Un futuro insostenible: la contradicción entre 194.000 km en vuelos y un compromiso de "emisiones cero"

Un futuro insostenible: la contradicción entre 194.000 km en vuelos y un compromiso de “emisiones cero”

Nada más poner pie el lunes en Nagoya, la caravana de la Fórmula 1, formada por unas 4.000 personas, empezó a asumir el lado positivo y negativo de un GP de Japón en plena primavera. La buena noticia era que, por primera vez desde su estreno en el Mundial (1976), la carrera quedaba fuera de la temporada de tifones. De hecho, la fina lluvia que ayer empañó la doble sesión de entrenamientos libres va a disminuir su impacto a lo largo del fin de sem

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Sainz sigue la estela de Red Bull en un viernes pasado por agua en Suzuka

Sainz sigue la estela de Red Bull en un viernes pasado por agua en Suzuka

La primera jornada de entrenamientos apenas permitió extraer conclusiones en Suzuka, por culpa de una ligera lluvia que truncó por completo los planes. Las difíciles condiciones del asfalto, ni seco ni mojado, impidieron el normal desarrollo de la FP2, con la mayoría de pilotos esperando dentro de los coches y sin pisar la pista. Durante la primera sesión, Max Verstappen había marcado el mejor tiempo (1:30.056), con 18 centésimas de ventaja sobre Sergio Pérez y 21 ante Carlos Sainz.

Fernando Alonso ni siquiera rodó durante la sesión vespertina, aunque por la mañana sí pudo completar 19 vueltas, para acabar séptimo, a 54 centésimas de la cabeza. Habrá que esperar al sábado, según el plan establecido por Aston Martin, para examinar al AMR24, que estrena mejoras aerodinámicas en el suelo y los pontones. El objetivo de la escudería de Silverstone pasa por aumentar la carga aerodinámica y controlar la degradación de los neumáticos, aunque de momento las mejoras no han permitido el lucimiento de Lance Stroll, decimoquinto clasificado en la matinal, a dos segundos de la cabeza.

El GP de Japón, tradicionalmente emplazado a comienzos de octubre, ha cambiado por primera vez su ubicación en el calendario. Y los caprichos de la primavera se han llevado por delante las previsiones de los equipos, que renunciaron a rodar para evitar riesgos, convencidos de que el resto del fin de semana se disputará sobre asfalto seco. De momento, las pocas certezas apuntan al dominio de Red Bull y la progresión de Ferrari.

El accidente de Sargeant

Dispuesto a olvidar su abandono de Australia por culpa de una avería en los frenos, Verstappen dominó la tabla de tiempos, aunque Sainz y Charles Leclerc mostraron un esperanzador ritmo en las tandas largas. durante los 10 últimos minutos de la FP1. Las estrategias del domingo apuntan a dos paradas, por lo que el rendimiento de los neumáticos duros se antoja esencial.

El otro foco de atención del viernes fue el feo accidente de Logan Sargeant contra las barreas de la Curva Dunlop. El estadounidense, que hace dos semanas ni siquiera pudo tomar la salida en Albert Park, perdió el control a la salida de las famosas S, pisó la hierba y terminó impactando con violencia contra las barreras. La bandera roja dejó con muy mala cara a los mecánicos de Williams, que no cuentan con un chasis de repuesto en Sukuza, dado que Sargeant tuvo que ceder el suyo a su compañero Alex Albon.

El último protagonista de la jornada fue Ayumu Iwasa, piloto de la Academia Red Bull, que tomó el relevo de Daniel Ricciardo al volante del RB durante la mañana. El japonés, de 22 años, acabó decimosexto, por detrás de Stroll y con 17 centésimas de margen sobre el Alpine de Pierre Gasly.

La apuesta por MotoGP de Liberty Media: el 'Cowboy del Cable' refuerza su posición de dominio

La apuesta por MotoGP de Liberty Media: el ‘Cowboy del Cable’ refuerza su posición de dominio

El pasado noviembre, durante su última entrevista en la CNBC, John Carl Malone reiteró lo que lleva pensando mucho tiempo. «Lo repito una vez más. El deporte es lo que hay que ver. Algunas grandes empresas tecnológicas van a intentar crear sus propios derechos deportivos (...). En un mundo normal, estas big tech ya habrían comprado a los medios tradicionales, se los habrían tragado y habrían completado una transición suave. Pero debido a las preocupaciones antimonopolio...». «Eso no va a suceder», redondeó el entrevistador, David Faber. Esas leyes antimonopolio, precisamente, son las que ahora debe enfrentar el dueño de Liberty Media, la empresa propietaria de la Fórmula 1, que ayer anunció oficialmente la compra de MotoGP. Una operación que consolida a Liberty como la referencia en el deporte del motor y como el mayor conglomerado del deporte a nivel global.

El holding estadounidense pagará 4.200 millones de euros para hacerse con Dorna Sports, la empresa española que ha organizado el Mundial de motociclismo desde 1992. «MotoGP es una competición global con una base de seguidores leales y entusiastas, carreras cautivadoras y un perfil financiero que genera gran flujo de caja. (...) El negocio tiene importantes ventajas y pretendemos hacerlo crecer a todos los niveles, tanto para aficionados, equipos, patrocinadores y accionistas», aseguró Greg Maffei, CEO de Liberty, a través de un comunicado. Por el camino, Dorna Sports habría rechazado otras ofertas, como la del grupo TKO, liderado por Ari Emanuel, célebre agente de Hollywood, y Qatar Sports Investments, empresa matriz del Paris Saint-Germain. A partir de ahora, Liberty controlará también los campeonatos de Superbikes, Moto E y el Mundial femenino.

Sin embargo, la satisfacción por el acuerdo aún queda pendiente de una premisa. La que, precisamente, inquietaba a Malone en la citada charla con la CNBC. «Se espera que la adquisición se complete a finales de 2024 y queda sujeta a las autorizaciones y aprobaciones por parte de las autoridades legales de competencia», rezaba el citado escrito. Y es que existe un precedente que debería inquietar a los implicados. En 2006, la Comisión Europea obligó a CVC Capital Partners a deshacerse de Dorna Sports cuando el fondo luxemburgués pretendía comprar los derechos comerciales de la Fórmula 1 al controvertido Bernie Ecclestone.

2,2 millones de acres

De modo que los designios de Bruselas suponen la última cortapisa para Malone, un magnate de 83 años conocido como el Cowboy del Cable. El segundo terrateniente de Estados Unidos, con ranchos en Colorado, Nuevo México o Wyoming. Nada menos que 2,2 millones de acres. Algo así como la superficie de la provincia de Almería y 22 veces más, por ejemplo, que Juan Abelló, el mayor propietario español. Su patrimonio neto, tras un exponencial incremento desde 2020, ronda hoy los 9.000 millones de euros.

El golpe de efecto de Liberty Media cristalizó en 2017 al adquirir la Fórmula 1 a cambio de 4.200 millones de euros. Desde entonces, su valor se ha disparado hasta los 18.600 millones, según el ránking de Forbes. Además del Gran Circo, su otro activo estrella son los Atlanta Braves, campeones de las Ligas Mayores de Béisbol en 2021. Por no mencionar los tradicionales intereses en la TV por cable, la aventura en las telecomunicaciones británicas a través de Virgin Media o Tripadvisor, uno de los gigantes en la industria del turismo.

La hegemonía en el deporte mundial de Liberty se entiende mejor a la luz de sus competidores. Según el listado de Forbes, el holding de Malone aún aventaja con cierto margen a Kroenke Sports & Entertainment, dueña de los Denver Nuggets, vigentes campeones de la NBA, el Arsenal de la Premier League o Los Angeles Rams, campeones de la Superbowl en 2021. Y ha aumentado su predominio frente a Fenway Sports Group, propietaria del Liverpool o los Boston Red Sox, una de las franquicias de mayor solera en la MLB.

El canon y los patrocinios

Durante estos seis años, los éxitos de Liberty en la Fórmula 1 se han fundamentado sobre tres pilares. El más importante reside en las elevadas cuotas percibidas por los países interesados en un Gran Premio. Una cantidad que ronda los 50 millones de euros en los casos de Arabia Saudí, Azerbaiyán, Bahrein o Abu Dhabi. Asimismo, el apogeo del negocio ha provocado el alza en los contratos televisivos: Sky Sports abonó más de 1.200 millones de euros por su última exclusiva de cinco años para Reino Unido y ESPN paga ya 80 millones anuales por sus derechos en EEUU. Por último, los patrocinios han recuperado el vigor de antaño. Además de la petrolera saudí Aramco, con un contrato anual de 50 millones, otras firmas como Rolex, Crypto.com, DHL o Heineken ya desembolsaron 600 millones en 2022.

Ahora queda por ver si Malone mantiene con MotoGP el enfoque con el que algunos le equipararon con Warren Buffett. Una visión de negocio que él mismo equiparó a la del Imperio Romano, fundamentada en la eliminación de cualquier rastro de liderazgo anterior. La jubilación más notoria, en este caso, debería afectar a Carmelo Ezpeleta, a los mandos de Dorna desde 1994 y confirmado ayer en su cargo de director general. Liberty ha sabido convertir un deporte de nicho en un espectáculo global, capaz de engatusar a millones de jóvenes a través de Drive to Survive, la serie de Netflix. Ahora queda por ver si puede aplicar este modelo, cada día más popular en su país, a un Mundial que en 2024 contará con 21 paradas, incluida, por vez primera, la India.

Rodrygo ilumina de púrpura el Bernabéu

Rodrygo ilumina de púrpura el Bernabéu

No hay apuros que valgan contra el Madrid, que resuelve con suficiencia, como sin darse importancia. Con esa holgura con la que dominan la Liga, los blancos derribaron al Athletic gracias a dos goles de Rodrygo. Otra vez los ocho puntos de margen ante el Barcelona y otra vez Militao sobre el césped, siete meses y medio después de su lesión. En el tiempo añadido, cuando apenas había opción para el cambio, Ancelotti ordenó que su equipo tirase el balón fuera para que reapareciese su central. Así va de sobrado el líder. [Narración y estadísticas (2-0)]

El Madrid tardó siete minutos hasta reconocerse en su indumentaria morada, obra del diseñador japonés Yohji Yamamoto. Uno de esos caprichos del marketing que obliga, además, a saltar al Athletic de blanco al Bernabéu. De inicio, el equipo de Valverde quiso ofrecer su perfil más académico. El que le ha dado fama en Liga, donde aún pelea por una plaza de Champions con el Atlético. Ayer, cuando incluso parecía que iba creérselo, Rodrygo desbarató sus planes con un golazo. Un balón de Brahim en zona de nadie lo convirtió el brasileño en proyectil incandescente fuera del alcance de Agirrezabala. Dicen que esta cuarta equipación púrpura se inspira en motivos florales, pero la historia del Madrid se fundamenta en el cañón. Y no en las rosas.

Tras la semana de parón de selecciones, en una noche casi invernal, sólo algún insensato podía esperar alardes de estética en el Madrid. Sin embargo, aun sin balón, el equipo de Ancelotti controló casi a placer tras el 1-0. En esa confianza estriba su auténtico poderío. Anclado en Kroos, arropado en Rüdiger, el líder viene sacando así sus partidos. Y quiere ser campeón de Liga, más pronto que tarde, sin cambiar ese guion. Durante la primera media hora, el único motivo de asombro para su gente fue una finta de Brahim. A quién le importa, cuando las ocasiones terminan cayendo casi por inercia. El disparo de Fede Valverde, el cabezazo de Tchouaméni y el acercamiento de Bellingham frustrado por Vivian, pudieron ser definitivos para el Athletic.

Sin hacer daño

A seis días de la final de Copa, poco más podía exigirse a los muchachos de Valverde. Escondían el balón, buscaban los espacios, pisaban campo rival... sin encontrar jamás el modo de hacer daño. La baja de Nico Williams mermó su ataque y la lesión muscular de Yeray, antes de la media hora, desestabilizó su defensa. A la vuelta del descanso, Brahim aprovechó el resquicio entre Paredes y Lekue para largar un derechazo que se estampó contra el palo. Puede que el Madrid no andase para fiestas, pero es que el Athletic parecía pensar en la del próximo sábado en La Cartuja.

El único motivo de inquietud para Lunin llegó a balón parado, con una volea de Iñaki Williams tras servicio de Berenguer. El ucraniano, como casi siempre, respondió donde se le espera. Y para no faltar a la costumbre, el Bernabéu volvió a escandalizarse con el árbitro tras una extraña decisión de Alberola Rojas. No hubo forma de entender qué pudo interpretar antes del derribo a Rodrygo en el área. Se nota algo sobreactuado el brasileño al mínimo contacto, aunque lo crucial para Ancelotti es que ha vuelto por donde solía.

A campo abierto

Antes de la hora, Valverde quiso dar otra vuelta de tuerca con Ruiz de Galarreta, Yuri Berchiche y Adu Ares, pero el partido se jugaba cada vez más a campo abierto. En la primera andanada del Athletic, Nacho frenó con amarilla a Iñaki Williams, pero Vivian, en la siguiente, nada pudo ante Rodrygo. Su quiebro y su disparo, exquisitamente pulcros, merecieron por sí solos el precio de una entrada.

Con la ida de cuartos ante el City a la vuelta de la esquina, Ancelotti pudo reservar a Kroos y Valverde, víctima de un fuerte golpe. Cuando Militao saltó al césped, el estadio tributó al central una fabulosa ovación. Por entonces, Bellingham ya se había tapado la boca con una cremallera para no protestar un penalti a Alberola Rojas. Y Rüdiger había dejado claro a Muniain que no toleraría más empujones así ante Carvajal. Asuntos menores, al fin y al cabo, antes de recibir a Pep Guardiola.

Abdul-Jabbar y la última barrera contra el dolor

Abdul-Jabbar y la última barrera contra el dolor

Su padre, Ferdinand Sr, había servido como teniente de policía en Nueva York. Un tipo severo y voluminoso, apodado en el cuerpo como Big Al, que le transmitiría su desbordante pasión por el jazz. Su madre, Cora, había trabajado como costurera, así que desde la cuna hizo del estoicismo una prioridad. Lew Alcindor, conocido para la historia del baloncesto como Kareem Abdul-Jabbar, sabía de la dureza de la vida en Harlem, pero el primer sopapo le llegó con apenas 14 años. «Era mi debut con Power Memorial y nos dieron una buena paliza. Fue todo tan ridículo (...) Estaba en el vestuario y empecé a llorar. Cuando levanté la vista, los compañeros me miraban como si acabara de bajar de una nave espacial. Ahí me di cuenta de que había llegado al gran mundo y no podía llorar como un niño. A partir de entonces, jamás mostré un síntoma de vulnerabilidad hasta el día de mi retirada», relata en su documental Minority of one (2015). Sin embargo, durante dos décadas en la NBA, saldadas con seis anillos y decenas de récords, algo palpitó siempre bajo la descomunal coraza. Algo como un miedo ancestral agazapado en su mirada.

Fue un trauma que los doctores catalogaron como «síndrome de erosión corneal recurrente». Le provocaba irritación y sequedad ocular, pero también un mar de lágrimas. Las cicatrices del tejido podían desescamarse y perturbar su visión. Un sinfín de problemas que él quiso poner coto con unas gafas. Las más ilustres de la historia del baloncesto. Y no porque fuese distinguido con ocho doctorados honoris causa o porque aún ejerza como Embajador Cultural de su país. Tampoco por su Medalla Presidencial de la Libertad, la más alta condecoración civil en EEUU. Las gafas de Kareem -que servirían de ejemplo a Moses Malone, James Worthy, Hakeem Olajuwon y Horace Grant- fueron, además de un icono, el único dique contra el dolor.

Si cabe poner una fecha, baste el 12 de enero de 1968. Un partido de cierta rivalidad local entre la todopoderosa UCLA y la Universidad de California. Tom Henderson -un alero de 196 cm con quien décadas más tarde trabaría cierta amistad- le causó un rasguño en la córnea en plena disputa por un rebote. Por entonces, los árbitros ni siquiera prestaban atención a estas nimiedades, pero los rivales sí empezaron a intuir el punto débil del coloso. Y si se extendía la indulgencia podrían sacar provecho de ella. En realidad, no había otro modo de parar a quien, tras 88 victorias en 90 partidos, iba a alzar tres títulos consecutivos de la NCAA. Sus fundamentos, pulidos a las órdenes de John Wooden, también sembrarían la devastación en la NBA. Junto a Oscar Robertson, guio a los Bucks hacia el anillo de 1971, después de una histórica regular season con sólo 16 derrotas. Sin embargo, la retirada del base iba a coincidir con el segundo fundido a negro para sus ojos.

Se trataba de un simple amistoso de pretemporada ante los vigentes campeones. Un partido organizado en Buffalo por Don Nelson como reedición de las últimas Finales. El alero de los Celtics sólo pretendía hacer caja, aunque terminaría ejerciendo de villano. A falta de 11 minutos para el final propinó un codazo fortuito a Jabbar en el ojo. El dolor devino en furia y el puñetazo de frustración contra el soporte de la canasta, en una fractura del cuarto hueso metacarpiano de su mano derecha. La primera lesión de su carrera, en realidad, no significaba tanto. Lo verdaderamente preocupante era la vista. Por eso, aquel 5 de octubre de 1974 decidió que se protegería, ya para siempre, con unas gafas. Ahora bien, ¿quién se haría cargo del suministro?

Sólo un reportaje de Pat Putnam, publicado dos meses más tarde en Sports Illustrated, ofrece respuestas certeras. Alguna de ellas hilarantes. Como la rotunda negativa de Kareem a jugar la noche en la que él mismo había programado su regreso. Aquel 21 de noviembre de 1974, el pívot se había desplazado por carretera hasta Kansas City y olvidó meter en la maleta sus flamantes gafas. El primer modelo, con montura negra y tosco diseño en plexiglás, le dotaba a de un estrafalario aire de aviador A él no le importaba en absoluto la estética, así que no saldría sin ellas.

Según cuenta Putnam, un directivo de los Bucks, tuvo que regresar en coche a Milwaukee para buscarlas en el apartamento del jugador. Como no las encontraba, debió telefonear a la mesa del pabellón para preguntar personalmente a Kareem. Finalmente supo hallarlas en la guantera de su Mercedes. Así que Jabbar jugó con ellas por vez primera el 23 de noviembre ante los Nets. La gente del Madison Square Garden parecía estupefacta, pero Jabbar no quedó nada satisfecho. Al no ser lo bastante anchas, anulaban cualquier atisbo de visión periférica.

El nuevo modelo, con lentes más resistentes y cinco centímetros extra en los bordes, fue encargado por el preparador físico Bill Bates. Se trataba de un diseño de la marca francesa Brevete, con una almohadilla de espuma en el puente, más una cinta elástica para sujetarla a las orejas. La última tecnología del momento. Hace unos años, Patrick McBride, antiguo recogepelotas de los Bucks, vendió uno de esos pares por 6.500 dólares. Las sacó de un cubo de basura después de que Jabbar se deshiciera de ellas porque estaban rayadas.

El aterrizaje en Los Angeles no iba a resultar tan sencillo. Su inapelable liderazgo fue reconocido con los MVP de 1976 y 1977, aunque los Lakers ni siquiera superaron la primera ronda de los playoffs durante sus cuatro primeras temporadas. Desde los despachos, Bill Sharman quiso reconstruir con Jamaal Wilkes, Adrian Dantley o Norm Nixon, pero el verdadero salto no se dio hasta la llegada al banquillo de Pat Riley y la elección en el draft de un base de 2,06 m, llamado Earvin Johnson. Según John Papanek, Kareem volvía a "jugar como un niño", con "vitalidad y emoción, liderando los contraataques, haciendo mates con autoridad, chocando palmas y de vez en cuando (...) sonriendo". De hecho, se permitió las tres eliminatorias camino del anillo sin las "infernales gafas" a las que hacia alusión el periodista de Sports Illustrated. Apenas cinco meses después, en octubre de 1980, un golpe en el ojo derecho recibido de Rudy Tomjanovich, le hizo volver a ellas.

Carlos Sainz, en plan salvaje: las claves de su tercer triunfo y sus opciones ante Verstappen

Carlos Sainz, en plan salvaje: las claves de su tercer triunfo y sus opciones ante Verstappen

Una encargada de la FIA se acercó para disuadirle, pero él no atendió a razones. Nadie iba a privarle esta vez del abrazo con sus mecánicos. Ni la fatiga tras 58 vueltas, ni las molestias en el abdomen por su reciente operación de apendicitis. Carlos Sainz se lanzó ayer a celebrarlo a lo grande con sus allegados, los que nunca le fallan. Rebecca Donaldson, su novia, Carlos padre y su primo, que ejerce de representante, lo disfrutaron como nunca en Albert Park. La tercera victoria con Ferrari fue la más salvaje, la más reivindicativa.

Para saber más

Unos minutos más tarde de descorchar el champán en el podio, bajo los compases del himno español, Sainz se permitía una broma que iba muy en serio. "Sigo sin trabajo para el año que viene, así que supongo que esto ayudará. Pero esto también va por mí, para saber que cuando dispongo de un coche ganador, puedo hacerlo. Lo logré el año pasado en Singapur y aquí, incluso lejos de mi plenitud física, también". A su derecha, Charles Leclerc sonreía por el primer doblete de Ferrari en Australia en casi dos décadas. Cuando le preguntaron si no se valora lo suficiente a su compañero, el monegasco respondió diciendo que todos conocen la valía de Carlos. "Él no lo dice, pero estoy seguro de que muchos directores de equipo han contactado con él".

Por supuesto que Sainz ha iniciado conversaciones para resolver su futuro. Ofertas no le faltan, porque sus condiciones son demasiado valiosas como para pasar desapercibidas. Ayer mismo volvió a dejar constancia de ellas desde la segunda vuelta, cuando adelantó sin miramientos a Max Verstappen. Desde que asumió el mando de la carrera, hizo acopio de toda su fuerza física y mental. En los siete giros que rodó con los mismos neumáticos y estrategia que Leclerc, aventajó a su máximo rival en 186 milésimas de promedio. Una vez instalado en el liderato mantuvo la concentración, con un ritmo de crucero asombrosamente constante. No se trataba simplemente de aprovechar el abandono de Mad Max, víctima de una avería en los frenos.

"Confiado y dominador"

De hecho, todo pareció siempre bajo control para Sainz durante sus tres tandas. Arrancó con los neumáticos medios antes de pasar por boxes en las vueltas 16 y 41 para montar los duros en ambas ocasiones. Su minuciosa gestión de los neumáticos frustró cualquier sorpresa. Un año después de sus terribles problemas de degradación, Ferrari parece haber encontrado la fórmula para cuidar las gomas Pirelli. Si sirve de muestra, el ritmo de carrera del SF24 (1:21.458) fue el mejor de la parrilla, 93 milésimas más rápido que McLaren, 54 centésimas por delante de Red Bull y nueve décimas respecto a Mercedes.

La velocidad de Sainz quedó patente en el primer y último sector, donde aventajó a Sergio Pérez en tres y cinco décimas, respectivamente. Un dato alentador para los ingenieros de Maranello. "Lo que ha sucedido este fin de semana demuestra que nunca hay que rendirse. Es una victoria que sabe a gloria, porque me sentí siempre confiado y dominador, como a mí me gusta", zanjó el español. Para alivio de su familia, ayer no hubo que sufrir hasta el último suspiro, como el año pasado en Marina Bay o hace dos en Silverstone.

Hoy, con los mismos triunfos que Leclerc desde que comparten garaje, el nivel de Carlos como piloto nada tiene que envidiar al de otros ídolos del paddock. Especialmente porque su vulnerabilidad de los sábados parece asunto del pasado. De momento, tras las dos sesiones clasificatorias que disputó (Bahrein y Australia) ya maneja 75 milésimas de ventaja ante Charles. Asimismo, el madrileño cuenta con una ventaja simbólica frente a quien ahí dentro llaman Il Predestinato. Porque ha sido él, precisamente, quien ha roto las dos mejores rachas de Verstappen, autor de nueve victorias consecutivas.

Sainz, al volante del SF24, el domingo en Albert Park.

Sainz, al volante del SF24, el domingo en Albert Park.AFP

Curiosamente, al igual que el pasado Mundial, el éxito de Sainz coincide con la llegada a Suzuka, una cita esperada con máxima expectación, dadas las dificultades que plantea a nivel aerodinámico. Hace sólo seis meses, Verstappen se resarció de su debacle en Singapur con una devastadora exhibición en Japón, resuelta con 19 segundos de margen ante Lando Norris. El trazado nipón se antoja el mejor banco de pruebas para evaluar las actualizaciones de Ferrari. Frédéric Vasseur, team principal, deberá incidir en lo apuntado en Melbourne, donde el formidable paso por curva del SF24 no fue incompatible con el rendimiento en las rectas. De hecho, pese a montar unos alerones más cargados pensando en el último sector, Sainz alcanzó una máxima de 327 km/h, bastante cercana a la de Pérez (332 km/h).

Por tanto, razones no faltaban ayer para el festejo de Ferrari, que brindó por su primer doblete desde el GP de Bahrein de 2022. Desde el arranque en Sakhir, la Scuderia se ha confirmado como el principal candidato para desestabilizar a Red Bull. Todo encaja, al menos por el momento. Los ingenieros entienden cada semana mejor su monoplaza, los estrategas ejecutan el plan con pulcritud y los mecánicos cumplen en los pit-stops. En Australia, McLaren quiso revertir la jerarquía antes de toparse con la realidad. Mientras, Mercedes navegó en tierra de nadie.

Ayer, Sainz fue elegido mejor piloto del domingo, con el 38% de los votos. El segundo reconocimiento popular tras su podio de Bahrein. A 11 puntos de Verstappen en el Mundial, con una carrera menos, Carlos puede presumir de otro hito en Ferrari, donde ya ha igualado a cuatro campeones como Juan Manuel Fangio, Mike Hawthorn, Phil Hill y Jody Scheckter, que también ganaron tres grandes premios vestidos de rojo.

Fernando Alonso, ante los comisarios tras el feo accidente de Russell

Fernando Alonso, ante los comisarios tras el feo accidente de Russell

El brutal impacto contra las barreras de la curva 6 había dejado al Mercedes casi en vertical, pero George Russell aún tenía fuerzas para implorar una bandera roja. "Estoy en mitad de la pista, por Dios", exclamaba el británico por la radio. En ese preciso momento, Fernando Alonso empujaba su renqueante Aston Martin hacia la meta de Albert Park. Nada más soltar el volante, lo primero que hizo en el pit-lane fue examinar el pedal del acelerador. Sin embargo, ese contratiempo no iba a disuadir a los comisarios, que de inmediato convocaron al asturiano para aclarar lo sucedido.

"Tuve varios problemas durante las últimas 15 vueltas en la batería y en la entrega de potencia", admitió el bicampeón mundial. Según había admitido a sus ingenieros, tenía tan atascado el pedal del acelerador que hubo de pisarlo a fondo para alcanzar en sexto lugar la bandera a cuadros.

Ese contratiempo iba a comprometer su pilotaje durante el tramo final ante Russell, a bordo de un monoplaza más competitivo. "Iba sufriendo un poco, pero no me puedo centrar en los coches que vienen por detrás. Cuando vi el coche de Russell me preocupé bastante", añadió en los micrófonos de DAZN.

La estrategia de Alonso quedó patente a travé de las cámaras on board , donde se vio con claridad cómo cargaba sus baterías antes de la recta para exprimirlas cuando Russell afilase los cuchillos en las cuatro zonas de DRS. Sin embargo, para saber con exactitud si cometió alguna ilegalidad, los comisarios deberán examinar con detalle las telemetrías.

Por su parte, Russell ofreció también su versión de los hechos, sin querer entrar en acusaciones hasta no analizar todos los datos. "Desaceleró de repente y volvió a acelerar. No me lo esperaba, me pilló por sorpresa. Eso fue culpa mía, pero también es interesante que nos hayan llamado a declarar. Estoy intrigado por ver qué tienen que decir los comisarios", comentó en los micrófonos de Sky F1.

Durante la última carrera del pasado Mundial, Lewis Hamilton ya se quejó de un brake test de Alonso camino de la curva 5 de Yas Marina. Entonces, la FIA anotó el incidente, pero ni siquiera abrió una investigación.

Aplastante victoria de Carlos Sainz en Melbourne

Aplastante victoria de Carlos Sainz en Melbourne

Con las cicatrices de su abdomen aún frescas, mermado por una cirugía que le había dejado fuera de combate hace sólo dos semanas, Carlos Sainz dominó de forma aplastante en Albert Park, camino de su tercera victoria en la Fórmula 1. La más autoritaria, la más simbólica, la que ponía fin a la racha de nueve consecutivas de Max Verstappen, víctima de una avería en los frenos. Red Bull, por una vez, fue vulnerable y Charles Leclerc completó el doblete para Ferrari. El delirio rojo en Melbourne y la emoción de Sainz en la radio, casi a lágrima viva: "La vida es una montaña rusa".

Camino del champán, con la bandera española en la mano, Carlos aún se permitía las bromas con Leclerc y su amigo Lando Norris, que cerraba podio. Poco antes de cruzar la meta ya había ordenado a sus mecánicos que el monegasco se acercara para la celebración conjunta. Sobraba tiempo, porque un duro accidente de George Russell contra las barreras de la curva 6, había ralentizado la carrera en la última vuelta. De nada importaba tampoco que Leclerc le hubiese arrebatado el bonus de la vuelta rápida (1:19.813). Nadie podía discutir el protagonismo de Sainz, que controló a su antojo.

Rodando con singular regularidad en 1:21, el madrileño abrumó a la competencia durante sus dos relevos con el neumático duro. Ni siquiera concedió la duda a Ferrari, alejando del radar del DRS a Leclerc. Se hizo más fuerte cuando la debilidad le devoraba por dentro. Ahora puede parecer ventajista escribirlo, pero ni el propio Verstappen pareció en condiciones de aferrarse a su estela. Aunque no resulte equiparable, Sergio Pérez bastante tuvo con sujetar a Fernando Alonso, sexto en la meta.

La rotura de Hamilton

Todo lo que la Fórmula 1 llevaba meses esperando tomó forma en Albert Park. El aplastante dominio de Red Bull, convertido en soporífera monotonía, se hizo de pronto carbonilla. "Acabo de perder el coche. Ha sido realmente raro", adelantó por radio Verstappen tras un extraño en la curva 9. Por entonces, Sainz ya se lo había quitado de encima en la segunda vuelta, dejando constancia del brío de su Ferrari. Unos metros más adelante, un hilito de humo empezó a emanar del RB20. Los frenos de la rueda trasera derecha ardían en llamas. Justo en el mismo escenario, exactamente dos años después, el tricampeón del mundo mordía el polvo.

El vacío de Mad Max dejó patidifusos a los favoritos. Ferrari veía abrirse las puertas del cielo, McLaren calculaba sus opciones de podio y Red Bull depositaba sus opciones sobre los hombros de Pérez. Por si no sobrasen alicientes, Lewis Hamilton inflamó los ánimos en el séptimo giro con un madrugador paso por boxes. Dos vueltas más tarde, Oscar Piastri y Leclerc, en busca de un undercut ante Norris, cambiaron también sus gomas. El compuesto duro debía aguantar 25 vueltas, pero Sainz, con el medio seguía clavando los tiempos, sin que nadie le importunase.

Había interés en cómo gestionaría Ferrari el graining de sus gomas. Al volante de un monoplaza totalmente equilibrado, Sainz no mostraba ni un síntoma de debilidad. Incluso pudo levantar el pie para sostener su ventaja frente a Leclerc y los McLaren. Tras estirar al máximo los medios durante 16 vueltas, la primera parada se saldó saldada por los mecánicos rojos en 2,6 segundos. Un respiro.

Sainz, al volante del SF-24, el domingo en Albert Park.

Sainz, al volante del SF-24, el domingo en Albert Park.AFP

Por detrás, Alonso mostraba un ritmo de crucero más que notable con los duros, rodando casi a la par de Pérez y Norris. Aston Martin pretendía alargar la vida útil de los neumáticos, a la espera de cualquier eventualidad. Y por una vez, la fortuna se alió con el asturiano. El abandono de Hamilton, víctima de un fallo de motor a la salida de la curva 10, provocaba el virtual safety car. Un regalo del cielo para Alonso, que ganaba cinco posiciones.

Desde luego, las gomas amarillas obligaban a un ímprobo trabajo a Fernando, con unos cronos casi calcados a los de Lance Stroll. Quería negar los espacios a Pérez, pero el mexicano le arrebató la posición en la vuelta 27, con una sencilla maniobra a la llegada de la curva 9. De ahí hasta la meta se mantuvo a la defensiva frente a George Russell. Sobre un asfalto con cuatro zonas de DRS, con un rendimiento inferior al de Mercedes, Alonso parecía presa fácil para el británico. El acecho acabó de la peor manera. Con Russell contra el muro y con Alonso citado por los comisarios. Si consideran que su frenada fue verdaderamente errática, el domingo podría acabar peor de lo pensado en Melbourne.

Carlos Sainz, del hospital a la primera línea: cámara hiperbárica, radiofrecuencia y dos kilos menos de músculo

Carlos Sainz, del hospital a la primera línea: cámara hiperbárica, radiofrecuencia y dos kilos menos de músculo

Hace menos de dos semanas, Carlos Sainz se retorcía de dolor en un hospital de Jeddah, víctima de una repentina apendicitis. Los médicos tuvieron que operar de urgencia con una paroscopia que no sólo iba a apartar al madrileño del GP de Arabia Saudí, sino que también comprometía sus opciones en la siguiente carrera, la tercera del Mundial. El GP de Australia llegaba demasiado pronto, pero él sólo pensaba en mantener su asiento en Ferrari. Había que actuar con la mayor diligencia. Era el momento de abordar una recuperación exprés que finalmante le ha conducido a la segunda posición de la parrilla en Melbourne.

Hay varios protagonistas en este pequeño milagro de Sainz, aunque ninguno ha jugado un papel tan decisivo como su propio tesón. Porque Carlos se presentó el jueves en Albert Park con dos kilos menos de musculatura y síntomas de evidente debilidad. Las molestias se agudizaron durante la última sesión libre de la mañana, pero incluso así logró liderar la Q1 y la Q2 con regularidad. Y únicamente cedió la pole ante Max Verstappen por 27 centésimas.

Sainz ha apurado los plazos en Melbourne junto a Pierluigi Della Bona, su fisioterapeuta, más otro especialista que viajó a propósito desde España. El primer objetivo pasaba por trabajar en una cámara hiperbárica que acelerase la curación de su herida. Porque este artefacto, muy popular entre los futbolistas de elite, ofrece óptimos resultados en cuanto a oxigenoterapia. Con más sangre rica en oxígeno, disminuye la hinchazón y aumenta la protección contra las infecciones. Además, sus evidentes beneficios aún pudieron potenciarse gracias a otro dispositivo traído desde España.

Ondas de radiofrecuencia

Se trata de una máquina, más pequeña y manejable, desarrollada con la tecnología INDIBA. Sainz ha recurrido a ella cada vez que disponía de un momento libre, fuese por las noches en el hotel o a primera hora en el circuito. Se trata de una técnica no invasiva a base de ondas de radiofrecuencia que desencadena respuestas naturales de regeneración. Tanto en la reabsorción del edema como en la mejora de la cicatriz. Incluso logra un efecto analgésico para el dolor postoperatorio.

Este proceso ha supuesto la primera prueba de fuego para Della Bona, quien se estrenó hace unos meses con Sainz, ocupando el puesto de Rupert Manwaring. El italiano ha tenido que controlar el ímpetu de Carlos, reduciendo a la mínima expresión los ejercicios en el gimnasio y controlando cada movimiento de la zona afectada. Por supuesto, las pesas quedaron fuera de la ecuación. Asimismo, el control de la dieta ha sido fundamental, dada la pérdida de masa muscular. Hay que recordar que, tras varios años de colaboración, Manwaring decidió iniciar el pasado invierno una nueva etapa profesional junto a Max Verstappen.

Pese a la irreprochable labor de los doctores en el King Fahd Hospital de Jeddah y el mimo de los recuperadores, la herida en la zona abdominal complicaba la conducción. Especialmente en el reducido habitáculo de un Fórmula 1. Por tanto, los ingenieros de Ferrari tuvieron que hacer algunos cambios en el asiento, el pedal del freno y el cinturón de seguridad. El objetivo era que la hebilla no rozase uno de tres pequeños orificios de la cirugía, situado a la altura del ombligo. Por último, los hombres de Frédéric Vasseur añadieron un material blando, semejante a una esponja, para absorber algo de presión en el centro del abdomen.

"Podríamos tener una oportunidad"

La disciplina espartana de Sainz a lo largo de estas dos semanas ha sorprendido incluso a sus más cercanos, asombrados por la respuesta del piloto en la qualy, donde marcó los mejores cronos en la Q1 y la Q2. Hasta ahora el único piloto de la actual parrilla que había vivido una situación similar fue Alex Albon, que necesitó una semana más de convalecencia para disputar el GP de Singapur de 2022.

En el entorno del madrileño admiten que sigue lejos de su plenitud física. A los episodios de fatiga se suceden las molestias al volante del SF24, el único coche que durante las dos primeras carreras ha podido acercarse, aunque sea de lejos, a Verstappen. Hoy aguardan 58 vueltas (306 km) por Albert Park. El último reto para Sainz, empeñado en dar el callo hasta su último día de rojo. "Necesito estar al 100% para batir a Max. Voy a darlo todo para hacerlo, porque ha pasado tiempo desde mi victoria en Singapur y él se ha mantenido desde entonces en un escalón superior", valoró en la rueda de prensa de la FIA.

El rendimiento de la gama más blanda de los Pirelli volverá a resultar clave para quien ose poner en dificultades al tricampeón mundial. Pese a su mala racha en suelo australiano, donde nunca pasó del octavo puesto y el año pasado recibió cinco segundos de sanción tras un toque con Fernando Alonso, Sainz envió advertencia: "Si hay un fin de semana en el que tenemos buen ritmo es este. Quién sabe. Podríamos tener una oportunidad".

Sólo un indomable Sainz da la cara ante Verstappen en Melbourne

Sólo un indomable Sainz da la cara ante Verstappen en Melbourne

Se sentía aún renqueante, no con dolor, pero sí con molestias. Había apurado la recuperación de su apendicitis con un esfuerzo titánico en el gimnasio, sabedor de que su asiento sigue siendo asunto sagrado. Carlos Sainz llegaba muy justo, pero aun así pudo pelear codo con codo con Max Verstappen en Albert Park. El fantástico rendimiento del madrileño sólo palideció ante el tricampeón mundial, autor de la pole (1:15.915). Fernando Alonso, por su parte, cometió un error en la curva 6 que le relegó a la décima posición de la parrilla.

Nadie puede cuestionar a Sainz el mérito de colarse entre los Red Bull, a 17 centésimas de Verstappen y nueve mejor que Sergio Pérez. Resulta casi una hazaña para quien ha pasado tantas horas en cama antes de tomar el avión rumbo a Melbourne. Sin embargo, la mala noticia para Ferrari y la F1 estriba de nuevo en la velocidad de Verstappen. Tras un fin de semana con más dificultades que de costumbre, el tricampeón despertó otra vez a tiempo en la Q3.

Sainz sólo pudo sostener el ritmo durante el primer sector, cediendo ya una décima en el segundo. Bastante hacía, en cualquier caso, porque por la mañana, casi se había sentido desfallecer durante la FP3. Pese a algún mareo, los tiempos salían con pasmosa naturalidad en la Q1 (1:16.731) y la Q2 (1:16.189). Lideró la tabla durante casi toda la sesión y aunque no pudo con la guinda de la pole, también alzó el estandarte de Ferrari con más gallardía que Charles Leclerc. El monegasco, por detrás durante todo el sábado, cometió un error en la curva 12 que incluso le impidió cerrar su vuelta.

Latigazos del Aston Martin

Sólo Verstappen, como de costumbre, encontró los resquicios a la pista en el momento de la verdad. Su primera tentativa de la Q3 (1:16.048) ya le dejaba con 28 centésimas sobre Sainz y 38 ante Leclerc. Aún guardaba algo más bajo la manga. Todo lo contrario que Aston Martin, donde Alonso y Lance Stroll bastante hicieron con salvar el impacto contra las barreras. La inestabilidad trasera del AMR24 fue palmaria. Fernando, tras un infernal traqueteo a través de la grava que desestabilizaba totalmente su equilibrio aerodinámico, saldrá por detrás de su compañero por primera vez desde el GP de Brasil 2023.

El asturiano, sin las sensaciones de Bahrein y Jeddah, ya sudó lo suyo durante la Q2. El 1:17.120 inicial le obligó a otro esfuerzo, tampoco especialmente inspirado. Su 1:16.780 le dejaba séptimo, por delante de Mercedes. En contraste con McLaren, el paso atrás de las Flechas de Plata fue palmario en Melbourne. Pese a que Lewis Hamilton había acabado en la misma décima que Leclerc durante los últimos libres de la mañana, el heptacampeón se quedó fuera de la Q3 por 59 milésimas. Su verdugo, el imprevisible Yuki Tsunoda. Un fin de semana más -y ya van tres en 2024- George Russell ganaba por la mano a su compañero de garaje.

El aliento de Albert Park, con 125.000 aficionados repartidos en torno al lago, no bastó para Daniel Ricciardo, eliminado por superar los límites de pista. Un motivo de sonora celebración para Kevin Magnussen, salvado por la campana. La aventura de Alex Albon, con el único Williams en pista por la avería de Logan Sargeant, no fue más allá de esa Q2, que no parece poco James Vowles