Está el Atlético en una indefinición que preocupa a propios y extraños. Desde fuera, el público se impacienta porque el equipo no carbura y desde dentro el entrenador da vueltas a tácticas y nombres, pero no termina de encontrar la idea que quiere poner en práctica esta temporada. Sabe Simeone que debe mantener la portería a cero, y algo mejor le va que la temporada pasada, pero arriba no hay definición y las victorias cuestan un mundo. Si encima empiezas perdiendo y no pones actitud para solucionarlo, pierdes, como ocurrió ante el Betis. [Narración y estadística, 1-0]
Sólo bastó un pelotazo a la banda hacia la profundidad de Perraud para que éste descargara al primer toque para Abde, que entró en el área del Atlético como Pepito por su casa. Puso el balón al área pequeña y entre Witsel y Giménez se la metieron a Oblak. El Atlético se quedó aturdido con el gol y aún tardó cinco minutos en despertar y en amenazar, con un disparo tímido de De Paul, la portería de Rui Silva.
Sin embargo, fue Abde quien pudo poner el segundo en el marcador para los verdiblancos tras un pase maravilloso de Johnny. Oblak reaccionaba gritando a los suyos tras ver que el mano a mano del marroquí se iba fuera. Simeone, lo dicho, cambiaba el sistema de 4-4-4 al 5-3-2 habitual. Más vale malo conocido...
Ese susto de Abde inflamó a los jugadores de azul. Comenzaron a morder arriba, conscientes de que les faltaba creatividad para construir desde atrás. Koke está lento, De Paul vive en uno de esos períodos de apatía que tanto enfadan a la parroquia rojiblanca y Gallagher es más un box to box que un arquitecto de juego. Todo queda en las botas de Griezmann. Pero lo que no se le puede pedir al francés es construir y rematar. Siempre se ha dicho que no se puede estar en misa y repicando.
Igualmente, la cosa no marchaba y seguían los verdiblancos percutiendo la portería y los postes de Oblak. A la media hora, los de Pellegrini llevaban 10 disparos por apenas dos de los colchoneros. ¿Y si, esta vez sí, el chileno conseguía vencer al conjunto de Simeone? Desde luego, en la primera media hora podían haber resuelto el encuentro si Vitor Roque hubiera estado más acertado. Los mejores minutos del Betis en toda la temporada y lo mejor para el Atlético al descanso era el resultado.
Sacó Simeone a Galán y Sorloth para buscar más posibilidades ofensivas con los tres magníficos arriba. Pero el problema para el Atlético venía por la derecha, Molina no veía a Abde. Ni en parado, ni al espacio, ni de espaldas. Se le fue el marroquí de todas las maneras. Si tuviera más pausa en sus decisiones, Abde quizás no habría abandonado el FC Barcelona. No obstante, con el noruego fijando los centrales, Julián Álvarez y Griezmann ya empezaron a encontrar espacios arriba que no aparecían en la primera parte.
Polémica en el área
Pese a la mejoría del Atlético, había despistes en defensa y falta de contundencia en los duelos que generaron más de un susto a la portería de Oblak. Si Fornals pegó un palo, el rechace volvió al propio jugador del Betis y Galán metió ahí la bota. Gil Manzano pitó penalti pero, tras consultar el VAR, deshizo su decisión. Respiraba el Cholo, pero por poco. El Betis seguía percutiendo la portería del esloveno. Con más contundencia esto hubiera sido una goleada, pero las ocasiones no cuentan.
Cómo estaría viendo el Cholo la actitud de su equipo en el Benito Villamarín para que, perdiendo, decidiera meter a Lemar, que no había salido ni un minuto esta temporada, aunque Julián y Correa hubiera enviado el balón al palo cinco minutos antes. Quizás los últimos cinco minutos sí fueran un acoso. Pero ganar en ese tiempo lo que no has hecho en 85... Primera y merecida derrota rojiblanca, que pudo ser mayor.
En el Clásico entre el Real Madrid y el Barcelona, que se saldó con victoria azulgrana por cero goles a cuatro, se vivió una vergonzosa situación racista que tuvo como protagonista a Lamine Yamal. El futbolista de 17 años, clave en la última Eurocopa conquistada por la selección española y autor de uno de los goles del cuadro culé, recibió varios insultos racistas cuando se acercó a una de las esquinas del Bernabéu.
Los primeros insultos se escucharon en el 0-3 anotado por Yamal. El jugador celebró el tanto en una de las esquinas del estadio y desde la grada se podían entender con claridad insultos como "menas de mierda", "puto negro" o "putos moros".
Minutos más tarde, cuando Yamal se acercó a esa misma esquina a sacar un córner junto a Raphinha, varios aficionados les insultan diciendo "puto moro", "a vender pañuelos al semáforo".
Después, tras el cuarto gol anotado por Raphinha, cuando el brasileño se abraza con Yamal se vuelve a escuchar "menas de mierda".
Todos los insultos captados en los vídeos que circulan en redes sociales procedieron de la misma zona, de la misma grada y casi de las mismas voces, por lo que no debería ser muy complicado identificar a los autores.
El Madrid no ha tardado en salir al paso de los insultos y ha anunciado en un comunicado que ha abierto una investigación para "localizar e identificar" a "unos pocos aficionados" que insultaron a Yamal, con el fin de "adoptar las medidas disciplinarias y judiciales pertinentes".
"El Real Madrid condena de manera rotunda cualquier tipo de comportamiento que implique racismo, xenofobia o violencia en el fútbol y en el deporte, y lamenta profundamente los insultos que unos pocos aficionados profirieron anoche en uno de los córners del estadio", informó el club en su página web.
En el comunicado publicado este domingo, el Real Madrid califica como "lamentables y deleznables" los insultos vertidos en el Santiago Bernabéu.
LaLiga lo denunciará
LaLiga ha anunciado hoy que denunciará "de forma inmediata" los insultos y gestos racistas recibidos por los jugadores del Barcelona "ante la Sección de Odio de la Brigada de Información de la Policía Nacional", detalla la organización en un comunicado. "Informando de ello al Fiscal de Sala Coordinador de la Unidad de Delitos de Odio y Discriminación de la Fiscalía General del Estado", añade.
El 22 de marzo de 2022, el Barça de Xavi Hernández sembró la desolación en el Bernabéu con un 0-4, pero menos de tres meses después, el Real Madrid cerró el curso en el Stade de France con un doblete: Liga y Champions. A ese recuerdo se agarró ayer Carlo Ancelotti para alzar la moral de su vestuario tras una debacle que podría marcar su destino. "Creo que este año no va a ser muy distinto del anterior. La temporada es muy larga y no hay que bajar los brazos. Tenemos que aprender de esta derrota, como ya hicimos tras la última y creo que ahora volverá a pasar lo mismo", valoró el técnico.
"Tenemos que levantarnos rápido. Hay que mejorar nuestros errores del tramo final y seguir compitiendo y luchando", analizó sobre uno de esos resultados que deja secuelas en lo anímico. "El 0-4 no refleja lo que ha sucedido en el campo. Pudimos adelantarnos, pero cuando ellos lo hicieron, aumentó su confianza. Hasta el 0-1 todo estuvo muy igualado y nosotros tuvimos más oportunidades. En la primera parte, con nuestro 4-4-2, lo hemos hecho muy bien", subrayó el italiano. Por si no bastase, Ancelotti aún tuvo que hacer frente al controvertido festejo del Barça tras el 0-4 de Raphinha: "Su asistente no ha sido un señor al celebrar ese gol delante de nuestro banquillo. Se lo he dicho a Flick, que estaba de acuerdo".
El señalado era Marcus Sorg, que colabora con Flick desde agosto de 2021, cuando ambos se pusieron al frente de la selección alemana. Conocido como el descubridor de Joshua Kimmich, Sorg se ha convertido ahora en el principal enlace entre el primer equipo del Barça y La Masia. A las figuras de Marc Casadó, Pablo Torre y Héctor Fort, habituales en este arranque de curso, en su nómina de debutantes también se incluyen Pau Víctor, Gerard Martín, Andrés Cuenca, Sergi Domínguez y Marc Bernal. Se da la circunstancia de que el pasado miércoles, Sorg también protagonizó una agria discusión con Sven Ulreich, portero suplente del Bayern, durante el descanso del partido de Champions en Montjuïc.
Asimismo, el gol de Raphinha también provocó un tenso episodio en el tiempo añadido entre Gavi y Vinicius. El onubense, que había saltado al verde tres minutos antes en sustitución de Pedri, cometió una dura falta sobre el '7' blanco, castigada con tarjeta amarilla por Sánchez Martínez. Cuando el brasileño acudió a pedirle explicaciones, Gavi tampoco dudó en recordarle el resultado que lucía en el marcador 360º del Bernabéu: "¡4-0, 4-0!"
Tras el citado enfrentamiento frente al túnel de vestuarios, Ancelotti tuvo que aceptar de buena gana su papel como principal portavoz del club. Compareció con unos minutos de retraso en la rueda de prensa, poco después de que Emilio Butragueño, director de Relaciones Institucionales, ofreciese las primeras reacciones en Real Madrid TV. No quedó costancia, sin embargo, del sentir del vestuario, dado que ningún futbolista ofreció declaraciones.
El capitán, Lucas Vázquez, no quiso tomar el relevo de Nacho Fernández, que durante las dos últimas temporadas había asumido la responsabilidad en los malos momentos. Tampoco hubo rastro de Vinicius y Kylian Mbappé, las dos grandes figuras del vigente campeón de Liga y Champions. Una de las contadísimas muestras de temperatura llevó la firma de Antonio Rüdiger, pidiendo perdón al Bernabéu justo después del pitido final.
"No hay nada que tirar a la basura"
Este silencio, que podría interpretarse como falta de líderes claros en un momento de crisis, hubo de compensarlo Ancelotti, convencido de que hasta el 0-2 su equipo había jugado "con mucha energía y presionando alto". "No hay nada que tirar a la basura, porque durante la primera hora hemos competido muy bien. Es un momento duro, pero se trata de una derrota distinta a la de Lille, donde no competimos y jugamos muy mal", recalcó.
Preguntado sobre la defensa adelantada del Barça, que dejó 12 veces a sus delanteros en fuera de juego, y sobre la gris actuación de Mbappé, Carletto quiso quedarse con el lado positivo. "Hemos tenido cuatro mano a mano con el portero. Desgraciadamente, no hemos marcado. Mbappé ha tenido tres o cuatro oportunidades y le ha faltado algo de acierto", admitió.
De momento, el Madrid acumula dos derrotas en Liga, las mismas que durante toda la pasada campaña. Antes de visitar el sábado Mestalla, el equipo disfrutará de dos días de descanso, porque el 5 de noviembre aguarda otro compromiso de enjundia en Champions ante el Milan. El calendario de noviembre se completará con un duelo ante Osasuna en el Bernabéu y las visitas a dos destinos tan distintos como Butarque y Anfield.
Vi las caras de miles de madridistas al acabar el escandaloso y desastroso partido del Real Madrid y los rostros me parecieron blancos muy pálidos. A mí, la brillante y esplendorosa goleada del Barça me dio vergüenza, porque aniquilaron al Real Madrid como un monigote.
Cuando el Madrid estaba vivo, observamos una presión ofensiva que no se había visto nunca a Ancelotti. Por poco, con suerte azulgrana, con fueras de fuego al límite, el Madrid y un desconocido Mbappé, pudieron hacer dos goles por lo menos. El Barça estaba perplejo.
Y sin quedarse en fuera de juego, el francés desperdició otro par de goles que fueron suficientes para quitarlo del terreno de juego. También Vini estuvo sorprendente y con virus de fenomeno, pero desperdició una ocasión mollar.
El Madrid, por ataque, mereció irse con dos goles al descanso. Dicen que tuvo mala suerte, pero Ancelotti jamás entenderá que Vini y Mbappé no son "asesinos" en el área. Sin un Hugo Sánchez, el Madrid perdió el partido. El goleador que no tiene el Madrid, un Lewandowski que ha bebido de la fuente de la juventud, metió dos goles en un par de minutos y uno que era el tercero dio en el poste.
La segunda parte fue un misterio, los blancos fueron un equipo abducido. Se comportaron como muñecos para que el Barcelona no tuviera piedad. Ya no existía la eficaz presión primaria. Sin saber jugar al toque con rapidez, con inteligencia y con pases interiores, su fútbol fue al caos.
Ninguno de los diez jugadores de campo pueden generar buen fútbol. Con centrocampistas que sólo valen para correr y correr, sin un líder, sin un organizador, cualquier equipo está condenado al infierno.
El Madrid era un cachondeo, un equipo sin patrono, sin ideas, abocado a la exhibición de un Barcelona de un Flick absolutamente genial. Es un entrenador que roza la perfección, hasta como dejar al rival en fuera de juego.
El Barcelona se ha convertido en el mejor equipo actual del mundo. Nadie juega como el equipo de Flick, con jugadores creativos para el gol y para reírse en el Bernabéu, que veía a Mbapée en el fondo de un averno.
Pero como hace Simeone, Ancelotti destroza a los maravillosos jugadores posicionalmente con una inyección de su mediocridad. que es insoportable. Los vuelve locos al quitarles de sus puestos. Llevo quejándome de Ancelotti desde que su presidente le quería echar en Manchester, en otra noche de la vergüenza. Escribí que seguir con Ancelotti era como jugar a la ruleta rusa.
Más de media docena de entrenadores, algunos sobresalientes, Florentino los echó a la calle ante una vergonzosa goleada del Barcelona. Pero ya verán como no se atreverá a despedirlo, porque los corifeos echan la culpa a todos menos al culpable que se hace pasar por inocente.
Lo indiscutible es que Flick le ha dado la extremaunción a Ancelotti. Es cuestión de tiempo cuanto durará como entrenador del Real Madrid. Espero que poco.
El primer clásico de Mbappé ha sido el clásico de Hansi Flick, que en unos meses ha transformado a un muerto futbolístico en un equipo sólido, valiente y optimista. Hay que ser todo eso para imponerse en el Bernabéu, depositario del poder del fútbol, y hacerlo por aplastamiento. El Barça no se traicionó en el riesgo, con su defensa en el centro del campo, fue mejor que el Madrid en la presión y arrebató a los blancos su arte predilecta: la pegada. Hubiera escogido el arma que hubiera escogido para el duelo, el Madrid habría perdido.
Lewandowski, autor de los dos primeros goles, y Lamine Yamal y Raphinha, que cerraron la goleada, la personifican. También Vinicius, a la espera de recoger su Balón de Oro, pero unos y otro no están acompañados del mismo modo. Ni por compañeros ni por ideas. Mbappé no se encuentra actualmente en ese grupo, en ese nivel. El Madrid no ha encontrado quien mueva al equipo como Kroos y el Barcelona ha encontrado en su armario a Casadó, otro mediocentro de la inagotable Masia, otro que llama a la puerta de la selección. Esa era otra de las incógnitas con Flick, y era la de si un entrenador extranjero y recién llegado miraría a la cantera, tan necesaria en tiempos de crisis. Lo hizo.
COLOSAL CASADÓ
Casadó realizó un partido colosal frente a un Madrid que buscó su oportunidad en un arranque a fuego, con dos ataques en cuatro minutos. Presionó y puso ritmo, como si estuviera todavía en el segundo tiempo frente al Dortmund. Si el gol no llegaba, lo único que podía hacerlo era su falta de rumbo. Ancelotti no lo ha encontrado. Volvieron al once Tchouaméni y Camavinga, los señalados por la autoridad para el futuro. Mejor será que a ese futuro se añadan más cosas.
La 'línea maginot' apareció en el Bernabéu. Por amenazantes que fueran las baterías madridistas, el general Flick no dudó. El mensaje es claro: así jugamos. Claro y acertado, fuera cual fuera el resultado, porque es un mensaje que va más allá del Bernabéu. Lo contrario sería un síntoma de debilidad. Cruyff solía poner pañales a su 'Dream Team' cuando acudía a este estadio, y la desfiguración no le sentaba nada bien. El actual entrenador azulgrana la ha mantenido en la semana crítica, frente a Bayern y Madrid. Las dudas, en otra ventanilla.
la reivindicación de iñaki peña
Ancelotti intuía que el Barça no cambiaría, como no cambiaba el Milan en el que jugó y que inspiró los sueños de entrenador de Flick. Por eso mandó a su equipo a hurgar en las miserias del riesgo. No lo consiguió. Los fueras de juego eran continuos en el Madrid, fueran de Vinicius, Mbappé o Bellingham, con llegadas que después rectificaba el VAR, pero llegadas en las que la definición no era la adecuada. Vinicius y Mbappé lanzaron fuera. Bellingham, en cambio, encontró los tres palos tras un centro del francés. La mano de Iñaki Peña, sobre la línea, fue prodigiosa.
El fuera de juego blanco fue, en realidad, una maldición para el portero del Barça, porque la acción merecía entrar en la antología de paradas de los clásicos, junto a las de Zubizarreta, Buyo, Casillas, Valdés o Courtois. El suplente de Ter Stegen necesitaba acciones decisivas. Encontraría la primera nada menos que frente a Mbappé, un mano a mano que vale por 10. Después, en el desespero del Madrid, llegarían más. Mantenerlo en la titularidad mientras no cometa grandes errores, pese a la llegada de Sczcesny, responde al sentido de la justicia. Ahora el portero y Flick recogen su premio. Lunin ya acreditó lo que había de demostrar Iñaki Peña. En el primer mano a mano que tuvo con Lamine Yamal, el ucraniano salió ganador. Yamal estuvo blandito. Frente a Lewandowski, que remató con un sextante en sus dos tantos, no sirvió de nada su envergadura, propia de un cóndor. Cuando mejor lo tenía el polaco, lanzó al palo.
Con Raphinha, Yamal y Lewandowski en estado de gracia, el Barça estaba en condiciones de entregarse al intercambio de golpes que tanto gusta al Madrid, pero la realidad es que la pérdida de control no le sienta bien. De ahí la entrada de De Jong por Fermín tras el descanso, al que se llegó en igualdad. El holandés debía darle más control y el paso delante de Pedri, más precisión en el último pase. Entonces llegaron ambas cosas, el dominio del juego y los goles.
Después de los logrados por Lewandowski, el Madrid no tuvo las mismas sensaciones que ante el Dortmund, no sentía la remontada. Vinicius se desesperaba mientras los espacios que no encontraba se abrían al otro lado del Bernabéu para Yamal y Raphinha, que cerró el clásico de vaselina, como el matador que se observa en la suerte desde el centro de la plaza. Ese matador es, hoy, el Barça.
Era la noche tanto tiempo esperada por Kylian Mbappé, autor de seis goles con el PSG en sus cuatro partidos previos ante el Barça. Era el clásico ideal para su juego, basado en la potencia al espacio. El mejor modo de acabar con una defensa adelantada. Por tanto, el equipo de las cinco grandes ligas europeas que más hace caer a sus rivales en fuera de juego (6,95 por partido) debía extremar los cuidados ante los desmarques del francés. El riesgo exigía precisión extrema y antes de la media hora, el banderín del juez de línea frustró tres veces a Mbappé, incluido el gol anulado por el VAR. Apenas el preámbulo de una noche aciaga para el gran fichaje de Florentino Pérez.
En los primeros 45 minutos, la trampa de Flick hizo caer ocho veces al rival en off-side (seis de Mbappé, uno de Vinicius y otro de Jude Bellingham). De este modo, las oleadas del Madrid no cuajaron en un solo disparo legal ante Iñaki Peña. Tras el descanso, el ex futbolista del PSG vio anulado otro gol, por partir en clara posición adelantada desde el perfil derecho. Sólo cinco minutos después, estrelló su último mano a mano ante el guardameta azulgrana. Tampoco hubo consuelo para Bellingham, que venía con saldar con pleno de victoria sus tres clásicos, donde sumaba tres goles y una asistencia. Su clamoroso error tras un libre directo de Luka Modric ilustró también la debacle madridista.
El campeón debió inclinarse ante un líder implacable, un Barça que además salvó la memoria del pasado. Entre abril de 2017 y mayo de 2018, el equipo dirigido primero por Luis Enrique y más tarde por Ernesto Valverde había enlazado 43 partidos de Liga sin perder (34 victorias, nueve empates). La última derrota del Real Madrid se remontaba al 24 de septiembre de 2023 (3-1 en el Metropolitano), pero tras 31 victorias, 11 empates, los hombres de Carlo Ancelotti entregaron las armas ante su gran némesis.
Impecable Casadó
Ni siquiera hubo modo de apelar a la heroica del Bernabéu, ni a los arrebatos con los que Vinicius había zarandeado al Dortmund. A la espera de recoger el lunes el Balón de Oro, el brasileño nada pudo hacer ante Jules Koundé, el mejor defensa azulgrana desde el arranque de curso. Tampoco ante Marc Casadó, cuya irreprochable labor destructiva sólo iba a empañarse con una amarilla en el minuto 43. Esa supuesta debilidad ni siquiera hizo titubear a Flick, que tras el descanso prescindió de Fermín López para dar entrada a Frenkie de Jong. El regreso del holandés, después de seis meses, al escenario donde sufrió una grave lesión de tobillo. Con el brazalete de capitán cedido por Raphinha, la primera acción del ex futbolista del Ajax fue tirar al suelo a Vinicius.
Casadó, con mando en plaza, trazaría con el tiralíneas para el 0-1 de Robert Lewandowski. Alejandro Balde, básico para dar amplitud desde la izquierda, dejaría el 0-2 en la cabeza del polaco. Son ya 17 goles en 14 partidos para el máximo realizador del continente, que además ha aportado el tanto de la victoria en seis jornadas ligueras para el Barça. Los 406 aficionados en la zona visitante, algo así como la mitad de las solicitudes azulgranas, gritaban hasta el delirio en un Bernabéu teñido de notas fúnebres. Desde el techo cerrado, en el flamante videomarcador de 360º, lucía el 0-4, gracias también a Lamine Yamal y Raphinha.
Un terrible revés para Carlo Ancelotti y la confirmación definitiva de Flick, que aún tuvo tiempo para pedir prudencia a sus suplentes y colaboradores durante la celebración del tanto del brasileño. La alineación del alemán, idéntica a la del miércoles ante el Bayern, promediaba 24 años y 188 días. Otro dato que presagia una nueva dinastía azulgrana. Al menos, en esta Liga donde ya cuenta con seis puntos de margen. Joan Laporta, desde el palco, sólo pudo echar de menos ese 0-5 de tan simbólicas connotaciones.
Que Iker Muniain no es un futbolista más es bien sabido, pero verlo jugar en la Liga argentina con los colores de San Lorenzo sorprende incluso tratándose de él, porque Muniain mismo se encargó de explicar muchas veces su fanatismo por River Plate. Un fanatismo que en diciembre de 2018 lo llevó a subirse a una furgoneta junto a un amigo y ver el partido camuflado bajo una peluca. Al día siguiente el Athletic jugaba un partido clave para evitar el descenso, pero la prioridad era River.
«Ese partido era algo que se daba una vez en la vida», explicó en su momento el español, que hoy es capitán de San Lorenzo de Almagro, uno de los cinco grandes del fútbol argentino y el equipo del Papa Francisco.
¿Cómo llegó allí? Por videoconferencia.
«La decisión fue sencilla. Tuvimos una primera reunión por videoconferencia, con el presidente, cuando yo estaba en Bilbao. Luego tomamos un avión, vinimos, me reuní con el presidente y con el técnico, pudimos hablar de todo, me contaron las ideas de trabajo. Todas las partes pusimos algo para cerrarlo», explicó Muniain en su momento las razones de su llegada al fútbol argentino. Toda una excentricidad: lo habitual es que los argentinos jueguen en Europa, no al revés. Y no pasa necesariamente por una cuestión futbolística, sino por razones económicas. San Lorenzo será uno de los cinco grandes, pero su economía es frágil, lo que llevó a muchos a preguntarse cómo es que fichaba a un jugador de la Liga.
«Hay una empresa que nos está apoyando, que es sponsor del club, y dos personas amigas, empresarios, que van a ayudarnos también de forma desinteresada, sin pedir nada a cambio, porque querían que juegue en el club», explicó el presidente de San Lorenzo, Marcelo Moretti.
Una gira todavía recordada
Lo de «sin pedir nada a cambio» es un concepto poco realista en el fútbol, pero más allá de cómo termine la historia en lo financiero, Muniain se salió una vez más con la suya: está viviendo una nueva aventura. Hombre de un solo club hasta los 31 años, el Athletic, apostó por una experiencia de puro fútbol y firmó hasta diciembre de 2025 con San Lorenzo, un equipo al que le sobra historia, pero no dinero. En una gira a finales de 1946 y principios de 1947, los «cuervos» fueron aclamados en España: un 4-1 sobre el Atlético Aviación, dos victorias sobre la selección española (7-5 y 6-1), una sobre la portuguesa (10-4) y apenas una derrota en un total de diez partidos, el 4-1 que le propinó el Real Madrid. Aquel 6-1 sobre España en el campo de Les Corts, en Barcelona, se saldó con un grito de la afición local en catalán, rendida ante el juego de los argentinos, una rareza por entonces : «Son els millors del món» [Son los mejores del mundo].
Hay veteranísimos hinchas de San Lorenzo, entre ellos precisamente el Papa, que aún recuerdan aquella gira. También a Isidro Lángara y Ángel Zubieta, dos vascos que brillaron en el club. Muniaín es, así, continuador de una historia en la que España ya jugaba desde hacía décadas.
¿Cómo no aprovechar la oportunidad de jugar en Argentina?
Con el 80 en la espalda, el ex del Athletic quiere ser un abrepuertas, convencer a otros jugadores europeos en la recta final de que la Liga argentina «está creciendo».
«Muchos excompañeros míos lo recibieron bien y me dijeron que iban a seguir a San Lorenzo a la distancia», aseguró Muniain, perfectamente adaptado a los usos y costumbres porteños, desde el mate a los asados.
Los malos resultados de San Lorenzo
Si esos compañeros siguen a Muniain, seguramente estarán sorprendidos: desde verlo marcar dos goles en su debut como titular, la victoria sobre Banfield, hasta encontrarlo convertido en el capitán del equipo.
«Fue algo que se decidió en la última charla que tuvimos en el hotel, antes de salir para el estadio», explicó Muniain a Olé. «Tener el brazalete es una responsabilidad. Trataré de hacerlo de la mejor manera, defendiendo al equipo, al club y a la hinchada para ayudar a que San Lorenzo crezca y podamos salir de la situación en la que estamos.
La «situación» es complicada: San Lorenzo, ahora dirigido por el experimentado Miguel Ángel Russo, marcha 21 entre 28 equipos. Y Muniain, que no dice «bonito», sino «lindo», que no dice «afición», sino «hinchada», que no dice «campo», sino «cancha», no quiere que la historia termine mal y antes de tiempo: «Jugamos porque lo amamos, pero también por la gente, para que estén felices».
Hay diez centímetros que definen parte de lo que será el clásico de esta noche. Diez centímetros que explican la columna vertebral de ambos equipos, su eje, su forma de ser. 184 para el Real Madrid. 174 para el Barcelona. Es la estatura media de sus cuatro centrocampistas más importantes en el duelo del Bernabéu. Su diferencia más evidente. Camavinga, Tchouaméni, Valverde y Bellingham por el conjunto blanco. Casadó, Pedri, Fermín y Olmo por el cuadro azulgrana. En esos diez centímetros nace la teoría del clásico y el prejuicio. Ese que dice que los futbolistas del Madrid no tienen talento con balón y que los del Barça no son jugadores físicos. Que uno juega al contragolpe y otro al tikitaka. Olvídense de todo. Aunque las apariencias engañen, este es el clásico del Rock&roll y del fútbol moderno. El clásico del futuro, porque todos tienen entre 20 y 26 años.
Delante y detrás de ellos se mezclan atacantes explosivos, con Vinicius, Mbappé, Yamal y Raphinha atacando espacios, y defensas de toque y recorrido, como Militao, Rüdiger, Koundé o Balde. En el medio, tres o cuatro jugadores que resumen la evolución futbolística que ha vivido España y Europa en los últimos años. Dos evoluciones de origen diferente pero que confluyen hacia el mismo punto final: el famoso fútbol moderno, tan ráapido.
Los medios del Madrid, de físico privilegiado y natural, han ido añadiendo a sus virtudes, más pronto o más tarde, una técnica exquisita. Los del Barça, por su parte, nacieron en la escuela futbolística española, donde el balón tenía prioridad sobre todas las cosas, y en los últimos años han completado su cuerpo con un trabajo físico envidiable. Son bajitos, si lo quieren llamar así, pero son mucho más físicos que sus predecesores. Eso lo nota el estilo de juego del Barça y, ampliando el análisis a todo el fútbol español, la selección. Ni De la Fuente ni Flick amasan el balón, sino que ahogan a su rival y son verticales. Y para eso, y así lo han entendido en La Masía y en la Federación, se necesita físico. Es lo que te lleva al siguiente escalón continental.
El 'ejemplo' del Madrid
El Barça tiene el ejemplo más claro al otro lado del puente aéreo. El Real Madrid ha levantado dos Champions en los últimos tres años siendo un equipo lleno de talento técnico en el centro del campo, con Modric y Kroos como pilares, pero también impulsado por la potencia física de jugadores como Camavinga y Bellingham, jóvenes que también poseen una grandísima capacidad técnica. Sin la combinación de las dos, no se consigue nada.
Este año, Flick le ha dado alas a Bernal y Casadó, jugadores con toque pero que están muy desarrollados físicamente. El partidazo del segundo ante el Bayern muestra su evolución. A su lado, Pedri ha dado un paso adelante y ha dejado atrás sus problemas musculares, mientras que Fermín y Olmo, a la espera de Gavi, aportan físico y llegada al área.
Más presión, más pases
Vayamos a los datos. Según Mediacoach, la plataforma de análisis de datos de LaLiga, el Barça es el equipo que más rápido y más cerca de la portería rival recupera el balón y los dos clubes son primero y segundo en la altura de su defensa. Es decir, no esperan, muerden. La presión alta ha sido la obsesión de Flick y Ancelotti. «Queremos presionar alto y de forma compacta», admitió el alemán esta semana. «Cambiamos la actitud y presionamos alto, es lo que queremos y no siempre se puede por la condición física. Tenemos que ser más compactos como equipo», dijo Ancelotti tras ganar al Dortmund. Discursos parecidos.
Y todo nace en dos centros del campo que luchan contra los prejuicios y que representan esa idea del fútbol moderno. El Madrid da más pases (6.209) que el Barça (5.930) y los centrocampistas azulgrana compiten en duelos individuales con su rival. Quién lo diría, ¿no? Según la plataforma 'Opta', Tchouaméni ha ganado 73 duelos, por los 65 de Pedri, los 58 de Bellingham, los 55 de Casadó o los 52 de Valverde. El uruguayo, que es el el jugador que más balones recupera en campo rival, es también el medio que más pases acumula entre ambos equipos (639), 160 más que Pedri (480), por ejemplo.
En general, los centrocampistas del Madrid amasan más balón que los del Barça, con el conjunto culé acostumbrado a que el peso de la pelota lo lleven Cubarsí e Iñigo Martínez para filtrar pases hacia la delantera. Hay menos juego estático, menos tikitaka y más verticalidad, aunque no menos posesión. Así lo dicen los números: los centrales azulgrana son los futbolistas de LaLiga que más pases dan, seguidos por los del Madrid y por Tchouaméni y Valverde, más presentes en la construcción que sus homólogos culés.
Y todo para coronar su juego en Vinicius, Mbappé, Raphinha y Yamal, la chispa, también joven, de Madrid y Barça. Jugadores con físicos únicos y técnica extraordinaria que adoran los espacios. Son el rock&roll de este clásico que promete una década de enfrentamientos.
La noche del 16 de marzo de 1988, la única que pisó el césped del Bernabéu, Hansi Flick terminó con magulladuras por toda la coraza. Hubo más patadas que fútbol y el Real Madrid se clasificó para las semifinales de la Copa de Europa (2-0). El central del Bayern, tras perseguir durante los 90 minutos a Emilio Butragueño, fue víctima de una alevosa acción de Milan Jankovic que el árbitro quiso solventar sin tarjeta. Sin embargo, lo que verdaderamente tuvo que escocerle fue su fatídico protagonismo en el 1-0, obra del yugoslavo. Corría el minuto 26 cuando Flick derribó a El Buitre en la frontal. Una gran oportunidad para el libre directo de Hugo Sánchez, que Ricardo Gallego optó por ceder hacia Jankovic. Flick, el único defensa en percatarse, tuvo que salir apresuradamente de la barrera, pero el balón rozó lo justo su muslo para hacer imposible la estirada de Jean-Marie Pfaff. Desde aquella eliminación, Flick sólo pudo disputar un partido completo con el Bayern en el máximo torneo continental. En 1993, tras un rosario de problemas en sus rodillas, Flick dejó el fútbol. Tenía 28 años y no había llegado a debutar con la selección alemana.
«A menudo necesitaba la lesión de un compañero para entrar en el once. Incluso rindiendo bien, podía perder el puesto cuando el titular volvía a estar disponible. Era una situación difícil de manejar para alguien tan ambicioso como él», explica a EL MUNDO Günter Klein, autor de Hansi Flick: Die Biografie (Riva Verlag, 2021). La feroz competencia en aquel Bayern, liderado por Lothar Matthäus, Andreas Brehme o Klaus Augenthaler, obligaba a Flick a alternarse como central, interior derecho o pivote. Un cómodín para Jupp Heynckes, que acababa de aterrizar en Múnich tras ocho temporadas al frentedel Borussia Mönchengladbach.
A los 41 años, el sustituto de Udo Lattek debía gestionar los egos del vestuario, la retirada de Uli Hoeness y las urgencias de un club apremiado por su historia. Tras la derrota en la final de la Copa de Europa ante el Oporto, donde Flick también salió en la célebre fotografía del taconazo de Rabah Madjer, el Bayern sabía de la trascendental importancia de ese cruce ante el Real Madrid. Así que cuando Alexis Ponnet señaló el final, cumplidos los seis minutos de añadido, su compatriota Pfaff quiso enseñarle los tacos de Hugo Sánchez marcados en su costado. Por esa herida supuraba la decepción de Heynckes, que se sabía muy superior a Steaua, Benfica y PSV, los otros semifinalistas. El bofetón anímico fue tan duro que el Bayern se dejó puntos en seis de las últimas 11 jornadas de la Bundesliga, que terminaría en poder del Werder Bremen. Flick, de 23 años, sólo disputó cuatro de esos partidos como titular.
El influjo de Rutemöller
«A veces se quejaba del entrenador, pero años después hubo de admitir que las decisiones de Heynckes siempre fueron correctas», abunda Klein. Desde entonces, entre ambos surgió un vínculo que sobrevive hasta hoy. «En noviembre de 2019, cuando se hizo cargo del Bayern, Hansi recibió un fuerte apoyo de Jupp. Por aquellos días, todos hablaban de Flick como una solución interina, pero Heynckes defendió públicamente que contaba con el potencial para dirigir a este gran club», reitera el periodista del diario Münchner Merkur.
El otro personaje clave para el desarrollo de Flick como estratega fue Erich Rutemöller. «Durante los tres años que le dirigió en el Colonia (1990-1993) ya estaba seguro de que Hansi llegaría a los banquillos. Fue el primero en darse cuenta de que sobre el césped tenía la mentalidad de un entrenador. Y que era muy bueno conectando personas», razona Klein. Una década después, Rutemöller trabajó para la Federación Alemana (DFB), dirigiendo la academia de entrenadores cuando Flick obtuvo su licencia profesional de Fußballlehrer.
Sin esa empatía con sus jugadores no se puede entender el éxito de Flick, campeón de la Copa del Mundo de 2014 con Alemania como ayudante de Joachim Löw y timonel del Bayern durante la temporada 2019-2020, la mejor de su historia, con seis títulos. El seleccionador germano, ferviente admirador del fútbol de toque con el que la España de Vicente del Bosque alcanzó la gloria en 2010, confiaba en su primer ayudante para las acciones a balón parado, decisivas en el título de la Mannschaft en Brasil. Durante su etapa juntos (2006-2014), Flick y Löw viajaron varias veces al Camp Nou y el Bernabéu para asistir en directo a los clásicos de Liga y Champions.
Regalos por cumpleaños
El ascenso de Flick en la Federación, desde el puesto de director deportivo, supuso un trampolín para su meteórica carrera. Del banquillo del Hoffenheim pasó a asistente de Niko Kovac en el Bayern. El volcánico carácter del croata, en guerra abierta con Hasan Salihamidzic, terminaría desencadenando su destitución. Corría la undécima jornada de la Bundesliga cuando Flick promocionó como interino en el Allianz Arena, dejando claro, desde el primer minuto, que su modo de tratar al vestuario en nada se iba a parecer al de Kovac. De esa empatía saben mucho ahora en la Ciudad Condal.
«Conoce las fechas de cumpleaños de todos sus jugadores y su staff técnico. Les compra regalos. También felicita a algunos amigos que siguen al frente de equipos juveniles. Incluso les llama horas antes de una jornada de Champions», revela Klein, recordando cómo durante su etapa en la Federación mantenía hilo directo con los 18 entrenadores de la Bundesliga, sin importarle su aportación efectiva al combinado nacional. «La mayoría de aficionados no considera a Hansi como un gran comunicador, dado que no se siente cómodo cuando ha de comparecer ante la prensa. Sin embargo, creo que uno de sus puntos fuertes sigue siendo la facilidad con la que se vincula y comunica con el vestuario», razona.
Desde luego, los logros de Flick en el Barça han de interpretarse desde esta cercanía, de carácter humanista, con la que ha potenciado el rendimiento de Jules Koundé, Raphinha o Robert Lewandowski. Hoy, en la Ciudad Deportiva Joan Gamper se entrena a un ritmo muy diferente respecto a la época de Xavi Hernández. No se trata sólo del trabajo de Julio Tous, Pepe Conde, Rafa Maldonado y Germán Fernández, nuevos responsables de la preparación física, sino de la firme creencia de Flick en esta parcela.
Fuentes cercanas al vestuario azulgrana subrayan las diferencias respecto al curso pasado, cuando Lewandowski apenas podía resistir el avance de los minutos sin caer exhausto. Hoy, el polaco vuelve a parecerse a aquel ariete que dominaba cada rincón el área durante la fase final de la Champions 2020. El trabajo físico de Flick previo a aquella fase final de Lisboa, según recuerdan a este diario desde Alemania, resultó crucial para la sexta Orejona del Bayern. Y eso que por entonces, el gigante bávaro no exhibía un esquema tan extremo como el de este Barcelona, que mañana se presentará en el clásico con una defensa casi 50 metros por delante de Iñaki Peña. El objetivo de Flick pasa por mantener ese plan de riesgo ante Vinicius y Kylian Mbappé, posiblemente los dos mejores delanteros del planeta a campo abierto.
Un despido y un hogar
Un buen resultado en Chamartín fortalecería la candidatura del Barça y la figura de su técnico, quien hace poco más de un año vivía su peor momento como profesional. El humillante 4-1 encajado ante Japón precipitó su destitución como seleccionador alemán. Entre marzo y junio de 2023, la tetracampeona mundial sólo había solventado con victoria uno de sus cinco amistosos. Así que Hans-Joachim Watzke, presidente de la DFB, tuvo que decidir el primer despido en la historia de la Mannschaft. Por dura que se presentase la coyuntura, Flick mantuvo la calma bajo el calor de sus más cercanos.
Porque la familia siempre ejerció una gravitación decisiva para Flick, un tipo orgulloso de sus raíces provincianas. Nacido en Heidelberg, una ciudad de 160.000 habitantes a las afueras de Mannheim, su infancia transcurrió en la vecina Mückenloch. «Hans, su padre, había jugado de portero en el BSC Mückenloch. Y aquel minúsculo club fue el primero de Hansi, que siempre llevó a mucha honra ese diminutivo», rememora Klein.
Hoy, el preparador azulgrana mantiene su casa en Bammental, adonde regresa cada vez que dispone de algún día libre. De hecho, Silke, su esposa desde hace más de tres décadas, ni siquiera se ha mudado a Barcelona y se mantiene en el domicilio familiar. Un curioso modo de afrontar el contrato del Barça, extendido hasta 2026. Entonces, Flick habrá cumplido ya 61 años, seis más que el creador del mejor Barça de siempre. Desde Alemania, las fuentes consultadas por este diario, ven muy claras las diferencias. «No es un genio como Pep Guardiola, sino un técnico pragmático, capaz de ampliar las virtudes de sus jugadores y ocultar los defectos».
"Ojalá encontremos algo para decir que fue penal. Porque primero dijo el árbitro que fue mano y luego que hubo algo de Koke". Esas eran las palabras de Diego Simeone tras la conclusión del encuentro en el que su equipo cayó derrotado ante el Lille en el Metropolitano por 1-3. Pero, 12 horas después, nadie la ha encontrado.
Así, el club rojibanco ha decidido presentar una queja formal a la UEFA por la resolución de una jugada que marcó el devenir del partido en el feudo colchonero. El tercer gol francés ya llegó en el último minuto de partido con los de Simeone volcados en el área de Chevalier.
Al volver al minuto 74, nadie del mundo del fútbol encuentra una explicación no sólo a lo que sucedió, tampoco a lo que se interpretó. En la salida de un córner, un balón llovido cae entre Koke y los jugadores franceses, Alexsandro y André. El esférico golpea en la mano de André y queda muerto entra las piernas de los tres hasta que el capitán rojiblanco consigue sacarlo con la puntera tras varias patadas al aire.
Un momento después, Marco Guida, señala el punto de penalti y se desata la locura dentro y fuera del campo. En un inicio el italiano parece indicar que fue un toque con la mano el que le inclina a pitar penalti, algo inverosímil ya que el responsable es un jugador francés. Entonces, y tras unos minutos de deliberación con la sala VAR y sin acudir a la pantalla del videoarbitraje, el colegiado reitera su decisión.
"No sé, él ha dicho que la mano, pero al final no sé qué ha pitado. Nadie entiende, espero lo entienda él", afirmó Jan Oblak a los medios depués del encuentro. Y Julián Álvarez añadía el factor de la mano en ataque como un elemento que excluye todo lo que ocurre posteriormente. "Fue decisiva en el partido", afirmó el argentino. Y Simeone sentenciaba poco después: "No fue nada, muchacho".
En el club rojiblanco están indignados con una jugada que no tiene explicación. Consideran que es una acción sin zonas grises ni interpretaciones limítrofes. A su juicio es claro que "nadie ve nada punible" y reiteran, como afirmaba Julián, que esa mano previa anularía cualquier circunstancia posterior.
Desde la entidad colchonera no comprenden por qué la tecnología no sirvió en la señalización de este penalti, que les deja fuera de los puestos de clasificación de la Champions League. Una competición en la que no deberían ocurrir situaciones como esta.