El ansia de Cristiano Ronaldo, un lastre que gestiona Portugal

Actualizado Domingo, 30 junio 2024 - 22:58

Cristiano Ronaldo sabe que esta es su última Eurocopa y vive ansioso por aprovecharla. Esta noche ante Eslovenia puede ser el adiós. O quizá no, aunque lo cierto es que las oportunidades se van descontando. Su temperamento se contuvo en los dos primeros partidos, donde mostró gestos de capitán y hasta de cierta generosidad, pero se destapó en el duelo ante Georgia, y no por la inesperada derrota.

Roberto Martínez ha recuperado a Ronaldo cuando nadie lo esperaba ya. Su marcha a Arabia y los problemas de integración en la vida de la selección que mostró en el Mundial de Qatar le enseñaban la puerta de salida, algo que el técnico español no quiso hacer. Se reunió con él, le pidió implicación, le convenció para renunciar a ser un ente al margen de todo y de todos, y le defendió una y otra vez públicamente. Parecía que había encontrado la forma de llegar a su ego de una manera rápida y efectiva.

Cristiano debía jugar el mismo papel que Pepe: ser ejemplo para la sangre nueva incorporada por Martínez. Experiencia y veteranía, además de movimientos en el campo que aún mantiene, aunque ya empiecen a verse mermados por el paso de los años. Ronaldo ya ha cumplido 39 y no será eterno. Nada lo es, y él lo sabe.

Triple presión

Por eso busca seguir engordando su historia. Viajar a Alemania le ha supuesto ser el único jugador que ha disputado seis fases finales de una Eurocopa. Es el máximo goleador en el periodo de clasificación (55 goles), también en la fase final, donde ha anotado 14 tantos, y es el futbolista que más partidos ha jugado. Hasta el momento, 28, pero esta noche ante Eslovenia podrían ser 29. En total, ha vestido la camiseta de As Quinas en 50 duelos entre campeonatos de Europa y Mundial, 210 en total con 130 dianas.

En esta edición, además, se convirtió en el máximo asistente superando al checo Karel Poborsky cuando regaló ante Turquía un gol a Bernardo Silva. Pareció un reflejo claro de su nuevo papel, más coral y menos individualista. Cristiano había salido como titular y jugado los 90 minutos ante República Checa y la selección otomana. Pero también frente a Georgia, con el liderato en el bolsillo, volvió a aparecer en el once. La razón estriba en que era la oportunidad de que marcara y consiguiera sacudirse una triple presión.

Primero, engordar su condición de máximo goleador histórico del torneo. La segunda, marcar en todas las Eurocopas disputadas y convertirse en el goleador más veterano, récord que se apunta Luka Modric con 38 años y 132 días, pero que sigue a su alcance.

Puede que se haya arrepentido de dejarle empujar aquel balón a su compañero después de ver que, en su 60 minutos ante Georgia no dispuso de una sola ocasión ante Mamardashvili y cierra la primera ronda en blanco por primera vez en su carrera, pese a haber tirado 12 veces, cinco entre los tres palos. En Gelsenkirchen se le vio ansioso, con gestos airados a sus compañeros y protestón, tanto que vio una amarilla que le mantiene apercibido. La duda es qué pasará ante Eslovenia.

El precedente en Bélgica

En el entorno de Portugal ya se airea que Cristiano hay momentos en que no suma, pero Roberto Martínez sigue apelando a su compromiso para ayudar al grupo, su experiencia y su indiscutible talento. Son los mismos argumentos que utilizó con Eden Hazard en el Mundial de Qatar y que medios portugueses como A Bola le recuerdan. La diferencia entre ambos es más que notable, pero al técnico le reclaman que utilice el efecto Ronaldo de otra manera, no encadenando al equipo sólo por mantenerle en el campo.

Portugal ya no tiene margen. Con Eslovenia no puede permitirse errores y debe aflorar la efectividad que se espera de su talento. Si no es con Cristiano en el área, que sea con Gonçalo Ramos, que sólo ha jugado 24 minutos ante Georgia, o Diogo Jota, que suma 42 (27+15) en dos partidos. Ya no hay tiempo para pagar deudas individuales.

Cómo se fabricó a Mamardashvili, un portero “sin escuela” y con “carencias con los pies y en las salidas por alto”

Actualizado Sábado, 29 junio 2024 - 23:00

El día que Giorgi Mamardashvili apareció en la Ciudad Deportiva de Paterna para disputar la pretemporada con el Valencia que entonces dirigía José Bordalás, José Manuel Ochotorena (Hernani, 1961) sólo pudo fijarse en su altura. Nunca había entrenado ni en el Valencia ni en el Liverpool ni en sus muchos años en la selección española a «un bigardo de dos metros» del que además, nada sabía. «El club lo había firmado para el Mestalla y tenía una cláusula por la cual tenía que venir a la pretemporada», recuerda a EL MUNDO.

Cuando empezó a buscar información sobre él, no encontró nada. «No tenía trayectoria ni se le veía una formación de escuela. Eso nos sorprendió. Por su edad y por su físico, que es prototípico de portero moderno, pensamos que tenía potencial, que podía ser un diamante, y se apostó por él, pero era una incógnita. No sabíamos qué iba a salir de él». Pronto empezó a desenvolverse «por encima de nuestras las expectativas».

Para empezar, lo obvio: Mamardashvili paraba. «Era ágil en los balones rasos, algo no habitual en porteros de altura, y lo que más nos llamó la atención fue su uno contra uno. Era capaz de, en situaciones de ventaja para el delantero, achicarle los espacios y hacerse grande. Eso son cosas complejas y difíciles, y él con 20 años tenía ese dominio de la portería que le ves a guardametas de 28», advierte.

Pero también tenía carencias en el aspecto técnico, relacionadas con el juego colectivo, con la forma de leer el fútbol que exigen cada vez más los entrenadores a los guardametas. «Tenía muchas en el juego con los pies y en las salidas por alto, incluso en algunos blocajes. Lo había entrenado su padre, que había sido también portero, pero se notaba que no tenía conceptos técnicos de escuela, cosas sencillas que cualquier juvenil ya tiene asimiladas», cuenta Ochotorena.

Pulirlo iba a llevar un tiempo, del que al final no se dispuso. Todo se aceleró por las lesiones de Cillesen y Jaume Domenech. De filial a la titularidad que le dio José Bordalás sin apenas tener experiencia. El trabajo en los tres años ha sido duro y no exento de complicaciones, como el idioma. Mamardashvili no hablaba, ni habla, inglés, y el castellano le ha costado muchísimo y aún no lo domina. «Teníamos que hacerlo a base de vídeos, para que viera lo que queríamos de él y luego con repeticiones en el campo. De golpeo tras golpeo o de centros laterales uno tras otro para que mejorara», explica Ochotorena, no sin reconocer que el jugador lo ha puesto todo de su parte. «Es humilde para mejorar a la vez que competitivo y ambicioso. Siempre está dispuesto y receptivo. Repetir, insistir, ha sido clave para que empiece a sacar su potencial».

Otra pieza ha sido la comunicación, por su carácter introvertido y tímido. Como no sabía hablar, hacía «vida de monje: de Paterna a casa». «Era un poco vaguete con el idioma y tuvimos que apretarle, porque tenía que mandar a la defensa, y practicábamos con él ejercicios para que lo hiciera. Eso convirtió en muy duro su primer año. Ahora es más feliz y con Georgia no tendrá esos problemas», bromea el entrenador.

Derribar puertas

El rendimiento que ha dado en el Valencia -«es un portero que suma puntos», no se ha cansado de repetir Baraja- le puso en el foco, pero la Eurocopa, con sus 23 años y su corta experiencia, aún más. «Cuando vino estaba verde. Necesitaba cimientos, pero está derribando todas las puertas. En Europa lo empiezan a conocer, pero me está sorprendiendo hasta a mí», asegura el técnico, que le ve parecido con Courtois. «Por el físico y por agilidad que muestra para, de repente, hacer una parada que evita un gol».

Sin embargo, opta por la prudencia sobre el futuro de su todavía pupilo: «La posición de portero es súper exigente y siempre se le mira con lupa. En el Valencia y con Georgia le tiran mucho y para, pero en otros equipos le pueden pedir, además, otras cosas. Eso marcará su futuro, aunque él es consciente y tiene deseo de superarse».

Suiza escribe el epitafio de una desmadejada Italia y la expulsa de la Eurocopa

Actualizado Sábado, 29 junio 2024 - 20:10

Italia se perdió el respeto en este torneo. En 23 segundos, los que tardó el albanés Bajrami en batir a Donnarumma, el mito de la campeona de Europa se deshizo y desde entonces no encontró manera de alzarlo. Ni Spalletti ni sus jugadores. Nada de lo ocurrido después debe considerarse incongruente. Ante España ni siquiera pudo y se ahogó. Con Croacia resucitó a tiempo para tener un cruce más fácil que ha acabado suponiendo un calvario. No han espabilado y la consecuencia es que Suiza, con justicia, los ha enviado a casa con la cabeza agachada. [Narración y estadísticas (2-0)]

Enfrentarse a Italia había sido casi siempre como golpear la pelota contra un muro. Con suerte te vuelve a pie y tienes otra oportunidad, pero no lo derribas. Ahora la Nazionale se ha mostrado como un equipo poroso, que duda y sólo se sostiene en destellos individuales y en los guantes de Donnarumma. Pero eso no fue suficiente para eliminar a Suiza, que sólo necesitó jugar con la personalidad y las armas que ya ha enseñado en esta Eurocopa. No inventó nada Murat Yakin. Si la sospecha de que el robo de los ordenadores de su cuerpo técnico era un intento de sabotaje, perdieron el tiempo quienes lo perpetraron.

Los suizos quisieron llevar el manejo del partido y lo hicieron sin oposición. Spalletti armó una revolución sin Jorginho, Pellegrini y Frattisi y ni Fagioli pudo contener ni Barella crear. En el primer minuto Cristante ya hizo un despeje absurdo a córner de un balón intrascendente, un reflejo de lo que sería la primera parte.

Como también lo fue la primera carrera que, pegado a la orilla, le ganó Vargas a Di Lorenzo. Por los flancos, Italia sigue siendo vulnerable. El partido se fue dibujando con los helvéticos al mando. Sólo era cuestión de comprobar con qué efectividad.

Acumulando razones

No atinaron de principios los hombres de Yakin, con Embolo encarando la meta italiana sin demasiada fe para aprovechar los quiebros de Vargas mientras que NDoye andaba de carrilero. Había que ser paciente, y más viendo que a los italianos les costó 20 minutos acercarse a Sommer. Lo hicieron en una jugada ensayada de saque de falta que picó Barella y que no pudo enganchar en el corazón del área Di Lorenzo, que estaba en fuera de juego.

Pese al dominio, a Italia le bastaba con ordenarse y esperar su zarpazo. No estaba demasiado incómoda, ni siquiera cuando Donnarumma desvió un centro-chut que Embolo le telegrafió. Asustaban sin dañar... pero cada vez lo hacían más. Cabalgaba NDoye para aparecer al remate, golpeaba Ricardo Rodríguez cuando se le cerraban los caminos... Suiza iba acumulando razones para llevarse la eliminatoria y, antes del descanso, tuvo el premio.

Vargas quebró a Di Lorenzo, vio cómo se desataba de manera indetectable hacia el área Remo Freuler y le puso un centro raso y tenso al punto de penalti que el mediocentro del Bolonia controló y golpeó donde el guardameta italiano no llegaba. El despiste, el fallo en cadena que habilitó una autopista, le salió muy caro a Italia, que ya no pudo reaccionar.

Sin reacción, otro gol

El único que lo hizo fue, otra vez, Donnarumma para en el tiempo añadido, poner una mano milagrosa en un saque de falta directa que Rieder ajustó a su palo. Los azurri estaban noqueados.

Si Spalletti dio órdenes en el vestuario para cambiar el signo del partido, más allá de la entrada del salvador Zaccagni, no le dio tiempo. Su desalmada Italia se vio con el marcador en contra casi en el saque de centro. Perdió la pelota, la cazó Suiza para llevarla a la orilla de Aebischer y que acabara en la bota de Ruben Vargas para, solo desde el pico del área, la cruzara a la escuadra de Donnarumma.

Un tiro al palo de Chiesa y último intento de Scamacca que salvó el portero del Inter fueron los pobres argumentos de los italianos. No había leyenda suficiente que levantara una losa tan pesada como la que se puso encima Italia, disfrazada de equipo menor.

Sin tensión en la guarida de Georgia: una Eurocopa “hecha”, jabón a España y el temor de Mamardashvili

Actualizado Viernes, 28 junio 2024 - 22:52

Georgia fue la última selección que consiguió billete a la Eurocopa y para su cuartel general se tuvo que conformar con lo que había disponible en la zona donde más sedes se concentran. Ni la idílica Selva Negra ni el castillo de Inglaterra ni la elegante Paderborn de Francia. Su guarida está en Velbert, en la cuenca minera, a medio camino entre Düsseldorf y Dortmund, en las pequeñas pero coquetas instalaciones del Sport Und Spielvereinigung, un equipo de la quinta división alemana.

Eso sí, las vistas no son paradisiacas: una fábrica y el aparcamiento de camiones de una cantera cercana. Nada importaba ayer cuando volvió al trabajo el equipo de Willy Sagnol tras un día con sus familias. «Ya hemos hecho una buena Eurocopa, ahora toca disfrutar. Vamos a competir porque, aunque somos un país pequeño, tenemos un corazón grande». Fue el mensaje que lanzó Giorgi Mamardashvili, uno de los tres mosqueteros que han impulsado la proeza de la selección debutante.

El guardameta del Valencia tenía un valor doble como protagonista: es el mejor portero del torneo, la revelación, y es, además, él único que habla castellano, junto a Kochorashvili, centrocampista del Levante que lleva años en España. La decena de periodistas que acompaña a los georgianos se multiplicó por tres. La clasificación y, sobre todo, el rival, les han puesto en un foco que no esperaban. Por eso su mensaje estaba muy claro: «España es la gran favorita para ganar el torneo. Los conocemos, sabemos de la calidad de los goleadores, de sus asistencias, y tienen en mejor portero de esta temporada en LaLiga», confesó Mamardashvili, que admira a Unai Simón. A quien más teme es a Lamine Yamal. Como diría cualquier equipo. Y eso que quien le batió en la fase de clasificación fue Nico Williams.

La parada a Dalot

Una vez puesta la piel de cordero, comenzaron a lanzar órdagos. «En el 7-1 hubo mala suerte. Nosotros tenemos que estar concentrados, defender muy bien y salir al ataque», advertía el portero. «Debemos estar muy juntos y muy atentos. Somos pequeños, pero no tenemos miedo», subrayaba el central Luka Lochoshvili.

Han interiorizado que son todos para uno, Khvicha Kvaratskhelia, y tres para todos: el jugador del Nápoles, Mamardashvili y Georges Mikautadze. El líder conocido y los dos inesperados, que siguen dejando que el peso recaiga sobre el veloz extremo. «Kvaratskhelia es mejor que toda España junta», se despachó el arquero, que aseguro haberse «preparado todo el año para llegar aquí en estas condiciones». Se ha convertido en estrella por sus paradas, de las que se queda como la mejor con la que le hizo al portugués Diogo Dalot. «Aunque no sirviera porque pitó el penalti», se lamenta.

Tranquilo está el portero y también el máximo goleador de la Eurocopa que, como otros compañeros titulares, saltó al césped en zapatillas y mantuvo una larga charla con uno de los ayudantes de Sagnol. Quizá fuera sobre el reparto de la prima de 10 millones que Mamardashvili confirmó que les ha ofrecido el oligarca Bidzina Ivanivishvili si eliminan a España. O quizá su fichaje por el Mónaco, que le libra de jugar en la segunda división francesa tras el descenso del Metz.

Los futbolistas de Georgia, el viernes en Velbert.

Los futbolistas de Georgia, el viernes en Velbert.EFE

Menos claro está el futuro de Mamardashvili. Peter Lim le tiene en el escaparate con la etiqueta de 35 millones de euros. Ha pulido un diamante que cobró en su primer año 70.000 euros de ficha y 7.000 por partido con el primer equipo. Jugó 21 en total y se embolsó más del doble que su sueldo bruto.

No había presión alguna en el ambiente del equipo georgiano. Los titulares corretearon por el campo, dejando muy claro que Sagnol no prepara cambios, y los suplentes aumentaron el ritmo. Nada reflejaba que las tímidas quejas del técnico francés por contar con menos descanso que España hubieran acelerado sus planes. Lo tienen claro. «Es en el césped donde ha de ejecutarse lo planeado», advertía Lochoshvili, mientras Mamardashvili se colocaba los guantes y Kvaratskhelia, con tres saltitos sobre el pie izquierdo y santiguándose, saltaba al césped.

Italia, amenazada por un rival ‘a la boloñesa’ cocinado por Thiago Motta

Actualizado Viernes, 28 junio 2024 - 22:31

Cuando el ex barcelonista Thiago Motta y el ex atacante del Valencia Marco Di Vaio empezaron a diseñar el nuevo Bolonia hace justo un año había dos cosas que no podían imaginar, una consecuencia de la otra. El histórico equipo italiano que se había salvado del descenso meses antes con una increíble remontada, iba, por primera vez, a clasificarse para disputar la Champions. Su brillo en la Serie A ha llevado a que jugadores resucitados por el técnico italobrasileño hayan llegado con fuerza a la Eurocopa. Son ocho los futbolistas del Bolonia -y pudieron ser nueve- los que están defendiendo su camiseta nacional y seis disputarán los octavos. «El Bolonia ha hecho el mejor fútbol en Italia, no es extraño que haya ocurrido esto», cuentan los analistas.

Esta noche el enfrentamiento entre Suiza e Italia será casi fratricida. Defendiendo al conjunto helvético estarán tres futbolistas a los que Motta ha dado nueva vida. Remo Freuler lleva mucho asentado en los planes de Murat Yakin, pero vive un momento dulce. Después de años en el Atalanta, probó la Premier en el Nottingham Forest, aunque ha sido en el Bolonia donde este veterano ha recuperado la alegría. Imprescindible para la idea de juego de Motta, que en Italia definen como «seda y cemento», creatividad y rigor defensivo, también lleva la batuta de Suiza en esta Eurocopa, donde ha jugado los tres partidos y ha dado dos asistencias.

Menos cerca en el césped que en el Renato Dall'Ara tiene a Michel Aebischer. Yakin lo escora a la banda y el resultado ha sido hasta el momento un gol y una asistencia. Pese a sus 27 años, sale del Young Boys para brillar en el Calcio y dar una grata sorpresa en Suiza. Lo mismo ocurre con Dan Ndoye, otro de los goleadores helvéticos que, y tras un breve paso por el Niza, ha sido Motta quien le ha exprimido en 32 partidos de la Serie A. Eso sí, sólo logró un gol y dos asistencias.

La baja de Calafiori

No se encontrarán esta noche en el campo a otro de los futbolistas que ha crecido exponencialmente en el Bolonia, con una personalidad que ha abrumado en esta Eurocopa. El central Riccardo Calafiori, que cerró la primera fase con un gol en propia puerta que dio la victoria a España y una asistencia de pundonor a Zaccagni para que marcara ante Croacia y meter a Italia en octavos, tendrá que cumplir sanción. Este jugador, criado en la Roma y que ha crecido en su paso por Génova y Basilea, es uno de los futbolistas referenciales para el estilo de Motta por su salida de balón -junto con un tremendo carácter para sus 22 años- y por eso quiere llevárselo la Juventus.

Aún pudo tener el Bolonia un jugador más con la azzurri, porque los 10 goles de Riccardo Orsolini le abrieron las puertas de la preselección de Luciano Spalletti como segundo máximo goleador de la Serie A tras Gianluca Scamacca. Sin embargo, no pasó el corte.

No se queda la influencia del Bolonia en Suiza e Italia. Motta ha devuelto el protagonismo a otros futbolistas. A casa ya ha regresado el portero polaco Lukasz Skorupski, que sólo jugó la última jornada, y el mediocentro Kacper Urbanski, que sí tuvo presencia en los tres partidos. Pero con Austria, esperando el próximo martes el duelo con Turquía, aguarda el lateral derecho Stefan Posch, titularísimo tras su cambio del Hoffenheim por el norte de Italia. En su selección, una de las sorpresas del torneo tras el solvente pase a octavos, cuenta con galones.

También en Países Bajos

La mayor resurrección obrada por Motta es la del neerlandés Joshua Zirkzee. A pesar de que Ronald Koeman no le ha dado aún ni un minuto en esta Eurocopa, el Bolonia ha recuperado la versión de esta joven promesa de 23 años a la que el Bayern captó con 16 años del Feyernoord. Se esperaba una presencia que nunca llegó. Tras apenas unos meses en el primer equipo, en el mercado invernal de 2021 comenzó un periplo de cesiones a Parma, Anderlecht y finalmente a Bolonia.

Allí Motta le ha hecho brillar con un perfil de delantero más capaz de armar ataques de los que se aprovechan sus compañeros que de rematar. Pese a este perfil, en su tarjeta de visita figuran 37 partidos entre Serie A y Copa de Italia, 12 goles y siete asistencias. Imposible que el seleccionador neerlandés, a pesar de confiar más en la eficacia de Memphis Depay (10 goles, dos asistencias), Cody Gakpo (18 goles, seis asistencias) y Xavi Simons (10 goles, 16 asistencias), no le pusiera en sus lista.

Con la capacidad de exprimir jugadores que ha demostrado Motta, los seleccionadores con futbolistas en el Bolonia se frotan las manos.

Alemania no se toma en serio la Eurocopa: atascos, obras, espontáneos y (casi) todo cerrado

Actualizado Jueves, 27 junio 2024 - 22:27

Cuando la UEFA anunció en septiembre de 2018 que Alemania sería la sede de la Eurocopa 2024 nadie dudó que la organización rozaría la excelencia. La mirada crítica se situaba entonces en cómo sería el Mundial de Qatar. El siguiente campeonato de Europa, previsto para 2020 pero retrasado por la pandemia a 2021, iba a ser itinerante y después habría una exótica prueba de fuego para toda la maquinaria del fútbol internacional. Se agradecería que apenas dos años después la Eurocopa fuera el corazón del continente, con sedes en grandes ciudades de fútbol y con estadios renovados y preparados para un gran evento desde 2006.

No había que sufrir con los plazos de finalización de obras ni con los accesos y desplazamientos, algunos en un radio de menos de 100 kilómetros, ni tampoco por la organización interna de los partidos. O al menos eso se esperaba. La sensación vivida desde dentro es que Alemania no se ha tomado en serio este campeonato.

En esta primera fase se han sucedido caos inimaginables. Las ciudades, engalanadas, eso sí, han vivido algo de espaldas a la competición, sin que ni comercio ni hostelería fueran sensibles al aluvión de visitantes. Tampoco se ha visto alterado el ritmo cotidiano en la previsión de accesos y traslados. Los atascos en las carreteras han sido constantes y han complicado la movilidad de los aficionados que, especialmente en la cuenca del Ruhr, han viajado de Dortmund a Gelsenkirchen, Colonia o Düsseldorf. Un enviado especial tardó tres horas en recorrer 100 kilómetros que separaban la concentración de Turquía de Essen. La mejor opción ha sido el transporte público, muy extendido y con buen funcionamiento, pero a veces no ha resultado suficiente para llegar a estadios alejados del centro de las ciudades.

De la grada al césped

Pero donde especialmente ha flaqueado esta primera fase es en la seguridad. El Gobierno alemán puso especial énfasis en controlar cualquier amenaza -y sólo hubo una en Hamburgo, un hombre que portaba un cóctel molotov cerca de una fan zone y que fue abatido- y lo ha conseguido, como también que los altercados quedaran en alguna reyerta entre aficiones, un balance aceptable si se tiene en cuenta que se concentraban algunas de las más violentas de Europa con rivalidades ancestrales.

Lo llamativo es lo que ha ocurrido dentro de los estadios, en el propio césped, que también ha sido objeto de crítica por algunas selecciones. Especialmente el Deutsche Bank Park de Frankfurt, que la UEFA ha reconocido que debe cuidar una vez acabada esta fase de grupos porque no está a la altura de una competición internacional de primer nivel.

El césped no lo han pisado todos los jugadores en esta Eurocopa. Más de una decena de espontáneos han saltado en diferentes estadios sin que el centenar de miembros de la seguridad, contratados de la UEFA, con poca ayuda de las autoridades locales, hayan podido o sabido evitarlo. Especialmente significativo fue lo ocurrido durante el Turquía-Portugal en Dortmund, con una aplastante mayoría de seguidores turcos que no renunciaron a intentar fotografiarse con Cristiano Ronaldo... durante el partido.

Botes de humo y bengalas

Comenzó un niño, que logró su objetivo y provocó la sonrisa del portugués, pero le siguieron cuatro adultos y otro menor, lo que acabó desesperando al astro. «Porque tenían buenas intenciones, pero es increíble que esto ocurra», lamentó su entrenador, Roberto Martínez. Este hecho ha provocado que Cristiano recorra el interior de los estadios siempre acompañado por seguridad.

A la pasión en las gradas, que especialmente han puesto las aficiones balcánicas, también ha generado problemas. En estadios donde se revisan exhaustivamente hasta los bolígrafos de los profesionales, se han colado botes de humo y bengalas prohibidísimas por la UEFA. No una ni dos, sino muchas de la primera a la última jornada de esta primera fase.

Tampoco han faltado los lanzamientos de objetos, en concreto de vasos con cerveza. Han volado hacia las tribunas de prensa desde las gradas superiores, a veces fruto de la euforia y otras de la frustración, pero también hacia los banquillos. Gareth Southgate fue víctima en el Inglaterra-Eslovenia de la última jornada, con su equipo incapaz de ganar y los hooligans enfadados. La suerte es que no lograron hacer blanco.

Botes de humo en la grada de Portugal.

Botes de humo en la grada de Portugal.C. NEUNFOREFE

Si la organización correspondiera a un club, la multa sería extraordinaria. Pero no parece que la UEFA se auto sancione, a pesar de que va revisando sus protocolos sobre la marcha ante las quejas. Zonas mixtas, horas de acceso a los estadios o condiciones de trabajo de los medios se han ido modificando a lo largo de estas dos semanas ante la evidente inoperancia.

No todo ha sido revisado. En esta Eurocopa se ha visto mucho tiempo efectivo de juego y poca visita del colegiado a la pantalla VAR. Se han findo del auxilio desde la sala VOR aunque, pese a la explicación en los videomarcadores de la decisión, algunas han sido polémicas.

Lo que también ha funcionado es la tecnología de gol. Vibró el reloj del colegiado del Turquía-Portugal tras el autogol más tonto del campeonato que elaboraron entre el defensa turco Samet Akaydin y su guardameta Altay Bayindir. De todo parece haber tomado nota la UEFA para aumentar el espectáculo de una competición que se acelera a partir del próximo sábado.

En el corazón de Georgia, el rival de España: la tierra Sakartvelo, la patria Samshoblo y un patrocinio de Armani

Actualizado Jueves, 27 junio 2024 - 22:26

Nada de lo que ocurrió en las entrañas del Arena AufSchalke desde que Georgia puso un pie en los octavos de la Eurocopa es casual. Todo tiene, buscado o no, un simbolismo que va más allá del balón. Estos futbolistas son un emblema para las nuevas generaciones de un país orgulloso que quiere, como en el campo, conquistar a Europa. El aldabonazo en Alemania, venciendo a Portugal y enfrentándose a España, es una metáfora de que quieren colocarse en todos los mapas.

Cuando Saba Lobjanidze enfiló, altavoz en mano, el largo pasillo de la zona mixta, lo seguían Mekvabishvili, Kvekveskiri y se fueron sumando jugadores al grito 'Sakartvelo'. No era un cántico de jugadores eufóricos que, hasta hace apenas un año, casi eran desconocidos si los encontraban por las calles de Tiflis. Era un grito patriota. Para los georgianos no existe Georgia sino Sakartvelo, «la tierra de los kartvelianos», los habitantes del Reino de Kartli que ocupó parte del actual territorio hasta el siglo XV. Allí hunden sus raíces estos jugadores que ni siquiera superan la treintena y que, por eso, han establecido un vínculo directo con la juventud del país.

Comparten inquietudes, sueño europeísta y orgullo nacional, porque como quienes salen a las calles a manifestarse, ellos tampoco se esconden. «El camino de Georgia pertenece a Europa. ¡El camino europeo nos une! ¡Hacia Europa!», afirmaba Kvaratskhelia en febrero cuando la UE abrió las puertas a la adhesión de Georgia. «¡El camino y el futuro de Georgia pasan únicamente por Europa!» decía Giorgi Mamardashvili, el nuevo ídolo, que ya es imagen de marcas como Emporio Armani o Pepsi.

«Como tres Champions»

«No he conocido un jugador con más sentimiento patriótico que él, lo lleva muy dentro», cuenta José Manuel Ochotorena, entrenador de porteros del Valencia y formador del mejor guardameta del torneo. «Cada cosa buena que hace piensa en lo importante que es para su país. Con la clasificación era el hombre más feliz del mundo. Como si hubiera ganado tres Champions. Cuando volvió a Valencia me contó que la noche del partido ante Grecia que les llevó a la Eurocopa casi no puede entrar en su casa de la gente que le esperaba», relata a EL MUNDO.

Y es que este grupo que dirige Willy Sagnol es mucho más que una suma de deportistas. Son ídolos por lo que hacen en el campo, donde sólo el luchador Ilia Topuria en el ring les gana en popularidad, y fuera. Pocos tienen un recuerdo de la invasión rusa que les arrebató dos provincias, Abjasia y Osetia, pero todos saben que no quieren vivir bajo la suela de esa bota de la que se libraron tras la caída de la URSS. «Cuando yo llegué en 2011 había aún ambiente de guerra y estos chicos conocen las dificultades que ha vivido su gente, la pobreza y las condiciones de vida que aún están muy por debajo de las de Europa occidental. Para todo el mundo era impensable que consiguieran esto», cuenta Carles Coto, que fue jugador del Dinamo de Tiflis durante tres temporadas. Fue junto a Xisco Muñoz, Alex García o Andrés Carrasco uno de los pioneros en «españolizar» el fútbol en Georgia. Ellos pusieron una semilla que luego germinó. «Jugadores como Kvaratskhelia, Mamardashvili o Mikautadze son un ejemplo de que tener lazos con Europa hace crecer», apunta el ex futbolista.

Eso es precisamente lo que piensa buena parte de la población y de los jugadores, a los que les gusta mostrarlo. En el vestuario entonaron 'Samshoblo' (Patria), una canción folk publicada después de la guerra con Rusia y hoy himno proeuropeo.

«dejadnos mostrar nuestra fuerza»

Después, en esa especie de conga por los pasillos del estadio de Gelsenkirchen a la que se unió Mikautadze -pero no el tímido Kvaratskhelia ni Mamardashvili, en el control antidopaje-, siguieron lanzando mensajes en el mismo sentido: «Estamos aquí, dejadnos mostrar nuestra fuerza, estamos juntos».

Los futbolistas georgianos festejan su pase a octavos.

Los futbolistas georgianos festejan su pase a octavos.AFP

Mientras, las banderas de Georgia seguían ondeando en manos de los aficionados que, desde las escaleras de acceso a la grada, esperaban a ver salir a su héroes. Ellos les responden. Algunos se posicionaron contra la Ley de Transparencia sobre la Influencia Extranjera, la llamada 'Ley rusa' que pretende controlar la actividad de «agentes extranjeros» en el país, lo que supone de hecho una restricción de libertades, entre ellas las de expresión y todas las que posee en colectivo LGTBI.

Esa propuesta viene avalada por el partido Sueño Georgiano, liderado por el oligarca Bidzina Ivanichvili, considerado el dirigente en la sombra del país, que ayer anunció que donará más de 10 millones de dólares al equipo nacional de fútbol por la proeza de la clasificación para octavos. Se trata de una prima mayor que la que recibiría España si termina campeona. Falta saber si estos jugadores la aceptan o queda en los fondos de la Federación, menos beligerante.

Ahora espera España, pero ellos disfrutan y hasta unen a su fiesta en su base de Velbert, cerca de Dortmund, a otro conocido luchador, Merab Dvalishvili. Eso sí, con el corazón a 4.000 kilómetros. «Me han enviado vídeos de cómo está celebrando la gente y es increíble», contaba Giorgi Kochorasvili tras el partido. Antes de la Eurocopa, el anhelo del jugador del Levante era darle una alegría su pueblo, «que lo está pasando mal». Ya lo han conseguido.

Kvaratskhelia agiganta a Georgia para descoser a Portugal, estrellada en Mamardashvili

Actualizado Miércoles, 26 junio 2024 - 23:07

Georgia es orgullo, descaro y pegada. Necesitaron eliminar a Grecia, campeón de Europa, en una repesca y, siendo una cenicienta debutante, derrotó a otro campeón, Portugal, para seguir viva en los octavos de final. Tuvieron las ideas claras y el fútbol suficiente para ganarse la clasificación cuando nadie lo esperaba, generando dudas en una de las favoritas, invicta desde la llegada de Roberto Martínez al duelo del Gelsenkirchen.

Los grandes jugadores aparecen cuando se les necesita. Estaba recostada Georgia en el acierto de Mikautadze y del gigante Mamardashvili, pero Kvaratskhelia afloró también en el momento justo, como si tener enfrente a su ídolo, Cristiano, le hubiera espoleado. Podía escribir la historia, lo tenía en sus manos y no estaba dispuesto a desaprovecharlo. Les había avisado Sagnol de que enfrente tendría una Portugal diferente, la unidad B a la que su seleccionador quería premiar pero en la que mantuvo a su astro en busca del gol que le lleve a los anales de la Eurocopa, una vez más.

El plan se torció en dos minutos, los que tardó Antonio Silva en cometer el primer error. Con la parsimonia que caracteriza a la selección lusa, quiso jugar el balón atrás y Mikautadze, listo, se lo robó para lanzárselo al espacio a Kvaratskhelia, un movimiento letal que desnudó a toda la defensa. A máximas revoluciones, encaró a Diogo Costa para batirlo con un disparo cruzado que pasó entre sus piernas. Nadie en el AufSchalke dudó de que esa carrera iba a acabar en otro gol para la historia de Georgia.

Portugal tiene los deberes hechos hasta octavos, pero le tocaba reaccionar. No valía sólo con pedir perdón, había que demostrar. Poco a poco fue encerrando a los cruzados georgianos en su campo y, a unos metros de la medialuna de la frontal, nació su primera ocasión en forma de falta que Cristiano quiso lanzar. Con su clásica estampa de piernas separadas y profunda respiración, lanzó un obús que desvió Mamardashvili. Sabía el guardameta valencianista que seguir en la Eurocopa está en sus guantes.

Se volcaba Portugal, pero la disciplina y la solidaridad parecía multiplicar a los georgianos, que no daban un segundo para pensar, un ritmo ante el que los hombres de Martínez se atascan. Palinha no estaba dando el equilibrio necesario ni Joao Neves podía coger el mando para hacer volar a Neto y Conceiçao. Sólo Joao Félix, por primera vez titular, inventó algo, como el mejor tiro desde dentro del área. Desde lejos lo intentó el propio Palinha y forzó algún córner que volvió a obligar al portero georgiano a despejar, con el peligro de que, como ocurrió, el rechazo lo pudiera cazar el ala del Oporto para mandarlo, esta vez, al lateral de la red.

Andaba Portugal enredada y, en apariencia, Georgia cómoda y siendo capaz de acelerarse a la carrera. Aún así, Gvelesiani evitó el gol de Cristiano evitando que rematara a bocajarro en el pico del área pequeña por el palo corto de Mamardashvili.

Pese al acoso, los georgianos buscando cómo estirarse contras que dañaban, y mucho, a Portugal. Empezaba a desesperarse Cristiano sin contacto con la pelota y reclamó a voz en grito un penalti que el colegiado suizo no vio. Al vestuario se fue con esa jugada en la cabeza, protestando a todos, y con el resquemor de la derrota.

Volvieron los portugueses al campo con más ímpetu y a punto estuvieron de empatar en un mal despeje de un córner que caramboleó entre defensas y que no pudo embocar Ronaldo. Se iba arriba Portugal y Georgia respondía igual, corriendo hacia el área. Eso hizo Kakabadze, al que trabó Antonio Silva, pero el VAR no avisó al árbitro hasta que, en un correcalles, Mamardashvili voló para salvar un remate de Dalot. No hubiera valido porque, el suizo Schärer fue al monitor para señalar el punto de penalti. No falló Mikautadze para apuntar el sueño y colocar su nombre entre los a seguir de cerca en el torneo.

Podía insistir Portugal y lo hizo de manera continua desde todos los puntos del área que se puedan imaginar. Pero Georgia tenía anocha a Mamardashvili y defendía con tres millones de jugadores, todo el país.

Inglaterra se duerme en ataque: rápidos como liebres en la Premier, tortugas en la Eurocopa

Actualizado Miércoles, 26 junio 2024 - 22:38

«Entendemos la frustración». Lo repitió Kieran Trippier varias veces después del decepcionante empate de Inglaterra ante Eslovenia. Ningún aficionado se explica cómo una selección que tiene en Alemania a jugadores que han marcado 186 goles esta temporada acaba ganando sólo un partido en la fase de grupos de la Eurocopa y marcando dos tantos. Las estadísticas apuntan a una razón: la lentitud con la que arman sus ataques. Si en la Premier los jugadores de Southgate son liebres en sus equipos, en esta Eurocopa con la camiseta de los Three Lions son tortugas.

«Hemos tenido el 70% de la posesión», recordaba el seleccionador al término del partido, pocos minutos después de que sus aficionados le mostraran su enfado desde la grada, e incluso le lanzaran cervezas, ante la pobre imagen que está dando Inglaterra.

Con ese porcentaje de posesión, se esfuerza en mover el balón de manera paciente, pero no acelera conforme se va acercando al área, lo que convierte su dominio en estéril y se lo pone fácil a los rivales que les esperan ordenados. Algún destello de Saka, apenas unas carreras de Phil Foden y poco más ha servido para tratar de acelerar al equipo más cerca del portero.

Ningún equipo de esta Eurocopa mantiene un ataque tan lento, según los datos de métrica recogidos. Inglaterra avanza hacia campo contrario a una velocidad de 1,24 metros por segundo, el peor índice del campeonato e incluso por debajo del equipo más lento de la Premier la pasada temporada, que fue el Manchester City. Ahora bien, los hombres de Guardiola meten una marcha más en el último tercio del campo. Esto es lo que intentan hacer España, que se mueve a 1,49 metros por segundo, Alemania o Portugal, que lo hacen a 1,47. Son equipos que quieren mandar en el juego y generar los espacios con paciencia, pero mucho más eficaces que Inglaterra. El top de los equipos más rápidos en ataque está Croacia (1,69), ya eliminada, Suiza (1,68) y Dinamarca o Francia (1,66). Su estilo es mucho más vertical que lo mostrado por los ingleses.

Atasco en goles

La diferencia de los pross con el resto es la soledad de Harry Kane en el ataque. El equipo no da un paso adelante para aproximarse al área. Ni por bandas, donde sólo Saka lo intenta, ni por el centro, porque ni Rice ni Callagher o Alexander-Arnold estiran al equipo ni Foden.

No hay extremos que corran con la pelota o sin ella para forzar una aceleración que deshaga los duelos. Por eso, la crítica a Southgate de los analistas británicos, y de algunos ex jugadores como Alan Shearer, es que la posesión sólo le está sirviendo a Inglaterra como arma de defensa en el peor grupo de la Eurocopa en balance ofensivo, donde sólo ha habido una victoria y siete goles.

Necesitan mejorar mucho los ingleses para el cruce de octavos. Los primeros días lo harán sin Phil Foden. La Federación Inglesa informó en la tarde de ayer que el extremo había abandonado la concentración de manera urgente por un asunto familia. Según la BBC, ese asunto es que va a nacer su tercer hijo.

Una moneda, la cruz de Dinamarca y un celebración estilo Podolski: la historia tras la clasificación de la Eslovenia de Oblak

Actualizado Miércoles, 26 junio 2024 - 08:36

La explosión de júbilo de la selección de Eslovenia tenía tras de sí la satisfacción de hacer logrado un hueco en la historia del país, pero también algo más. Ni siquiera sabían si se clasificaban para octavos como segundos de grupo o entre los mejores terceros y daba igual. La proeza, que tuvieron en la mano ante Serbia y se escapó en el minuto 95, ahora sí la habían logrado con el empate ante Inglaterra, con quien siguen vivos junto a Dinamarca. Sólo dos veces ha participado Eslovenia en una Eurocopa, la primera en 2000, y nunca había superado la fase de grupos hasta ayer.

Empatando los tres partidos, los eslovenos están en octavos. Y para el lateral zurdo Erik Janza, hay algo que les dio un empujón en el campo. Eslovenia volvió a la Eurocopa 24 años después tras una clasificación brillante en la que quedó segunda del grupo H empatada a 22 puntos por siete victorias, dos derrotas y un empate con... otra vez Dinamarca. Entonces el desempate también cayó del lado danés, como ayer por la tarjeta amarilla que vio Bijol en el minuto 72.

La clasificación lograda 24 años después fue la primera proeza que la Federación Eslovena quiso agradecer a sus futbolistas regalándoles una moneda conmemorativa. De un lado, las montañas que son su escudo, de otro, el logo de la Euro2024. Esa moneda la ha llevado bien cerca, convencido de que le da suerte, Erik Janka. El lateral zurdo está convencido de que les trae suerte. "Entonces tendremos que llevarla siempre cerca del corazón", bromeaba el delantero Sporar ante la convicción de su compañero, que la guarda como un tesoro mientras que otros convocados ni recordaban que la tenían.

Pero anoche todos estaban sonrientes. El que menos, Jan Oblak. "Hemos hecho historia pero hay que seguir intentando hacerlo mejor para ganar el partido que viene", aseguró el portero del Atlético.

De momento, había quien estaba dispuesto a celebrarlo y se buscó aliados. Janza cumplió 31 años el pasado viernes 21 de junio y se ofreció a celebrarlo con sus compañeros al acabar la primera fase. Quizá porque era complicado verse en octavos, eligieron un menú atrevido: un kebab. Y pidieron asesoramiento. Algún miembro del staff técnico conocía a Lucas Podolski y, eso contaban desde el vestuario, se puso en contacto con él para que les enviara un kebab de una de sus franquicias que tiene abiertas por toda la cuenca del Ruhr. "Eso o los pidió directamente a la tiendas", comentaba la prensa eslovena.

Pero Sporar confesó que siempre tienen que comer algo después de los partidos y, con la boca pequeña, se alejó sin comentar qué le había parecido, pero con la sonrisa que deja la clasificación.