Entre el Colegio Tajamar, cuando un chaval enclenque burlaba rivales con ese descaro que sólo da el barrio, y la explosión de fútbol del domingo en Montjuïc, cuando el técnico del Girona festejó una goleada inolvidable ante el Barça, todo ha ido llegando a su tiempo para Miguel Ángel Sánchez Muñoz. A los 48 años, Míchel es el entrenador más aclamado del momento. El líder de la Liga. El máximo responsable de un proyecto que hace tambalear las jerarquías del fútbol español. Hoy, Míchel ya no juega con las rodillas desolladas en los campos de tierra de Nuestra Señora de la Torre, a las afueras de Vallecas. Hoy, simplemente es el gran protagonista de un torneo necesitado de aire fresco. Aunque todo, claro, precisó su tiempo.
Míchel ha transitado por las carreteras secundarias del fútbol hasta dar el gran salto en Girona, un club bajo los auspicios del City Football Group (CFG), el mismo que sustenta a Pep Guardiola en Manchester. Hoy, gracias a un plan muy concreto, apoyado en jugadores jóvenes y de un incontestable talento, no sólo cautiva con su estilo, sino que aventaja al resto en términos de competitividad. A su modelo de juego, con el balón como protagonista, añade una mentalidad ganadora que se ha canalizado en diversas remontadas. Sin embargo, pese a las apariencias, para conocer realmente a Míchel no bastan los parámetros del balón.
«Lo que le diferencia del resto es su capacidad de entender el juego, de aprovechar sus puntos fuertes y atacar los débiles del rival. También de mantener conectados a todos los miembros de la plantilla. Sin embargo, es un tipo tan honesto y tan cercano, que lo realmente nuclear para él es su familia. En su foto de perfil no verás nada de fútbol, sino a su mujer y sus dos hijos», asegura a este diario un directivo de la SD Huesca. De hecho, durante su etapa en El Alcoraz, entre 2019 y 2021, ni Lara ni Miguel Ángel ni Alex pudieron acompañarle todo lo que les hubiese gustado. Y él lo pasó realmente mal.
«nunca te abandona»
Ese espíritu tribal para moverse por la vida es santo y seña para Míchel, hijo de Candela y Benjamín, propietarios de una frutería en Vallecas, hermano de Gema y otros dos varones. Todos humildes empleados. El benjamín de una familia que hizo del barrio su sustento. Su razón de ser. Siempre enredado con el balón, el chico fue destapando su potencial hasta que el Rayo le echó el lazo durante una prueba en el Tajamar. Tras casi dos décadas como profesional, entre 1993 y 2012, se erigió como máxima figura en la historia franjirroja. «Es un tipo que nunca te abandona, que siempre está pendiente de ti. Para él, su gente va a ser siempre su gente, esté donde esté. No importa que pase 10 meses sin llamarte, porque, entre otras cosas, yo sé cómo trató a uno de nuestros trabajadores mientras se enfrentaba a un cáncer de colon», relata un antiguo miembro del organigrama.
Aún hay amistades que se mantienen de los tiempos en el Colegio Raimundo Lulio, donde era tan mal estudiante, tan revoltoso, que incluso muchos años después aún no podía creer haber firmado, como coautor, un libro de metodología. Se titulaba Entrenamiento Integrado del Fútbol en Edades Tempranas y lo escribió, entre otros, con Víctor Paredes, ex preparador físico del Rayo, hoy en el filial del Real Madrid. Pretendía fortalecer los lazos entre la cantera y la primera plantilla. Acababa de colgar las botas y aquello suponía el acercamiento decisivo con su admirado Paco Jémez, con quien compartió cinco años, entre 2012 y 2016.
Una labor en la sombra tan característica de los formadores que terminan rompiendo en líderes. Fueron horas sin cuartel en la Ciudad Deportiva del Rayo, hasta donde el técnico del primer equipo no dudaba en acercarse para asistir a los partidos de alevines, benjamines o cadetes. Y saludar, casi uno a uno, a los chavales. Ambos compartían la fe rayista, cultivada en el altar de Jesús Diego Cota, y la convicción de que esas instalaciones, inauguradas en 2010, sustentarían el único futuro posible para La Franja. «Míchel siempre va a ser de Vallecas. El barrio le abrazó desde el primer minuto y aún no le ha soltado. Por mucho que venga con otros equipos, siempre le vamos a aplaudir y querer», añaden desde el club de Raúl Martín Presa. Hace sólo un mes, durante la última visita liguera, todo el estadio coreaba su nombre bajo la misma tonada: «Nos sacó de Segunda, del Rayo hasta la tumba».
Aquel lazo con Paco se prolonga hasta hoy, pese al periplo persa del canario, máximo responsable del Tractor FC, uno de los clubes más populares de Irán. Sin embargo, Míchel se ha liberado de la interpretación rigorista del jemecismo, la que guio sus primeros pasos como técnico. Hoy sería absurdo considerarle un esteta que privilegia cualquier tipo de belleza en detrimento del resultado. «Él mismo ha reconocido que se confundió en muchas cosas, fuese por juventud o por plantear desafíos imposibles», admite uno de sus allegados.
En ese giro hacia el pragmatismo, uno de sus referentes ha sido Julen Lopetegui, con quien llegó a compartir vestuario en Vallecas durante cinco temporadas. Cuando se conocieron, en 1997, él era un chaval de 22 años y el ex portero de Real Madrid y Barcelona contaba ya 31. A lo largo de dos décadas, Míchel jamás dejó de escuchar sus consejos. Y cuando el fútbol ofreció su vertiente más amarga tampoco dudó en seguir su rastro en busca de equilibrio en el sistema y la estructura.
Me arrepiento de no haber hecho más fuerza por él en la SD Huesca
Porque, aunque ahora sobre confeti y purpurina en Montilivi, no hay que olvidar que aquellos ascensos con el Rayo en 2018 y el Huesca en 2020 se desvanecieron casi de inmediato. En marzo de 2019 sufrió su primer despido en Vallecas. En enero de 2021, con una sola victoria tras 18 jornadas, cayó fulminado en El Alcoraz. «Ahora, al recordarlo, aún se me humedecen los ojos, porque fue un momento muy duro», recuerda uno de los dirigentes. «Después de la guerra todos somos generales, pero hoy, aunque suene ventajista, me arrepiento de no haber hecho más fuerza por él», añade.
Curiosamente, el día de mayor zozobra en el club azulgrana se vivió tras una cruel derrota en Santander, ante un Racing ya condenado a Segunda B. «Perdimos la primera bala para el ascenso y recuerdo verle muy tocado durante el vuelo de vuelta. Se comió dos bolsas de chuches. Le dije que se fuese a casa, que estuviese con su mujer y se preparara para la guerra. Unos días más tarde ganamos al Numancia y logramos el ascenso», rememora. Los vaivenes propios del fútbol. Los mismos que le acuciaron durante su primer año en Girona. Entonces, cuando el equipo deambulaba por la zona baja, Delfí Geli, presidente, y Kike Cárcel, director deportivo, acordaron su renovación. Su contrato actual se extiende hasta 2026.
Ayuda psicológica
«Lo que me ilusiona es que el jugador se sienta feliz y mejore cada día, que hablando y entrenando con él pueda progresar». De tantas veces repetido, se convirtió en mantra para Míchel, quien, tras dos días de descanso después del 2-4, volverá a reunir a primera hora a sus hombres. La prioridad, que trasciende lo táctico, se ceñirá de nuevo a lo personal: a saber cómo han descansado durante la noche o cómo van las cosas por casa. En ese diálogo permanente con la plantilla y en su deseo de integrarse en el día a día del club, aprendiendo y hablando catalán durante las ruedas de prensa, se fundamenta el éxito.
La salud mental, por descontado, también figura entre sus objetivos. Desde 2018 -aquellos días de gloria por el ascenso del Rayo- él mismo solicitó ayuda psicológica para controlar la ansiedad. Y en la zona técnica de El Alcoraz fueron célebres sus jueguecitos con una botella de plástico, dibujando una pirueta antes de volver a caer de pie. Un método para aislarse del ruido.
Hoy, Míchel maneja argumentos de peso para competir por el título hasta el final. Porque su modelo de juego en Girona es tan bello como efectivo. De hecho, los 41 puntos en 16 jornadas suponen el segundo mejor registro de la última década, sólo por detrás del Barça en la 2017-18. Aquel año, el equipo de Ernesto Valverde se proclamó campeón. Como el Atlético en 2021, también con 41 unidades. O igual que los azulgrana el curso pasado. Desde 2007, con Juande Ramos a los mandos del Sevilla, ningún equipo que no fuese Real Madrid, Barça o Atlético, lideraba la tabla con la Liga tan avanzada.
100 partidos en Primera
Con estas cifras sobre la mesa, los paralelismos con el Leicester, campeón de la Premier League en 2016, no deberían sonar en absoluto disparatados. Aquel cuento de hadas de Claudio Ranieri podría reeditarse con este equipo erigido en torno a CFG y liderado por unos ejecutivos con la astucia suficiente como para pescar en el mercado mejor que nadie. Por ejemplo, el pasado invierno, con cinco millones de euros al Dinamo de Kiev por Viktor Tsyngakov, tasado entonces en 22 millones.
A la espera de lo que se apruebe dentro de unos días en la Junta General de Accionistas, el último presupuesto cerrado en Montilivi se cifraba en 55 millones de euros. Una cantidad irrisoria al lado de los 766 del Real Madrid o los 914 del Barça. En cualquier caso, nadie debe eludir otro factor diferencial: el Girona accede a talentos como Savio, Yangel Herrera o Yan Couto, todos cedidos por el City, gracias a su colaboración con CFG.
Mientras tanto, Míchel pudo el domingo festejar a lo grande su partido número 100 como técnico en Primera. Tras el histórico 2-4, cerrado por Christian Stuani, el Girona encadena nueve victorias seguidas como visitante, incluidas las de Copa del Rey ante San Roque y Orihuela. Ahora mismo, no sólo encabeza la tabla, sino que acumula más goles (38), más asistencias (29) y mejor ratio de tantos por disparos (0,22) que nadie en LaLiga. Unos registros a la altura de Liverpool e Inter de Milán, los líderes de los otros dos torneos de referencia. Y sus proyecciones ligueras mejoran incluso las de los tres últimos campeones: Barça, con 88 puntos en 2023; Real Madrid, con 86 en 2022 y Atlético, con 86 en 2021.