Joaquín Caparrós declaró, en su presentación como entrenador del Sevilla, al que llega tras la destitución de Xavi García Pimienta, que se encuentra "feliz y con la misma energía e ilusión" ante esta cuarta etapa en el banquillo sevillista que cuando llegó "por primera vez en el año 2000 con Roberto Alés y Monchi".
"Vengo a mi casa, que es el Sevilla Fútbol Club. Hay una magnífica plantilla y sólo pido que el componente de fortuna que tiene este juego le sonría al equipo. Todos tenemos un denominador común, que es el escudo de Sevilla. Es el momento para que estemos todos unidos", afirmó Caparrós en la sala de prensa del Sánchez-Pizjuán, en la que estuvo acompañado por el presidente, José María del Nido Carrasco, y del director deportivo, Víctor Orta.
El técnico utrerano defendió su "filosofía del partido a partido" para destacar que "en el templo que es el Ramón Sánchez-Pizjuán, todo el mundo debe estar unido", el próximo domingo, "para sumar tres puntos importantes" frente al Alavés "que van a traer la tranquilidad. Los futbolistas necesitan eso".
Caparrós pidió a sus jugadores "ponerlo todo para enganchar a la afición" contra un "Alavés que va a venir con el culito apretado y seguro que va a complicar mucho las cosas", pero confió en la "buena plantilla que se ha configurado".
"Hay que mirar a los ojos a los futbolistas y decirles que si todo el mundo da el mil por mil, se van a sumar muchos puntos", dijo el preparador andaluz, que afirmó tener "un gran concepto de (Xavier) García Pimienta", recién destituido, y destacó que el Sevilla es "un gran club que lleva el nombre de la ciudad".
"Es un club reconocido en todo el mundo que debe ser capaz de volver a competir", añadió el veterano entrenador, quien precisó que no se proyecta al futuro porque "cuando pasen estos siete partidos, se podrá hablar de cualquier circunstancia".
Caparrós reivindicó su "capacidad y energía" para dirigir en la élite a sus 69 años, ya que "la sociedad vive un momento en el que lo nuevo es lo importante y no se mide ni la experiencia ni el conocimiento. Se está desaprovechando mucho talento de gente mayor" que, como él, se considera "mejor entrenador que hace veinte años".
Del Nido Carrasco, por su parte, quiso "destacar la predisposición de Joaquín Caparrós para venir, no ha dudado en ningún momento", lo que "merece un agradecimiento. Tiene experiencia más que sobrada en el banquillo y aúna todas las cualidades para impulsar el proyecto".
Víctor Orta, aseguró que el nuevo entrenador del Sevilla "tiene un conocimiento milimétrico de la plantilla y su experiencia va a hacer ganar al equipo", que necesitaba un impulso porque "nadie en este club sobrevive a una racha de cuatro derrotas seguidas".
Orta indicó que se siente "cómodo" con la visión que tiene Caparrós del fútbol, puesto que es un deporte en el que "se puede llegar al resultado de muchas maneras" y como su "ideología es ganar", sólo espera hacerlo en el "partido del Alavés, clave para salir de esta mala racha".
Gene Sarazen, en 1935, fue el primero que completó el Grand Slam tras vencer en el Masters. Ben Hogan, con 40 años, fue el más veterano en lograrlo tras su victoria en el Open Championship de 1953. Gary Player tenía 29 años cuando, en el US Open de 1965, se convirtió en el tercer jugador en conseguir esta gesta. Un año después, Jack Nicklaus lo logró en el Open Championship de 1966 con solo 26 años y Tiger Woods entró en la historia del golf en el año 2000 con su victoria en el Open Championship con apenas 24 años, el más joven en la historia.
La épica de lograr, en un deporte individual, triunfar en los eventos referenciales y más importantes esta reservado a un puñado de privilegiados. Hasta el domingo, en golf solo cinco jugadores en la historia de este deporte lo habían logrado, ninguno de ellos lo hizo en una misma temporada.
Rory cerró el domingo un capítulo más de la historia de este deporte, lo hizo con 35 años, aunque el norirlandés nunca hubiera pensado que el camino iba a ser tan complicado. Un total de 11 tentativas ha tenido desde julio de 2014, cuando logró su tercera victoria en un major. Hasta entonces, todo había ido a velocidad supersónica.
En 2011, gana su primer major, el US Open de Congressional, con 8 golpes de ventaja. Un año después, conquista el PGA Championship con otra cómoda renta de ocho impactos y, dos años más tarde, en 2014, gana el Open por delante de Sergio García y Ricky Fowler. Estas victorias le posicionan, con solo 24 años, como candidato a sumar su nombre a la exclusiva nómina de jugadores que han triunfado en los cuatro majors al menos una vez. Ese mismo año, además, volvería a ganar el PGA Championship, sumando su cuarta gran victoria.
Desde entonces, para Rory solo existía una obsesión: el Masters de Augusta. "Voy a ir a Augusta el año próximo con 25 años y la posibilidad de ganar el Grand Slam, ni siquiera yo pensé que fuera posible", dijo hace algo más de una década en la sala de prensa del Open en Royal Liverpool.
Lo que tampoco podría sospechar entonces Rory es que el camino iba a ser tan largo y tortuoso, y que terminaría obteniendo el objetivo en la undécima tentativa. "Empezaba a preguntarme si alguna vez llegaría mi momento. Creo que llevo los últimos diez años viniendo aquí con la presión del Grand Slam sobre mis hombros y tratando de lograrlo... Sí, ahora me pregunto de qué vamos a hablar todos de cara al Masters del próximo año. Pero me siento absolutamente honrado, emocionado y muy orgulloso de poder llamarme campeón del Masters", eran las palabras del nuevo y emocionado triunfador.
McIlroy junto a su familia con el trofeo.Getty
Todo parecía perfecto hace 14 años para que Rory, con solo 21 años, desbancara a Woods de la historia como el más rápido en lograrlo. Durante los tres primeros días de Masters, impuso su ley y llegó al domingo con una sólida renta de cuatro golpes de ventaja. Nadie dudaba de que aquel iba a ser un día histórico en Augusta. Su compañero de ronda entonces fue Ángel Cabrera, el mismo que tras pasar casi tres años en prisión, volvía al Masters este año y quiso acordarse de Rory. "Me encontré una nota en mi taquilla de Ángel Cabrera deseándome suerte antes de la ronda", desveló el domingo.
Cabrera fue testigo de excepción del sufrimiento aquel domingo de 2011, un calvario que comenzó con un triple bogey en el 10, bogey en el 11 y un doble más en el 12. Rory terminó su primera tentativa con 80 golpes y la más cruel lección de toda su carrera. El analista de la CBS, Peter Kostis, tuvo el mal trago de hacerle la primera entrevista tras la debacle. "Necesito un abrazo", recordó que Rory le dijo al oído antes de empezar. No era más que un chico de 21 años que admitía tener decorada las paredes de su habitación familiar en Hollywood (Irlanda) con pósters de Tiger Woods en el Masters de 1997.
Redención
Aquella fue la oportunidad más clara que a Rory se le presentó hasta el pasado domingo de ganar el Grand Slam. Desde entonces, desde el PGA Championship, su currículum de frustraciones ha ido creciendo. Se escapó el Open de 2022 en St. Andrews, fue segundo en el US Open de 2023 por detrás de Wyndham Clark, y el desenlace más dramático llegó en el US Open de Pinehurst en 2024, donde falló en los últimos tres hoyos dos putts de poco más de un metro para dejar escapar una nueva victoria.
"Sí, creo... yo diría que fueron catorce años en gestación, desde aquella vez en 2011 que salí con cuatro golpes de ventaja y sentía que podía lograrlo. Sí, había muchas emociones acumuladas que simplemente salieron en ese green del 18", ha explicado McIlroy. Emociones que se desbordaron con el abrazo a su hija Poppy después de haberse derrumbado sobre el green del 18 en el Augusta Nacional. "Un momento así hace que todos los años y todas las ocasiones en las que estuve cerca hayan valido la pena", sentenciaba Rory.
A Jorge Martín le está persiguiendo el infortunio en 2025. El año en que iba a defender su primer campeonato del mundo de MotoGP está siendo todo un calvario. Antes del arranque oficial de la temporada, sufrió un par de caídas que le obligaron a permanecer en el dique seco hasta un Gran Premio de Qatar al que llegaba consciente de que acabar el fin de semana ya sería una grandísima noticia.
Según recalcó el pasado jueves, aún sentía bastante dolor y no se encontraba al 100% a nivel físico, con lo que dejar la prueba antes de tiempo era algo que no se atrevía a descartar en absoluto. Con lo que no contaba, seguro, es que sería a causa de una nueva caída que ha vuelto a provocarle graves secuelas y que le llevó de nuevo a pasar por un ingreso hospitalario, en este caso en el Hamad International Hospital del país de Oriente Medio.
En las últimas vueltas del Gran Premio de Qatar, Jorge Martín dio con sus huesos en el suelo. Lo preocupante, en este caso, es que tardó mucho más de lo habitual en abandonar el asfalto. Trasladado al centro médico, se indicó inicialmente que sufría una contusión torácica complicada a su vez con un neumotórax. El hecho de que tuvieran que ponerle un drenaje no hizo más que multiplicar una serie de malos presagios que acabarían por confirmarse unas horas después, tras pasar por nuevas pruebas médicas.
El español suma 11 nuevas fracturas, en este caso, en las costillas del lado derecho del tórax, ocho en los arcos costales posteriores de la primera a la octava y tres en los arcos laterales de la séptima a la novena. Además, tiene también una leve inflamación de la pleura relacionada con el neumotórax. Por lo menos, eso sí, se ha descartado que tenga afectados el cerebro, la columna a nivel de cervicales o los órganos del abdomen. Algo que no impedirá, no obstante, que tenga que estar varios días hospitalizado antes de que pueda recibir el alta médica.
En este contexto, su participación en el próximo Gran Premio de España, que se celebrará en Jerez entre el 25 y el 27 de abril, se antoja como más que complicada. El piloto, que compartió un par de imágenes de su ingreso en el hospital a través de sus redes sociales en la mañana de este mismo lunes, sabe que las cosas se le podrían haber puesto aún más en contra.
"Doy gracias a Dios porque esto que me ha pasado podría haber sido mucho peor", aseguraba el de San Sebastián de los Reyes, que cuenta, cómo no, con el apoyo incondicional de Aprilia. "El rendimiento pasa a un segundo plano tras lo sucedido. Nuestros pensamientos están con Jorge en estos momentos tan difíciles, estamos con él", ha recalcado Massimo Rivola, CEO del equipo italiano.
La temporada 2025, sin duda, se ha puesto tremendamente cuesta arriba para un Martinator que, si por algo se caracteriza, es por no darse nunca por vencido, si bien parece ahora mismo muy difícil que pueda estar entre los puestos más altos de la tabla este curso.
Euforia, gritos, maldiciones, risa nerviosa, llantos, congoja. La última jornada del Masters podría resumirse con una sucesión de sentimientos, un recorrido de onomatopeyas que fueron del "ohhh" al "ahhh", pasando por el aplauso a la decepción o de la tristeza a la euforia. Un cóctel de emociones que haría más justicia a la hora de describir lo sucedido durante algo más de cuatro horas del domingo en Augusta. Ni los periodistas más veteranos de la sala de prensa recuerdan un desenlace así: "Quizás el de 1986", apuraban de memoria en un corrillo, o más cercano en el tiempo, el de 2011, de aciago recuerdo para Rory McIlroy, héroe de esta edición, pese a haber coqueteado con la tragedia durante varios momentos de la jornada. Ya deberían estar haciendo la edición especial del gnomo para el Masters 2026 con la cara de Rory.
El Augusta National, el campo más correcto del planeta, se desquició por completo en lo que ya debería ser un domingo que ocupe un lugar en la cúspide de la historia del golf, a la altura del duelo al sol, el milagro de Medinah o las gestas más heroicas de Tiger Woods.
Muy pronto empezaron las emociones. Ya en el hoyo 1, Rory, que salía con dos golpes de ventaja a los últimos 18 hoyos, falló su salida al bunker y encadenó una serie de errores que lo llevaron al doble bogey. Bryson DeChambeau, solvente, sacó adelante un par que igualaba el torneo. Lo habíamos venido como algo más que un duelo, Europa contra Estados Unidos, LIV Golf frente al PGA Tour, las dos principales personalidades del golf se medían en el último partido del Masters. Rory cargaba con una mochila repleta de fantasmas del pasado. "Voy a dejar el teléfono a un lado y quizás vea el segundo capítulo de la tercera temporada de los Bridgerton, me quedé dormido anoche", apuntillaba el aspirante al Grand Slam.
recuperación imposible
El birdie en el hoyo 2 de Bryson le puso por primera vez por delante en el torneo, aunque reaccionó rápido el norirlandés para restar un golpe en el 3, mientras el norteamericano cometía el primer error del día. McIlroy recuperaba la iniciativa en el marcador. Volvía a afianzar el irlandés su liderato con un doble hoyo (birdie-bogey) en el 4, tres de ventaja para Rory. El primer hoyo donde ambos salvaron el par fue el 5. En el 7, el irlandés falló a los árboles de la izquierda e inventó una recuperación imposible por arriba, aunque no culminó con birdie.
Sin embargo, sí remató en los hoyos 9 y 10 con dos birdies más, especialmente importante fue de este hoyo 10, donde en 2011, siendo líder, cometió un triple bogey que fraguó una de las debacles más crueles de la carrera del norirlandés. No sería la última. Aunque hace 14 años, Rory terminaría perdiendo el Masters con una ronda final de 80 golpes.
Para entonces, DeChambeau ya se había condenado con un doble bogey en el hoyo 11 a ser una pieza decorativa en el desenlace, y el inglés Justin Rose se había reivindicado con seis birdies en los últimos ocho hoyos. El inglés, que ya perdió el playoff del torneo con Sergio García en 2017, había recuperado siete golpes de desventaja. A estas alturas, el torneo parecía cosa de dos jugadores, más bien de McIlroy y sus fantasmas. Lo intentó Patrick Reed, que terminó con -9 después de embocar un eagle desde la calle en el hoyo 17.
El festejo de McIlroy tras imponerse a Rose en el 'playoff'.AP
Scottie Scheffler, número uno, terminó la semana cuarto con -8, y una ronda de 69 golpes, que confirma la mejoría lenta del defensor de la chaqueta verde. El sueco Ludvig Åberg, segundo el año pasado en su primera participación, iba camino de algo más, pero terminó con bogey en el 17 y triple bogey en el 18, para confirmarse con una séptima plaza en -6.
Rose encendía el hoyo 18 con un birdie final desde casi siete metros para firmar con 66 golpes la mejor ronda dominical y presionar a su compañero de Ryder Cup con un -11.
El drama ya se estaba cebando entonces con McIlroy, que inexplicablemente tiró su bola al agua de tercer golpe en el hoyo 13 con un sandwedge. Había pasado de 14 bajo par y un cómodo colchón de cuatro golpes de ventaja a perder tres golpes en tres hoyos y afrontar el Amen Corner en -11. Un nuevo bogey en el 14 le dejaba contra las cuerdas en -10. El murmullo del campo parecía ir fabricando un nuevo relato de la enésima debacle de Rory en los majors, la última tan reciente como el US Open del año pasado en Pinehurst, donde Rory se dejó dos putts de un metro para perder el torneo.
Gesto de incredulidad
Pero el norirlandés se tenía guardado un soberano hierro en el 15 para una oportunidad de eagle de poco más de metros que no pudo convertir. Hizo birdie en el 15 con dos putts y falló otro clamoroso en el 16. Otra vez las manos en la cabeza de incredulidad por otra oportunidad perdida, pero una nueva reacción en el 17, dejando la bola dada de dos con otro explosivo golpe desde la calle. El birdie le daba un golpe de ventaja sobre Rose con el 18 a jugar. La salida fue perfecta en el golpe más complicado del hoyo final, pero de nuevo el drama. Rory tiró su bola al bunker con el wedge en las manos, y otro putt de dos metros para par que se iba al limbo de los fracasos. La sala de prensa, el campo, todos enmudecieron, con un silencio condescendiente que hacía temerse un nuevo y cruel final. Rose le esperaba para un desempate.
Pero tocó la versión del Rory bueno en la continuación y mejoró un buen golpe de Rose. El putt no llegaría a los dos metros, y sí, esta vez terminaría dentro. Un final feliz para un cuento donde las hadas y los monstruos se daban de garrotazos. Rory, caía de rodillas en el green del 18, lloraba como un niño. La victoria más especial y la que lo lleva a la categoría de leyenda. Ya tiene su colección de los cuatro grandes y entra en el olimpo restringido donde solo Gene Sarazen, Ben Hogan, Jack Nicklaus, Gary Player y Tiger Woods han entrado. El último fue el Tigre en el año 2000.
Por su parte, Jon Rahm logró maquillar el torneo con un buen fin de semana que lo deja en el puesto decimocuarto. Cerró el español con 69 golpes a las puertas del top-10. "Me daría un seis y medio", se puntuaba el de Barrika, que ya espera ansioso al PGA Championship en pocas semanas.
A última hora del domingo en Bahrein, mientras sus operarios embalaban los bártulos rumbo a Jeddah, un par de escenas evidenciaron la atmósfera que se respira en Red Bull. Dentro del hospitality, Christian Horner, su team principal, improvisaba una reunión de alto voltaje con su plana mayor, encabezada por Pierre Waché, director técnico, Paul Monaghan, ingeniero jefe y Helmut Marko, asesor deportivo. Unos minutos antes, a la puerta del garaje, Marko, de 81 años, ya había tenido que soportar las quejas de Raymond Vermeulen, el representante de Max Verstappen, harto del pobre rendimiento del RB21.
La sexta plaza en Sakhir dejó muy con mal sabor de boca al vigente campeón, que había dominado a placer en 2023 y 2024 con sendas victorias desde la pole. El ritmo de su coche, nueve décimas más lento de promedio que McLaren y casi medio segundo peor que Ferrari y Mercedes, sólo pudo equipararse al de Alpine. De hecho, Verstappen tuvo que ceder ante el empuje de Esteban Ocon (Haas), Andrea Kimi Antonelli (Mercedes) y Lewis Hamilton (Ferrari), apurando hasta la última vuelta para superar a Pierre Gasly.
"Fue muy alarmante. Sabemos que no somos competitivos", lamentó Marko. Desde el viernes, Red Bull venía sufriendo diversos contratiempos con los frenos y con el equilibrio del RB21, que degradaba los neumáticos de un modo muy preocupante. "Esta carrera ha sacado a la luz algunos escollos que debemos solucionar rápidamente. Entendemos dónde están los problemas, pero introducir las soluciones llevará un poco más de tiempo", completó Horner.
El semáforo y una rueda atascada
Durante su primer encuentro con la prensa, en la zona mixta de Sakhir, Verstappen confesó que no tenía ganas de abordar estas cuestiones con sus superiores. El holandés parecía morderse la lengua al recordar algunos episodios de la carrera, como los pit-stops que frustraron cualquier intento de remontada. Una mancha en el expediente de Red Bull, célebre por la eficiencia de sus mecánicos.
Durante el primer paso por boxes, los mecánicos se retrasaron más de cuatro segundos al montar los neumáticos duros, mientras Mad Max esperaba, en vano, el cambio de la luz roja del semáforo. Unos minutos después, Yuki Tsunoda también sufrió en sus carnes una confusión similar, con la luz amarilla parpadeando junto a la roja. En la vuelta 26, Verstappen también tuvo que detenerse 6,2 segundos por culpa de la rueda derecha delantera, atascada en el momento más inoportuno. Marko calculó que estos errores costaron "dos posiciones" a su líder.
"Debemos recuperar lo antes posible el rendimiento. Si el coche no es el más rápido y tampoco funcionan las paradas en boxes... Es inaceptable", subrayó el asesor del equipo, con tono iracundo. "Todo lo que podía ir mal salió mal", ratificó Verstappen, fuera del top 5 por quinta vez en las 25 últimas carreras. Apenas siete días después de su triunfo en Suzuka, queda aún más evidencia que aquella gesta sólo debió atribuirse a una genialidad del tetracampeón. Y que el cambio de rumbo en Red Bull se antoja muy difícil a lo largo de 2025.
Los mecánicos de Red Bull, durante una de las paradas de Verstappen.AFP
Tampoco sobran los motivos de alegría para Tsunoda, pese a sumar sus primeros dos puntos como piloto de Red Bull. Desde el GP de Las Vegas 2024, sólo Verstappen había aumentado el casillero del equipo. A partir de ahora, los rumores sobre el futuro del tetracampeón se multiplicarán en el paddock. Pese a que su contrato expira en 2028, lo cierto es que durante las últimas semanas se viene especulando sobre un posible cambio de aires a partir de 2026, con Mercedes y Aston Martin como destinos más plausibles.
Tsunoda, Sainz y el error de la FIA
A la espera de unas previsibles actualizaciones aerodinámicas en Jeddah, Red Bull aún debe darse por satisfecha con su cierre de domingo en Sakhir, donde Tsunoda se libró la sanción tras un incidente con Carlos Sainz. "Fue una estupidez lo que me hizo", lamentó el madrileño por la radio, tras el fuerte impacto que seccionó uno de los pontones de su Williams. Luego, con algo más de calma, Sainz quiso repasar lo sucedido: "Si fuera Yuki y perdiera el coche en una batalla en pista, también entendería que no me castigaran. Hoy la moneda ha salido cruz, pero es lo que hay".
Mucho más cuestionable resultó lo sucedido con Sainz tras su sanción por sacar de la pista a Antonelli en la curva 10. Los comisarios le impusieron 10 segundos, que el piloto de Williams cumplió escrupulosamente durante su tercer pit-stop. Sin embargo, una hora después del final de la prueba, la FIA sorprendió con una notificación donde imponía a Carlos tres puestos de sanción en la próxima carrera, por no haber cumplido esos 10 segundos de castigo.
La confusión se prolongó durante casi tres cuartos de hora, hasta que el organismo regulador emitió un nuevo escrito, donde eximía a Sainz de cualquier penalización en Jeddah. Sólo cabe interpretar que los comisarios (Garry Connelly, Mathieu Remmerie, Vitantonio Liuzzi y Mazen Al Hilli) ni siquiera habían revisado las imágenes donde se veía al FW47 detenido en el pit-lane.
La magia de Max Verstappen ya no es suficiente. Con este coche no sólo no ganará el Mundial, como él mismo dijo después de la carrera, sino que ni siquiera podrá lucharlo. Es cierto que sus palabras son fruto de la decepción generada en el fin de semana más mediocre de Red Bull en mucho tiempo. Y también es cierto que, a pesar de los pesares, Max terminó sexto y sigue tercero en la tabla, por detrás de los dos McLaren. Sin embargo, Red Bull debe reaccionar. El coche sigue siendo difícil de conducir, sufre en curva rápida y media, es lento en recta y tiene una ventana de trabajo eficiente muy estrecha. La impotencia de Max para adelantar a coches de la zona media y sus problemas de frenos durante todo el fin de semana han sido las últimas señales de alarma.
No se trata sólo de que dispongan del cuarto coche en rendimiento. El verdadero problema es que el holandés se enfade. Independientemente de las cláusulas de salida que pueda tener en su contrato, un Max cabreado querrá marcharse. Y los rumores sobre el pobre rendimiento del motor que usará Red Bull en 2026 sólo hacen que esa posibilidad, junto con el notorio deterioro de la estructura del equipo, acelere la marcha.
No quiero ni pensar en las chispas que pueden saltar en el paddock y la batalla que puede generar la posibilidad de que Verstappen quiera cambiar de aires. Las luchas en pista quedarán eclipsadas por la batalla descarnada que habrá por hacerse con los servicios del piloto más fuerte de la parrilla. Y esa batalla generará cambios dolorosos.
Toto Wolff nunca ha escondido que su sueño es trabajar con el tetracampeón, pero para ofrecerle un asiento tendrá que vaciar un coche antes. George Russell termina contrato, pero ¿cómo bajas al inglés si sigue rindiendo al nivel que está mostrando este año?¿McLaren? ¿Dudarían en sustituir a un Lando Norris lleno de complejos y debilidad de cabeza por un depredador como Max? ¿Ferrari? ¿Valorarán la posibilidad de sustituir al predestinato Charles Leclerc o al veterano Lewis Hamilton por el piloto más atractivo y rápido de la parrilla? ¿Aston Martin? Evidentemente, si esto ocurre, Max decidirá.
Bahrein no sólo nos ha mostrado las debilidades de Red Bull y la vulnerabilidad de Verstappen. También el lío mental de Norris y la falta de confianza que atenaza a Hamilton. Después de la qualy del sábado, en las ruedas de prensa, los dos británicos compitieron por ver quién de los dos era el más deprimido. Lando llegó a confesar, con una actitud poco profesional, que el coche era muy bueno, pero él muy malo, que no estaba a su altura. La carrera de Japón le hizo mucho daño a su moral y ver en Bahrein a su compañero en la pole y él sexto acabó por matarle. Luego recuperó en carrera, pero su rendimiento estuvo lejos de ser perfecto. Cometió un error en la salida que le costó una penalización y muchos fallos en carrera en duelos con otros pilotos. Sigue siendo líder del Mundial, aunque Oscar Piastri se ha colocado segundo a tan sólo tres puntos.
McLaren afronta una bendita encrucijada. Decidir por cuál de los dos apostar en la lucha por el campeonato. Aún es demasiado pronto, pero la entereza y frialdad de Piastri contrastan con la debilidad mental de Norris, que si ya mostró sus debilidades en 2024, este año, con un coche que es el más rápido del momento, puede quedar retratado por su compañero.
Carlos Sainz tuvo que retirarse después de que Yuki Tsunoda le destrozase el coche en un toque que no fue ni siquiera investigado. Sí recibió un duro castigo el madrileño por un incidente con Andrea Kimi Antonelli, al que ni siquiera tocó, pero al que forzó fuera de la pista porque con los daños, su coche era incontrolable. 10 segundos que cumplió antes de retirar su Williams sin que, aparentemente, ni el director de carrera ni los comisarios se enterasen. Después le castigaron con tres posiciones de parrilla para el GP de Arabia Saudí por no haber cumplido la penalización en carrera. Alguien debió de advertirles de su pifia y tuvieron que rectificar. Lamentable.
No voy a hablar de Aston Martin, lo siento, no hay mucho que decir. McLaren, Mercedes, Ferrari, Red Bull, Alpine, Williams, Haas, Racing Bulls, Sauber y Aston Martin. Ese fue el orden de rendimiento en Bahrein. Muy triste.
Épica y drama en la carrera más tremenda. Otro desafío antológico entre dos rivales que engrandecen el ciclismo: Mathieu van del Poel y Tadej Pogacar. La pareja más soberbia del presente siglo en las carreras de un día, esas en las que un error es irreparable, como sucedió en la vibrante cita de la París-Roubaix, en la que el neerlandés sumó su tercera victoria consecutiva.
Los dos últimos campeones del mundo son también los dos indiscutibles dominadores de los Monumentos, ambos suman ocho, han ganado 12 de los últimos 14 disputados (seis triunfos para cada uno) y son los vigentes campeones de esas cinco emblemáticas carreras. En esta primavera, Van der Poel (VDP) se impuso en la Milán-San Remo ante Pogacar y Filippo Ganna, y dos semanas más tarde el esloveno le batió en Flandes. En carreras de un día se han medido en 21 ocasiones, 11 éxitos para el neerlandés y 10 para el esloveno. Con ellos, el espectáculo está garantizado. El próximo pulso podría producirse en la Lieja-Bastoña-Lieja (27 de abril).
La Bestia logró el domingo la tercera victoria consecutiva en la reina de las clásicas, registro encadenado que sólo habían conseguido el francés Octave Lapize (1909, 1910 y 1911) y el italiano Francesco Moser (1978, 1979 y 1980). Octavo Monumento para el nieto de Raymond Poulidor (tres París-Roubaix, tres Tour de Flandes y dos Milán San Remo).
Pogacar, en un espléndido debut en París-Roubaix, mantuvo la pugna con Van der Poel hasta los últimos 38 kilómetros, cuando una caída le privó de su ansiada victoria. «Estaba concentrado en intentar seguir las motos cuando me caí. No vi venir la curva y no pude frenar a tiempo para evitar el choque. Son cosas que pasan. Creí que podía remontar, pero la diferencia era de unos 15 segundos y mi freno delantero rozaba la rueda. Me fui derrumbando poco a poco. En el momento en el que cambié de bici, ya había explotado y sólo esperaba llegar a la meta lo antes posible», señaló en el último maillot arcoíris.
El esloveno no tuvo reparos en elogiar al triple vencedor del Infierno del norte: «Mathieu fue el más fuerte en los adoquines y ha estado increíblemente bien. Es un gran campeón y uno de los mejores corredores del mundo. Competir contra él es un gran honor y una gran motivación. Si fuera niño, sería mi ídolo».
VDP reconoció que fue complicado superar a Pogacar. «Ha sido una carrera muy dura y estaba sufriendo muchísimo. Lástima que Tadej cometiera un error en una curva. Luego tuve que ir a por todas y aún faltaba bastante para la meta. Fue muy difícil, sobre todo en los dos últimos sectores, con viento en contra. Lo pasé muy mal, pero estoy contento de haber llegado a la meta. Estoy feliz de haber recuperado mi buen estado físico. Pero todos sabemos lo increíble que es Tadej como campeón, lo que hizo aquí, en su primera Roubaix, no me sorprende, pero tampoco es normal», dijo antes de advertir que denunciará a un espectador por lanzarle un bidón en el sector empedrado de Templeuve.
Cuando hay una delgada línea entre la tradición y lo anacrónico, el Masters de Augusta siempre defiende su política: el que quiera que venga y el que no, que se quede en su casa. Una sentencia tan rotunda como plausible. Dicho en otras palabras, en su torneo y hacen lo que les viene en gana.
La noticia del alivio fisiológico de Josele Ballester en el Rae Creek corrió como la pólvora y muchos medios americanos titulaban sus informaciones con el orín más famoso en la incipiente carrera del amateur de Castellón. Desde su entorno, no dan crédito al revuelo, pero los más veteranos saben cómo le ha podido sentar a Augusta National la confesión de Ballester.
"No te puedo creer, no te creo", comentaba José María Olazábal, cuando se enteraba del incidente del compatriota. "Si hace falta, te metes en mitad de las azaleas. Anécdota de novato, el próximo año que mire bien dónde están los servicios, si quiere se lo voy diciendo", decía entre risas. "Es solo una anécdota, no creo que le vayan a llamar la atención por eso", concluía Olazábal. "No lo vi y no voy a hablar de eso", zanjaba Sergio García sobre 'el alivio de Ballester'.
Ha sido una semana agitada para Josele. El lunes, su coach de Arizona State, Matt Thurmond, fue animado a abandonar el campo por ir en bermudas y volver cuando se pusiera unos pantalones largos. Es una de las normas que compete a actores del Masters que en algún momento vayan a estar entre cuerdas, no así al público, que, sin embargo, tienen prohibido correr por el campo, gritar, exhibir banderas o pancartas, o recostarse en el suelo.
Las normas de cortesía llegan a tal extremo que es habitual ver a los guardias de seguridad obligando a los patronos que llevan la visera de la gorra al revés a ponérsela en su sentido normal. Por supuesto, los teléfonos móviles son radicalmente prohibidos para todos, al igual que las cámaras o cualquier aparato de reproducción.
Tras la victoria del Masters en 2012 de Bubba Watson, Clayton Baker, un fanático que había vivido la experiencia de su vida acudiendo al torneo, quiso dar un paso más allá y decidió que el mejor recuerdo sería llevarse un poco de la famosa arena de cuarzo de uno de los bunkers. La ocurrencia le salió muy cara, ya que fue esposado y detenido con una multa de 20.000 dólares.
Lenguaje de la prensa
La prensa también tiene que medir sus pasos y palabras, hay un lenguaje específico que debemos utilizar, el público no es público, son patronos, y así un glosario de palabras con las que Augusta quiere referirse a su campo y torneo. A lo largo de la historia, varios periodistas fueron vetados e invitados a devolver su acreditación por comentarios que los rectores de Augusta consideraron inapropiados. Nombres como Frank Beard, Jack Whitaker, Bob Costas o Gary McCord, uno de los últimos que se despidió del Masters al comentar que la dureza y rapidez de los greens era tal que parecían segados con crema depilatoria para las ingles. No captaron su sentido del humor.
Para acceder a trabajar en el campo y torneo más importante, tienes que pasar una serie de test psicológicos interminables y firmarás un contrato de confidencialidad que cubrirá los 10 años posteriores a tu salida del campo. A pesar de tanto control, alguna oveja negra ha salido a la luz este año, como el caso de Richard Globensky trabajaba como ayudante de almacén en Augusta National y durante años estuvo desviando material de merchandising para revenderlo en el mercado negro. La avaricia le llevó a dar un paso más y llegó a colocar a un coleccionista de Chicago las chaquetas verdes de Ben Hogan, Gene Sarazen y Arnold Palmer. Cuando el FBI descubrió el delito, Globensky había ganado más de cinco millones de dólares y creado una estructura con almacenes y camiones de reparto. La sentencia le llevará a pasar un año en prisión y restituir al club casi 3,5 millones de dólares.
Augusta no solo te exige disciplina y orden dentro del campo de golf, también fuera de él. Un comportamiento ejemplar, y si no, siempre quedará la opción de no venir al mejor torneo del mundo.
Carlos Alcaraz trastea con su Instagram mientras batalla contra el recuerdo de Rafa Nadal, Novak Djokovic y Roger Federer; anhela comer los domingos con su familia y al mismo tiempo soporta la comparación con Jannik Sinner; sueña con vivir tranquilo y sueña con ser una leyenda. Es complicado. A sus 21 años, ha ganado cuatro Grand Slam y ya es uno de los mejores de la historia, pero apenas tiene respiro. En los últimos meses, Alcaraz ha descubierto las exigencias de ser Alcaraz, la presión externa, todo a lo que tiene que renunciar, y eso le está afectando, pero este domingo encontró un brillante consuelo: levantó su primer Masters 1000 de Montecarlo, su segundo título de la temporada.
«Ha sido un mes difícil, he vivido situaciones complicadas y estoy orgulloso de cómo lo he gestionado. Me ha costado tanto dentro como fuera de la pista, pero el trabajo ha valido la pena. No quiero explicarlo en público, pero me ha costado encontrar la forma de jugar al tenis, de centrarme en las cosas importantes», confesó de forma enigmática, aunque ya había insinuado las razones de sus desvelos.
Pese a su juventud, su carrera está en una encrucijada. Es ahora, con números de récord, reconocimiento en todo el planeta y un rival antológico, cuando debe decidir si quiere ir a por todo o si se va a quedar a medias. Para lo primero deberá acostumbrarse a las opiniones ajenas y convertirse en un esclavo del tenis como sus predecesores. Para lo segundo, ya tiene las condiciones necesarias. No hay duda de que ampliará su cuenta de seis títulos de Masters 1000 y 18 en la ATP, pero sí que aguantará el ritmo del Big Three o incluso de Sinner.
La estrategia de Musetti
En Montecarlo, esta semana, Alcaraz demostró que su tenis en tierra batida es incontestable, que no hay nadie que le pueda ganar, que puede ejecutar todos los golpes posibles y también evidenció su falta de estabilidad. Tan pronto acumulaba puntos mágicos, como aquel globo entre las piernas que le clavó a Daniel Altmaier, como un montón de errores no forzados. El año pasado en Roland Garros y en los Juegos Olímpicos de París 2024 su juego era más consistente, pero todavía no había conocido la peor cara de su sueño. Ahora debe rearmarse.
SEBASTIEN NOGIEREFE
En su triunfo en la final ante Lorenzo Musetti por 3-6, 6-1 y 6-0, los vaivenes de Alcaraz fueron notables. En el primer set jugó algunos de sus peores puntos del curso -sumó 12 errores casi consecutivos-, a partir del segundo set, se reencontró y al final la extenuación de su rival negó el espectáculo. En dos de los cuatro partidos previos, Alcaraz había tenido que jugar tres sets, pero Musetti venía de dos palizas consecutivas ante Stefanos Tsitsipas y Álex de Miñaur -llevaba cuatro horas más en pista- y eso marcó el encuentro.
El italiano, un tenista en el mejor momento de su carrera, que este lunes se presentará a las puertas del Top 10 del ranking ATP, planteó el encuentro de la única manera posible, a la defensiva, y casi le funciona. Su intención era devolver las máximas bolas posibles y esperar a ver qué hacía Alcaraz y Alcaraz al principio falló demasiado. Por un exceso de precipitación, el español regaló ese periodo inicial y se complicó la final. Pero después reaccionó. Como le reclamaba su entrenador esta semana, Samuel López, se centró en poner la pelota en la pista y empezó a jugar. Ahí se acabó la competición, más con el cansancio de Musetti.
SEBASTIEN NOGIEREFE
Una fiesta y unas vacaciones
«No es la manera en la que quería ganar. Me siento mal por Lorenzo. Acabar un torneo así no es fácil», comentó, de entrada, Alcaraz, que luego admitió su desgaste psicológico en los últimos tiempos. En la gira americana, con su derrota en semifinales en el Masters 1000 de Indian Wells y en su debut en el Masters 1000 de Miami, el número tres del ranking sintió el peso de la obligación de recortar puntos en el ranking ATP al sancionado Sinner y poco después sintió la incomprensión de sus propios seguidores.
Una fiesta con el jugador de la NBA Jimmy Butler en Miami y unas vacaciones con su familia que ya tenía programadas le llevaron a recibir muchos comentarios negativos en las redes sociales y eso le dolió. En Montecarlo, raro en él, habló sobre los «aficionados que siempre quieren que llegue a la final» en clara referencia a las críticas leídas. Alcaraz ha descubierto las exigencias de ser Alcaraz y es complicado, pero su leyenda depende de que lo acepte.
"Mululu vete ya, Mululu vete ya". Esos son los cánticos que Luis Pérez (Utrera, 1995) recibe recientemente de su propia afición en los partidos el Valladolid disputa en su estadio. El desencuentro entre el jugador con la grada de Pucela es tan grande que los seguidores blanquivioletas, especialmente los del Fondo Norte (el sector de animación del club), han decidido utilizar la palabra que en Utrera se refiere a los que se consideran "tontos o idiotas" para descalificar al que fuera el tercer capitán del equipo.
Ya no lo es después del desagradable incidente que el defensa protagonizó con Juanmi Latasa en el banquillo durante el encuentro ante el Getafe. El club le abrió un expediente sancionador del que se desconocen aún las consecuencias, salvo la retirada de la capitanía, puesto que el dorsal número 2 del Valladolid ha entrenado con normalidad con sus compañeros. "¿Si Luis Pérez va entrar en la convocatoria? No lo sé", dijo su entrenador el sábado sobre un partido en el que los pucelanos visitan el Metropolitano, un campo aciago para ellos.
PFC, que le gusta decir a Luis Pérez en sus redes sociales: Partido Fuera de Casa. Aunque en el caso del futbolista, éste se refiere con esas siglas a los que juegan en Pucela y lo hace como crítica a su propia afición por el trato que recibe en su estadio. De hecho, fue él el primero en utilizar el término mululu y lo hizo contra los aficionados que le criticaban. Apelativo que, tras los incidentes que este deportista ha protagonizado tanto con la grada como con sus propios compañeros, se le ha vuelto en contra.
El historial de desencuentros comienza en 2023, con el Valladolid en Segunda División. En un partido ante el Cartagena, cuando el equipo había comenzado mal su andadura en la segunda categoría profesional, el futbolista se encaró con un aficionado que le criticó y ambos terminaron insultándose, con el defensa teniendo que ser retirado por sus compañeros al vestuario. Esa misma temporada, en otro duelo ante el Eibar, los aficionados acusaron al jugador de burlarse de ellos después de que, tras remontar un resultado ante el equipo vasco, el defensa se bajara los pantalones, supuestamente para acomodarlos, poniendo el culo en pompa hacia la grada.
Posteriormente, con el equipo peleando por los playoffs, las discrepancias con la afición alcanzaban también al cuerpo técnico y especialmente a su entrenador, Paulo Pezzolano, que en la celebración del ascenso cantaría el famoso "Pezzolano, vete ya". En el duelo ante el Huesca, que los pucelanos terminaron ganando defendiendo de manera agónica, Luis Pérez, en lugar de celebrar con sus compañeros, se dirigió a los guardias de seguridad para señalarse a unos aficionados que, supuestamente, le habían insultado durante el encuentro
El ascenso suavizó la relación entre Pérez y la afición, pero los malos resultados de esta temporada han vuelto a encender los ánimos que estallaron con las declaraciones del futbolista tras la derrota ante el Rayo. "Recibo insultos de mi propia afición, cuando lo único que quiero es lo mismo que ellos: salvarme y trabajar como el que más. Voy a seguir haciéndolo, pero obviamente no es agradable cuando el fondo de animación va en contra de su propio jugador", expuso.
Mala imagen
La situación se enquistó tanto que el entrenador Álvaro Rubio ha decidido no alinearlo en los partidos de casa como titular desde el duelo ante el Sevilla, en el que fue pitado en cada balón que tocaba, como respuesta a sus quejas en Vallecas. Ni un minuto ha jugado ante el Celta y Getafe. Esta semana trascendió su enfrentamiento con Latasa en el banquillo.
Tras cuatro derrotas consecutivas y a 14 puntos de la salvación, la confrontación de Luis Pérez y la afición debería ser el menor de los problemas del Valladolid. En el fondo, es la evidencia de una desafección que existe entre la propiedad y una grada que ha tomado como villano al defensa. Además, el equipo visita hoy al Metropolitano y juega ante el Atlético, al que no ha ganado en los últimos 15 años. Precisamente ante los blanquivioletas, pero en Pucela, celebraron los rojiblancos su último título liguero en el año de la pandemia.