¿Qué le ocurre a Novak Djokovic? "Ha perdido la esencia de su juego"

¿Qué le ocurre a Novak Djokovic? “Ha perdido la esencia de su juego”

Ningún título celebrado esta temporada, ninguna final disputada, tres derrotas en sólo 11 partidos y fuera del Top 10 en la 'Race to Turín', el ranking que mide lo que va de año ¿Qué le ocurre a Novak Djokovic?, se pregunta el tenis. Alrededor de la crisis del vencedor de 24 Grand Slam pivotan mil análisis y otras tantas teorías, algunas conspiranoides, como merece su historial, pero ninguna descifra su bajón repentino.

A las puertas de la gira de tierra batida, que empieza este domingo con el Masters 1000 de Montecarlo y seguirá con el Trofeo Conde de Godó, el Mutua Madrid Open y el Masters 10000 de Roma hasta Roland Garros, Djokovic es la mayor incógnita a resolver. A falta de saber cómo se encontrará Rafa Nadal, el serbio no será máximo favorito en París por el empuje de Jannik Sinner y Carlos Alcaraz y eso es extraño. ¿Qué le ocurre a Novak Djokovic?

"Ha perdido la esencia de su juego, se ha enfocado en otras áreas y su equipo no le ha reconducido", resume en conversación con EL MUNDO Craig O'Shannessy, entrenador táctico que hoy trabaja para el ATP y que entre 2017 y 2019 formó parte del staff de Djokovic. Con él en su palco, el serbio acortó los intercambios y practicó el tenis más agresivo de su carrera. En los últimos encuentros, en cambio, ha hecho todo lo contrario: en casi el 30% de sus peloteos más recientes han superado los siete golpes o más, unos máximos que no alcanzaba desde 2017, la peor temporada de su vida. El trance pudo originarse por unos problemas físicos al empezar el año -una lesión de muñeca en la United Cup, una gripe durante el Open de Australia...-, pero ya se antoja grave.

JOHN G. MABANGLOEFE

"Debe volver a ser el jugador que fue. Novak es otro jugador cuando espera, si se mantiene pasivo. Se habla mucho de otras armas suyas, como el resto, pero su derecha es única", analiza O'Shannessy, que no quiere especular más allá de la pista.

¿Por qué ha dado ese paso atrás en su tenis?
El tenis es un deporte circular, de rachas buenas y malas, es imposible jugar a tu mejor nivel durante 20 años, todos los meses. Novak debe analizar sus partidos, estudiar las estadísicas y volver al patrón de juego que le ofreció mejores resultados. Cuando un tenista sale del camino, la confianza se resiente y todo tiembla.

Hace referencia O'Shannessy a los cambios realizados por el todavía número uno del ranking mundial para volver a dominar el circuito. En las últimas semanas ha despedido a su manager, Edoardo Artaldi, a su jefa de prensa, Elena Cappelaro, y hace pocos días a su entrenador desde 2019, Goran Ivanisevic. Según se ha especulado, Djokovic podría renunciar a Wimbledon para centrarse en la consecución del oro olímpico en los Juegos de París, una decisión que Ivanisevic no compartía en absoluto.

En los próximos meses varios técnicos podrían empezar a ayudarle, como Nenad Zimonjic, compañero suyo en la Serbia que ganó la Copa Davis 2010, o Judy Murray, la madre de Andy Murray, pero ya anunciado que de momento se dirigirá a sí mismo. A los 36 años y con el mejor palmarés de la historia del tenis, cualquier mejora está en sus propias manos.

"Como un chaval de 18 años"

"Trabajar con Novak fue como trabajar con un chaval de 18 años. Siempre quiere mejorar. Tiene el hambre de un novato, disfruta de la competición. Estoy seguro de que encontrará la manera de volver a su nivel y la gira de tierra batida es el mejor escenario para ello", comenta O'Shannessy, presente en Montecarlo para el próximo torneo.

¿El declive de Djokovic puede ser definitivo?
No lo creo, no. Ahora mismo Novak tiene la gran suerte de que existen Sinner y Alcaraz. Ellos le desafian, le presentan un reto, le hacen levantarse de la cama con ganas de entrenar. De hecho es muy posible que Novak pierda el número uno en algún momento y estoy seguro que recuperarlo será una motivación para él. Es distinto, pero en ese último tramo de su carrera son lo que fueron Nadal o Federer en sus inicios. Necesita estudiarles, entenderles y reajustar su tenis para ganarles.

Sinner y Alcaraz, de hecho, se presentan en Montecarlo como los más claros aspirantes por delante de otros como Daniil Medvedev o los finalistas del año pasado, Andrey Rublev y Holger Rune. El primero viene de celebrar en el Masters 1000 de Miami y el segundo, de hacer lo propio en Indian Wells. Alcaraz prácticamente debutará en Mónaco porque el año pasado renunció por unas molestias en la mano izquierda y en 2022, edición de su debut, cayó en su primer partido ante Sebastian Korda.

"Sinner me recuerda a André Agassi. Es sólido desde el fondo, le pega fuerte, aleja la pelota de su rival. Alcaraz me parece más completo. Le veo cosas de Djokovic, de Nadal, de Federer. Su habilidad para hacer algo distinto en cada punto me parece impresionante. Ahora que ha recuperado la confianza creo que hará una gira de arcilla realmente buena", finaliza O'Shannessy, que augura unos meses entretenidos en el circuito ATP. Una nueva generación en plena explosión y un Djokovic obligado a responder.

Jugar con desventaja por ser negro: "Deben trabajar más para que no les afecte"

Jugar con desventaja por ser negro: “Deben trabajar más para que no les afecte”

Después de la pandemia tres investigadores de la italiana Universidad de Trento, Mauro Caselli, Paolo Falco y Gianpiero Mattera, entendieron que era un momento único para responder a una pregunta imposible: ¿Cómo afecta el racismo al rendimiento de los futbolistas negros? Por primera vez podían comparar partidos de una misma temporada con público y sin público y adivinar si jugaban mejor en estadios llenos o vacíos. Agruparon todas las estadísticas de la temporada 2019-2020 de la Serie A presentes en la base de Opta, añadieron datos propios -la dificultad de los partidos, por ejemplo- y gracias al algoritmo Alvin482 crearon un índice objetivo para analizar sus actuaciones. La conclusión fue clarísima: sin aficionados mirando, aplaudiendo o insultado, los jugadores italianos mantenían su nivel, los de origen europeo jugaban ligeramente peor (0.036 puntos menos), los sudamericanos mejoraban tímidamente (0.012 puntos más) y los jugadores procedentes de África realmente brillaban (0.153 puntos más).

«El descubrimiento es chocante porque hemos analizado las actuaciones de futbolistas que son los mejores en su profesión y que cuentan con un alto reconocimiento social y económico. Pese a ello, es evidente que el racismo disminuye su rendimiento», finalizaba su trabajo titulado Cuando los estadios callaron publicado en 2021.

El racismo en los estadios españoles es un problema social, un problema cultural e incluso un problema económico, pero también es un problema deportivo. Como señaló el estudio de los investigadores de la Universidad de Trento y corroboran los expertos, Vinicius, Lamine Yamal, Iñaki y Nico Williams o Memphis están en desventaja competitiva por el simple hecho de ser negros. «Es una losa que deben llevar encima. Un jugador blanco no carga con ese peso. Muchas veces olvidamos que los futbolistas son personas y que este tipo de insultos pueden suponer un martirio. En la mayoría de casos ya han sufrido discriminación de pequeños, vienen de entornos desfavorecidos, y en el mejor momento de sus vidas, triunfando a varios niveles, se encuentran que tienen que seguir conviviendo con lo mismo», analiza Juan Carlos Álvarez Campillo, psicólogo deportivo que ha trabajado con la selección española o el Sevilla.

RFEF/Pablo GarcíaRFEF/EFE

Según su experiencia, son muchos los jugadores que viven con ese hándicap y sólo superan sus desventajas quienes lo encaran. «Tienen toda la razón, el racismo es intolerable, las autoridades deben tomar medidas, pero los futbolistas deben trabajar para que no les afecte. Recuerdo que me decía el ex delantero Michu que, en sus mejores partidos, no escuchaba nada, que era como si el público estuviera en silencio. Ese es el estado de concentración al que hay que aspirar a través de ejercicios, como visualizaciones, prepararte para esos insultos», expone Álvarez Campillo, que asegura que el ideal es estar concentrado en el campo y denunciarlo fuera, pero que es complicado compaginarlo.

Ser campeón y activista

El pasado martes, en la rueda de prensa previa al España-Brasil disputado en el Bernabéu, Vinicius habló del racismo sufrido y advirtió que se había planteado dejar el fútbol. Ese fue el titular, la frase más destacada, pero antes incluso de romper a llorar, dejó una clara reflexión en ese sentido, reconociendo la desventaja futbolística que afronta. «Voy a los partidos con la cabeza centrada en jugar, en hacer lo mejor para mi equipo y no siempre es posible. Me tengo que concentrar mucho, todos los días», aceptó mientras anunciaba que no daría un paso atrás y seguiría encabezando la causa contra la discriminación.

Su camino hoy es tan justo como complicado. Más allá del enorme ejemplo de Muhammad Ali, algunos deportistas han manejado con éxito el activismo, como hicieron Bill Russell y Arthur Ashe y hacen LeBron James o Lewis Hamilton, pero a otros les costó la carrera. Tommie Smith y John Carlos, los autores de la protesta del Black Power en los Juegos Olímpicos de México 1968, nunca regresaron a un podio.

«A nivel social es una excelente noticia que un futbolista lidere una causa como la lucha contra el racismo, pero no así en busca del máximo rendimiento deportivo. Es muy difícil manejar un asunto así y estar totalmente concentrado. A nivel psicológico hablamos mucho de las ideas que hacen que funciones mejor, de los pensamientos que te ayudan, lo que llamamos ideas potenciadoras. Esto sería lo contrario», añade David Peris, presidente de la Federación Española de Psicología del Deporte, que termina con una reflexión: «El futbolista normalmente se deshumaniza y la rivalidad deportiva sirve como argumento para cualquier cosa. Si cobra mucho no puede sufrir. Si es el contrario se le puede insultar. Pero esa hostilidad no tiene por qué tolerarse más, esos comportamientos deben desaparecer de las gradas»

Sinner arrolla a Dimitrov en Miami y ya es el número dos del mundo

Sinner arrolla a Dimitrov en Miami y ya es el número dos del mundo

Fue una hora huracanada, un vendaval en Miami. Jannik Sinner se proclamó campeón del Masters 1000 estadounidense en una final desigual con su rival, Grigor Dimitrov, rendido a su tenis, a la perfección de sus golpes, a su brillantez actual. Un 6-3 y 6-1. Nada más. No hubo competición porque el italiano no quiso: se comió la pista desde el primer juego y evitó que Dimitrov entrara en el partido en todo momento. Apenas le concedió una oportunidad de ruptura, fue muy superior.

Fue el Sinner de este 2024, simplemente. En su lista del año ya tres títulos, el Open de Australia, el ATP 500 de Rotterdam y este Masters 1000 de Miami, y sólo una derrota, la sufrida ante Carlos Alcaraz en Indian Wells. Es el dominador actual del circuito, sin discusión, el favorito para los próximos torneos y para el próximo Grand Slam, Roland Garros. De hecho, en el ranking ATP ya es el número dos tras arrebatarle el puesto al propio Alcaraz y sólo por detrás de Novak Djokovic.

"Estoy muy orgulloso no solamente por el resultado, he sabido sufrir a lo largo del torneo. No he tenido demasiado tiempo para adaptarme a la pista y ha sido complicado. Mi nivel de hoy ha sido muy, muy bueno. Estoy orgulloso de cómo he manejado la situación. Intento mejorar y disfrutar el momento. Es una racha especial, nunca sabes si va a este torneo va a ser el último. Ahora llega un nuevo capítulo con la tierra batida", comentó el ya campeón de Miami en la pista.

La resurrección de Dimitrov y el fin de la "maldición" de ser el nuevo Federer: "Quiero ganar en mis términos"

La resurrección de Dimitrov y el fin de la “maldición” de ser el nuevo Federer: “Quiero ganar en mis términos”

En su autobiografía Unstoppable: My life so far, publicada en 2017, Maria Sharapova ya advertía sobre el problema que más tarde hundiría la carrera de su ex novio, Grigor Dimitrov. «Grigor está llamado a ser el próximo Roger Federer, tiene mucho potencial. Su tenis es fantástico. La forma en la que golpea, cómo se desliza... es capaz de hacer cosas increíbles. Tiene un don, pero también una maldición. No sólo debe ganar, debe hacerlo bonito. O juego perfecto o no juega. O es increíble o cae eliminado. Eso le está frenando», advertía la rusa con precisión. En las temporadas siguientes, Dimitrov, entonces un joven fantástico, campeón de las ATP Finals de aquel 2017, incluso número tres del ranking, desapareció de la élite. De sucesor del Big Three a verse fuera del Top 50. De unas inolvidables semifinales contra Rafa Nadal en el Abierto de Australia a ser completamente olvidado. ¿Qué le pasó?

Una lesión de hombro o un covid severo son las explicaciones más sencillas. El motivo real de su crisis está en el libro de Sharapova: su don era una maldición. Aquellas comparaciones con Federer por su estilo -sobre todo por el revés a una mano- no le hacían ningún bien.

Ahora, a los 32 años, Dimitrov ha vuelto. Este domingo disputará la final del Masters 1000 de Miami contra Jannik Sinner (no antes de las 20.00 horas, Movistar) y mañana volverá a estar entre los 10 mejores tenistas del mundo, un hito que no alcanzaba desde 2018. En semifinales ante Alexander Zverev completó una actuación notable, pero en cuartos ante Carlos Alcaraz desplegó un juego extraordinario, preciso, brillante. No fue el Dimitrov de antes, fue un Dimitrov mejor.

La sencillez, motivo de su mejora

La confirmación de su regreso a la cima. El pasado otoño ya lo anunció, con unas semifinales en el Masters 1000 de Shanghai y una final en el Masters 1000 de París, donde cayó contra Novak Djokovic, pero esta primavera lo ha certificado. En la segunda línea que va detrás de Djokovic, Carlos Alcaraz, Jannik Sinner y Daniil Medvedev asoma su figura, único treintañero en ese grupo. En Roland Garros nunca brilló, pero en la cercana gira de tierra batida es igualmente candidato a todo.

Y todo gracias a hacerlo simple. Durante varios años, Dimitrov se bloqueó en un juego que buscaba el preciosismo y, lejos de la plenitud física, los mejores tenistas del circuito casi siempre le ganaban. Antes de derrotar a Zverev en Miami había caído siete veces contra él, por ejemplo. Pero en la temporada pasada recuperó a sus dos entrenadores de los inicios, el venezolano Dani Vallverdu y el inglés Jamie Delgado, y entre todos acordaron un plan de juego: primeros servicios, dominio con su derecha y reveses cortados. Se acabaron los trucos, se acabaron los inventos, se acabaron los problemas. Dimitrov ya no quiere ganar como Federer, sólo quiere ganar.

«Ahora quiero ganar o perder en mis propios términos, no en los de otros. He vuelto a ser un jugador consciente de sus propias armas y así controlo mejor mis emociones. He recuperado la confianza en mi tenis», analizó el búlgaro en Miami preguntado por su resurrección. «Quizá mucho público no se acordaba de mí, pero yo siento que nunca me fui. ¿Lo pasé mal? Sí, lo pasé mal. ¿Tuve muchos altibajos? Sí, absolutamente. No me avergüenzo de ello, pero nunca abandoné el tenis», reivindicaba también Dimitrov, que advertía sobre lo que viene. Con su edad, su carrera no es sólo pasado, con aquel brillante 2017 como momento culminante, también puede ser futuro. En sus planes está jugar «entre seis y ocho años» y quién sabe lo que puede conseguir. Aquellas comparaciones con Federer ya no le amargan. Liberado de su maldición, ahora sólo brilla su don.

Carlos Alcaraz, un rival "perfecto" y la confesión ante una derrota pasajera: "Me sentía como cuando tenía 13 años"

Carlos Alcaraz, un rival “perfecto” y la confesión ante una derrota pasajera: “Me sentía como cuando tenía 13 años”

Hay derrotas que son remolinos: la corriente es violenta, cuesta horrores salir de ellas, son muy peligrosas. Pero hay derrotas que son lo contrario: una nube tapa el sol, se siente un ligero escalofrío y al rato todo brilla. La derrota de Carlos Alcaraz contra Grigor Dimitrov en los cuartos de final del Masters 1000 de Miami fue así, una molestia pasajera. Este viernes, dormida la noche, quizá el español ya ni recuerde el feo marcador (6-2 y 6-4) y encare despreocupado la preparación para la gira de tierra batida que viene. Es el ideal para el deportista: si hay que caer que sea porque el adversario fue mejor. Y Dimitrov fue mejor, mucho mejor.

«Grigor jugó un tenis casi perfecto. No he podido encontrar soluciones ni hacerle sentir incómodo. Yo he jugado un gran tenis, no perfecto, pero bueno. Se lo he dicho a mi equipo: me ha hecho sentir como si tuviera 13 años. Ha sido una locura. No sabía qué hacer. No tenía debilidades. No recuerdo haberme sentido de esta manera. Si me pasó antes, fue hace muchísimo tiempo. He sentido una frustración inmensa», reconoció Alcaraz en la rueda de prensa posterior con una sonrisa en la cara.

Dimitrov sumerge a Alcaraz en un mar de dudas y lo elimina en cuartos de Miami

Nada tuvo que ver su tropiezo este jueves contra Dimitrov con sus otras caídas recientes. Ni ante Alexander Zverev en el último Open de Australia ni ante Novak Djokovic en las ATP Finals ni ante Jannik Sinner en el ATP 500 de Pekín salió tan tranquilo. Entonces el número dos del mundo se sumergió en una crisis personal, dejó de disfrutar sobre la pista, dudó sobre su tenis al completo. Esta vez simplemente aplaudió a su rival y a otra cosa. En realidad no había otro camino. Dimitrov, un tenista excepcional hundido por el peso de su apodo -Baby Federer-, jugó uno de los mejores partidos de su vida con un servicio firme y su resto de revés realmente violento. Cada saque de Alcaraz encontraba una respuesta inmediata, directa, una raquetazo que no había manera de devolver. Al final, el español recogió sus raquetas, su trofeo de ganador del Masters 1000 de Indian Wells y regresó de Estados Unidos con alegría.

«Ha sido un mes de marzo muy positivo ganando un Masters 1000 y sintiéndome como me he sentido. Ha sido súper positivo. A pesar de la derrota, me voy con sensación de haber jugado un buen tenis y sólo he encontrado un rival que me ha pasado por encima. Tengo ya ganas de empezar la gira de tierra batida», concluyó y ese es ahora el desafío que viene.

Los torneos sobre arcilla

Pese a sus condiciones físicas, Alcaraz todavía no ha completado un tour de arcilla completamente satisfactorio. Tanto en 2022 como en 2023 venció en el Conde de Godó y el Mutua Madrid Open de Madrid, los dos torneos de casa, pero en los Masters 1000 de Montecarlo y Roma todavía no ha disputado los cuartos de final y siempre se ha marchado de Roland Garros con la sensación de haber podido llegar más lejos. En 2022, ante Zverev, le pudo su propia mente y en 2023, ante Djokovic, le pudo su propio cuerpo, lesionado a medio partido. Este año tiene en París el desafío de la temporada por partida doble. Primero, a principios de junio, buscará su primer título de Grand Slam, y después, a principios de agosto, el oro olímpico en los Juegos Olímpicos. Quien acierte en Francia puede encadenar una racha antológica y no hay un candidato por delante de Alcaraz.

Más allá de la incógnita de Rafa Nadal, Novak Djokovic atraviesa una crisis -más después de separarse de su entrenador, Goran Ivanisevic- y habrá que ver el nivel del resto. Sinner, Daniil Medvedev y Zverev sí se han presentado en las semifinales del Masters 1000 de Miami, pero en tierra les esperará Alcaraz con una derrota superada, una molestia pasajera.

Dimitrov sumerge a Alcaraz en un mar de dudas y lo elimina en cuartos de Miami

Dimitrov sumerge a Alcaraz en un mar de dudas y lo elimina en cuartos de Miami

"¡No puedo hacer esa mierda!", gritaba Carlos Alcaraz justo cuando empezaba el segundo set; para entonces ya todo estaba perdido. Un Alcaraz desorientado. Un Alcaraz desconectado. Un Alcaraz desesperado. En definitiva, un Alcaraz distinto. Ante Grigor Dimitrov, en cuartos de final del Masters 1000 de Miami, el español completó uno de los peores partidos que se le recuerdan y cayó por 6-2 y 6-4.

En su juego no hubo nada rescatable, ni el servicio, ni su derecha, ni mucho menos su resto. Agobiado por la alta velocidad de la pista y por el peso de las bolas -distintas a las del Masters 1000 de Indian Wells-, se sumergió muy pronto en un mar de dudas y no supo salir a flote.

Mucho mérito también tuvo Dimitrov. De menos a más, salvando hasta cuatro bolas de break en los primeros juegos, el búlgaro se encontró con su mejor tenis y, lo que fue más sorprendente, lo mantuvo durante más de hora y media. Como hizo en el pasado Masters 1000 de Shanghai, su estrategia fue clara: desvestir a Alcaraz.

En lugar de esperarle, le presentó un resto muy agresivo y poco a poco le minó la moral. "No dejes que domine el punto", reclamaba Juan Carlos Ferrero a su pupilo en el primer set, pero Dimitrov lo hacía, lo hacía, lo hacía.

La reacción de Alcaraz

Ante ese desafío Alcaraz se desvaneció. El número dos del mundo, en un marzo de ensueño, después de su título en Indian Wells y su brillante inicio en Miami, dudó y las dudas le devoraron. Al principio fue con su propio servicio: ¿Cómo sacar para que Dimitrov no le devolviera un winner con su resto? No halló la respuesta. Y la inquietud se extendió a todas las situaciones.

En su continua comunicación con su palco, Alcaraz admitió que ya no sabía si meterse dentro de la pista o retrasarse hasta tocar el muro, si buscar el golpe directo o los largos intercambios. No veía el camino. Sólo durante unos 10 minutos, a la conclusión del desastre, el español se encontró e incluso liberó alguna celebración. Con 6-2 y 4-1 en contra, se reconcilió con su raqueta, reconoció las bolas y mejoró de repente: llegó a igualar el segundo set. Pero fue un espejismo. Dimitrov, a un nivel superlativo, se llevó el encuentro y el pase a semifinales. Allí se enfrentará a Alexander Zverev.

La derrota vuelve a frenar a Alcaraz en su despegue hacia la gira europea de tierra batida. En su camino ahora, las certezas de su éxito en Indian Wells y los interrogantes acumulados en Miami. A partir del Masters 1000 de Montecarlo deberá reencontrarse con todo y rearmarse.

La revolución de la IA en el deporte: optimización de fichajes y análisis en directo para los cambios

La revolución de la IA en el deporte: optimización de fichajes y análisis en directo para los cambios

Todo cambió cuando apareció Brad Pitt. Un par de décadas atrás la mayoría de actores del deporte (directivos, entrenadores, jugadores...) veían el Big Data como una herramienta para los negocios, números inaplicables a lo que ocurre en el campo, hasta que unos locos empezaron a usarlo para fichar mejor: Moneyball. La historia de Billy Beane y los Oakland Athletics popularizó la estadística avanzada y hoy la utilizan hasta los equipos más modestos. Según los expertos, eso mismo está ocurriendo con la Inteligencia Artificial.

Con el ChatGPT como máximo exponente se considera un avance para generar textos o vídeos, pero poco o nada puede cambiar lo que ocurre en el campo. ¿Cuándo volverá a aparecer Brad Pitt?

"Pronto habrá ese cambio, estamos en ese punto. De hecho, ese mismo caso, Moneyball, es el ejemplo más obvio de lo que pueda hacer la IA. Antes necesitas invertir en estructura y software para crear un analítica de Big Data que te ayudara a fichar. Ahora la IA ya tiene herramientas para crear modelos sencillos y asequibles. Un equipo modesto puede tener el mismo sistema de scouting que un grande", descubre Pau Garcia-Milà, director del máster 'IA e Innovación en el Deporte' que ofrece su empresa, Founderz, en colaboración con el Global Sports Innovation Center de Microsoft.

"Otra utilidad muy vistosa es el análisis de probabilidades en plena competición. En la Fórmula 1 ya la usan algunos equipos para saber, por ejemplo, qué opciones hay de que salga el safety car. En el fútbol ya se puede emplear para detectar el cansancio de un jugador y, en consecuencia, sustituirlo o cambiarlo de posición. Si esas aplicaciones de la IA no son populares todavía es por falta de información y por las reticencias de los dirigentes. Pero vamos a empezar a ver sorpresas porque la IA ayudará sobre todo a los equipos humildes, acortará las diferencias entre grandes y pequeños. Puede marcar la competición más pronto que tarde", añade Garcia-Milà.

¿Despidos masivos?

Según un estudio de Allied Market Research, las herramientas de IA en el deporte alcanzarán un valor global de 29.700 millones de dólares en 2032. En el deporte estadounidense ya se está invirtiendo en su avance, aunque de forma heterogénea. Varias franquicias de la MLB de béisbol trabajan con ella para tomar mejores decisiones sobre el juego. En la NBA se ha avanzado su aplicación en el scouting. Y en la NFL se ha popularizado su uso para crear análisis tácticos detallados del propio equipo y sobre todo de los rivales. Ya no hace que haya un entrenador ayudante viendo decenas de partidos para detectar esquemas ofensivos o defensivos. Ahora lo hace la máquina.

"¿Eso quiere decir que se va a despedir a entrenadores y ojeadores en masa? Yo creo que no. Pero sí tendrán que reorientar su trabajo. Ahora se necesitará que esos trabajadores manejen metodologías de IA. Será muy útil para mecanizar procesos. Con su implementación cuatro ojeadores podrán hacer el trabajo que ahora mismo hacen ocho, por ejemplo. O se podrán optimizar los planes de entrenamientos de los preparadores físicos. Las herramientas ayudarán a tomar decisiones, pero estas siempre serán de las personas y se mantendrá ese componente de azar que tiene el deporte", analiza Javier Sánchez, doctor en IA y director del Grado en Sistemas de IA de la Universidad Francisco de Vitoria de Madrid.

Más salud, menos sustos

"Y todo eso hablando de alto rendimiento, pero hay otros sectores del deporte en los que la aplicación de la IA tiene todavía más recorrido. Por ejemplo, en la gestión de un estadio, para simular lo que va a suceder y mejorar los accesos u optimizar el ticketing. Por ejemplo, en la experiencia televisiva, creando con realidad aumentada un campo de fútbol en la mesa de tu comedor. O por ejemplo en todo lo referente a la salud. Ya se está trabajando en la predicción de arritmias con IA o la prevención de muertes súbitas en el deporte, lo que es muy interesante", finaliza Sánchez, que considera que todavía faltan unos años para que todas esas innovaciones alcancen a los deportistas amateur, aunque tarde o temprano llegarán.

Más allá de la mejora del rendimiento, la gestión deportiva o de la prevención de la salud, se acerca un futuro en el que la Inteligencia Artificial multiplique las posibilidades de herramientas ya existentes -relojes inteligentes, pulsómetros, GPS o aplicaciones como Strava- y cambie la manera de entrenar de los aficionados. La IA ya está preparada para revolucionar el deporte. Sólo falta que vuelva a aparecer Brad Pitt.

El regreso a las pistas de Orlando Ortega: “A veces no me apetecía levantarme de la cama”

Actualizado Jueves, 28 marzo 2024 - 21:42

Antes siquiera de empezar a grabar, Orlando Ortega explica su infancia en La Habana junto a su madre, entregado al taekwondo y su posterior flechazo con el atletismo que le llevó a Artemisa, un pueblito de Cuba, para entrenar junto a su padre. Orlando Ortega, ahora sí, habla. De las lesiones que lo mantienen lejos de las pistas desde los Juegos de Tokio 2020, de su matrimonio con la cantante Aina Maro y el reciente nacimiento de su hija, de su nueva vida en el Centro de Alto Rendimiento (CAR) de Sant Cugat... Orlando Ortega habla y es extraño. Cuando llegó a España en 2013 cada entrevista era una valla que saltar, pero ya no. El subcampeón olímpico en los Juegos de Río 2016 ahora disfruta de la charla.

Se le ve diferente ante la grabadora.
De todo se aprende. Cuando llegué a España hubo algunas cosas, presión mediática [vallistas españoles publicaron una carta en contra de su nacionalización] y después de los Juegos de Río hubo un boom, muchas peticiones de golpe de los medios de comunicación. No estaba acostumbrado, me costó. Ahora me lo tomo de otra manera. Estoy más tranquilo. La vida se trata de aprender.
No hemos sabido mucho de usted desde Tokio.
Han sido dos años complicados. Ha habido momentos de frustración, de inseguridad, de mucho dolor con las lesiones. Te vienen muchas cosas a la mente, te afecta en tu vida personal. A veces no me apetecía levantarme de la cama. Pero gracias a Dios y al trabajo con mi psicóloga, Toñi Martos, he salido adelante. Ahora entiendo que soy un ser humano, no soy un robot y que es normal que te invada la inseguridad y te cree confusión. Ahora sé transformar esos pensamientos en motivación.
¿Y cómo se encuentra físicamente?
Muy bien, muy contento. Desde la operación [el verano pasado se operó de los isquiotibiales] he estado trabajando muy bien, mejor que nunca. Tengo la vista puesta en los Juegos de París. Quiero seguir recuperándome, seguir ganando confianza en los entrenamientos y seguir disfrutando de este deporte.
¿Se imagina en el podio olímpico?
Estar en París ya sería un logro, tengo que ser realista. Siempre he sido muy ambicioso, quiero otra medalla olímpica, pero decirte que voy a ganar sería mentirte. Tengo mucha fe en clasificarme. Y si lo consigo iré a vivirlo, a disfrutarlo, a intentarlo. Las vallas ya sabes cómo son: hay malas salidas, hay tropiezos y, de repente, puedes tener una oportunidad. Pero el objetivo es estar.

PEDRO SALADOARABA

Sus peores años a nivel deportivo han coincidido con sus mejores años a nivel personal.
Completamente, sí, sí. Eran las dos caras de la moneda. En casa estaba muy feliz, pero no podía entrenar. Ahora, por suerte, todo va en la misma dirección, gracias a Dios lo tengo todo. Conocí a mi esposa, nos mudamos a Santa Perpetua, aquí cerca del CAR, tuve a mi hija...
Regresó desde Chipre, donde se había instalado después de los Juegos de Río.
Quería estar cerca de mi esposa y de su familia y aquí encontré un hogar, que lo necesitaba desde hace años. Hablé con la federación para entrenar en el CAR, me concedieron una beca y estoy encantado, tengo unas condiciones magníficas para entrenar.
Hace unas semanas le visitó aquí el jamaicano Hansle Parchment, el vigente campeón olímpico.
Tenemos buena relación, sí. Es mi rival de toda la vida, llevamos casi 15 años compitiendo juntos. Él, yo y Pascal Martinot-Lagarde tenemos más de 30 años y ahí seguimos. Me encantaría volver a disputar una prueba de la Diamond League contra ellos y por supuesto encontrarnos en la final de los Juegos Olímpicos. Hay muy buenos jóvenes, como Grant Holloway o Trey Cunningham, pero nos mantenemos los veteranos.
¿Qué opina del ascenso de Asier Martínez o Quique Llopis?
Son muy buenos vallistas y ojalá sigan creciendo las vallas en España. Cuando yo ya no esté espero que haya españoles compitiendo con los estadounidenses o los jamaicanos.
"Cuando no esté". ¿Será después de los Juegos de París?
El atletismo es mi pasión y no me veo aún sentado en casa pensando que ya está, que no voy a competir más. Lo intentaré hasta que el cuerpo me diga que ya no puede más. Llegará un día en que tenga que retirarme, pero no lo veo cerca. Además, ahora he encontrado estabilidad, he organizado mi vida, y pienso que puedo disfrutar de aquí en adelante.
La aventura de Nacho Baltasar para volar sobre el agua: "He ganado 22 kilos en dos años"

La aventura de Nacho Baltasar para volar sobre el agua: “He ganado 22 kilos en dos años”

Los regatistas y sus cuerpos entregados al viento; todo levedad, deportistas finos como sus velas. ¿O no? Aparece Nacho Baltasar (Palma de Mallorca, 2004) y cambia el modelo: mide 1,83 metros, pesa 90 kilos de músculo y quiere ganar más, lo máximo posible. Hasta ahora los barcos olímpicos exigían a sus tripulantes que fueran ligeros para apenas tocar el agua y aprovechar las corrientes, pero algo ha cambiado en el mar. Se llama clase IQFoil y se estrenará en los Juegos de París 2024 con Baltasar, como representante español. Rompiendo la tradición de la vela, tanto él como el resto de aspirantes a medallas son grandes, fuertísimos, colosos.

¿Qué ha pasado?
Yo era un tirillas como todo el mundo que hace vela, pero cambié cuando la clase IQFoil entró en los Juegos. Pesaba 68 kilos así que imagina. En dos años he ganado 22 kilos. Por suerte, lo he gestionado bien, con la ayuda de profesionales y todo lo he transformado en músculo. Me noto distinto, sobre todo la cara, pero ya está. Tengo compañeros que lo han hecho de otra manera y lo han pasado peor. Hay quien se come medio bloque de mantequilla para desayunar, es asqueroso. Por eso algunos lo han acabado dejando.
¿Y usted qué come en el proceso?
Estoy de pasta hasta arriba, también arroz, huevo, pollo... Voy a hacer la compra semanal sólo para mí y me gasto 200 euros. En un día ingiero unas 6.000 calorías o más. Aunque lo más complicado es comer mucho durante los entrenamientos, unos 120 gramos de carbohidratos a la hora.
¿Por qué deben estar tan fuertes?
Los barcos IQFoil tienen una aleta que los levanta. Aunque peses 150 kilos arrastras la misma cantidad de agua que alguien de 50 kilos, el barco apenas lo nota, vas por el aire y coges muchísima velocidad, hasta 30 nudos. Tienes que tener mucha fuerza para mantener la vela tensa, lo más plana posible, y por eso los regatistas de esta clase son tan grandes.

Una madre campeona del mundo

La historia de Baltasar con la vela la explica su árbol genealógico. De Sa Rápita, un pueblo marinero cerca de Palma de Mallorca, antes de que naciera, su familia ya navegaba, competía e incluso ganaba. Su madre, Silvia Summers, fue campeona del mundo en 1989 en clase 420 junto a Nuria Bover y, de hecho, el trofeo de aquella conquista descansa ahora junto a sus trofeos. «Siempre la he admirado mucho. En casa no ha hablado mucho de su Mundial y las pocas veces que lo ha hecho es para decir que el mérito fue de Bover, la patrona. Pero me gusta mucho dejar mis copas al lado de las suyas», comenta el regatista que la semana pasada venció en el Trofeo Internacional Bahía de Cádiz ante favoritos a las medallas olímpicas, como el polaco Pawel Tarnowski.

Y todo aún con 19 años.
Ni yo me lo esperaba. Empecé a entrenar con el IQFoil hace menos de dos años y me ha llegado todo de repente, de un día para otro. Mi objetivo realmente era estar en los Juegos de Los Ángeles 2028. En septiembre, cuando me dieron la noticia de la clasificación para los Juegos de París, estaba en el coche y aún me quedaban 40 minutos para llegar a casa. Iba conduciendo y alucinando.
Antes hacía windsurf.
Sí, eso es. No recuerdo cuando navegué por mi primera vez, seguramente sería un bebé, pero sí recuerdo cuando debuté en el Optimist. Tenía cinco años. He tenido suerte de crecer en Sa Ràpita en un ambiente muy bonito, muy marinero, todos mis amigos están relacionados con el mar. Uno de ellos trajo el windsurf al club cuando en Mallorca tradicionalmente se utilizaba el 420 y el Laser. Me fue perfecto.
Ha tenido que dejar los estudios, eso sí.
Me apunté a INEF e intenté hacer el primer año, pero la vela te exige mucho, muchos viajes, muchas horas de entrenamiento. Al final llegó un momento que era una cosa o la otra. Y nunca había sido un muy buen estudiante.