Mundial 2022
Argentina – Francia (3-3, 4-2 en penaltis)
El astro logra el título que le faltaba en la tanda de penaltis tras en una trepidante final del Mundial, en la que Francia remontó dos goles y uno más en la prórroga gracias a un hat-trick de Mbappé
Por Messi no llora Argentina como lloró por Evita. Por Messi celebra después de tanto discutirlo en un país donde se discute todo, después de un título deseado y sufriente, porque la calidad, sea de Messi o de Kylian Mbappé, es un instante, un instante de tortura o de gozo. El Mundial es, hoy, el nirvana argentino tras tanta inflación, tanto corralito, tanto peronismo trasnochado y tanta mierda. Este título reúne a su gente en torno al astro, en Lusail como en Buenos Aires, Córdoba o Mendoza, de la forma que dijo Víctor Hugo Morales cuando cantó el gol de Maradona a los ingleses: “Como un puño apretado“. Messi es el Maradona que cierra en Qatar el relato de un dios del estadio, aprieta ese puño y abre en canal el corazón doliente de Argentina.
El astro se sobrepone, además, al destino trágico que aparece en la idiosincrasia argentina tanto como el fútbol. Lo canta el tango, está en la vida de Evita, Gardel o Maradona. Por dos veces vio cómo remontaba Francia, dos goles en el tiempo reglamentario, uno más en la prórroga, todos de un Mbappé que se rebeló contra la realidad como un digno heredero de su compañero en el PSG. Messi dice adiós a este escenario ya conquistado por el francés, en Rusia. Le aguarda la reconquista.
Para saber más
Es imposible comprender para los europeos esta forma de sentir la selección, la celeste y blanca, con peregrinaciones sin entrada sea donde sea. “La sangre tiene razones que hacen engordar las venas”, escribió el cantautor Atahualpa Yupanqui. Las venas inflamadas de sus jugadores y su gente, que empezaron a ganar la final en los himnos, y eso es mucho cuando el rival es la Marsellesa. El desenlace de una final colosal los llevó al desfiladero emocional, al paredón de los penaltis, donde no falló su capitán, tampoco Mbappé, pero sí los franceses frente a Dibu Martínez, un portero retador.
La derrota habría hecho a Messi sentirse incompleto. Ahora está en paz, con los suyos pero también consigo mismo y con la historia. Puede irse de la selección, aunque jamás lo hará de la memoria, después de una carrera en la que ha ganado todo lo posible. En adelante, únicamente tendrá un problema: vivir como un dios. Para muchos fue una tortura. Es su siguiente partido. A sus 35 años, le restan todavía unos pocos en la cancha, aunque como futbolista de club, de un ‘club-estado‘. El PSG podrá darle otra Champions, quizás, pero nunca será el Barça en el que creció y encontró el ecosistema perfecto. Esta Argentina solidaria le ha devuelto las sensaciones de la victoria, sensaciones perdidas. En lugar de con el juego, con la solidaridad, la resistencia y la decisión hasta la suerte suprema, sin un solo error en la tanda, la segunda superada en el Mundial tras la vivida contra Holanda.
MEJOR ARRANQUE QUE FRANCIA
Argentina fue inicialmente mejor que Francia en todo, inyectada por su intensidad. Sin la energía de otros tiempos, Messi alumbró cada maniobra ofensiva de un equipo solidario e intenso, que sacó del campo a un rival superior en lo individual. La campeona del mundo en Rusia jugó más de una hora con el ritmo diletante de la soberbia, superada en los duelos individuales y sin encontrar a Mbappé hasta el final, pero vaya final. La derrota de Francia no es su derrota, con tres goles en una final mundial y un acierto más en la tanda, donde el fallo de Coman, segundo lanzador, fue una losa. Le siguió el de Tchouaméni. Montiel puso la sentencia.
Lionel Scaloni es otro de los ganadores, el hombre tranquilo en un país en taquicardia. Un entrenador que ha encontrado el equilibrio sobre una montaña rusa. En la final, tomó una decisión de riesgo, al incluir a Di María entre los titulares. Sólo lo había sido contra Arabia, el día de la derrota. En Lusail, fue el futbolista decisivo. Un quiebro sobre Dembélé, en la izquierda, provocó el penalti del azulgrana. Lo tocará más o menos en el área, fue una estupidez. Messi se situó entonces en el punto que tanto lo atormentaba en el pasado. Hiperventiló. Marcó. Era su cuarta pena máxima en el Mundial. Mr. Penalti es, además, el mejor jugador del torneo.
Di María completó su partido con el segundo gol, al finalizar una contra magistral de Argentina lanzada por Messi con un toque mágico. Julián Álvarez progresó y encontró al goleador al otro lado de la costa. Contemporáneo de Messi, Di María, de 34 años, se santiguó varias veces antes de dejar el campo, sustituido. Había más de un dios al que dar gracias. No sería la última oración.
LOS CAMBIOS DE DESCHAMPS
Francia entró en colapso antes de haber aparecido. A Mbappé, defendido siempre con ayudas, le llegó un balón, un amago, la nada. Didier Deschamps agitó el banquillo en busca de soluciones desesperadas. Retiró a Dembélé y Giroud, poco antes del descanso, para apostar por la velocidad de Thuram y Kolo Muani. Más tarde dejaría el campo Griezmann. La maniobra dio sus efectos. Kolo Muani fue objeto de penalti por parte de Otamendi y Coman robó a Messi y lanzó al área a Mbappé para, en un minuto, igualar el partido. Argentina sintió el vértigo, pero Dibu Martínez detuvo el gol del título a Kolo Muani.
La prórroga era una prueba durísima para Argentina, que necesitaba minutos para reponerse. Lo hizo y en una contra, Julián Álvarez lanzó al cuerpo de Lloris. Messi marcó tras el rechace con suspense. El destino, sin embargo, quería más del astro antes de concederle la eternidad con la túnica árabe del organizador qatarí. Un servilismo innecesario. Montiel sacó unas manos que dejaron de nuevo a Mbappé ante el punto de penalti y que llevaban a más penaltis. Ninguno falló, ni Messi ni Mbappé. Lo hicieron los demás, los que menos sintieron este Mundial como si se les fuese la vida. Son argentinos, son campeones del mundo, de la resistencia y la esperanza.