Rodrygo celebra uno de sus goles, este domingo.Jose BretonAP
Una imprevista indisposición de Brahim hizo que Rodrygo fuera titular. A Ancelotti se le apareció su ángel de la guarda cuando había decidido que fuera suplente para “preservarlo”.
Ésa fue la suerte del italiano porque el brasileño hizo el mejor parti
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El Madrid sigue en la lucha por la Liga a pesar de Ancelotti, autor de errores tácticos y mezquindades, responsable de despachar el partido con un paupérrimo gol y jugar miserablemente hasta el pitido final. Defendió una ridícula ventaja, que se pudo torcer al jugar los últimos minutos con 10, por sus atrocidades tácticas.
El héroe fue el enorme Arda Güler, gran conductor del juego. En una posición que jamás le había puesto Ancelotti. El pobre ha tenido que esperar hasta los últimos suspiros de la Liga. Una gran injusticia. Fue el único madridista con gol, no como los mediocres Vinicius y Brahim. El brasileño pone enfermo a cualquiera. Y el internacional con Marruecos se cree que el mundo vive con su regate.
Ancelotti se ha rendido ante la maravillosa calidad del turco. Es mejor que Modric y Ceballos juntos, por su calidad, su brújula y su facilidad para hacer goles. Pero no lo pone nunca. Hasta ahora, Carletto le ha dado sólo pan ácimo, con malversación, porque parece que en Estambul Arda rajó del patriarca del pelo blanco. En cuanto le dio mando en el centro mareó al mediocre Getafe.
Ya sé que Bordalás no tiene jugadores de calidad. Aunque, francamente: "Tu fútbol es una mierda, papá". Sólo juega bruscamente y a tirones. Ya sé que no tiene futbolistas, pero se puede hacer algo más que ser sucio, con una capitulo de faltas kafkiano, con el colmo del pésimo Domingos Duarte y Älvaro, que sólo se quiere cargar al Madrid, porque no resultó en la cantera blanca. Su última entrada a los riñones de Courtois era de expulsión.
Ancelotti desarmó tácticamente al equipo al meter atrás a Tchouaméni, que nunca será un central y e,pequeñecer el equipo en la medular. Perjudicó al francés y tampoco le vino bien un descosido Valverde, harto de correr, sin darle siquiera un vaso de agua.
De Vinicius es mejor no hablar. Me produce repulsión, como a muchos madridistas. Es repulsión absoluta. Acabó con Rodrygo. Le hicieron un penalti al final, pero el Comité de Árbitros prohíbe pitar una pena máxima al equipo blanco. Igualito que al Barcelona.
Me destrozan los esquemas Bellingham, en una baja forma espantosa. No es centrocampista ni delantero centro falso. Es un misterio lo que hace. Ya lo escribí incluso el año pasado. Nunca me gustó, ni siquiera en el Dortmund. No sé dónde juega. Quizá en el limbo.
La cicatería de Ancelotti provocó que Camavinga acabara lesionado y ya no podrá ocupar el lateral izquierdo. Y Valverde de lateral derecho por culpa de unos defensas exteriores que nunca dan la talla.
No sé. El Madrid no tiene más remedio que jugar valiente desde el primer minuto la final de Copa, pero si logra un gol no puede caer en las mezquindades italianas de quien aún es su entrenador.
Era el único entrenamiento a puerta abierta de la semana y Didier Deschamps lo sabía. «¿Estás listo, Eduardo? ¿Podemos empezar?», dijo con ironía al principio de la sesión. A la media hora, con las cámaras agolpadas en la grada, el seleccionador francés se acercó a Camavinga. Empezó con un lenguaje corporal normal, de charla entre técnico y futbolista, pero con el paso de los segundos comenzó a agitar los brazos, a andar de aquí para allá mientras no paraba de hablar. En un momento, le dio la espalda al jugador, se volvió y se quedó mirándole durante unos instantes, en silencio, con cara de profesor enfadado. Así siguió durante tres largos minutos mientras los periodistas franceses no daban crédito. «Clásico Didier», apuntaron cuando el colega español les cuestionó la situación. Para terminar, varios movimientos de brazos más y un acercamiento cara a cara que resultó extraño para todos.
Lo curioso, por decirlo de alguna forma, es que se suponía que el origen de esa discusión estaba resuelto. Todo surgió tras el partido entre Francia y Polonia, el tercero de la fase de grupos. Camavinga, que todavía no ha sido titular en esta Eurocopa, siempre por detrás de N'Golo Kanté y Adrien Rabiot, saltó al campo en el minuto 61 y tuvo varias acciones que enfadaron al seleccionador. Se resbaló un par de veces y Deschamps se lo recriminó tras el duelo, incidiendo en sala de prensa en las pocas soluciones que habían aportado los suplentes.
Según los periodistas galos, el técnico discutió con Camavinga en el mismo vestuario del Signal Iduna Park. ¿Era necesaria una nueva conversación, delante de toda la prensa, 48 horas después? «Me resbalaba todo el tiempo, así que el entrenador me pidió que me pusiera tacos aún más altos, de rosca, pero me dolían bastante los pies», había asegurado el futbolista.
La relación entre Camavinga y Deschamps nunca ha sido ideal. Mientras Carlo Ancelotti desea «bailar con Eduardo Camavinga» en cada fiesta del Madrid, el seleccionador nunca se ha mostrado como un gran fan del jugador. «Al principio de la Eurocopa vino a decirme cuál iba a ser mi papel. No hablamos todo el rato, porque sino sería un poco tóxico», admitió Camavinga el sábado en sala de prensa, dos días después de la discusión.
Otra circunstancia que sorprendió a los enviados especiales: la necesidad de sacar otra vez al foco al joven futbolista tras los tres minutos de bronca cuando ya había sido el protagonista en la zona mixta ante Polonia. «No suelen repetir», explicaban los compañeros galos, que no le preguntaron sobre las elecciones celebradas este fin de semana en Francia, tema central para el vestuario.
«Sigo sin disfrutar ahí»
En el entrenamiento, después de la discusión, Deschamps utilizó a Camavinga como lateral izquierdo. Theo Hernández estaba realizando trabajo en el gimnasio y el seleccionador no tenía más laterales zurdos, así que optó por el madridista. «Sigo sin disfrutar ahí, eso no ha cambiado, pero soy un jugador de equipo y si tengo que jugar de lateral, lo haré».
Deschamps fue el primero en utilizar al centrocampista en la banda, incluso antes que Ancelotti. Lo hizo durante el Mundial de Qatar y aunque a Camavinga no le gusta, sabe que es su única opción. En el medio es misión imposible. «No estoy contento, pero sé que un día u otro llegará mi momento», admitió, sin querer echar más gasolina a los problemas: «No veo muchas diferencias entre él y Ancelotti», cortó rápido, preguntado por su entrenador en el Madrid. La realidad es que sí las hay.
Para Carletto, Camavinga es capital, el décimo jugador más utilizado de la temporada a pesar de sufrir una lesión en la rodilla a finales de 2023. Es un fijo en el once campeón de Liga y de Europa. Para Deschamps, sin embargo, es el fondo de su armario. El jugador acumula 19 partidos, nueve de ellos como titular y diez como suplente, y otros diez en los que ha sido convocado pero no ha disputado ni un solo minuto. Hoy, ante Bélgica, nueva oportunidad.
Un Madrid entre el gol y la ira puede haberse dejado el liderato en El Sadar. El gol lo representa Mbappé, que crece y crece mientras intenta alejarse de lo tóxico. Difícil. La ira la personifican, esta vez, Bellingham y Ancelotti. El inglés, expulsado presuntamente por un insulto o menosprecio a Munuera Montero sin el balón de por medio; el italiano, amonestado, lejos de su temple en la banda, incluso contenido por su hijo Davide. El empate en inferioridad ante Osasuna no puede disociarse de una actuación del equipo arbitral deficiente, con un posible penalti no señalado a Vinicius, el corregido por el VAR en el área contraria, tras una acción de Camavinga, y la expulsión de Bellingham. La Liga se calienta, y no para bien. [Narración y estadísticas (1-1)]
Bellingham lo hace solito. Ya se le ha visto dirigirse airadamente a jugadores o colegiados en otros partidos. Debe corregir esa impronta. La situación de Ancelotti, en cambio, es más sintomática y significativa del estado de nervios en que vive el Madrid en la Liga, no en la Champions, donde no sospecha. Con razón o sin ella por los errores arbitrales, que los hubo en El Sadar, no es algo que le convenga, porque resta energía a quien tiene la mejor. La discusión iguala a los equipos. La calidad los diferencia.
Sin discutir, el Madrid no es que fuera superior, es que abrumó a Osasuna con un arranque autoritario, de tirano, mucho más que de líder. Eso no es fácil en El Sadar, un lugar con electricidad esté como esté Osasuna. La intensidad es la primera característica de su idiosincrasia. Con Modric y Camavinga en el centro del campo, el Madrid se hizo con el mando del partido, amenazante, rápido en el movimiento de la pelota. Vinicius protestó una mano en la primera jugada y falló lo más claro en la siguiente jugada. No se habían alcanzado aún los tres minutos. El Madrid era un ciclón.
Jugada residual
Vinicius fue objeto, poco después, de una entrada de Moncayola en el pico del área. El desplazamiento fue claro, pero ni Munuera Montero señaló penalti ni el VAR recomendó al colegiado que lo revisara. Extraño. Era, al menos, para verlo. La comparación de esa jugada con la que el VAR pidió al árbitro que fuera a ver al monitor por la acción de Camavinga, en una jugada residual, da argumentos al Madrid en sus protestas. La única justificación reglamentaria es que, al ser amonestado con la tarjeta amarilla, haya de señalarse el penalti. De nuevo, una pena máxima por acciones de interpretación. El Madrid la suma a la que recibió en el derbi, por el pisotón de Tchouaméni con el balón pasado, y a la no roja a Romero sobre Mbappé en Cornellà, con la carta del club de por medio.
El gol de Mbappé fue, pues, como un espejismo, en una de las pocas acciones limpias, libres de protestas, que tuvo el partido. Valverde, de nuevo como lateral, cazó un rechace y puso la directa. Pocas conducciones en la Liga son tan imparables. El uruguayo es como un expreso. Corrió, centró y Mbappé llegó a la anticipación al central para colocar el balón justo bajo el larguero. Tremendo el remate del francés, activo, medido en los espacios para evitar el fuera de juego. La progresión, parada y centro que había hecho poco antes para Vini demostraban que está afinado. Lástima que la ira pueda llevárselo por delante.
Courtois, tras la concesión del penalti por el VAR.AFP
La amarilla a Ancelotti y la expulsión de Bellingham cambiaron el decorado, por la inferioridad y la crispación. Osasuna comenzó a aparecer, con Bryan Zaragoza por la izquierda y las llegadas de Aimar Oroz, que provocó la primera intervención salvadora de Courtois, mano abajo con fuerza, la suficiente para que el balón saliera por encima del larguero. Una parada de valor gol. El regreso del descanso trajo la misma tendencia, apoyado el equipo navarro en su superioridad y con Asencio como anticuerpo. Crece el central de la cantera. A Osasuna le convenían los quilombos en el área madridista. El polémico penalti de Camavinga, VAR mediante, llegó en ese contexto. Courtois había vuelto a evitar el empate, pero en los 11 metros ante Budimir, nada pudo hacer.
La igualada era ya una amenaza para el líder, que empezó el choque con uno y dos puntos sobre Atlético y Barcelona, respectivamente. Una vez consumada, el Madrid debía volver al juego. Ya habría tiempo de protestas. Lo hizo el equipo de Ancelotti, con un Mbappé que apurada sus fuerzas hasta la extenuación y forzaba lo mejor de Herrera bajo palos, y un Vinicius en estado puro, determinado, sin sonrisas irónicas. No las tuvo hasta el final ni las tiene un Madrid encorajinado, entre el gol y la ira.