El 23 de julio de 2015, Fede Valverde (Montevideo, 1998) debutó en el fútbol profesional uruguayo. Fue en un amistoso de pretemporada entre el Peñarol, el equipo de su adolescencia, y el Cruzeiro brasileño, celebrado en el estadio Atilio Paiva Olivera, un campo situado en la ciudad de Rivera, al norte de Uruguay, a unos metros de la frontera con Brasil.
Peñarol levanta pasiones en la mitad del país, repartiéndose el apoyo de la hinchada con Nacional, y el encuentro llamó la atención del público local, especialmente de los jóvenes futbolistas de la zona, que querían ver de cerca a algunas de las futuras estrellas de la selección. Sobre todos los demás, el centrocampista Fede Valverde, que unos meses antes, en mayo, había firmado un contrato con el Real Madrid. Tenía 17 años recién cumplidos y seguiría en Peñarol hasta alcanzar los 18.
Desde uno de los asientos de la grada, Ronald Araújo (Rivera, 1999), que vivía a unos metros del estadio y acababa de cumplir 16 años, observó el debut profesional de Valverde en el minuto 60 del encuentro. «Siempre que venía un equipo grande a jugar a nuestro departamento, nosotros íbamos a mirar, teníamos la oportunidad de ver jugadores. Y yo estaba en el estadio cuando entró y debutó Fede», recordó el defensa. Hoy se vuelven a medir en un clásico clave por la Liga. El Madrid, eufórico tras ganar en Manchester. El Barça, decaído después de caer ante el PSG.
Esa conexión entre Valverde y Araújo refleja dos realidades muy diferentes en su evolución futbolística. El del Madrid tuvo los focos sobre él desde sus inicios, formando parte de las categorías inferiores de Uruguay desde los 14 años, fichando por el Madrid a los 16, debutando con Peñarol a los 17, volando a España a los 18, cedido al Deportivo y debutando con la absoluta de Uruguay a los 19, afianzándose en el primer equipo del Madrid con 20…
Araújo, por su parte, creció en el equipo de su ciudad natal. Con 9 años llamó la atención de varios ojeadores e incluso llegó a tener una propuesta de Danubio, club de Montevideo, y de Boca Juniors, pero su familia no estaba dispuesta a separarse de él siendo tan pequeño. Así que siguió en casa, desde donde vio debutar a Fede Valverde. Quizás impulsado por la suerte de ese otro adolescente, Araújo dejó ese mismo verano el Huracán de Rivera y se mudó a la gran ciudad, a Montevideo, para fichar por el Rentistas, un equipo ‘ascensor’ del fútbol uruguayo. Dos años allí le sirvieron para que Boston River, también de la capital, se fijara en él. Doce meses en el club y sueño cumplido: Araújo fichó por el Barcelona 2019, con 20 años, y desde entonces nada volvería a ser igual.
El clásico de hoy es también el clásico charrúa porque mide a los dos grandes baluartes del fútbol uruguayo. El muro defensivo y el todoterreno del centro del campo, convertidos, 9 años después de aquella tarde de julio en Rivera, en futbolistas capitales de Real Madrid y Barcelona. Valverde será la temporada que viene uno de los cinco capitanes del conjunto blanco y ya es el capitán de Uruguay, y Araújo ya lleva el brazalete azulgrana, símbolo perfecto de su importancia dentro y fuera del terreno del juego para sus equipos.
Pero la rivalidad doméstica no impide que sean «muy amigos», como explican fuentes cercanas a ambos jugadores. Los orígenes de Valverde, a pesar del éxito deportivo, son también humildes, y dentro de la selección sus compañeros más cercanos son Araújo y Darwin Núñez.
La admiración es mutua. «Me fascina Araújo. Lo amo. Además es uruguayo y buen amigo mío», aseguró Valverde recientemente. «Enfrentarse con Fede en la Liga es duro, todos sabemos la calidad que tiene. Y después tenerlo en la selección es tremendo porque es un jugador excepcional. Nos da un salto de calidad», admitió Araújo el curso pasado. De Rivera al Bernabéu.