A falta de un cuarto de hora, el silencio se había apoderado del Etihad Stadium. Ederson acababa de salvar el 1-2 ante Jude Bellingham y la afición local se presumía lo peor. Intentaba matar los nervios confiando en su portero. Atrás quedaba la pancarta con la efigie de Rodri recogiendo el Balón de Oro y los abucheos constantes contra Vinicius. Ederson, recuperado a última hora, representaba el último muro citizen. Hasta que en el tramo final, dos pifias casi consecutivas del brasileño condenaron al equipo de Pep Guardiola.
Fue un pésimo despeje de Ederson con los pies, su especialidad, el regalo que necesitaba el Madrid para el 2-2. Sin embargo, el gran dominador de la Champions aún necesitaría otra concesión del guardameta para su primera victoria en el coliseo skyblue. Por cuarta vez en el torneo, el grupo de Guardiola encajaba al menos tres tantos. Los octavos de final quedan ahora más lejos. Y eso que hay que remontarse 14 años atrás para la última vez que se quedó fuera de esta ronda. Entonces compartía grupo con Real Madrid, Dortmund y Ajax.
Fue una apuesta fallida del técnico de Santpedor por su vieja guardia. Desde octubre no había podido disponer, al mismo tiempo, de sus cinco centrales sanos, así que ni siquiera dudó en apostar por Nathan Aké, sin un solo minuto en los seis últimos partidos. El holandés no tardó ni un cuarto de hora en demostrar su jerarquía, con dos intervenciones decisivas ante Ferland Mendy y Vinicius.
Stones como mediocentro
La otra jugada de riesgo fue Jack Grealish, cuyo peso en el último mes se reducía a un cruce de FA Cup ante el Salford. “Hay futbolistas que te dan algo en partidos concretos”, vaticinó Guardiola, con buen ojo para los presagios. La decisión de aguantar al ’10’, pese a sus molestias en el muslo izquierdo, encontró premio. Calentaba en la banda Phil Foden, pero fue Grealish, en colaboración con Josko Gvardiol, quien sirvió el 1-0. Tras cuatro partidos de sequía, Erling Haaland cantaba un gol frente al Real Madrid.
Ajeno a cualquier emoción, pese a los cuatro minutos de espera, Guardiola se limitó a regresar a su asiento. Aun en ventaja, el City seguía mostrándose vulnerable. Ni siquiera la baza de John Stones, de mediocentro por primera vez en la temporada, no bastaba para sostener el esquema. Había mucha distancia entre líneas, demasiado descontrol cada vez que el rival enhebraba tres pases.
En realidad, el único sostén era Manuel Akanji, jaleado por sus compañeros con cada acometida sobre Vinicius. De sus 29 partidos del año, sólo había formado como lateral ante el Nottingham Forest, pero ¿quién pudo añorar en la primera parte al traspasado Kyle Walker? Si prescindir de Grealish ya había supuesto un contratiempo, la lesión del suizo poco antes del descanso debía espolear aún más a la estrella brasileña del Madrid.
“¡Haced lo de siempre!”
La circulación del City sólo había encontrado unos instantes de gracia merced a la mala coordinación de la presión visitante. Bernardo Silva y Kevin de Bruyne no encontraban el ritmo, haciendo caso omiso a las indicaciones previas de su técnico: “¡Haced lo de siempre, jugad con nuestro estilo!”. A la vieja guardia del City se le notaban las carencias de los últimos meses. Cuando Aké se resintió de sus molestias, Guardiola tuvo que recomponer el dibujo retrasando a Stones y dando entrada a Mateo Kovacic.
Desde el arranque, el Madrid había sufrido lo suyo para sacar la jugada limpia desde atrás. Ante el menor embate de la presión, sus centrales sufrían. Pero cuando al City se le acabó el oxígeno, los fallos se sucedieron. Kovacic, en la mala línea de todo el año, erró en su pase atrás para Rico Lewis. La lentitud de Ederson en la salida hizo el resto.
Fue una victoria liberadora y terapéutica para Lando Norris, un piloto acechado por sus fantasmas. Fue otro capítulo en el vibrante mano a mano de McLaren por el Mundial, casi ya una quimera para Max Verstappen. En el Red Bull Ring, Oscar Piastri, líder del campeonato, debió conformarse con la segunda plaza por detrás de su compañero, el piloto más completo del fin de semana, dominante desde el viernes y autor de la pole. El abandono de Mad Max, víctima de una imprudencia de Andrea Kimi Antonelli, despejó otro doblete para los coches papaya, que dejaron la tercera plaza del podio a Charles Leclerc.
Lanzó un suspiro de alivio Norris tras recibir el abrazo de sus mecánicos al bajarse del coche. Había controlado la situación durante 70 vueltas, aunque en la última se vio en apuros ante Fernando Alonso y Gabriel Bortoleto. Un segundo por detrás, acechaba Piastri, a la espera de otro error. Como el de hace 15 días en Montreal. No lo hubo. El asturiano, undécimo en la parrilla y séptimo en la meta, acabó a una vuelta del vencedor. Tal es el dominio de McLaren en este Mundial.
Bien pudo sentirse perjudicado Piastri por la estrategia de su muro, ya que le pararon en la vuelta 21 cuando rodaba a menos de un segundo de la cabeza. Norris exprimió sus ruedas cinco giros más y cuando regresó al asfalto, tras el pit-stop, había ampliado su ventaja hasta 5,5 segundos. Ahí se esfumaron sus opciones. Unos minutos después, cuando el australiano se animó con un movimiento en la curva 4, Tom Stallard le llamó al orden. "No podemos hacerlo otra vez", espetó su ingeniero.
Desastre de Williams
Un minuto antes de la salida, durante la vuelta de formación, el FW47 de Carlos Sainz se quedó encallado con la primera marcha engranada. Había que apurar las opciones de ser remolcado hasta el garaje. Tras varios intentos fallidos, Carlos logró arrancar el coche a duras penas. Dentro del drama que suponía abortar el procedimiento de salida, al menos podría reiniciar la marcha desde el pit-lane. Sin embargo, cuando enfilaba por dicho carril, sus frenos traseros fueron pasto de las llamas. De nada servirían los extintores. Era el tercer abandono del año para Sainz, el primero por motivos mecánicos. Otro motivo más para el desconsuelo entre la gente de James Vowles, que en la vuelta 16 tuvo también que retirar el coche de Alex Albon.
El director de carrera programó una nueva salida para las 15:15 horas. Una demora de imprevisibles consecuencias para los embragues y un desafío para la paciencia de los pilotos. "No te puedo decir la temperatura del asiento. Quizá sea de 200ºC", ironizó por radio Alonso, mientras Russell rogaba por más agua para sus mecánicos. Demasiada espera y tensión como para que a alguno no se le recalentasen las ideas. Charles Leclerc ni siquiera atendió a lo imprescindible, dejándose ganar la plaza en la primera curva. Ya de inicio se había servido el duelo entre los McLaren. Con lo que nadie contaba era con un fiasco tan prematuro para Max Verstappen.
En la subida a la curva 3, escenario de tantas batallas en la última década, el tetracampeón fue embestido por Andrea Kimi Antonelli. "He bloqueado las ruedas traseras", dijo el novato de Mercedes a sus ingenieros. Aún le costó un minuto bajarse del coche, algo trémulo ante la previsible reacción de Max. Sin embargo, tras aflojarse el casco, Verstappen acudió de muy buenos modos, atendió a sus explicaciones y pareció encogerse de hombros, conforme con su destino. Su primer abondono por enganche desde el GP de Italia 2021. La prueba irrefutable de que este año ha perdido el favor de los dioses.
El trono vacante será ocupado en unos meses por un piloto de McLaren. Queda por saber quién. Sin embargo, el colchón de puntos ya es tan amplio que el equipo de Woking puede carta blanca a Norris y Piastri. Que se jueguen el título en cada curva, rueda con rueda si es preciso, sin temor a un doble cero. En el Red Bull Ring, como en Montmeló, Miami o Shanghai, el MCL38 parecía competir en otra categoría respecto a Ferrari y Mercedes.
Con la carrera rota, por detrás sólo quedó la emoción de atender a la pelea entre Esteban Ocon y Pierre Gasly, viejos socios en Alpine, o a la concatenación de desastres de Yuki Tsunoda. Tras sacar de pista a Lance Stroll, el japonés provocó otro trompo con Franco Colapinto, esta vez sí, castigado con 10 segundos. Herido en el orgullo, el argentino se obcecó con el piloto de Red Bull en una refriega que casi se lleva por delante a Piastri cuando el australiano se disponía a doblarlos. La maniobra fue sancionada con cinco segundos.
El DRS con Lawson
En Ferrari bien pudieron darse por satisfechos con la tercera y cuarta plaza, su mejor resultado del año. Hamilton pidió alargar su segundo stint, pero se lo negaron. Leclerc nunca soñó con acercarse a los McLaren, pero su podio, el cuarto del curso, aplacará momentáneamente las borrascas que azotan Maranello. El vacío que deja McLaren tras de sí es tan extenso que Russell, ganador hace dos semanas en Canadá, quedó relegado de nuevo en la irrelevancia. El británico, a medio minuto de Hamilton, debió conformarse con el quinto puesto.
Bastante más enjundia hubo en el pulso entre Liam Lawson y Alonso, los únicos que apostaron por una estrategia a una sola parada. El asturiano, sin ritmo para más, se aferró al alerón trasero del Racing Bulls gracias al DRS. Era el único modo de optimizar las escasas prestaciones de su monoplaza. Desde el muro le reclamaban levantar el pie para cuidar la temperatura del motor. Completó 34 vueltas con los medios y 36 con los duros, gestionando la degradación, controlando el arreón postrero de Bortoleto. Cuando los comisarios ondearon las banderas azules, el doble ganador en Le Mans amagó incluso con desdoblarse ante Norris. Sólo así pudo sujetar al rookie de Sauber, con unas gomas 16 vueltas más frescas.
El pasado 9 de marzo, Nerea Martí (Albalat dels Sorells, 2002) conquistó en Jeddah el primer podio del año para Campos Racing. Un prometedor arranque para la piloto valenciana, única representante española en la F1 Academy, el campeonato donde 15 mujeres pelean por los requisitos mínimos para conducir, algún día, un Fórmula 1. El camino hacia la cima se antoja muy escarpado, porque la campeona sumará 10 puntos y la Superlicencia requiere 40. Sin embargo, tras muchos años peleando en un mundo de hombres, Martí tampoco va a rendirse ahora. "Nos han dado muchas oportunidades y creo que sólo es cuestión de tiempo que una mujer llegue a la F1".
Nerea atiende a EL MUNDO unos días antes de su viaje a Miami, la segunda cita de un campeonato de siete rondas. En su voz se mezclan una tenacidad de fajadora con algunas notas de descarnado realismo. "A veces, con el talento no es suficiente, porque también hace falta el respaldo económico. Sin dinero no vas a ningún lado. En mi caso, con mis propios medios no podría competir y todos los años tengo que seguir buscándome la vida para encontrar patrocinadores", constata. Este año, el apoyo de Tommy Hilfiger, la marca que ha vestido a Lewis Hamilton o George Russell, supone un fantástico aval.
La mera subsistencia implica todo un desafío en la F1 Academy, una categoría nacida en 2023 sobre las cenizas de las W Series. Bajo los auspicios de Susie Wolff, mujer del team principal de Mercedes, el objetivo prioritario fue recaudar fondos y evitar otro desplome financiero como el que había liquidado el tramo final de las W Series en 2022. Su formato se asemejaría a la F4, con 15 participantes al volante del mismo coche (Tatuus F4-T421), propulsado con un motor de cuatro cilindros y 165 CV. Para gozo del automovilismo español, Marta García se proclamó campeona con los colores de Prema Racing. Martí, como en 2021, su año de debut en las W Series, acabó cuarta en la general, con una victoria (Le Castellet) y una pole (Cheste).
Gimnasio y simulador
"Vamos en la dirección correcta, porque todo el mundo está apoyándonos y ayudándonos. Este año se ha dado otro gran salto de calidad. Nos están dando formación, visibilidad y unas oportunidades que hacen falta para que en un futuro podamos llegar bien preparadas", analiza. Y ese proceso de aprendizaje se traslada a su día a día en un Centro de Alto Rendimiento en Valencia. "Hacemos un poco de todo, tanto física como mentalmente. Trabajamos con cardio en el tren superior e inferior, pero también ejercitamos, de forma específica, los músculos del cuello", detalla. Por supuesto, el esfuerzo se compagina con la preparación en el simulador de Campos Racing.
La fiebre por el motor de Nerea se fijó en la infancia gracias a algunos "documentales sobre Ayrton Senna", su propia obstinación y el entusiasmo de su familia. "No conocíamos nada del mundo, no teníamos contactos, no teníamos nada. Pero de tanto dar por saco abrieron un pequeño equipo sólo para mí", recuerda sobre la influencia de Miguel, su padre, y Carlos, su tío, en sus primeros pasos en el karting. Desde su debut a los 14 años ha competido rodeada de hombres. Y se ha labrado un hueco pese a las dificultades.
"Corrí contra chicos desde el inicio y nunca tuve ningún problema para enfrentarme con ellos. He sido una más en pista. Incluso he ganado carreras. No he tenido ningún tipo de problema. Al contrario. También he sabido ganarme el respeto desde el primer momento. Siempre he competido como si fuera una más con el mismo objetivo que todos, que es ganar", desgrana. A esa naturalidad no agrega ningún matiz reivindicativo, como el de otras compañeras, con Cristina Gutiérrez, flamante campeona del Dakar en la categoría Challenger, al frente.
Martí, el pasado marzo en Jeddah.CAMPOS RACING
"No compito para cambiar el pensamiento de nadie. Cada uno tiene sus ideas. Yo corro por mí, por mis éxitos, por mi futuro y por mis sueños. Si durante ese trayecto consigo que algunas personas cambien de opinión, perfecto, pero cada uno es libre de pensar lo que quiera", sostiene. De hecho, a su último podio en Arabia Saudí tampoco le añade ningún valor simbólico. "Cuando entro en un circuito me concentro en lo mío y me olvido un poco del resto. Pero sí que es verdad que este año había más mujeres. Compartimos un rato con un equipo de baloncesto femenino de allí, así que muy bien por ese lado", subraya.
La insólita penalización a Doriane Pin, por seguir a fondo tras la bandera a cuadros, valió el tercer escalón del podio en Jeddah. Un buen presagio para las 12 carreras de 2024, repartidas en dobles sesiones en Miami, Montmeló, Zandvoort, Singapur, Qatar y Abu Dhabi. ¿Dónde veremos, pues, a la mejor Nerea? "Soy muy constante en la preparación y eso hace que también lo sea en la pista. En los circuitos muy técnicos soy rápida. Mi punto débil quizá sea la primera vuelta, pero he estado trabajando mucho y voy a más". No hay mejor receta que el optimismo para encarar el futuro. Aunque sea con los pies en el suelo. "Tengo que seguir trabajando porque cada año es una aventura. Hay que crear nuevas oportunidades para seguir en este deporte tan difícil y bonito a la vez".
El 9 de mayo de 1969, sólo cinco días después de sufrir un espeluznante accidente en Montjuic durante el GP de España, Jochen Rindt escribió a Colin Chapman una carta desde Ginebra: "Sus coches son tan rápidos que también seríamos competitivos con algunos kilos de más que fortalecieran las partes débiles. (...) Por favor, reflexione sobre mis sugerencias. Sólo puedo conducir un monoplaza en el que tenga cierta confianza y creo que el punto de desconfianza está bastante cerca". Aunque no existe evidencia documental sobre respuesta alguna, lo cierto es que, durante el GP de España de 1970, disputado entonces en el Jarama, Rindt se puso por vez primera al volante de la nueva creación de Chapman. Se trataba del Lotus 72, uno de los Fórmula 1 más bellos jamás construidos. El coche con el que Rindt ganaría cinco carreras antes de convertirse en el único campeón del mundo a título póstumo.
Cinco años después de la muerte de Rindt, acaecida durante los entrenamientos del GP de Italia de 1970, Chapman garabateó en su cuaderno unas notas tan concisas como aterradoras: "Un coche de carreras sólo tiene un objetivo: ganar carreras de motor. Si no lo logra, no es más que una pérdida de tiempo y dinero. No importa lo seguro que sea. Si no gana consistentemente, no es nada". La obsesión de Chapman por el éxito fue ampliamente satisfecha gracias a su Lotus 72, que durante seis años de asombrosa longevidad en la F1 conquistó 20 victorias y cinco títulos mundiales: tres de constructores (1970, 1972 y 1973) y dos de pilotos, con Rindt (1970) y Emerson Fittipaldi (1972). Sin embargo, sólo tres de los 16 hombres que lo manejaron (Rindt, Fittipaldi y Ronnie Peterson) pudieron ganar con él. Ni Graham Hill ni Jackie Ickx, por citar dos ilustres, lograron domarlo.
La criatura de Lotus fue diseñada por Maurice Philippe, con dibujos previos de Tony Rudd. A simple vista, el gran hallazgo de Philippe fue trazar un perfil que nos permite, de forma instantánea, reconocer a un F1. El Lotus 72 era la cuña aerodinámica con la que aún hoy identificamos a los monoplazas del Mundial. Pero es que, además, montaba por primera vez radiadores en sus laterales (los célebres sidepods), e incorporaba otra toma de aire sellada a la admisión del motor para aumentar la presión (y con ella, la potencia). Entre 1970 y 1975 se convirtió en el más longevo de la F1, con cinco años, cinco meses y 21 días de tumultuoso servicio.
"Simplifica y después aligera"
Durante el proceso, Philippe tuvo que lidiar a diario con el gran empeño de Chapman. Una obsesión moldeada en una frase que debería acuñarse en bronce: "Simplifica y después aligera". Antes que nadie, Sir Colin tuvo claro el concepto: si aumentas la potencia del motor, un F1 irá más rápido en las rectas; si reduces el peso, irá mejor en todas partes. Por tanto, Philippe hubo de ponerse creativo para redistribuir los pesos. Instaló los frenos en el interior del monoplaza y no en las ruedas, con lo que mejoró el centro de gravedad; eliminó las viejas suspensiones de muelles helicoidales por otras de barra de torsión que mejoraban la maniobrabilidad; introdujo por primera vez un alerón trasero con varios elementos y dio, en definitiva, un impulso sin el que hoy no se entendería el lápiz de Adrian Newey. El prototipo 72, propulsado por un motor Ford Cosworth, combinaba una baja resistencia aerodinámica (drag) con una elevada carga (downforce). Sus neumáticos Firestone, por tanto, rendían mejor que los de la competencia.
El genio visionario del fundador de Lotus descansaba en su rigurosa formación como ingeniero aeronáutico. Su pasión por los aviones, que le hizo alistarse en la Real Fuerza Aérea (RAF), marcó su vínculo con la F1 en un momento donde florecían los garajistas británicos. Los equipos privados de Jack Brahbam, Bruce McLaren o Rob Walker que osaron desafiar a Enzo Ferrari. Desde 1958, año de su aterrizaje en el Gran Circo, Chapman desafió a las convenciones con el chasis monocasco o la fibra de carbono y revirtió conceptos que se consideraban sagrados, como el de la posición delantera del motor, que retrasaría al centro del vehículo.
Sólo un adelantado a su época como él supo transformar la F1 en el gran negocio que hoy conocemos, atrayendo a los patrocinadores para que colocasen sus pegatinas a cambio de grandes sumas. Hasta entonces, los monoplazas reservaban su espacio para artículos vinculados con la propia industria del motor. Pero él amplió el foco. Renunciando a los tonos verde con los que había conducido tantas veces a la gloria a Jim Clark, por el rojo y dorado de la marca de cigarrillos Gold Leaf. Y cerrando, en 1972, su acuerdo con otra tabaquera, John Player Special, que dio pie a una las combinaciones más memorables en la historia del automovilismo. La elegancia del negro y dorado para JPS, obra de Barry Foley y Johnny Tipler, sigue fascinando hoy como icono publicitario.
Rindt, pocas horas antes de su muerte en Monza.GETTY
Chapman también había hecho sus pinitos como piloto, fogueándose incluso con Mike Hawthorn en Vanwall. Quiso disputar el GP de Francia de 1956, aunque un accidente durante la clasificación echó todo por tierra. Ya nunca llegaría a debutar en la F1, pero aquella experiencia sería muy provechosa para el futuro. A partir de entonces, siempre sabría qué teclas pulsar para convencer a quienes se iban a jugar la vida con sus coches. Y eso resultó crucial en el Lotus 72, un proyecto nacido con fórceps.
Cómo sería de crítico el asunto que el valeroso Rindt se mostraba reacio a probarlo hasta no verlo totalmente desarrollado. Su debut en el GP de España de 1970 se vio marcado por el fiasco clasificatorio de John Miles y la retirada del austriaco, víctima de una avería en el encendido. Los problemas se agudizaron tres semanas más tarde en Mónaco, cuando Rindt optó por el modelo 49C para sellar un fantástico triunfo ante Brabham, que en la última vuelta se estrelló contra las barreras de la horquilla Antony Noghes. Un mes después, durante el GP de Bélgica, tampoco hubo modo de meter al 72 en cintura. El barcelonés Alex Soler-Roig ni siquiera obtuvo billete para la carrera y Miles abandonó por una avería en el cambio. "Este maldito coche me matará algún día", confesó Rindt aquel fin de semana a Bernie Ecclestone.
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El horizonte empezaría a despejarse durante el GP de Holanda, con un 72 muy modificado y desprovisto de sus insidiosas suspensiones. En Zandvoort, Rindt marcó la pole con 43 centésimas de ventaja sobre Ickx y barrió a la competencia con un ritmo infernal durante 80 giros. Su medio minuto de ventaja en la meta sobre Jackie Stewart suponía el primer indicio del potencial de aquel coche. Rindt no pudo festejarlo por culpa del trágico accidente de su amigo Piers Courage, pero a partir de entonces tampoco encontraría oposición en Clermont-Ferrand, Silverstone y Hockenheim. Tras su épica batalla con Ickx en Alemania, Rindt incluso pudo bromear: "No tengo ningún mérito. El coche es tan bueno que incluso un mono amaestrado ganaría con él".
A su llegada al GP de Italia, lideraba holgadamente el Mundial: con sólo cuatro carreras por delante, contaba con 20 puntos de ventaja sobre Brabham y 25 sobre David Hulme. Apenas restaban 36 en juego. Aquel 5 de septiembre, Chapman montó en Monza una configuración aerodinámica extraordinariamente agresiva para su próximo campeón, quien, fiel a su costumbre, no llevaba atado el arnés de la entrepierna. Pero lo que realmente falló mientras trazaba la Parabólica fue el eje del freno delantero derecho. Miles, quizá el más insignificante piloto de Lotus y el más osado ante los micrófonos, jamás tuvo miedo de hablar sobre ello. "Cada vez que me subía al Lotus 72, algo se rompía. (...) Era una temeridad táctica. Si no hubiéramos hecho experimentos estúpidos como quitar las alas (...) y si los mecánicos no hubieran pasado la noche en vela, quizá Jochen seguiría vivo", escribió el británico para la cadena ITV.
"Empecé en el equipo un lunes por la mañana. Cuando llegué por primera vez a mi apartamento ya era miércoles por la tarde"
Herbie Blash
Porque Chapman siempre alardeó de la inquebrantable adhesión de su garaje, liderado entre 1970 y 1975 por Gordon Huckle, Keith Leighton y Eddie Dennis. Sin embargo, aquellos currantes no sólo se dedicaban a la F1, sino que doblaban turnos en otras cuatro categorías: F2, F3, Indycar y Sport. Herbie Blash, leyenda del paddock durante décadas, apenas aguantó tres años a las órdenes de Chunky, el apodo con el que trataban al jefe. Su pecado fue liderar un plante por la insufrible carga de trabajo. "Empecé en el equipo un lunes por la mañana. Cuando llegué por primera vez a mi apartamento ya era miércoles por la tarde", relató el mecánico en 2010.
"Quiero vivir lo máximo posible"
La otra gran afrenta para Chapman fue el informe de 37 páginas donde se investigaba su responsabilidad civil en la muerte de Rindt. Finalmente quedó exonerado por las autoridades italianas. Sólo así pudo seguir desarrollando su fabulosa creatividad. Pese a las reiteradas protestas de los rivales, que intentaban frenar en los despachos lo que no conseguían sobre el asfalto, Lotus pudo iniciar el Mundial de 1977 con el prototipo 78. El pionero del efecto suelo. Un concepto revolucionario, basado en la dinámica de fluidos y en el proceso inverso al que siguen los aviones. Mediante una diferencia en presiones se provoca un vacío que aplasta al monoplaza contra el asfalto y le permite un paso más rápido por curva.
Peterson, con el Lotus 72, en Nurburgring, en 1975.
En 1978, Mario Andretti se alzó con el título de campeón al volante del 78, en dura competencia con su compañero Ronnie Peterson. El estadounidense ha referido en numerosas ocasiones su primer encuentro con Chapman. "Colin me dijo: 'Mario, siempre quiero fabricar el coche más ligero posible'. Y yo contesté: 'Pues yo quiero vivir el máximo tiempo posible. Supongo que deberíamos hablar de ello". El sueco, por su parte, había arrancado aquel año triunfal con otra cita para el recuerdo: "No tengo la intención de ser otro héroe muerto para Lotus". Pero llegado el GP de Italia, cuando contaba con sólo 12 puntos menos que Andretti (con 27 en disputa), un fatal accidente, nada más apagarse el semáforo, segaría su vida para siempre.
La tragedia fue consustancial a la leyenda de Chapman, un atildado gentleman londinense indispensable para entender la actual F1. Puede que nunca fuese un héroe. Ni un egoísta temerario. O quizá fuese todo eso a la vez. Porque jmás pudo superar la muerte de su gran amigo Clark -fallecido en 1968 en Hockenheim en extrañas circunstancias-, y porque también guardó luto por Mike Spence, Alan Stacey y Ricardo Rodríguez. Él mismo iba a apurar sus días a la velocidad de un disparo. Cuando falleció a los 54 años, víctima de un ataque cardiaco, ya era una leyenda. Y su identificación con Lotus, tan íntima, que el equipo jamás se recuperó de su pérdida: únicamente nueve victorias en 296 carreras, seis de ellas para Ayrton Senna.