El ex barcelonista es el entrenador del Amberes, primer obstáculo azulgrana en la fase de grupos.
A Mark van Bommel el sueño de jugar en el Barça le duró poco más de un año. La gran eclosión de una figura absolutamente clave para los azulgrana, surgida de los entresijos de La Masia, Andrés Iniesta, le condenó a dejar el club en verano de 2006, justo después del arranque oficial de la que iba a ser su segunda temporada en la entidad que, entonces, presidía también Joan Laporta. Consumada la derrota por 0-3 ante el Sevilla en la Supercopa de Europa, le tocó hacer las maletas para marcharse al Bayern de Múnich, ante el temor de que su presencia en el equipo pudiera peligrar la continuidad del de Fuentealbilla, a quien ya se le auguraba entonces un futuro más que esplendoroso.
Este martes, Van Bommel, entrenador del Amberes, rememorará una experiencia que avinagró su actitud hacia todo lo que oliera a azulgrana y, muy especialmente, hacia un Andrés Iniesta a quien convirtió en su némesis. Hasta tal punto, que en la final del Mundial de 2010, la misma que ascendería al tímido centrocampista al Olimpo con aquel gol que le dio el título a La Roja, lo cosió a patadas. Tal fue su acoso que el joven azulgrana no dudó a la hora de lanzarle una zancadilla que bien pudiera haber mutado su glorioso destino.
Van Bommel consiguió la temporada pasada que el Amberes, 66 años después, reconquistar la liga belga. Él cuenta, en la secretaría técnica, con la ayuda de otro ex azulgrana, Marc Overmars. Ambos se miden ahora a un Barça impulsado por por la última gran hornada de La Masia, liderada por el jovencísimo Lamine Yamal. El equipo también cuenta con la capacidad de desborde de Alejandro Balde y la garra de Gavi, un jugador a quien Xavi no puede dejar fuera del equipo. Así lo confesó tras la goleada al Betis del pasado sábado: «Veo difícil que pueda sacarlo del campo. Nos da mucho carácter, mucha alma. Es el corazón del equipo y para mí es un futbolista fundamental».
Van Bommel sabe muy bien las consecuencias negativas de enfrentarse al Barcelona en la Champions. En 2009, vio cómo a un equipo en el que se estrenaba en el banquillo Pep Guardiola le bastaba con media parte para endosarle un contundente 4-0 al Bayern. Curiosamente, el mismo resultado que encajaría un PSV en el que el holandés se estrenó como primer entrenador en su visita al Camp Nou en la fase de grupos de la temporada 2018-19. Leo Messi, con un hat trick, fue su gran azote. Iniesta, unos meses antes, ya había decidido abandonar la disciplina barcelonista para emprender su aventura en el Vissel Kobe.