Los despachos de Las Rozas vivieron horas de máxima tensión. La RFEF trabaja contra el reloj por convencer a las jugadoras para el partido ante Suecia. Ellas acusan a “cargos de la RFEF” de actitudes machistas
Las jugadoras de la selección, durante el Mundial.FRANK FIFEAFP
«Os comunicamos que la presentación se pospone. Cabe la posibilidad de que no sea hoy». A las tres y media de la tarde de ayer, media hora antes de la esperada rueda de prensa de la nueva seleccionadora Montse Tomé, el director de comunicación de la
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Nuri Sahin (Lüdenscheid, 1988) sabe de herencias. Fue uno de los primeros en ponerse el '5' de Zidane en el Madrid cuando todavía nadie había sido capaz de portarlo durante varios años seguidos y este año ha asumido el banquillo del Borussia Dortmund, último finalista de la Champions. Después de Cannavaro y Gago, le tocó el '5' a él. Era 2011 y Mourinho le había elegido como centrocampista clave para el futuro del Madrid. Tenía 23 años y todo para triunfar, pero las lesiones lastraron su paso por un Bernabéu al que hoy regresa para clamar venganza: la suya personal y la del Dortmund, que hincó la rodilla en Wembley ante los blancos el pasado mes de junio.
Sahin fue el cerebro del éxito del cuadro alemán la pasada temporada. Llegó en diciembre para ser el asistente de Edin Terzic, pero su inclusión fue clave en el devenir de la campaña del cuadro alemán. Tanto que la directiva no dudó en darle el puesto cuando decidió terminar con la etapa de Terzic. No ha cambiado mucho el panorama en Dortmund, porque el conjunto minero lidera la Champions con dos goleadas en dos partidos: 0-3 al Brujas y 7-1 al Celtic.
Cuentan en Dortmund que a Sahin no le ha temblado el pulso y que lleva los galones de entrenador en la sangre. Habla cinco idiomas, clave en un vestuario multicultural, e incluso un master en Gestión Deportiva en la Universidad de Harvard, logros académicos que ha acompañado a su propia experiencia futbolística. La positiva y la negativa.
Porque la carrera de Sahin no se entiende sin el sufrimiento por las lesiones, circunstancia capital para que a los 36 años ya sea entrenador de máximo nivel. Después de su corto paso por el Madrid y tras fracasar también en el Liverpool, volvió a su casa, a Dortmund. Allí arrancó con buen pie pero en la tercera temporada volvió a sufrir una grave lesión de rodilla. Tenía 26 años y se acercó del todo al aprendizaje para los banquillos.
Una lesión, 'clave' en su aprendizaje
Tanto en Alemania como en España, Sahin era uno de esos jugadores con mente de entrenador. Solía apuntar ejercicios y discursos en una libreta y sus problemas físicos le llevaron a acelerar sus lecciones para ser técnico. «Con esa lesión empecé a disfrutar pensando en tácticas, sesiones de entrenamiento, reuniones, análisis de vídeo... Todas estas cosas relacionadas con el entrenamiento», admite. Se hizo cargo del equipo de su niñez, el Meinerzhagen, mientras se recuperaba de su lesión en el Dortmund, y comenzó a deslizar su interés en poner fin a su carrera. Dejó el Borussia y fichó por el Antalyaspor turco, y sólo necesitó un año y medio para que le ofrecieran dar el salto del campo al banquillo. Así lo hizo. 24 meses después, volvió a Dortmund.
Su buen hacer en Turquía llamó la atención del Dortmund, que a mitad de la pasada temporada le ofreció el puesto de asistente. Era un mensaje claro: querían que fuese su siguiente entrenador. Seis meses y una final de Champions más tarde, Sahin aterriza en el Bernabéu convertido en técnico.
Alumno de Klopp, admite que conversa de forma constante con él y que le pide consejos. Admira la presión de sus equipos y la motivación que fue capaz de darle a sus vestuarios. Ambos, técnico y futbolista, lograron juntos la histórica Bundesliga de 2011.
Son unos metros de césped artificial rodeados de tres muros y una verja horizontal gigante. La pared está pintada de blanco, rojo y negro y apenas la separa medio metro de la hierba. Si la pelota sale fuera, rebota. Así de fácil. "Isso aquí é Flamengo (Esto de aquí es el Flamengo)" y "Raça, amor, educaçao (Raza, amor y educación)" rezan dos lemas gigantes en la fachada. Más allá de los muros, entre pobreza, delincuencia e ilusión, nace el barrio de Mutua, centro del municipio de Sao Gonçalo, en la Región Metropolitana de Río de Janeiro. A esa academia del Flamengo, una de las 125 que tiene el club por todo Brasil, llegó en 2006 Vinicius José Paixao de Oliveira, padre, se lo imaginarán, de Vini Jr, a su lado, hoy estrella mundial en el Real Madrid, camino de su segunda final de Champions.
El niño Vinicius tenía entonces seis años y su primera ficha deportiva decía que era lateral izquierdo. Compaginó el fútbol en la academia del 'Fla' con el fútbol sala en el Canto do Río, otro club humilde de la zona, hasta los nueve años, donde tuvo que decidir. Hizo las pruebas para el Flamengo de fútbol indoor, pero le invitaron a volver al año siguiente, cuando fuera un poco más mayor. Jamás volvió, claro, convencido, él y su padre, de su futuro sobre el verde.
El niño Vinicius era "muy tímido", pero "se transformaba dentro del campo", recuerda en una conversación con EL MUNDO Carlos Eduardo Abrantes, más conocido como Cacau, el director de la Escolinha de Flamengo. El hombre que recibió al padre de Vinicius en aquel edificio de Sao Gonçalo sale en muchas de las fotos de la infancia del futbolista. Fue, si hay que buscar una palabra, su descubridor. El primero en ver los regates que le enamoraron y que Vini había aprendido de su primer gran ídolo: Robinho. "Le conocí ese día... Tenía seis años cuando su padre le llevó a nuestra academia".
La situación económica de la familia de Vinicius era bastante precaria, como la de casi todos en Sao Gonçalo. Casi no tenían dinero para pagar la cuota de la academia y el propio Cacau les ayudaba a conseguir las botas de fútbol, pero el niño Vini lo compensaba todo en el campo. Comenzó a acumular trofeos en los torneos de la zona y a llamar la atención de los entrenadores del Flamengo, el club matriz. Los compañeros, mientras, le llamaba "¡Robinho! ¡Robinho!"
En agosto de 2010, pasó las pruebas y entró en el Flamengo. Una alegría para el niño y un cambio de vida para la familia. Vivían en la casa de la abuela, en la calle Heitor Rodríguez 40, en Porto da Rosa, un barrio de Sao Gonçalo pegado a Mutua, donde estaba la Escolinha. A mano. Pero Ninho do Urubu, el centro de entrenamiento del Flamengo, estaba en la otra punta de Río de Janeiro, a 70 kilómetros de distancia cruzando el infernal tráfico de la gran ciudad. Más de dos horas en coche, más de tres horas en autobús. Una odisea para un niño de 10 años y un esfuerzo económico y personal para sus padres. Su padre, que se dedicaba a la informática, se fue a trabajar a Sao Paulo para ganar algo más de dinero y la madre le acompañaba todos los días hasta Gávea, un barrio de clase media alta de Río, situado a medio camino desde Sao Gonçalo, donde Vini cogía el autobús hasta la ciudad deportiva.
Fueron unos meses duros, pero "el padre y la madre hicieron todos los esfuerzos posibles para que Vini pudiera jugar en el Flamengo", recuerda Cacau. "Fueron fundamentales para lo que pasó después, confiaban muchísimo en él". Con el tiempo, la familia consiguió que un autobús le llevara directamente desde Sao Gonçalo y más tarde se mudó con un primo que vivía algo más cerca. Así estuvo entre viajes y mudanzas durante seis años, hasta que a los 16 firmó su primer contrato profesional y se mudó con sus padres y hermanos a la zona oeste de Río, más cerca del campo de entrenamiento. "Cuando comenzó a avanzar en las categorías inferiores del Flamengo empecé a pensar: lo va a conseguir", admite Cacau, que elogia su determinación y cómo ha encajado la presión desde muy niño.
Vinicius, con Cacau, director de la academia.
"Vini siempre superó muchos obstáculos con su dedicación y esfuerzo, es un futbolista muy decidido y mentalmente está preparado y acostumbrado a toda esa presión desde muy joven", reflexiona. Y es que los focos tras su llegada a Madrid no eran nada para Vini, con los ojos de Sao Gonçalo y de su familia sobre sus hombros desde que se recorriera todo Río de Janeiro con 10 años para entrenar.
"Lo que más me ha sorprendido de él es su capacidad para pasar por todos esos momentos difíciles, ha sido extraordinario", dice Cacau, que hace un par de años estuvo 15 días en Madrid, en casa de Vinicius, porque la estrella mundial no pierde contacto con las personas que acogieron a aquel niño. "Es un orgullo máximo porque su sueño también es nuestro sueño, verle triunfar por el mundo es un regalo. Es el mismo hoy que en Sao Gonçalo, va hacia el rival buscando el gol con mucha personalidad. No ha cambiado".