Wagner también es madridista

Wagner también es madridista

Una primavera más los titulares entonan el cantar de la gesta inverosímil, resignados a hacer surco en la leyenda. Pero cuando la epopeya adquiere la nota familiar del costumbrismo, sin perder por el camino un ápice de épica, quizá sea hora de elevar la excepción a norma de una vez.

Antes del partido Fernando Alonso musitó un vaticinio lacónico, muy propio de esa circunspección septentrional con la que modula todos sus juicios: "Lo veo difícil", m

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Joselu, de la final de París con su padre a héroe inesperado ante el Bayern: "El destino me lo tenía preparado"

Joselu, de la final de París con su padre a héroe inesperado ante el Bayern: “El destino me lo tenía preparado”

"¿Alguien me puede dar un link bueno para ver el Madrid?". En agosto de 2012, Joselu Mato (Stuttgart, 1990) pedía a través de su cuenta de Twitter un enlace pirata para poder ver un partido del Madrid. El Hoffenheim acababa de pagar 6 millones de euros por él al conjunto blanco tras haber destacado en el Castilla y no tenía forma, legal, de animar a su equipo desde Alemania. Diez años después, en 2022, el delantero, en ese momento en el Espanyol, acudió con su padre a la final de la Champions en París. Dos más tarde, en 2024, el hombre que buscaba partidos en internet y que se cogió un vuelo para asistir como público a la Decimocuarta es el héroe del madridismo ante el Bayern.

"Eso es sentimiento. Eso es ser madridista. El destino me lo tenía preparado", admitió el atacante en zona mixta, donde fue el gran protagonista. "En 2022 fui como un aficionado más, fui a apoyar a Carvajal y al Madrid porque era importante en mi casa también. Así que estuve muy feliz por él y por el club. Ahora estoy yo en la siguiente final, me ha tocado... Feliz por mí y la plantilla", resumía, todavía con la respiración acelerada por una noche de éxtasis.

Joselu tardó 163 segundos en marcar los goles que enviaron al Madrid a Wembley. Dos minutos y 43 segundos. Un rechace de un disparo de Vinicius y una asistencia de Rüdiger. "Valen igual en 163 segundos, ¿no?", bromeó. "Uno se hace futbolista para vivir esto y también para vivir todo lo que viví en mi pasado. El trabajo me ha traído hasta aquí".

Dos zarpazos de un delantero de 34 años cedido por el Espanyol, un equipo que ahora mismo está en Segunda División. Un préstamo que le costó 500.000 euros al conjunto blanco y que fue la única manera, junto al cambio de posición de Bellingham, que encontró la directiva de sustituir a Benzema mientras esperaba a Mbappé.

Joselu dejó en la cuneta al Bayern de Harry Kane, el nueve de la temporada y el hombre que también sonó para ser el recambio de Benzema. Al final el Madrid decidió aguardar a Mbappé, que llegará este verano junto a Endrick, y optó por pagar medio millón de euros al Espanyol para contar una temporada con Joselu. Unos meses después, la final de la Champions no ha podido salir más barata. "Hay gente que dudaría a principio de temporada, pero con el trabajo y la confianza del míster y los compañeros... El trabajo da sus frutos", declaró el futbolista, que a lo largo de su carrera ha pasado por 10 equipos y tres Ligas. Celta, Real Madrid, Deportivo, Alavés y Espanyol en LaLiga, Hoffenheim, Eintracht y Hannover en la Bundesliga y Stoke y Newcastle en la Premier.

Ahora el conjunto blanco debe decidir qué hacer con la opción de compra sobre el futbolista gallego. Puede pagar 1,5 millones para que siga en la plantilla y parece que lo hará, aprovechándose de un perfil que no existe en la plantilla. El hueco con Mbappé, Vinicius, Rodrygo y Endrick será pequeño, pero ninguno aporta lo que es capaz de dar Joselu. "Joselu es el reflejo de lo que es esta plantilla. Todo compromiso, todo trabajo", le elogiaba Carlo Ancelotti.

El técnico italiano ha confiado de manera constante en el ariete, a veces como titular por la lesión de Vinicius y otras como solución de emergencia en el tramo final de los partidos. Y Joselu ha respondido. Acumula 9 goles y 2 asistencias en Liga, 2 en Copa, uno en la Supercopa de España y 5 en la Champions. 17 goles. "Ancelotti nos dijo antes del partido que hay partidos que se ganan con el corazón. Me abracé con él y lo que nos dijimos queda entre él y yo. Ha confiado en mí y solo tengo palabras de agradecimiento".

Su llegada no fue del todo fácil y ni siquiera él confiaba demasiado en volver al Madrid. "Yo estoy muy feliz en el Espanyol y esa etapa ya pasó. Al final tengo que mirar por mí aquí y luchar por nuestros objetivos", contestó en abril de 2023 preguntado por el interés de los blancos. Se equivocó, porque el descenso de su equipo activó una cláusula que fue 'calderilla' para el Madrid. Unos meses después regresaría a la que había sido su casa y no ha parado de hacer goles: uno cada 112 minutos.

El Madrid siempre te mata

El Madrid siempre te mata

Actualizado Jueves, 9 mayo 2024 - 00:19

Cuando ni todos los dioses amparan ya al monarca de la Champions, en dos flashes aparece Joselu. Tocó sólo dos balones y marcó dos goles que llevaron al infierno a un Bayern que sólo había jugado al catenaccio. Lo surrealista de esta última epopeya del invencible Real Madrid fue que se topó contra un rival alemán que jugó como uno italiano y encontró un gol gracias a un contragolpe. Exactamente lo que hace Ancelotti en muchas ocasiones: bloque ba

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La hegemonía del Real Madrid en la Champions, con seis finales en 11 años

La hegemonía del Real Madrid en la Champions, con seis finales en 11 años

La sexta final de la Champions en 11 años conecta al actual Real Madrid con el legendario campeón de los albores de la Copa de Europa. Desde entonces, ningún equipo había dominado el torneo con semejante poderío. Entre 1956 y 1966, el club blanco avasalló en el panorama continental con seis títulos, cinco de ellos consecutivos, y ocho finales, incluidas las derrotas ante Benfica (1962) e Inter de Milán (1964). Ahora, los futbolistas de Carlo Ancelotti pueden igualar aquel registro. En caso de vencer al Borussia Dortmund en Wembley conquistarán su decimoquinta Orejona, la sexta en poco más de una década.

El próximo 1 de junio, sobre la sagrada pradera londinense, el Madrid disputará su decimoctava final de la Copa de Europa, con la que aumenta la diferencia histórica ante Milan y Bayern, ambos con 11. A este logro deportivo hay que añadir los premios de la UEFA, cifrados en torno a los 130 millones de euros. De momento, el club de Chamartín ya se ha embolsado 114,75 millones por las tres eliminatorias y su inmaculado trayecto en la fase de grupos. A la espera del reparto del mercado televisivo, quedarían pendientes los 4,5 millones que distinguen al campeón, más los 3,5 millones por el derecho a disputar la Supercopa de Europa.

La actual hegemonía dio comienzo el 24 de mayo de 2014, con la final ante el Atlético (4-1 en la prórroga). De aquella plantilla de la Décima, dirigida también por Ancelotti, únicamente sobreviven Dani Carvajal y Luka Modric -que disputaron los 120 minutos- más Nacho, que se quedó fuera de la convocatoria en Lisboa. Tras la decepción en semifinales de 2015 ante la Juventus, Zinedine Zidane protagonizó desde el banquillo el periodo más glorioso de la historia reciente. La tanda de penaltis en San Siro ante el Atlético (2016), el inolvidable 4-1 a la Juve en Cardiff (2017) y la chilena de Gareth Bale en Kiev ante el Liverpool, en el último partido de Cristiano Ronaldo (2018), plasmaron la tiranía merengue. Desde mediados de los 70, con el Ajax de Johan Cruyff y el Bayern de Franz Beckenbauer, ningún equipo había encadenado tres títulos consecutivos.

Siete intentos fallidos

El triunfo de ayer en el Bernabéu abre una oportunidad histórica para el 14 veces campeón de Europa, que podría al fin coronarse en el estadio más legendario del continente. Desde 1963, Wembley ha albergado siete finales de la Copa de Europa, pero los blancos, hasta ahora, ni siquiera pudieron pisar su césped. La primera decepción se produjo en mayo de 1968, cuando el conjunto dirigido por Miguel Muñoz cayó en semifinales (1-0, 3-3) ante el Manchester United de Bobby Charlton y George Best, a la postre campeón tras su 4-1 en la prórroga ante el Benfica. Ya en la segunda década de este siglo, el Madrid se quedó a las puertas con sus tropiezos en las semifinales de 2011 ante el Barcelona (0-2, 1-1) y las de 2013 frente al Borussia Dortmund (4-1, 2-0). Curiosamente, Wembley ha resultado históricamente propicio para los azulgranas, que alzaron los títulos de 1992 y 2011 a la sombra de su mítico arco.

A nivel individual, el pase deja a Ancelotti a un paso de su quinta Orejona, tras las dos previas de blanco (2014, 2022) y las levantadas con el Milan (2003, 2007). Este hito le afianzaría en el olimpo de los banquillos, con dos títulos más que Pep Guardiola (2009, 2011, 2023), Bob Paisley (1977, 1978, 1981) y Zidane (2016, 2017, 2018). Asimismo, le permitiría igualar a Zizou como el preparador madridista más laureado, ya por delante de José Villalonga (1956, 1957), Luis Carniglia (1958, 1959) y Vicente del Bosque (2000, 2002).

Carvajal y Modric

La final supone una oportunidad histórica para Carvajal y Modric, que podrían igualar en Wembley el récord de Paco Gento, el único futbolista capaz de alzar seis veces la Copa de Europa. A esa nómina también cabría añadir a Toni Kroos y Nacho. No obstante, el alemán sólo tomó parte en cuatro finales y se quedó fuera de la de 2013, donde el Bayern derrotó al Dortmund (2-1). El primer capitán, por su parte, sólo participó en la final de Kiev, sin disputar un minuto de las de 2014, 2016, 2017 y 2022. Además de Cristiano Ronaldo y Alfredo Di Stéfano, los grandes emblemas del club, otros pentacampeones de blanco fueron Karim Benzema, Marcelo, Casemiro, Isco y Bale. Y en el siglo pasado cabe mencionar a José María Zárraga, Juanito Alonso, Rafael Lesmes, Marcos Alonso y Héctor Rial, todos ellos durante el periodo 1956-1960.

Modric, por último, se enfrenta a otro notable desafío en Wembley. En caso de victoria, el centrocampista croata se convertiría en el segundo futbolista más veterano en proclamarse campeón de la Champions. A los 38 años y 245 días quedaría muy cerca del récord de Paolo Maldini, quien en 2007 levantó el trofeo para el Milan a los 38 años y 331 días.

Ave, César de Europa: el Madrid lleva el imperio de la fe hasta Wembley

Ave, César de Europa: el Madrid lleva el imperio de la fe hasta Wembley

Ave, César, los que van a ganar te saludan. El César de la Champions no es el César de Roma, al que ofrecían su muerte delincuentes y gladiadores en el coso del Capitolio. La gente del Madrid no piensa jamás en la muerte, ni siquiera con los dos pies en el cadalso, como volvió a estar ante el Bayern, porque su único 'memento mori' es la victoria, la cumpla la estrella de Vinicius o la buena estrella de Joselu en su 'momento Champions', en su 'momento Mbappé'. [Narración y Estadísticas, 2-1]

Una transformación indescifrable la de este antidivo como indescifrable es este equipo. De Lisboa a Kiev, el rastro de sus conquistas es como el perímetro de un imperio, la Roma del fútbol. El apolíneo templo de Wembley aguarda, pues, al Madrid de los increíbles, al Madrid Imperator.

La vida y la muerte, la victoria y la derrota juegan con nosotros, nos escogen, pero no hay nadie a quien el destino quiera tanto como al Madrid, como prueban sus 14 triunfos en 17 finales, no siempre en partidos dominados, en ocasiones asediado, como en Saint Denis o en el Etihad, y al borde de la eliminación, que es como estaba en el Bernabéu cuando Neuer, dueño de un acto pletórico, fue un niño en el patio del colegio. Joselu, el más pillo de la clase, lanzó el balón a la esperanza, a dos minutos del final, y a Wembley, cuando todos mueren menos el Madrid.

Al Bayern le quedan las quejas, y seguramente con razón, por un polémico final en el que se hizo un lío incomprensible el colegiado Marciniak, al pitar antes una acción que debería haber dejado continuar y en la que el balón acabó en la red de Lunin. Para eso está el VAR. Pero la realidad es que el equipo bávaro perdió el partido por sus errores en los momentos de temblor del Bernabéu que nadie sabe explicar. Ni Tuchel ni Guardiola. Nadie.

EL MIEDO A LOS ERRORES

Al Bayern le gustan las mismas cosas que al Madrid. Le gusta correr. Si algo le importaba, sin embargo, es que no lo hiciera el rival, porque cuando eso sucede, el Bernabéu es como un desfiladero por el que no se desboca simplemente un equipo de fútbol. Es un alud, un alud blanco. Las precauciones mandaban, pues, sobre los atrevimientos, con dos futbolistas más capaces de estar en su sitio frente a un ataque posicional que los que lo hicieron en la ida. Se trataba de De Ligt y Pavlovic. Tuchel no tenía prisa ni obligaciones por el resultado, y tenía miedo.

También Ancelotti, que no tuvo reparo en reconocerlo, pese a las bromas de Carvajal. Ningún inteligente esconde el miedo. Lo siente, lo observa, lo analiza y lo combate. Ancelotti no podía hacerlo como Tuchel en el Bernabéu, por lo que lo hizo mediante la seguridad en los pases.

Una pérdida era un apretón del rosario, y en esto es mejor mirar a la pelota que al cielo. Cuando eso ocurre, mal asunto. El Madrid sabía que debería llevar el peso del juego y la instrucción es que siempre empezara en Kroos, un tipo con aspecto de no perder nunca las llaves de casa. Asegurar las transiciones y arriesgar solo cuando el balón llegara a Vinicus y Rodrygo.

El show de Vinicius

Vinicius, en un lance del juego.

Vinicius, en un lance del juego.MariscalEFE

Lo hizo Vinicius nada más sonar el silbato y perder la primera pelota el Bayern. Levantó los brazos y se dirigió a la grada en busca de la acústica que provoca el techo cerrado del Bernabéu. Estaba inyectado, quizá demasiado, pero era lo que el momento pedía. Vini, centrado o en la banda, iba a demostrar quién es, y quién es en la Champions, lo que no ha podido hacer Mbappé, ya eliminado.

Empezó por un lanzamiento al palo que Rodrygo remachó al cuerpo de Neuer. Nada más empezar la segunda parte buscó el uno a uno en la izquierda. Ni Laimer ni Kimmich, dos jugadores excepcionales, pudieron, ni por separado ni juntos, frente al brasileño. Otra vez Rodrygo desperdició el regalo de su compatriota, pero Vini no paró hasta provocar lo mejor de Neuer y, finalmente, lo peor, su error fatal.

La segunda consigna de Ancelotti era cerrar las bandas a Sané y Gnabry, en las que Carvajal y Mendy empezaron por no ceder ni un palmo. Gnabry encontró un aclarado gracias a Musiala en el arranque, aunque mal solucionado. Poco después fue al banquillo, lesionado, para dejar su lugar a Davies. Diablo por diablo, era más diablo en segundo, como demostraría con el 'zigzag' y el latigazo que cambiaba el decorado.

Musiala y el diablo Davis

Que se equivoque el contrario, pensaba Tuchel, al que no le importaba un partido largo, larguísimo, mientras estuviera en la eliminatoria. Renunció a cualquier tipo de presión alta y esperó a que aparecieran los espacios. No llegarían para el Bayern hasta la segunda parte y cuando eso ocurrió aparecieron Musiala y Harry Kane.

Pocos se mueven igual en ese territorio. Tuchel cambió la posición de Musiala, de la banda, donde jugó en Múnich, a la mediapunta. Lo poco que el Bayern podía filtrar con intenciones partía de sus botas, muy poco durante el primer tiempo. Apenas una volea de Kane pudo encontrar el equipo alemán en ese tramo, un pobre balance ofensivo.

La estirada del Madrid en el segundo y el desgaste acumulado los permitieron y fue Musiala el primero que provocó lo mejor de Lunin en un disparo a quemarropa. Estaba claro que el Bayern había encontrado caminos hasta enconces cerrados. Kane se unió a su compañero para encontrarlos. En el caso del inglés hablamos de un delantero centro que es mucho más, con movimientos y cambios de juego propios de un centrocampista cuando se retrasa unos metros. Cumple ese rol en el equipo bávaro como en la selección inglesa. La acción en la que cedió para la carrera de Davies fue un ejemplo.

Ancelotti buscó entonces en el banquillo soluciones, con Joselu y Brahim, como soldados de reemplazo que siempre están en su sitio, dispuestos para la misión. El cazagoles que llegó sin jerarquía para llevar el 9 las encontró en el miedo ajeno, por dos veces, para citarse con el sorprendente Borussia Dortmund en la final del 1 de junio y llevar más allá los límites de este imperio que pocos comprenden y tantos aman.

De los penaltis de 2012 a la agonía de 2024: un Bernabéu agónico olvida su drama contra el Bayern

De los penaltis de 2012 a la agonía de 2024: un Bernabéu agónico olvida su drama contra el Bayern

«Son parecidos a nosotros». Carlo Ancelotti clavó el perfil de la eliminatoria justo antes de que empezara. En Múnich dominó el Bayern, en el Bernabéu lo hizo el Madrid. Ambos, quizás, más cómodos en el rol del que tiene que esperar y no en la piel del que debe proponer. Lo sufrieron los alemanes en el Allianz, condenados a no acertar ante Lunin y a una arrancada de Vinicius cuando casi nadie lo esperaba. Y lo vivieron los blancos en Chamartín, perdonando ocasiones muy claras durante una hora de partido, dejando vivo a un equipo al que, como el Madrid, hay que matar varias veces para tumbar en la arena.

Los 0,71 goles esperados del cuadro de Ancelotti al descanso, esa estadística que sacó a relucir Luis Enrique tras caer ante el Dortmund, hablaban de la superioridad madridista en las sensaciones, pero no en el marcador. Y los tópicos del fútbol siempre dicen que eso se paga. Ocho remates, dos de ellos a puerta, uno al palo... Vinicius, en una actuación colosal, acumuló regates sin parar, se convirtió en el mejor futbolista del duelo e inició todos los ataques del Madrid, que no pudo concretar ni uno frente a un Neuer gigante.

Y de repente, el chispazo. Como el de Rodrygo en Manchester ante el asedio del City, como el de Vinicius en Múnich... Una contra de Musiala, un pase en largo de Kane, una arrancada de Davies y un derechazo impecable del canadiense para destrozar el Bernabéu.

El lateral es, curiosamente, uno de los nombres que suenan para reforzar la plantilla del Madrid. Termina contrato en 2025 y el conjunto blanco le quiere, quizás más tras un gol que celebró con rabia, sin guardarse nada. Lógico.

El exorcismo de Joselu

Tras el gol, Ancelotti sentó a Kroos y apostó por Modric, norma no escrita de esta Champions en la que el italiano no jugado ni un sólo minuto sin alguno de los dos sobre el césped. El Madrid reaccionó, pero se encontró con el VAR.

Szymon Marciniak anuló el empate de Nacho por un manotazo y parecía que la decisión había hundido al psicológicamente al Madrid, centrado en las ocasiones falladas. Pero quién va a hundir al Madrid.

Los blancos olvidaron el 25 de abril de 2012 y aquellos penaltis dramáticos contra el Bayern. Aquel Mourinho de rodillas en el césped, aquel disparo de Ramos a las nubes y aquel Cristiano llorando a mares. Una de las noches más tristes de la historia reciente del madridismo desapareció ayer, fundida a negro tras otra remontada histórica.

El doblete de Joselu evitó la primera eliminación europea del Madrid en casa desde 2019 contra el Ajax y continuó la serie de inexplicables triunfos ante la orilla de la Champions. PSG, City y Chelsea en 2022, Bayern en 2024, otro gigante de Europa que se vio triunfando en el Bernabéu y que murió sin saber cómo.

Juega el Real Madrid, se despliegan los rituales

Juega el Real Madrid, se despliegan los rituales

Actualizado Miércoles, 8 mayo 2024 - 16:52

Hoy vuelve el Madrid a jugarse el pase a una final de Champions en el Bernabéu y sus aficionados llevamos días jugando el partido entre cábalas, especulaciones y todo tipo de supersticiones. Los rituales se despliegan como un manto sagrado sobre la fe de los creyentes. Porque aunque el partido parezca que dura 90 o 120 minutos, en realidad se empezó a jugar tras la ida.

Encima el rival es el Bayern, ese gigante mitológico que en los 80 devoraba ma

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Mbappé, el señalado en Francia: “decepción”, “cólera” y una pregunta incómoda

Actualizado Miércoles, 8 mayo 2024 - 13:52

El martes por la noche, un día antes de que la llama olímpica llegase a Marsella, París se preparaba para ver clasificarse al PSG en la final de la Champions. El diario deportivo L'Equipe resume bien el desenlace del encuentro: «Sin llama», dice el titular de su portada. La llama del PSG se apagó tras su derrota ante el Dortmund, perdiendo así su oportunidad de estar en la final y, por tanto, de poder ganar su primera Liga de Campeones.

El PSG no ha ganado y tampoco ha marcado en los dos partidos. El equipo parisino "pierde una oportunidad de oro", señala Le Figaro. "Ineficaz en los dos partidos contra el Dortmund, el PSG se detiene a las puertas de la final. Desilusión", dice el diario.

Para saber más

El blanco de la decepción lo ha monopolizado, cómo no, Kylian Mbappé, al que se critica no haber estado a la altura. Es la estrella del equipo donde ya no jugará la próxima temporada. La afición le reprocha que se marche sin haberle dado una Champions. "Mbappé, decepción y cólera", resume Sports. Mbappé es "el mal alumno" del encuentro, según L'Equipe.

"Tímido y sin capacidad de maniobra ante un bloqueo que no le dejaba espacio, el jugador no ha resultado peligroso" en el campo, añade Sports, algo menos crítico. RMC abre con la "amarga última vez de Mbappé" en el PSG. "En su última aparición europea con los colores del PSG, y en el Parque de los Príncipes, Kylian Mbappé no logró marcar la diferencia para clasificar a su club para la final. Un amargo final", dice este medio deportivo.

Luis Enrique, triste

Los aficionados del PSG ya planeaban ayer celebrar en los Campos Elíseos el pase a la final, pero tuvieron que abortar la fiesta. «Esta es una historia triste que comenzó con una de las atmósferas más grandes de la historia del Parque de los Príncipes y que terminó en arrepentimiento y desolación", escribe Vincent Duluc, columnista de L'Equipe.

"Estoy orgulloso del equipo (...) Yo soy el único responsable de la derrota", reaccionó el entrenador del PSG, Luis Enrique. "Hay un sentimiento de tristeza, como no puede ser de otra manera, pero no hemos sido inferiores en ninguno de los dos partidos", dijo después, mientras Mbappé resumía: "No hemos puesto todos los ingredientes necesarios para llegar a la final de la Liga de Campeones".

El futbolista jugará su último partido con el equipo parisino este domingo. La temporada que viene lo hará con el Real Madrid, equipo al que podría haberse enfrentado si el PSG hubiera pasado a la final y si los blancos ganan al Bayern esta noche. Un periodista le preguntó justo anoche a Mbappé si apoyaba hoy al que será su nuevo equipo. Mbappé miró al cielo y se dio media vuelta, sin contestar.

La historia de la oportunidad perdida para el PSG la ilustra bien Le Parisien en su portada. Confronta dos imágenes: A la izquierda París, con un Mbappé en el campo, cabizbajo y derrotado, bajo el título "el gran fracaso". A la derecha, Marsella presumiendo de "la fiebre Olímpica" y una foto que ilustra la euforia por el evento. El PSG no ha ganado aún ninguna Champions. El Olympique de Marsella, el gran rival, sí tiene una.

La fórmula mágica del Madrid desde 2014: Kroos o Modric y diez más

La fórmula mágica del Madrid desde 2014: Kroos o Modric y diez más

Hay un denominador común en las cinco Ligas de Campeones ganadas por el Real Madrid en la última década. Una constante que se ha repetido pasara lo que pasara en el partido y fuera como fuera el marcador: Luka Modric o Toni Kroos estaban en el campo durante cada uno de los minutos de la final. Uno u otro. Pero siempre ellos. Carlo Ancelotti parece haber estudiado bien la estadística, o simplemente se ha dejado llevar por la experiencia de quien recurre a lo más sencillo en situaciones límite y resume todo problema en «pon a los buenos», pero durante la Champions de este año el italiano no ha disputado ni un solo minuto sin uno de sus dos grandes centrocampistas. Uno u otro. Pero siempre, otra vez, ellos.

En su camino hacia la final de Wembley y en pleno proceso de transición entre la vieja y gloriosa guardia y la galaxia de jóvenes estrellas que acaban de explotar en Chamartín, Ancelotti ha tenido claro que pese a la fuerza, el talento, la verticalidad y el famoso «fútbol moderno» que proponen Tchouaméni, Camavinga, Valverde o Bellingham, en su centro del campo siempre tiene que haber un jugador de toque, organizador, con una calidad futbolística extraordinaria y con una inteligencia para la pelota superior a la media. Un futbolista de época. Eso son Kroos y Modric. Indispensables.

La dirección técnica del Madrid tendrá que decidir a final de temporada qué hace con las renovaciones del alemán y el croata. Ambos terminan contrato. Uno, Kroos, con 34 años y después de una de las mejores campañas de su vida. Otro, Modric, con 38, asumida, por obligación, su suplencia y compitiendo a cuentagotas. Curiosamente, casi siempre por el centrocampista germano.

«Están aquí y están bien»

Veamos los partidos de Champions de este curso. Primera jornada ante el Unión Berlín: Modric fue titular y Kroos entró en el minuto 66. En Nápoles, Kroos de inicio y Modric entró por él en el 65. En Braga el alemán no jugó, pero Modric disputó los 90 minutos. Ante los portugueses en el Bernabéu, partido completo para Kroos, igual que en la vuelta ante el Nápoles. Y en Berlín, 90 minutos para Modric.

En las eliminatorias la situación no sólo no ha cambiado, sino que ha sido todavía más clara. Ancelotti ha sustituido a Kroos en cuatro de los cinco encuentros y en todos su recambio ha sido Modric. «Los demás pueden jugar sin ellos. Pueden y podrán», contestó ayer Ancelotti sobre el futuro del centro del campo. «Pero de momento Kroos y Modric están aquí y están bien», insistió.

Cinco finales y una Copa de Europa entera en la que ni Ancelotti ni Zidane han vivido sin el alemán ni el croata. Es un dato tan importante que no se necesita mucho más para valorar la importancia de los dos en el proceso madridista de los últimos años, pero hay más. «Dan imaginación e ideas al centro del campo», explican desde Valdebebas, donde preocupan sus salidas, no tanto por su edad y sus contratos, que ya entran en la lógica de la reconstrucción madridista, sino por su estilo de juego y su nivel. «No hay ese perfil en el mercado», añaden.

261 minutos de 4.410 posibles

Modric lanzando el córner del cabezazo de Ramos en Lisboa 2014, Kroos sacando la falta del empate de Ramos en Milán 2016, Modric asistiendo a Cristiano en el 1-3 de Cardiff 2017 y Kroos saliendo del campo aplaudiendo a la grada, Kiev 2018, París 2022... Han dominado Europa de tal manera que esta noche, ganen o pierdan, el miedo a que sea su último partido continental en Chamartín estará en el ambiente. «Para algunos será el último», recordaba Carvajal.

Esta temporada Ancelotti ha conseguido cuadrar sus roles todavía más que el curso anterior. Aprovechándose del nivel de Kroos, el Madrid sólo ha vivido sin ellos durante el 6% de los minutos de la temporada, contando Liga, Copa (quitando Arandina), Champions y Supercopa. 261 minutos de 4.410 posibles en 48 encuentros.

De inicio, Carletto sólo ha querido sentar a ambos en el banquillo en tres encuentros, los tres en Liga. En la jornada 1 contra el Athletic Club, en la tercera ante el Celta y en la jornada 7 contra Las Palmas. En su lugar, el técnico apostó por Camavinga, Tchouaméni, Valverde y Bellingham en ese famoso rombo que se inventó en verano. El equipo ganó los tres partidos, pero el italiano no volvió a confiar en una alineación sin alguno de sus hombres de máxima confianza.

Menos que el año pasado

Una situación, la de esta temporada, un tanto sorprendente si tomamos como referencia la anterior. En las eliminatorias de la pasada Champions, el Madrid terminó 5 de los 8 encuentros sin ambos, incluidos los dos contra el City. Y en Liga el número de partidos sin ninguno de los dos en el once inicial ascendió a ocho, casi el triple que este curso.

Llama la atención en estos datos que en la Liga anterior, todavía sin Bellingham, el hombre elegido para realizar ese rol de creador era Dani Ceballos, titular cuando ni el alemán ni el croata eran de la partido. Pero el bajón del andaluz y la poca confianza del técnico en él han terminado por recuperar la fórmula mágica de Ancelotti y del Madrid: Kroos o Modric y diez más. La fórmula de las cinco (o seis) Copas de Europa.

Joshua Kimmich, el "monstruo mental" con cara de niño

Joshua Kimmich, el “monstruo mental” con cara de niño

Los viajes en coche se hacían largos para un niño de 12 años. Había que recorrer más de 100 kilómetros en cada partido y cada entrenamiento. Aquella rutina suponía más de una hora al volante para Berthold Kimmich, su padre, que había cambiado los turnos en el trabajo con tal cumplir con la formación del pequeño Joshua. A menudo no quedaba más remedio que turnarse con otros familiares del equipo, pero Beppo aprovechaba cada minuto. Mientras conducía reiteraba sus mensajes al chaval, más bajito y enclenque que sus compañeros, pero capaz de procesar mejor que el resto. Desde Bösingen, un pueblo de poco más de 3.000 habitantes, hasta las instalaciones del VfB Stuttgart, Joshua no sólo aprendió las leyes fundamentales del fútbol, sino que fue construyendo unos lazos que jamás se quebrarían. Nadie iba a cuidarle mejor que su familia. Ningún técnico de la cantera podría motivarle como su padre, cuyo fuerte carácter ya se había ganado cierta fama por los contornos. Hoy, casi dos décadas después, Kimmich sigue sin representante. Su ficha anual ronda los 20 millones de euros y su vínculo con el Bayern expira en junio de 2025, pero nadie, salvo él y los más cercanos, tomará decisiones en su nombre.

Durante aquellos trayectos en coche, Beppo hablaba sin cesar a su hijo de un mediocentro zurdo llamado Krasimir Balakov, el antiguo ídolo de la hinchada del Stuttgart, considerado el mejor futbolista búlgaro de la historia, por detrás de Hristo Stoichkov. Joshua idolatraba a Zinedine Zidane y Xavi Hernández, aunque durante los Mundiales sólo tenía ojos para Bastian Schweinsteiger. Pese a su notoria inferioridad física, Joshua siempre quiso sentir que el juego pasaba por sus pies. Desde muy niño se sintió centrocampista, no lateral derecho.

Y cuando aterrizó en Leipzig, con 18 años, ni siquiera intuía la dureza de la Dritte Liga, la tercera categoría alemana. Cada partido se resolvía en los duelos aéreos, las disputas a ras de hierba, los pelotazos en largo... Además, desde hacía tiempo arrastraba molestias de pubis. Todos le superaban en altura y velocidad y él se sentía un alfeñique. "Me decían que el salto había sido demasiado grande, que me iban a devorar. Me sentí muy decepcionado y enfadado. Desde entonces sólo quise demostrar lo equivocados que andaban", admitió, durante una entrevista con Sports Illustrated.

"Un absoluto profesional"

Si no llega a ser por la paciencia de Ralf Rangnick, máximo responsable técnico del Red Bull, nunca hubiese podido llamar la atención de Pep Guardiola. El Bayern pagó 8,5 millones de euros por un chico de 20 años del que Marcus Sorg y Horst Hrubesch, desde las divisiones inferiores de Alemania, ya hablaban maravillas. Su pasión desbordante en los entrenamientos, su deseo de aprender, encandilaron a Guardiola.

Un material tan dúctil resultaba demasiado tentador para el técnico español, que empezó a alternarle como central y pivote defensivo, con algunas apariciones esporádicas en el lateral o el flanco derecho del ataque. La riqueza táctica del Bayern quedaba patente con varios cambios de sistema en un mismo partido. Incluido aquel 0-0 en Dortmund, cuando Guardiola dedicó una inolvidable reprimenda a Kimmich por no haberse puesto de acuerdo con Mehdi Benatia para tapar el vacío dejado por Xabi Alonso durante los minutos del añadido.

"Es un absoluto profesional, un monstruo de la mentalidad. Siempre está en el partido y nunca se rinde. Presiona como nadie, aunque le sobre calidad con el balón". El elogio de Hansi Flick compendia un peculiar modo de entender la profesión. El mismo que le había transmitido su padre, cuando le insistía en que golpeara con los dos pies en el jardín de casa. "Rendirse nunca fue una opción. Hasta el día de hoy, mi lema es creer siempre en uno mismo", sostiene durante uno de los capítulos del documental de Jan Mendelin para el diario Bild. En otro episodio comparte entrenamiento con Tommy Haas, ganador de 15 torneos de la ATP y ex número dos del circuito. El dominio mental propio del tenis sigue muy vigente para Kimmich, que aún hoy festeja los goles con el índice en la sien, al modo de Stan Wawrinka.

Lateral en la sexta Champions

Kimmich marcó en sus dos últimas visitas al Bernabéu, durante los cuartos de 2017 y las semifinales de 2018, pero sólo tras regresar al lateral derecho, cubriendo la ausencia del lesionado Benjamin Pavard, pudo al fin alzar la sexta Copa de Europa del Bayern. Desde aquella fase final a puerta cerrada en Lisboa, su liderazgo en el vestuario se ha multiplicado. Allí donde otros prefieren la discreción ante los micrófonos, Kimmich se descuelga con una feroz autocrítica. "No es de los que hablan mucho y luego no dicen nada. Se pone a sí mismo bajo presión, pero también parece dispuesto a cumplir con lo que exige a los demás. Y eso me gusta", elogiaba el ex presidente Uli Hoeness.

Desde que en el verano de 2015 se ejercitó por primera vez en las instalaciones de Saebener Strasse, bajo la tutela de Philipp Lahm y Manuel Neuer, comprendió el papel de los veteranos a la hora de mantener la cultura ganadora del Bayern. Y eso fue, precisamente, lo que se ha propuesto con Jamal Musiala. Después de cada partido, Kimmich envía mensajes de WhatsApp a sus compañeros, sea con cumplidos o con críticas. Es su manera de ganarse el respeto. No conviene enfadar al líder del vestuario, aunque tenga esa cara de niño.