La amarga huella de Koeman en Mestalla: una Copa, una guerra en el vestuario y una maldición
«Valencia nos ayudará», pronosticaba Álvaro Morata tras el empate ante Países Bajos en Rotterdam. Quien puede estar seguro de que nadie le echará una mano es Ronald Koeman. No hay peor estadio en el que presenta refugiarse el seleccionador neerlandés que Mestalla. Nunca ha vuelto a sentarse en el banquillo de un campo en el que dejó una tan amarga que, pese las vicisitudes que atraviesa el club en la última década, no se olvida. Koeman se fue de Valencia en 2008 con una Copa del Rey bajo el brazo, pero habiendo descompuesto un vestuario plagado de internacionales (Villa, Silva, Albelda, Marchena, Baraja o Joaquín) y dejándolo al borde del descenso.
Para saber más
Koeman fue elegido por Juan Soler para relevar a Quique Sánchez Flores tras un inicio de temporada que, pese a tener al Valencia cuarto, se consideraba insuficiente en aquellos tiempos. Estaba entonces en el PSV y se optó por pagar la indemnización para traerlo a Mestalla por tres años y que encabezara un proyecto para soñar con volver a pelear la Liga. Nada más lejano a lo que ocurrió.
En datos, los 22 partidos que la leyenda del Barça dirigió al Valencia fueron los peores en su carrera como entrenador. Dirigió un total de 34 partidos, con 11 victorias, nueve empates y 14 derrotas. Solo ganó el 41,7% de lo que disputó, el porcentaje más bajo de su trayectoria incluso en equipo donde también fue destituido.
En Liga fue un desastre. Sumó 18 puntos en 22 partido: cuatro ganados, seis empatados y 12 perdidos. De las siete jornadas en Mestalla, convertida siempre en un fortín para el equipo, perdió más que ganó. Cinco frente a dos y tres empates. Le humillaron el Barça, el Almería, el Sevilla, el Mallorca o el Racing de Santander. Tampoco en Champions le fue bien: una derrota ante el Rosenborg (0-2) y un empate a cero con el Schalke.
La Copa se convirtió en el único bálsamo porque ahí el Valencia sí funcionó. Eliminó al Real Unión, el Betis, el Atlético de Madrid y el FC Barcelona antes de plantarse en la final el 16 de abril de 2008 en el Vicente Calderón y vencer 3-1 al Getafe, el equipo de moda al que apoyaba hasta el Rey Juan Carlos.
la voladura del vestuario
Aquella final la ganó un vestuario con Baraja y Marchena como líderes que tuvo que remendarse y autogestionarse tras la voladura que había provocado el holandés en diciembre. En un día apartó a Cañizares, Angulo y Albelda. «Nunca vas a jugar en el Valencia conmigo. No creo en tu liderazgo», le dijo al capitán, que se pasó cuatro meses apartado y eso le costó que Del Bosque le dejara fuera de la Eurocopa de 2008.
La fractura social fue tremenda y el presidente Juan Soler acabó en el banquillo de los acusados demandado por Albelda, a quien no dejaban jugar pero le exigían los 60 millones de cláusula para salir al Villarreal. Ese ambiente respiraba el equipo y Mestalla mientras las derrotas se acumulaban. Koeman despreciaba a las leyendas, incluso a Joaquín que había costado 30 millones y, en opinión del entrenador, «no rindió ni 30 euros». La única decisión que perduró en el tiempo fue la apuesta por Juan Mata, recién llegado de la cantera del Real Madrid con 19 años y que tuvo especial brillo en la Copa.
Aquel título, que Albelda siguió en la grada como comentarista de una cadena de radio, ni siquiera se festejó. No quiso una plantilla desesperada ya con el holandés. Tanto que, tres días después de ser campeones, cayeron goleados 5-1 en San Mamés. Era su forma de exigirle al club, que ya había cambiado hasta de presidente, que despidiera al entrenador. Ni siquiera hacía falta. Entonces ver al Valencia a dos puntos del descenso era motivo suficiente para justificar esa decisión. Tuvo que aparecer por primera vez Voro González para, restituyendo a los apartados y sacando al grupo de la agonía para llevarlo a una décima plaza, muy lejos de Europa, pero tranquila.
Koeman salió de Mestalla con dos gestos. El primero, perdonar los tres millones de euros netos por cada uno de los dos años que le restaban de contrato con la única condición de que sí los cobraran íntegros sus ayudantes, Toni Bruins y José Mari Bakero. La segunda fue menos conciliadora. El neerlandés se fue dejando dicha una maldición: «Mi Copa será el único título en los próximos cincos años». En realidad fueron 11 los que tardó el Valencia en volver a ser campeón, en 2019 ante el Barça en Copa con Marcelino García Toral como entrenador.
Nunca volvió a pisar un área técnica en Mestalla. Nunca volvió a pisar un área técnica en Mestalla. En su etapa en el Barça, el regreso en mayo de 2021 se frustró por una expulsión. Aún así, su equipo venció 2-3. Su segunda temporada no duró lo suficiente al frente del equipo azulgrana como para tener opción de regresar. Ahora lo hace con Países Bajos, recordando lejanos aquellos momentos. Tuve buenos momentos aquí y otros menos agradables. Ganamos la Copa, buenos partidos ante el Atlético o el Barça, no todo fue malo», sonrió el entrenador al que no le gusta «ver al Valencia sufrir». «Un club para ganas cosas y crecer necesita tranquilidad. Tanto cambio de presidente, de dueños, de entrenadores... no es la mejor manera para mejorar", diagnosticó. En otro contexto, Mestalla agradecería sus palabras. Hoy recordará su amarga huella y bramará para que no salga ganador.