Fútbol sala
El modesto equipo balear asalta por sorpresa el trono del fútbol sala europeo. Tuvo que mudarse de ciudad en busca de estadio
Hace trece años competía en la segunda división del fútbol sala profesional, a la que había llegado en escalada libre desde las categorías más humildes del deporte amateur. Tenía dificultades para tener estadio propio e incluso se vio obligado a cambiar de ciudad en busca de pabellón ante el escaso apoyo institucional. Nunca desde su fundación en 1998 había ganado un título.
Pero todo eso ya es pasado: desde esta semana, es el mejor equipo de Europa de uno de los deportes más populares de España. Flamante campeón de la Champions League tras tumbar en dos vertiginosos partidos al Benfica y al todopoderoso Sporting de Portugal, dos trasatlánticos del fútbol sala mundial, clubes de fútbol con solera.
La historia del Palma Futsal es la historia de una exitosa tenacidad. Y de un sueño. El que tuvo Miquel Jaume, su fundador, el hombre fallecido en 2021 a los 67 años de edad del que todo el mundo se acordaba en la madrugada del pasado domingo, cuando la escuadra color pistacho levantó al cielo de Palma el trofeo que lo acredita como el mejor equipo de Europa, entregado por una leyenda del fútbol, el ex milanista Zvonimir Boban.
Associació Esportiva Manacor
Jaume era uno de esos quijotescos hombres de fútbol que transitan entre canchas, polideportivos y espartanos vestuarios persiguiendo una ilusión. En 1998 creó la Associació Esportiva Manacor, germen del club actual.
Durante años, aquel equipo jugó en el pueblo de Rafa Nadal bajo la denominación Fisiomedia Manacor, llegando en 2008 por primera vez a la élite del fútbol sala nacional. El club pagó la novatada, descendió y tuvo que volver a pelear por subir y reconstruirse. Lo logró en 2010 y desde ese año no ha dejado de crecer.
Acabó jugando en Palma y cambió el nombre, transmutado ya en una especie de religión silenciosa que cada fin de semana reúne a más de 2.000 fieles en el pabellón municipal de Son Moix.
Con entradas a precios populares -por apenas 10 euros podían verse dos partidos de la final four de la Champions- y un estadio que se convierte en una olla a presión durante los encuentros, el Palma juega (y gana) a la sombra del gran club deportivo de la isla, el RCD Mallorca. No es una metáfora: sus estadios están ubicados uno frente a otro, como dos hermanos de edades y corpulencias dispares que se miran y se respetan, ahora ya ambos incrustados en la élite y en la historia del deporte español. Sólo tres equipos españoles (Barça, Inter Movistar y Playas de Castellón) habían ganado la Champions de fútbol sala.
Ambiente
Una pequeña marea verde llena las gradas y los aledaños del estadio el día de partido. El ambiente es ensordecedor pero conserva la esencia de las pequeñas hinchadas, todavía sin turistas de atrezzo en la grada, sin la parafernalia y el boato que envuelve a los futbolistas en otros clubes de élite. Como una familia, los hinchas del Palma jalean hasta al utillero o al encargado de pasar la mopa, al que llaman por su nombre mientras baila con la escoba. Es aquel deporte de otro tiempo: los niños invaden la pista al acabar los partidos y los jugadores charlan con ellos.
“Este título es una declaración de los valores del deporte”, explica José Tirado, director general del club, el motor del proyecto, hombre serio, con ojo clínico para detectar el talento dentro de una pista de fútbol sala. “Si pones pasión, trabajo y constancia puedes conseguir un logro maravilloso como este, aunque seas un club humilde; nosotros nos hemos caído y nos hemos levantado 70 veces”. Está radiante pero contiene la euforia mientras su móvil no deja de sonar: el triunfo llega en plena campaña electoral y (ahora sí) los políticos les buscarán para la foto.
En el campo, el equipo entrenado por Antonio Vadillo (otro pilar del club, al que llegó como jugador en 2012) derrotó al Benfica en un ejercicio colosal de resistencia. Se puso por delante en el marcador y echó el candado, fortificando la portería de Luan Muller, portero brasileño de origen armenio, revelación del campeonato, capaz de sacar manos y pies como un pulpo y dar una asistencia de gol en la final tras sortear tres rivales. Los portugueses no pudieron remontar, aunque lo rozaron en un final de infarto decidido por el VAR.
Ante el Sporting, el equipo volvió a demostrar su solidez defensiva, llevándose la copa por penaltis, rompiendo en el momento crucial una racha de siete tandas seguidas perdiendo. “La clave ha sido el nivel competitivo que hemos tenido, la capacidad de manejar los tiempos del partido y luchar los duelos individuales”, resume Vadillo la mañana siguiente de alzar la copa, con la voz todavía ronca, “muy contento de ver a tanta gente feliz”.
Con un presupuesto de 1,2 millones de euros (hasta seis veces menor que algunos de sus rivales), en el club se han fogueado grandes estrellas, con el mallorquín e internacional Miguelín como máximo exponente.
A día de hoy, la escasez de mallorquines en la plantilla es una asignatura pendiente. Tirado admite que es “muy complicado” estar en la élite solo con gente de la isla, aunque el club intenta cambiar la dinámica y seguir creando escuela. Mantiene convenios con clubes formativos y sus jugadores visitan colegios y escuelas: el año pasado acudieron a 114 centros. “Hemos creado cultura de fútbol sala en una isla donde apenas había”, agrega el director general.