Los límites humanos

Los límites humanos

Actualizado Domingo, 15 septiembre 2024 - 16:43

El viernes y el sábado, en Bruselas, rindió viaje, cansado y satisfecho, el gran atletismo de 2024 con las finales de la Liga de Diamante. Presidida por los Juegos Olímpicos, la temporada ha deparado momentos soberbios, resumidos en nueve récords del mundo en pruebas olímpicas.

Armand Duplantis batió tres veces el de salto con pértiga, una de ellas en los Juegos parisinos. Sydney McLaughlin hizo lo mismo en dos ocasiones en los 400 metros vallas,

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Récords del mundo para Armand Duplantis y Jakob Ingebrigtsen en Silesian

Récords del mundo para Armand Duplantis y Jakob Ingebrigtsen en Silesian

Armand Duplantis y Jakob Ingebrigtsen. Dos nombres en la cima del atletismo mundial. Dos máximos ejemplos del deporte nórdico. Un sueco (de padre estadounidense) y un noruego. Dos récords del mundo de una tacada en el Silesian Stadium (Polonia), en el curso de la Liga de Diamante. El de salto con pértiga (6,26) y el de 3.000 metros (7:17.55).

Dos plusmarcas muy diferentes en el tiempo. La anterior de Duplantis (6,25) tenía 20 días. Se había producido en los Juegos Olímpicos de París. La precedente de los 3.000, firmada por Daniel Komen, tenía 28 años. El keniano había corrido en Rieti en 7:20.67. Ingebrigtsen la ha hecho trizas. Dejó muy lejos al etíope Berihu Aregawi, soberbio, sin embargo, con sus 7:21.20, récord nacional y tercer registro de todos los tiempos. Adelanta a Hicham El Guerrouj (7:23.09).

De Duplantis no hay mucho que hablar: sólo, entre la admiración renovada y la costumbre admitida, seguir elucubrando acerca de cuáles pueden ser sus límites reales, una cuestión casi teológica. Los demás pertiguistas, incluido Sergey Bubka, llevaron la disciplina a otras alturas. Duplantis, a otra dimensión.

Los 3.000 no son una distancia olímpica. Pero, como la milla, que tampoco lo es, goza de enorme prestigio y se programa con frecuencia. Los mejores mediofondistas no le hacen ascos. Al contrario. Con su imponente marca, referencial, orientativa, estimulante, Ingebrigtsen se aproxima un poco más a la posibilidad de romper el primado de los 1.500 y los 5.000. No se halla lejos de ambos. Pero a estos niveles, unas centésimas establecen un muro. Jakob está al pie. Ahora hay que saltarlo. Duplantis sé enfrenta a sí mismo. Ingebrigtsen, a El Guerrouj y a Joshua Cheptegei.

La reunión polaca soñaba con algún fundamento con otro récord mundial, el de 800. Pero Marco Arop (1:41.86) no se aproximó al 1:40.91 de David Rudisha. Mohamed Attaoui ha pegado un bajón desde su récord de España (1:42.04) y su cuarto puesto en los Juegos (1:42.08). En Lausana corrió en 1:45.40 y en Polonia en 1:44.96.

Unos 100 metros magníficos y reñidos contribuyeron al lustre del mitin polaco. Fred Kerley hizo 9.87. Ferdinand Omanyala, 9.88. Y Ackeem Blake, 9.89.

Duplantis eleva su récord del mundo más allá del cielo en una noche de ensueño en París

Duplantis eleva su récord del mundo más allá del cielo en una noche de ensueño en París

Habrá un día en el que el cielo quede lejos; será inalcanzable para Armand Duplantis, como lo es para el resto de los humanos. De momento habita por encima. Más que ascender con su pértiga, allí vive, a una altura cada vez más increíble, con las nubes como suelo. Este lunes, en la final de los Juegos Olímpicos de París, el mejor saltador de pértiga de la historia alcanzó su punto más alto, 6,25 metros, su noveno récord del mundo.

En un Stade de France dedicado a su figura, 80.000 personas atentas exclusivamente a él, superó aquello que -una vez más- se consideraba imposible. En su tercer intento sobre la altura, parando la música cuando quiso, absolutamente convencido de sí mismo, hizo lo más extraordinario y luego lo más común: besos a su novia, zarandeos con sus amigos, abrazos con sus padres. La emoción como rutina, toda una vida allí arriba y más arriba y más.

Más de dos horas de espera

Antes, como es habitual, estuvo sentado en el banquillo durante más de dos horas y media. El resto de participantes se jugaban la vida y él, nada. Por ejemplo, con el listón a 5,90 metros, el griego Emmanouil Karalis lo superó, se aseguró el bronce y enloqueció con saltos por la pista y abrazos con los suyos. Duplantis, allí, todavía en pantalones largos, cruzado de manos, lo miraba, sonreía y se acercaba a él para felicitarle. "¡Bien hecho!", le decía.

Después caminaba un poco, toqueteaba las pértigas y simplemente charlaba con alguien, como el estadounidense Sam Kendricks que se llevó la plata. Su competición sólo empezó cuando el resto de saltadores ya se habían rendido. De las primeras tandas, Duplantis sólo se apuntó a los 5,70 metros, a los 5,85 metros y a los 5,95 metros por no aburrirse, por hacer algo. En los 6,00 ya era campeón olímpico. Y entonces le tocó escoger alturas. Podría haberse lanzado a las alturas de golpe, pero optó primero por otro objetivo, el récord olímpico, que borró a la primera con un salto sobre 6,10 metros. Luego, entonces sí, ¡a por el récord del mundo!

En el escenario que más le gusta, con su arte ya como único punto de interés en el Stade de France -se habían acabado las carreras de 5.000 y 800 metros-, con el resto de competidores animándole y empujándole, se desafió a sí mismo. Para mejorar los 6,24 que estableció en la reunión de la Diamond League de Xiamen, en China, el pasado abril, pidió que colocaran la barra a 6,25 metros. Por entender su figura, Sergei Bubka se quedó en 6,14 metros, mucho más abajo. Y al tercer intento lo logró. Un dominio absoluto de la pértiga, un brinco que hasta este lunes ni se conseraba.

¿Irá más arriba?

De hecho, entre los expertos de la pértiga hay dos corrientes. Una dice que Duplantis ya no puede saltar más, que sos 6,25 metros son un límite natural, si acaso superables uno o dos centímetros más. Al fin y al cabo, desde que se adueñó de la plusmarca mundial en febrero de 2020, el sueco ya se ha batido en ocho ocasiones, una cada seis meses, y la lógica dice no lo puede hacer para siempre. Su técnica no es perfecta como era la de Bubka, dicen, y los errores que comete -bate demasiado cerca del cajetín, por ejemplo- ya son irremediables. Pero la segunda corriente lo imagina por encima de 6.30 metros precisamente por eso.

Duplantis, a sus 24 años, todavía tiene margen de mejora y, junto a su padre y entrenador técnico, Greg Duplantis, siempre repasa todos los detalles. Por ejemplo, pese a que es el pertiguista más veloz de siempre, sigue potenciando su sprint hasta llegar a máximos (10,30 m/s) nunca vistos. Eso y su desarrollo muscular le permite utilizar pértigas más duras, coger más inercia y así saltar más alto. El cielo ya le queda por debajo, ahora sólo queda ver hasta dónde puede ascender.

Duplantis bate su propio récord mundial de salto con pértiga en Xiamen

Duplantis bate su propio récord mundial de salto con pértiga en Xiamen

En su continuo camino sin obstáculos, ni fronteras, Armand Duplantis volvió a batir su récord del mundo de salto con pértiga. A las primeras de cambio de una temporada presidida por los todavía lejanos Juegos Olímpicos, en la cita inaugural de la Liga de Diamante, en Xiamen (China), como quien no quiere la cosa, como siguiendo una rutina y obedeciendo a un deber autoimpuesto sea el día que sea, se elevó hasta los 6,24. Un centímetro más de su plusmarca anterior.

Todo empezó, con 6,17, en 2020. Hasta hoy, centímetro a centímetro, como es lógico. No va a ser de cinco en cinco. Y, una vez batido el récord, un objetivo supremo en sí mismo, el atleta se detiene y se reserva para la próxima ocasión.

Mondo no necesitó más que cuatro brincos para irse tan arriba, para encaramarse a un nuevo (y siempre provisional) cielo. Sobrepasó a la primera los 5,62. Un divertimento. Hizo lo propio con los 5,82. Un calentamiento. Y con los seis metros. Un convencimiento. Y luego con los 6,24. Un monumento.

Ahora mismo, dentro de su seguridad, se trata de un atleta a la búsqueda a tientas de sus propios límites. Para el aficionado, para el periodista, para el atletismo en su conjunto, irlos descubriendo juntos salto a salto, verso a verso, resulta un fascinante ejercicio exploratorio que compensa de sobra la ausencia de incertidumbre en la que se basa la competición deportiva. Continuará. Siempre continuará...