Nadal, Gasol, Iniesta, Rudy Fernández, Gómez Noya… el adiós de la generación dorada del deporte español y la difícil búsqueda de herederos
En el deporte, como en la vida, unos se van y otros llegan. Una ley más que una regla. La despedida en el deporte es igual de irremediable, pero menos trágica que en la vida. En la vida se llama fallecimiento. En el deporte, retirada.
Para saber más
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El deporte español ha sufrido en los últimos tiempos una plaga de retiradas. Más que en unas épocas y menos que en otras, y de diverso calibre, como siempre desde que el mundo es mundo. Pero, en cualquier caso, muchas y muy significadas. Remontémonos sólo tres años atrás, con el adiós, en 2021, de Pau Gasol. En 2022, de Alejandro Valverde y Sandra Sánchez. En 2023, Julen Aginagalde, Cesc Fábregas, David Silva, Lydia Valentín, Ona Carbonell...
En los últimos días se han producido dos despedidas prácticamente simultáneas: las de Rafa Nadal y Andrés Iniesta. Les habían precedido en el trance Álvaro Martín, Gómez Noya, Rudy Fernández, Sergio Rodríguez, Marc Gasol, Víctor Claver, Jesús Navas, Joan Cañellas, Viran Morros, Cristian Toro, Cristian Ugalde, Pablo Herrera, Sete Benavides, Garbiñe Muguruza, Melani Costa, Nerea Perea... Todos campeones mundiales, europeos y/o medallistas olímpicos. O, como en el caso de la recién casada Muguruza, ex número uno de la WTA. El deporte español se ha debilitado con tantas renuncias.
Mireia Belmonte
Mireia Belmonte no está oficialmente retirada. Pero a sus 34 años en noviembre y después de varios prácticamente incapacitada a causa de las molestias en sus hombros, el anuncio de su marcha puede llegar en cualquier momento, aunque, según sus palabras, siga entrenándose y pensando (soñando) en un regreso en 2025. Un caso parecido al de Nadal y, nos tememos, con un mismo inevitable desenlace. Tampoco inspira optimismo Carolina Marín. A los 31 años, tras su grave lesión en los Juegos de París, incidiendo en sus rodillas ya muy castigadas por percances anteriores, su regreso se antoja dudoso.
De algún modo, París certificó un retroceso. O, al menos, un estancamiento. Quizás sólo una transición, una estación de paso. Para quienes siguen en activo el reto consiste en estar a la altura de sí mismos. Para quienes, con mayor o menor actualidad, velocidad o consistencia, acuden al relevo generacional, al recate, no se trata tanto de igualar o superar a sus predecesores como de alcanzar una elevada cota internacional, sin comparaciones presionantes ni exigencias reflejas. A Alcaraz, por ejemplo, no se le pide que sea el segundo Nadal, su reproducción murciana, sino el primer Alcaraz, el original. Con su categoría, eso sería suficiente para mantener el tenis español en el vértice de la pirámide.
No estamos por completo huérfanos o desnudos, claro. Ayudan los nacidos en España de padres inmigrantes y los nacionalizados. Pero, en general, no avanzamos y en algunos deportes, como el esquí, de una cierta historia, y no sólo con los Fernández Ochoa, prácticamente no existimos. No es el único. El fútbol se los está comiendo a todos. En datos de 2023, hay casi 4.300.000 licencias deportivas en España. El fútbol agrupa el 29,2%. Le sigue el baloncesto (9,6%). Existe una licencia femenina por cada tres masculinas. Y, en números redondos, las femeninas de fútbol han pasado en tres años de 67.000 a 108.000. Sólo el baloncesto, apoyado en una larga y fructífera tradición, reúne más: 138.500. Pero, probablemente, será sobrepasado ya en el mismo 2025. La visibilidad y la repercusión que aquí ofrece el fútbol a las chicas no las otorga ningún otro deporte. El fútbol crea o desvía vocaciones.
Con independencia de las apariciones inopinadas, que casi nunca faltan en un ámbito no regido por la ciencia, un viejo axioma deportivo sostiene que de la cantidad sale la calidad. Y, añadiríamos, la densidad a buenos niveles, no únicamente a los más punteros. Al paso que vamos nos sobrarán futbolistas y nos faltará de todo lo demás. Los años sucesivos amenazan con un panorama aún más desequilibrado que el actual.