Corría Julián Álvarez hacia sus compañeros con el puño en alto. Había igualado la tanda de penaltis ante el Real Madrid con un lanzamiento accidentado, pero que había terminado en la red de la portería que defendía Courtois. Pero el guardameta había visto algo raro y avisó al colegiado. "Sentí que tocó doble y se lo dije al árbitro", explicó el portero madridista y añadió: "No es fácil de ver y es mala suerte para ellos".
Lo cierto es que justo cuando Álvarez llegaba a la piña con sus compañeros, Szymon Marciniak se llevaba la mano al pinganillo. Al otro lado estaba Tomasz Kwiatkowski y confirmaba lo que ya había atisbado el portero madridista: Julián había tocado dos veces el balón.
Marciniak miraba entonces al cuarto árbitro y hacía la seña de que el penalti quedaba anulado y levantaba un dedo reiterando que el único penalti válido de los rojiblancos era el anotado por Sorloth en el primer lanzamiento. Mientras, en el corrillo de jugadores colchoneros, Correa, Lino y Barrios preguntaban al argentino por lo ocurrido y este parecía que les indicaba, según las imágenes de la retransmisión: "No sé".
La imagen que vio la UEFA para anular el penalti de Julián Álvarez contra el Real MadridUEFA TV (Vídeo)
Pero el equipo arbitral, mayoritariamente de origen polaco, tenía claro lo ocurrido. En en lanzamiento del penalti, Julián, involuntariamente puesto que se había producido por un resbalón, había vulnerado los artículos 10 y 14 de las Reglas de Juego de la International Football Asociation Board (IFAB).
El precepto decimocuarto habla del procedimiento de lanzamiento de un penalti. En su apartado 1 especifica: "El ejecutor del penal no podrá jugar el balón por segunda vez hasta que lo haya tocado otro jugador". Que es lo que estimó el VAR que se produjo tras el tropezón del argentino.
Y el décimo es el que explica la sancion preceptiva para ese tipo de acciones: "Si el lanzador es penalizado por una infracción cometida después de que el árbitro haya dado la señal para ejecutar el lanzamiento, se registrará este como fallado y se amonestará al lanzador".
El polaco no amonestó a Julián Álvarez, quizás porque pudo interpretar que ese doble toque se produjo de manera involuntaria, pero sí que procedió a anular el lanzamiento tan pronto como el VAR confirmó lo que había pasado.
La UEFA no hace públicas las actas de sus encuentros, como ocurre en las competiciones españolas, pero dos copias de los documentos sí se entregan a los equipos al finalizar el partido. El Atlético podrá ver en la suya la decisión que tomó el árbitro polaco y que marcó la tanda de penaltis en los octavos de final de la Champions.
Los aficionados más devotos de la NBA recordarán a Oliver Miller, el corpulento pívot que jugó durante nueve temporadas en la NBA, arrastrar su descomunal cuerpo por las canchas. Este miércoles, el ex jugador ha fallecido a 54 años a causa de un cáncer, informa AP.
Varios ex equipos de Miller anunciaron su fallecimiento, al igual que la Asociación Nacional de Jugadores Retirados de Baloncesto (NBA). La Universidad deArkansas, a la que ayudó a llegar a la Final Four de la competición universitaria en 1990, anunció durante un evento que Miller tenía cáncer, y Miller agradeció al equipo por el video homenaje que le dedicó al publicarlo en redes sociales el mes pasado.
Conocido como 'The Big O' por su figura de 2,05 metros y 127 kilos, que llegó a pesar más de 170 kilos durante su carrera en la NBA, Miller destacó en Arkansas entre 1988 y 1992. Promedió 12.2 puntos y 6.5 rebotes en cuatro temporadas, ayudando al equipo de Nolan Richardson, entrenador del Salón de la Fama, a llegar a la Final Four en la temporada 1989-90, antes de perder contra Duke y ganar el premio al Jugador del Año de la Conferencia del Suroeste en 1991.
"Estamos profundamente entristecidos por el fallecimiento de la leyenda de Arkansas, Oliver Miller", declaró Arkansas en una publicación en redes sociales. "Un miembro clave del equipo de la Final Four de 1990, miembro del Salón de la Fama de la Conferencia del Suroeste, seleccionado en la primera ronda del draft de la NBA y una verdadera personificación del espíritu de los Razorback. Te queremos, Big O. Nuestros pensamientos están con su familia", añadió.
Miller fue seleccionado por Phoenix en 1992 con la selección número 22 del draft. Promedió 7.4 puntos y 5.9 rebotes para los Suns, Detroit Pistons, Toronto Raptors, Dallas Mavericks, Sacramento Kings y Minnesota Timberwolves. También jugó en Europa, la Asociación Continental de Baloncesto, la Liga de Baloncesto de Estados Unidos y con los Harlem Globetrotters.
Los Raptors guardaron un minuto de silencio en memoria de Miller antes de su partido en casa de este miércoles contra los Philadelphia 76ers. Miller fue seleccionado por Toronto como la última elección del draft de expansión de 1995.
"Ocupa un lugar especial en nuestra historia como miembro de nuestro equipo inaugural en 1995, y estamos muy agradecidos por todas sus contribuciones", dijeron los Raptors en redes sociales. "Enviamos nuestras más sinceras condolencias a la familia Miller", anunciarón.
Poco o nada le duran los rivales a Carlos Alcaraz en Indian Wells. A Grigor Dimitrov, uno de los tenistas más elegantes del circuito, número 15 del mundo y con nueve títulos ATP en su haber, se lo quitó de encima con una facilidad pasmosa, casi insultante. Dos juegos cedió en la hora y 14 minutos que estuvieron en pista, un doble 6-1 que no solo le mete en los cuartos de final por la vía rápida sino que le hace cada vez más favorito para repetir título en el primer Masters 1.000 de la temporada.
Con esta ya son 15 victorias consecutivas en el desierto californiano, acechando el récord de Roger Federer (18) y de Novak Djokovic, con 19. Lo tiene más que a tiro tras la eliminación de Alex de Minaur y de Taylor Fritz. En cuartos se las verá con el argentino Francisco Cerúndolo, a quien solo se ha enfrentado en una sola ocasión, con victoria para el español en Queens el año pasado.
Dimitrov resultaba el primer escollo serio en su camino hacia un nuevo título en Indian Wells. Tras unos años alejado del Top Ten del ránking mundial, el hijo de un entrenador de tenis y una jugadora profesional de vóley había logrado colarse en esa lista a finales de 2024, instalado en el número 10. Pero el búlgaro pareció acusar el desgaste de su choque frente a Gael Monfils de la ronda anterior, resuelto en el tie break del tercer set. No fue rival para el murciano en ningún momento, sin respuesta para el alto ritmo impuesto por el campeón de Roland Garros.
El partido acabó siendo un mero trámite para Alcaraz. Como en sus dos encuentros anteriores, el español salió enchufado. Aprovechó una de las dos pelotas de break que tuvo sobre el servicio del búlgaro para controlar el partido desde el principio, especialmente sólido con su revés a dos manos desde el fondo de la pista.
En el recuerdo, el último choque entre ambos en los cuartos de final del Masters 1.000 de Miami en el que se impuso Dimitrov en dos mangas con un gran nivel de tenis. Pero esta versión de Alcaraz es poco menos que intratable en el desierto que tanto le gusta y que, fuera de Madrid, es su torneo favorito, según se encargó de confirmarle al público presente en su encuentro frente a Halys.
Juan Carlos Ferrero, su entrenador, le pedía precaución por el viento que soplaba con fuerza, pero manteniendo la intensidad. Su pupilo le hizo caso porque en 38 minutos ya tenía la primera manga en el zurrón por un rotundo 6-1.
Dimitrov trató de ofrecer algo de resistencia iniciado el segundo set y consiguió, al menos, frustrar a Alcaraz al levantarle dos pelotas de ruptura en el segundo juego. Después, y pese al viento que hacía más difícil controlar la bola, forzó tres oportunidades de ruptura sobre el saque de su rival, pero hasta ahí. El búlgaro terminó aplaudiendo al español, rendido a la manifiesta superioridad de semejante fenómeno del tenis mundial.
Un Madrid agobiado por la presión y el magnífico sistema defensivo de Simeone llegó a los cuartos de final gracias a los penaltis, como en aquella final de la Champions en Roma. El entrenador del Atletico se condenó así mismo por su cobardía táctica.
Gracias a un doble fallo de Asencio, el Atlético se encontró con un gol ridículo nada menos que a los 30 segundos de iniciarse el partido. Pero ahí se acabó la ambición de Simeone. Su propia mezquindad de la final de Lisboa o su complejo perdedor con el Real Madrid.
El Atlético del técnico argentino, con ese gol de ventaja, ya nunca jamás jugó a ganar la eliminatoria. Como si confiara su suerte a la prórroga y los penaltis, como si considerara un embajador profético de los rojiblancos.
Ancelotti también hizo lo suyo. La jugada clave fue la jugada que se inventó de fantasía Mbappé y provocó un penalti. Un penalti es un gol. Pero para el ínclito Ancelotti, ante el asombro general, decidió que lo ejecutara su jugador mimado: Vinicius. Todo para su ego.
Se lo robó a Mbappé, como cuando le roba el espacio por el lado izquierdo cuando es el lugar que debería atacar el superlativo y genial jugador francés. No tiene sentido, salvo que lo apoye en la circunstancia el presidente blanco. Luego lo sustituyó, pero no por castigo, sino para protegerlo de cara los decisivos penaltis. No quería que fallase otra vez.
Cada día creó más que Vini no tiene ni la cabeza en el Madrid , sino en su narcisismo, para ganar más dinero. El juego de conjunto no sabe ni lo que es. Hasta Belligham le reprochaba su individualismo. Si es verdad que los árabes ofrecen tantos petro-dólares, va al desierto en el camello de la avaricia. Ancelotti es capaz de jugar ofensivamente como un equipo mediocre, sin imaginación ofensiva, sin amparar a cuatro monstruos del fútbol mundial como Bellingham, Rodrygo, Mbappé y el indigente Vinicius. Parece como una locura en el manicomio del fútbol actual.
Pero esa es la verdad del actual entrenador madridista, que malvive gracias a sus jugadores, como el penalti que provocó Mbappé , que le debía sentar como un tiro al narcisismo del brasileño.
El partido sólo tuvo emocionalidad. Nunca existió calidad, porque un equipo, el Atlético, no quiso ganar la eliminatoria, sólo subsistir hasta la prórroga y los penaltis. Seguro que es lo que pensaba Simeone. Su miedo es una lacra para el Atleti y cuidado con lo que pasará con el Barcelona.
El Madrid no tiene un cuadro fácil para ganar la Champions, dado el maldito balance, el engendro que ha creado la UEFA, con este sistema absurdo, como que el Liverpool caiga eliminado y fue el primero. Es una desgracia para un torneo de tanto prestigio.
Lo que me parece perverso es que los fanáticos de Simeone gritaran de alegría , porque el Madrid no empataba el partido. Es algo sórdido y estupefaciente.
Es imposible, la tortura es no darnos cuenta. Cada desenlace es más inverosímil que el anterior.
A las 6 tenía los ojos como platos. A las 8 di al botón de la cafetera y se me olvidó poner la taza. A las 11 descubrí que llevaba media hora de entrevista sin encender la grabadora. A las 14 mi estómago decidió que hoy no se comía. A las 16.15 recordé (me recordaron) que los niños salían del cole a las 16. A las 18 intenté montar una cena y, ante la negativa general, eché un ojo a la cartelera. A las 19 me dirigí derrotado al Metropolitano. A las 21 no se me ocurría nada, pero nada, que pudiera frenar al Atleti. A las 24 estoy intentando escribir algo con sentido mientras me preguntó: "¿Por qué? ¿Por qué sigo haciéndome esto?".
Entre esas tres últimas horas pasaron cosas. Antes de sentarnos marcó Gallagher provocando la unánime reacción de todo antimadridista con sentido común: "Demasiado pronto". Pero no. No, porque durante muchísimos minutos el Atleti tuvo domado al Madrid de las cuatro estrellas y el cero esfuerzo. Valverde debería exigir un plus.
Aparentemente dominaban los blancos, pero era un trampantojo made in Simeone. Se jugó siempre a lo que él quiso y las ocasiones fueron llegando sin estridencias pero constantes, un txirimiri para el que Courtois siempre encontró paraguas. El Madrid jugaba andando de manera escandalosa, pero la primera vez que corrió, Mbappé fue Mbappé y penalti. "Game over", suspiró el Metropolitano mientras Vinicius acariciaba la pelota, pero resultó que era un balón de playa y flotó hasta el cielo.
El resto fue emocionante, un Atleti que creía, ingenuo, que el destino al fin le sonreía frente al Imperio. El esfuerzo demente de Giuliano, el partido de consagración de Barrios, la amenaza permanente de Julián, Giménez imperial, Llorente en todos lados.
Pero...
No vi los penaltis. Me senté con la cabeza entre las piernas y descifré la tragedia por los gritos mientras me preguntaba: "¿Por qué? ¿Por qué sigo haciéndome esto?".
Es sencillo. Porque aunque los fiscales del orgullo ajeno aseguren que sonreir y cantar en la derrota es de perdedores, es mentira. Los pobres son ellos. La vida es estar, es el camino y volveremos aunque no tenga sentido. Que nunca lo tiene.
Tenía razón Simeone. La eliminatotia estaba en manos de Dios, y Dios, como decía su compatriota Borges, no admite sobornos. Ninguno los cometió, entregados Atlético y Madrid a un derbi agonístico, sostenido el primero sobre un gol al alba, a los 29 segundos, sobrepuesto el segundo a la atmósfera del Metropolitano, al balón a los cielos de Velázquez lanzado por Vinicius, incluso a sí mismo. A Dios le tocaba elegir, no castigar, en el te quiero, no te quiero de los penatis, pero el resbalón de Julián Álvarez ante la suerte suprema tiene algo de castigo. El Madrid avanza, pues, a cuartos de la Champions como si caminara sobre las aguas, sin resbalarse, porque Dios viste de blanco. [Narración y estadísticas (1-1, 2-4)]
A Rüdiger correspondió el penalti decisivo, el último, después de que marcaran sus pesos pesados, Mbappé y Belligham los primeros, con un Vinicius fuera, que ya había fallado en el mismo lugar. Tiene Champions para corregirse. Marcos Llorente envió antes de Rüdiger al palo. El fatalismo se repetía para el Atlético y para Simeone, que gritaba a los suyos que levantaran la cabeza. Estaban eliminados pero estaban de pie.
Ese Madrid inyectado había salido al césped del Metropolitano como se sale del servicio del cine cuando la película está a punto de empezar. Siempre queda algún botón por abrochar. Mal asunto. Lo que le esperaba no era una comedia, precisamente. En 29 segundos, estaba en pelotas, lo que tardó el Atlético en desnudarlo, de la bragueta a la camisa. La eliminatoria empezaba de nuevo, igualada, en el minuto uno.
Los excesos y el absurdo
El balón transitó entre los futbolistas del Atlético como si derribara fichas de dominó, fichas blancas: Asencio, Valverde, Courtois. A Gallagher correspondió el remate final, en un cuerpo a cuerpo con el belga. Era como una señal del destino, puesto que el inglés había sido una de las dos novedades escogidas por Simeone en el once. Reinildo, la segunda, para armar una banda izquierda nueva con respecto a la ida en el Bernabéu. Por ese lugar recibió el golpe en la ida, muy temprano. Lo devolvía mucho antes, sin que el Madrid se hubiera abrochado todos los botones.
Simeone ni se inmutó en la banda, lejos su hipercólera. Esto es muy largo, pensó, entre expectante y sorprendido. En su mente anidaba la pregunta de qué hacer frente a un escenario inesperado, al menos tan pronto. Nunca sabremos cuál era su hoja de ruta si el Atlético hubiera tardado más en igualar la eliminatoria. Ahora estaba más claro, porque la situación regresaba a su terreno, a la cueva donde nadie juega a las sombras como el argentino. Le encanta intervenir, decidir sobre lo que acontece en el campo, manejar los tiempos de los partidos. A veces hasta el exceso, y los excesos conducen al absurdo.
El Atlético se replegó, huyó de la presión alta para proteger el tesoro e impedir correr al Madrid. Si lo hace, hay que jugar con la pelota y el crucifijo. Una vez pudo hacerlo, una, y Mbappé puso a Oblak en el paredón. El penalti de Vini se fue al cielo.
Julián Álvarez, en el penalti que fue invalidado por el árbitro.AP
Al Madrid le quedó inicialmente la posesión, pero la posesión sin profundidad es un ejercicio estéril, como el amor sin sexo. En el fútbol español hemos conocido las dos versiones. El ataque posicional no dio frutos a los blancos en un primer tiempo en el que apenas sacaron un disparo de Rodrygo. Nada más. Poco. Poquísimo. Mbappé, desesperado, escapaba del área a los medios para tocar el balón y sentir que estaba en el partido.
El peligro lo generaba el Atlético, porque a su excelente organización defensiva añadía más intensidad en las disputas que se producían en las transiciones, con la excitación justa. Encontrarla era básico para los rojiblancos, en una atmósfera muy cargada, como sucede en los derbis del Metropolitano. No estábamos ante un derbi cualquiera. Igualar la eliminatoria tan pronto se lo permitió. Lo contrario los hubiera desquiciado.
Sin necesidad de desguarnecer sus líneas, con muchas precauciones por parte de Marcos Llorente y Reinildo, habituales en los despliegues, los jugadores de Simeone consiguieron llegar al área de Courtois y provocar que apareciese la mejor versión de Julián Álvarez, voraz para cargar la pierna desde cualquier lugar y disparar, incluso para intentar dos veces seguidas el gol olímpico. Sabe que es una estrella, sabe que quiere ser un número uno y sabe dónde ha de conseguirlo. Era un partido señalado. Julián Álvarez le ha ofrecido a este Atlético, donde vemos la versión otoñal de Griezmann, un vértice de calidad extrema, en el gol y en mucho más.
Cambios de riesgo
El Madrid debía elevar la presión y la movilidad para poder encontrar las ocasiones. Lo hizo tras regresar del descanso, sin que el Atlético cambiara su plan, salvo en los primeros minutos. Eso es muy del Cholo, un arranque a fuego y después el repliegue a la espera de la carroña. El factor sorpresa a veces funciona. Lo hizo en el primer tiempo. Después, no.
Ancelotti se había inclinado por Modric como titular, porque el partido pedía galones, temple, sabiduría. Sin embargo, la celda del Atlético le obligaba a mover los barrotes con energía. Camavinga saltó para ocupar el lugar del croata, pero a la vez se retiraba del campo también Tchouaméni, Valverde pasaba al centro y Lucas Vázquez ocupaba el lateral. Cambios de riesgo. Poco tiempo después, Brahim, en busca de las acciones de uno contra uno para superar piezas hasta entonces infranqueables.
La única vez que el Madrid lo había logrado fue por un error ajeno, de Griezmann, en su área. Pudo entonces correr, aplicar su manual, para conectar con Mbappé, único en los movimientos en ese lugar. Lenglet lo derribó. Con muy poco, Vinicius estaba ante los 11 metros, ante la puerta de Oblak como si fuera la puerta de la gloria. Volvió al purgatorio.
A la prórroga llegaron ambos entre el cansancio, las lesiones, como las de Mendy o De Paul, y el miedo. El Atlético ya no contaba con Giuliano, una dinamo que genera y genera energía, ni De Paul, pero aparecía el factor Correa. Un control de cirujano tras un envío de Oblak, de costa a costa. Insuficiente para tumbar al vigente campeón.
El Atlético debió evitar los penaltis. Debió ser más ambicioso en los 120 minutos que tuvo para evitarlos. La historia no iba a su favor. Nunca había ganado una tanda al Real Madrid y lo peor es que está Milán en la memoria. Los penaltis y Europa son una combinación cruel para los rojiblancos. Sea en una final o en unos octavos. Y para terminar la crueldad, la mala suerte se cebó con Julián.
El argentino se resbaló en su lanzamiento e hizo dos toques antes de transformar el penalti que terminaría por no subir al marcador. Avisaron a Marciniak por el VAR y este anuló el tanto del delantero e ídolo rojiblanco. Si un guionista escribe una película trágica, no le sale como la que protagoniza el Real Madrid en Europa con su vecino de secundario. Y eso que la cosa había empezado bien.
El golpeo de Julián en la tandaESPN
Hay jugadores a los que les gusta llamar a la puerta del entrenador con acciones y no con palabras. Lógicamente, los derbis son un escenario perfecto para hacerlo. Galán lo sabía y salió del ostracismo con una asistencia en liga ante el vecino de la capital. Gallagher, que entró con diferente pie que el extremeño en el Atlético de Madrid, había perdido los focos que le alumbraron en sus inicios. Y así, con un inicio fulgurante, volvió a pedir protagonismo a Simeone.
No se habían cumplido 60 segundos de juego cuando el balón entró en la portería del fondo sur, esa en la que le gusta atacar al Atlético las segundas partes pero que el Madrid decidió arrebatarle el privilegio con el sorteo. Como si se vengaran de esa afrenta, los rojiblancos salieron en tromba y hasta cinco esperaron dentro del área el centro de De Paul. La cazó Gallagher para elevar a 22 las asistencias del argentino, si es que no se la borra el leve toque de Julián, y sumar tres tantos en su cuenta.
Gallagher es abrazado por Julián tras marcar.JAVIER SORIANOAFP
El partido de Gallagher es una oda al último servicio de Andrea Berta a este club. Porque este verano, el italiano trajo al británico para cimentar el mediocampo rojiblanco y eso hizo el ocho del Atlético ante el Madrid. Otro as del ya ex director deportivo colchonero fue Julián. Más que un as es el joker. En la ida reclamó los focos con un golazo y en la vuelta hizo tres disparos en la primera media hora, cada uno más peligroso que el anterior.
Ambos han encajado como un guante en el sistema del Cholo, porque son sacrificados, humildes y generosos en el esfuerzo, pero es que además tienen talento. Especialmente el argentino, que salió del City para buscar un protagonismo que ha agarrado por las solapas para no soltarlo, aunque la suerte en esta vuelta de cuartos le abandonó.
No sufrió en los primeros 30 minutos el conjunto de Simeone. Con las líneas muy juntas, esperó el error de un Madrid perezoso. Y los errores llegaron, aunque no consiguió hacérselos pagar. Siete tiros a tres en la primera parte y 0,8 frente a 0,08 en la famosa estadística de los expected goals, ocasiones claras.
Otro jugador con el que contó Simeone y del que dijo que ayuda, pero no decide, fue el Metropolitano. Más de 69.000 personas hicieron del estadio una caldera que casi estalla cuando Vinicius falló un penalti en la segunda parte provocado por una de las pocas arrancadas que los rojiblancos permitieron a Mbappé. El francés había estado desaparecido y también el brasileño.
Final... esperado
El Atlético se fue refugiando cada vez más cerca de su portero a medida que iban transcurriendo los minutos y claro, ese espacio, era demasiado para que lo recorriera un jugador como Griezmann. El francés no tiene físico para carreras de 60 metros y, la mala noticia para los rojiblancos, tampoco fue capaz de lanzar con criterio los contraataques de conjunto de Simeone, que decidió cambiarlo antes de la prórroga.
El tiempo extra fue para que el de siempre, Sorloth, reclamara más minutos al Cholo. Lo bajó y aguanto todo, si hubiera estado más acertado en el remate se corona. El Madrid no quería llegar a los penaltis pese a que la historia ante el Atlético siempre le ha favorecido. Cinco de cinco con Milán en la memoria.
"Hemos hecho un gran partido pero ha faltado un poquito de suerte, duele mucho. La gente es increíble apoyando y la verdad es que... decepcionados por la derrota. No hemos podido remontar", ha explicado Oblak tras el partido. Una nueva tragedia.
Se pasa uno la semana procrastinando la ansiedad, pensando en la lluvia, en el trabajo, en qué como hoy, qué ceno mañana. Como si se pudiera vivir tranquilo. Surgen pensamientos intrusivos, pero se van despejando más mal que bien. El día de partido uno ya se levanta aturdido y no esconde nada. Frías las manos, revuelto todo, atención desmedida al detalle. ¿Valdría como resultado el número de esta taquilla? ¿Y si le tiro un dardo al 16? Le he dado, pero muy al borde, se va a sufrir. ¿Comí esto mismo el día del City? En la M-30, el atasco es una peli de espías: ¿debería colaborar con este conductor que intenta cambiarse tres carriles en 30 metros o será del Atleti? Cuando la locura ya descarrila, el único consuelo es soñar con un inicio de partido anodino, un par de pelotazos, dos pérdidas de cada uno en medio campo y un 0-0 sanador en el minuto cinco. Que el futbolista civilice al hincha demente. Siempre hay que tener cuidado con los regalos que se piden: después hay que abrirlos.
A ese miedo atávico del hincha carcomido por la rivalidad correspondieron los jugadores del Real Madrid con una cobardía insuperable. Cobardía para no ganar ningún duelo, cobardía para no atreverse nunca a regatear, cobardía para esconderse entre la maraña de defensas sin insinuar ni un desmarque en todo el partido. La cobardía suprema de Mbappé renunciando al penalti y condenando a Vinicius al ridículo. Habría sido una injusticia que lo marcase. Su cobardía para no levantarse y pedir cada balón tras el error. La cobardía abismal de Ancelotti quitando a Rodrygo, por mucho el mejor de los atacantes.
Estímulo-respuesta. Igual que el Madrid correspondió al miedo de parte de su afición, el Atlético hizo lo propio con el de Simeone. No se atrevió a ganarlo antes de tiempo con el cambio obvio de Sorloth y mientras guardaba cambios pensando en la prórroga, el equipo la asumió también. Los penaltis eran ya una consecuencia lógica que sólo parecían aborrecer Camavinga, Valverde y Brahim. Lo que pasó después, explicación no tiene. Debió servir lo de la taquilla, ese dardo al 16, ese pequeño acelerón molesto en la M-30 quizá hizo resbalar a Julián Álvarez. Qué sabe nadie. Se acabó la Copa del Rey con purpurina: que empiece la Champions League.
En los últimos minutos de la prórroga, Davide Ancelotti comenzó a escribir en una «papelito», como lo llama su padre. Ahí pondría los nombres de Mbappé, Bellingham, Valverde, Lucas y Rüdiger, que serían los lanzadores del Real Madrid en la tanda de penaltis contra el Atlético. El ayudante e hijo de Ancelotti ya tuvo ese deber el año pasado en el Etihad, en la última agonía madridista desde los once metros, y volvió a acertar en sus elecciones. El Madrid está vivo, y eso que pareció muerto.
Gallagher se quedó a 17 segundos de Makaay, que hace 18 años sentenció al Madrid con un gol a los 10 segundos de la vuelta entre el Bayern y los españoles. Era la última vez, en 2007, en la que le remontaban una eliminatoria a los blancos tras haber ganado la ida.
27 segundos tardó Gallagher en marcar y parecía que el Madrid aterrizaba en una pesadilla rojiblanca, pero aguantó a pesar de una primera parte de desidia. La «motivación», «compromiso» y «actitud» que ha repetido Ancelotti a lo largo de la temporada brillaron por su ausencia. Ni siquiera con Mbappé, que llegó a tiempo al partido después de sus molestias en la previa. Lejos de su nivel.
En el banquillo, Ancelotti mantenía cierta tranquilidad mientras Francesco Mauri, principal ayudante junto a Davide, se desesperaba a gritos en cada córner, reflejando las pobres sensaciones anímicas del vestuario.
Fue un derbi de tensión, iniciado con la actuación de la Policía contra varios cientos de Ultras Sur que se presentaron en las puertas del Metropolitano sin entrada y se enfrentaron a miembros de la Grada Fans, el actual sector de animación del Bernabéu. Hubo insultos, pero los cuerpos de seguridad terminaron echando a los radicales.
Ya en el campo, abucheos a Courtois, a Vinicius y a Asencio, siendo los dos primeros los más buscados por la grada. El belga salvó al Madrid en varias ocasiones y el brasileño fue de nuevo protagonista de un derbi: llevó el protagonismo de gran parte del ataque del Madrid, se picó con Giuliano, Marciniak le sacó amarilla, se cruzó con la grada y terminó enviando a las nubes rojiblancas el penalti decisivo. El cuarto penalti fallado en la historia del Madrid en las eliminatorias de Champions tras dos de Figo y uno de Di María. Aunque en la memoria recordó a aquel de Ramos contra el Bayern en una tanda decisiva.
El error hundió a Vinicius, al límite físico durante el tramo final del partido y fallón en los controles y en los regates. Su partido fue de suspenso mientras el duelo llega a la prórroga, la primera para el Madrid desde la del City del año pasado y la cuarta en los últimos años tras las del City y Chelsea en la edición de 2021-2022.
Otro tiempo extra en los derbis, el cuarto consecutivo en las últimas cuatro oportunidades. El Madrid se había llevado la de la Copa de hace dos años y la de la Supercopa de España en Arabia en 2024, mientras que el Atlético venció en el último torneo del K.O. y llegó a la de la Champions con ganas de comerse un derbi.
Llegaron entonces los penaltis y el papelito de Davide. Su padre Carlo se fue acercando uno a uno a los lanzadores y éstos fueron asintiendo. Mbappé, lastrado físicamente en los últimos días, le comentó algo pero le terminó diciendo que sí. También Bellingham y Lucas, que habían lanzado en Manchester el año pasado. Y también Fede, al límite muscular, que en el Etihad dijo que no pero en el Metropolitano se atrevió. Y cómo no, Rüdiger, que marcó el decisivo ante el City y volvió a ser el héroe del Madrid.
La esperada final europea en Bilbao llega anticipada y envuelta en una cainita guerra interna. El Athletic recibe hoy a la Roma tras perder en el Olímpico en el descuento (2-1). Pero en el Botxo casi no se habla de fútbol. Son los radicales de uno y otro bando quienes atraen focos y preocupación. Los apenas 500 seguidores agrupados en la Iñigo Cabacas Herri Harmaila (ICHH) se han comprometido a convertir hoy San Mamés en un «infierno» tras lograr que la directiva de Jon Uriarte les reconociera como interlocutores. Otros 400 ultras de la Roma forman parte del grupo de 2.000 seguidores italianos que se esperan en La Catedral. La Ertzaintza y la Policía Local han desplegado un enorme dispositivo policial que servirá de «ensayo» de la final de la Europa League que se celebrará el 21 de mayo en San Mamés.
«Queríamos una final en San Mamés y ya la tenemos», señaló, en las horas previas al encuentro, Ernesto Valverde. El tono mesurado del técnico vitoriano contrasta con los ánimos caldeados de una afición dividida. Un San Mamés convertido en un intercambio de gritos y pitidos, como ocurrió en el partido del domingo contra el Mallorca. Casi 45.000 socios abuchearon cada grito de los ICHH, el sector radical crítico con la directiva de Jon Uriarte que ha protagonizado numerosos incidentes castigados con 85.000 euros en multas abonadas, hasta ahora, por el club rojiblanco.
La previa de la final contra el equipo de Claudio Rainieri se ha jugado entre comunicados y reuniones. Los de ICHH hicieron público el pasado lunes una «propuesta» de falsa tregua con sabor a chantaje. La propuesta de los radicales exigía que sus líderes asumieran la animación con megáfonos, bombos y banderolas propios. El Athletic, 24 horas después, se reunió con representantes de este grupo de seguidores. Una cita cuestionada por cientos de socios rojiblancos hartos, como gran parte de San Mamés, del protagonismo de ICHHen este conflicto interno por el control de una grada de animación con más de 4.000 aficionados.
La posición pública del Athletic advirtió de las «incorrecciones e inviabilidades» de las exigencias de sus ultras. El tono del comunicado y la «vía para que ICHH pueda dinamizar la animación el próximo jueves» chirría con el posicionamiento que hasta ahora había mantenido Jon Uriarte.
Más aún cuando los últimos gritos lanzados por los miembros de la ICHH el pasado domingo fueron los de «¡Uriarte, kanpora! («¡Uriarte!, fuera»). El resto de San Mamés -más pendientes de los gritos que del juego- descalificó con sus silbidos las consignas contra su presidente. La propuesta para recuperar hoy una momentánea y endeble paz social pasa porque los miembros de la ICHHacepten animar con los megáfonos del club -permiten grabar las consignas que se utilicen- y permitir que lleven su pancarta, banderolas e incluso bombos.
«Que haya acercamientos es muy positivo para nosotros», respondió ayer el capitán Óscar de Marcos para valorar esta pax romana en San Mamés. El lateral rojiblanco no quiere que el partido de hoy (18.45 horas) sea su último duelo en Europa. El acicate de que la final de la segunda competición europea se dispute el próximo 21 de mayo en San Mamés empuja a un equipo que prácticamente ha descartado la presencia de Oihan Sancet en la punta de ataque junto a los hermanos Williams.
Antes del pitido inicial, la alta tensión del duelo recorrerá las calles de Bilbao. Los ultras de la Roma podrían contar con el apoyo de seguidores del Frente Atlético. San Mamés ha sido perimetrado con una valla alrededor de la enorme explanada a la que se accede para establecer un primer filtro de seguridad. El Ayuntamiento de Bilbao, además, ha ordenado a las cafeterías y bares de los alrededores la retirada de sillas y mesas de sus terrazas desde las 15.00 horas. 45 minutos más tarde se cortarán tramos de las calles Gran Vía, Sabino Arana y el Puente Euskalduna. En ese momento está previsto que se inicie la marcha de la afición de la Roma hasta el estadio. El fútbol, si nadie lo impide, volverá a San Mamés cuando el árbitro Clement Turpin (Francia) arranque el partido.