Han pasado seis años desde que Francisco Alarcón, Isco, vistiera por última vez la camiseta de la selección española. Fue en junio de 2019 con Robert Moreno a la cabeza cuando el hoy futbolista del Betis participó en los partidos de clasificación para la Eurocopa de 2020 ante Islas Feroe y Suecia. Pues bien, después de rozar la convocatoria en marzo, el malagueño ha regresado a una lista de la mano de Luis de la Fuente, que le ha reclutado para la defensa del título de la Liga de Naciones. El jueves 5 España juega en Stuttgart contra Francia la semifinal. Un día antes, Alemania y Portugal jugarán la otra.
Isco, que este miércoles afronta con el Betis la final de la Conference League, es la gran novedad en una convocatoria donde finalmente no ha entrado Rodri ni Laporte, dos fijos para el técnico. El primero porque, pese a acabar de volver a jugar tras su gravísima lesión de rodilla, no tiene el ritmo necesario. El segundo, porque no ha jugado nada en el último mes y medio. La otra gran novedad se encuentra también en el centro del campo, donde regresa Gavi, que no era llamado desde noviembre de 2023, cuando se lesionó en un partido contra Georgia.
Por lo demás, Luis de la Fuente mantiene el bloque en el que viene confiando y que sólo se ve alterado por las lesiones o por picos de rendimiento puntuales precisamente como el de Isco. En defensa recupera a Le Normand, básico para él, y sigue la apuesta por Huijsen, el nuevo jugador del Madrid, y Cubarsí. En la portería no hay cambios, y en el centro del campo Zubimendi, Fabián y Merino vuelven a ser fijos, igual que Pedri y Dani Olmo, que presumiblemente pelearán por un puesto (eso si juega con un delantero clásico, pues está la opción de que Olmo sea falso nueve).
También Morata, que con cinco goles en los últimos cinco partidos de la Liga turca parece haber recuperado su lugar. Y por supuesto las estrellas de la pasada Eurocopa, Nico Williams y Lamine Yamal. El equipo se concentrará este sábado 31 de mayo. Todos menos Fabián, que ese día juega la final de la Champions con el PSG.
Ahora que se cumplen 15 años del título en Sudáfrica, la Federación ha querido tener un guiño con aquel equipo y la lista la han ofrecido Casillas (los porteros), Capdevila (los defensas), Iniesta (los centrocampistas) y Fernando Torres (los delanteros)
LISTA DE LA SELECCIÓN
Porteros. Unai Simón, David Raya, Álex Remiro.
Defensas. Pedro Porro, Mingueza, Le Normand, Cubarsí, Vivian, Huijsen, Grimaldo y Cucurella.
Hacía una hora que el homenaje a Rafa Nadal en Roland Garros había finalizado y varios familiares del 14 veces campeón seguían en el palco de la Philippe Chatrier, charlando, riéndose, secándose las lágrimas, compartiendo unas bolsas de chucherías. Tantas celebraciones habían vivido en esos asientos que se resistían a abandonarlos: necesitaban su propia despedida. Allí estaba el tío Toni, a quien su ex pupilo dirigió un especial agradecimiento en su discurso. Allí estaban los primos que tanto enervan a Nadal, según confesó ante millones de personas. Y allí estaban sus padres, más callados que el resto, digiriendo la emoción.
A esas horas, antes de que empezara la sesión nocturna, ya se habían marchado sus abuelas Isabel y María Ana, de 94 y 92 años, que visitaban la pista por segunda vez: la primera fue el año pasado en el último partido en París de su nieto. Demasiado tute para ellas, demasiada emoción, más después del recuerdo de su nieto a sus respectivos maridos, los abuelos.
Caía el sol en París y mientras muchos de los suyos continuaban entre las gradas, Nadal disfrutaba en las entrañas de la pista de la compañía de su hijo y de sus rivales y amigos. El pequeño Rafa Jr. entretenía a su padre, Roger Federer, Novak Djokovic y Andy Murray en una escena crepuscular para ellos y para todos. Nos hacemos mayores. El pequeño de dos años y medio lanzó «choca esos cinco» a cada uno mientras Djokovic le premiaba en castellano: «¡Qué fuerte estás!». Luego los cuatro departieron durante unos minutos, Murray bromeó sobre la victoria del Arsenal sobre el Real Madrid en cuartos de final de la Champions -después de la eliminación ya envió un mensaje de Whatsapp al español: «¿Cómo te va la vida, Rafa?»-, se hicieron fotografías para la historia y, pronto, reclamaron a Nadal. Le tocaba un paseillo, un último paseíllo, ante los micrófonos de todo el mundo.
Christophe EnaAP
«Los cuatro hemos demostrado que a pesar de nuestra rivalidad podemos ser amigos. Nuestro legado es ese, que hay cosas más allá de los resultados», agradeció Nadal que después del acto estaba eufórico, pletórico, feliz. Antes, lo confesaba, andaba nervioso porque este tipo de actos no son lo suyo: «Sigo siendo un poco tímido, todavía no me gusta ser el centro de atención, pero lo he disfrutado mucho».
Los nervios de Nadal
El español apareció en el recinto de Bois de Boulogne cinco horas de que empezara el acto y aprovechó la larga espera para comer con la directora de Roland Garros, Amelie Mauresmo, y el presidente de la Federación Francesa de Tenis, Gilles Moretton y repasar con ellos los detalles de lo que ocurriría después. El público se amontonaba por donde pasaba y él regalaba fotografías y autógrafos, pero todavía se le notaba preocupado.
Había preparado unas frases en francés para el público de París y eso le inquietaba. «Gracias Francia y gracias París. Me habéis ofrecido emociones que nunca pude imaginar. Me habéis hecho sentir un francés más», proclamó finalmente, con éxito. Sabía que la organización le guardaba una sorpresa, lo que finalmente fue la placa con su pisada que se quedará sobre la tierra batida de la Philippe Chatrier, y eso también le agitaba. «Pensaba que era para este año, pero no puedo explicar lo que he sentido cuando me han dicho que era para siempre. Es un honor increíble», aceptó sobre el reconocimiento para toda la vida.
DIMITAR DILKOFFAFP
«Ha sido un homenaje perfecto, no puedo imaginar un día más emocionante que este. Le he dado las gracias a todos los que han participado», anunció y reconoció que últimamente no tiene tanta memoria como antes y de ahí que se dejara un papel de su speech. Cuando le tocaba dar las gracias a su mujer, Mery, descubrió que le faltaba texto y no le quedó más remedio que admitirlo: «Me falta una página, pero no lo necesito». Hubo humor, hubo intriga. Pero en unos segundos, su responsable de prensa, Benito Pérez Barbadillo, dio con el folio extraviado y se lo hizo llegar a través de una voluntaria.
Ahora, ya cerrada la necesidad de su despedida como deportista, le toca buscar nuevas motivaciones, nuevas distracciones, una nueva vida: «No he tocado una raqueta desde que me retiré y ahora mi rutina es que no tengo rutina. No echo de menos el tenis. Estoy bien, estoy feliz. He perdido ese instinto competitivo. Me dedico a cuidar de mi familia y estoy descubriendo qué me motiva».
La vuelta de Xabi Alonso al Madrid no es como la del hijo pródigo en los Evangelios, porque no hubo pecado en su marcha al Bayern, pese a escoger el lado del anticristoGuardiola, sólo la voluntad de determinar su propio destino y buscar la ciencia hasta en el sacrilegio, pero sin avaricia. No necesita, pues, el perdón de Dios ni la misericordia de ser superior alguno. Estamos ante el regreso de un conquistador que siempre ha obedecido a su instinto, especialmente para decir «no». Dijo «no» a Rafa Benítez por quedarse junto a su pareja antes del parto, hecho que marcó el principio del fin de su balada en Liverpool, y dijo «no» a Hacienda, frente a la que temblaban e imploraban sus compañeros, los grandes héroes de Sudáfrica, bajo la amenaza de acabar en la cárcel. El Madrid sabe bien que ha sentado a todo un carácter en un banquillo donde se acostumbra a decir «sí», y el nuevo entrenador conoce el principio de autoridad que rige el lugar del mismo modo que el hijo que vuelve a la casa del padre. Hay cosas que no cambian ni la fama ni el dinero. Esa cohabitación es tan o más importante en esta nueva era que el encaje de piezas en el campo, porque entrenar al Madrid no es entrenar únicamente a un equipo. Es entrenar a un ecosistema compuesto de fútbol, poder y vanidades.
El primer «no» del entrenador acabó por ser un «sí», aunque sin llegar a la tensión de los extremos, porque la voluntad del tolosarra era empezar de cero, en la pretemporada. Es decir, después del Mundial de Clubes. A cambio, se acelera la llegada de jugadores, aunque no haya tiempo para el mercadeo llevado al límite, como gusta a Florentino Pérez. Ahí tenemos ya a Huijsen. Sin embargo, el «sí» que Xabi Alonso le habría dado a Modric, o eso dice el entorno del croata, condicionado a la última voluntad del club, fue un «no» cuando llegó a los despachos principales de la T4 del Bernabéu. El interés estratégico del Madrid, pues, ha prevalecido en el tanteo anterior y posterior a la firma del técnico, cuyo fuerte carácter no está reñido con su pragmatismo.
Xabi Alonso, durante un partido en Leverkusen.OSCAR DEL POZOAFP
Xabi Alonso es un tipo de decisiones firmes, no de estallidos, y de personas de confianza, pero sutil con las equidistancias. Se mantuvo fiel a su asesor fiscal, Iván Zaldúa, cuestionado por algunos de sus colegas en el sector, en el largo proceso del litigio con Hacienda que lo llevó a la tanda de penaltis, la sala del Tribunal Supremo. Mantiene a su agente de siempre, Iñaki Ibáñez, de sólida reputación y referencial para todos los futbolistas y entrenadores en Euskadi, pero deja cuestiones relativas a su imagen en manos de Best of You, agencia bien relacionada con la cúpula madridista. Xabi Alonso, simismo, llega con el staff técnico que tenía en el Bayer Leverkusen, pero su conexión y sintonía personal con Álvaro Arbeloa, consolidada especialmente en la era Mourinho, debería lubricar mejor la transición entre el filial y el primer equipo, al ser elegido el segundo como sustituto de Raúl.
Su segundo será el argentino Sebas Parrilla, al que conoció ya en Valdebebas, en su paso como técnico por las categorías inferiores. También estuvo vinculado a la cantera blanca Beñat Labaien, junto a Fernando Morientes en el Juvenil B, aunque Xabi Alonso lo conoció en la Real Sociedad, donde era analista. Alberto Encinas, por su parte, llegó al Bayer Leverkusen desde las categorías inferiores del Barcelona, crianza que también tuvo el nuevo preparador físico, Ismael Camenforte, vinculado al fútbol sala azulgrana, y que es considerado pieza clave en la reconstrucción, tanto para el entrenador como para el club. Si Antonio Pintus, al que siempre se apoyó desde la cúpula, sigue o no por Valdebebas, será sin molestar, únicamente como observador.
Pintus, al que trajo al Madrid Zinedine Zidane, regresó por petición expresa del club, pero su conexión con Carlo Ancelotti y su hijo Davide no era, precisamente, la ideal, pese a tratarse de compatriotas. En el entorno del staff se le observaba algo «anticuado». Camenforte es partidario de una preparación más individualizada en función de los puestos y las demarcaciones, y suya es una frase definitoria: «No trato a los futbolistas como a atletas». Atletas fue la palabra que utilizó Guardiola para definir al Madrid de Mourinho en el que jugaba Xabi Alonso, y con el que se sintió en muchas cosas identificado.
"Mou era el técnico que necesitábamos"
«Era el entrenador que el Madrid necesitaba en un momento determinado», confesaba el Xabi Alonso jugador en conversación con este periodista. Era el momento de mayor esplendor del Barça de Messi, lo que llevó al madridismo a una crisis de autoestima. No estamos en un momento semejante, no al menos todavía, pese a la optimista proyección del nuevo Barça de Lamine Yamal y del 4-0 sufrido esta temporada en los clásicos. En los 10 años transcurridos desde que el Barcelona levantó la última Champions, en 2015, el Madrid ha conquistado cinco, la última hace un año, con el entrenador saliente. El Madrid no está ante una urgencia histórica, pero sí ante la urgente necesidad de cambiar una tendencia.
El fútbol del Bayer Leverkusen, campeón de la Bundesliga y la Copa la pasada temporada, ha dejado claro qué quiere Xabi Alonso de sus jugadores: alto ritmo de juego, presión y adaptabilidad para cambiar de sistema, a partir de un inicio con tres centrales. Eso no quiere decir que vaya a repetir los dibujos tácticos en el Bernabéu, pero lo que sí va a exigir son las mismas constantes vitales. El Madrid que viene va a ser un equipo de autor, para lo bueno y para lo malo, hecho que confiere a su entrenador, de 43 años, un liderazgo mayor en un momento en el que el líder supremo se desgasta en muchos frentes a campo abierto, la Superliga, Tebas y los árbitros, sin aliados ni relevo ante un futuro no ajeno a las incógnitas.
El Barça se despidió de una temporada 2024-25 prácticamente de ensueño cosechando un triunfo por 0-3 en San Mamés. Un madrugador doblete de Robert Lewandowski, que inauguró el marcador poco antes de que se cumpliera el primer cuarto de hora del duelo y anotó el 0-2 apenas cuatro minutos después, y un postrero tanto de Dani Olmo, al transformar un penalti cometido sobre él mismo señalado finalmente a instancias del VAR, se encargaron de marcar los goles para el conjunto barcelonista en un encuentro cargado de emociones para Athletic y Barça. No en vano, Óscar de Marcos jugó su último partido como profesional y fue homenajeado antes del saque inicial por los azulgrana, que también recibieron el pasillo de los locales.
De poco le sirvió al Athletic, en este caso, firmar un arranque fuerte para intentar que De Marcos pudiera despedirse del fútbol con una victoria en San Mamés. Por mucho que se adelantaran en el marcador con un gol de Unai Gómez finamente invalidado por fuera de juego de su asistente, Berenguer, y de que llegaran con serio peligro a una portería azulgrana a la que regresó Iñaki Peña, fue el Barça el que le lanzó dos zarpazos tremendos a la yugular para ponerlo todo de cara para llevarse el partido. Ambos, con Robert Lewandowski como protagonista. En el primero, el delantero polaco aprovechó un medido pase de Fermín para plantarse solo ante Unai Simón y batirle con un toque sutil. En el segundo, aprovechando un balón prolongado por Unai Gómez tras saque de córner de Raphinha para cabecear a placer al fondo de la red.
En apenas 17 minutos, los de Flick se las arreglaron para lanzarle por dos veces sendos jarros de agua fría a un Athletic que, pese a todo, trató con ahínco de encontrar por lo menos un tanto que le permitiera meterse otra vez en el partido antes de que finalizaran los primeros 45 minutos. La tuvo Maroan, quien envió fuera el balón tras jugada ensayada que, quizás, habría sido finalmente invalidada por fuera de juego, en primera instancia, y quien pediría penalti por una acción que ni González Fuertes ni el VAR consideraron que fuera punible. Entre ambas, fue De Marcos quien quiso poner de su parte para lograrlo, pero su centro fue interceptado por Araujo y la defensa barcelonista acabó por desbaratar el peligro.
A punto estuvo el Barça de dejar completamente sentenciado el duelo prácticamente al volver al césped tras el descanso. Lewandowski, con todo aparentemente a favor, no obstante, acabó mandando por encima del travesaño un medido centro de Raphinha. Y tendría también más adelante otra buena opción el polaco algo más tarde, con una internada hacia el área en la que Yuri pudo enviar finalmente el balón a córner. También tendría tres buenas opciones Lamine Yamal. La primera, con un disparo al palo corto, rompiendo la costumbre de las últimas ocasiones, que se marchó fuera por poco. La segunda, con un lanzamiento por encima del larguero. Y la tercera, con un remate casi a bocajarro que Unai Simón pudo enviar a córner.
La mejor del Athletic, mientras, fue un saque de falta desviado por Cubarsí que finalmente salvaron entre Iñaki Peña y el travesaño. Justo cuando parecía que el marcador ya no iba a moverse, Dani Olmo, al transformar un penalti de Yuri sobre él mismo señalado a instancias del VAR, se encargó de anotar el definitivo 0-3 para los suyos y poner el definitivo punto y final a la Liga 2024-25.
Alex Palou ya es leyenda del motor tras su triunfo en la 109ª edición de las 500 Millas de Indianápolis. El triple ganador de la IndyCar, al volante del coche 10 de Chip Ganassi, conquistó una formidable victoria por delante de Marcus Ericsson (Andretti Global), a quien adelantó a falta de 14 vueltas para la meta.
Tras partir sexto en la parrilla, Palou plasmó su astucia al volante y aprovechó la oportunidad en una carrera que siempre elige a su vencedor. Supo esperar su momento y sujetar las acometidas del sueco, ganador en 2022. También controló los ataques de David Malukas (A.J. Foyt Racing), tercero en la meta, Pato O'Ward (Arrow McLaren), cuarto y Felix Rosenqvist (Meyer Shank), quinto.
"No me lo creo, es increíble estar aquí. Hubo momentos en los que estuve bien, pero no sabía si podría superar a Marcus", lanzó Palou ante los micrófonos, después de algo más de tres horas al volante. "Las condiciones eran difíciles, sobre todo cuando iba tercero y cuarto en el grupo. El consumo de combustible era altísimo", admitió, casi sin aliento.
Las órdenes de Wanser
Tras cumplir las 200 vueltas al óvalo, cumpliendo cada orden de Barry Wanser, su estratega, pudo saborear la tradicional botella de leche fría que distingue al vencedor. En el podio alzó el trofeo Borg-Warner y después rindió tributo a las filas de ladrillos del brickyard, memoria viva del Indianapolis Motor Speedway, cuyas tribunas fueron colmadas por 350.000 aficionados.
A los 28 años, Palou se convierte en el primer español ganador de las 500 Millas, cerrando para nuestro país la Triple Corona del Motor. Así, une su nombre a los de Marc Gené, Fernando Alonso y Miguel Molina ya habían conquistado las 24 Horas de Le Mans en 2009, 2018, 2019 y 2024. Además, el bicampeón mundial de F1 también cuenta en su palmarés con dos triunfos en el GP de Mónaco (2005, 2006).
A 32 vueltas llegó el momento de la última parada de Palou, que cumplió sin contratiempos con sus mecánicos. Sujetar los nervios en ese trance no estaba al alcance de cualquiera y Ryan Hunter-Reay, que había liderado 48 vueltas, no supo cuadrar el coche en el cajón, tirando sus opciones por el desagüe.
Ese paso por el pit-lane suele arrojar situaciones dramáticas . El rookie Robert Schwartzman, autor de la pole, atropelló a sus propios operarios quedando fuera de cualquier opción. En esa atroz lucha por la supervivencia cualquier detalle decide la suerte de los más avezados. Josef Newgarden aspiraba a un histórico triplete tras sus triunfos de 2023 y 2024, pero sufrió un problema mecánico que le dejó fuera de combate.
Nos imaginamos erróneamente que esta vez la historia iba a ser diferente, que por una vez Mónaco no iba a ser una procesión eterna de coches a baja velocidad manteniendo sus posiciones en una pista donde adelantar todos saben que es imposible. Lo era antes, con coches que medían un metro menos que los actuales, así que ahora, con estas limusinas, adelantar sigue siendo impensable. Quisimos creer antes de la carrera que la obligación de hacer dos paradas y utilizar tres juegos de neumáticos pondría contra las cuerdas a los mejor clasificados y le daría una oportunidad al resto. Nuevo error. Los cuatro primeros de parrilla han terminado en las posiciones de partida aunque, eso sí, ha habido riesgos y cambios de posición dependiendo del momento en que unos y otros hacían sus paradas, pero nada más. Moraleja: La clasificación en Mónaco sigue siendo fundamental. Utilizar este artificio de las dos paradas no ha cambiado nada.
Así las cosas, volvimos a ver al líder de la carrera, Lando Norris, ir muy despacio al principio para que el grupo estuviera compacto y nadie le lanzase un undercut. Después hizo un cambio de ritmo, abrió hueco, hizo la parada y no se metió en tráfico. La clave en Mónaco ha seguido siendo encontrar espacios, tener aire limpio y no caer detrás de rivales más lentos. Su único sufrimiento fue que después de hacer las dos paradas tenía a Max Verstappen delante, pero con una parada todavía por hacer. Puede parecer que es una situación idílica, pero había un escenario que ponía en peligro la victoria de Norris: que apareciese una bandera roja. Con ella, todos hubieran entrado en boxes en la misma posición, Max habría cambiado neumáticos y habría ganado la carrera. Red Bull esperó hasta la penúltima vuelta para ver si sonaba la flauta, pero la flauta no sonó. Mónaco volvió a burlarse de los baldíos esfuerzos de la F1 por mejorar el espectáculo en sus calles y el poleman volvió a ganar.
Los héroes del invento de las dos paradas fueron los hombres de Racing Bulls. Se inventaron algo extraordinario: Sacrificar a su piloto más retrasado para que ralentizase a todos los que venían por detrás, permitir así que el piloto mejor colocado abriese hueco para hacer la parada y proteger su posición. Es lo mejor que ha hecho Liam Lawson este año, la forma en la que se sacrificó para favorecer a Isaak Hadjar. Más tarde Williams hizo lo mismo viendo el buen resultado que le había dado a RB y además lo mejoraron. Primero ralentizó Carlos Sainz para que Alex Albon parase tranquilo, luego Albon se dejó pasar por Carlos para retener otra vez a los perseguidores y Carlos pudiese parar tranquilo también. Gracias a esta táctica, RB y Williams acabaron con sus dos pilotos en los puntos y dejaron a Mercedes fuera de ellos. No estaba contento con el sistema Carlos después de la carrera porque pensaba que era adulterar los resultados con algo que no forma parte de la esencia de las carreras. El automovilismo es ir rápido, no conducir premeditadamente lento para frenar a los rivales. En realidad, eso es algo que sólo se puede producir en este gran premio, la táctica de convertirse en tortuga para molestar a los rivales no funcionaría en ningún otro lugar.
Aston Martin volvió a intentarlo con Fernando Alonso, pero sin fortuna. El asturiano volvió a dejarse la vida en clasificación, el sábado firmó una vuelta extraordinaria que lo colocó sexto en parrilla, pero abandonó en carrera por una avería en el motor. Fernando sigue con cero puntos. Ocho carreras y aún no ha logrado cruzar la meta entre los diez primeros, algo que sólo sucedió en su primera temporada con Minardi. Aston Martin lleva una racha de seis carreras consecutivas sin puntuar con ninguno de sus coches. Solo ellos y Sauber arrastran esta racha tan terrible. En Barcelona no habrá ninguna mejora, según nos cuentan en el equipo, así que el panorama no puede ser más desalentador. No me extraña que Fernando cuando le preguntaron en parrilla donde le gustaría terminar la carrera dijese: "Primero en Australia 2026".
Ocho años después vuelve a ser campeón de Europa el Fenerbahçe, el primer equipo turco que reinó, de Zeljko Obradovic a Sarunas Jasikevicius, el pupilo aventajado. Tuvo que ser a la sexta del técnico lituano, como maldito en las Final Four, ahora todopoderoso. Derrotó al Mónaco de Spanoulis tras un último cuarto con la determinación de los que no están dispuestos a dejar pasar la oportunidad, Marko Guduric en modo héroe y Abu Dabi como extraño e inédito escenario. [70-81: Narración y estadísticas]
Lloraba Jasikevicius, tanta frustración pasada con el Barça, en el Etihad Arena. Rugían las tribunas amarillas y por el fondo se marchaba el perdedor, el que fue su compañero, otro tipo que será mago de los banquillos. Spanoulis era debutante en la cita y estuvo tan cerca como años atrás Saras, todos hijos de Zeljko. Fue una final de nervio e igualdad, resuelta por una recta de meta en la que la experiencia resultó determinante. Un mal comienzo del acto final, más de cuatro minutos sin anotar, le costó la vida a Mike James y compañía.
Que habían avanzado con solvencia toda la tarde, especialmente al comienzo. Porque los focos no estaban sólo en los banquillos. Había en el Etihad Arena tipos dispuestos a adueñarse de toda una final de la Euroliga. Bien lo sabe Mike James, a sus casi 35 años, uno de los talentos más grandes que jamás conoció la competición, dispuesto a levantar el trofeo por primera vez. De ahí la salida fulgurante del Mónaco, el nuevo rico por el que pocos daban un duro como campeón.
Devon Hall, defendido por Diallo, durante la final.FADEL SENNAAFP
Era el año de los griegos, decían. O del Fenerbahçe. Proyectos de puro lujo, sin un resquicio en sus plantillas. Pero la Roca Team, un recién llegado como quien dice (en los 70 llegó a disputar la Copa Korac, pero no volvió a la primera francesa hasta 2015), ya sobrevivió a un tiro final de Kevin Punter en cuartos. El invitado sorpresa que dominó el primer acto de toda una final, cuatro triples de cinco intentos, sin rastro de la presión del escenario. Más lejos todavía en el segundo cuarto, con el poderío de Alpha Diallo y los rebotes de Jaiteh. Justo ahí (32-23 tras un 12-2 de parcial), despertó el Fenerbahçe.
Devolvió el parcial (1-12) y cerró la primera mitad adueñándose de las sensaciones. El martillo de Hayes-Davis (nombrado MVP de la final, 23 puntos, 14 tiros libres sin fallo) y dos acciones de físico y talento de Devon Hall para que las tribunas, repletas del amarillo de los turcos, estallaran.
Guduric celebra una de las canastas clave, en la final ante el Mónaco.RYAN LIMEFE
Después del descanso acudió un precioso intercambio y más igualdad. Ya Guduric había asomado, pero nadie parecía quebrarse. Y, sin embargo, cuando el Fenerbahçe intuyó la presa, ya no la soltó. Amaneció en el parcial final con un triple de Baldwin, con un dos más uno de McCollum. Una ventaja a su favor que por primera vez se disparaba. Intentó reaccionar el Mónaco, aunque Diallo, su mejor hombre, había sido eliminado por faltas. Y ahí estaba Guduric, un canastón, otro triple de Hall. Cada vez más cerca de Estambul la gloria. El último intento monegasco lo resolvió, quién si no, Guduric.
Es la segunda Euroliga en la historia del Fenerbahçe, con la que iguala al Efes, la cuarta de un equipo turco en las últimas ocho ediciones. Es la Euroliga de Jasikevicius, que une su nombre a leyendas. Sólo Lolo Sainz (Real Madrid), Armenak Alachachian (CSKA), Svetislav Pesic (Bosna y Barça) y el propio Saras saben los que es ganar la Copa de Europa como jugador y como entrenador.
El Levante es un club al que siempre le acompaña la agonía. Unas veces depara tristezas y les arrebata un ascenso con un penalti en el último minuto de una prórroga que les coloca al borde del abismo económico. Justamente en esa resiliencia encuentran las fuerzas para pelear un ascenso que llegó casi una redención por la crueldad vivida. El fútbol le mostró la cara amable en El Plantío, aunque no fue fácil. Tuvo que remontar un partido que el Burgos le puso cuesta arriba de inicio con un gol de Fer Niño, un penalti fallado, y el empate de José Luis Morales revisado por el VAR, y el segundo de Niño que les dejaba lejos de Primera
La derrota era un varapalo, pero tampoco valía el empate mirando que de los perseguidores sólo el Mirandés, con un empate ante el Almería, flaqueaba. Tenían que ganar, y empezaron por empatar con un tanto de Brugué. Quedaban cinco minutos y un añadido largo del que tenían que aprovecharse. "Habíamos buscado el empate hasta con Morales de lateral", confesaba el técnico Julián Calero. Llegó para obrar el milagro y superó todas las presiones y obstáculos posibles. "Decían que en el Levante nunca pasan cosas buenas y sí que pasan. Me jugué un órdago y salió", confesa feliz.
Hubiera tenido que sufrir una semana más si en el minuto 90+7 no hubiera aparecido el desparpajo de un jugador diferencial para el Levante esta temporada. Carlos Álvarez, menudo, rápido y habilidoso como ninguno, recibió un balón del Comandante Morales, lo condujo por toda la frontal del área hasta crearse el hueco por donde soltar un zurdazo que ponía el 2-3 en el marcador y al Levante en Primera. Aquel jugador al que no le vieron acomodo en el Sevilla ha resultado ser brillante vistiendo la camiseta granota.
A este equipo joven lo guiaron jugadores con veteranía como el portero Andrés Fernández o dos granotas de corazón como Vicente Iborra y Morales, que bajaron a Segunda para impulsarlo.
Iborra, llevado en volandas por los aficionados granotas en Burgos.efe
Vuelve el Levante a Primera y lo podrá celebrar ante el Eibar después una temporada convulsa con muchas apreturas económicas. José Danvila se convirtió en máximo accionistas después de que el Alavés, en el minuto 129 del play off les dejara sin acenso con un penalti, y ha batallado buscando la viabilidad del club que ahora se aclara. "Teníamos un plan a tres y cinco años que se ha materializado en dos. Se ha acelerado. Yo iba a los acreedores a decirles que confiaran en mí, porque yo había puesto mi dinero e íbamos a salir. Y lo hechos hecho", confesaba en las entrañas del estadio burgalense.
Para Danvila, Calero ha sido clave. "Hicimos una muy buena elección de entrenador, que sabíamos que iba a sacar lo mejor de esta plantilla joven. Le dimos chocolate para que lo convirtiera en oro y lo ha logrado", confesó.
Calero une su nombre al de ilustres como Manolo Preciado, Mané, Muñiz o Luis García, pero a mitad de temporada tuvo que remodelar su cuerpo técnico y prescindir del segundo entrenador porque el bolsillo levantinista no daba para más.
El club vendió en enero al lateral Andrés García al Aston Villa por 10 millones y a Fabrício Santos al EC Vitória de Brasil por 600.000 euros para poder hacer frente a los compromisos de tesorería y pagar las nóminas, y comprometió la del georgiano Giorgi Kochorashvili (5,5 millones) al Sporting de Portugal, al que se incorporará el 1 de julio. Era la única forma de sacar del atolladero al equipo mientras el club reducía sus gastos en 15 millones y tuvo que despedir a más de una veintena de trabajadores.
Los ingresos de televisión, que aumentan en Primera hasta lo 40 o 50 millones, le servirán para sobrellevar unas cuentas que la temporada pasada arrojaron pérdidas por valor 12,9 millones de euros, lo que elevó la deuda a 101,4 millones de euros.
El hombre que este domingo fue homenajeado en Roland Garros hace tiempo que se convirtió en un modelo inmejorable, en la referencia, no sólo para muchísimos aficionados al tenis sino también para quienes trabajamos desde los márgenes de la cancha. Si algún jugador encarna la palabra resiliencia, ése es Rafael Nadal, quien fue capaz de perseverar en su patrón de juego y en su actitud sin perder nunca la esencia hasta ganar en 14 ocasiones el torneo. El tenista español se las ingenió siempre para resolver los distintos problemas que le surgieron en su triunfal travesía por el templo de la arcilla.
Todo lo hizo simple, aunque ni mucho menos lo fuese. Un desfile de rivales con distintas cualidades y características, pelotas que cambiaron cada cierto tiempo, como las condiciones climatológicas y su propio estado físico, que en bastantes ocasiones se convirtió en un nuevo desafío al que hacer frente. Sus formidables cualidades técnicas podían verse superadas por algunos (pocos), oponentes, pero no así su capacidad de adaptación y una actitud donde nunca cupo la queja sino que prevaleció la inteligencia para poner los medios que le ayudasen a salir ganador.
Nadal fue el competidor por naturaleza, un tenista único. Su carácter insaciable le animó a seguir hasta que ya no le acompañaron las fuerzas. Él nunca se detuvo. Ganó, ganó y ganó con la dedicación diaria de un artesano, de quien no piensa en la cosecha ya lograda ni en la que pueda estar por llegar sino en el puro deleite de esmerarse en ser mejor cada día y con ello poder optar a nuevos logros a través del humilde perfeccionamiento de sí mismo.
Constante aprendizaje
Él transformaba las excusas a menudo esgrimidas por algunos de sus colegas en motivos constantes para la superación. No caía en lamentos sobre asuntos que estaban fuera de su alcance sino que se afanaba en vigilar aquellos que podían estar bajo su control. No perdía tiempo en enfadarse. Tuve la fortuna de conocerle cuando era un muchacho. Ya entonces sin perder detalle, en un afán de aprendizaje constante que figura entre sus principales virtudes. Seguía aprendiendo cuando daba la impresión de que ya nos lo había enseñado todo.
París, donde ya habían dejado su rúbrica grandes jugadores españoles, le miró con cierto recelo cuando empezó. Para el público local, anhelante del triunfo de uno de los suyos, resultaba duro asumir que el relevo de los SergiBruguera, CarlosMoyà, Albert Costa o Juan CarlosFerrero lo iba a tomar otro tenista del país vecino. Con el paso de los años, y de los reiterados triunfos, incluso los más renuentes a aceptar la rotunda evidencia acabaron por dispensarle el reconocimiento y la admiración que se ganó como ningún otro. Antes del emocionante tributo que se le rindió en su Philippe-Chatrier, ya fue uno de los elegidos para llevar la antorcha olímpica en los Juegos de París del pasado año. Desde un territorio que se adaptaba como anillo al dedo a su forma de jugar se proyectó sin las habituales reservas de los tenistas españoles a una superficie más hostil, como es la hierba. También en Wimbledon, lejos de su hábitat natural, protagonizó gestas inolvidables, como lo hizo en Melbourne y Nueva York, logros sólo al alcance de quienes crean su particular y exclusiva estirpe.
Luka Doncic hizo bajar del palco a Florentino Pérez. No es para menos. En primera fila del Palacio, sentado entre el presidente del Real Madrid y su amigo esloveno Luka Rupnik (tras el descanso ya subieron al palco), la estrella de los Lakers se dio un inesperado baño de multitudes en la que fuera su casa y, de paso, fue testigo de la parte más cruel del deporte: el triunfo blanco, el 21 seguido en ACB (el 26º de carrerilla en casa), supuso el descenso matemático del Covirán Granada.
A falta de una jornada, los de Pablo Pin han certificado su retorno, cuatro años después, a lo que ahora se llama Primera FEB (antes, LEB Oro), acompañando al Leyma Coruña. Pelearon el partido en el Palacio como llevan haciendo todo el curso en ACB, con amor propio. Pero no fue suficiente ante un Madrid sin Dzanan Musa ni Gaby Deck y sin Final Four, que toma temperatura para unos playoffs en los que le va la temporada. Mario Hezonja (21 puntos) y Edy Tavares (11 puntos y 10 rebotes) fueron demasiado para el colectivo nazarí, que no pudo contener las lágrimas.
El Real Madrid mira ya a los cuartos de final. Ahí, en primera ronda se las verá contra el Baskonia de Pablo Laso, y se juega evitar lo que no recuerda, una temporada sin títulos. De momento, sigue sin perder en todo el año en Liga, exactamente desde el 22 de diciembre en su visita al Valencia. El Barça, que también ganó, se cruzará con el Unicaja sin factor cancha.