«¿Veis? Es fácil». Después de cada gol, y ya van siete esta temporada, Brahim Díaz (Málaga, 1999) se acerca a la grada, se detiene, y en vez de elevar sus brazos en cruz como su amigo Jude Bellingham, levanta los antebrazos con las palmas de las manos hacia arriba y hace un gesto con la cara, como queriendo decir que lo que acaba de hacer no es para tanto. Y para él, no lo es. «Es como decirle a la gente eso: ‘¿Veis? Es fácil’», explicaba el andaluz en Valdebebas cuando comenzó con una celebración que ya es viral. Esta noche, en Leipzig y en el lugar del lesionado Bellingham, el ex del Málaga y el Manchester City intentará repetir su gesto.
Se trata de una celebración que ha empezado a hacer este año pero que viene de lejos, de las eternas tardes sentado en casa junto a sus cuatro hermanas jugando a juegos de mesa, donde ya era el más competitivo de la casa. Para la familia Abdelkader-Díaz, los últimos años han sido una montaña rusa de emociones. Casi la última década.
En Valdebebas todavía recuerdan la presentación del malagueño en el Bernabéu un frío enero de 2019. Ahí estaban sus padres, Sufiel y Patricia, y las cuatro hermanas pequeñas Zaira, Idaira, Dunia e Irina, que más de una vez sufrieron en sus carnes la celebración que ahora observa el fútbol español.
Estirón en San Siro
Y quizás por aquella presentación, en la que el centrocampista tenía 19 años y un cuerpo fino todavía por desarrollar, en la ciudad deportiva del conjunto blanco ha llamado la atención el físico de Brahim este curso, ya desde la pretemporada en la capital y en Estados Unidos. «Está como una bestia», admiten desde el vestuario madridista.
Brahim ha ganado en tren inferior, en masa muscular y en volumen en el tren superior, tanto en el abdomen como en la espalda y los brazos. Es el resultado del trabajo que lleva realizando desde su etapa en Manchester, pero especialmente durante su última temporada en el Milán, donde la tradición del extremo trabajo físico en los clubes le vino perfecto para ganar fuerza y músculo. En San Siro, el pequeño Brahim pegó el estirón.
‘Brahino’ para el vestuario
«Desde siempre quiso ganar músculo. Al ser un jugador al que frenan con el cuerpo entiende que necesita protegerse físicamente», resumen en la ciudad deportiva madridista. Y se nota. Tanto que en el vestuario los que compartieron espacio con él antes de irse al Milán todavía no se creen su estado físico: «No tiene nada que ver», dicen. «Correcaminos», «bestia» o «mago» son algunos de los motes que utilizan con él, aunque el principal sigue siendo el simple «Brahino».
Curiosamente, la temporada de Brahim ha dependido directamente de una de las primeras personas con las que cenó en Madrid este verano. El Madrid juntó en una mesa al andaluz con Bellingham y Arda Güler para hacer piña durante la pretemporada y salió bien, porque el inglés y el malagueño, que habla inglés de su época en Manchester, se entienden a la perfección desde el primer día.
Esperando a España
Eso sí, la gran mayoría de los minutos de Brahim han llegado con lesiones o descanso de Bellingham. «Tiene un problema, y es que en su posición está Jude», admitía Ancelotti en otoño. Brahim aprovechó los problemas físicos de Vinicius para hacerse un hueco en el once durante algunos partidos, pero el regreso del brasileño y la confianza del técnico italiano en Rodrygo le han relegado al banquillo. Aún así, las palabras de Ancelotti hacia el malagueño no son las mismas que se deslizaban el año pasado.
Hace 12 meses, cuando se rumoreaba sobre su vuelta, no todo el mundo en Valdebebas tenía claro que Brahim pudiera ser lo importante que está siendo este año. Y volvemos al físico. Le recordaban más ligero, menos potente en los duelos. Pero ya no. «Ha mejorado físicamente y también tácticamente, es mucho mejor», le elogiaba Ancelotti.
En el horizonte, la próxima convocatoria de la selección. Puede elegir entre España y Marruecos, pero no dudaría ante una llamada de Luis de la Fuente.