Paloma del Río: "Mujer y lesbiana en periodismo deportivo... Tengo un impermeable para los ataques"

Paloma del Río: “Mujer y lesbiana en periodismo deportivo… Tengo un impermeable para los ataques”

El mes pasado, Paloma del Río (Madrid, 1960) recogió cuatro premios. En junio sólo recibirá tres, quizás por la llegada de las vacaciones o tal vez porque se empiezan a acabar los que no tiene. Es su día a día desde que se jubiló, en 2023, como una de las periodistas más prestigiosas de España pese a no haberse dedicado nunca a un deporte de masas. Estrella a base de narrar gimnasia artística, rítmica y patinaje, no entraña ningún riesgo decir que ni ha habido ni habrá un caso igual.

"Es muy agradable que te llamen de los sitios más variopintos para darte un premio, no te voy a mentir. Me lo he pasado muy bien con mi carrera, la gente se lo ha pasado también bien conmigo y ahora estoy recogiendo la recompensa", explica.

¿Sentiste este reconocimiento cuando estabas en activo?
Sí, hubo un antes y un después de los Juegos de Atlanta del 96. Llevaba desde el 86 en TVE y en el 87 empecé a hacer las transmisiones. Heredé de Olga Viza la gimnasia artística y de María Escario, la gimnasia rítmica. Siempre he sido la heredera en TVE: luego heredé también el patinaje artístico, la hípica y una parte del voleibol. Enseguida me di cuenta de que, si hablábamos muy técnico, a la gente no le llegaba. Se lo dije muchas veces a Juan de Dios Román con el balonmano: "Me encantan tus explicaciones, pero no las pillo". Hay que bajar los deportes a tierra para la gente que está en su casa o en el bar, aún más con los deportes tan técnicos que he tenido yo. O los explicas con un lenguaje que la gente entienda o no vamos a ganar clientela.
¿Eso es lo que produjo el cambio en Atlanta?
Empecé a hablar como se lo contaría a la persona que tengo al lado. Eso me lo dijo una vez Lorenzo Milá: "Me da la sensación de que estamos en el salón de casa y me lo estás contando a mí". Esa era la idea, con la espontaneidad de que se note si me enfado, si me alegro, si me emociono o si lloro. No reprimo mis emociones cuando retransmito para que la gente pueda tener las mismas o más y se lo pase bien.

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En los deportes que no tienen muchísimos aficionados pero sí muy fieles, eso a veces molesta.
Me pasó en la gimnasia artística y la rítmica. Los puristas me criticaban que no dijera el nombre de los elementos, aunque sí lo decía de vez en cuando. Rafael Recio me dijo una vez: "Paloma, me estás hablando de un markelov y yo no sé lo que es eso, puede ser un dulce búlgaro". Tenía razón. Son términos para el 0,01% de personas que se saben el código de la gimnasia, pero los 48 millones de personas restantes no me entenderían. Así que los puristas se enfadaban y me criticaban por no saberlo. Pues sí lo sé, pero no te estoy hablando a ti, sino a la mayoría.
¿Hasta Paloma del Río tiene haters?
Sí, sí, alguno hay que se ha alegrado de que me haya jubilado. Espero que no muchos.
Esa es una ventaja de dedicarse a deportes minoritarios.
Pero a cambio dificulta mucho lograr que se te reconozca. Para el gran público, la gimnasia y el patinaje son deportes que aparecen cada cuatro años y luego nos meten a los comentaristas en el congelador hasta los siguientes Juegos, como si no hubiera competiciones todos los años. Pero en Teledeporte no cabe todo, las teles privadas no los cubren y prensa y radio tampoco salvo que salga una Almudena Cid o un Javier Fernández. Pero mira lo que ha pasado este año, TVE no ha comprado los derechos del Europeo de gimnasia artística ni el de rítmica por un problema presupuestario, hemos ganado tres medallas y no se ha visto.
¿Te preocupa que, ya sin tu fuerza dentro, TVE olvide tus deportes?.
En realidad fue una de las cosas por las que me jubilé anticipadamente porque, en 2021, terminó el contrato para emitir patinaje artístico y no lo renovaron. Me quedé con menos contenido, vi cómo estaban evolucionando las cosas y preferí no vivir el declive. La Ley de financiación de 2010 fue un desastre para TVE porque eliminó la publicidad y el recorte presupuestario ha sido brutal desde entonces. Me jubilé en septiembre de 2023 y en esos 13 años sólo hice nueve transmisiones fuera del locutorio, ni una por año. Evidentemente todo se vuelca en el fútbol, ellos viajan y fenomenal, pero ahí hay una serie de periodistas que fuimos encerrados en un locutorio y eso termina por minarte.
Y decidiste irte.
Sí, sin rencor. Ya había hecho nueve Juegos de verano, siete de invierno, Mundiales de gimnasia, de rítmica, de patinaje, he sido desde becaria hasta directiva... El recorrido es brutal. Estoy satisfechísima de mi trayectoria profesional. ¿Qué incentivo era esperar a que llegase el campeonato de Europa de gimnasia para sonorizarlo? Nada, que venga el relevo. Yo ya tengo los años cotizados, el físico me aguanta bien y ahora puedo tener una vida tranquila y feliz. Lo que pasa es que es una deriva preocupante porque TVE ha sido absolutamente vital para la supervivencia de muchos deportes en España, deportes que luego dan medallas. Sin visibilidad en la tele no hay inversión de patrocinadores y eso repercute en los medios y en los resultados.
Eres periodista por inercia. De hecho, tu primer trabajo fue de auxiliar de clínica.
Así es. Terminé BUP y no tenía ganas de estudiar, no me veía con fuerzas. Entonces hice un curso de auxiliar de clínica, unos cursos de inglés y cuando terminé entré en la Ruber, primero en prácticas y luego en el turno de noche de la UVI, de 22:00 a 8:00, días alternos. Ahí, con más fuerzas y con la calma que me daba la tranquilidad económica decidí retomar mis estudios. Hice COU en una academia y tras la Selectividad no sabía exactamente qué quería hacer: Periodismo, Psicología o Ciencias Políticas. Decidí ya en el rectorado para pedir plaza, pero siempre me ha gustado. Me mata la curiosidad. Con ocho o nueve años siempre dormía con una radio debajo de la almohada pendiente de lo que pasaba. No sabía que quería ser periodista, pero estaba ahí dentro.
Eso en cuanto al periodismo, ¿y al deporte cómo llegaste?
Eso me gustó siempre. Íbamos juntos a clase en la universidad Vicente Vallés, Fran Llorente, Fran Sevilla, Miguel Ángel Nieto y Teresa Viejo y en primero ya sabíamos todos lo que queríamos hacer. Fran y Vicente, información; Teresa, cultura; Nieto y Sevilla, internacional y yo quería estar en deportes. Cuando llegué a TVE, el tutor de los becarios nos preguntó qué queríamos hacer y yo le dije que deportes. Se sorprendió muchísimo. Hay que ponerse en 1986, cuando las mujeres era rarísimo que quisiéramos hacer esto. Estaba Julián García Candau de director de Deportes y Fernando Ors, de subdirector y les pedí el turno de tarde porque me permitía compatibilizarlo con la noche en la clínica y dormir por las mañanas. Aceptaron y aquí estamos.
En los años previos, habían entrado en TVE Mercedes Milá, Olga Viza y María Escario. Sois las periodistas que rompéis ese techo de cristal del deporte en la tele.
Sí. Es curioso porque somos amigas, lo hemos hablado muchas veces y tenemos ideas distintas de lo que pasó. Mari Carmen Izquierdo fue la pionera y María Antonia Martínez hacía baloncesto. Luego, en Barcelona entraron Olga y Mercedes y en Madrid, Elena Sánchez, María y yo, que llegué la última de esa generación. Yo siempre tuve la sensación de que teníamos algunos jefes, por ejemplo Fernando Ors o Rafael Marichalar, que no estaban acostumbrados a que hubiera allí mujeres y no les gustaba, pero María, por ejemplo, dice que ella no lo vivió así. Yo sí sentí que nos miraban como diciendo: "¿Qué hacen estas aquí? Esto es de hombres, como el Soberano".
¿Cómo lo llevabas?
Me daba igual, no me iban a espantar. El periodismo deportivo en aquella época era hecho y consumido por hombres y era raro que una mujer vocacionalmente quisiera estar allí, pero yo quería. Siempre pensé que por qué no iba a poder estar yo allí. Luego, los prejuicios se difuminaron en el momento en el vieron que teníamos un conocimiento, nos encargaban cosas y las hacíamos perfectamente. Vas funcionando, vas resolviendo y se acabó esa sensación, pero costó mucho trabajo porque estábamos entrando en un terreno en el que a ellos no les gustaba que entráramos, el periodismo deportivo era su terrenito y su parcelita. Pero entramos, peleamos, funcionamos y, gracias a aquello, ahora está completamente normalizado.
Nada normalizaba algo en los 80 como verlo en la tele.
Exacto. La televisión era la que te daba la visibilidad, porque en radio y en prensa escrita había mujeres haciendo deportes y prácticamente pasaban inadvertidas. Sin embargo, el hecho de que apareciéramos todas nosotras en pantalla supuso un impulso. De hecho, a partir de ahí muchas mujeres entraron en las universidades queriendo ser periodistas deportivas. Nos vieron como un espejo. Ese grupo de mujeres que estuvimos en los años 80, antes de que llegaran las privadas y las autonómicas, nos convertimos en referentes y es un orgullo enorme.
Olga Viza considera que aquel periodismo no era tan machista como se cree, que incluso observa una involución.
Había de todo, como lo sigue habiendo. Yo tuve claro desde el primer día que cualquier embestida de tipo machista la iba a parar. Por ejemplo, cuando no llevaba mucho, uno de mis jefes pasó por mi lado y me tocó el pecho con total naturalidad. Eso pasaba en esa época, pero desde luego yo no tenía ninguna intención de que volviera a repetirse, me enfrenté a él, le dije que estaba fuera de lugar completamente, que las mujeres no tenemos que estar soportando esas cosas y le dejé claro que no me iba a arrugar. Le dije allí en medio que yo iba a ser periodista deportivo igual que ellos, que era vocacional y que no me iban a asustar. A partir de ahí me dejaron en paz. No entendía esa reticencia que no existía en Nacional o en Sociedad. En realidad yo sabía más de deportes que muchos de ellos, lo que pasa es que en España el conocimiento deportivo es el que es.
Se habla de periodismo deportivo y es periodismo futbolístico en la mayoría de casos.
Claro. Todavía hoy, cuando voy a universidades, veo que todos se enfocan en un conocimiento amplísimo del fútbol, pero les preguntas quién es el presidente de la Federación de Atletismo, quién preside el COE o cuántos españoles hay en el COI y no saben de qué les hablas. Nos bombardean con el fútbol, pero si quieres saber de deportes tienes que saber de otras muchas más especialidades, hay 66 federaciones en España. Luego exigimos resultados, pero yo estaba en posiciones de comentarista de Juegos Olímpicos, venían periodistas de otros medios españoles a cubrir una medalla y te pedían que les explicaras las reglas. Les echas un cable, claro, pero es un problema de falta de cultura deportiva.
Un especialista en un deporte del que no se habla frecuentemente es caro. TVE ha sido su refugio.
Sí, y cada vez menos. Los recortes desde la ley de financiación de 2010 han sido salvajes y TVE ha sobrevivido peleando mucho, pero las grandes películas, los grandes deportes y las grandes series, como ‘El Ministerio del Tiempo’ o ‘Águila Roja’, han desaparecido. Antes en la sobremesa poníamos una película de Hollywood y ahora cualquiera sueca o alemana. En deportes teníamos los cuatro grandes de tenis, las tres grandes de ciclismo, la Premier League, el Seis Naciones, las motos… Hemos tenido que dejar de lado tanta cantidad de derechos que cada vez se necesitan menos especialistas.
Paloma del Río, en su casa de Madrid.

Paloma del Río, en su casa de Madrid.Ángel Navarrete

Te lo sabes bien, se nota que fuiste directora de Programación deportiva muchos años. ¿Disfrutaste de la faceta de ejecutiva?
Hay de todo. Se disfruta a la hora de intentar conseguir los mejores deportes y hacerlos populares a través de Televisión Española, pero cuando estás negociando y desde la dirección económica te dicen que no hay dinero o cuando tienes que decirle a compañeros que no se va a comprar su deporte o que no podemos viajar y va a retransmitir desde un locutorio, no es agradable. Espero que durante los años que estuve como directiva entendieran que la Paloma del Río redactora les entendía, pero no podía hacer otra cosa sin dinero. Está bien hacerlo una temporada porque te das cuenta de cómo se ve la vida desde dentro del despacho y de lo ingrato que es a veces, pero como periodista he sido mucho más feliz.
Hemos hablado del machismo, pero has roto otra barrera en el periodismo deportivo: la homosexualidad.
Sí. Fíjate que a nivel interno todo el mundo sabía que yo soy lesbiana. Siempre lo traté con naturalidad e igual que mis compañeros hablaban de su vida, de su fin de semana o de su pareja, yo hablaba de la mía. Pero eso era a la cara, luego estaba el cinismo y la hipocresía de muchos de mis compañeros cuando yo no estaba delante. Como en la vida todo te vuelve, me llegaban las obscenidades y las tonterías que decían de mí los mismos que me preguntaban luego qué tal mi vida.
¿Qué decían?
Burradas y vulgaridades. Buen rollete a la cara y a ponerme a parir al doblar la esquina. Durante años, cuando íbamos a Palma para cubrir la Copa del Rey de vela, el comité organizador nos cogía un hotel muy cerca para todo el operativo y, como eran habitaciones dobles, todos íbamos con alguien: tu novio, tu novia, tus hijos, tu hermano… Y a todo el mundo le parecía bien. Un año llevé a mi pareja, sólo uno, y me denunciaron al sindicato. Hasta ese año no le había molestado que lo hicieran los demás pero, claro, era una mujer. Esa era la realidad tras las buenas caras.
¿Cómo lo llevabas?
Me daba igual. A final, mujer y lesbiana en el periodismo deportivo… Tengo una especie de impermeable y me resbalan los ataques. Cuando estás 38 años con un micrófono y hablando para mucha gente ya sabes que lo que hagas y lo que digas no le va a caer bien a todo el mundo. Entonces tienes que hacer un proceso de filtrar todo y elegir las opiniones que importan, en lo profesional y en lo personal.
¿Cómo puede ser que no haya ningún gay reconocido en el fútbol masculino de élite?
Poco antes de jubilarme hice una serie que se llama "Ya no quiero esconderme". Son tres capítulos sobre el deporte y el colectivo LGTBI, uno dedicado al fútbol, otro al olimpismo y otro al deporte minoritario. Para los dos últimos teníamos tantos deportistas, hombres y mujeres, que tuvimos que descartar protagonistas, pero para el de fútbol sólo encontrábamos mujeres. Es increíble y estadísticamente no es posible. Los únicos chicos futbolistas que han salido lo han hecho cuando se han retirado o cuando no estaban en equipos de primera línea y cuando otros, como Borja Iglesias, muestran apoyo al colectivo, los machacan. Así que imagina si uno dice que es homosexual… Volveríamos a los tiempos de 70.000 gritando "Guti, maricón" o "Míchel, maricón". Y emocionalmente es muy difícil enfrentarte a eso y, probablemente, no te compense.
En el periodismo deportivo masculino, la ausencia es igual de llamativa.
Es otro reducto en el que algo tan normalizado en otros sectores de la sociedad como es la homosexualidad parece que sea mentar la bicha. Ese miedo es una cuestión de actitud personal y de ganas de tener una vida tranquila, pero es que yo la tengo absolutamente tranquila, sin ningún problema, y tener que ocultar quién eres realmente es un problema. Jugar un doble papel debe de ser cansadísimo. De hecho, he leído estudios que demuestran que en las empresas que muestran una sensibilidad especial hacia el colectivo LGTBI se trabaja mejor y se rinde más porque nadie tiene que estar pendiente de a ver qué digo, a ver si se me escapa, a ver qué van a decir. Crear un espacio seguro es bueno para todos.
El deporte femenino lo es mucho más.
Claro, porque en el mundo del deporte hay pocas referencias, pero quienes dieron la clave y derribaron barreras volvieron a ser las mujeres. Claramente, Billie Jean King y Martina Navratilova fueron las primeras en tener el valor de liderar este movimiento.
Ahora que llevas dos años jubilada, ¿cómo ves el periodismo deportivo desde la distancia?
Sigo viendo una alarmante ausencia de información polideportiva. Entiendo el negocio empresarial que supone hablar de fútbol, porque todo es fútbol, los patrocinadores se unen a los programas que tienen fútbol y las audiencias son mejores en todo aquello que lleva fútbol, pero hay programas que empiezan a las 14:00 y acaban a las 2:00 y no encuentran cinco minutos para la información polideportiva, ya ni te digo la femenina. Y a veces veo las transmisiones y…. Ahora consumo mucho deporte como espectadora y no sé por qué los comentaristas gritan tanto. ¿No saben que acompañan a una imagen?
Se narra en la tele como si fuera la radio.
Ese griterío tiene sentido cuando tienes que llamar la atención porque no tienes la imagen, pero en la televisión no hace falta. Si yo tuviera que estar haciendo las transmisiones a ese volumen, me dejaba la garganta en un pispás. Y, por último, veo con dolor que RTVE no puede competir por los derechos de los grandes eventos, excepto los Juegos Olímpicos porque van asociados a una partida extraordinaria del Presupuesto General del Estado.
¿Cómo puede ser que llevemos casi 50 años de democracia y no se haya logrado una RTVE libre de injerencia política?
Y mira que lo hemos intentado, pero nada. Cuando cambia el Gobierno, todos ahí dentro sabemos que va a haber cambios en las cúpulas directivas, pero los redactores, los curritos, los que estamos ahí dando la información, somos siempre los mismos. Para el periodista es un tanto desesperante porque lees y escuchas que ahora la televisión es muy liberal o muy conservadora y al 99% somos los mismos y hacemos lo mismo. Si te gustaba hace cuatro años mi trabajo, ¿por qué no te va a gustar ahora? TVE se ha convertido en el pim pam pum para que todo el mundo le atice, los de un lado y los de otro.
Pero hay líneas editoriales y apuestas por programas que sí tienen un sesgo ideológico.
Sí, pero las estrategias que tiene la televisión pública las tiene también la privada. "Pero es que lo pagan ellos", me dirán. Vale, es un argumento de peso que con su dinero hacen lo que quieren, pero deja por lo menos que la televisión pública lo intente, que intente hacer programas atractivos, subir la audiencia y llegar a públicos que otras cadenas no atienden porque no les son rentables. Tiene todo el derecho del mundo a competir para tener su audiencia y su nicho, aunque a veces no acierte. Es muy difícil aislarse de la política porque lo impregna todo. Se supone que la radiotelevisión pública tiene que estar en esa franja de objetividad y neutralidad, pero en este momento es dificilísimo porque no hay manera de poner de acuerdo a unos y otros sobre qué es lo objetivo.
¿Echas de menos el trabajo?
No, no, no. El año pasado vi los Juegos Olímpicos de París y fue la primera vez que disfruté de unos Juegos como espectadora desde Los Angeles 84. Pude decidir qué veía, qué no y cuándo me iba a la playa. Una gozada. Si hago balance profesional, pienso: ¿qué más podía hacer? Nada, estoy encantada de la vida, escribiendo un libro y dando conferencias, sobre mujer y deporte, el colectivo LGTBI y la igualdad. Voy a intentar ayudar en todo lo que pueda. Disfruto de mi vida actual con la sensación de que he hecho un trabajo bueno, intenso y lo he pasado bien.
En tu última retransmisión, te ovacionó el pabellón entero. No se me ocurre despedida mejor.
No la hay. Fue alucinante. Todo ese Mundial de rítmica, en Valencia, fue increíble porque cada día, cuando llegaba al puesto de comentarista con Almudena [Cid], tenía regalitos de aficionados: chucherías, cartas, detalles... Almudena lo llevaba fatal, porque hemos estado toda la vida juntas, primero comentando yo sus éxitos y luego como compañeras, pero fue el final perfecto.
Ya estamos. ¿Te ha quedado algo por decir?
Sí. Por favor, aunque este mundo no nos dé un respiro, no olvidemos a las mujeres afganas.
Roberto Palomar: "Somos una carnicería, hay que vender carne y el que más carne vende es el Real Madrid. Es así y no hay que avergonzarse"

Roberto Palomar: “Somos una carnicería, hay que vender carne y el que más carne vende es el Real Madrid. Es así y no hay que avergonzarse”

Roberto Palomar (Olmedo, Valladolid, 1963) se acerca peligrosamente a los 40 años en ‘Marca’, donde es redactor jefe y firma de referencia. Compagina ese viejo prestigio de escribir columnas en papel con las cada vez más agitadas aguas de las tertulias, tanto en ‘El Partidazo de COPE’ como en ‘La casa del fútbol’ de Movistar+, y parece haber encontrado la fórmula para no salir magullado de ese doble juego. "La clave es mantener la coherencia. Debes tener una línea en tu firma y no dejarte contaminar. Hay que tener cuidado porque es muy fácil que suceda e, incluso, es probable que te inviten a hacerlo y te digan que te irá mejor si te creas un personaje", explica.

¿Te ha pasado?
Sí. En una televisión que prefiero no nombrar me dijeron que tenía que ser un personaje, respondí que no y dejaron de llevarme. Ahí se acabó todo. Y no era ‘El Chiringuito’ ni ‘Punto Pelota’.
Aunque a priori no te pegue, estuviste en el origen de ‘Punto Pelota’.
Es que yo de Pedrerol no puedo renegar o hablar mal porque, en condiciones normales, debería estar en ‘El Chiringuito’. Estaba con Josep en Punto Radio y hacíamos un programa de radio con muy pocos medios, pero muy bien hecho. Nos echaron de allí de mala manera y Pedrerol dijo: "Voy a llevar el programa a la televisión". Yo no lo veía por ningún lado, pero empezamos en Intereconomía con ‘Punto Pelota’ y mira si funcionó. ¿Qué sucedió conmigo? Que este grupo tenía entonces Veo TV y Pedro J. Ramírez decidió que los redactores de la casa no podíamos colaborar en otra televisión, así que a los pocos programas lo tuve que dejar. Pero siempre me he llevado bien con Pedrerol, fui miembro fundador de ‘El Chiringuito’ y lo normal sería que ahora estuviera allí.
¿Te puedes visualizar ahí?
Perfectamente. Igual que en las tertulias que hago ahora puedo mantener una línea coherente, creo que allí también podría. De hecho, en aquellos primeros programas de ‘Punto Pelota’ tenía mi sitio. Pedrerol me dejaba escribir una carta diaria y en alguna ocasión hemos hablado de recuperar aquello, lo que pasa es que ahora estoy muy cómodo en la COPE, me lo paso muy bien y lo veo incompatible. Creo que en la profesión se es muy injusto con ‘El Chiringuito’, se personaliza en ellos algo bastante general.

Para saber más

¿Se ha ‘chiringuitizado’ el periodismo deportivo?
Un poco. Ellos lo llevan al extremo porque son los inventores del asunto, pero hacen el programa que quieren hacer y, dentro de ese estilo, lo hacen muy bien. Lo han exportado fuera y han conseguido que un programa que antes duraba dos o tres horas ahora es prácticamente todo el día. Yo les doy su mérito. Luego tú lo consumes o no, pero entiendo perfectamente que a las doce de la noche no se puede hacer un programa sobre el Colegio Nacional de Entrenadores y se vaya a algo más apasionado y más ligero. Además, si quieres la otra parte, también la tienes. Cambias a Movistar o a DAZN y te lo explica Álvaro Benito.
Lo cierto es que hay más oferta que nunca.
Exacto. Por eso no soy ni catastrofista ni pesimista con el estado de la profesión. Creo que hay un abanico tremendo y tú puedes encontrar lo que quieras. Es cierto que hay que picar piedra y buscar para detectar las firmas que te interesan, pero están y hay de todo. Puedes ver análisis de fútbol más tranquilos en las plataformas; si quieres leña al final del día o ver qué ha pasado entre Madrid y Barça, pues pones ‘El Chiringuito’ y ya está; si eres de un equipo al que a lo mejor no se le hace tanto caso en los medios grandes, tienes en YouTube o en Twitch al que habla solo de su equipo. Hay muchísima variedad, más que nunca. Es que un tío en su casa te hace un programa, lo hace bien y llega a muchísima gente. Tenemos compañeros que se han montado su chiringuito especializado sólo en el Madrid, el Atleti o el Barça y funciona. A mí me gustan más el periodismo y los medios tradicionales y los reclamo para mí porque es lo que he vivido todo este tiempo, pero hay un abanico que le da una libertad enorme al consumidor.
El periodismo deportivo tradicional ha tardado en aceptar esos nuevos modelos.
Sí, sí, seguramente por miedo. Empezó con lo de Ibai Llanos, pero yo creo que no hay que tenerle miedo. Al contrario, creo que tenemos que espabilarnos y hacer las cosas mejor.
Por encima de todo, eres ‘Marca’. Llevas en el periódico desde 1987 y, pese a los cambios de dueño, de director y de modelo, eres como el dinosaurio de Monterroso: al despertar, Palomar todavía estaba allí.
He conocido un montón de directores y eso que, al principio, no parecía. Coincidí unos meses con Jesús Ramos, pero luego entró Luis Infante, que era un genio, se apartó, le dio un poco el mando a Manuel Saucedo y pensé que iba a ser ya el director para toda la vida. Vino el cambio empresarial y esto fue como cuando Florentino empezó a echar entrenadores uno detrás de otro, pero pese a la inestabilidad la máquina ha seguido funcionando. La cabecera de ‘Marca’ está muy por encima de los que trabajamos aquí. Por ejemplo, no es un periódico de grandes firmas, nunca lo ha buscado, pero es un producto muy homogéneo y un icono de la cultura popular de este país. Todo el mundo sabe lo que es el ‘Marca" y reclamo y defiendo ese reconocimiento. Soy un marquista convencido y lo seguiré siendo. Hemos sido muy innovadores: el periódico a color, La Liga Fantástica nos desbordó absolutamente, el valor de las portadas, que son muy icónicas... Me da mucha pena que el papel se vaya apartando, pero hay que reinventarse, recolocarse y supongo que acabaremos encontrando la salida.
Y entre tanto tumulto, ¿cómo has logrado mantenerte siempre?
Supongo que es una forma de ser y de hacer. En esa época de cambio de directores, Luis Infante, Saucedo, Elías Israel y Alejandro Sopeña, éramos todos un poco del mismo equipo. Había una línea de continuidad, nos conocíamos muy bien y éramos amigos, así que siempre he estado ahí. He tenido la suerte, además, de que ellos siempre han querido potenciar mi figura. Sobre todo Saucedo, que se preocupó mucho de buscarme sitios que lucieran.
De la vieja guardia, fuiste de los que menos chocó con Eduardo Inda.
Acabé bien con él. Fue una época distinta a todas porque fue el primer director tras el cambio de compañía y era como Ancelotti en Brasil, el primer extranjero que entrenaba a un histórico. Era peculiar, era difícil, era duro, era incontrolable y creo que era un reportero al que pusieron de director. Si tuviera que ficharle, lo mandaría a Valdebebas todos los días, tendría muchos problemas con él porque no resiste bien la autoridad, necesitaría control, pero traería noticias. Los mayores problemas con la redacción fueron por una forma de trabajar muy peculiar, unos horarios extrañísimos y un pensar en el periodismo las 24 horas. Le daba igual si estabas durmiendo en tu casa a las tres de la mañana y eso tampoco es plan.
Decías antes que ‘Marca’ no es un periódico de firmas, pero tú llevas mucho tiempo siéndolo.
Lo que pasa es que fue sucediendo por casualidad. Yo he hecho calle y he sido reportero básicamente siempre. Eso era lo mío. He estado en Mundiales, Eurocopas y he seguido al Madrid por todo el mundo. Lo que pasa es que siempre trabajaba en agosto, éramos pocos y había una columna en la última página que no quería hacer nadie. Acababa haciéndola yo para quitárnosla de encima, me fui quedando y ahí sigo, pero digamos que no es lo mío. Yo creo que la idea del periódico al principio era potenciar mi perfil reportero y no el de columnista, pero la firma se ha quedado. Supongo que tendría algún tipo de acierto, pero me fastidia un poco que hoy en día parece que los periodistas somos los que opinamos y yo reclamo al periodista de oficio. Creo que a los grandes medios llegan los mejores, que en Periodismo se matricula mucha gente y entrar en ‘Marca’ o en ‘El Mundo’ es muy difícil y el trabajo también lo es. Yo llevo miles de títulos, antetítulos y breves bien bonitos a lo largo de mi carrera, lo que pasa es que a la gente le llega lo que opino de Luis Enrique.
Hay un desconocimiento bastante grande de cómo se trabaja en un periódico.
Total. La gente no tiene por qué saber todo esto, igual que cuando se construye un edificio, ves al tío que pone la bandera y no al que ha dado el yeso, por eso reivindico que este oficio de periodista no lo puede hacer cualquiera. Mucha gente cree que llegamos a la redacción, nos inventamos el fichaje de Nico Williams y ya está. Y esto no es así. Aquí se levanta un edificio de 30 plantas cada día y a la mañana siguiente está derruido en el suelo y hay que volver a construirlo. Y para eso hace falta oficio y es complejo. No es fácil ser periodista.
El problema es que lo más difícil es lo que menos se ve. Opinar puede hacerlo cualquiera.
Claro, pero cerrar un periódico deportivo de papel un día como la final del Mundial de Sudáfrica, que fue tardísimo, es una obra de ingeniería. Esto es una máquina perfectamente engrasada en la que todo el mundo tiene que hacer trabajos excepcionales. Lo que hace un periódico en los grandes acontecimientos es complejísimo y necesitas gente muy preparada. A mí me encanta esa parte porque escribir largo no se me da bien, pero en pequeño soy una máquina. Me gusta más poner cintillos y títulos que escribir la crónica.
Te concedo el derecho a la falsa modestia, pero siempre has escrito bien en contra de ese prejuicio que asegura que en los periódicos deportivos se redacta como en Primaria.
Nos ven como los garbanceros del oficio. Ese prejuicio siempre está, es injusto y afortunadamente hay gente que lo rebate. En ‘Marca’ da gusto leer a José Luis Hurtado, José Ignacio Pérez o Begoña Fleitas. Y en la competencia, lo que hace Alfredo Relaño escribiendo bien y afilado los 365 días del año me parece increíble. De hecho, cuando dirigía ‘As’, intentamos hacer lo mismo en ‘Marca’ y tener una columna diaria del director y nunca nos salía. Juanma Trueba también era buenísimo. De todos modos, y de verdad que no es falsa modestia, yo no me considero un tío muy brillante escribiendo. Puedo tener un cierto filo, pero he releído columnas mías antiguas y no me han gustado absolutamente nada. Sin embargo, el otro día, preparando la final de Copa, vi unas noticias que escribí en otra hace mil años y, joder, eran impecables.
¿Qué es lo que más has disfrutado como periodista?
Cuando subí el Everest, que se cumplen ahora 25 años y podíamos haber sacado un especial, pero me lo callé porque me daba pereza escribirlo todo otra vez [risas]. Espero que no se enfaden en el periódico al leer esto. Fue un reto desde todos los puntos de vista. Tecnológico para mandar cada día fotos y textos, físico porque viví mucho tiempo a 6.400 metros y sufrí mucho, y periodístico porque tenía que escribir todos los días dos páginas de nada porque en un campo base no pasa nada. Me lo tomé como un Mundial. Conté cómo se negociaban las primas con los sherpas, cómo iba Juanito [Oiarzabal] al baño… Tuvo una gran repercusión. Ayudó José María García, que me llamaba cada noche y lo vestía como si yo fuera un héroe. Decía "cambio" al final de cada frase como en las películas pese a que no hacía falta [risas].
Le seguirías el juego, claro.
Por supuesto. "Buenas noches, José María. Cambio". Otra experiencia muy buena fue cuando estuve cuatro días viviendo en la calle, en las colas del Bernabéu, para comprar entradas para un Madrid-Barça trascendental antes de la venta online. Contar el trapicheo de cómo era posible que hubiera gente con entradas antes de que abrieran la taquilla y todo el mundo de los reventas fue apasionante, aunque con algún riesgo físico Lo hemos pasado bien.
Palomar posa en la redacción de 'Marca'.

Palomar posa en la redacción de 'Marca'.Sergio Enríquez-Nistal

Nunca has dicho de qué equipo eres.
No lo he dicho, pero si quieres te lo digo.
Es tu decisión...
Soy de un equipo, pero se me ha pasado. Eso que se dice de que todo periodista tiene que ser de un equipo puede ser cierto al principio, pero se te va quitando con los años de trabajo. Si me ponen una pistola en la cabeza, digo que soy del Madrid… pero poco. En realidad soy de lo que le venga bien al ‘Marca’. Por ejemplo, esta temporada quería que el Barça ganara la Champions porque creo que periodísticamente venía bien este cambio de modelo, la irrupción de Lamine y no repetir con el Madrid, que lleva mil años seguidos. Yo tengo ganas de que el Atleti vuelva a ganar la Liga, me gusta cuando sucede porque pertenezco a una generación donde el Dépor podía ganarla. Eso no lo vamos a ver ya más y lo echo de menos.
Cuando ‘Marca’ era de verdad el diario de todas las aficiones.
Es muy difícil seguir siéndolo, hay que reconocerlo. Aquello estaba sustentado con las ediciones locales, aquellos cuadernillos que teníamos en toda España y te servían para defender ese eslogan. Ahora es imposible. Tenemos una carnicería y hay que vender carne. Si el que vende más carne es el Madrid, obviamente se tiende a eso. Es así y no hay que avergonzarse por ello. La realidad es que con la final de la Séptima vendimos un millón de ejemplares, más que cuando España ganó el Mundial. No me lo puedo explicar, pero así fue. Hay que defender tu negocio, pero ser honesto. El Madrid nos hace vender, pero hemos sido muy críticos con él cuando ha correspondido.
Tú, en concreto, estuviste en guerra con Mourinho durante toda su estancia en Chamartín.
Tuve dos épocas duras con el Real Madrid. La primera fue con Florentino en su primera época, porque el que vemos ahora no es el del principio. Aquel era un Florentino más atropellado que echaba entrenadores y hacía fichajes sin mucho sentido. Ahora ya hay que reconocer que ha ganado y ha llevado el fútbol hacia donde él quería, que es un capitalismo atroz y una Superliga que, seguramente, llegará antes o después. Ha ganado, pero el primer Florentino podía ser criticado y yo lo hice bastante. Al poco de acceder a la presidencia, Gemma Herrero fue a hacerle una entrevista en el Eurobuilding y yo la acompañé para escribir la típica columna de ambiente. Titulé: "Aburridamente eficaz". Le sentó fatal y ya la cosa no mejoró. La gente no se acuerda, pero en su primera etapa llegaron a zarandearle los hinchas en la puerta del Bernabéu. La gente estaba caliente con él.
¿Cómo fue logrando ese control sobre la prensa del que siempre se habla?
Fue aprendiendo. En las primeras elecciones a las que se presenta y pierde ponía las ruedas de prensa a las nueve de la mañana. Eso con periodistas deportivos no puede ser y cayó fatal, pero se fue reuniendo con nosotros en petit comité para estudiarnos. Era muy listo y ahí hizo el casting para que, por ejemplo, Joaquín Maroto fuera el jefe de prensa. A mí me invitó junto a Mabel Galaz a tomar un café en su despacho de ACS. Empezó a abrir las cortinas con un mando a distancia para impresionarnos y nos dio información del vestuario que solo le podía haber contado un jugador. No era presidente todavía, ya tenía controlado el Madrid y ya lo intentaba con la prensa. Llevaba muy mal cualquier crítica y lo sigue llevando.
En todo caso, tú has sido muy crítico y sigues siendo redactor jefe de ‘Marca’. ¿Tiene menos poder del que se cree?
Bueno, eso depende de la suerte que tengas con tus jefes. Cuando Ramón Calderón era presidente escribí una columna muy crítica contra él y me quiso conocer. Fuimos a comer y me dijo que Florentino había pedido mi cabeza y la de Segurola. No tengo pruebas de eso, pero me lo creo viendo cómo se ha manejado luego. Lo que pasa es que a mí me han defendido. Recuerdo cuando aún pertenecíamos a Recoletos que coincidí en el ascensor con Jaime Castellanos, el presidente de la compañía, y me dijo: "¿Qué has dicho de Florentino? Que ya me ha llamado y me vuelve loco". Balbuceé alguna respuesta y cuando fui a salir me dijo: "Roberto, escribe lo que te salga de los cojones". No todo el mundo tiene la misma suerte, claro.
¿Y con Mourinho qué pasó?
Que hay pocos periodistas que puedan decir que han ganado a Mou y yo le gané un juicio. Mourinho me ha parecido, me parece y me parecerá un personaje nefasto para el madridismo y un pésimo deportista más allá de que te guste futbolísticamente o no su propuesta, que a mí no me gusta mucho aunque le reconozco su mérito. El tío ha resucitado equipos y llegó en un momento que el Madrid estaba acomplejado con el Barça y le levantó con un punto de rebeldía, para mí, mal llevada. No me gusta nada y nunca tiene la culpa de nada.
Te puso una querella.
Me demandó porque el Madrid palmó en Sevilla y en la rueda de prensa, como siempre, empezó a poner excusas y señalar a otros. Una de las frases que escribí en mi artículo de la última, que tiene unas 600 palabras, fue que "Mourinho es el típico personaje que causa un accidente y se da a la fuga". Entiendo que es una frase dura, aunque tú puedes causar un accidente y que no haya víctimas, pero alguien le calentó la cabeza y me demandó. Me pedía 15.000 euros y dijo que se los iba a dar al Canillas, que era el equipo de su hijo. Me pareció muy bien que ejerciera su derecho a defenderse si lo consideraba así, pero en el juicio, que duró 20 minutos, tuve la sensación de estar haciendo perder el tiempo a un juez por una discusión de barra de bar. Gané y ahí se quedó la cosa, pero fue absurdo.
De todo aquello te ha quedado fama de antimadridista.
Sí y, como te he contado, no es cierto, pero tampoco me importa. Ahora estoy perdiendo un poco de filo, seguramente porque te haces mayor, pero me gustaba ser crítico y exigirle al Madrid. Creo que el Madrid recibe un nivel de crítica periodística muy alto que, por ejemplo, el Atleti no tiene. A mí me gustaba ser crítico con el Madrid y sacarle punta. Tuve también algún conflicto con Fernando Alonso, que era intocable en aquella época. Aunque el problema más serio fue con el Sevilla. Anunció un partido imitando el acento portugués de Mourinho y yo escribí un artículo imitando el acento andaluz. Aquello fue tremendo, ni guasa ni nada, me llamaban a casa por la noche con amenazas. Siempre he buscado un poco los límites, me gustaba.
¿Dices que has perdido ese filo?
Creo que sí. Me leo ahora y no lo veo tanto. Dicen que un columnista es un reportero cansado, pues yo soy ya un columnista cansado. No busco las vueltas tanto como antes. Además ahora hay mucha más competencia y más variedad de opinión. Antes lo que salía en el ‘Marca’ tenía mucha repercusión, yo iba siempre un poco a la contra y seguramente ese fuera el éxito de mi sección porque ya te digo que escribir, lo que se dice escribir bien técnicamente, creo que soy normalito.
Afirmaba José Luis Sánchez, de ‘El Chiringuito', que los periodistas madridistas están en minoría en España. ¿Es cierto?
No. Habría que hacer una encuesta y contarlo bien, pero el periodismo deportivo refleja cómo es la sociedad y España es mitad madridista, o un poco más, y mitad antimadridista. Y en la prensa es la misma proporción. El Madrid tiene su guardia de corps, como la tienen otros equipos, pero más numerosa. Lo que sí creo es que el Madrid tiene más exigencia crítica que el resto.
Hablabas antes de la repercusión que tiene el periodista deportivo. ¿Eso alimenta demasiado el ego?
Sí, hay mucho ego en la profesión. En un medio importante sale nuestra carita, nuestro nombre y si estás medio acertado, te jalean un poco. Hubo un momento que veía que mi página de los lunes generaba expectación y te reconozco que durante un tiempo me subí al púlpito a dar doctrina. Está clarísimo que tenemos mucho ego pero, de nuevo, quiero distinguir al periodista del opinólogo. Las redacciones están llenas de tipos brillantísimos que no opinan y esa gente no tiene ego. Somos los opinólogos los que nos creemos más de lo que somos, aunque luego la vida y la situación te van poniendo en tu sitio.
¿Notas cierto desprestigio de la profesión?
Sí y lo veo injusto. Creo que los periodistas somos necesarios y también somos los primeros a los que se dispara. Vuelvo al paleolítico, pero hace muchos años viví una huelga de periodistas en Italia y el país estaba paralizado. Creo que somos indispensables, el problema es que tenemos que trabajar mejor. Se ha polarizado tanto todo, en el deporte como en la política, que nos hemos puesto al servicio de un bando en lugar de tomar distancia, pero vuelvo a reclamar el oficio de periodista como algo importante para la sociedad. Tenemos que estar a la altura.
Quique Guasch: "Me vetaron hasta para entrar al lavabo de todas las televisiones de España"

Quique Guasch: “Me vetaron hasta para entrar al lavabo de todas las televisiones de España”

"He sido incómodo toda mi puta vida", arranca Quique Guasch (Barcelona, 1951) y sorprende a quien creció viéndole, Mundial tras Mundial, partido tras partido, como reportero afable y siempre con el protagonista adecuado durante la etapa gloriosa del deporte en TVE. Es un clásico de estampa inolvidable y, viendo cómo se conserva en 2025, eterna: bigotazo, calva brillante y bronceado permanente desde mucho antes del furor de los rayos UVA. Sólo las canas le delatan. Eso y que, desde que le atropelló un ERE en la tele pública en 2008, fue desapareciendo del primer plano.

"La profesión no perdona a los viejos, cosa que comprendo, y si encima eres molesto para el poder, te rematan. Yo no he podido ni sabido ser otra cosa y me lo han permitido… hasta que no", reflexiona con más resignación que rencor.

¿Qué le hacía tan incómodo?
Yo digo lo que pienso y no pienso lo que digo. Eso en nuestra profesión te pasa unas facturas terroríficas, amigo mío. Y los peores son los que menos te esperas, los que van de liberales y de ser unos tíos cojonudos, pero son una mierda como un piano. Grandes cracks de la comunicación que se dedican a joder la vida a otros más débiles.
¿Habla de alguien en concreto?
No merece la pena nombrarlos. Ya no. Y algunos presumían de ser de izquierdas, como yo, pero luego lo que menos les importaba eran los trabajadores. Uno, que encima es un gran periodista, se dedicó a joderme la vida cuando salí de TVE, me vetó hasta para entrar al lavabo de todas las televisiones de España, pero no le puedo nombrar porque se me querella. Además ya da igual porque me lo paso ahora maravillosamente bien. Ando un poquito por las mañanas, que me lo recomendó el cardiólogo, y me voy al Club Natación Barcelona, que es mi casa verdadera, a tomar el sol y bañarme todos los días del año.

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Hay que mantener el moreno.
Claro, y el bigote. Son mi imagen de marca. Y la calvicie, eh. La reivindico y la llevo con orgullo desde hace 50 años. Me han ofrecido varias veces ponerme injertos gratis, ¿para qué quiero yo pelo ahora? No merece la pena. No sé si a los 25 me lo hubiera pensado, pero ahora…
Los que se quedan calvos jóvenes luego aguantan mejor el paso del tiempo, envejecen más lento.
Porque parecíamos viejos con 30, pero, mira, yo estoy como una rosa y el secreto es el sol. Siempre con protección, eh, no seamos gilipollas. Y luego tengo otro secreto para mantenerme joven que no te he contado hasta ahora. ¿Sabes cuál es mi pasión?
Así, a bote pronto, no se me ocurre.
Mi pasión es el Barça. Pero no es que sea un apasionado del fútbol, lo que me apasiona es el club, las movidas que hay alrededor, los intereses creados, la política que se mete dentro de los despachos... Enterarme de todo eso, aunque ya no lo cuente en ningún lado, me vuelve loco.
¿Y por qué no lo cuenta en ningún lado? Muchos periodistas de su generación siguen colaborando en medios.
Ya, pero, como te he dicho antes, yo no me callo. Si veo algo que huele mal en el Barça, lo digo y automáticamente llamarán a quien me contrate a preguntar: "¿A este tío por qué lo tenéis aquí si ya tendría que estar jubilado?". Lo sé porque me ha pasado. Y estoy jubilado, ojo, lo que pasa es que me enferma ver que yo me entero de cosas del Barça que los periodistas que lo siguen cada día deberían saber y no saben. O no lo cuentan, porque los pobrecillos no pueden hablar libremente o les quitan hasta la posibilidad de hacer una pregunta en las conferencias de prensa. Perdóname la falta de humildad, pero es verdad que sigo teniendo esas conexiones y esas fuentes dentro del club.
¿Duele ese exilio profesional?
No tengo ya fuerza para luchar, me he cansado. Las últimas ofertas que he tenido te pagan un café con leche por colaborar una vez al mes. Ya no estoy para eso y entiendo que esto debe de ser para gente joven. Les deseo lo mejor y que les paguen más dignamente. Yo estoy feliz. Mis mañanitas en el club, comida con mi santa esposa y, cuando ella vuelve al trabajo, me retiro a mis aposentos y me dedico a jugar con el ordenador, hacer mis llamadas y ponerme al corriente de las muchas barbaridades que dicen estos pseudoperiodistas que proliferan ahora en internet, bárbaros que están vendidos a los clubes por una gorra y una bufanda y, encima, muchos medios de verdad promocionan. En fin, es otro mundo, uno al que ya no pertenezco. Yo no nací con el ordenador, nací con el ordenanza, que suena parecido pero no es lo mismo [risas].
¿No reconoce el periodismo actual?
No queda nada del periodismo deportivo que yo conocí, el de verdad, el que quería contar cosas. Entras en las webs deportivas y ves que cogen lo que dicen otros, lo pegan, lo titulan y ya está. Con eso llenan. Es verdad que está muy mal pagado y que seguramente los editores o los directores les obligan a hacer esos contenidos que no tienen ningún valor pero dan clics, pero todo está mal. Me aburre la profesión ahora. He dejado de escuchar los programas de radio porque todo son intereses y portavoces de Laporta o de Florentino defendiendo lo suyo. En el fútbol se está haciendo la obra más importante de la última década en Cataluña, el campo del Barça, que cuesta una millonada y se le da a una constructora turca desconocida, pero los periodistas no indagan y los políticos de mi tierra dicen "amén". Pues nada, ya está. Todos callados y su amo, contento.
Asumo que el amo al que se refiere es Laporta.
Aquí sí. Allí, Florentino. Fíjate, Laporta tiene tres demandas por una presunta estafa con el Reus que está en juicio y aquí no se publica ni una línea. Ni una ni dos, tres. Laporta es un tío que no ha trabajado en toda su vida, ¿de qué vive entonces? Es fácil imaginarlo... más claro, agua. ¿Qué es lo que de verdad me preocupa? Que un buen número de socios, que son buena gente, le votaron y le permitieron hacer las famosas palancas que han hipotecado al club para siempre. Unas palancas cuyo ideólogo es un economista avalado por Florentino. Van de la mano porque les interesa la Superliga, cosa que entendería si no hubiera estado tan mal parida. Aún no comprendo cómo a una cabeza privilegiada como Florentino se le puede ocurrir presentar un proyecto así en 'El Chiringuito'. ¡'El Chiringuito'! Apaga y vámonos. Con eso, nació muerta.
Este amor por el periodismo fue tardío, porque estudió Derecho.
He sido siempre un desastre. Me enganchó el gusanillo de la radio estando ya en la universidad y lo dejé todo por ella, con el consiguiente disgusto familiar y de amigos. Me volvió loco este mundo y no me arrepiento de nada. Me ha ido bien, mal y regular, según el momento, pero he disfrutado mucho porque pillé la mejor época del periodismo en España. Había trabajo, había medios, viajabas, tenías acceso a los protagonistas... Gracias a mi trabajo tengo amigos del Madrid, del Barça, del Dépor, de la Real Sociedad, del Athletic... ¿Esto cómo lo pago? Si cuando me muera, no va a caber la gente en el tanatorio con la cantidad de amigos que he dejado. ¿De qué me puedo quejar? De nada.
Sin embargo, empezó haciendo radio musical.
Claro, estamos hablando de los años 70 y tenías que hacer música porque el deporte estaba creciendo, pero aún era muy secundario en la radio. De hecho, durante unos cuantos años en Radio Joventut yo intentaba hacer deportes y no me dejaban porque, como sabía hacer muchas voces, me ponían en las novelas. Me hinché. Pero en cuanto pude me dediqué a esto que sigo adorando.
Por la noche presentaba shows en algunas de las discotecas más famosas de Barcelona. ¿Eso le ayudó a acercarse a los futbolistas?
Yo he disfrutado mucho con los jugadores, me lo he pasado muy bien y jamás contaré lo que no se debe contar. No porque me lo agradezcan sino porque forma parte de mi background, de mi vida y de mi forma de ser. Yo no soy un alcahuete. Estaba allí porque ellos confiaban en mí, no para escribir ahora un libro de memorias explotando las vidas de otros más importantes. Eso muere conmigo y punto.
Con los jugadores del Barça del Dream Team llegó a hacer un programa en TVE, 'Fantástic', en el que ellos eran los presentadores y hasta interpretaban gags cómicos.
Eso es. Eran Julito [Salinas], Pep [Guardiola], Talín [Alexanko], Txiki [Begiristain] y Eusebio, principalmente, aunque vinieron varios más. Eso fue idea mía. Estaban mis jefes en Cataluña pensando ideas de programas y les dije que por qué no hacíamos uno con los futbolistas del Barça. Alucinaron, claro. Pensaban que era imposible. Toda la parte burocrática la llevé yo y ahí me equivoqué por inexperto. No hablé con el Barça, sino con Johan [Cruyff], que les dio permiso sin que el club supiera nada. En aquel momento los derechos de imagen no eran los de ahora, que el futbolista depende del club hasta para hacer caca y pipí. El Barça sólo tenía control sobre lo que hacían dentro de sus instalaciones o con la camiseta puesta, para lo demás eran libres y no tenían que consultar a nadie. Me aproveché de eso, se hizo y estuve a punto de que se hiciera en el Madrid, porque yo tenía mucha confianza con sus internacionales de cubrir la selección y me habían dicho que sí, porque esto fue un bombazo a nivel de imagen para los del Barça y les daba envidia.
¿Y por qué no se hizo?
Porque yo no daba abasto y siempre he sido un poco tonto. En vez de montar una productora, como hacen tantos periodistas ahora, sencillamente me mataba a trabajar para mi tele sin ver un duro extra y, al final, no me daba la vida. Pero a los del Barça los tuve a todos, nos lo pasamos muy bien y, para esos iluminados de los clubes que ahora no dejan que los futbolistas hagan nada, ese año ganaron la Liga y la Copa de Europa. Mucho no les distrajo el programa.
¿Cómo había sido su llegada a Televisión Española?
En la radio logré empezar a hacer deporte. Baloncesto, fútbol, todo... Y entonces me dijeron que TVE estaba buscando gente para informativos en Barcelona y me presenté a las pruebas. Fue una entrevista a Asensi, que siempre ha sido un gran tipo, y me cogieron. TVE estaba en crecimiento e iban teniendo cada vez más deporte, así que al año pasé ahí y ya me quedé 32 años.
En esa época, sin más canales, salir en TVE haciendo deportes te convertía en una celebridad.
Tal cual. Para la gente y para los deportistas, que veían lo mismo que el resto. Eso te facilitaba mucho el trabajo porque te conocían lo mismo ellos a ti que tú a ellos. Estaban deseando salir en TVE. Por ejemplo, en noviembre del 86, cuando estaba en la cima del mundo tras el Mundial de México, traje a Maradona a Madrid para salir en 'Estudio Estadio' y no cobró ni un duro. Ni él ni yo. A veces pienso que con la amistad que tenía con Diego, que me llamaba Pelao, y las muchas entrevistas exclusivas que le hice, hubiera podido hacer negocio, pero es que yo defendía a la empresa como si fuera mía. Craso error. Más tonto no podía ser.
A ver, no le fue mal para ser tonto, eh.
Era tonto en cuanto a ganar dinero, no como periodista. Era un trabajador normal y corriente de los muchos que hay en Televisión Española, un poquito más avispado que algunos y peor que otros, pero me movía muy bien.
Quique Guasch posa para la entrevista, en Barcelona.

Quique Guasch posa para la entrevista, en Barcelona.David RamírezAraba Press

¿Cómo surgió la amistad con Maradona?
Nos conocimos en Buenos Aires, en marzo del 81. Fui a hacer un amistoso entre Argentina y Alemania porque jugaban Stielike y Breitner, que los conocía del Madrid. De Maradona ya se empezaba a hablar bastante, pero en Europa no lo habíamos visto y nada más llegar tuve una enganchada con él, porque no me quería dar una entrevista. Y estuvimos ahí peleándonos hasta que conseguí dos palabras de él, pero ya vi que era especial y cuando regresé a España se lo decía a todo el mundo: "Cuidado con este tío, que es muy bueno". Se empezó a hablar de que podía venir al Barça, la cosa fue tomando cuerpo y cuando vino con la selección a jugar el homenaje a Rexach, en septiembre, ya estuve pegado a él. Le había caído simpático con aquella primera pelea y ya seguimos siendo amigos hasta su muerte.
¿Qué porcentaje de la mitología, buena y mala, que le rodea es cierta?
De Maradona habla todo el mundo y se han escrito auténticas barbaridades, pero la base es cierta. Un día, ya bastante al final, me dijo: "¿Tú te imaginas, Pelao, qué futbolista hubiera sido si no me hubiera drogado?". Él era consciente del daño que le había hecho la puta droga.
¿Y qué se le responde a eso?
Le dije: "Pues, Diego, habrías durado una hora en vez de un cuarto de hora". Eso sí, menudo cuarto de hora. Había algo en Diego distinto a todos los demás grandes. La personalidad, el magnetismo... Era un líder fuera y dentro del terreno de juego. Un tipo de izquierdas y sindicalista que nunca olvidó de dónde venía. Yo le decía mucho que se metía en líos innecesarios con su estatus, pero le daba igual. En el Mundial de México, por ejemplo, él y Sócrates se pasaron todo el torneo peleándose con la FIFA por los horarios. Se manifestaba tras cada partido aunque le amenazan. Él era así, vivió así y murió así.
Estando tan cerca de él en Barcelona, ¿no se dio cuenta de que estaba consumiendo regularmente cocaína?
No, ten en cuenta que hasta que dio positivo en el 91, no se sabía nada. En realidad, yo me enteré antes. En el Mundial de Italia 90, un vicepresidente de la FIFA me dijo: "Oye, tu amigo se droga". Me quedé lívido. Le pregunté de qué me hablaba y no me dio más detalles, pero ya me empezaron a cuadrar cosas porque si algo tenía claro es que Diego no se drogaba para jugar mejor, que me hubiera preocupado menos. Entendí que la cosa era jodida.
¿Alguna vez lo habló con él?
No. A Maradona era muy difícil aconsejarle. No había ni Dios que tuviera los cojones de decirle: "Te estás equivocando, maestro". No te lo permitía. En reiteradas ocasiones, cuando no le gustaba la conversación, la zanjaba diciendo: "Yo soy Maradona". Y ahí se había acabado la película. Hacía lo que le daba la gana en todos los sentidos.
Cubrió seis Mundiales, ¿le sobraron o le faltaron?
Es una buena pregunta. Yo he vivido por y para esto y no lo habría dejado nunca mientras las fuerzas me aguantasen, que ahora ya me fallan. No es un trabajo que intelectualmente tenga mucho desgaste, pero yo lo vivía con una intensidad tremenda. Entiendo que un periodista no tiene que tener festivos, tiene que dejar de ir a trabajar, pero estar conectado al día, saber lo que pasa, dónde está la gente, por qué van a comer con este representante... Ahora esto ni se hace ni se sigue. La excusa de los periodistas actuales es que los jugadores no hablan. Perfecto, pero los representantes y los directivos, sí.
A usted aún le hablan muchos deportistas de su época.
Porque he callado más de lo que he contado. Siempre preferí la persona que la noticia y por eso sigo teniendo hoy a las personas. De todos modos, es un buen trato profesional, de muy pocos me considero amigos. Por ejemplo, ahora hay una cadena de televisión que prohíbe a sus periodistas llamar de usted a los entrevistados. Yo eso no lo aceptaría. He llamado de usted hasta a mis amigos más cercanos cuando estaba trabajando porque tiene que haber una credibilidad, no un compadreo. Esa seriedad se ha perdido.
¿Han perdido los periodistas deportivos el respeto de la gente?
Totalmente y creo que nos lo ganamos a pulso. El periodista se ha creído protagonista y no es nadie.
Usted ha sido muy popular.
Sí, es cierto, pero eso nunca afectó a cómo afronté mi trabajo. A esa popularidad ayudó mucho mi imagen y todavía hoy me reconoce la gente por la calle. En aquella época entraba en una discoteca y no pagaba una copa, ahora que estoy jubilado y lo necesito más, lamentablemente pago hasta en el metro [risas], porque yo voy en transporte público a todas partes. A cambio, soy multimillonario en tiempo y eso gana a todo. No tengo prisa ni para morirme. A lo mejor algún día, por desgracia, te tengo que decir que estoy muy jodido, pero por ahora estoy en la gloria.
Hace unos días falleció José Ángel de la Casa, ex jefe y amigo.
Amigo por encima de todo. Lo pasé muy mal. Tuve la gran suerte de que, a través de su hijo Juanma, muy pocos días antes hice una videollamada con él para despedirnos. No lo olvidaré en la vida. Ha sido una persona a la que no se le ha hecho justicia profesionalmente. Ni un poco. Al menos, de cara a su familia, la cantidad de compañeros que estuvieron en el tanatorio y en el entierro sirve un poco de reconocimiento, pero fue tarde y triste. Es un pequeño consuelo para su familia, pero totalmente insuficiente. Mereció mucho más, pero en esta profesión si eres un buen tipo y no vas presumiendo, nadie te hace caso. En realidad, creo que a toda aquella generación de periodistas de TVE no se nos ha agradecido en absoluto todo lo que hicimos por el deporte en España. Ni la profesión ni, sobre todo, la cadena.
¿En qué sentido?
Muchos de nosotros salimos mal de TVE porque ya nos invitaron a irnos. Ni siquiera tuvieron el valor de echarnos directamente, simplemente nos persiguieron como si fuéramos los culpables de una mala situación económica. Estoy hablando de casi todos mis compañeros de Deporte. Nos convencieron de que dependía de nosotros salvar la televisión y esa fue la gran mentira de mi vida. Echaron a 5.000 tíos de Radio Nacional, TVE y la agencia EFE y no cambió nada. El Estado tuvo que poner dinero como ha puesto siempre y se lo siguieron llevando los directivos como se lo han llevado siempre.
¿Por qué TVE es tal polvorín?
Porque no tiene una línea periodística ni empresarial. No hay seriedad. Allí mandan los políticos. Hay un Consejo de RTVE en el que cada partido coloca a los suyos y en el que la mayoría sólo está para llevárselo crudo en dietas y kilometraje, como decimos todos en la tele. No hay un criterio. Ahora hacen una apuesta, mañana cambian de idea, todo se improvisa según convenga... Yo no tengo nada contra Broncano ni contra Buenafuente por ganar lo que ganan, que es menos de lo que se dice y son dos profesionales estupendos, el problema es que si mañana cambia el Gobierno ya no servirán esos programas y la decisión no será por si son buenos o malos ni si funcionan o no, igual que no lo ha sido a la hora de ponerlos.
¿Esa injerencia política siempre ha sido igual?
Sí. Los gobiernos siempre han mandado igual en TVE, lo que pasa es que ahora se sabe más que antes. Ese problema siempre ha sido la cruz de la cadena. Yo creo en la tele pública, creo que tiene sentido como concepto, pero como está enfocada TVE, tal vez no. Para eso hubiera sido mejor cerrarla cuando la mataron.
¿Cuándo fue eso?
Cuando le quitaron la publicidad porque al Gobierno le interesaba salvar a unos canales privados que estaban con el agua al cuello. Esa fue la sentencia de muerte. A los veteranos con sueldos altos nos echaron porque había que reducir personal de una forma tremenda y lo peor fue que nos prohibieron trabajar de nuestra profesión. Tras el ERE, yo podía trabajar de mecánico, de tornero o de camarero, pero como quise seguir trabajando de periodista me hincharon a multas y me llevaron a juicio. La libertad de expresión es mentira, es otra pantomima.
Uno de sus últimos trabajos en TVE fue como presentador de 'El Rondo', una de las primeras tertulias futbolísticas con un tono similar al que ahora tiene 'El Chiringuito'.
Sí, fue un éxito y se lo cargó Florentino porque no le gustaba no controlarlo. Y eso no lo digo yo, lo dice él mismo en los famosos audios filtrados. Aquello fue un invento de Alfonso Arús, que es un visionario de la televisión. Entendió en aquel momento que los jugadores en activo no dicen nada y los jubilados aportan poco, entonces invitó a periodistas y aquello lo cambió todo. Hasta que se acabó porque Florentino quiso que se acabara para poner un programa con Pedrerol, que sí era de su cuerda. No le fue bien y a la media temporada lo largaron, pero el daño ya estaba hecho.
¿Por qué Florentino les quiso cerrar?
Por control. Yo no le he insultado en la vida, lo que pasa es que repetía mucho aquello del ser superior, porque me hacía muchísima gracia la frase y esto se ve que, por lo que me ha contado gente cercana a él, le ponía como una moto. Pero, vamos, que Florentino tiene mucho poder y que lo utiliza no hace falta ni que lo cuente, lo sabe toda España. Todo lo que no le interesa en los medios de comunicación, lo persigue. Esto es así: lo ejecuta. Y a nosotros nos tocó también. A partir de ahí, mi carrera ya quedó marcada.
Me consta que, pese a esa experiencia, le gusta 'El Chiringuito'.
Sí, encuentro que son unos personajes cojonudos. Personajes que no periodistas, porque de información van justitos. Allí no te puedes enterar de casi nada, salvo de alguna cosa que le interesa al Madrid que suelten. Es un programa de Florentino, si no lo dirige le debe faltar poco, pero a mí me divierte bastante.
No guarda rencor, pues.
¿Para qué? He hecho lo que más me gustaba y, aunque no soy millonario, no me ha ido mal la vida. He sido feliz y eso es impagable, por eso sigo ahí intentando sacar información. Ya que nadie más lo hace... Ahora los periodistas quieren ser como los youtubers, que están todo el día hablando de fútbol sin decir nada, es llenar por llenar a cambio de que Laporta les dé una gorra del Barça o Florentino una del Madrid. Qué pena, con lo que fue este oficio.

José Luis Sánchez: “Florentino Pérez no nos paga a los periodistas del Madrid, eso es una leyenda urbana”

Actualizado Martes, 27 mayo 2025 - 09:42

José Luis Sánchez (Madrid, 1978) y el Real Madrid están fusionados. Fue hincha de chaval, trabajador del club en sus inicios (en el departamento de Comunicación y la tele), pasó a periodista que cubría el equipo en La Sexta (lo sigue haciendo) y acabó convertido en tertuliano estrella con orgullosa bufanda blanca en ‘El Chiringuito’. "El periodismo deportivo nos ha llevado a esto. La ausencia de protagonistas debido a la cerrazón de los clubes ha provocado dos cosas: que se especule más que informar y que los periodistas nos hayamos convertido en los principales referentes de las aficiones", reflexiona.

Eso no es bueno.
Ni malo. Es lo que es. He dicho que se especula, pero tiene que ser lo menos posible y con base. En realidad, este periodismo es mucho más difícil que el de antes porque tienes que trabajar más la noticia, es mucho más difícil encontrar una fuente, pero sigue siendo necesario.
¿Eres más periodista o más madridista?
Mientras seas honesto, se pueden ser las dos cosas por igual.
¿Lo eres?
Por supuesto. Por ejemplo, este año la temporada del Madrid es mala y yo no puedo salir y negar lo que está pasando. Los más críticos somos los que sentimos más el Real Madrid debido a la exigencia que lleva en el ADN este club. Lo que pasa es que hay que ponerlo en perspectiva: esta temporada es mala, pero si hay un equipo que puede poner en valor lo que ha logrado en los últimos años es el Madrid, si alguien se puede permitir un borrón es él. No todo es destrucción y el apocalipsis, que es lo que se tiende a vender hoy en día. Creo que el Madrid es más valorado fuera de España que en España. En España tiene, entre comillas, mala prensa.

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¿En serio?
Sí. La exigencia que tiene la gente a todos los niveles con el Real Madrid no la tiene con sus propios equipos. Por ejemplo, en La Sexta fuimos los primeros que denunciamos que había irregularidades en aquella asamblea de Ramón Calderón. Mientras seas objetivo y honesto con la profesión no hay ningún problema con demostrar tu sentimiento.
Ya, pero es evidente que con Florentino Pérez no habéis sido tan críticos como con Calderón.
Porque si analizas la gestión de Florentino Pérez tiene pocos borrones. Si ves cómo está el fútbol español y cómo está el Real Madrid, a nivel de gestión y a nivel deportivo, habría que criticar duramente al fútbol español y no al Real Madrid. A nivel deportivo, Florentino es el presidente con más Copas de Europa de la historia. A nivel institucional, no ha habido una paz tan duradera en el Real Madrid como la que tiene ahora. Y no es que todo el mundo apoye a Florentino Pérez porque sí, sino porque los hechos están ahí. Al final llevo 25 años cubriendo y viajando con el Real Madrid y la admiración que hay por él fuera de España es extraordinaria. Muchas veces en España se hace la broma de "el club que más ingresa del mundo, a Cibeles" o "el club que más seguidores tiene en redes sociales, a Cibeles", pero al final los éxitos deportivos del Real Madrid son el reflejo de esa gestión extraordinaria de Florentino Pérez. Tiene algunos errores, como todos, pero la gestión que está más cerca de la perfección es la de Florentino. No tengo dudas.
¿Os paga a Florentino a algunos periodistas madridistas?
No, no nos paga. Eso tiene más de leyenda urbana que de realidad por parte de antis que no saben cómo funciona el Real Madrid. Volvemos un poco al inicio de la entrevista, hoy en día la comunicación con el club es poca, no es ya que no nos dé dinero es que no nos da consignas. Lo que pasa con la buena gestión es que, sorprendentemente, te pone en el disparadero. Si el Real Madrid tuviera la gestión del Barcelona, con palancas para las inscripciones, el Gobierno de por medio o el caso Negreira, habría cerrado o estaría descendido en Segunda División.
Conociendo el fútbol español, apostaría a que tampoco habría pasado nada.
Todo lo contrario. En España, el Madrid ha sido escogido como referencia sobre todo para lo malo. Cada uno tenemos nuestra perspectiva, pero yo creo que si el Real Madrid hubiera pagado durante al menos 17 años al vicepresidente arbitral, como está demostrado que hizo el Barcelona, habría recibido un castigo ejemplar, le habrían desposeído de todos los títulos ganados en ese periodo, le habrían descendido y habría habido un antes y un después en el fútbol español. No tengo ninguna duda de que habría sido así. De ahí a que con el Barça no pase nada…
El caso sigue en los juzgados.
Pero creo que es algo que, por desgracia para el fútbol español, se va a quedar ahí pese a que es algo gravísimo y si hubiera sido el Real Madrid hubiera recibido un castigo no solo judicial y deportivo, sino también social. No tengo ninguna duda de que sería un apestado si hubiera pagado él a Negreira. Además, me resulta muy gracioso que parece que esto es solo una batalla del Real Madrid pese a que afecta a toda la Liga española, a las competiciones de la Liga española. Yo creo que es algo que también ha perjudicado al Valencia, al Atlético de Madrid o al Athletic de Bilbao, pero no parece molestarles.
Mucha gente defiende la teoría de que el Barça pagó para igualar lo que el Madrid tenía gratis.
Ya, ya, si siempre es culpa del mismo. Por eso digo que el Real Madrid es el foco de todo en España, para lo bueno y para lo malo. Y en el periodismo pasa lo mismo, la gente se sorprende de que haya periodistas que defendamos al Madrid, pero no cuando los hay defendiendo a otros. Mira, todos tenemos vocación de periodista, cuando estaba en el colegio hacía crónicas de partidos para la profesora de Literatura y me he criado escuchando fútbol por la radio. Y toda mi vida, el que estaba en Gijón, en Sevilla, en Valencia o en Coruña hablaba casi en primera persona de su equipo, pero el del Real Madrid no. Cubriendo la información del Real Madrid hay y ha habido gente de todos los demás equipos, incluso del Barcelona. Eso con los otros equipos no pasa, pero luego el del periodismo de bufanda y el que no es objetivo eres tú por defender al Real Madrid.
¿Crees que sois minoría los periodistas madridistas?
Absolutamente. Lo somos. Si repasas las tertulias y los debates y haces un análisis frío, salvo en ‘El Chiringuito’, el madridismo está en minoría. Porque se hace una trampa: ponen a uno del Madrid, uno del Atleti, uno del Barça, uno de Sevilla y uno del Valencia y dicen que así están todos representados, pero a la hora de hablar del Madrid es un madridista contra cuatro antimadridistas. El Real Madrid está en inferioridad en los medios de comunicación y eso es un hecho.
Llevas toda tu vida haciendo el Madrid. ¿Podrías cubrir otro equipo?
No me lo planteo. De no hacer lo que he hecho, me hubiera gustado ser militar. Hice la mili. Fui de los pocos de mi generación que, aunque me podía haber liberado, no quise. Me gustaba y me llamaba ese mundo.
Madridista y de orden.
Sí, soy una persona bastante seria, recto, disciplinado y pragmático. Soy muy marcial para muchas cosas.
Empezaste en Real Madrid TV. Entiendo que una tele de club se rige por otras normas, ¿pero los vídeos contra los árbitros no suponen cruzar una línea?
Bueno, yo más que vídeos habría hecho un documental. Después de lo que hemos vivido y se ha conocido del caso Negreira y el Fútbol Club Barcelona, hay un problema evidente en el fútbol español y cuando tú tienes un problema y no lo atajas, todo el sistema queda bajo sospecha. ¿Es lícito que se dude de la competición? Por supuesto. Yo soy de la generación que vivió las Ligas de Tenerife y si pones esos dos partidos a un extraterrestre que acaba de bajar a la Tierra, se llevaría las manos a la cabeza al ver las decisiones arbitrales. Además, los vídeos de RMTV no manipulan imágenes, simplemente ponen errores arbitrales.
Hombre, ya, pero sólo los que considera que perjudican al Madrid.
Bueno, claro, es la tele del club, es normal. En serio creo que se le da mayor importancia a los vídeos de la que realmente tienen porque no dejan de ser un mensaje dirigido a los aficionados de tu equipo.
Y a los árbitros que van a dirigir al equipo. ¿No entiendes que se sientan atacados y presionados como manifestaron antes de la final de Copa?
Entiendo la posición arbitral, que veas ese video y te sientas señalado y te parezca duro, pero en realidad no hay calificativos, no está adjetivado en ningún momento. Salen unas estadísticas, salen unas jugadas y punto. Es un mensaje dirigido a sus telespectadores y no creo que influya en nada.
¿Cómo es ser periodista trabajando para un club? ¿Notas cierto menosprecio?
¿Tú desprecias al periodista de un ministerio? ¿Es periodista como tú?
Por supuesto que lo es.
Pues esto es lo mismo. Entré en el Real Madrid en segundo de carrera a hacer las prácticas, primero en la revista y luego me quedé en el departamento de Comunicación, y ha sido la época más feliz de mi vida porque pasé de ir a ver los partidos al Bernabéu a estar metido en el día a día de mi equipo. Mi primera cobertura mediática fue la final de París, el 3-0 al Valencia. Me dieron una cámara de fotos, me metí en un autobús con dos peñas, 16 horas de ida y 16 de vuelta e hice un reportaje. Dos meses antes estaba en la grada. Menospreciar a alguien por trabajar en determinado sitio es faltar.
Estoy de acuerdo, pero hay algo que sí me parece éticamente reprobable: cuando periodistas que cubren el Madrid en medios de comunicación colaboran en su tele. Eso es que te pague el sujeto sobre el que informas.
Bueno, el que tenga dudas sobre eso tiene la hemeroteca. Si el Real Madrid juega mal se dice, si no está a la altura, se dice… Es lo que te decía al principio de la honestidad, tú no puedes engañar a la gente que está viendo lo mismo que estás viendo. Si el Real Madrid pierde 5-2 en la Supercopa frente al Barcelona, no puedes decir que ha estado cerca. Eso es lo que debe medir a un periodista y no dónde se gane la vida.
No has felicitado al Barça por la Liga.
Es que no me sale y no puedo felicitar a un club que creo que ha ganado de manera irregular. Tengo que ser honesto conmigo mismo. Creo que cuando 19 clubes cumplen con la normativa y hay uno que no, hay que denunciarlo. El Barcelona sin la intervención del Gobierno para inscribir a Olmo y sin las palancas ficticias permitidas por LaLiga y la Federación no sería campeón ni de esta Liga ni de la de hace dos años porque no tendría a Lewandowski, que es un delantero formidable, a Raphinha, que ha sido absolutamente determinante, ni a Kounde, que es un defensa maravilloso. Si hay equipos como el Eibar, el Getafe o el Sevilla no han podido inscribir o han tenido que vender obligados para cuadrar las cuentas, y permites inscribir y fichar a un club que está endeudado, todo es ilegítimo. El fútbol español se le hace un flaco favor a sí mismo permitiendo eso.
Florentino Pérez ha sido aliado del Barça en varios de estos procesos, ha reconocido que quiere un Barça fuerte.
Es cierto, pero el Real Madrid es el único club que está personado en el caso Negreira. El único.
Porque no quiso ir en grupo con el resto.
Porque es el mayor damnificado y quiere ir bajo su nombre. Todo esto que se le permite al Barcelona es por el antimadridismo que impera en España, todo lo que se entienda que le perjudica le parece bien al resto. Si el Real Madrid llega a estar en la situación económica del Barça, todo el mundo del fútbol español se habría volcado en que no pudiera hacer nada.
José Luis Sánchez posa en la sede de Atresmedia.

José Luis Sánchez posa en la sede de Atresmedia.

Del Real Madrid ya pasas a La Sexta a la vez que Antonio García Ferreras. ¿Quién manda más en el Madrid, Florentino o él?
Florentino, Florentino [risas]. Lo que pasa que Antonio es un loco del Madrid, un enamorado. Las mayores discusiones que tenemos siempre son por el Real Madrid porque muchas veces no sabemos quién es más crítico de los dos.
A ver...
Ya sé que no me crees, pero te lo digo en serio. Creo que la clave del madridismo es ser crítico y exigente porque eso hace que el club sea más grande. Con Antonio he tenido unas discusiones tremendas sobre por qué camino hay que ir o qué fichajes se necesitan. He estado discutiendo del Madrid con él hasta las tres de la mañana. Es su pasión. Los mayores críticos con el Madrid somos los madridistas, lo que pasa es que la nuestra es constructiva mientras que la que llega de fuera siempre tiende a la tierra quemada, no vale nada, y de esa tan destructiva tienes que huir.
El año pasado escribiste un libro ‘Miedo en la cara del rival’, sobre tus experiencias cubriendo al Madrid y ahora vas a sacar otro sobre la etapa de Carlo Ancelotti.
Sí, en principio debería haber acabado de otra manera, pero es fútbol, se ha cerrado bien y la experiencia porque eso que hablábamos antes de que los personajes se cierran mucho en el día a día, cambia para este tipo de proyectos y he podido hablar con muchísima gente sobre Carlo. La verdad es que estos seis años de Ancelotti en el Real Madrid que refleja en el libro han sido realmente intensos y bonitos. Cuando la gente habla de Ancelotti de manera despectiva, incluso algunos madridistas, no entiendo nada. Si ha ganado tres Copas de Europa con el Real Madrid, ¿qué queréis? La puerta 48 del Bernabéu o el campo de Valdebebas deberían llevar su nombre. Y encima cayendo bien hasta a los que no son madridistas.
¿Te parece justo que no siga?
Yo creo que esa es la principal diferencia entre el Madrid y el resto de clubes. Va a prescindir del entrenador con más títulos de su historia después de un año malo porque el Madrid no espera a nadie. Es una pena, porque Ancelotti representa todo lo que tiene que ser un hombre de fútbol, pero la exigencia del Madrid se lleva todo por delante. Es que tienes que ganar cada año, no hay más.
¿Cómo ha llevado ese tipo recto que quería ser militar la transformación en personaje que exige un programa como ‘El Chiringuito’?
No he cambiado, creo que la clave del programa es que todos nos mostramos como somos. Desde la pasión de Tomás Roncero, al gran culé que es Jota Jordi o la mente maravillosa que es Juanma Rodríguez, que siempre aparece con algo diferente. La gente cree que tenemos un guión y un personaje, pero es mentira. Hay una escaleta de programa y muchas veces ni se utiliza porque vira muy rápido hacia algo inesperado por la naturalidad que tenemos. Soy una persona seria y si otros se ponen a bailar, me río, pero yo no voy a bailar. Y si Cristóbal Soria monta alguna de las suyas, no me río porque no me hace gracia. Punto.
¿Te crees todo lo que dices?
Todo lo que digo lo creo, pero no digo todo lo que creo. La gente, madridistas incluso, a veces me pide que deje de hablar de los escándalos del Barça y hable más de fútbol, pero no me voy a bajar de ese barco de denuncia. Lo que ha pasado hay que señalarlo hasta que haya una resolución y más allá y el madridista que se baje de ese barco hace un flaco favor al fútbol.
¿Los cabreos tampoco están guionizados?
No, no. Son en serio. Con Josep [Pedrerol] he tenido algunos gordos. El programa es tan de verdad que a veces te enciendes, pero ningún cabreo en el programa trasciende a lo personal. De hecho, uno de mis mejores amigos es Jota Jordi y somos antagónicos en todo. Nada tienen que ver lo que pasa en plató y la rivalidad deportiva con lo que pasa fuera. La clave del programa es lo humanos que somos delante de la pantalla y lo bien que nos llevamos fuera de ella.
¿Sentís que el resto del periodismo deportivo no os valora?
‘El Chiringuito’ es un poco el Real Madrid de los medios de comunicación, mucha gente va contra él porque es el mejor. Siempre dicen que es un show, ¿pero dónde están las mejores noticias? Yo creo que están en el programa. Lo que pasa es que son tres horas de emisión y tiene cabida todo, pero si hay un fichaje de Mbappé, una crisis por el Balón de Oro o Josep dice que el Real Madrid va a fichar Alexander-Arnold hace seis meses, ahí estamos. El periodista en España tiene un problema terrible de ego y no acepta que los tiempos han cambiado. El púlpito del periodista desapareció con las redes sociales y la interacción con la gente. Ahora te pueden decir lo que les gusta y creo que en España, como te decía del Madrid, no se es consciente de la repercusión de ‘El Chiringuito’ a nivel mundial. Y eso no es porque sale uno y se pone a bailar o a cantar, es por las 150 noticias que han sido portada en todo el mundo.
Pero hay una parte del show, es evidente.
Claro y la gente lo agradece. Yo veraneo en Alicante y, hace tres o cuatro veranos, una señora mayor y me cogió y me dijo: "José Luis, muchas gracias por la compañía que nos hacéis. Mi marido falleció y a mí no me gusta el fútbol, pero pongo el programa y no me siento sola". Y todo el que trabaja por la noche te dice cosas parecidas. Basureros, bomberos, estaciones de servicio, policías, hospitales… Y no sabes lo que es estar en Egipto, en Qatar, en Marruecos o en Estados Unidos y que te empiecen a gritar: "¡Chiringuito, chiringuito, chiringuito!". El programa ha traspasado cualquier expectativa que pudiéramos tener y en España cuesta reconocerlo.
¿Por qué crees que sucede?
No sé si es envidia o miedo a lo nuevo y a lo diferente. La clave del programa es que Josep Pedrerol, con casi 60 años, es más joven y está más abierto a los cambios que a periodistas 20 o 30 años más jóvenes. No tiene miedo a probar nada nuevo. ¿Dónde está la gente joven? Pues a TikTok, Instagram o Twitch. ¿Qué funciona en Sudamérica? Facebook, pues no lo abandonemos… Y el tono que él ha llevado al periodismo deportivo es el que se ha impuesto y ahora lo siguen casi todos. La solemnidad de los tiempos de García y De la Morena ya no existe, se acabó hace tiempo porque no funciona. Esto ha cambiado absolutamente y quien no lo quiera ver ya llega tarde. Josep se anticipó absolutamente a todo con esto y creo que merece un reconocimiento que el resto del periodismo muchas veces le niega.
¿Es tan extremadamente exigente como se dice?
Sí, pero es que la clave del éxito es esa.
Ahí sale el militar…
Bueno, es que creo sinceramente que sin la exigencia, el trabajo y la dedicación no se llega a ningún lado en esta profesión. Esto funciona así y ‘El Chiringuito’ no habría llegado hasta el nivel que tiene sin la exigencia de Josep. Y es un nivel extraordinariamente alto. Ahora que es tiempo ya de fichajes, te llaman de Inglaterra, de Alemania y de Italia para preguntarte qué está diciendo ‘El Chiringuito’. Somos programa de referencia.
¿Pese al fallido ‘tic tac’ de Mbappé en 2021?
Fíjate que creo que todo aquello no sólo no nos perjudicó, sino que el ‘tic tac’ fue un éxito. Vayas donde vayas, te lo recuerdan. No nos hizo daño porque no nos inventamos nada, fuimos contando lo que pasaba y hubo una sorpresa final que nadie esperaba. Aquello del ‘tic tac’ ha sido de lo mejor que le ha pasado al programa.
¿Todo lo que te dicen por la calle es agradable?
Sí. Hemos estado hace tres semanas en la final de Copa y me he hecho 50 o 60 fotos con gente del Barça. Eso demuestra lo que es el programa y que al final somos personajes que trascendemos. A veces, en algún estadio, te gritan algo o algún insulto a 20 metros de distancia, pero poco, de lejos y nada grave. En general el trato con la gente es una cosa realmente maravillosa.
Las redes sociales son otra historia.
Por fortuna, me han pillado mayor y no les doy trascendencia ¿Qué más me da lo que piense una persona que está en su casa con la foto de una lata de cerveza como imagen? Mira, tengo Twitter desde el año 2010, la época en que empezó el Mourinho-Guardiola, que fue muy intensa, y normalmente no entro en las menciones. De hecho, me río bastante cuando me manda algún amigo lo que me dicen. No puedo hacer caso ni me puede influir lo que dice @MentePerversa78 con una foto de las cataratas del Iguazú. Como gremio nos hemos equivocado dándoles una importancia que no tienen. Si me cruzo en el pasillo con un atlético como Vicente Vallés y me dice que me he equivocado en algo que he dicho, voy a escucharlo de nuevo porque igual tiene razón, pero si me lo dice @InfiernoMortal 48, no puedo darle trascendencia.
¿Ese mal rollo se ha contagiado al periodismo? ¿Estamos siempre a la gresca entre nosotros?
Yo creo que el respeto entre medios debe ser sagrado y demasiado a menudo no se tiene. Lo peor de la profesión, y ahora se hace mucho, es criticar a compañeros que dan noticias cuando tú no las das. Si eres narrador o comentarista y no das información porque tu perfil es otro, al menos valora a la gente que sí las da, te gusten o no, porque detrás hay mucho trabajo. Otra cosa que me preocupa es que necesitamos un periodismo deportivo con más hambre porque las generaciones que están entrando en algún momento nos tendrán que retirar. Si no, vamos a estar toda la vida y yo me quiero jubilar y dedicarme a jugar al golf, un deporte serio de verdad. Ese es mi objetivo.
La Libreta de Van Gaal: "Al periodista deportivo le sobra ego y le falta sentido del humor"

La Libreta de Van Gaal: “Al periodista deportivo le sobra ego y le falta sentido del humor”

¿Quién vigila a los vigilantes? La pregunta que planteaba ‘Watchmen’ tiene una respuesta clara en el caso de los periodistas deportivos españoles: les vigila ‘La libreta de Van Gaal’ o, lo que es lo mismo, Miguel Gutiérrez (Madrid, 1977). Antes como blog, ahora como podcast, ambos de éxito, la recopilación de contradicciones, falsedades, burradas y peleas del gremio lleva siendo desde 2004 palomitas para el público, cura sana de humildad para las ‘víctimas’ con sentido del humor y motivo de indignación para quienes viven de criticar, pero no asumen que se les critique. El propio Miguel, consciente de la polémica que genera su labor, lanza la contrapregunta: "Yo os vigilo a vosotros, pero ¿quién me vigila a mí?".

¿Cómo llevarías que alguien criticase tu trabajo como tú el del resto?
Lo llevaría estupendamente si lo hacen bien, como creo que lo hago yo. Normalmente las críticas que he recibido son personales o de gente que se inventa cosas sobre mí. Eso lo llevo mal porque no es crítica, es ataque. Pero si alguien se dedicara a repasar lo que hago, analizarlo y buscar mis contradicciones, tendría que aceptarlo. ¿Cómo no voy a aceptar que hagan conmigo lo que yo hago con ellos?
¿Qué se inventaron sobre ti?
Un periodista, Juan Antonio Alcalá, se inventó en la COPE que había coincidido conmigo en un avión a Canarias y que yo iba en la última fila mientras él iba en clase business. Más allá del chiste clasista, que muchos en su programa rieron, no piso Canarias desde el año 2010. Ese tipo de cosas son las que llevo mal.

Para saber más

¿Por qué decidiste empezar a controlar a los periodistas deportivos?
La realidad es que no lo decidí, quizá por eso salió bien. Empecé con un blog para desahogarme. No me senté un día a trazar un plan maestro en plan voy a hacer un blog dirigido a este público objetivo que con estas líneas, simplemente me lancé a escribir cosas que me apetecía decir. Y no eran sólo cosas sobre periodistas deportivos, escribía de todo. ‘La libreta de Van Gaal’ era un cuaderno de apuntes de fútbol, pero vi que cuando escribía sobre periodistas deportivos a la gente le gustaba especialmente y que las cosas que yo escribía no las decía nadie más. Tal vez las pudiera decir algún aficionado, pero ningún periodista. Ahí vi por dónde tenía que ir, pero fue un proceso muy natural.
¿Cómo elegiste el nombre?
Pensando títulos se me ocurrió este, que me pareció un poco absurdo, pero pensé: "Si existe La Oreja de Van Gogh, ¿por qué no va a poder existir ‘La libreta de Van Gaal’? Ya lo cambiaré". Y ha funcionado, sorprendentemente.
En realidad tienes un trabajo de verdad.
Trabajo en el departamento de comunicación de una empresa desde hace seis años. En ese momento decidí que me desvinculaba definitivamente de la prensa deportiva y que mi camino iba por otro lado. Efectivamente ha sido así porque esto de ‘La libreta’ es un hobby. En ese momento dejé de escribir y mantuve el podcast como un pequeño vínculo con el pasado y un poco también para desahogarme, pero resulta que ese podcast ha seguido creciendo, tiene una comunidad muy fiel y desde 2020 además lo emite Radio Marca, que si me lo llegan a decir en su día no me lo creo con los palos que le pegaba a Radio Marca. Bueno, y que le sigo pegando.
‘La libreta’ es un hobby porque pese al boom de los podcasts, como antes sucedió con los blogs, siguen sin monetizarse en condiciones.
Los primeros años, absolutamente nada. El primer banner de publicidad que puse en mi blog fue cuando ya llevaba cinco años. Ahora el podcast es un hobby venido a más y lo monetizo un poco. Si tuviera que vivir de ello, me daría para ir tirando pero como es algo que hago en mi tiempo libre, monetizarlo no es lo más importante. Lo más importante es que me sirve para seguir sintiéndome periodista.
Ejerciste el periodismo deportivo durante muchos años. No hablas de oídas.
Estuve en ‘ADN’ y luego fui redactor jefe en 'Sportyou', que lo dirigía Elías Israel y es el sitio en el que más años he trabajado, pero siempre me he considerado un outsider en el periodismo deportivo. De hecho, cuando me llamaste para hacer la entrevista me sorprendió porque voy viendo los personajes que sacas y nunca me imaginé que yo pudiera encajar en esa galería.
Hombre, algo tendrás que decir sobre el periodismo deportivo, nadie dedica tantas horas como tú a estudiarlo.
Algo puedo decir, claro, pero nunca me he considerado parte de la tribu. Si acaso, un vigilante externo.
¿De verdad crees que existe esa tribu?
Claro que sí. ¿Tú no?
No. Creo que es una profesión donde cada cual tiene su grupo y ya está. Y a menudo esos grupos se miran mal.
Bueno, los choques tribales son inevitables [risas]. Te compro que en vez de una gran tribu hay varias más pequeñas, pero en cualquier caso yo no he estado en ninguna. He sido más un francotirador. También porque el trabajo que hacía como periodista deportivo era más de editor y de jefe que de reportero. Esto es algo que me sacan muchos de los que me critican, que no he hecho guardias. Y es verdad que ni las he hecho ni las he querido hacer. El reporterismo está muy bien, pero no es el único periodismo posible, que es una cosa que parece que nos quieren colar sobre todo los que lo ejercen. El periodismo necesita perfiles muy diversos. La radio necesita productores y los periódicos necesitan editores gracias a los que el periódico llega al quiosco o se publica en web. Quiero reivindicar un poco eso porque parece que fuera periodismo de segunda categoría y para nada. Además, muchas veces estos reporteros van a los sitios y tampoco consiguen más que el que el que tienen al lado de otro medio.
¿Cuántas horas de periodismo deportivo consumes al día para elaborar el podcast?
Muchísimas. No las cuento porque me agobia, pero me levanto todas las mañanas escuchando ‘La tribu’, de Radio Marca, y me acuesto escuchando ‘El Partidazo’, de la COPE. Y entre medias voy picando de aquí y de allí. Me lleva muchas horas, pero es una cosa que me apasiona y me sigue divirtiendo. Si no, no lo haría porque es mucho trabajo y el retorno, como hablábamos al principio, es escaso.
¿Qué es lo que más te divierte encontrar?
Lo que más me divierte, que hasta me río físicamente haciendo el montaje, es cuando encuentro una contradicción de un periodista que un día dice una cosa y el siguiente, la contraria. Si tuviera uno de esos todas las semanas sería el éxtasis. Luego las peleas y los enganchones entre tertuliano, parece que son barro puro y duro, pero debajo hay cosas que se pueden analizar. Lo que asoma en esas discusiones es que, en general, a los periodistas deportivos les sobra ego y les falta de sentido del humor. Hay también un componente de forofismo, pero sobre todo lo que define al gremio es eso.
Entonces, ¿en la lápida del periodismo deportivo deberíamos inscribir: "Le sobró ego y le faltó humor"?
Bueno, cualquiera que use Instagram ve que no hace falta ser periodista para tener mucho ego, pero podríamos ir en esa línea. En el periodismo deportivo hay mucho de: "Yo hablo con este micrófono tan importante, a mí me escucha la gente, yo soy influyente"... Se pretende marcar territorio con el resto aunque, al final, muchas veces el que tiene un micrófono muy importante maneja más o menos la misma información que el señor de la calle. Esa es la realidad actual del periodismo deportivo.
Aparte de que, en general, lo decisivo es el micrófono y no el periodista.
Exactamente. Las grandes radios tienen su audiencia pongan a quien pongan. De hecho, a mí, que he conducido por caminos secundarios y terciarios, mucha gente de la profesión me miraba un poco mal porque yo hablaba desde un micrófono que no tenía la serigrafía de una gran emisora. Lo que hacía como mecanismo de autodefensa era preguntarme cuánta gente prestaría atención a ese que me miraba mal desde esa radio tan importante si hubiera empezado con un blog y con un podcast. ¿Cuántos seguidores tendría en Twitter? ¿50? Ha tenido la suerte de que hizo unas prácticas y se quedó en una emisora per secula seculorum, pero el periodismo deportivo está lleno de gente que vale lo que vale el micrófono de su emisora. Nada más.
¿Te llaman muchos periodistas cabreados?
No, muy pocos. Lo realmente gracioso es que los periodistas que me llaman no lo hacen para reprocharme algo, me llaman para salir. Quieren que les critique [risas]. El otro día, Paco Grande me citó en un congreso y dijo que ‘La libreta’ era como los antiguos guiñoles Canal+, que eran críticos pero los políticos querían tener el suyo para estar representados. Tengo casos de periodistas que me han llegado a mandar vídeos de ellos diciendo barbaridades para que las meta en el podcast y de una gran emisora que no voy a nombrar me hicieron llegar que ellos salían muy poco. Es increíble.
Miguel Gutiérrez posa para la entrevista.

Miguel Gutiérrez posa para la entrevista.JOSÉ AYMÁ

¿Quién es tu preferido de todo el bestiario?
Ha ido por temporadas. Cuando empecé con el blog, que estaba centrado en la prensa escrita, me daban mucho juego el ‘Sport’ y el ‘Mundo Deportivo’, pero luego ‘As’ empezó con el Villarato y llegó Eduardo Inda a ‘Marca’. Lo que Pedro Sánchez es ahora para mucha prensa, lo fue Inda para mí. El personaje estrella. Después le tocó a Pedrerol, que al principio me daba mucha bola porque tuiteaba muchas barbaridades de los tertulianos de ‘Punto pelota’ y le venía bien, pero luego se hizo mainstream, se enfadó conmigo y me bloqueó en Twitter.
¿Por qué se enfadó?
Le había hecho un montón de críticas y no se había enfadado, pero un día una web de información televisiva hizo una encuesta preguntando: "¿Es ‘El Chiringuito’ objetivo?". Pedrerol contestó: "La objetividad no existe, amigos. Existe la honestidad". Y entonces puse un tuit diciendo: "Reformulemos la encuesta. ¿Es honesto ‘El Chiringuito’?". Ahí me bloqueó y no he vuelto a tener trato con él. Tampoco pasa nada. Estamos bien así. Luego, si seguimos evolucionando, vienen Roberto Gómez y Alcalá, que se puede decir que ha sido mi archienemigo. Isaac Fouto también lo intentó un poco, pero luego estuve invitado un día en ‘El Partidazo’ y muy bien con él.
Cara a cara siempre es más difícil.
También es cierto, e igual está mal que yo lo diga, que los periodistas que han venido a por mí han salido trasquilados porque tengo mucho material. Últimamente Antonio Romero también se ha acordado de mí en plena narración de los partidos del Real Madrid en la SER. Me parece bien tener este tipo de enemigos que están en grandes medios y con una situación de poder. Uno tiene que elegir sus enemigos y prefiero que sean los que pueden defenderse que otros más débiles.
Roberto Gómez ha sido de los más críticos contigo.
Es verdad. Sé que no le gusta nada lo que hago y también que yo le he sacado mucho porque se contradice con facilidad. Creo que ‘La libreta’ tiene que sentar mal a determinadas personas y probablemente Roberto sea una de ellas. En casi todas estas entrevistas acaba saliendo su nombre y eso es por algo, quiere decir que las ha vivido todas y eso hay que reconocérserlo, pero si se enfada qué se le va a hacer. Yo preferiría que se lo tomara con humor, pero si no le gusta lo que hago tiene todo el derecho.
Después de todos estos años analizando el periodismo, ¿cuál es tu diagnóstico?
Para empezar, el gran problema que tiene el periodismo deportivo es que no tiene información y no tiene protagonistas. Entonces, sin información ni protagonistas es muy complicado hacer un periódico o un programa de calidad. Los grandes clubes y los grandes deportistas tienen ya sus propios canales y no necesitan al periodista para casi nada. Sólo los necesitan ya para alguna cosa no muy positiva como, por ejemplo, decir que no te vas a presentar a una final de Copa y horas después sacar un comunicado diciendo lo contrario. Esto fue el Madrid, pero evidentemente lo hacen todos. El periodista deportivo sirve para lanzar globos sondas, pero lo serio ya lo anuncian ellos. Esto hace que todos los programas orbiten en torno a la opinión y no a la información.
Mal asunto.
Sí, evidentemente son programas muy distintos a los que escuchábamos hace décadas. Aunque también es verdad que es muy fácil dar lecciones. Escuché hace poco que José María García decía que ‘El Partidazo’ es una mierda. Y mi reflexión es que si García tuviera que hacer un programa en 2025, ¿cómo lo haría? ¿Sería mejor? Porque el programa que él hacía en los 80 y los 90 no lo podría hacer hoy sin acceso a protagonistas, sin tanto poder y con redes sociales que lo van contando todo a lo largo del día. Me gustaría que alguien se lo preguntara porque probablemente sería un programa muy parecido a ‘El Partidazo’.
Ese sería el diagnóstico del periodismo, ¿y el del periodista?
El periodista deportivo medio es un perfil que la gente no conoce. La gente tiende a pensar que el periodista deportivo es el que sale en la tele y esos son un porcentaje muy bajo que, curiosamente, son los que van repitiendo por ahí que vivimos la Edad de Oro del periodismo deportivo cuando la realidad es que es un mundo absolutamente precario y en el que la mayoría de profesionales son fácilmente sustituibles. Seguramente también muchos de esos tertulianos. Por eso es tan precario. Y esos mismos que hablan desde el privilegio dicen mucho también que es cuestión de echarle horas, hacer sacrificios personales… Cosas que en cualquier otra profesión se llevarían las manos a la cabeza, pero aquí parece que es lo normal prosperar a base de desatender tus derechos.
¿Te preocupa que se te acaben los personajes con las nuevas generaciones o la cantera es inagotable?
No se van a agotar. Llevo nueve temporadas del podcast y al principio tenía la sensación siempre de "madre mía, esta semana no tengo tema". Y al final, como los programas tienen que ir sobre algo, los propios periodistas acaban sacando los temas que haga falta para llenar. Y con los periodistas pasa un poco lo mismo: siempre va a tener que haber gente que hable y llene esos programas. Hay una o dos generaciones que están taponando terriblemente a los más jóvenes, pero si algún día salen esos, habrá otros esperando para ocupar su lugar. Doy clase en un master y allí he descubierto que ahora los estudiantes se dividen en dos: los que quieren ser Miguel Quintana y los que quieren trabajar en ‘El Chiringuito’. La vía Quintana me va a dar poco material, pero la otra es una fuente inagotable.
¿No se es injusto a veces con ‘El Chiringuito’? Se le responsabiliza de algo que ahora mismo hacen casi todos.
Jorge Valdano hace poco dijo que uno puede ser periodista de manera espectacular, trabajando en programas como ese, o puede formarse y ser una persona más leída, que conozca más sobre más cosas y profundice en las historias, porque sabiendo más de la vida sabrá más sobre fútbol. Yo voy en esa línea. Mucha gente y también muchos periodistas consideran que ‘El Chiringuito’ es un buen producto periodístico. Yo creo que no. Funciona, es indudable, pero los enfoques son muy sensacionalistas y muchas noticias carecen del menor rigor. Sin embargo, es cierto lo que dices: este problema no es solo de ‘El Chiringuito’. Somos injustos y les señalamos siempre a ellos, pero ha habido una chiringuitización de todo el periodismo deportivo español.
¿Hay tertulianos tan coherentes que nunca les has pillado?
Sí, hay bastantes periodistas que salen en el podcast como parte del paisaje o porque de vez en cuando dicen alguna frase un poco estridente, pero que me gustan mucho. Por ejemplo, en la COPE me gustan Miguel Rico, Roberto Palomar o Elías Israel; en la SER está muy bien la charla que hacen de futbolistas; Ricardo Sierra, que está en Onda Cero y Radio Marca, parece que no se moja porque es muy correcto, pero dice muchas cosas interesantes; me gusta también Miguel Ángel Méndez… No sé. Muchos. Y me gusta decirlo porque, aunque me dedique a exponer los fallos, también hay que decir lo que otros hacen bien, que es algo que cuesta mucho en el periodismo deportivo.
¿Es un gremio muy cainita?
Sí. Es un mundo muy corporativista de puertas hacia fuera y muy cainita de puertas hacia dentro. Cuando un entrenador, o yo mismo, ataca al periodismo, se defienden todos, pero luego hay muchas envidias y mucha crítica velada sin dar nombres, que es una cosa que me revienta. Los periodistas son cobardes cuando critican a su profesión. Eso me alucina, porque si hacen una crítica a lo mal que defiende el Barça contra el Inter, nombran a Araujo y si dicen que el Madrid funciona mal en mediocampo, también dan los nombres de los responsable, pero cuando hablan de cosas de periodistas no se atreven. Están todo el día tirándose chinitas sin dar nombres, lo cual también contribuye a desinformar porque hay cosas que dice un idiota en una tertulia y parece que lo dice toda la prensa de Madrid o de Barcelona. Están igualando a la gente por abajo y se dedican horas y horas de programa a discutir sobre lo que dicen los más tontos. Es injusto y dañino. No hay que cubrir a los malos.
Santi Giménez: "El periodismo bufandero sin careta se inventó en Barcelona... y ya se apuntaron todos"

Santi Giménez: “El periodismo bufandero sin careta se inventó en Barcelona… y ya se apuntaron todos”

Santi Giménez (Barcelona, 1968) es un montón de cosas. Subdirector de ‘As’, comentarista de ‘Carrusel Deportivo’ y ‘El Larguero’, colaborador cultural en RAC1, muy alto, llamativamente pelirrojo (tirando a cano ya, todo hay que decirlo), culé, escritor, abuelo aunque no lo parezca, bebedor sibarita y actor fetiche de David Trueba, entre otra serie de cuestiones.

Acaba de publicar un libro de relatos, ‘Nos crecen los enanos’, alrededor de las calamidades históricas del Barça, que, pese a que la semana ha sido dura, no son tantas. "Cualquier equipo podría tener su libro de desgracias. Las del Barça a mí me tocan más de cerca, pero los del Atleti o el Espanyol tendrían varios volúmenes. Hasta el Real Madrid, aunque no lo quieran reconocer, con las Ligas de Tenerife o el Centenariazo. Lo bonito es que, por muchas putadas que te haga tu equipo, tú no te bajas. Si no, seríamos todos del Madrid. Un coñazo", explica.

Perder no es para tanto.
En realidad, lo cojonudo es lo que decía [el regatista] Dennis Conner: "Sólo hay una cosa mejor que ganar que es perder y volver a ganar". Porque cuando te la has pegado antes, la victoria es distinta. Sin las derrotas en las finales de Copa de Europa de Berna o de Sevilla, las Champions que ha ganado luego el Barça no tendrían el mismo sabor. Si ganas las seis primeras Copas de Europa y luego no pierdes una final ni a tiros, no tiene ni puta gracia.
¿Aún disfrutas escribiendo?
En esto, como en el deporte, también te imaginas que vas a ganar siempre y luego es mentira. Crees que vas a escribir con tiempo y al final no te da la vida y no cumples los plazos. Esto tan famoso de Virginia Woolf de que para escribir en condiciones hay que tener una habitación propia lo podían decir ellos porque eran totalmente millonarios. Yo tengo un trabajo, unos plazos, una vida… Así que en general aún me gusta escribir, pero siempre existe el momento en el que te arrepientes de haberte metido en este lío.

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Siendo un hombre de múltiples inquietudes, ¿es aplicable ese arrepentimiento también al periodismo?
No me arrepiento nada porque creo que tampoco sabría hacer otra cosa. Es lo que siempre he querido hacer y me da igual el periodismo deportivo, que me gusta mucho, u otro tipo de periodismo porque es cierto que me interesan muchas cosas. También hago cosas de periodismo cultural o histórico [consejo del entrevistador: busquen sus dos libros de los Execrables, sobre la cara oculta de los grandes personajes de la Historia], por ejemplo. El periodismo te permite tocar muchos palos y conocer a gente interesante y a mucho miserable también, no nos vamos a engañar.
Existe un prejuicio crónico hacia el periodista deportivo, como si por hablar de fútbol fueras automáticamente un gañán.
Es verdad y no se sostiene. En el periodismo deportivo se ha escrito muy bien y solamente tienes que mirar la cantera que ha sido. En Barcelona, Carles Francino, Andreu Buenafuente, Jordi Basté o Joaquim Maria Puyal empezaron en el periodismo deportivo y seguro que en Madrid hay otros mil ejemplos. El periodismo deportivo te da una agilidad, una rapidez y una manera de actuar que no la tienen otras secciones. Los de política, evidentemente, van muy agobiados durante la campaña electoral, pero es que para nosotros la campaña electoral empieza en agosto y acaba en junio. Además a través del deporte puedes escribir de casi cualquier cosa de la vida. Es verdad que estamos bastante estigmatizados y esa fama de zotes viene porque se toma la parte por el todo. Si ves a ciertos personajes y programas como ‘El Chiringuito’, vas a pensar que todo el mundo es así y que los periodistas deportivos somos gente que nos dedicamos a gritarnos con la camiseta puesta. Y los hay, pero son sólo una parte.
¿Hay diferencia en esto entre Madrid y Barcelona?
No lo creo. De hecho, el periodismo bufandero sin careta lo inventa el ‘Sport’, que es el primer diario que se declara abiertamente del Barça. Un poco forzado por eso, le siguió ‘Mundo Deportivo’, que originalmente quería ser ‘L’Equipe’ y cuando el Espanyol jugaba en casa abría con el Espanyol. ‘As’ y ‘Marca’ se sumaron también enseguida a la casa del Madrid, aunque Marca mantuvo aún un tiempo la zamarra de "el diario de todas las aficiones", que ya evidentemente ha pasado al olvido. Pero esa corriente se inventó en Barcelona y ya se apuntaron todos.
Empezaste tu carrera cerrando dos periódicos, ‘Las Noticias’ y ‘Diario de Barcelona’. Sólo podías mejorar.
A ver, igual fue una señal, pero me quedé porque era divertido. El primero fue un proyecto que duró tres meses y cerró porque, evidentemente, lo utilizaron para blanquear dinero y el siguiente acabó muriendo por cuestiones políticas, pero era el diario más antiguo del continente después de ‘The Times’. Ahí viví cómo se pasaba de la linotipia y los fotolitos a los periódicos de ahora, que son otra cosa que nada tiene que ver con aquel diario y aquella era del periodismo que murieron a la vez.
En esos primeros años de carrera vives dos cosas que se han mitificado mucho y no sé si fueron para tanto. La primera es ese periodismo crápula de redacciones con tabaco y alcohol.
Era para tanto. En el ‘Diario de Barcelona’, cada día a las siete de la tarde subía el del bar de abajo con un carrito como los de los aviones con ginebra, vodka, whisky… Lo que bebieras. Aparte de las botellas que cada redactor tenía en su cajón, claro. Iba sirviendo y a las siete y media, cada tarde, todas las mesas se llenaban de cubatas. Y ya tomaba nota a los que se quedaban a cenar para ver qué les subía a las diez. Yo me integré bien. Vi que era tradición y me pedí un gintonic.
Un esfuerzo.
Claro, joder, si a mí me encantaba la Fanta y hasta hacía deporte, pero hay que integrarse. El tema es que entonces el ambiente era diferente porque se pasaba muchísimo más tiempo en las redacciones. No había teléfonos móviles ni ordenadores portátiles y todo el mundo trabajaba llamando por el teléfono fijo de su mes o saliendo a la calle a buscar noticias, pero teniendo que volver para escribirlas en la redacción. No era esto de ahora que hago cuatro llamadas con el móvil, lo escribo desde donde sea y me puedo pasar una semana sin ver a los compañeros. Antes estábamos juntos todas las putas horas del día.
Y teníais acceso a los protagonistas, otra cosa que ha desaparecido.
Claro. Tenías acceso a los jugadores del Barça y del Espanyol porque cada día salían del entrenamiento y hablaban contigo. También es cierto que ahora hay cientos de periodistas cubriendo al Barça y antes éramos diez o doce. Nos conocían a todos por el nombre, se paraban a hablar, dejábamos los coches en el mismo parking… Hubo una época en que los futbolistas del Barça entrenaban en unos campos detrás del Miniestadi, pero se cambiaban en el Camp Nou. Era un trayecto de unos 300 metros y normalmente lo hacían andando, pero había ahí algunas facultades de las universidades y, si veían mucha gente, nos pedían que les llevásemos en nuestros coches. Este era el nivel de confianza.
Los viajes ayudaban mucho también.
Viajabas con ellos en el mismo avión, estabas en el mismo hotel, podíais salir juntos por la noche… Los clubes o la selección nos metían a los periodistas en ese pack y con lo que nos cobraban básicamente pagaban el hotel y el avión a los jugadores. Ahora que tienen mucho más dinero, ya no les interesa. La convivencia era total y yo creo que hay algo en que tanto los clubes como los futbolistas se equivocan. Dicen que nos han alejado porque si les conocemos demasiado, nos metemos en sus vidas. Y es falso. Cuando sí había trato nadie se metía en sus vidas privadas, aunque las conocíamos, porque les protegías mucho más. Salían ganando los jugadores porque un tío con el que tienes una relación personal, cuando te tenga que dar un palo te lo va a dar con más cariño que si no le conoces de nada.
La segunda cuestión mitificada de tus inicios son los Juegos de Barcelona 92 y la felicidad y modernidad que transmitieron.
Eso fue curioso porque la ciudad estaba bastante dividida en los años previos. A mi generación, que éramos aún muy jóvenes, nos pareció cojonudo que nos los dieran, pero para la gente más mayor aquello era un atraco a la ciudad, cuatro años de obras, nos iban a invadir los turistas y los independentistas decían que era una maniobra para españolizar, porque hubo alguna actuación cuestionable del juez Garzón al respecto. El orgullo surge a posteriori porque recuerdo mucha gente que decidió irse de Barcelona esos 15 días y a la semana volvió porque vieron que aquello era maravilloso. Yo lo viví desde dentro y me pareció fantástico. Por mucho fútbol que haya hecho y muchas Champions del Barça, los Juegos de Barcelona son mi recuerdo profesional más feliz.
Eras casi un crío.
Tenía 23 años. Otra cosa que pasaba en ese periodismo tan mitificado es que no había Comité de Empresa y el director decidió echar a toda la sección de deportes de un día para otro poco antes de los Juegos Olímpicos, fichar a cuatro chavales y me tocó ir a cubrir el atletismo. Me vi en el Estadio Olímpico haciendo el deporte rey y flipé.
Aquí hay un giro argumental loco porque de esa imagen idílica pasaste a trabajar en la política, en Prensa de CiU. ¿Qué pintabas allí?
Nada, pero cerró el periódico, mi madre se preocupó mucho por mi futuro laboral, ella estaba en Convergència y se enteró de que había una vacante para cubrir durante dos meses una campaña electoral absurda para las europeas. Pensé: "Bueno, son sólo dos meses y necesito dinero para irme de vacaciones". La gente era majísima y fue divertido verlo desde el otro lado, pero la campaña era de un hombre aburridísimo que se llamaba Carles Gasòliba y mi trabajo era básicamente escuchar tertulias y atender a los medios de comunicación que querían entrevistas. Lo que pasa es que la vida en Cataluña es lo que sucede entre elección y elección y llegaron casi seguidas a la Generalitat, al Ayuntamiento y unas generales, y me fui quedando.
Eso ya era más interesante.
Mucho. El Ayuntamiento fue Miquel Roca contra Pasqual Maragall; la Generalitat, en el 95, iba a ser la última de Jordi Pujol, que luego no, y las generales, que fue la última campaña que hice, ya en la caravana electoral, fue la que acabó con el Pacto del Majestic con Aznar, que lo viví. Ahí ya dije que me iba, que aquello no era lo mío y tampoco era, digamos, el partido que a mí me representa. Pero fue una experiencia cojonuda.
¿Qué tal con Pujol?
Hostia, es un personaje increíble. Llevaba acompañándole tres o cuatro meses a actos y un día había un foro internacional en Barcelona y, como hablaba inglés, me pusieron a guiar a un equipo de la BBC que estaba haciendo un reportaje especial sobre Pujol. Los llevo a hablar con él y el tío me vio así pelirrojo, alto y hablando raro, me confundió con el de la BBC y me empezó a chapurrear en inglés hasta que entendió que yo era de los suyos. Pero lo mejor era lo de las siestas.
Desarrolla, por favor.
Pujol necesitaba echarse la siesta en casi cualquier circunstancia, así que cuando tenía comidas fuera, le cerrábamos una sala y el tío se tiraba en el suelo, debajo de la mesa, a dormir un rato. Sólo le asomaban las piernas. Un día estaba dormido y entró un obrero que estaba arreglando un pladur del salón, vio los pies que salían por debajo de la mesa, miró quién era y pensó que había habido un atentado. Empezó a gritar: "¡Han matado a Pujol!". Y el otro se despertó sobresaltado sin entender nada. Fue una escena increíble.

David Ramírez / Araba Press

De CiU pasas al ‘Sport’, tu carrera se dispara y compartes redacción con tu compañero del alma, Lu Martín.
Así es. Es el mejor reportero que hay y su capacidad para sacar noticias y trabajar es increíble. Luego hay que arreglarle los textos, eso sí. Nos conocíamos de antes, de los viajes y tal, y siempre congeniamos. Cuando empezamos ya a viajar juntos a todo, la cosa cogió otra dimensión.
Y acabasteis en la cárcel.
Yo obligado, él voluntariamente en un acto de amor. Fue en un stage del Barça en Suiza y tuvimos un accidente de tráfico. Nada grave, pero como era un viernes por la tarde, había un herido leve, yo conducía y era extranjero, el protocolo marcaba que tenían que encerrarme hasta que apareciera el juez de guardia el sábado o el domingo. Me metieron en el calabozo y Lu dijo que no me dejaba solo y que también le detuvieran. Accedieron, pero entonces pidió una celda con dos enchufes y que nos dejaran meter los ordenadores porque teníamos que trabajar. Todavía están alucinando los policías suizos. Fue la única petición que hicimos, tampoco fuimos tan problemáticos.
Habría que preguntarles a ellos.
El caso es que al final nos echaron de la cárcel. Les dimos tanto la paliza que, para que dejáramos de molestar, nos mandaron al hotel bajo la promesa de que volviéramos cuando llegase el juez.
¿Cumplisteis?
Por supuesto, son gente muy educada los suizos.
En 2010 fichas por ‘As’, que para un culé es pasarse al enemigo.
Yo nunca lo había visto como el enemigo y en el ‘Sport’ era una mala época de cambios. Echaron a Miguel Rico, Lu se fue cinco minutos antes de que lo despidieran, Fernando Zueras se fue, Carazo ya no pintaba nada… Aquello había cambiado mucho y lo cierto es que yo tampoco pintaba ya nada y era el siguiente al que iban a echar. Entonces apareció el ‘As’, que buscaba un delegado en Cataluña porque Tomás Guasch se había ido con Paco González y Lama a la COPE. Alfredo Relaño pensó en mí y me pareció muy divertido. La verdad es que he escrito con más libertad del Barça en el ‘As’ que en el ‘Sport’. En un diario de Madrid puedes explicar cosas que pasan en el Barça que no te gustan, mientras que en uno de Barcelona que vive de las promociones y de los contactos del club, es más jodido. Total, a mí el Barça ya no me da nada porque soy del ‘As’, así que tengo la absoluta libertad para escribir lo que quiera.
Relaño también valoró siempre que le resistías las sobremesas, cuestión no siempre sencilla.
Sí, sí, sí. Vamos, creo que el día que Alfredo decide ficharme es uno que viene a Barcelona a verme, vamos a comer y acabamos a las siete de la tarde. Me dijo: "Me has aguantado la comida. Creo que eres el hombre adecuado" [risas].
No hemos hablado de tu faceta de actor, una carrera corta pero intensa.
Soy un actor de culto como John Cazale, que sólo hizo cinco pelis, pero todas buenas y casi todas con Coppola [risas]. Soy el John Cazale de David Trueba. Estuve en ‘¿Qué fue de Jorge Sanz?’, ahora en la de Eugenio [‘Saben aquell’] y ya estoy esperando lo siguiente, pero ya sabes que a los actores, a partir de cierta edad, ya no nos llegan tantos papeles.
Sobre todo a los galanes, claro.
Exactamente, me pasa un poco como a Jorge Sanz.
Jorge es tu amigo.
Así es, incluso me hizo alguna presentación bastante histórica de un libro de la que no voy a hablar porque no quiero volver a la cárcel.
Aquí volvemos a lo de los prejuicios del principio. En realidad, te mueves en un círculo intelectual de Barcelona.
Sí, esto empezó también es mucho por Lu, que se movía en ese ambiente. David Trueba, Pep Guardiola, Fermín Muguruza... Gente interesante que, además, también que te respetan y no ven al periodista deportivo como a un gañán ni te dicen: "Hostia, has leído libros y sabes de cosas a pesar de ser periodista deportivo". Tengo una amistad normal y natural, no es aquello de buscar el famoseo por el famoseo.
¿Guardiola se relaja en algún momento?
Quiero aclarar que no me considero amigo de Pep, esos son Trueba y Lu, yo soy un conocido, nos llevamos bien y hemos salido a cenar juntos todos. Guardiola se relaja dentro de su sistema. Es decir, habla de otras cosas y es divertido, pero llega un momento en que habla de fútbol y es que lo vive de verdad, es muy apasionado y es un privilegio que te explique fútbol.
Cuando hemos hablado de mitos de los 90, no hemos hablado del mayor para el barcelonismo: Johan Cruyff.
Merecido todo. En la distancia corta era magnético, el carisma en persona. Un tío divertido, fácil, afable e inteligentísimo. Tardé diez ruedas de prensa en atreverme a preguntarle algo, estaba cagado. Cruyff tenía una bronca abierta con Díaz Vega y al día siguiente a un partido había una reunión de los entrenadores con los árbitros, fue la primera vez que me atreví a preguntarle: "¿Y usted con qué cara va a ir allá?". Y el tío me miró y dijo: "Muy buena pregunta, pues no voy a ir" [risas]. Entonces ya me relajé y empecé a preguntar a Cruyff sin miedo. Al cabo de unas semanas, nos cruzamos por la calle, se paró y vino a buscarme para saludar. Ese día pensé: "Ya está, ya me puedo morir en paz".
¿Laporta es dios o diablo? Desde lejos, se ven las dos corrientes en el barcelonismo.
Lo que es Laporta es constante. Los que tiene a favor, los tiene siempre a favor y son inamovibles. Los contrarios son el ejército de Pancho Villa y nunca acaban de decidir quién da la cara contra él, porque Laporta es muy bueno en la confrontación, tiene siempre esa base de incondicionales y para ganarle vas a tener que bajar al barro. Y Laporta es un tío de batalla mientras que los otros son parte de una alta sociedad barcelonesa a la que no le gusta mancharse las manos ni tienen la jeta que tiene Laporta para jugarse el patrimonio. Laporta es un integrista del Barça.
Luego te sale un Lamine Yamal y te lo soluciona todo.
Claro, porque, después de que te salga un Messi, que te salga un Lamine es para contarlo en los libros de Historia. Increíble. También hay que tener en cuenta el factor azar y que para que estos chavales salgan ha hecho falta hacer muchos fichajes terribles antes. Por ejemplo, Fermín estaba cedido en el Linares. A todos estos jugadores les das confianza por la necesidad absoluta. Si se llega a quedar Dembélé, Lamine estaría jugando en el Girona.
¿Cómo ves el estado general del periodismo?
Está cambiando y no sabe cómo. Hay un problema de empaquetamiento, de cómo vender y monetizar el producto. Los periódicos de papel ya no se venden y en la web la gente no quiere pagar. Por lo tanto, la ecuación es complicada y eso está llevando a una cosa espantosa que es el clickbait y el síndrome del redactor asesinado, esos que se mueren a medio titular y te dejan la idea a medias o unos puntos suspensivos. Siempre tengo la sensación de que alguien ha entrado en la redacción y les ha disparado. Eso va muy en contra del oficio. Creo que no se hace buen periodismo y hay que darle una vuelta a las webs, no puede ser que se dediquen a ser elementos para engañar al lector como un imbécil porque picará dos veces en una noticia de estas, pero verá que es una chorrada y a la tercera ya no entrará porque no es gilipollas. Y luego hay que ordenarlas mejor, no puede estar todo al mismo nivel y una noticia sobre la Dana al lado de otra sobre las tetas de una concursante de la Isla de las Tentaciones. No lo acabo de entender, pero también es cierto que ya soy un señor viejo.
Bueno, te ha cundido. Has cubierto Barcelona 92, has tratado a Cruyff y has bebido con George Best.
Cierto, lo de Best es quizás lo que más ilusión me ha hecho por inopinado. Yo simplemente estaba en la barra de un bar y se me sentó al lado. Me vino a buscar él a mí. Era la final de Champions United-Bayern del Camp Nou, en el 99, la de la remontada en el descuento. La BBC me contrató para hacer una crónica social en el descanso y salí del estadio porque tenían el plató fuera. Como iban palmando, me fumaron y ya no pude volver a entrar, así que me fui a ver el segundo tiempo al Hotel Princesa Sofía, que era lo más cercano. Joan Gaspart, que era el dueño, había quitado todas las teles temiendo que los ingleses se las rompieran, así que pedí una cerveza y me senté a escuchar a Lama y Paco narrar la final rodeado de ingleses sin entrada y que no sabían cómo iba el partido.
Tenías el poder.
Absoluto. Empecé a explicarles lo que iba pasando y ellos me empezaron a pagar cervezas, más de las que incluso yo puedo beber. Cuando les dije que habían ganado me vi con seis o siete botellas delante, se abrieron las puertas del ascensor, apareció George Best y se sentó a mi lado.
¿Qué te dijo?
Me contó que se había ido antes del campo porque le estaba espantando el United, le felicité por el triunfo y el tío me dijo: "Nosotros éramos mejores". Estuve tomando una copa con él y, en cuanto pude, me fui discretamente.
¿Por qué?
Hizo algo indignante. Se pidió un vino blanco.
Olga Viza: "¿Machismo en el periodismo? Lo importante no es dónde trabajas sino con quién"

Olga Viza: “¿Machismo en el periodismo? Lo importante no es dónde trabajas sino con quién”

Olga Viza (1958) es una leyenda viva. Muy viva. También es amiga y residente en Barcelona, pero aún así me regatea durante meses antes de ceder a mi asedio para hacer esta entrevista, sospecho que porque asume que es mejor aguantarme una hora un día que una turra todas las semanas. Fue pionera referencial como mujer en el periodismo deportivo, presentadora estrella de informativos y hasta debates presidenciales y sigue trabajando en Y ahora, Sonsoles, Radio Nacional, Catalunya Radio y la SER. Si esta sección tenía cuatro o cinco nombres marcados en rojo, uno es el suyo.

¿Por qué te has resistido tanto?
Porque lo mío, teóricamente, es preguntar. Ser un personaje no me parece lo más indicado para un periodista. Es verdad que cuando acumulas en la mochila muchas experiencias está bien compartirlas de vez en cuando, pero no más que eso.
En los últimos doce meses no han parado de darte premios: el 8M de la Comunidad de Madrid, el Nacional de Comunicación de la Generalitat de Cataluña, el de la Asociación de la Prensa Deportiva de Madrid, el Nacional de Periodismo Pepe Oneto, el 5 Estrellas, el Charter 100… Algo habrás hecho.
Esto es consustancial con la edad y el punto de carrera en el que estás, ese es el principal motivo. Todos me parecen una fiesta y todos me han sorprendido. He tenido la sensación de que ya estoy en ese momento de mirar para atrás, que es algo que nunca he hecho. Te das cuenta de que hay camino recorrido y, narices, algo habré hecho bien. No soy nada nostálgica, pero hay vivencias y personas que llevo conmigo porque si he llegado hasta aquí ha sido gracias a ellas, por bien o por mal. De los deportistas aprendí que unas veces se gana y otras se aprende. Todos estos premios me han asombrado, esa es la verdad.

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Puedes gritar: "¡Me lo merezco!, como Míchel en Italia 90.
Cuando me dieron el de la Generalitat, iba en el coche y me llamó la consellera. Me dijo que acababan de decidirlo y sólo me pedía que no se lo dijera a nadie hasta que lo anunciaran unas horas después. Le respondí: "De momento, si no le importa, me lo voy a decir muchas veces a mí misma". Jamás se me había pasado por la cabeza ganar tantos premios y hacen muchísima ilusión.
Has hablado antes del punto de carrera en el que estás. ¿Cuál es ese?
Empecé muy pronto, acababa de cumplir 21 años. Yo me he hecho mayor delante de la gente, en público y a la vista de todos. Ahora tengo 66, así que llevo en esto más de dos tercios de mi vida. Es una barbaridad. No tengo la sensación de que me quieran jubilar, así que estoy en un punto estupendo, pero ya con muchos kilómetros.
¿No aparcas nunca la humildad?
No es falsa, eh. Sólo soy una periodista.
Y una pionera.
Eso sí, es cierto que lo fui, es un dato y no presunción, pero nunca pierdo la perspectiva. Julia Otero es mi amiga y una vez, en la época del pelotazo de narices que fue ‘3x4’, fui a recogerla para irnos juntas a Madrid a grabar unas promociones para Navidad. La pobre no podía dar un paso por la calle, la esperaban a la salida del trabajo, la tenían agobiada la gente y los fotógrafos. Una cosa tremenda. Nos subimos al taxi y el taxista estaba fascinado viéndola y yo le decía: "Qué difícil tiene que ser esto, tía, pero tranquila que en cuanto entremos en la terminal del aeropuerto me toca a mí… de otra manera". Yo hacía ‘Estadio 2’, el programa que daba todo el deporte los sábados, y, efectivamente, nos pusimos en la cola y enseguida se empezaron a acercar señores: "¿Dais el tenis el sábado?", "¿A qué hora empiezan las motos?", "¿Aguantáis todas las carreras o cortáis para el ciclismo?"...
Información de servicio.
Exacto. La diferencia entre que les interese el contenido y la persona. Hablabas antes de ser un personaje, en aquel momento Julia sí que lo era, pero yo nunca he sufrido eso. Y eso que las audiencias en TVE eran inimaginables ahora, el día que Arantxa Sánchez Vicario ganó Roland Garros tuvimos 13 millones de espectadores en La 2. Y en los Juegos de Barcelona era obscena la cantidad de gente que nos veía, pero no era consciente porque no vivía pendiente de eso. Cuando realmente me di cuenta de que eso había trascendido fue al día siguiente de la ceremonia de inauguración de Barcelona 92. Aparqué el coche a dos manzanas de donde estaba el centro de prensa y empecé a escuchar: "Buenos días, Olga". Fui todo el camino saludando, diciendo buenos días por la calle como en el pueblo. Maravilloso. Eso no me había ocurrido nunca. No fue nada invasivo, pero ese día me di cuenta de la gente que te ve.
¿Ese verano del 92 fue el momento más feliz de tu carrera?
Sí, y seguramente de toda España. Barcelona no fue comparable a nada y creo que influyó mucho en esa sensación de orgullo y felicidad general que no existían redes sociales. Esos Juegos con redes sociales se habrían visto con menos orgullo por lo bien que salió todo porque enseguida habrían empezado los matices y las pegas.
¿Por eso eres una periodista sin redes sociales?
No ser usuaria es una decisión consciente y meditada. Primero, porque no lo necesito vitalmente y si tengo que dar una opinión, tengo lugares donde darla. Segundo, porque he aprendido a ejercer este oficio sin que nada me mediatice y no quiero cambiar ahora. Soy muy consciente de que seguramente me esté perdiendo cosas muy buenas, pero me compensa. Aunque confieso que me hice una cuenta en Twitter con otro nombre para seguir a gente que me interesaba sin tener que ser activa. Comparto lo que dijo Iñaki Gabilondo sobre esta sociedad sobreinformada: "En las grandes inundaciones, lo primero que escasea es el agua potable".
Vamos al principio, ¿querías ser periodista deportiva?
Para nada, no quería siquiera ser periodista. Yo quería ser médico. Hice ciencias en BUP, pero me peleé con algunas materias y, como desde niña me gustaba mucho leer, escribir, jugar con los cassettes e inventarme periódicos, en COU me pasé a letras y me apunté a Periodismo. Como no creo en las vocaciones únicas, pensé que no me importaría levantarme por la mañana para ir a estudiar eso o para realizar ese trabajo. En mi casa se leían muchísimos periódicos y siempre viví ese ambiente. Mi abuelo era un hombre de letras, tenía una pequeña editorial, y me alentaba a escribir. Luego, en la facultad, pertenezco a esa generación de mujeres que queríamos tener una vida distinta a la que habíamos visto en nuestras madres. Queríamos conocer mundo, aprender idiomas, correr aventuras, conocer historias y contarlas. Yo quería ser Manu Leguineche.
¿Y en qué momento cambió el plan?
Mi padre fue jugador de baloncesto en Primera y el deporte formaba parte de mi vida, pero nunca me lo planteé como destino profesional. Un compañero de clase que ya trabajaba en TVE me dijo que había un nuevo director en Deportes, Sergio Gil, que tenía 26 años y quería meter gente nueva. Me concertó una entrevista y no me presenté. Fui muy maleducada, la verdad, así que luego me sentí mal, fui al día siguiente a disculparme y ya me quedé. Me pareció que aquel era un lugar en el que me sentiría feliz.
¿Cómo fue la entrada?
En Madrid estaba en Deportes Mari Carmen Izquierdo , que era una institución, y en Barcelona entramos tres: Rosa María Garriga, que había llegado un poco antes, Teresa Aranda, que se fue pronto, y yo. Fue la entrada que te puedes imaginar. Sergio Gil era un tío con una cultura muy anglosajona que tenía nuevas cosas en la cabeza e hizo transversal una redacción que estaba plagada de popes. Atento: Juan José Castillo, Andrés Astruells, José Félix Pons, Miguel Ángel Valdivieso, los Fernández Abajo… Gente muy importante que, confieso, yo no conocía porque no consumía periodismo deportivo. Veía el baloncesto por mi padre y fuera. Cuando llegué me dijo que tranquila, que las primeras semanas iba a estar aprendiendo cómo se hace la televisión porque nunca había pisado el plató. Se me ha olvidado decirte una cosa.
¿Cuál?
Que había otra mujer antes. El sitio que yo ocupé fue el de Mercedes Milá, que era una enorme reportera de deportes y se fue a Madrid a hacer ‘Informe semanal’. El caso es que yo no estaba tan tranquila aprendiendo y a la tercera semana estaba en Control central cuando me dijeron si me atrevía a escribir y leer un tema. Obviamente dije que no [risas]. Pero entonces pensé que mejor cagarla cuando llevaba poco y acepté. Sólo cuando había dicho que sí me enteré de que no era una voz en off sino salir en pantalla. Ya no me dejaron recular y ese fue el primer día que me maquillé en mi vida. Era una noticia sobre el Barça de basket en Copa de Europa y recuerdo que llamé a mi padre para leérsela por si había escrito alguna tontería. Respiré una vez en el minuto que hablé. Un susto…
¿Era aquel periodismo deportivo tan machista como siempre se da por hecho?
He hablado muchas veces con Mercedes Milá de que lo importante no es dónde trabajas, sino con quién. A nosotras nos recibieron muy bien, sin ningún problema porque aquel grupo de Deportes de TVE tenía una mentalidad abierta. Yo no tenía el más mínimo interés en hacer fútbol, heredé los deportes de Mercedes y me enviaron sin anestesia el Mundial de Fórmula 1, el de Motos y a entrevistar a Juantorena. Fue un recibimiento muy natural, pero tampoco vamos a negar lo obvio: gilipollas siempre hay, pero fueron los menos. No tuve serios problemas y siempre he dicho que nada iguala más que, con un micrófono o un lápiz en la mano, hacer la pregunta correcta. Ahora bien, y hablando con compañeras más jóvenes en esta serie lo has visto, ha habido una involución.
¿De verdad?.
Sí. Es que yo creo que en aquel momento éramos novedad y había una especie de curiosidad sana. Tengo la sensación de que los deportistas, lejos de desagradarles, agradecieron nuevos matices y nuevas miradas sobre lo que ellos hacían. Y los periodistas también agradecieron que entrase aire fresco. El problema era y es el mismo: el crupier, el que reparte las cartas, sigue siendo un tío. En las plantas nobles, los despachos donde se decide quién sube y quién baja, quién sigue y quién sale, suelen estar ocupados por hombres y eso no ha cambiado en los medios de comunicación. Han pasado 40 años y sigue igual. Además, tras esta primera oleada de mujeres, las cinco o seis que empezamos, llegaron otras generaciones de mujeres periodistas deportivas, cada vez más y más preparadas y algunos señores se sintieron amenazados.
Olga Viza posa para la entrevista.

Olga Viza posa para la entrevista.Ángel Navarrete

Ya no erais una anécdota folclórica.
Claro, de repente la mujer empieza a decir que sabe de fútbol y los que aún piensan en blanco y negro se oponen: "¿Esas tías dónde van? ¿Qué se creen? Si no han jugado al fútbol en la calle como yo y no saben". Esa es la involución, porque conozco compañeras que me han dejado maravillada con lo que saben de fútbol y eso asusta a muchos. Hay un punto de inflexión clarísimo que son los Juegos de Barcelona, tanto para el deporte femenino como para el periodismo deportivo, porque ahí hicimos todas un máster y nos convencimos de que aquel era también nuestro espacio. En el 92, Lidia Valentín jugaba al baloncesto, Gemma Mengual fue voluntaria en los Juegos, poco después echaron a Mireia Belmonte a la piscina porque tenía escoliosis... Eran aún muy niñas, pero descubrieron ahí sus ejemplos a seguir. Barcelona fue una factoría de referentes.
También en el periodismo. Allí estabais tú, María Escario, Paloma del Río…
Es normal que muchas chicas jóvenes se fijaran en nosotras porque cuando alguien hace algo demuestra que es posible. En los años siguientes iba a las universidades a dar charlas, preguntaba cuántos querían hacer periodismo deportivo y se levantaban mil manos. Luego pedía que sólo las levantaran las mujeres y seguía habiendo un montón. Y cada vez más. Eso era fantástico.
Y un orgullo.
No por mí, que un poquito también, sino por todas. Unas pocas mujeres nos peleamos con el monstruo, ganamos y abrimos la puerta del periodismo deportivo a muchas más. El mérito es compartido entre varias, pero yo estoy muy orgullosa de mi parte porque fue muy exigente. Tuve que estudiar mucho, tuve que dedicarle muchas horas y tuvimos que acabar con muchos prejuicios, pero gracias a eso viví cosas que pensaba que las tenían que vivir otras muchas después porque eran sensacionales. El periodismo deportivo, que ha sido tan denostado, pobrecito mío, para mí ha sido la mejor escuela porque tiene más pasión incluso que la política. Es material delicado, como la política, y a veces es también arte. Es una cosa fantástica. Si tienes la posibilidad de entrevistar a Ayrton Senna, ¿qué más quieres? [risas].
Has hecho muchísimas cosas fuera del periodismo deportivo.
Sí, pero nunca lo suelto. Nunca, nunca, nunca. Yo no creo ni en la imparcialidad ni en la objetividad, tengo mi opinión clarísima sobre las cosas y, como soy empática, a veces dudo, pero el deporte me enseñó, y eso lo admiro mucho de los buenos cronistas de fútbol, que tú puedes ser del Barça, del Madrid, del Atlético o del Sevilla, pero si a tu equipo lo han vapuleado, tienes que ajustarte a la verdad. Entre otras cosas, porque ese partido lo han visto millones de personas y eso significa que has de tener un plus de conocimiento sobre algo de lo que la gente sabe mucho. Esa exigencia del periodismo deportivo es enorme, porque en pocas cosas el público es tan experto en la materia.
¿Cómo ves el estado actual del oficio, con ese permanente conflicto entre información y espectáculo?
Somos muchos, porque nos hemos multiplicado como los gremlins, y cabe todo. Está clarísimo que cabe, otra cosa es lo que tú elijas y la demanda del espectador, del lector y del oyente. La gente a la que le gusta mucho el deporte quiere buena información por encima de todo, pero a veces esa buena información te la dan en medio de un programa más enfocado al espectáculo. No pasa nada, todo es periodismo deportivo, que cada cual haga el que considere y que la gente elija. Nos gusta demasiado pelearnos.
¿También cabe todo en la tele pública? Como histórica de TVE, ¿ves bien la llegada de un formato como ‘La familia de la tele’?
Sí, yo no soy una purista. ¿Qué es lo público? Todo, también el entretenimiento. Lo que pasa es que nosotros relacionamos el entretenimiento con el ‘Un, dos, tres", pero ‘Corazón, corazón’ nació hace mil años en TVE y no rechinó para nada. Vale que la prensa rosa ahora ya está muy deteriorada porque los personajes son otros con menos glamour, pero sigue siendo un entretenimiento muy digno. Además idealizamos las públicas extranjeras y recuerdo una vez que estaba en Oxford, pongo la BBC en la tele del hotel y había un programa de drag queens. Lo siento por los puristas y los indignados, pero no pasa nada. Nos gusta pegarnos con el cilicio mientras hablamos de la BBC y, mientras, la BBC está con un montón de gente desnuda en un reality. Qué poco sabemos… TVE es un servicio público de información y entretenimiento amable e ingenioso. Otra cosa es cómo rellenes ese espacio. Veremos.
¿Echas de menos presentar y editar informativos?
Es un trabajo duro, pero me encanta. Echar de menos… No sabría decirte. ¿Creo que puedo aportar? Sí, pero mis ideas igual no gustarían. No lo sé.
Era una pregunta un poco malvada porque tu pareja de baile clásica, Matías Prats, es ocho años mayor que tú y ahí sigue. A las mujeres os retiran de pantalla mucho antes.
No es una maldad, es un hecho. Cuando yo era joven no había una José María Carrascal y ahora sigue sin haber una Matías Prats. No la había en los 80 y no la hay en 2025. Es evidente que un hombre de 70 tiene mucho más fácil prolongar su carrera. Me acuerdo de que Matías, un día en el plató, me cogió la mano y me dijo: "Ay, Olguita, qué poco me queda para jubilarme". Me giré y le dije: "Mati, tú me entierras". Y en eso estamos [risas]. Matías, aparte de su enorme talento y de su forma de hacer, es el mejor equilibrista que he conocido en mi vida. Siempre le he mirado y me he preguntado: "Mírale, impecable. ¿Por qué yo me meto en todos los charcos y no sé caminar en línea recta como él?". Pero, bueno, es mi decisión y vivo bien con ella. Matías ha sido mi gran compañero, le quiero a rabiar, he compartido todo con él, pero sabe perfectamente lo que tiene que hacer en cada momento para protegerse. Aborda las cosas con mucho cerebro y mucho talento, yo soy mucho más pasional.
Os complementabais.
Totalmente. Nunca he encontrado alguien con el que me haya relacionado tan bien trabajando como con él. El secreto de nuestra pareja fue que empezamos muy jóvenes en deportes, pasamos luego juntos a los informativos y teníamos una relación de cariño y amistad sincera y franca. Los dos sabíamos a la perfección hasta dónde llega uno, hasta dónde no llega el otro y cómo enriquecernos uno a otro. Te pongo un ejemplo muy tonto, pero que lo explica. En los Juegos Olímpicos de Calgary 88, yo viajo cuando tengo que viajar, pero Matías no porque su hija nace prematura y no se podía mover. Llegó a Canadá horas antes de la ceremonia de inauguración y le había preparado un taco de documentación subrayada enorme. Se lo di ya casi en el puesto de comentarista, se apartó, se concentró, leyó unos minutos y cuando empezamos parecía que el que llevaba diez días allí era él, no yo. Se lo sabía todo, el tío. Tiene una capacidad asombrosa. Yo soy la de los datos y la información, te complemento y me fijo en el detalle, pero él lo envuelve todo en un marco perfecto. No competíamos, sumábamos.
Bueno, pues…
Espera, antes de acabar me gustaría hablarte de la persona de la que más he aprendido.
¿Quién es?
Michael Robinson.
Nunca trabajasteis juntos.
No, pero éramos amigos y vecinos cuando yo vivía en Madrid y tenía la costumbre de llamarme a las tres de la mañana, estuviera donde estuviera, para hablar: "Olguita, eso que has dicho hoy en la tele quiero discutirlo". Y podíamos estar una hora hablando de eso, de lo humano y de lo divino. Nos unió también Severiano Ballesteros, que era muy amigo de ambos, y jugábamos al golf juntos. Michael bien y yo mal. Durante mucho tiempo nos pasábamos los personajes porque a los dos nos encantaba la cara B del deporte, analizar otras cosas e historias menos evidentes. Compartimos mucho. Amigos, charlas y el mismo amor por el deporte. Era un ser maravilloso.
Nico Abad: "Lo que realmente echo de menos de la televisión es el dinero"

Nico Abad: “Lo que realmente echo de menos de la televisión es el dinero”

Nico Abad (Madrid, 1970) ha pasado por todas las fases del periodista televisivo. Meritorio en el primer Canal+ como autor, junto a su amigo Antoni Daimiel, de muchos de los vídeos más célebres de ‘El Día Después’. Estrella incipiente del entretenimiento en los tiempos de ‘Lo más Plus’ y Cuatro. Narrador (controvertido) del Mundial de motos y presentador de informativos. Y ahora youtuber con el canal que lleva su nombre, referencial en el mundo de MotoGP, mientras ve el mar desde su casa en Castelldefels.

Has logrado el sueño de montártelo tú mismo, que funcione e irte a vivir a la playa.
Yo no he logrado ese sueño sino que me han obligado a soñar con esto. No ha sido una decisión propia sino forzada. Estaba fenomenal en la televisión, me despidieron de Mediaset y a partir de ahí ninguna tele me quiso. Entonces tuve que recordar una cosa que siempre le explicaba a los estudiantes de periodismo a los que doy clase: ahora la herramienta para hacer periodismo la tenemos a menos de 20 centímetros de nuestra mano y es el móvil. Me apliqué el cuento, monté mi canal y estoy en la quinta temporada ya. La jugada está saliendo, pero no elegí yo.
Fue por necesidad.
Exacto. Me quedé sin un trabajo que estaba muy bien pagado en la tele y, como todavía tengo muchas facturas, tuve que encontrar la manera de sacar dinero por otro lado. Gracias a Dios, estamos en una época en la que estas plataformas te dan una oportunidad de ganarte la vida, con sus pros y sus contras.

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¿Qué pros y qué contras?
La contra principal es que aquí no tienes equipo. Las plataformas están diseñadas para que hagas contenido en solitario porque la remuneración sólo llega para que cobre uno. Sin embargo, yo estoy haciendo el camino para intentar que cobremos muchos y crear equipo. Voy un poco a contracorriente y el canal ya lo monté con una agencia. Comencé en Twitch y luego hice un trasvase de todo el contenido a YouTube porque entendí que la audiencia a la que yo me dirigía estaba más allí. En Twitch me sentía vendiendo sombrillas en la montaña, que de repente hay un día de calor, pasa uno y te la compra, pero las sombrillas hay que venderlas en la playa. Y mi playa era YouTube, ahí he encontrado el sitio.
¿Echas de menos la tele?
De la tele echo de menos el dinero, eso por encima de todo. Luego, lo que te comentaba de trabajar con un equipo, una redacción que te corrija, te aprieta, te ayude… Por ejemplo, estoy haciendo ahora un vídeo de todas las lesiones de Jorge Martín, he encontrado 37 y me encantaría contar con algún compañero que pudiera contrastarlo, porque posiblemente sean 36 o 38 y en las plataformas me van a matar. "Nico, otra vez has vuelto a fallar, no tienes ni idea, son 36". Yo tengo que convivir con esto, porque si no te mueres, pero echo de menos tener el apoyo del equipo. A cambio, soy un tío muy casero y trabajar en casa ha sido un descubrimiento que no cambio por nada. Mi ritmo, mis horarios, compaginar con la familia… Lo único que realmente echo de menos es el dinero. Después, ya lejos, la certeza de que lo estoy haciendo bien que te da un equipo. En ese orden.
Al final te has quedado hablando de motos pese a que el recibimiento fue muy hostil cuando narraste el Mundial en Telecinco, ¿por qué?
Al final me he quedado porque es lo que me funciona. Lo que no quería hacer bajo ningún concepto era fútbol. Esto sí que lo tenía claro. Empecé haciendo polideportivo, pero la gente de la agencia me decía: "Nico, si tú pones tu nombre en Google salen motos. Es por lo que más se te reconoce". Y eso es clave para que la plataforma te identifique y te favorezca, los datos en Twitch lo demostraban y cuando pasé a YouTube decidí hacer sólo motor, Fórmula 1 y MotoGP, pero los números de las motos eran mucho mejores. Esto es como si tuviera una pescadería: si en este barrio se vende pescadilla, no traigas cangrejos de río porque no es lo que la gente quiere consumir.
¿Qué papel jugó Ángel Nieto en tu vida?
Tuvo un efecto en mí brutal porque entré en un mundo muy hostil hacia mí y él, desde el minuto uno, me abrió la puerta. Dicen que hay gente que construye paredes y otros que construyen puertas, pues Ángel la construyó y me la sostuvo abierta mientras otros intentaban cerrarla. No es que me explicara las motos, es que me invitó a su casa y me dijo que me quedase a dormir. Fue tremendo, mi gran apoyo en las motos. Era un tío supergeneroso y me trató como mi padre. Esa es la verdad, fue una figura paterna en un momento en que la necesitaba. Desde que falleció, sueño muchísimas veces con él y lo he comentado con su hijo Pablo, que me dijo: "Pues imagínate yo". Ángel no era un tío sólo de motos, era un tío de vida con las cuatro letras en mayúsculas. Estar a su lado era un privilegio y un aprendizaje continuo. Aún me descubro preguntándome un montón de veces. "¿Cómo haría esto Ángel?". Echo en falta poder llamarle.
Narraste MotoGP de 2013 a 2016, ¿por qué fue tan hostil la afición contigo?
El tema es que lo que sucedía en redes, todos esos ataques e insultos, era diametralmente opuesto a lo que me sucedía en la calle. He estado en un restaurante y cuando he ido a pagar me han dicho que un señor había pagado y me había dejado esta nota dándome las gracias por narrar así las motos. En la calle todo era " Nico, tío, cómo mola" y en las redes me deseaban que tuviera cáncer de garganta. Y esto no es una exageración, es literal. Mi interpretación fue que la televisión tiene mucho de hábito y se llevaba mucho tiempo con una narración muy determinada en TVE, mucho más sosegada, y yo entré allí como un elefante en una cacharrería. Narraba pegando gritos porque es lo que me sale cuando veo una frenada fuerte o unas curvas enlazadas. Es que no se entiende la barbaridad que son las motos hasta que las estás viendo en directo. ¡Cómo no vas a gritar cuando ves dónde frenan!
Parece razonable, sí.
Entonces yo todo eso lo llevaba a la cabina y Ángel Nieto me decía: "Tío, a mí es que me pones pila narrando así, tenía que haberse hecho siempre así". Eso es lo que me sostenía porque si miraba las redes… Llegó un momento en que dejé de entrar y no me enteraba. Un lunes por la mañana, a la vuelta de Jerez, me llaman de la Cadena SER y lo primer que pensé fue: "Joder, ¿qué liada habré habré montado esta vez?". Y fue que el rey emérito, por lo visto, me apartó el micrófono porque yo lo metí cuando estaba con Nieto y ni me había dado cuenta de aquello, pero en Twitter se había montado un escándalo. Era una locura aquello. Los fines de semana que no había motos yo también era trending topic porque narraba Lobato la Fórmula 1 y me caía a mí también.
¿Decían que ojalá fueras como Antonio?
Al revés, le decían a Lobato que ya se le había pegado lo malo y estaba gritando como el idiota de Nico Abad [risas].
¿Te afectaba?
Sí, claro que te afecta porque te planteas si realmente lo estás haciendo así de mal. Me preocupaba y lo contrastaba con la redacción y con el resto del equipo de comentaristas, les contaba que estaba siendo una pasada de insultos y que si de verdad la estaba cagando. Ellos siempre me apoyaron y es a lo que me agarré. A ellos y a lo que luego vivía en los circuitos y en la calle donde todo eran elogios y fotos. Al final decidí que no podía hacer caso ni a unos ni a otros y quedarme con un punto medio, pero llegué a tener que mandar amenazas al departamento jurídico de Telecinco muchas veces.
¿Hasta ese punto llegó?
Sí, sí. Llegaron a mandarme un dibujo muy detallado de mi cabeza en una guillotina mientras me daban con un falo gigante. Un puto delirio.
A raíz de los estilos, tuviste una buena bronca hace poco con Ernest Riveras, que fue el siguiente narrador del Mundial de motos.
Él se cabreó porque coincidíamos dando clase en un máster online y la narración que él hacía, para mí, no es la que se debe hacer, no es mi estilo ni lo que yo busco en la tele que me mola. Entonces, un día hice una broma a los estudiantes porque les había dado clase justo antes él y les dije pues yo les iba a decir todo lo contrario. Eso le llegó a él, le sentó a cuerno quemado y montó un lío en redes tremendo con un vídeo al que ni contesté ni voy a contestar porque cualquier cosa que diga se la va a tomar a mal y no merece la pena.
Estuviste en Canal+ desde su fundación en 1990. Daimiel y tú os encargabais de ir por los campos buscando imágenes para el mítico ‘Lo que el ojo no ve’ de ‘El Día Después’.
Otra cosa por la que también se me critica mucho es porque pienso y digo que el periodismo no hay que estudiarlo, hay que aprenderlo haciéndolo. Y es lo que hicimos todos nosotros en aquella redacción de Deportes, donde quitando cuatro realizadores gallegos, todos los demás no teníamos ni idea de televisión. Alfredo Relaño, Carlos Martínez y todos los que tenían experiencia venían de la Cadena SER y ‘El País’ y con ellos estábamos unos cuantos becarios, como Antoni y yo, y Maldini, que llegó con sus cintas de vídeo. Íbamos a los estadios, le decíamos al operador de cámara lo que nos gustaría grabar y la mitad de las veces nos decía que si estábamos locos, que era imposible, que el objetivo no llegaba ahí. Íbamos aprendiendo con ellos. Además teníamos una libertad total para hacer cualquier cosa. Nacho Lewin nos dijo el primer día: "Grabad donde no esté el balón". Y eso lo cogió luego Michael Robinson y lo llevó a una altura narrativa tremenda porque él flipaba con todas esas historias. Crecíamos haciendo un periodismo que no se había hecho nunca en televisión. Lo inventamos nosotros por necesidad y por ignorancia. Fue una época preciosa.
Han pasado 35 años de aquello y la tele deportiva española sigue siendo en un alto porcentaje lo que se inventó en aquel primer Canal+.
Sí, porque unimos cómo vivía la gente el deporte con cómo lo mostrábamos en pantalla. La gente reconocía en la tele las cosas que pasaban en los campos y antes no se veían. No era sólo el seguimiento a Hugo Sánchez para ver si pisaba al defensa o le metía un pellizco, eran historias de aficionados en los campos de fútbol que la gente reconocía como propias. Esa unión entre la gente y el periodismo generó una gran identificación, nos sentían próximos, lo gracioso es que nuestro único mérito es que lo hicimos así porque no sabíamos hacerlo de otra manera.
Corren muchas leyendas sobre el piso que compartisteis durante años Daimiel, Maldini y tú. Hay un libro ahí.
Hay mucha leyenda, pero lo que se puede contar ya lo sabe todo el mundo y lo que no se puede contar tampoco se puede escribir, así que sería un libro intrascendente y va a quedar sin escribirse. Al piso lo llamamos Southfork, como el rancho de la serie ‘Dallas’, y cuando empecé en Twitch hacíamos una vez al mes una sección llamada así. Nos juntábamos los tres a hablar de cualquier cosa, como cuando vivíamos juntos, y eso lo petaba, lo reventaba en números. Lo dejamos de hacer porque las agendas se nos complicaron, pero tenía un efecto nostalgia brutal. Aquellos años fueron muy especiales.
Has hablado antes de Robinson. Cuando acabe está serie, le daré el MVP: nadie genera un elogio general ni medio parecido en el gremio.
Normal, porque ha sido un tío muy importante en la comunicación deportiva en este país. Más que importante, te diría trascendente. Él dio crédito y puso en valor ese periodismo nuevo que nos estábamos inventando. Con un presentador tradicional que no lo entendiera o no lo quisiera, esa revolución habría muerto en ese mismo momento. Pero Robinson le dio cuerpo. Y como jefe y compañero era inmejorable. Nos invitaba a comer dos veces por temporada a todos los reporteros en un restaurante caro, se gastaba un pastizal y nos decía: "Chicos, no me deis las gracias porque yo firmo autógrafos gracias a vosotros". Y como comunicador era sensacional. Nos daba toda la libertad del mundo y luego él lo recogía y lo convertía en oro. Muchas veces traíamos cosas a las que no sabíamos darle el sentido y él le encontraba el chiste y lo hacía brillar. Ha sido un tío definitivo en la comunicación en este país. Eso lo supo ver Relaño en cuanto comentó en TVE el Mundial de Italia 90. Dijo: "Hostia, este pavo que habla medio raro el español, pero es muy gracioso va a ser una estrella" Y lo fichó de inmediato. Relaño también ha sido trascendente en la información deportiva en este país.
Otro que estaba desde el inicio es Josep Pedrerol. ¿Te ha sorprendido su evolución de aquel Canal+ al actual ‘El Chiringuito’?
A lo mejor te sorprendes, pero Pedrerol siempre ha querido hacer ‘El Chiringuito’, también en Canal+. Al menos, lo intentaba. Cuando estuvo presentando con Robinson ‘El Día Después’ se desesperaba: "¡Qué hacemos un lunes por la noche contando lo que ha pasado el sábado! Tenemos que contar lo de hoy". Quería un tío el lunes al Bernabéu a ver qué podía rascar y Michael le decía: "Tranquilo, Pedre, tranquilo, relájate" [risas]. Y Robinson era el que mandaba, pero Josep lo que quería era actualidad, actualidad y actualidad, lo que hace ahora. Y hablaba mucho de su época en la radio, en Barcelona. Era un entusiasta del directo.
¿Por qué te fuiste de Canal+?
Porque Disney Channel estaba abriendo en España, por medio de alguien que conocía a alguien les propusimos un proyecto que les gustó mucho y yo estaba un poco rayado en Canal+ porque quería que me pagasen más. Ya no estaba Relaño, el jefe era Carlos Martínez, entré en su despacho y le dije: "Deberías subirme el sueldo porque si no voy a acabar yéndome". Y me respondió: "Bueno, pues vete". Fue tan rápido que salí casi contento, pensando que no me había puesto pegas, pero a los cinco minutos reflexioné: "Coño, qué cabrón, no ha hecho ni lo más mínimo por retenerme el tío". En ese momento pensé que era un gilipollas, pero ya se me ha pasado y no se lo tengo en cuenta.
Regresaste a la cadena en 2004.
Hice cinco temporadas de ‘La Liga Disney Channel’ y, por las cosas del destino, acabamos grabando el programa en los estudios de Canal+. Allí me vieron los de ‘Lo más Plus’ y Ana García Siñeriz me dijo que necesitaban a alguien de deportes, hice una prueba, les gusté y me ficharon. Me fui de allí siendo un reportero y acabé haciendo cámara en Canal+ gracias a que me fui. Si no, probablemente nunca lo habría logrado. ‘Lo más Plus’ fue un exitazo, hice ‘La hora Wiki’ con Raquel Sánchez Silva, nació Cuatro y entré en el trasvase de presentadores al abierto, allí hice entretenimiento y me rescataron en Los Manolos.
Nico Abad posa para la entrevista en Castelldefels.

Nico Abad posa para la entrevista en Castelldefels.David Ramírez (Araba Press)

¿No te gustaba presentar concursos?
Sí, era una manera de hablar. Yo estaba flipado con el entretenimiento, muchísima gente trabajando desde un papel en blanco para poner algo en la tele que enganchase, había una energía muy fuerte, muy bestia, gente supercreativa, y tú tenías que presentar eso y estar a la altura. Me encantaba y la audiencia era la hostia, ahí sí te sientes una estrella de la tele… Cuando sale bien, claro, porque si no lo cancelan y el bajón es tremendo. Me estaba enganchando a eso cuando me llamaron de Deportes.
¿Y por qué decidiste volver?
Bueno, yo nunca he tomado decisiones sobre mi futuro. Eso está al alcance de muy, muy pocos en la televisión. Somos trabajadores y cuando tú estás en una empresa y te dicen que quieren que hagas algo, no puedes decir que no salvo que tengas una razón muy grande. Ni siquiera hubo negociación de dinero, me dijeron que pasara a hacer eso y pasé. Elena Sánchez, que era la directora de Cuatro, nos dijo a Juanma Castaño y a mí que Los Manolos estaban funcionando como un tiro de lunes a viernes y, luego, el fin de semana el bloque de deportes se caía. Nos encargó, directamente, copiar a Los Manolos. Lo intentamos hacer y no nos salió, porque no somos ni Lama ni Carreño, pero nos salió una cosa híbrida que le moló mucho a la gente también y ese formato de fin de semana lo hicimos siete temporadas. Fue de las épocas más bonitas mías en televisión.
¿Y la más fea?
Cuando nadie veía ‘Soy el que más sabe de televisión del mundo’ [risas]. Las audiencias son las notas del colegio y hay dos maneras de afrontarlas. Una es estar seguro de lo que haces, pensar que es bueno, que a la gente le va a acabar gustando y darse un tiempo, ir tranquilo. Pero esa teoría confronta con los directores que lo quieren todo ya, ya, ya para vender publicidad y presentar un dato que les ponga como líderes: Casi siempre se impone su versión, claro.
Mediaset compró Cuatro en 2010 y tú te quedaste hasta 2020, cuando acabas saliendo de manera fea. ¿Qué pasó?
Se afeó porque yo creía que tenía derecho a una indemnización y ellos me decían que no, así que decidió un juez y me dio la razón. Después de las motos, volví a informativos, pero ya fue todo raro. Mediaset, por la razón que fuera, empezó a recortar mucho la partida de deportes y salió Lama, salió Juanma Castaño y solo quedábamos Manu Carreño y yo. En 2020 me dijo Telecinco que nos iba a renovar ya el contrato, que acababa en diciembre de 2021, para quedarnos todos tranquilos, pero pasaron los meses y nadie me decía nada. Renuevan a Manu Carreño y siguen sin llamarme, así que subo al despacho del jefe y, cuando me ve, hace contacto visual conmigo y se pira sin decirme nada. Ahí ya dije: "Hostia, mala cosa".
Sí, no tenía buena pinta.
Bueno, pues se quedó ahí. Llegó la pandemia, hice todos los informativos porque teníamos el pase de trabajador indispensable y cuando los jefes se reincorporaron en abril, me dijeron: "Nico, hemos tomado una decisión. Te dijimos que íbamos a renovar, pero no te vamos a renovar. Háblalo con el abogado para ver una indemnización tonta que te quedará". Lo hablé con el que me lleva las cuentas y me dijo que de tonta, nada. Me querían meter un gol por toda la escuadra. Reclamé una indemnización y, aunque aún me quedaban varios meses de contrato y estaba currando normal, de repente un día me dicen que suba al despacho del presidente y me mandaron a casa. Me echaron y les demandé por despido improcedente. Al final les gané, claro.
¿Das por cerrada tu etapa en la tele?
No es que yo la dé por cerrada, es que las teles me han cerrado esa puerta creo que definitivamente. Cuando me despidieron de Telecinco, como sé que los jefes de las cadenas se conocen entre ellos, llamé a los directivos de todas las demás cadenas para que se enterasen por mí y no por la prensa. Llamé a Movistar, Atresmedia y a Dazn, les expliqué lo que había pasado para que tuvieran mi versión, porque sabía que iban a escuchar la otra, y les dije que me molaría seguir trabajando en la tele y estaba a su disposición. Acabábamos de salir de pandemia y todos me dijeron lo mismo: "Hostia, Nico, qué buena noticia. Ahora tenemos una cola de trabajo por sacar que no hemos hecho en pandemia, pero te llamaremos". Esto fue en junio. En septiembre, vuelvo a hacer ronda de llamadas. "Hostia, Nico, sí, sí, sí. Espera al cierre de año, pero seguro que algo podremos hacer. Te llamaremos". No me llaman. Y en Navidad pensé que estarían tiernitos y ya hubo uno que directamente ni me cogió el teléfono. Ahí supe que esto se había acabado.
¿Crees que te pusieron la cruz por la pelea con Mediaset?
No, creo que el problema estaba en que yo era un presentador caro y ninguna cadena me quiso contratar teniendo en cuenta lo que ofrecía y lo que costaba. Al final todas las televisiones funcionan con una escalera de la que yo también he sido parte. Te van formando y cuando te dan el paso a presentar un programa tú siempre eres más barato que el que sale. Entonces, yo ya voy con un caché alto y todos los chavales que han estado durante ese tiempo subiendo la escalera llegan a mi punto costando mucho menos dinero. Empresarialmente no compenso porque no soy un presentador que te da dos puntos de share, eso hay que tenerlo claro también.
¿Lo has pasado mal?
No. Hago un balance superpositivo, tío, porque sigo vivo. ¿Sabes qué pasa? Que tengo grabado a fuego que de bebé estuve a punto de morir. Salí en las revistas médicas como un caso milagroso de recuperación de una deshidratación extrema. Eran los años 70 y me dieron un 90% de no salir y salí. Y tengo una anécdota brutal muchísimos años después con Joaquín Luqui, el mito de Los 40 Principales. Un día coincidimos en los estudios y me escuchó locutar. Al salir, me dijo: "Qué pasión los de deportes. ¿Te importa que te lea la mano?". Yo flipando. Me coge la mano y suelta: "¡Hostia, esto es imposible! Tú te has muerto justo cuando empezó la vida". Y yo, que no creo en esas cosas, aluciné.
Hombre, surrealista es.
Mucho. El caso es que tengo grabado que soy un superviviente desde el minuto cero de vida. O me matas tres veces o no me muero. Voy adaptándome, voy haciendo camino y mantengo la misma ilusión. Me gusta tanto el periodismo que estoy totalmente atado a él. Además no sé hacer otra cosa porque fui a MasterChef y me echaron antes de semifinales. Así que más me vale seguir con esto.
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En el número 23 de Ronda de la Universidad, en pleno centro de Barcelona, había una casa que es historia del periodismo. ‘La Ronda’, como acabó por conocerla toda la ciudad, era el hogar de los Pérez de Rozas, la saga de fotógrafos que empezó a principios del siglo XX, cubrió tres generaciones y sigue vigente en Emilio Pérez de Rozas (Barcelona, 1952), al que todo el mundo conoce como reportero y columnista de ‘El Periódico de Catalunya’ y ‘Sport’ y tertuliano sin freno en la COPE y Radio Marca, pero se niega a renunciar a su herencia. "La foto va en la sangre. Si no hubiera sido lo que soy, que es mitad fotógrafo y mitad periodista, sería simplemente un idiota", resume.

A otros puede haberles sorprendido el periodismo, pero tú sabías perfectamente dónde te metías.
Mi padre tenía nueve hijos y a las ocho, cuando nos levantamos para desayunar e irnos al cole, llegaban mis dos tíos, Manolo y Kike, y se ponían a trabajar. La casa de papá era el laboratorio y el despacho donde trabajaban las fotografías los Pérez de Rozas para tres periódicos y para la agencia EFE. Y ahí vivía una familia con una abuela, tres hermanos fotógrafos trabajando todo el día y nueve niños. ¿Qué otra cosa habría podido ser yo?
Hippie.
[Risas] Sí, algo de comuna hippie tenía, pero sobre todo era un polvorín. Como mi padre estaba bastante ausente haciendo fotos, allí todo el mundo podía castigarte si te portabas mal. Me pasé muchas horas en el pasillo por haber hecho travesuras. Era muy divertido vivir allí. No había otra posibilidad para mí que dedicarme a esto. Se nos caía la baba viéndoles trabajar y mi hermano Carlos y yo conseguimos continuar la tradición. Lo que pasa es que, como han compartido todos los compañeros veteranos que han salido en esta sección, aquel periodismo que nosotros vivimos ha desaparecido. Totalmente. Y ahí se ha acabado también la saga Pérez de Rozas.

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Tus dos hijos se dedican a otras cosas.
Sí. Tienen una mezcla extraña porque les gusta lo que hace su padre, pero como curiosidad. No leen demasiada información, como casi todos los jóvenes ahora, y uno es informático y otro es productor de publicidad y cine. Han salido a su madre, que es bióloga, y ni siquiera leen lo que escribe su padre y esposo. Qué se le va a hacer…
Vives en Mallorca pese a informar sobre el Barcelona. Buen chollo.
Sí, soy un pionero en esto del teletrabajo, debo ser de los primeros periodistas que lo logró. Primero estuve a caballo entre los dos sitios y ahora llevo nueve años ya instalado aquí. Hace más de 50 años que conocí a Araceli, mi mujer, que es mallorquina y fue estudiar a Barcelona. Cuando murieron mis papás, decidimos venirnos a Palma porque creímos que era muy importante que los niños crecieran con los abuelos maternos y fue una estupenda decisión. Tuve la suerte de que Antonio Franco [director histórico de ‘El Periódico’] me lo permitió. Yo he tenido muchos maestros. Si me gusta esta profesión es porque he estado siempre colgado de los mayores, de aquellos periodistas y amigos que tenían unos años más que yo y me lo enseñaron todo: mi hermano Carlos, Antonio Franco, Àlex J. Botines, José Antonio Sorolla… Un montón de periodistas en los que me pude fijar. Eso también ha desaparecido ahora, ya nadie ejerce de maestro en el periodismo.
¿Has sentido esa distancia?¿Ha afectado a tu carrera no estar en Madrid ni, ahora, en Barcelona?
Lo de Barcelona no, porque a efectos prácticos es como si estuviera. Hay aviones cada rato y me planto allí en nada, pero lo de Madrid… Ese madridcentrismo de los medios españoles lo he sufrido posiblemente más que nadie. Del año 82 al 92 estuve de responsable de Deportes de ‘El País’ en Barcelona y hubo una frase funesta que aprendí ya la primera semana: "Mira, es que en Madrid hacemos las cosas así". Tú proponías determinadas cosas desde Barcelona y siempre había un jefe en Madrid que te decía que no porque allí no se hacía así. Y punto. Ni se debatía si tu idea podía estar bien ni se probaba a ver si funcionaba. No había esa posibilidad. Al final eso sí te da la sensación de que te limita. Otro ejemplo tonto. Tengo una relación maravillosa con Raúl Varela, de Radio Marca, y entro en su tertulia de ‘La Tribu’ los lunes por la mañana. Cuando cuentan el parte meteorológico de Madrid y que hay atasco en la M-30… No sé qué pensará el que lo escucha en Mataró o en Dos Hermanas. Es una anécdota, pero pasa siempre en todos los medios nacionales.
Has ido arrinconando la faceta de fotógrafo. ¿Por qué?
Yo nací fotoperiodista y soy fotoperiodista, pero es cierto que al final ha sido más un complemento que una dedicación completa. Evidentemente, no hago las fotos como mi compañero Jordi Cotrina, como mi amigo Alejandro Ceresuela, que es el fotógrafo personal de Marc Márquez, o como el portentoso Raúl Cancio, pero me defiendo y son suficiente para completar mis informaciones y las historias que cuento. La profesión fotográfica me respeta y no me ve como un intruso. El de fotógrafo es el trabajo peor tratado y peor considerado que hay en el periodismo. Es una vergüenza. Ahora quieren reciclarlos para hacer vídeo, se los ha metido en las redacciones para solo editar, salen cada vez menos a la calle a hacer fotos… Es una pena, es a nivel mundial y no es nuevo. Mi serie de periodistas favorita es ‘Lou Grant’, que es de los 70 y 80, ¿y sabes cómo llamaban al fotógrafo?
No.
Animal. Directamente le llamaban Animal. Eso ya te da una idea de cómo ha visto siempre el periodismo a los fotógrafos.
También te has movido entre dos mundos en que, aunque el fútbol es lo que te ha dado la popularidad, por encima de todo eres un periodista de motociclismo.
Sí. Empecé en las motos al principio de los años 80 y ahí sigo por dos motivos. Primero, porque ese mundo ha ido ofreciendo constantemente generaciones de pilotos estupendas y siempre tenías un español que ganaba y, segundo, por una cosa muy importante que se ha perdido en todos los demás deportes grandes, especialmente en el fútbol: el contacto con los deportistas. Todavía hoy te permiten acceder a los pilotos, si necesitas tres minutos con Marc Márquez en un gran premio para completar un reportaje, los vas a tener. Eso es maravilloso porque aún te permite construir historias humanas paralelas a la carrera. Eso ya no lo puedes lograr en ningún otro deporte, sólo en las motos. Ojalá Carmelo Ezpeleta, que es el gran monstruo que ha creado este fantástico Mundial de motos, no se contagie nunca de la Fórmula 1 en esto.
Tienes muy buen trato con Marc desde el principio. ¿Esperabas esta resurrección?
Sí, ya el año pasado pensé que si le daban moto… Toda la familia Márquez, los papás y los hermanos son unos seres excepcionales que son tal y como se muestran, lo que parece ya imposible en el deporte de élite. Sólo tengo palabras de elogio. Siempre se han portado conmigo de una manera maravillosa y es un placer tener esa relación con ellos. Hay una cosa que me pasa con Marc y con otros amigos deportistas que tengo como Andoni Zubizarreta o, en menor medida, Rafa Nadal. Mucha gente en la profesión trata de dañarme lanzándome un "mira, tu amigo". Dicen eso como si fuera algo negativo cuando es un elogio sensacional. Sé que periodísticamente no está bien ser amigo de los protagonistas, pero, lo siento, para mí esas amistades tienen un valor tremendo por encima de lo laboral.
¿Qué tal conviven el periodista serio y el tertuliano polémico que también eres?
Llevo bien esa dicotomía porque tengo un trabajo diario en un periódico y, luego, hago ese segundo papel en la radio. Están bien diferenciados. Con la televisión he tenido muy poco contacto, sólo en los tiempos de ‘El Rondo’ de Alfonso Arús, que es un auténtico monstruo de la televisión. Es el tío que inventó todo lo que se hace ahora en televisión deportiva, un innovador absolutamente brutal.
Las tertulias de éxito como ‘El Chiringuito’ provienen de él.
Claro, ‘El Chiringuito’ es una copia de ‘El Rondo’, aunque no sé si a Pedrerol le molestará esto. Lo siento, pero tú puedes ser el inventor de algo que no has inventado y el maestro de esto se llama Alfonso Arús. Mala suerte. Pedrerol no debería de tomárselo como una ofensa porque ha imitado algo muy bueno, le funciona, le gusta a una determinada gente en un determinado horario, con un determinado estilo y ya está. Pero la verdad es la verdad: esto lo inventó Arús.
Hablábamos de tu papel como tertuliano.
Sí, te decía que a mí la radio me parece atómica. Cuando todo el mundo está diciendo, y a lo mejor hay parte de verdad, que las redes sociales, los tuiteros, los influencers y la inteligencia artificial van a acabar con el periodismo, la radio está ahí, inmutable y con audiencias enormes. Yo he tenido la inmensa suerte de que los auténticos gigantes de la radio me han querido para trabajar con ellos. He estado con De la Morena, con García, con Paco González y con Manolo Lama, que es un tipo tan generoso que tú le pides la hora y él te da el reloj. Entonces, estás en ese ambiente y te ayuda mucho a soltarte, porque estás como en casa, entre amigos y sin nada guionizado. Lo grandioso de la radio es que es inmediatez, improvisación y originalidad.
También ese es el peligro.
Claro, porque muchas veces metes la pata, por supuesto que sí. Es todo tan rápido que te animas y te calientas tanto que existe la posibilidad de equivocarte. Yo lo he hecho y me he disculpado, pero entiendo que es parte del juego. Además, cada uno sabemos qué papel jugamos en las tertulias y en el mundillo. Por ejemplo, cuando me llaman para intervenir en tertulias de Catalunya Ràdio, sé que lo hacen porque quieren a alguien que le dé un palo al Barça. Yo soy consciente de mi papel, pero también es verdad que nunca digo lo que no pienso. Si me piden una opinión, doy la mía. Otra cosa es que la mía les va bien y la buscan porque contrasta con la de los demás.
Pérez de Rozas posa con su pincher, Anubis, en Palma de Mallorca.

Pérez de Rozas posa con su pincher, Anubis, en Palma de Mallorca.Araba Press

¿Se toma esta sociedad el fútbol demasiado en serio?
Creo que no hay que trascendentalizar las cosas que no tienen trascendencia y el fútbol es una de ellas, aunque no la única con la que lo hacemos. En casa se rompe un vaso y se monta un drama que no te lo puedes imaginar y luego lo piensas y, coño, sólo es un puto vaso. Recoge los cristales y a otra cosa. Nos montamos demasiados traumas ficticios, luego hay un drama de verdad y ¿ahora qué hacemos? Es fútbol, por favor. Vamos a tomárnoslo estupendamente y a disfrutarlo sin dramas. Además, los clubes, los presidentes, los entrenadores y los futbolistas no se merecen que nos volvamos locos por ellos, con una defensa a ultranza que no tiene ningún sentido. A mí me gusta que gane el Barça, pero también me gusta ver partidos estupendos donde gana el otro. Jamás dejaré de dormir por un resultado.
Eres un culé anti Laporta, que no abundan.
Lo que está pasando en el Barcelona con Laporta, su directiva, sus amigos, sus familiares y la manera de gobernar el club es escandaloso. Es una muestra de que la prensa ha dejado de tener poder y ya no se carga a nadie. Si el periodismo tuviera poder, Laporta no sería presidente del Barça como Mazón no lo sería de la Generalitat Valenciana, no hubieran podido soportar el justo aluvión. En Barcelona ha habido periodistas como Toni Frieros, Sique Rodríguez, Albert Guasch, Paco Cabezas, Xavi Hernández, Sergi Escudero, Xavi Bosch, Andreu Rauet o Joan Josep Pallás que han publicado cosas de Laporta que deberían haber provocado que pasara algo… y no ha pasado absolutamente nada. Yo intento cumplir una frase que me solía decir papá: "Emilio, en esta vida, sobre todo que no te tomen por tonto". Cuando doy mi opinión sobre la vergüenza que es Laporta lo hago fundamentalmente para decir: "Oiga, usted está comportándose así, está gobernando en su beneficio propio y está consiguiendo negocios para sus amigos, pero que sepa que le estamos viendo, nos hemos dado cuenta, no somos tontos". A lo mejor no sirve para nada y se sale con la suya, pero sobre todo que no me tomen por tonto.
¿Tienes algún contacto con Laporta?
No, cero absoluto. Ni con él ni con el club. Tampoco lo quiero. Soy perfectamente consciente de que con este punto de vista crítico hago muchos enemigos y habrá presiones, pero por suerte me siento tremendamente protegido por mi periódico. Eso es importante y no tan frecuente como debería. Recuerdo una anécdota cuando Antonio Franco era director y yo llevaba la sección de Deportes, que aún éramos 10 o 12 redactores y hacíamos nueve páginas diarias. Se ponía delante de mí y me soltaba: "¡Vaya mierda de sección estamos haciendo!". Éramos la mejor sección de Barcelona, yo se lo decía, que era estupenda, y me respondía: "Hace un mes que no llama nadie cagándose en mí y eso es mala señal. Yo estoy aquí para pararos las balas. Haced lo que tengáis que hacer, pero hacedlo". Poder trabajar en un medio que te permite eso es sensacional.
¿Cómo valoras esa alianza estratégica entre Laporta y Florentino?
Forma parte de la anestesia general que están viviendo la afición, los socios y los abonados del Barça. Han vuelto a disfrutar del fútbol de la mano de Hansi Flick, Pedri y Lamine Yamal y pasan absolutamente de todo lo demás, están desconectados de la realidad. Estoy convencido de que esa complicidad con el Real Madrid no gusta, pero tragan porque saben que Florentino Pérez ha puesto los contactos financieros y económicos que posee, que son los mejores de España, a disposición de Laporta para que pudiera hacer las tropecientas palancas y endeudar por los próximos 25 años al Barcelona. Es otra de las cosas que el socio, que es el propietario en teoría del Barça, tiene guardadas en un armario para no verlas junto a la manera de distribuir comisiones en el contrato de Nike, que una empresa subcontratada meta 350.000 euros a una cuenta de los directivos para su aval o los retrasos del Espai Barça.
Antes, cuando has nombrado a los grandes de la radio con los que has trabajado, has obviado a Juanma Castaño.
No crees que haya sido casualidad, ¿no? Efectivamente, no lo ha sido.
¿Es porque esta temporada decidió prescindir de ti y de Tomás Guasch en ‘El Partidazo’?
Tomás te dijo que no le sabía mal por él sino por mí y yo te digo lo contrario, me sabe mal por él porque le considero uno de los grandes y además, y esto es lo peor para mí, es que Tomás sí es uno de ellos, del núcleo duro que pasó de la SER a la COPE. Yo no lo soy aunque llevo muchos años trabajando con ellos, sigo con Lama y creo que fui el primero que llamó a Paco González cuando dejó la SER y le dijo: "Me voy contigo". Lo cogí por las escaleras, saliendo del edificio. Lo de Castaño no quiero ni comentarlo. Lo que sí me supo mal fue que me lo dijera en pleno agosto, tres días antes de que empezara el programa y sin tiempo para buscar otra cosa. Por lo demás, es un programa de autor donde él elige a su gente y, de pronto, Tomás y yo dejamos de ser su gente. A mí me pareció mal, pero a Tomás le dolió bastante más.
¿Por qué crees que dejaste de ser de su gente?
Creo que fue por el ruido que hacía, el descontrol que yo provocaba. No lo comparto, pero es su opinión. De todos modos, no quiero centrarme en lo malo porque esta vida que he tenido ha sido la hostia. No, está mucho más allá de la hostia. Cuando te digo que me duele que la forma de trabajar que teníamos antes haya desaparecido totalmente es porque considero que ser periodista como lo éramos hace 50 o 30 años es de las cosas más grandes que se puede ser en esta vida. Es una manera de disfrutar tremenda. Es cierto que no tienes tiempo para la familia, los hijos ni los amigos, pero ¿por qué? Porque cuando te gusta el periodismo y contar historias, te vuelves loco. Felizmente loco. Eso es brutal y ahora ya nada de todo esto existe.
Hombre, algo quedará.
Muy poco. Los jóvenes periodistas creen que todo está en el móvil y, encima, los periódicos han dejado de tener dinero para ir a los sitios. Y si no estás en los sitios, no hay periodismo. La gente sólo copia, recopila e imita. Eso tiene poco valor. En mi época nadie se dignaba a escribir un texto si no había estado allí. Ahora todo el mundo escribe de todo desde la silla y, lo que es peor, todo el mundo se cree lo que esos publican. La manera de conseguir las fuentes de información en estos momentos es muy frágil, te puede engañar muchísimo, no las ves, no las tocas, no las tratas y puedes estar escribiendo una historia que se ha inventado alguien con el que has contactado por Instagram. El buen periodismo cuesta dinero y ya nadie tiene dinero. Tengo la impresión de que si mis hijos hubieran escogido esta profesión, me hubiera frustrado porque no hubieran disfrutado ni la mitad de lo que he disfrutado yo. Ese es el drama.
Carlos de Andrés: "Como el lince ibérico, los especialistas somos una especie en vías de extinción"

Carlos de Andrés: “Como el lince ibérico, los especialistas somos una especie en vías de extinción”

¿Qué es el verano sino Carlos de Andrés (Barcelona, 1965) y Perico Delgado disertando sobre lo humano y lo divino en TVE mientras unas vacas observan el paso del pelotón por cualquier valle francés de postal? ¿Cómo de infelices seríamos si el narrador no respondiera a la enésima invocación de Monsieur Massó por parte de su socio con su ya legendario "qué duro es este deporte, Pedro"? Fue director de Teledeporte 12 años, esta temporada cumple 25 narrando el Tour y La Vuelta y, aunque no se da importancia, pocos periodistas deportivos generan tanta unanimidad como él. En un país de tradiciones, Carlos de Andrés es una de las buenas.

Hay vida y éxito profesional más allá del fútbol.
Básicamente, sólo en la tele pública. Hace unos años me pidieron dar una clase en la universidad sobre retransmisiones deportivas y la primera foto que puse en la presentación era un lince ibérico. Pregunté a los estudiantes que tenía que ver ese animal conmigo y, claro, no caían. La respuesta era que soy una especie en extinción. Un especialista es caro, sobre todo si es un empleado fijo como es mi caso. Incluso muchos de los especialistas técnicos de fútbol, gente como Axel Torres por ejemplo, son freelance. Una de las grandes suertes de mi vida es haber caído en TVE porque me ha cuidado mucho y me ha dado la oportunidad de tener una carrera centrada en un deporte como el ciclismo. Eso implica un apoyo enorme que ahora intento devolverle. Sé que en otros medios habría sido imposible porque los especialistas no somos rentables.
Pero aportáis muchísimo.
Sí, pero no todos los días. Al final, una empresa quiere gente polivalente. Que yo pueda localizar en un segundo a Gianni Bugno o, obviamente, a Miguel [Indurain] en muchas empresas no sirve de nada. El deporte en los informativos de las televisiones es fútbol, fútbol y fútbol. En un periódico está muy bien llevar una entrevista con Indurain, pero eso te soluciona un día de 365. Por eso ya no encuentras especialistas en plantilla de casi ningún medio. Soy un privilegiado, lo asumo y lo agradezco.

Para saber más

Tienes 60 años y llevas desde los 23 en las bicis. Es una barbaridad.
Sí, sí, sí. Entré en TVE en 1988 y fue un poco casualidad que acabara en el ciclismo. En realidad, yo hacía fútbol. Venía de la revista 'Don Balón' y había trabajado haciendo entrevistas en Europa Press. Al entrar, pasé por la escuela de los informativos, que es un aprendizaje importantísimo, y hacía de todo, pero también empecé ahí a hacer el ciclismo en catalán para Cataluña y me ofrecieron incorporarme al equipo de Pedro González en Madrid para hacer la moto en las carreras. Yo encantado, claro, pero esos primeros años hice muchas otras cosa: entrevistas en Euroliga y en ACB, presenté informativos y programas... Me siento muy feliz de estar donde estoy porque me han dado oportunidades. Luego, lógicamente, en la vida uno tiene que saber aprovecharlas, pero hay gente muy buena a la que nunca se las dan.
Se suele hablar poco de lo que importa la suerte en cualquier carrera.
La suerte la tienes un día, es necesaria esa primera oportunidad, pero no creo ni en la buena suerte ni en la mala suerte. Eso es un día. Luego tú tienes que hacer tu trabajo y hacerlo bien. En lo que luego también he tenido suerte es en que el ciclismo es un deporte que se ha quedado en la tele en abierto y eso es lo que te hace más popular. La gente te reconoce más porque el ciclismo mantiene unas audiencias muy buenas en La 1. Las motos y los coches, cuando estaban en Telecinco, en Atresmedia o con nosotros, tenían unas audiencias brutales, pero por políticas de los organizadores decidieron ir al pago y esas grandes audiencias desaparecieron. Eso es algo que el ciclismo no ha querido hacer. ASO, que organiza el Tour y La Vuelta, tiene un doble contrato con nosotros y Eurosport que económicamente les vale, mantiene sus carreras en abierto y hace que el ciclismo sea uno de los deportes que mejores audiencias tiene en España.
Bueno, el ciclismo...
Sí, cierto. Siempre digo que en el ciclismo en España están las dos grandes vueltas y, luego, el resto. A mí me encantan las clásicas, pero no existen para el público en general. A veces hay gente del mundillo que se enfada o que no se lo quiere creer, pero... De verdad, ¿en qué mundo vivís? El ciclismo en España es el Tour y La Vuelta, el resto está a años luz. ¿Y por qué está a años luz? Porque el Tour y La Vuelta se emiten por La 1 y lo que te da la fuerza es el canal en el que sales. Deportes tan fuertes como el fútbol, el baloncesto o las motos han decidido ir al pago. Eso supone muy buenos ingresos, pero una merma de audiencia muy importante. Es lo que hay.
O eres un gran actor o, viéndote narrar, da la sensación de que aún te apasionan las carreras.
Tuve un momento difícil cuando me ofrecieron la dirección de Teledeporte. Puse como condición seguir haciendo el ciclismo, porque he hecho muchas cosas en la tele y lo que más me gusta es comentar carreras, pero tenía demasiado trabajo. Aunque llegó un momento en que ya solo comentaba Tour y Vuelta, me di cuenta de que no estaba haciendo mi trabajo tan bien como debería porque, a veces, estaba de reuniones todo el día y no me daba tiempo a prepararme las carreras bien. Hubo un día que estábamos planificando el operativo para los Juegos Olímpicos y cuando llegué a comentar la etapa del Tour no sabía ni cómo iba. Me dije: "Esto no puede ser, no vale de excusa que tengo mucho trabajo". Así que a partir de ahí, me machaqué y fueron años duros. Tras dejar la dirección del canal en 2020, llevo unos años que me siento en mi mejor momento comentando carreras. Estoy muy tranquilo, muy seguro y estoy teniendo un mayor punto crítico que me gusta. Es una parte fundamental de nuestro trabajo que a veces olvidamos y creo que es importante. La crítica no tiene por qué ser siempre negativa, pero es importante posicionarse a veces.
Te toca más ese papel porque a Perico y a Purito, como ex ciclistas, a veces les cuesta ser críticos.
Al final yo tengo la ventaja de que llevo mucho tiempo y, al final, lo importante no es mi nombre, no es Carlos de Andrés, lo importante es el puesto que ocupo. Yo tengo una silla que me da fuerza, como antes se la dio a Pedro González, que es la de comentarista de ciclismo en TVE, que jamás me ha presionado para decir una cosa u otra. Y eso es clave porque, lógicamente, de quienes sí he tenido muchísimas presiones es de equipos, de organizadores y de mánagers, pero eso es algo con lo que hay que convivir y la fuerza para poder hacerlo te la da la empresa. Siempre he tenido muy claro que lo importante no soy yo sino el puesto que ocupo, que me permite opinar con mucha libertad. Hay gente que estará más contenta y otra menos contenta, pero es mi trabajo.
¿De los ciclistas no has recibido presiones?
Sí, pero muchas menos. A veces, ahora ya no tanto, me venía un ciclista y me decía: "Me han dicho que has dicho esto malo sobre mí". Yo respondía: "¿Lo has escuchado o te lo han dicho?". Y, claro, siempre se lo había dicho su novia, su hermano, su madre... Pronto asumes que a una madre nunca le va a parecer suficientemente bueno lo que digas de su hijo. El elogio tendría que ser eterno y eso no puede ser. También a veces he sido muy crítico y me he equivocado, pero tampoco me importa pedir perdón. Aún me equivoco, por supuesto, pero ahora tengo una seguridad muy grande y ya digo siempre lo que pienso y creo. Eso sí, sigo siendo de aquellos periodistas antiguos que cuando sé que voy a decir algo intento contrastarlo y dar la oportunidad al implicado de que venga a la tele a hablarlo y rebatirme. El año pasado fui duro, por ejemplo, con lo que pasó con Ayuso en el Tour y luego le di la oportunidad en La Vuelta a Matxín de que viniera. Tuvimos una entrevista tensa, pero a mí me gusta mucho que el entrevistado me ponga en un aprieto.
Tu choque más sonado fue, seguramente, el que tuviste con Marc Soler en el pasado Tour. Él se molestó con un cámara que iba en moto y le llamó retrasado, tú se lo afeaste en la tele ("tratar a alguien así me parece impresentable") y él se cabreó mucho.
Ahí me he mantenido muy claro. Un ciclista no tiene por qué insultar y llamar retrasado a un cámara. Sin más. El problema fue que en la retransmisión en directo no lo entendí bien, pensé que había dicho que se había retrasado y, al acabar, le pedí a unos compañeros que lo escucharan. Todos vimos lo que decía en realidad y al día siguiente lo denuncié. Sé que a él no le gustó mucho, pero me da igual. Nos hemos vuelto a ver y nos hemos hablado con educación, pero no tenemos la misma relación que teníamos antes. Qué se le va a hacer. Conozco a Marc desde pequeño, siempre le he tratado muy bien y si se enfada porque un día diga que ha hecho algo mal, no es mi problema.
¿Cuánto miedo has pasado en la moto durante las carreras?
Ningún miedo. El tema es que tienes que confiar en tu piloto y olvidarte. Además, yo conocí una moto que ya no es la de ahora, que está todo regulado. Hacía lo que me daba la gana, iba hacia adelante, hacia atrás, era apasionante y me enseñó mucho. La facilidad que tengo para reconocer corredores y situaciones de carrera me la dio esos años de moto, porque estaba tan cerca de ellos que lo veías todo. También es verdad que aquello te produce cierto síndrome de Estocolmo. Te mojas con ellos, te tratan como a uno de ellos y te acabas sintiendo uno de ellos. Al final es un error y lo pagué. Estaba demasiado cerca de los ciclistas y lo primero que tiene que hacer un periodista para hacer bien su trabajo es apartarse un poco de la gente sobre la que habla. Con los años lo he hecho y es una buena lección para los periodistas. Son etapas y es normal. Entonces yo era más joven que ellos y ahora algunos ciclistas son más jóvenes que mis hijas. Todo es crecer y aprender.
Eres, de largo, el comentarista de ciclismo que menos se equivoca al identificar ciclistas en los planos generales. ¿Cuál es el truco?
La edad y el oficio, la tele lo exige. Por ejemplo, Javier [Ares] todo el tiempo que estuvo en la radio no lo necesitaba. Él hacía la parte final, con la carrera más definida, y era más tertulia. Tenía más tiempo para analizar. En mi caso es muy importante que tardes poco en reconocer a un ciclista y en leer la situación de carrera. Insisto a los realizadores en que cuando se forma una fuga necesito rápido un plano de pelotón porque, según quién tire detrás, sabré cuánto va a durar esa escapada. Si tira el equipo del líder, si se pone a tirar otro equipo que no ha metido a nadie en la fuga... Todo eso me permite saber las posibilidades de éxito. La moto me enseñó mucho y lo demás es fijarte aunque cada vez es más difícil. Por ejemplo, antiguamente iba a las salidas de las etapas y me fijaba en las zapatillas y las gafas de los corredores porque todas eran diferentes. Ahora los equipos tienen sus marcas y hay que buscarse otros trucos para ser ágil en la identificación. Es puro descarte. El equipo eran nueve, han abandonado dos, por morfología quitas otros tres, por el momento de carrera un par más... He ido mejorando y la última semana del Tour y La Vuelta podría comentarlas ya con los ojos cerrados. Eso es oficio, como el panadero que sabe exactamente el momento en que sacar la hogaza del horno.
Hablas de Ares. En un deporte con unos periodistas de referencia tan marcados, ¿existe rivalidad entre vosotros?
Ninguna, al contrario. Yo he convivido en La Vuelta y en el Tour con Javier, con Juanma Castaño, con Pepe Gutiérrez, con Josu Garai, con toda la gente de mi generación. Entonces viajábamos tanto y estábamos tanto tiempo juntos que realmente se creaba un vínculo. Ahora ya casi nadie viaja y los que viajan son, la mayoría, porque el organizador se lo paga. Todo ha cambiado mucho y les costará mucho más tener los contactos que nosotros teníamos. Es algo que me preocupa del periodismo. Entiendo que con la mejora y el avance de la tecnología a lo mejor ya no hay que ir a todos sitios, pero a alguno hay que ir. A mí Contador me coge el teléfono no porque me llame Carlos de Andrés, sino porque me veía cada día constantemente allí, en los sitios. Yo aún me puedo manejar porque ya tengo los contactos, pero a la persona que venga detrás de mí le costará mucho más tener esa capacidad de influencia en el deporte.
Con Perico Delgado llevas trabajando 30 años, pero ¿qué tal te llevas con Indurain y Contador?
Con Miguel sigo teniendo relación, nos conocemos muchísimo y hablamos de vez en cuando y siempre me sentí muy bien tratado por Alberto cuando era corredor. Yo no era mucho de molestarle cuando estaba en carrera, pero las pocas veces que lo hice siempre respondió y jamás me hizo nunca un reproche por alguna crítica ni nada similar. Miguel tampoco, pero en su época sí que tuvimos nuestras broncas con José Miguel Echávarri, pese a que es una persona a la que respeto muchísimo. Al final es inevitable porque si todo el mundo estuviera contento conmigo, es que no estaría haciendo bien las cosas.
¿Y los aficionados? El ciclismo tiene una comunidad de fans puristas que suelen ser muy duros.
Creo que Pedro [Delgado] y yo somos una pareja muy bien recibida en general por el aficionado, pero lógicamente hay gente a la que no le que no le gustamos o directamente le caemos mal. Es ley de vida. La gente siempre me ha dado bastante igual. No soy muy de redes sociales y todo esto porque tengo la edad que tengo y hago una reflexión muy sencilla: si alguien me critica desde el anonimato y sin que yo sepa cuánto sabe él de esto, me preocupa muy poco. Recuerdo el día del famoso ataque de Contador desde muy lejos para ganar La Vuelta en Fuente Dé. Nadie se lo esperaba y la retransmisión no estaba prevista tan pronto, pero empezaron a machacar a TVE en redes por no conectar. Esto no va así, no chasqueas los dedos y aparecen aviones y helicópteros, es una crítica tan absurda que no puedes preocuparte por eso. Explícales que estamos todo el año planificando hasta las horas de repostaje... Entiendo que al espectador eso le da igual, pero a mí no puede afectarme. Es como si yo llevo el coche al taller y le empiezo a hablar al mecánico de la junta de la culata. Me dirá: "Tío, ¿tú qué sabes?".
Hay otra batalla perdida para el periodista de un medio grande: que el entendido asuma que no te diriges a él sino al aficionado medio.
Claro. Yo mismo caí en eso. Una de las cosas de las que estoy muy satisfecho es de que he ido evolucionando mucho en mi manera de comentar. Cuando murió Pedro González y me dieron la responsabilidad de sustituir al insustituible, tenía muy claro lo que quería hacer y cómo lo quería hacer. Tenía esa imprudencia de la juventud de sentirte muy seguro de lo que piensas y de que ibas a cambiar mil cosas. Por suerte me di cuenta de que me estaba equivocando porque, al final, el deporte es entretenimiento y mi labor es que la gente se lo pase bien cuando estamos comentando. El primer año preparé unas estadísticas llenas de gráficas, un currazo que no te puedes imaginar sobre estados de forma, tendencias de ataque... ¿Sabes qué? A la gente no le interesaba nada. Hay que saber muy bien para quién comentas, no es lo mismo estar en Teledeporte o Eurosport que en La 1. El espectador de La 1 maneja conceptos básicos y le tienes que hablar de sufrimiento y no de abanicos.
Es increíble qué claro ha tenido siempre eso Perico, viniendo de ser profesional.
Sí, lo tiene innato. Yo no, pero supe cambiar. Al principio comentaba para la gente del ciclismo y yo no trabajo para ellos, trabajo para el espectador y el espectador del Tour es mi vecino y no un loco del ciclismo. Una vez vi una pancarta en una salida que ponía: "Perico, te regalo un jamón por un chiste". Pensé: "Hostia, me estoy equivocando porque con todos estos datos que doy no me ofrecen ni una cerveza". Asumes que al final esto es entretenimiento y no es peor, al contrario. Eso es algo que me ayudó a entender Pedro. Desgraciadamente, desde que murió Michael Robinson somos la pareja de comentaristas más antigua de la tele deportiva. Eso te da mucha confianza y lo que intentamos es que la gente en su casa sienta que estamos ahí hablando con ellos.
Indurain es el rey y Contador también ganó más, ¿pero qué sería el ciclismo en España sin Perico? Él lo resucitó en los 80 y lleva 30 años siendo su voz en la tele.
Es fundamental. Lo gracioso es que la gente ya le conoce más por la tele que por ciclista, lo notamos cada vez que vamos a alguna carrera. Perico se hace muchas más fotos en las salidas que el 95% de los corredores, hasta el punto de que a veces no vamos porque es agobiante. Cómo será el influjo de la tele que incluso me pasa a mí. Tengo la suerte de que mi fama es muy acotada y que aquí, en Barcelona, el ciclismo no es un deporte que se siga mucho, pero lo noto cuando estoy comentando en Madrid o cuando vuelves del verano. Perico es un símbolo, eso es evidente, pero lo es aún más por la cadena en la que trabajamos. Hay un hábito de consumo del Tour y La Vuelta durante el verano que lleva inamovible en la sociedad española 40 años. Cada inicio de Tour se repiten los tuits diciendo que ya empiezan a hablar Perico y Carlos en la tele y eso es que llega el verano cuando yo llevo hablando desde febrero, sólo que lo ven cuatro [risas].

David Ramírez (Araba Press)

¿Cómo fue tener que sustituir a una leyenda como Pedro González, tras su muerte por un infarto el 1 de enero de 2000?
Muy doloroso, sobre todo porque Pedro era muy joven, tenía 48 años cuando falleció. Aún recuerdo la llamada de Mari Carmen Izquierdo a mi casa. Estaba en el comedor y me quedé helado. Pedro fue la persona que me ayudó a progresar y era mi amigo. Incluso ahora, tantos años después, no me gusta hablar de esto porque es una sensación un poco extraña que la muerte de un amigo te lleve a conseguir lo que habías soñado. No sé, en cierto modo te sientes culpable. A veces me consuelo pensando que Pedro vivió muy intensamente y prefirió vivir 48 años como los vivió que cien más aburridos. Era una persona con un carácter muy fuerte, me pegó algunas de las broncas que más me han dolido, pero por encima de todo era muy buen tipo. Me ayudó muchísimo. Si no me propone incorporarme al equipo de ciclismo en castellano, ¿dónde estaría yo ahora? No tengo ni idea. Él había tenido un problema de salud ya en el Giro anterior, le tuvo que ver el médico de Banesto en una meta porque se había mareado y quizá fue un primer aviso, pero se hizo revisiones al volver y las pasó. No sé... A veces pienso si hubiera entendido esta transformación de comentar desde Madrid. Creo que les hubiera mandado a paseo, a él le gustaba vivir las cosas.
Hemos hablado de las ventajas de TVE, pero también suele ser una empresa con muchos conflictos internos tanto entre compañeros como por injerencias políticas.
Sí, he leído algunas de tus entrevistas a compañeros de la casa contándolo y me han sorprendido un poco, porque yo no he tenido esa sensación siendo, incluso, directivo con varios gobiernos. A lo mejor es que el deporte es menos importante de lo que nos pensamos los periodistas deportivos. Además, tengo la sensación que la sede en Madrid es más dura que la de Barcelona, estamos algo más alejados de las polémicas. Nunca nadie me ha dicho lo que tengo que decir, te lo aseguro, pero supongo que la versión de cada uno depende de cómo te haya ido. Yo llevo 25 años comentando con Perico sin ningún problema. Igual han estado a punto de echarme un día y ni me he enterado, pero no tengo esa sensación.
¿Qué tal fue tu experiencia como directivo?
Complicada. Estoy contento porque cuando fui director de Teledeporte [2008 a 2020] aprendí muchas cosas. No soy mejor periodista después de haber sido directivo, pero sí soy mejor profesional porque aprendes a tratar con dueños de derechos, a negociar cosas y a manejar equipos. Eso sí, si me proponen volver a ser directivo de la tele no aceptaría, como periodista no te mejora. Ahora me encuentro en una situación muy buena, comentando lo que a mí me gusta y deseando que llegue la París-Roubaix, que es uno de los mejores días del año. Y el día que no comenté. haré lo mismo que ahora: verla y disfrutar.
Además, estás pudiendo contar el mejor momento del ciclismo en 35 años, al menos para mí.
Y para mí seguramente también. Ahora la gente se queja de que Pogacar ataca muy pronto y se acaba la carrera. Alucino.Nos hemos pasado los años de Froome y Armstrong cagándonos en que nadie atacaba hasta el último kilómetro y ahora nos va a parecer mal que se hagan heroicidades de 100 kilómetros. Lo de Pogacar en el último Mundial me pareció una pasada y siempre es mejor que no se vaya en pelotón. Tenerle a él, a Van der Poel, a Van Aert... es un lujo y hasta los españoles están más activos y se mueven más. Me gusta mucho esta generación que está saliendo de Juan Ayuso, Iván Romeo o Pablo Castrillo porque son chicos que disfrutan siendo protagonistas. Ha habido unos años en los que a veces tenía la sensación de que a los ciclistas españoles no les gustaba ser ciclistas, estaban siempre como tristes y muy enfadados. Ya no. Por favor, no nos quejemos de vicio.
Necesita urgentemente el ciclismo español una estrella.
A ver, todos querríamos tener un Indurain y un Contador, pero no podemos pretender tener todo el rato un ciclista que te lo gane todo. Si analizas el nivel medio del ciclismo español de los últimos 30 años es espectacular. Ahora hay muchas esperanzas con Ayuso y ahí creo que hay que poner un poco de distancia porque, siendo un fantástico corredor, tiene el problema de que coincide en su equipo con el mejor ciclista de la historia que, además, sólo tiene 26 años. Pogacar es increíble. Un escalador que el otro día casi gana la San Remo y veremos qué pasa con la Roubaix. Sólo le aguanta la comparación Merckx y hay que recordar que él competía con gente buena, pero no tan buena como los rivales que Pogacar ahora. Con lo que está haciendo, la edad que tiene y lo que le queda, se va a colocar como el mejor de la historia sin duda. Va de exhibición en exhibición, además, no gana de cualquier manera, le da igual el Mundial que la Clásica de Jaén. Que le reprochen que domina demasiado es un poco de risa. Todas las carreras con él son divertidas. Todas.
La verdad es que es increíble que se le critique.
Me hace gracia. Leo a esos tuiteros que van de superentendidos y todo les parece mal y me pregunto para qué ven ciclismo entonces. Hombre, no hay que ser Bambi y hay que tener un punto crítico, pero en general estamos viendo un ciclismo muy bonito en todas las carreras. Hay cosas a mejorar, por supuesto. Lo que más cuestiono yo sobre el ciclismo actual es que se paran demasiado rápido las carreras, que se está informando tarde y mal de las tarjetas amarillas a los ciclistas y que hay un VAR que prácticamente no se utiliza porque los comisarios no quieren tomar ninguna decisión. Al final, es un deporte que vive mucho de la tradición y es verdad que es imprescindible porque el ciclismo sin el Alpe d'Huez o sin el Tour no sería nada. ¿Por qué no salen adelante todos esos proyectos de independizarse y hacer sus carreras que intentan los equipos? Porque no tienen Tourmalets ni Anglirus. Tú puedes organizar la mejor carrera del mundo en China con todas las estrellas, pero si no es verano y no escalan los Alpes, no va a tener ningún éxito. La gente necesita referentes y los referentes son los puertos.
Es el deporte con más literatura.
Para la prensa escrita, por ejemplo, ha sido maravilloso porque permite un tipo de crónica poética que el resto de deportes no soportan. Ahora quizás algo menos porque se ve todo, las etapas se transmiten completas y hay menos espacio a la imaginación. Egoístamente, porque trabajo en la tele, a mí me va bien que hayamos llegado a este punto en la sociedad en el que lo que no se ve no existe. Por eso me parece tan importante esa decisión del ciclismo de mantenerse en el abierto porque es un deporte al que se compite al mediodía, cuando mucha gente está trabajando incluso en julio. ¿Cuánta gente se abonaría a una plataforma por un deporte que de lunes a viernes probablemente no pueda ver? Es un deporte con unas connotaciones especiales que no se puede trasladar al prime time, aunque se intente con los prólogos a las 20, porque la gente ya está acostumbrada a verlo a las tres. Lo pones a las ocho y ni se plantea que haya ciclismo.
¿Podemos creer en que esta Edad de Oro es limpia o el dopaje es intrínseco al ciclismo?
Yo quiero creer. El ciclismo hizo cosas terribles. Me cuesta mucho entender que alguien se juegue así la vida y por lo que he ido averiguando había ciclistas que se la jugaban de verdad. Al principio, creo que los ciclistas lo hacían sin ser conscientes del riesgo y culpo mucho a algunos médicos. Piensa que eres un chico de un pueblo del interior del País Vasco, de Cataluña, de Castilla, que tu futuro no es poder estudiar una buena carrera y desde los 15 años has estado montando en bici y eres mínimamente bueno. Llega un tío que te dice: "Oye, ¿tú quieres ganar en el Tour? Si haces lo que te diga, yo te hago ganar". Es tentador y es humano porque al final, no lo olvidemos, doparse es como ser ladrón de bancos. La gente no se dopaba por prestigio y por victorias, se dopaba por dinero. Porque ganabas una etapa en el Tour y al día siguiente te firmaban un contrato de un millón de euros. Y a un chico de un pueblo eso le solucionaba la vida.
¿Por qué crees que ahora es diferente?
Porque el ciclismo se ha profesionalizado, se está ganando mucho dinero y hay cosas de aquella época que es imposible que hoy pasen. Cuando he sabido que se iban a pisos y se hacían allí transfusiones de sangre...Había padres que trasladaban sangre en sus coches en una nevera enchufada al mechero para ponérsela a sus hijos. Es increíble. Otra cosa que me indigna es la excusa de que lo hacían todos. ¿Y a mí qué? Mi hija también me decía que el fin de semana salían todos sus amigos sin hora y yo le decía que todos menos ella. Cuando otros ciclistas defienden a Armstrong diciendo que era el mejor igual, pues que lo hubiera demostrado. ¿Y los médicos? Cuando vi el piso de Eufemiano Fuentes con una nevera como la de mi casa para guardar la sangre... ¿A él no se le iba nunca la luz? ¿Qué sistema tenía para asegurarse de que no se fastidiaba nada? Era terrible. Quiero pensar que ahora han aprendido, pero creer que el dopaje no existe es imposible. Ni en el ciclismo, ni en el fútbol, ni en la natación, ni en ningún deporte. Donde hay dinero hay tentación, ambición y tramposos. Eso, desgraciadamente, siempre va a existir, pero ahora el ciclismo ha entendido el daño que hizo y lo persigue en vez de taparlo
¿Y los periodistas, que viajabais con ellos, de verdad no os dabais cuenta de nada?
Yo sí era consciente de que pasaba algo, pero ni por asomo imaginaba que la gente se estaba jugando la vida de esa manera. A posteriori leí todo el informe de la Operación Puerto que me hizo revivir situaciones que había vivido y en aquel momento no había entendido. Por ejemplo, he entrado en la habitación de una auxiliar de equipo y he visto que faltaba un cuadro. Ahora sé que es porque en esa alcayata colgaban las bolsas para inyectarse. Llámame tonto, pero entonces no caía en esas cosas. El nivel al que se llegó supera todos los límites que una persona normal pueda imaginar. Lo que a veces me planteo es qué otro deporte hubiera soportado una cosa así, porque hubo un momento que todo era un cachondeo y un escándalo increíble, sin embargo aquí seguimos.
Las audiencias nunca se resintieron.
Exacto. Siempre se mantuvieron altas. El Tour y La Vuelta forman parte de una costumbre, un hábito, una tradición. Llega el verano y la gente lo pone. ¿Cuánta gente ve el Tour por los paisajes? Muchísima. No todo el mundo tiene la suerte de poder viajar por el mundo y es una carrera espectacularmente realizada. Estás un jueves de julio después de comer sin nada que hacer y pones el Tour porque siempre lo has hecho y se ve fácil incluso en las etapas llanas. No sé cuántas siestas habré acompañado ni la de veces que me han dicho lo bien que se duerme con nuestra voz [risas]. Esto ya es una broma entre nosotros. Hubo un Tour en que Perico pegaba un grito cada rato para despertar a la gente de la siesta.
A ver, una siesta de sofá y etapa aburrida es insuperable.
Es el horario. A mí también te pasa cuando veo ciclismo que no hacemos nosotros. Estoy viendo una etapa larga del Giro y caigo. Encima con más conocimiento, que me permite calcular cómo va a ir la carrera y pensar: "Vale, con que me despierte para los últimos 40 minutos, basta".
¿Miras al periodismo futbolero, tan ruidoso, con cierta superioridad?
En realidad, con cierta envidia. A veces me gustaría que hubiera más polémica en el ciclismo, creo que le vendría bien al deporte, no tanto corporativismo. Cuando hago una tertulia tras las etapas me encanta que haya discrepancias y que incluso me cuestionen a mí. Eso es bueno, lo que pasa es que a veces el fútbol se pasa. Soy muy futbolero y creo que algunas cosas las debería controlar como el teatro de los jugadores y ese endiosamiento que se ha ido alimentando. Obviamente el ciclismo es más cómodo y más tranquilo. Una vez me dijo un compañero una cosa que es verdad: "No sabes la suerte que tienes de que no haya Barça-Madrid en las bicis". Aquí la gente es muy de corredores y en la época de Contador-Valverde también me acusaban de ir con uno y con otro, pero es una polémica más light. Sin embargo, a veces escucho las tertulias de fútbol y pienso que me gustaría ser tertuliano. Me encantaría defender una posición y adelante con todo. Un poco de salseo. Otra cosa es que algunos programas ves que están hechos sólo para el show, pero si la gente los ve, el programa es bueno. No voy a juzgar a nadie por ver lo que quiera.
¿Tampoco te molesta que casi todo sea fútbol en los medios?
Leo 'L'Équipe' cada día y claro que siento envidia cuando hace portadas de rugby, de judo o de natación, pero eso va con la idiosincrasia de la gente y la cultura deportiva de cada país. No puedes pedir a los periódicos que se apuñalen a sí mismos. Si hacen portadas de fútbol será porque es lo que vende y todos en esta profesión le damos a la gente lo que quiere. Yo también, como te decía antes, supe entender que tenía que cambiar mi manera de comentar y ahora buscamos esas pequeñas polémicas para debatir con Pedro y con Purito. Y lo hago porque creo que es la mejor manera de comentar y que entretener es tan necesario como informar.
¡Todo te parece bien!
No. La edad me hace ser más reflexivo y últimamente pienso que el gran problema al que se enfrenta el periodismo es que hoy todo es noticia. Tú has tenido que luchar seguro en tu periódico porque te den un espacio para contar algo, es lo normal, pero las redes y las webs permiten que todo sea noticia, que todo tenga hueco. Un equipo manda una entrevista a su ciclista hecha por ellos mismos y los medios la publican. No, esto no puede ser, ese es nuestro trabajo. Los periodistas teníamos dos funciones, decidir qué es noticia y contrastar la veracidad de las informaciones, que ya no se cumplen. Si no podemos decidir qué es noticia porque todo lo es y, luego, vemos cómo se publican mentiras constantemente sin que pase nada, ¿para qué servimos? Esta es la gran crisis de nuestra profesión. Una de las pocas cosas que me alegra de tener 60 años es que me ha permitido vivir la época buena del periodismo y me quedará sólo un poquito de la mala, de las fake news, del no salir de la redacción... Veo a los chavales que llegan ahora y me da mucha pena. Por eso me siento tan agradecido a TVE, que me ha permitido ir a los sitios y ser alguien al que ahora, cuando habla, la gente me escucha y me respeta. El futuro de la profesión es complicado.