El Príncipe Rainiero apadrinó al extremo txuri-urdin más genial. «Qui est ce petit diable?», exclamó el soberano tras presenciar sus deslumbrantes regates en la final del torneo juvenil de Mónaco de 1975, ganada por España a Francia (2-1). «Algún periodista escuchó aquello y desde entonces me quedé con ese apodo. Yo era hábil, un jugador diferente de aquel equipo de la Real Sociedad de la década de los 80, que tenía gente muy fuerte, como Satrústegui, Idígoras o Górriz. Yo era distinto, para que se hagan una idea los jóvenes de hoy, jugaba de forma parecida a Iniesta o David Silva. Era un extremo y luego me pasé a la media punta», explica Roberto López Ufarte (Fez, Marruecos, 1958), un zurdo que cautivaba por su dribling.
López Ufarte es un emblema en la historia de la Real Sociedad, ganador de dos Ligas (1980-81 y 1981-82) e ídolo de España en el Mundial de 1982. Él abrió el marcador de la primera final de Copa del Rey ganada por la Real Sociedad, el 30 de marzo de 1987, contra el Atlético de Madrid (2-2, prórroga y victoria por penaltis). Este martes, el equipo donostiarra, ante el Mallorca, busca su quinta presencia en una final copera, 0-0 en el partido de ida.
«Aquella final la jugué sabiendo que iba a ser mi último partido con la Real Sociedad. Toshack, que era el entrenador, me había dicho que mi tiempo ya había pasado, que tenía que irme. Ese día desconocía que semanas después iba a fichar por el Atlético. Jesús Gil y Gil llegó a la presidencia del club, contrató a Menotti y el argentino insistió en contar conmigo. Formé parte del primer proyecto de Jesús Gil, ese que estuvo encabezado por Futre. El portugués y yo jugábamos en la misma posición», recuerda el ex futbolista.
«Jugamos en Zaragoza, hacía calor y había muchos mosquitos que se nos metían en los ojos y en la boca. No éramos favoritos. Cambiamos el sistema, Larrañaga pasó al centro del campo. Terminamos 2-2. Yo metí el primer gol, luego empató Da Silva, nos adelantamos con un tanto de Txiki Begiristain y empató Rubio. Fuimos a la prórroga y ganamos en los penaltis, con dos paradas de Arconada. Creo que ese día nació el lema 'No pasa nada, tenemos a Arconada'. Celebramos la victoria en el hotel y luego nos fuimos a San Sebastián para festejarlo con la gente y con las instituciones. Guardo un recuerdo extraño, de alegría y tristeza, porque ganamos, pero sabía que me iba a marchar de un equipo que era mi vida. Algunos me insistían en que me quedara cuando antes me había dicho que me fuera», señala en conversación telefónica el ex delantero realista.
El camino hacia aquella final guarda cierto paralelismo con la actualidad. En semifinales, la Real se enfrentó al Athletic, precisamente el rival del Atlético de Madrid en la eliminatoria del próximo jueves. «Recuerdo que en la ida, en nuestro campo, lo pasamos muy mal porque durante mucho tiempo jugamos con dos menos, parecía que el Athletic nos perdonaba la vida. Nosotros resistimos como pudimos. En la vuelta ganamos 0-1 con un gol de José Mari Bakero», recalca El pequeño diablo, que añade que aquel partido fue complicado, como puede ser el de este martes.
«Cuando salió la bola del emparejamiento del sorteo, muchos estaban contentos porque, a priori, el Mallorca es más débil que el Atlético o el Athletic, pero a mí no me terminó de gustar. Y es que históricamente, el Mallorca nunca se le ha dado bien a la Real Sociedad. Siempre hemos tenido problemas, y ahora no será diferente. La ida acabó con un 0-0 pero no hay nada decidido. Además, el Mallorca tiene a un entrenador, Javier Aguirre, que conoce muy bien el oficio. La eliminatoria está muy abierta, lo mismo ocurre con la de San Mamés, yo veo al Atlético capaz de meterse en la final. ¿A quien prefiero en la final? Quizás al Atlético por eso de que formé parte de ese club», advierte.
El caso es que la Real se encuentra ante una nueva oportunidad para lograr el pasaporte a la final con un equipo que también aspira a meterse en los cuartos de la Champions. La de ahora es una buena escuadra, pero distinta a la que asombró hace 40 años. «El secreto de aquello es que éramos como una familia, nos conocíamos desde pequeños, jugábamos en la playa, en La Concha. Nos compaginábamos muy bien. En el terreno de juego siempre me compenetré de forma especial con Zamora. En el campo nos entendíamos con los ojos cerrados. Yo también me relacionaba bien con los jóvenes que iban llegando, como Bakero o Begristiain. Una cosa crucial es que apenas nos lesionábamos, casi siempre se repetía el mismo equipo. Hacíamos prácticamente toda la temporada con 13 jugadores. La gente se sabía el equipo de memoria», rememora. El equipo base de los años 80, entrenado por Alberto Ormaetxea, era el siguiente: Arconada; Celayeta, Górriz, Gajate, Olaziola; Diego, Alonso, Zamora; Idígoras, Satrústegui y López Ufarte.
Un grupo de canteranos que plantaba cara al Real Madrid en la Liga, que le arrebataba el título de campeón en la última jornada y que durante varios años fue la columna vertebral de la selección española.
El extremo dice que antes había más conexión entre los jugadores: «Entonces el fútbol era distinto, se disfrutaba más. Estábamos mucho tiempo juntos, después de los partidos o los entrenamientos nos quedábamos a comer o a tomar pinchos. Éramos una familia fuerte. Gorriz y Gajate bromeaban diciendo que sus respectivas mujeres les decían que ellos pasaban más tiempo juntos que con ellas.Todavía solemos quedar, como mínimo una vez al año, en las semanas de Navidad. Ahora todo es distinto en el trato humano y, sobre todo, del dinero ni hablemos. Antes con lo que ganabas en un año pagabas una casa en tres años, ahora con lo que ganan en una temporada se compran tres casas».
López Ufarte era un pequeño y flaco chaval que desentonaba entre jugadores poderosos físicamente. Pero él sabía sacar provecho de sus virtudes. «Había un entrenador, Javier Expósito, que nos preguntaba quién era el jugador más valiente del equipo. Muchos decían que Satrústegui e Idígoras, pero él respondía que el más valiente era yo, porque iba al regate, me daban patadas, pero volvía a hacerlo sin miedo».
Su exquisita técnica fue consecuencia de la carestía pasada en la niñez: «Después de la Guerra Civil, mis padres se fueron a Marruecos a buscar trabajo. Yo nací en Fez. Recuerdo que cuando era un niño jugaba en un patio muy pequeño, con 20 o con 30 niños, los espacios eran reducidos y creo que mi habilidad por el regate nació allí, el fútbol de la calle de siempre». Unas cualidades que le permitieron anotar 129 tantos en la Real Sociedad y ser el segundo máximo goleador del club, sólo superado por Satrústegui. Con la selección española disputó 15 partidos y anotó siete tantos.
Tras dejar la Real Sociedad jugó una temporada en el Atlético de Madrid y en 1988 fichó por el Betis. Se retiró en 1989, pero siempre ha estado relacionado con el fútbol y, especialmente, con el club donostiarra. «En la Real estuve 12 años como jugador y 12 como técnico, ayudando a entrenadores como Toshack, Irureta, Clemente o Krauss. Un cuarto de vida la he pasado con la Real. Yo era como el Molowny de la Real Sociedad, un hombre de la casa. Como entrenador he estado en varias ocasiones con Toshack, yo creo que como él fue el que decidió que no continuara en la Real, como remordimiento siempre que podía recurría a mi como segundo entrenador», subraya.
En 2013 se marchó a Vanuatu (Australia) y un año después a Marruecos, en el equipo de Casablanca. A sus 65 años, El pequeño diablo colabora con la Cadena Cope. Esta noche comentará el partido con el recuerdo de aquella inolvidable primera vez.