Copa del Rey
3-1 en el Bernabéu
“Ceballos pudo ver amarilla, no la vio. Savic pudo ver amarilla, sí la vio”, asegura el técnico del Atlético, que retiró a su mejor futbolista al inicio de la prórroga.
A ocho minutos del descanso, con el Atlético gustándose gracias a un par de posesiones con más de 20 pases, una decisión de Soto Grado desquició por primera vez a Diego Simeone. Nacho había chocado con Reinildo, que se retorcía sobre la hierba mientras su equipo continuaba la jugada. Como el árbitro no quiso decretar falta de Eder Militao y sí la posterior de Ángel Correa, El Cholo manoteó en el área técnica con la furia de sus mejores tiempos en el Calderón. Sus futbolistas, con Koke al frente, rodearon al árbitro riojano. Por entonces pocos hubieran sospechado que aquello suponía el inicio del fin para los rojiblancos en la Copa del Rey.
Mientras Antoine Griezmann dialogaba con Soto Grado y Dani Ceballos recriminaba algo a Rodrigo de Paul, Simeone desfiló hacia el túnel de vestuarios saboreando el trabajo bien hecho. Con un 45% del dominio del balón, el Atlético había completado 303 pases, casi los mismos de los que sumaría en los 75 minutos siguientes (324). Y había maniatado a un Real Madrid impotente ante Jan Oblak. Pero tras la pausa, el derbi cambió por completo. Y Simeone, a su manera, apuntó su índice contra el colegiado.
El preparador argentino no entendía cómo se había quedado sin tarjeta el empujón de Ceballos sobre Thomas Lemar en la media luna. Corría el minuto 70 y los visitantes mandaban 0-1. “Nos habríamos quedado con uno más y ellos con uno menos, con resultado a favor y haciendo un buen partido, pero no sucedió”, subrayó Simeone sobre esa falta “que a nadie le importa”. Bajo esas mismas premisas, muy críticos con Soto grado, se manejaron De Paul y Oblak en la zona mixta.
Aplauso irónico
“Ceballos pudo ver amarilla, no la vio. Savic pudo ver amarilla, sí la vio. Estamos mal con el resultado, pero contentos y orgullosos por cómo compitieron”, añadió Simeone en referencia al modo en que el central serbio dejó a su equipo con 10 en apenas dos minutos. En el 97, por su reiterado pique con Vinicius y un par de acciones después, por cruzarse a destiempo ante Eduardo Camavinga. El mordaz aplauso de Simeone, aun de espaldas al árbitro, dejaba patente su descontento.
Fue otra prórroga maldita para el estratega que más aprietos ha puesto al Madrid en finales a lo largo de la última década. Sólo por enumerar, la Copa del Rey 2013, las Champions 2014 y 2016, la Supercopa de Europa 2018 y la Supercopa de España 2020 se decidieron más allá del tiempo reglamentario. Aunque sólo en 2013 y 2018 pudo aferrar el trofeo el cuadro colchonero.
Otro periodo extra donde, como en aquel 28 de mayo en San Siro, el Atlético no ofreció el nivel que el escenario merecía. Entre las causas del bajón, quizá ninguna tan crucial como la ausencia de Griezmann. El francés, en estado de gracia desde el Mundial de Qatar, había dejado su sitio a Pablo Barrios. Privado del hombre que canalizaba todo el fútbol, el Atlético acabaría por desvanecerse.
Memphis y Saúl
Muy fatigado debió de ver Simeone a su astro, que en el minuto 84 había desperdiciado una gran ocasión para el 1-2. Alzó la bandera el asistente, invalidando la acción, pero nadie podía discutir hasta ese momento el peso específico de Griezmann, alfa y omega para los rojiblancos, como el sábado ante el Valladolid. Y como en los cruces coperos ante Almazán, Real Oviedo y Levante, donde disputó los 90 minutos sin descanso alguno.
Ese sexto cambio, el bonus permitido en la prórroga, no resultó propicio para Barrios, gran revelación de la cantera, ni para Memphis Depay, el último en subirse a este barco. La alarmante baja forma del neerlandés llamó tanto la atención como la escasa intensidad de Saúl Ñíguez. Después de tantos elogios a la profundidad de la plantilla, los suplentes del Atlético volvieron a parecer peores que los de su gran rival ciudadano.
La suma de estos factores, por supuesto, deja en situación delicada al propio Simeone, que ni siquiera quiso mostrarse contundente sobre su continuidad. “Quedamos fuera de la Liga de Campeones y quedamos fuera de la Copa del Rey. Ahora nos queda la segunda vuelta casi entera para llegar al objetivo que el club necesita. Y después, con tranquilidad, veremos lo que nos conviene a todos”, analizó.
El contrato del entrenador mejor pagado del mundo, con una ficha anual neta de 20 millones de euros, se extingue en 2024. Pero en sólo cinco meses debe cumplir con el objetivo mínimo de cada curso: meter al equipo en la Champions. De momento, con los mismos puntos que el Villarreal y tres más que Osasuna y Betis, puede ofrecer a Miguel Ángel Gil lo estipulado, pero estos 20 partidos de Liga se pueden hacer muy largos para la gente del Metropolitano.