Alfonso Arús. Mala suerte. Pedrerol no debería de tomárselo como una ofensa porque ha imitado algo muy bueno, le funciona, le gusta a una determinada gente en un determinado horario, con un determinado estilo y ya está. Pero la verdad es la verdad: esto lo inventó Arús.
Hablábamos de tu papel como tertuliano.
Sí, te decía que a mí la radio me parece atómica. Cuando todo el mundo está diciendo, y a lo mejor hay parte de verdad, que las redes sociales, los tuiteros, los influencers y la inteligencia artificial van a acabar con el periodismo, la radio está ahí, inmutable y con audiencias enormes. Yo he tenido la inmensa suerte de que los auténticos gigantes de la radio me han querido para trabajar con ellos. He estado con De la Morena, con García, con Paco González y con Manolo Lama, que es un tipo tan generoso que tú le pides la hora y él te da el reloj. Entonces, estás en ese ambiente y te ayuda mucho a soltarte, porque estás como en casa, entre amigos y sin nada guionizado. Lo grandioso de la radio es que es inmediatez, improvisación y originalidad.
También ese es el peligro.
Claro, porque muchas veces metes la pata, por supuesto que sí. Es todo tan rápido que te animas y te calientas tanto que existe la posibilidad de equivocarte. Yo lo he hecho y me he disculpado, pero entiendo que es parte del juego. Además, cada uno sabemos qué papel jugamos en las tertulias y en el mundillo. Por ejemplo, cuando me llaman para intervenir en tertulias de Catalunya Ràdio, sé que lo hacen porque quieren a alguien que le dé un palo al Barça. Yo soy consciente de mi papel, pero también es verdad que nunca digo lo que no pienso. Si me piden una opinión, doy la mía. Otra cosa es que la mía les va bien y la buscan porque contrasta con la de los demás.
Pérez de Rozas posa con su pincher, Anubis, en Palma de Mallorca.

Pérez de Rozas posa con su pincher, Anubis, en Palma de Mallorca.Araba Press

¿Se toma esta sociedad el fútbol demasiado en serio?
Creo que no hay que trascendentalizar las cosas que no tienen trascendencia y el fútbol es una de ellas, aunque no la única con la que lo hacemos. En casa se rompe un vaso y se monta un drama que no te lo puedes imaginar y luego lo piensas y, coño, sólo es un puto vaso. Recoge los cristales y a otra cosa. Nos montamos demasiados traumas ficticios, luego hay un drama de verdad y ¿ahora qué hacemos? Es fútbol, por favor. Vamos a tomárnoslo estupendamente y a disfrutarlo sin dramas. Además, los clubes, los presidentes, los entrenadores y los futbolistas no se merecen que nos volvamos locos por ellos, con una defensa a ultranza que no tiene ningún sentido. A mí me gusta que gane el Barça, pero también me gusta ver partidos estupendos donde gana el otro. Jamás dejaré de dormir por un resultado.
Eres un culé anti Laporta, que no abundan.
Lo que está pasando en el Barcelona con Laporta, su directiva, sus amigos, sus familiares y la manera de gobernar el club es escandaloso. Es una muestra de que la prensa ha dejado de tener poder y ya no se carga a nadie. Si el periodismo tuviera poder, Laporta no sería presidente del Barça como Mazón no lo sería de la Generalitat Valenciana, no hubieran podido soportar el justo aluvión. En Barcelona ha habido periodistas como Toni Frieros, Sique Rodríguez, Albert Guasch, Paco Cabezas, Xavi Hernández, Sergi Escudero, Xavi Bosch, Andreu Rauet o Joan Josep Pallás que han publicado cosas de Laporta que deberían haber provocado que pasara algo… y no ha pasado absolutamente nada. Yo intento cumplir una frase que me solía decir papá: "Emilio, en esta vida, sobre todo que no te tomen por tonto". Cuando doy mi opinión sobre la vergüenza que es Laporta lo hago fundamentalmente para decir: "Oiga, usted está comportándose así, está gobernando en su beneficio propio y está consiguiendo negocios para sus amigos, pero que sepa que le estamos viendo, nos hemos dado cuenta, no somos tontos". A lo mejor no sirve para nada y se sale con la suya, pero sobre todo que no me tomen por tonto.
¿Tienes algún contacto con Laporta?
No, cero absoluto. Ni con él ni con el club. Tampoco lo quiero. Soy perfectamente consciente de que con este punto de vista crítico hago muchos enemigos y habrá presiones, pero por suerte me siento tremendamente protegido por mi periódico. Eso es importante y no tan frecuente como debería. Recuerdo una anécdota cuando Antonio Franco era director y yo llevaba la sección de Deportes, que aún éramos 10 o 12 redactores y hacíamos nueve páginas diarias. Se ponía delante de mí y me soltaba: "¡Vaya mierda de sección estamos haciendo!". Éramos la mejor sección de Barcelona, yo se lo decía, que era estupenda, y me respondía: "Hace un mes que no llama nadie cagándose en mí y eso es mala señal. Yo estoy aquí para pararos las balas. Haced lo que tengáis que hacer, pero hacedlo". Poder trabajar en un medio que te permite eso es sensacional.
¿Cómo valoras esa alianza estratégica entre Laporta y Florentino?
Forma parte de la anestesia general que están viviendo la afición, los socios y los abonados del Barça. Han vuelto a disfrutar del fútbol de la mano de Hansi Flick, Pedri y Lamine Yamal y pasan absolutamente de todo lo demás, están desconectados de la realidad. Estoy convencido de que esa complicidad con el Real Madrid no gusta, pero tragan porque saben que Florentino Pérez ha puesto los contactos financieros y económicos que posee, que son los mejores de España, a disposición de Laporta para que pudiera hacer las tropecientas palancas y endeudar por los próximos 25 años al Barcelona. Es otra de las cosas que el socio, que es el propietario en teoría del Barça, tiene guardadas en un armario para no verlas junto a la manera de distribuir comisiones en el contrato de Nike, que una empresa subcontratada meta 350.000 euros a una cuenta de los directivos para su aval o los retrasos del Espai Barça.
Antes, cuando has nombrado a los grandes de la radio con los que has trabajado, has obviado a Juanma Castaño.
No crees que haya sido casualidad, ¿no? Efectivamente, no lo ha sido.
¿Es porque esta temporada decidió prescindir de ti y de Tomás Guasch en ‘El Partidazo’?
Tomás te dijo que no le sabía mal por él sino por mí y yo te digo lo contrario, me sabe mal por él porque le considero uno de los grandes y además, y esto es lo peor para mí, es que Tomás sí es uno de ellos, del núcleo duro que pasó de la SER a la COPE. Yo no lo soy aunque llevo muchos años trabajando con ellos, sigo con Lama y creo que fui el primero que llamó a Paco González cuando dejó la SER y le dijo: "Me voy contigo". Lo cogí por las escaleras, saliendo del edificio. Lo de Castaño no quiero ni comentarlo. Lo que sí me supo mal fue que me lo dijera en pleno agosto, tres días antes de que empezara el programa y sin tiempo para buscar otra cosa. Por lo demás, es un programa de autor donde él elige a su gente y, de pronto, Tomás y yo dejamos de ser su gente. A mí me pareció mal, pero a Tomás le dolió bastante más.
¿Por qué crees que dejaste de ser de su gente?
Creo que fue por el ruido que hacía, el descontrol que yo provocaba. No lo comparto, pero es su opinión. De todos modos, no quiero centrarme en lo malo porque esta vida que he tenido ha sido la hostia. No, está mucho más allá de la hostia. Cuando te digo que me duele que la forma de trabajar que teníamos antes haya desaparecido totalmente es porque considero que ser periodista como lo éramos hace 50 o 30 años es de las cosas más grandes que se puede ser en esta vida. Es una manera de disfrutar tremenda. Es cierto que no tienes tiempo para la familia, los hijos ni los amigos, pero ¿por qué? Porque cuando te gusta el periodismo y contar historias, te vuelves loco. Felizmente loco. Eso es brutal y ahora ya nada de todo esto existe.
Hombre, algo quedará.
Muy poco. Los jóvenes periodistas creen que todo está en el móvil y, encima, los periódicos han dejado de tener dinero para ir a los sitios. Y si no estás en los sitios, no hay periodismo. La gente sólo copia, recopila e imita. Eso tiene poco valor. En mi época nadie se dignaba a escribir un texto si no había estado allí. Ahora todo el mundo escribe de todo desde la silla y, lo que es peor, todo el mundo se cree lo que esos publican. La manera de conseguir las fuentes de información en estos momentos es muy frágil, te puede engañar muchísimo, no las ves, no las tocas, no las tratas y puedes estar escribiendo una historia que se ha inventado alguien con el que has contactado por Instagram. El buen periodismo cuesta dinero y ya nadie tiene dinero. Tengo la impresión de que si mis hijos hubieran escogido esta profesión, me hubiera frustrado porque no hubieran disfrutado ni la mitad de lo que he disfrutado yo. Ese es el drama.
Si el padre de Lamine Yamal fuera sueco y rubio...

Si el padre de Lamine Yamal fuera sueco y rubio…

Van a cumplirse dos años del advenimiento de Lamine Yamal y siguen buscándole. Los defensas y los otros. Los otros, los de siempre, los del odio, los del ruido, los mediocres, los que en vez de admirar lo nunca visto prefieren perseguir unicornios con escopetas. De fogueo en este caso. Porque por más que disparan no logran rozarle.

Aseguraron que la celebración del 304 en honor a Rocafonda, su barrio, le convertía poco menos que en un pandillero, como si la conciencia de clase fuera un delito. Interpretan como un insulto a España que en sus botas luzca las banderas de Marruecos y Guinea Ecuatorial, los países de sus padres, mientras el chaval nos regala una Eurocopa con la edad en que sus haters pedían la paga a mamá para comprarse unos castellanos. Aplauden las chorradas viejunas de Van der Vaart, uno de los futbolistas más frustrantes y disolutos de su generación, como si bailar, vestir o peinarse acorde a la edad que uno tiene fuera una señal de alarma y no un indicador de normalidad.

Y como el ídolo no muestra grietas se le busca el barro en pies ajenos. Los de Mounir Nasraoui. Lo curioso es que aquí se juntan el deseo de unos y el miedo de otros. "Sólo su padre puede salvarnos de otro Messi", escucho a madridistas, aterrorizados ante la amenaza de otros 15 años con el mejor vestido de azulgrana. "Sólo su padre puede estropearlo", musitan esos culés que viven temiendo que el cielo se derrumbe sobre sus cabezas. No sé, nadie sabe, qué dirá Nasraoui al oído de su hijo, pero tengo clarísimo que si fuera sueco, alto y rubio no estaríamos hablando de esto ni habrían convertido a un personaje secundario de la película en la clave de la trama.

En cualquier caso, esa supuesta mala influencia no se refleja por ningún lado. ¿Han escuchado hablar al chico? ¿Le han visto comportarse en el campo? ¿Atisban el menor indicio de que se le esté yendo la cabeza? ¿Les parece un chaval al que va a poder la presión y a corromper la fama? ¿Creen que puede un adolescente llevar de mejor manera una situación absolutamente extraordinaria y antinatural?

Seamos serios, todo lo que muestra el Lamine persona es el mejor escenario posible, no augura drama por ningún lado y firmo que mis hijos tengan a los 17 años la madurez que está demostrando él. Aunque como soy alto y (era) rubio, tampoco me echará nadie la culpa, si no...

Carlos de Andrés: "Como el lince ibérico, los especialistas somos una especie en vías de extinción"

Carlos de Andrés: “Como el lince ibérico, los especialistas somos una especie en vías de extinción”

¿Qué es el verano sino Carlos de Andrés (Barcelona, 1965) y Perico Delgado disertando sobre lo humano y lo divino en TVE mientras unas vacas observan el paso del pelotón por cualquier valle francés de postal? ¿Cómo de infelices seríamos si el narrador no respondiera a la enésima invocación de Monsieur Massó por parte de su socio con su ya legendario "qué duro es este deporte, Pedro"? Fue director de Teledeporte 12 años, esta temporada cumple 25 narrando el Tour y La Vuelta y, aunque no se da importancia, pocos periodistas deportivos generan tanta unanimidad como él. En un país de tradiciones, Carlos de Andrés es una de las buenas.

Hay vida y éxito profesional más allá del fútbol.
Básicamente, sólo en la tele pública. Hace unos años me pidieron dar una clase en la universidad sobre retransmisiones deportivas y la primera foto que puse en la presentación era un lince ibérico. Pregunté a los estudiantes que tenía que ver ese animal conmigo y, claro, no caían. La respuesta era que soy una especie en extinción. Un especialista es caro, sobre todo si es un empleado fijo como es mi caso. Incluso muchos de los especialistas técnicos de fútbol, gente como Axel Torres por ejemplo, son freelance. Una de las grandes suertes de mi vida es haber caído en TVE porque me ha cuidado mucho y me ha dado la oportunidad de tener una carrera centrada en un deporte como el ciclismo. Eso implica un apoyo enorme que ahora intento devolverle. Sé que en otros medios habría sido imposible porque los especialistas no somos rentables.
Pero aportáis muchísimo.
Sí, pero no todos los días. Al final, una empresa quiere gente polivalente. Que yo pueda localizar en un segundo a Gianni Bugno o, obviamente, a Miguel [Indurain] en muchas empresas no sirve de nada. El deporte en los informativos de las televisiones es fútbol, fútbol y fútbol. En un periódico está muy bien llevar una entrevista con Indurain, pero eso te soluciona un día de 365. Por eso ya no encuentras especialistas en plantilla de casi ningún medio. Soy un privilegiado, lo asumo y lo agradezco.

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Tienes 60 años y llevas desde los 23 en las bicis. Es una barbaridad.
Sí, sí, sí. Entré en TVE en 1988 y fue un poco casualidad que acabara en el ciclismo. En realidad, yo hacía fútbol. Venía de la revista 'Don Balón' y había trabajado haciendo entrevistas en Europa Press. Al entrar, pasé por la escuela de los informativos, que es un aprendizaje importantísimo, y hacía de todo, pero también empecé ahí a hacer el ciclismo en catalán para Cataluña y me ofrecieron incorporarme al equipo de Pedro González en Madrid para hacer la moto en las carreras. Yo encantado, claro, pero esos primeros años hice muchas otras cosa: entrevistas en Euroliga y en ACB, presenté informativos y programas... Me siento muy feliz de estar donde estoy porque me han dado oportunidades. Luego, lógicamente, en la vida uno tiene que saber aprovecharlas, pero hay gente muy buena a la que nunca se las dan.
Se suele hablar poco de lo que importa la suerte en cualquier carrera.
La suerte la tienes un día, es necesaria esa primera oportunidad, pero no creo ni en la buena suerte ni en la mala suerte. Eso es un día. Luego tú tienes que hacer tu trabajo y hacerlo bien. En lo que luego también he tenido suerte es en que el ciclismo es un deporte que se ha quedado en la tele en abierto y eso es lo que te hace más popular. La gente te reconoce más porque el ciclismo mantiene unas audiencias muy buenas en La 1. Las motos y los coches, cuando estaban en Telecinco, en Atresmedia o con nosotros, tenían unas audiencias brutales, pero por políticas de los organizadores decidieron ir al pago y esas grandes audiencias desaparecieron. Eso es algo que el ciclismo no ha querido hacer. ASO, que organiza el Tour y La Vuelta, tiene un doble contrato con nosotros y Eurosport que económicamente les vale, mantiene sus carreras en abierto y hace que el ciclismo sea uno de los deportes que mejores audiencias tiene en España.
Bueno, el ciclismo...
Sí, cierto. Siempre digo que en el ciclismo en España están las dos grandes vueltas y, luego, el resto. A mí me encantan las clásicas, pero no existen para el público en general. A veces hay gente del mundillo que se enfada o que no se lo quiere creer, pero... De verdad, ¿en qué mundo vivís? El ciclismo en España es el Tour y La Vuelta, el resto está a años luz. ¿Y por qué está a años luz? Porque el Tour y La Vuelta se emiten por La 1 y lo que te da la fuerza es el canal en el que sales. Deportes tan fuertes como el fútbol, el baloncesto o las motos han decidido ir al pago. Eso supone muy buenos ingresos, pero una merma de audiencia muy importante. Es lo que hay.
O eres un gran actor o, viéndote narrar, da la sensación de que aún te apasionan las carreras.
Tuve un momento difícil cuando me ofrecieron la dirección de Teledeporte. Puse como condición seguir haciendo el ciclismo, porque he hecho muchas cosas en la tele y lo que más me gusta es comentar carreras, pero tenía demasiado trabajo. Aunque llegó un momento en que ya solo comentaba Tour y Vuelta, me di cuenta de que no estaba haciendo mi trabajo tan bien como debería porque, a veces, estaba de reuniones todo el día y no me daba tiempo a prepararme las carreras bien. Hubo un día que estábamos planificando el operativo para los Juegos Olímpicos y cuando llegué a comentar la etapa del Tour no sabía ni cómo iba. Me dije: "Esto no puede ser, no vale de excusa que tengo mucho trabajo". Así que a partir de ahí, me machaqué y fueron años duros. Tras dejar la dirección del canal en 2020, llevo unos años que me siento en mi mejor momento comentando carreras. Estoy muy tranquilo, muy seguro y estoy teniendo un mayor punto crítico que me gusta. Es una parte fundamental de nuestro trabajo que a veces olvidamos y creo que es importante. La crítica no tiene por qué ser siempre negativa, pero es importante posicionarse a veces.
Te toca más ese papel porque a Perico y a Purito, como ex ciclistas, a veces les cuesta ser críticos.
Al final yo tengo la ventaja de que llevo mucho tiempo y, al final, lo importante no es mi nombre, no es Carlos de Andrés, lo importante es el puesto que ocupo. Yo tengo una silla que me da fuerza, como antes se la dio a Pedro González, que es la de comentarista de ciclismo en TVE, que jamás me ha presionado para decir una cosa u otra. Y eso es clave porque, lógicamente, de quienes sí he tenido muchísimas presiones es de equipos, de organizadores y de mánagers, pero eso es algo con lo que hay que convivir y la fuerza para poder hacerlo te la da la empresa. Siempre he tenido muy claro que lo importante no soy yo sino el puesto que ocupo, que me permite opinar con mucha libertad. Hay gente que estará más contenta y otra menos contenta, pero es mi trabajo.
¿De los ciclistas no has recibido presiones?
Sí, pero muchas menos. A veces, ahora ya no tanto, me venía un ciclista y me decía: "Me han dicho que has dicho esto malo sobre mí". Yo respondía: "¿Lo has escuchado o te lo han dicho?". Y, claro, siempre se lo había dicho su novia, su hermano, su madre... Pronto asumes que a una madre nunca le va a parecer suficientemente bueno lo que digas de su hijo. El elogio tendría que ser eterno y eso no puede ser. También a veces he sido muy crítico y me he equivocado, pero tampoco me importa pedir perdón. Aún me equivoco, por supuesto, pero ahora tengo una seguridad muy grande y ya digo siempre lo que pienso y creo. Eso sí, sigo siendo de aquellos periodistas antiguos que cuando sé que voy a decir algo intento contrastarlo y dar la oportunidad al implicado de que venga a la tele a hablarlo y rebatirme. El año pasado fui duro, por ejemplo, con lo que pasó con Ayuso en el Tour y luego le di la oportunidad en La Vuelta a Matxín de que viniera. Tuvimos una entrevista tensa, pero a mí me gusta mucho que el entrevistado me ponga en un aprieto.
Tu choque más sonado fue, seguramente, el que tuviste con Marc Soler en el pasado Tour. Él se molestó con un cámara que iba en moto y le llamó retrasado, tú se lo afeaste en la tele ("tratar a alguien así me parece impresentable") y él se cabreó mucho.
Ahí me he mantenido muy claro. Un ciclista no tiene por qué insultar y llamar retrasado a un cámara. Sin más. El problema fue que en la retransmisión en directo no lo entendí bien, pensé que había dicho que se había retrasado y, al acabar, le pedí a unos compañeros que lo escucharan. Todos vimos lo que decía en realidad y al día siguiente lo denuncié. Sé que a él no le gustó mucho, pero me da igual. Nos hemos vuelto a ver y nos hemos hablado con educación, pero no tenemos la misma relación que teníamos antes. Qué se le va a hacer. Conozco a Marc desde pequeño, siempre le he tratado muy bien y si se enfada porque un día diga que ha hecho algo mal, no es mi problema.
¿Cuánto miedo has pasado en la moto durante las carreras?
Ningún miedo. El tema es que tienes que confiar en tu piloto y olvidarte. Además, yo conocí una moto que ya no es la de ahora, que está todo regulado. Hacía lo que me daba la gana, iba hacia adelante, hacia atrás, era apasionante y me enseñó mucho. La facilidad que tengo para reconocer corredores y situaciones de carrera me la dio esos años de moto, porque estaba tan cerca de ellos que lo veías todo. También es verdad que aquello te produce cierto síndrome de Estocolmo. Te mojas con ellos, te tratan como a uno de ellos y te acabas sintiendo uno de ellos. Al final es un error y lo pagué. Estaba demasiado cerca de los ciclistas y lo primero que tiene que hacer un periodista para hacer bien su trabajo es apartarse un poco de la gente sobre la que habla. Con los años lo he hecho y es una buena lección para los periodistas. Son etapas y es normal. Entonces yo era más joven que ellos y ahora algunos ciclistas son más jóvenes que mis hijas. Todo es crecer y aprender.
Eres, de largo, el comentarista de ciclismo que menos se equivoca al identificar ciclistas en los planos generales. ¿Cuál es el truco?
La edad y el oficio, la tele lo exige. Por ejemplo, Javier [Ares] todo el tiempo que estuvo en la radio no lo necesitaba. Él hacía la parte final, con la carrera más definida, y era más tertulia. Tenía más tiempo para analizar. En mi caso es muy importante que tardes poco en reconocer a un ciclista y en leer la situación de carrera. Insisto a los realizadores en que cuando se forma una fuga necesito rápido un plano de pelotón porque, según quién tire detrás, sabré cuánto va a durar esa escapada. Si tira el equipo del líder, si se pone a tirar otro equipo que no ha metido a nadie en la fuga... Todo eso me permite saber las posibilidades de éxito. La moto me enseñó mucho y lo demás es fijarte aunque cada vez es más difícil. Por ejemplo, antiguamente iba a las salidas de las etapas y me fijaba en las zapatillas y las gafas de los corredores porque todas eran diferentes. Ahora los equipos tienen sus marcas y hay que buscarse otros trucos para ser ágil en la identificación. Es puro descarte. El equipo eran nueve, han abandonado dos, por morfología quitas otros tres, por el momento de carrera un par más... He ido mejorando y la última semana del Tour y La Vuelta podría comentarlas ya con los ojos cerrados. Eso es oficio, como el panadero que sabe exactamente el momento en que sacar la hogaza del horno.
Hablas de Ares. En un deporte con unos periodistas de referencia tan marcados, ¿existe rivalidad entre vosotros?
Ninguna, al contrario. Yo he convivido en La Vuelta y en el Tour con Javier, con Juanma Castaño, con Pepe Gutiérrez, con Josu Garai, con toda la gente de mi generación. Entonces viajábamos tanto y estábamos tanto tiempo juntos que realmente se creaba un vínculo. Ahora ya casi nadie viaja y los que viajan son, la mayoría, porque el organizador se lo paga. Todo ha cambiado mucho y les costará mucho más tener los contactos que nosotros teníamos. Es algo que me preocupa del periodismo. Entiendo que con la mejora y el avance de la tecnología a lo mejor ya no hay que ir a todos sitios, pero a alguno hay que ir. A mí Contador me coge el teléfono no porque me llame Carlos de Andrés, sino porque me veía cada día constantemente allí, en los sitios. Yo aún me puedo manejar porque ya tengo los contactos, pero a la persona que venga detrás de mí le costará mucho más tener esa capacidad de influencia en el deporte.
Con Perico Delgado llevas trabajando 30 años, pero ¿qué tal te llevas con Indurain y Contador?
Con Miguel sigo teniendo relación, nos conocemos muchísimo y hablamos de vez en cuando y siempre me sentí muy bien tratado por Alberto cuando era corredor. Yo no era mucho de molestarle cuando estaba en carrera, pero las pocas veces que lo hice siempre respondió y jamás me hizo nunca un reproche por alguna crítica ni nada similar. Miguel tampoco, pero en su época sí que tuvimos nuestras broncas con José Miguel Echávarri, pese a que es una persona a la que respeto muchísimo. Al final es inevitable porque si todo el mundo estuviera contento conmigo, es que no estaría haciendo bien las cosas.
¿Y los aficionados? El ciclismo tiene una comunidad de fans puristas que suelen ser muy duros.
Creo que Pedro [Delgado] y yo somos una pareja muy bien recibida en general por el aficionado, pero lógicamente hay gente a la que no le que no le gustamos o directamente le caemos mal. Es ley de vida. La gente siempre me ha dado bastante igual. No soy muy de redes sociales y todo esto porque tengo la edad que tengo y hago una reflexión muy sencilla: si alguien me critica desde el anonimato y sin que yo sepa cuánto sabe él de esto, me preocupa muy poco. Recuerdo el día del famoso ataque de Contador desde muy lejos para ganar La Vuelta en Fuente Dé. Nadie se lo esperaba y la retransmisión no estaba prevista tan pronto, pero empezaron a machacar a TVE en redes por no conectar. Esto no va así, no chasqueas los dedos y aparecen aviones y helicópteros, es una crítica tan absurda que no puedes preocuparte por eso. Explícales que estamos todo el año planificando hasta las horas de repostaje... Entiendo que al espectador eso le da igual, pero a mí no puede afectarme. Es como si yo llevo el coche al taller y le empiezo a hablar al mecánico de la junta de la culata. Me dirá: "Tío, ¿tú qué sabes?".
Hay otra batalla perdida para el periodista de un medio grande: que el entendido asuma que no te diriges a él sino al aficionado medio.
Claro. Yo mismo caí en eso. Una de las cosas de las que estoy muy satisfecho es de que he ido evolucionando mucho en mi manera de comentar. Cuando murió Pedro González y me dieron la responsabilidad de sustituir al insustituible, tenía muy claro lo que quería hacer y cómo lo quería hacer. Tenía esa imprudencia de la juventud de sentirte muy seguro de lo que piensas y de que ibas a cambiar mil cosas. Por suerte me di cuenta de que me estaba equivocando porque, al final, el deporte es entretenimiento y mi labor es que la gente se lo pase bien cuando estamos comentando. El primer año preparé unas estadísticas llenas de gráficas, un currazo que no te puedes imaginar sobre estados de forma, tendencias de ataque... ¿Sabes qué? A la gente no le interesaba nada. Hay que saber muy bien para quién comentas, no es lo mismo estar en Teledeporte o Eurosport que en La 1. El espectador de La 1 maneja conceptos básicos y le tienes que hablar de sufrimiento y no de abanicos.
Es increíble qué claro ha tenido siempre eso Perico, viniendo de ser profesional.
Sí, lo tiene innato. Yo no, pero supe cambiar. Al principio comentaba para la gente del ciclismo y yo no trabajo para ellos, trabajo para el espectador y el espectador del Tour es mi vecino y no un loco del ciclismo. Una vez vi una pancarta en una salida que ponía: "Perico, te regalo un jamón por un chiste". Pensé: "Hostia, me estoy equivocando porque con todos estos datos que doy no me ofrecen ni una cerveza". Asumes que al final esto es entretenimiento y no es peor, al contrario. Eso es algo que me ayudó a entender Pedro. Desgraciadamente, desde que murió Michael Robinson somos la pareja de comentaristas más antigua de la tele deportiva. Eso te da mucha confianza y lo que intentamos es que la gente en su casa sienta que estamos ahí hablando con ellos.
Indurain es el rey y Contador también ganó más, ¿pero qué sería el ciclismo en España sin Perico? Él lo resucitó en los 80 y lleva 30 años siendo su voz en la tele.
Es fundamental. Lo gracioso es que la gente ya le conoce más por la tele que por ciclista, lo notamos cada vez que vamos a alguna carrera. Perico se hace muchas más fotos en las salidas que el 95% de los corredores, hasta el punto de que a veces no vamos porque es agobiante. Cómo será el influjo de la tele que incluso me pasa a mí. Tengo la suerte de que mi fama es muy acotada y que aquí, en Barcelona, el ciclismo no es un deporte que se siga mucho, pero lo noto cuando estoy comentando en Madrid o cuando vuelves del verano. Perico es un símbolo, eso es evidente, pero lo es aún más por la cadena en la que trabajamos. Hay un hábito de consumo del Tour y La Vuelta durante el verano que lleva inamovible en la sociedad española 40 años. Cada inicio de Tour se repiten los tuits diciendo que ya empiezan a hablar Perico y Carlos en la tele y eso es que llega el verano cuando yo llevo hablando desde febrero, sólo que lo ven cuatro [risas].

David Ramírez (Araba Press)

¿Cómo fue tener que sustituir a una leyenda como Pedro González, tras su muerte por un infarto el 1 de enero de 2000?
Muy doloroso, sobre todo porque Pedro era muy joven, tenía 48 años cuando falleció. Aún recuerdo la llamada de Mari Carmen Izquierdo a mi casa. Estaba en el comedor y me quedé helado. Pedro fue la persona que me ayudó a progresar y era mi amigo. Incluso ahora, tantos años después, no me gusta hablar de esto porque es una sensación un poco extraña que la muerte de un amigo te lleve a conseguir lo que habías soñado. No sé, en cierto modo te sientes culpable. A veces me consuelo pensando que Pedro vivió muy intensamente y prefirió vivir 48 años como los vivió que cien más aburridos. Era una persona con un carácter muy fuerte, me pegó algunas de las broncas que más me han dolido, pero por encima de todo era muy buen tipo. Me ayudó muchísimo. Si no me propone incorporarme al equipo de ciclismo en castellano, ¿dónde estaría yo ahora? No tengo ni idea. Él había tenido un problema de salud ya en el Giro anterior, le tuvo que ver el médico de Banesto en una meta porque se había mareado y quizá fue un primer aviso, pero se hizo revisiones al volver y las pasó. No sé... A veces pienso si hubiera entendido esta transformación de comentar desde Madrid. Creo que les hubiera mandado a paseo, a él le gustaba vivir las cosas.
Hemos hablado de las ventajas de TVE, pero también suele ser una empresa con muchos conflictos internos tanto entre compañeros como por injerencias políticas.
Sí, he leído algunas de tus entrevistas a compañeros de la casa contándolo y me han sorprendido un poco, porque yo no he tenido esa sensación siendo, incluso, directivo con varios gobiernos. A lo mejor es que el deporte es menos importante de lo que nos pensamos los periodistas deportivos. Además, tengo la sensación que la sede en Madrid es más dura que la de Barcelona, estamos algo más alejados de las polémicas. Nunca nadie me ha dicho lo que tengo que decir, te lo aseguro, pero supongo que la versión de cada uno depende de cómo te haya ido. Yo llevo 25 años comentando con Perico sin ningún problema. Igual han estado a punto de echarme un día y ni me he enterado, pero no tengo esa sensación.
¿Qué tal fue tu experiencia como directivo?
Complicada. Estoy contento porque cuando fui director de Teledeporte [2008 a 2020] aprendí muchas cosas. No soy mejor periodista después de haber sido directivo, pero sí soy mejor profesional porque aprendes a tratar con dueños de derechos, a negociar cosas y a manejar equipos. Eso sí, si me proponen volver a ser directivo de la tele no aceptaría, como periodista no te mejora. Ahora me encuentro en una situación muy buena, comentando lo que a mí me gusta y deseando que llegue la París-Roubaix, que es uno de los mejores días del año. Y el día que no comenté. haré lo mismo que ahora: verla y disfrutar.
Además, estás pudiendo contar el mejor momento del ciclismo en 35 años, al menos para mí.
Y para mí seguramente también. Ahora la gente se queja de que Pogacar ataca muy pronto y se acaba la carrera. Alucino.Nos hemos pasado los años de Froome y Armstrong cagándonos en que nadie atacaba hasta el último kilómetro y ahora nos va a parecer mal que se hagan heroicidades de 100 kilómetros. Lo de Pogacar en el último Mundial me pareció una pasada y siempre es mejor que no se vaya en pelotón. Tenerle a él, a Van der Poel, a Van Aert... es un lujo y hasta los españoles están más activos y se mueven más. Me gusta mucho esta generación que está saliendo de Juan Ayuso, Iván Romeo o Pablo Castrillo porque son chicos que disfrutan siendo protagonistas. Ha habido unos años en los que a veces tenía la sensación de que a los ciclistas españoles no les gustaba ser ciclistas, estaban siempre como tristes y muy enfadados. Ya no. Por favor, no nos quejemos de vicio.
Necesita urgentemente el ciclismo español una estrella.
A ver, todos querríamos tener un Indurain y un Contador, pero no podemos pretender tener todo el rato un ciclista que te lo gane todo. Si analizas el nivel medio del ciclismo español de los últimos 30 años es espectacular. Ahora hay muchas esperanzas con Ayuso y ahí creo que hay que poner un poco de distancia porque, siendo un fantástico corredor, tiene el problema de que coincide en su equipo con el mejor ciclista de la historia que, además, sólo tiene 26 años. Pogacar es increíble. Un escalador que el otro día casi gana la San Remo y veremos qué pasa con la Roubaix. Sólo le aguanta la comparación Merckx y hay que recordar que él competía con gente buena, pero no tan buena como los rivales que Pogacar ahora. Con lo que está haciendo, la edad que tiene y lo que le queda, se va a colocar como el mejor de la historia sin duda. Va de exhibición en exhibición, además, no gana de cualquier manera, le da igual el Mundial que la Clásica de Jaén. Que le reprochen que domina demasiado es un poco de risa. Todas las carreras con él son divertidas. Todas.
La verdad es que es increíble que se le critique.
Me hace gracia. Leo a esos tuiteros que van de superentendidos y todo les parece mal y me pregunto para qué ven ciclismo entonces. Hombre, no hay que ser Bambi y hay que tener un punto crítico, pero en general estamos viendo un ciclismo muy bonito en todas las carreras. Hay cosas a mejorar, por supuesto. Lo que más cuestiono yo sobre el ciclismo actual es que se paran demasiado rápido las carreras, que se está informando tarde y mal de las tarjetas amarillas a los ciclistas y que hay un VAR que prácticamente no se utiliza porque los comisarios no quieren tomar ninguna decisión. Al final, es un deporte que vive mucho de la tradición y es verdad que es imprescindible porque el ciclismo sin el Alpe d'Huez o sin el Tour no sería nada. ¿Por qué no salen adelante todos esos proyectos de independizarse y hacer sus carreras que intentan los equipos? Porque no tienen Tourmalets ni Anglirus. Tú puedes organizar la mejor carrera del mundo en China con todas las estrellas, pero si no es verano y no escalan los Alpes, no va a tener ningún éxito. La gente necesita referentes y los referentes son los puertos.
Es el deporte con más literatura.
Para la prensa escrita, por ejemplo, ha sido maravilloso porque permite un tipo de crónica poética que el resto de deportes no soportan. Ahora quizás algo menos porque se ve todo, las etapas se transmiten completas y hay menos espacio a la imaginación. Egoístamente, porque trabajo en la tele, a mí me va bien que hayamos llegado a este punto en la sociedad en el que lo que no se ve no existe. Por eso me parece tan importante esa decisión del ciclismo de mantenerse en el abierto porque es un deporte al que se compite al mediodía, cuando mucha gente está trabajando incluso en julio. ¿Cuánta gente se abonaría a una plataforma por un deporte que de lunes a viernes probablemente no pueda ver? Es un deporte con unas connotaciones especiales que no se puede trasladar al prime time, aunque se intente con los prólogos a las 20, porque la gente ya está acostumbrada a verlo a las tres. Lo pones a las ocho y ni se plantea que haya ciclismo.
¿Podemos creer en que esta Edad de Oro es limpia o el dopaje es intrínseco al ciclismo?
Yo quiero creer. El ciclismo hizo cosas terribles. Me cuesta mucho entender que alguien se juegue así la vida y por lo que he ido averiguando había ciclistas que se la jugaban de verdad. Al principio, creo que los ciclistas lo hacían sin ser conscientes del riesgo y culpo mucho a algunos médicos. Piensa que eres un chico de un pueblo del interior del País Vasco, de Cataluña, de Castilla, que tu futuro no es poder estudiar una buena carrera y desde los 15 años has estado montando en bici y eres mínimamente bueno. Llega un tío que te dice: "Oye, ¿tú quieres ganar en el Tour? Si haces lo que te diga, yo te hago ganar". Es tentador y es humano porque al final, no lo olvidemos, doparse es como ser ladrón de bancos. La gente no se dopaba por prestigio y por victorias, se dopaba por dinero. Porque ganabas una etapa en el Tour y al día siguiente te firmaban un contrato de un millón de euros. Y a un chico de un pueblo eso le solucionaba la vida.
¿Por qué crees que ahora es diferente?
Porque el ciclismo se ha profesionalizado, se está ganando mucho dinero y hay cosas de aquella época que es imposible que hoy pasen. Cuando he sabido que se iban a pisos y se hacían allí transfusiones de sangre...Había padres que trasladaban sangre en sus coches en una nevera enchufada al mechero para ponérsela a sus hijos. Es increíble. Otra cosa que me indigna es la excusa de que lo hacían todos. ¿Y a mí qué? Mi hija también me decía que el fin de semana salían todos sus amigos sin hora y yo le decía que todos menos ella. Cuando otros ciclistas defienden a Armstrong diciendo que era el mejor igual, pues que lo hubiera demostrado. ¿Y los médicos? Cuando vi el piso de Eufemiano Fuentes con una nevera como la de mi casa para guardar la sangre... ¿A él no se le iba nunca la luz? ¿Qué sistema tenía para asegurarse de que no se fastidiaba nada? Era terrible. Quiero pensar que ahora han aprendido, pero creer que el dopaje no existe es imposible. Ni en el ciclismo, ni en el fútbol, ni en la natación, ni en ningún deporte. Donde hay dinero hay tentación, ambición y tramposos. Eso, desgraciadamente, siempre va a existir, pero ahora el ciclismo ha entendido el daño que hizo y lo persigue en vez de taparlo
¿Y los periodistas, que viajabais con ellos, de verdad no os dabais cuenta de nada?
Yo sí era consciente de que pasaba algo, pero ni por asomo imaginaba que la gente se estaba jugando la vida de esa manera. A posteriori leí todo el informe de la Operación Puerto que me hizo revivir situaciones que había vivido y en aquel momento no había entendido. Por ejemplo, he entrado en la habitación de una auxiliar de equipo y he visto que faltaba un cuadro. Ahora sé que es porque en esa alcayata colgaban las bolsas para inyectarse. Llámame tonto, pero entonces no caía en esas cosas. El nivel al que se llegó supera todos los límites que una persona normal pueda imaginar. Lo que a veces me planteo es qué otro deporte hubiera soportado una cosa así, porque hubo un momento que todo era un cachondeo y un escándalo increíble, sin embargo aquí seguimos.
Las audiencias nunca se resintieron.
Exacto. Siempre se mantuvieron altas. El Tour y La Vuelta forman parte de una costumbre, un hábito, una tradición. Llega el verano y la gente lo pone. ¿Cuánta gente ve el Tour por los paisajes? Muchísima. No todo el mundo tiene la suerte de poder viajar por el mundo y es una carrera espectacularmente realizada. Estás un jueves de julio después de comer sin nada que hacer y pones el Tour porque siempre lo has hecho y se ve fácil incluso en las etapas llanas. No sé cuántas siestas habré acompañado ni la de veces que me han dicho lo bien que se duerme con nuestra voz [risas]. Esto ya es una broma entre nosotros. Hubo un Tour en que Perico pegaba un grito cada rato para despertar a la gente de la siesta.
A ver, una siesta de sofá y etapa aburrida es insuperable.
Es el horario. A mí también te pasa cuando veo ciclismo que no hacemos nosotros. Estoy viendo una etapa larga del Giro y caigo. Encima con más conocimiento, que me permite calcular cómo va a ir la carrera y pensar: "Vale, con que me despierte para los últimos 40 minutos, basta".
¿Miras al periodismo futbolero, tan ruidoso, con cierta superioridad?
En realidad, con cierta envidia. A veces me gustaría que hubiera más polémica en el ciclismo, creo que le vendría bien al deporte, no tanto corporativismo. Cuando hago una tertulia tras las etapas me encanta que haya discrepancias y que incluso me cuestionen a mí. Eso es bueno, lo que pasa es que a veces el fútbol se pasa. Soy muy futbolero y creo que algunas cosas las debería controlar como el teatro de los jugadores y ese endiosamiento que se ha ido alimentando. Obviamente el ciclismo es más cómodo y más tranquilo. Una vez me dijo un compañero una cosa que es verdad: "No sabes la suerte que tienes de que no haya Barça-Madrid en las bicis". Aquí la gente es muy de corredores y en la época de Contador-Valverde también me acusaban de ir con uno y con otro, pero es una polémica más light. Sin embargo, a veces escucho las tertulias de fútbol y pienso que me gustaría ser tertuliano. Me encantaría defender una posición y adelante con todo. Un poco de salseo. Otra cosa es que algunos programas ves que están hechos sólo para el show, pero si la gente los ve, el programa es bueno. No voy a juzgar a nadie por ver lo que quiera.
¿Tampoco te molesta que casi todo sea fútbol en los medios?
Leo 'L'Équipe' cada día y claro que siento envidia cuando hace portadas de rugby, de judo o de natación, pero eso va con la idiosincrasia de la gente y la cultura deportiva de cada país. No puedes pedir a los periódicos que se apuñalen a sí mismos. Si hacen portadas de fútbol será porque es lo que vende y todos en esta profesión le damos a la gente lo que quiere. Yo también, como te decía antes, supe entender que tenía que cambiar mi manera de comentar y ahora buscamos esas pequeñas polémicas para debatir con Pedro y con Purito. Y lo hago porque creo que es la mejor manera de comentar y que entretener es tan necesario como informar.
¡Todo te parece bien!
No. La edad me hace ser más reflexivo y últimamente pienso que el gran problema al que se enfrenta el periodismo es que hoy todo es noticia. Tú has tenido que luchar seguro en tu periódico porque te den un espacio para contar algo, es lo normal, pero las redes y las webs permiten que todo sea noticia, que todo tenga hueco. Un equipo manda una entrevista a su ciclista hecha por ellos mismos y los medios la publican. No, esto no puede ser, ese es nuestro trabajo. Los periodistas teníamos dos funciones, decidir qué es noticia y contrastar la veracidad de las informaciones, que ya no se cumplen. Si no podemos decidir qué es noticia porque todo lo es y, luego, vemos cómo se publican mentiras constantemente sin que pase nada, ¿para qué servimos? Esta es la gran crisis de nuestra profesión. Una de las pocas cosas que me alegra de tener 60 años es que me ha permitido vivir la época buena del periodismo y me quedará sólo un poquito de la mala, de las fake news, del no salir de la redacción... Veo a los chavales que llegan ahora y me da mucha pena. Por eso me siento tan agradecido a TVE, que me ha permitido ir a los sitios y ser alguien al que ahora, cuando habla, la gente me escucha y me respeta. El futuro de la profesión es complicado.
Simeone es lo que es... y a veces no es suficiente

Simeone es lo que es… y a veces no es suficiente

Cualquier debate sobre Simeone nace viciado porque para los atléticos no es un entrenador sino un familiar y un héroe y para los madridistas, que aseguran que a ellos el Atleti les da igual pero plagan las redes y los medios de ataques al Cholo, no es un entrenador sino un pimpampum. Este segundo grupo refuerza la reacción siciliana del primero y a partir de ahí todo es elegir bando. La más leve crítica te hace anticholista y cualquier elogio, un devoto ciego.

Y no. O no debería porque limita el asunto a una ridícula pugna de máximos: hay que renovarle de por vida o despedirle hoy mismo. Dos bobadas de similar calibre. Simeone recogió un Atlético en derribo y con las piezas de un triciclo destrozado construyó un avión. Es uno de los trabajos más brillantes de un entrenador en este siglo y eso no se lo va a quitar nadie.

Tan cierto como que una primavera más, y van cuatro seguidas, apenas comienzan las alergias y el Atleti ya está a verlas venir, con un partidito a la semana para acabar tercero sin sudar y decir que ha cumplido objetivos (la baza de la Copa cambiaría el ánimo más que la evaluación). La justa indignación con el (supuesto) doble toque de Julián Álvarez llega hasta donde llega y ese lugar no debería ser la rueda de prensa del Cholo tras dar pena ante el Espanyol. Era día para la autocrítica y, como ha pasado demasiadas veces en los últimos años, no llegó.

El Atleti no se dejó la Liga en el 2-4 del Barça sino en los esperpentos en Getafe y Cornellà. Una escena, la dimisión fuera de casa cuando no se mide a colosos, que repite desde hace un lustro. No es casualidad. Si la sensación es mejor esta temporada que las pasadas es porque el Cholo ha vuelto a crear un equipo competitivo ante Madrid y Barça, ha ganado la arriesgada apuesta de Giuliano y ha captado para la causa a un fuera de serie como Julián. No es poco, pero no es suficiente.

Simeone es el entrenador que es, como Guardiola, como Ancelotti, como Flick, como todos. Ha evolucionado, claro, pero dentro de los parámetros del fútbol en el que cree (control, que ocurra lo menos posible, esperar el error...). Y cuando lo basas todo en resistir, tus futbolistas morirán por ti en el Bernabéu, pero se sentirán peces fuera del agua cuando no tengan molinos enfrente en Leganés o Vallecas. Ahí ni encontrarán un enemigo ante el que ser David ni sabrán ser Goliat. Serán la nada. Así lleva años el Atleti y le condena al limbo de la decepción. ¿Es capaz el Cholo de cambiarlo? A estas alturas, la duda es legítima y el tiempo para resolverla no puede ser eterno.